Capítulo 2
No era una mañana hermosa, al contrario, parece que el cielo estuviera triste y tuviera ganas de llorar con fuerza. Los jóvenes de la iglesia estaban reunidos después de haber compartido el encuentro general que tenía la congregación. Todos se encontraban de pie en un pequeño círculo, conversaban de todos los temas.
Al fondo del lugar, una chica estaba sentada con su mamá, era la primera vez que iban a ese lugar y no conocía a nadie. Prefería estar bajo la protección de su mamá que ir con los chicos de su edad. Pero Dios no quería eso. Una chica amable se le acercó y le preguntó el nombre.
—Me llamo Andrea —dijo intentando matar la conversación sin preguntarle el nombre a la chica.
—Me llamo Alejandra. ¡Ven, te voy a presentar a los demás!
Andrea no pudo ni siquiera negarse a la invitación porque ya Alejandra la había levantado y la estaba llevando a donde estaban los otros.
—¡Chicos! —Alejandra llamo la atención de todos y todas las conversaciones cesaron al instante—. Les quiero presentar a Andrea.
Ella no supo que decir e inmediatamente se puso roja de la pena. Se hundió en el cuello tortuga de su saco para ocultar su pena y saludo con la mano.
Todos la saludaron de vuelta y le empezaron a preguntar acerca de su vida para conocerla.
—¡Cuidado! —dijeron de repente.
Pero la advertencia llego demasiado tarde, Andrea sintió el golpe con otra cabeza.
—¡Ay! —dijeron ambos dándose la vuelta para ver con quién habían recibido el golpe.
—¡John! ¡Fíjate por donde andas! —le reprendió Alejandra y fue a ver cómo se encontraba Andrea.
—Perdón, estaba hablando algo con Dani y le quería ver el rostro para ver cómo reaccionaba —dijo John como excusa, mientras se frotaba la cabeza para apaciguar el dolor.
Dani intentó ocultar su risa con la mano, pero después de un rato le fue imposible. Se rió con gran fuerza y luego los demás lo siguieron. Andrea estaba roja, claramente avergonzada.
—No te preocupes, no se están riendo de ti —le dijo John al oído de la recién llegada—, sino de mí.
—Gran forma de dar una primera impresión —dijo Dani.
—Andrea, este es mi hermano, Daniel. Y este otro cabezón es John —dijo Alejandra enojada contra los muchachos.
—Mucho gusto, señorita —dijo John y le hizo una pequeña venia.
Después del accidente, la conversación continuo hacia otros temas y otras personas tomaron el lugar de atención.
Poco a poco, se fueron yendo los jóvenes con sus padres y sólo quedaron John, Dani, Aleja y Andrea porque sus padres se encontraban hablando.
John se acercó a Andrea para disculparse por haberla golpeado y haberla hecho pasar pena al frente de todos.
—Acepto tu disculpa —dijo de una manera formal.
—Agradezco que haya aceptado mi disculpa, oh gran dama —dijo John e hizo una venia exagerada. Andrea, no puedo evitar reírse— Por fin conozco tu risa. ¡Me encanta!
—Eres un poco molesto, la verdad —admitió Andrea.
—Es una carga que llevo por ser tan extrovertido. Igual que tú —dijo John.
—¿Yo extrovertida? —preguntó extrañada.
—Tienes que sacar esa "tú", libera el ave de su cautiverio. Yo sé que la tienes por ahí.
Andrea intentó ocultar su risa con la mano.
—Te debo una, ¿cierto? —dijo John y ni siquiera la dejo responder—. Te la pagaré, de alguna manera... ¡Ya sé! Te invito a una empanada.
—No como grasas —declino la oferta de una—. Y no me debes nada.
—¡Tú te lo pierdes!
Seis meses después
Estaba la mayoría de la iglesia, todos alrededor de la piscina de un gimnasio.
—Andrea, cuéntanos, ¿por qué te quieres bautizar? —dijo el papá de Dani y alrededor de él estaba el presbiterio de la iglesia.
—Quiero bautizarme porque entendí el evangelio del reino de Dios y sé que sin Cristo mi vida es vacía. Además, sé que la manera para unirme a Cristo es a través del bautismo.
La sumergieron y cuando salió, todos alrededor comenzaron a aplaudir.
—Bienvenida al cuerpo de Cristo —dijo John después de que Andrea había salido. Le dio un gran abrazo y palabras de ánimo.
10 años después
—¡No me voy a subir en un carro contigo! —dejo en claro Andrea cuando John la invito a subir para llevarla a la casa.
—¡No conduzco tan mal! —le respondió John desde la silla del conductor—. Está lloviendo y, además, puedo pagar mi deuda.
—¿Tu deuda? —preguntó debajo de su paraguas.
—Sí, cuando me estrellé contigo, el día en que nos conocimos.
—¡¿Te acuerdas de eso?! Eso quedo en el pasado.
—Igualmente, permite a este joven caballero pagar su deuda.
Puso los ojos en blanco y se subió al vehículo.
—¿Te quisieras casar? —preguntó John de forma casual.
—Creo que no es prudente que tú me preguntes eso —dijo y le subió al radio.
—De amigo a amiga, es una simple pregunta —dijo John y le bajo el volumen a la radio.
—Supongo que sí. Me gustaría casarme en otro país, si se podría cerca de la playa, con un hombre temeroso de Dios y que le guste hacer viajes a diferentes países. Me encantaría que me llevara de la mano durante el atardecer y que me abrazara mientras bailamos una balada.
—O sea, eres una romántica —dijo John.
—Já, já, já. Tú preguntaste entonces no molestes —dijo y cruzo los brazos, con ceño fruncido.
—Okay, okay. Mal comentario. A veces hablo de más.
—¿Y tú? —preguntó Andrea.
—Yo no soy un romántico —dijo John, y ella se le quedó mirando fijamente como si realmente no pudiera creer su respuesta—. Está bien. Déjame pensarlo... No tengo ni idea.
Él se quedó en silencio y dejo que la conversación muriera. Ella, en cambio, se quedó meditando y no soporto la respuesta.
—¿Cómo así que "no tengo idea"? ¿No te has puesto a pensar en tu futuro? ¿No te gustaría tener una esposa o hijos?
Él se quedó en silencio. Concentrado en conducir el vehículo y sutilmente subió el volumen del radio.
—¿Y bien? —dijo ella, bajándole el volumen.
—Yo estoy bien, gracias. Aunque tengo hambre, ¿vamos a almorzar? —dijo John, pero Andrea no dijo nada—. ¡Yo invito!
—No —dijo Andrea con firmeza.
—Igualmente, no es que tengas mucha opción —dijo John y parqueo el vehículo frente a un restaurante.
—Me niego. Me quedo en el carro.
—Está bien —se bajó del vehículo y le dio la vuelta al vehículo, le hizo señas a Andrea que bajara la ventana—, aunque te iba a responder la pregunta, pero si no deseas bajar. Tú te lo pierdes.
Ella inmediatamente se bajó, abrió su paraguas, cubriéndolos a ambos.
—Pensándolo bien, regalado hasta un puño, ¿no?
—Entonces, responde la pregunta —dijo Andrea, después de comer.
—La verdad me pongo a pensar si sería un buen esposo o un buen padre y me entra un miedo espantoso, es una gran responsabilidad. Te conviertes en responsable de otra vida que amas, tanto que no te gustaría lastimar y tampoco te gustaría ver sufrir—comenzó a decir John y tuvo un escalofrío—, además creo que no estoy listo.
—Me estás diciendo que le tienes miedo a las mujeres —dijo Andrea. Si no la conocieras bien, pensarías que ella estuviera hablando seriamente, en vez, de hacer una broma.
—Oye, aquí donde me ves estoy muerto del susto. Únicamente mis bromas hacen que no me derrumbe y quede en el suelo llorando del miedo —dijo John y el comentario hizo reír a Andrea de gran manera. Le tomo un tiempo calmarse—. ¿Qué me dices tú? ¿No te da miedo ser esposa o madre?
Ella respiró y se puso seria al instante, dejando en claro que era una pregunta seria y la respuesta iba a ser seria. John ya estaba acostumbrado a verla hacer este "ritual".
—No... Bueno, sí —dijo cambiando rápido de opinión—. Pero sé que Dios me respaldara en cada paso que dé y eso me da seguridad. Además, creo que es una etapa de la vida que es hermosa y especial. Que toca disfrutarla mientras dure.
—Totalmente.
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