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9; elizabeth hume

George despertó a Isabella cuando faltaba poco para la cena y al instante la rubia protestó: uno, porque seguía cansada y dos, porque apenas alcanzaría a estar lista.

Se metió al baño corriendo y se duchó rápidamente, la herida aún estaba en piel viva y sintió una ola de dolor recorriéndola cuando el jabón entró en contacto con ella. Como bien sabía, la herida que había hecho Aldridge no era cualquier cosa ni de esas que pueden quitarse con remedios caseros, ni siquiera con medicina profesional. No estaba muy segura de cómo funcionaba pero era magia oscura, la Z que tenía en el abdomen permanecería ahí por siempre. Casi agradeció que no fuera tan grande y se odió por tener que estar agradecida de ese tipo de cosas.

Maldijo en voz baja al darse cuenta que no había llevado su ropa al baño y salió casi corriendo del lugar, en toalla, hasta llegar al dormitorio que ocupaba. Por suerte no se encontró a nadie en el camino y cerró con llave para decidir qué ponerse, estaba nerviosa de cenar con la familia de George y quería gustarles, sin embargo, tampoco quería que pareciera que se estaba esforzando demasiado.

Escogió una falda negra que le llegaba a los tobillos, la cual se amoldaba a su cuerpo, y un suéter del mismo color. Solamente se colocó máscara de pestañas y brillo labial para después recogerse el cabello en una coleta bien peinada, finalmente se colocó unas converse blancas de bota y decidió que estaba lista.

Respiró con fuerza antes de salir de la habitación, intentando tranquilizarse pero la realidad era que temblaba de pies a cabeza.

—Qué guapa, rubia —elogió George al verla bajar las escaleras e Isabella le sonrió levemente.

Parte de la familia ya estaba ahí, algunos ya habían tomado asiento mientras que otros conversaban de pie. No supo dónde integrarse así que se acercó a George sin saber qué hacer.

—¿En qué puedo ayudar?

—Eres mi invitada, Bel.

—Y es la primera vez que vienes, los quehaceres los reservamos para la segunda o tercera —añadió Fred, haciéndola reír.

—¿Seguro?

—Segurísimo.

Isabella asintió y se mantuvo de pie sin saber qué hacer. Observó a los Weasley interactuar entre ellos, eran demasiados y eso que faltaba la mitad; pudo ver que cada uno de los miembros de la familia tenía su grupo y no conversaban mucho de ahí en fuera, sabía que Fred y George iban juntos a todas partes pero, por la cara de Angelina, no quiso acercarse a Fred.

—Isabella —la llamó el señor Weasley, procurando que los demás no escucharan—. ¿Puedes venir un momento?

Bella asintió y siguió al señor Weasley fuera de la casa, quien la guió a una especie de almacén repleto de artículos y lo que parecían ser máquinas.

—¿Cómo te sientes? —preguntó el pelirrojo a lo que Isabella se encogió de hombros sin saber muy bien qué decir.

—Mejor... —murmuró—. Muchas gracias por permitirme quedarme con ustedes.

El señor Weasley asintió con una leve sonrisa.

—No sé cómo comenzar... ¿qué sabes de Elizabeth Hume?

Isabella frunció el ceño, no tenía ni idea de quién estaba hablando el señor Weasley.

—No me suena —reconoció y el señor Weasley suspiró.

—Elizabeth Hume fue la primera esposa de Aldridge Malfoy hace algún tiempo. La llegué a ver en Ministerio un par de veces, era la última descendiente de los Hume, una familia bastante importante y adinerada en el sur, no me sorprende que alguien como Aldridge pusiera los ojos en ella...

—¿Y qué pasó? —preguntó la rubia en voz baja, sabiendo la respuesta.

—De un día para otro desapareció. Cientos de rumores rodean su desaparición pero no se sabe nada a ciencia cierta.

—¿Cree que Aldridge... la mató?

El señor Weasley suspiró y la miró con tristeza.

—No lo sé... pero no suena para nada fuera de la realidad —hizo una pausa—. Elizabeth desapareció de la noche a la mañana, nadie supo qué ocurrió, salvo Aldridge, quizá. Que yo sepa, nunca dijo nada al respecto ni volvió a mencionarla. Sé que esto es meterme demasiado pero, ¿cuando te comprometieron con él?

—No podría decir una fecha exacta pero unos dos años, aproximadamente.

—Elizabeth desapareció hace siete, quiere decir que Aldridge esperó hasta tener una oferta convincente.

—¿Había más candidatas?

—Más de las que imaginas. Aldridge heredó la fortuna de los Hume: dinero, propiedades, títulos, absolutamente todo. Le llovieron ofertas.

Isabella asintió y respiró con fuerza, seguro dentro de todas esas ofertas había alguien mejor que ella, ¿por qué Aldridge no la había escogido?

—Eres una Black y una Malfoy —aclaró el señor Weasley leyéndole el pensamiento—. Heredera, también. No me sorprende que haya aceptado el compromiso. Lo inquietante aquí, es por qué tu padre estuvo de acuerdo.

—No es precisamente el padre del año —masculló la rubia—. Cree que tener a alguien como Aldridge de su lado garantiza su seguridad.

El señor Weasley sonrió sin ganas.

—Aldridge sólo trabaja para sí mismo. No se arriesga ni tampoco acepta órdenes, dudo que Lucius pueda hacer algo contra él.

Isabella asintió.

—Intenté explicárselo —sonrió con amargura—. Si por mi padre fuera ya estuviera casada.

El pelirrojo la miró con tristeza e Isabella evitó sus ojos, detestaba esa mirada, odiaba sentirse una víctima y que los demás la consideraran como tal.

—Puedes quedarte con nosotros el tiempo que sea necesario, Isabella, hablé con Molly y está decidido. Independientemente de si está George o no, si su relación sigue o no, eres bienvenida en la casa el tiempo que necesites quedarte.

La rubia sonrió levemente y sus ojos se cristalizaron, muchas veces le costaba creer todo lo bueno que George Weasley había llevado a su vida.

—Muchas gracias —murmuró, esbozando una leve sonrisa que correspondió el señor Weasley.

—Ahora vayamos a cenar, seguro nos esperan.

Isabella asintió y el pelirrojo le apretó el hombro levemente, era la primera vez que se sentía protegida por un adulto y no pudo evitar sonreír y que una lágrima se deslizara por su mejilla, lágrima que limpió antes de entrar a la casa.

Cuando llegaron, todos se giraron a mirarlos. La familia ya se encontraba sentada en la mesa y le habían guardado un lugar entre Fred y George. El pelirrojo se paró en cuanto la vio para permitirle sentarse y acomodar su silla.

Cenaron entre pláticas por parte de la familia, la rubia estaba muy nerviosa y apenas había hablado, además de que la plática con el señor Weasley la había dejado inquieta, ¿qué había pasado con Elizabeth Hume?

Molly Weasley comenzaba a ser más amable con ella y la rubia le correspondió, ayudando a recoger la mesa y lavar algunos platos pese a las protestas de George.

No tardó en acercarse Hermione, sonriendo levemente al verla. Se notaba nerviosa.

—¿Cómo estás? —preguntó la castaña.

—Mejor, muchas gracias —le sonrió la Slytherin.

—Insisto que deberíamos hacer algo...

—Sé que deberíamos, pero no podemos —la cortó Isabella y Hermione no insistió.

—Cualquier cosa que necesites puedes decírmelo, ¿si?

La rubia le sonrió y asintió, Hermione le caía bien. No era para nada como su hermano la describía, era atenta y amable, además de bonita. Sí, Hermione Granger pasaba a la lista de personas que le agradaban.

—No era necesario que lavaras, Bel —se quejó George cuando la rubia se sentó junto a él en el sofá.

—Algún día tenía que aprender —escuchó que le decía Angelina a Fred, quien la miró molesto.

—Merlín, ¿cuál es tu problema? —habló la rubia, girándose a mirar a Angelina, quien no respondió—. ¿Bien? Podemos hablar de una buena vez que, por lo visto, tú no vas a ninguna parte y yo tampoco.

La morena se quedó callada y miró a Fred, quien permaneció sin decir nada, por su mirada, Isabella supo que el pelirrojo no estaba de acuerdo con la actitud de su novia. George también la miraba expectante, sin decir nada.

—Sigo esperando.

—Tú, tú eres el problema —acabó por decir en voz baja.

—Lo siento pero vas a tener que ser más clara que eso.

—George estaba con Katie antes de estar contigo y vas... vas e interrumpes como si tuvieras derecho...

Isabella rodó los ojos, ¿realmente se comportaba así por esa tontería?

—Mira, Johnson, yo no interrumpí nada. Weasley es lo suficientemente mayor para tomar sus decisiones. Y te lo voy a decir así para que me entiendas, yo ni siquiera sé quién es Katie, ¿bien? No voy a participar en esta tontería, si quieres estar molesta y odiarme, adelante, te enojas sola y te contentas sola.

La morena se quedó callada e Isabella miró a George, quien le sonrió levemente, sonrisa que correspondió. No parecía que Angelina fuera a decir nada más, ya que se había cruzado de brazos y mirado hacia otro lado. La rubia estaba consciente de que nunca serían amigas pero al menos podían ser maduras con la situación.

Una parte de ella, mínima parte, pensaba en Weasley y Katie, ¿qué había pasado en realidad? El pelirrojo le había confesado que le gustaba, o al menos eso había dado a entender, pero jamás, nunca, había mencionado una relación, cosa que le molestaba. Le molestaba de sobremanera a decir verdad y le molestaba aún más eso, ¿desde cuándo le importaban las relaciones de George Weasley?

El dolor en el abdomen la distrajo, sentía punzadas y al instante se tocó la herida que había hecho Aldridge, sus dedos se tiñeron de rojo y la rubia se puso de pie de inmediato, medio doblándose del dolor.

—¿Bel?

—Espera...

Cerró la puerta del baño tras de ella y vomitó mientras las lágrimas le corrían por las mejillas, no sabía si del esfuerzo o del dolor que sentía en el vientre.

Se deshizo del suéter y ahogó un grito al ver su estómago, la herida no era profunda pero brotaba sangre como si lo fuera, como si estuvieran trazando el corte de nuevo. Lloró mientras intentaba detener la hemorragia, que no hacía más que aumentar.

Escuchó que tocaban la puerta del baño y reunió la fuerza que tenía para poder abrir, George la miró preocupado y no tardó en acercarse a ella.

—Voy por mi madre...

Isabella negó.

—La está remarcando —aclaró la rubia, sabiendo de qué se trataba—. Tu padre... ¿sabe lidiar con magia oscura?

George medio asintió e Isabella se colocó el suéter mientras el pelirrojo salía del baño, no quería que el señor Weasley la viera así. Gimió de dolor y levantó un poco la prenda para ver la herida, la cual aún sangraba mientras una "O" comenzaba a formarse junto a la primera letra.

—Hijo de puta —masculló mientras intentaba limpiarse la sangre que continuaba brotando.

El señor Weasley no tardó en aparecer, seguido de su esposa y George. Los primeros dos la miraron aterrados y la mujer se inclinó junto a ella, apresurándose a colocar una toalla con agua.

—Es una conexión —explicó la rubia—. Marcas a alguien y eso te da un tipo de acceso a la persona... No sé muy bien cómo funciona pero he visto a mi padre hacerlo y deshacerlo, digamos que te da la posibilidad de torturar a distancia. Sé el hechizo para revertirlo pero...

El dolor la interrumpió, haciéndola retorcerse mientras las lágrimas continuaban bajando por sus mejillas. Sentía cómo su primo retorcía la navaja dentro de su piel.

Arthur Weasley respiró con fuerza antes de acercarse a Isabella y apuntar con su varita a la herida, el hechizo era complicado y, dependiendo de quién lo hubiera hecho, podría tardar un rato en deshacerlo. Tratándose de Aldridge, seguro demorarían.

Isabella le explicó el hechizo al señor Weasley como pudo mientras Molly intentaba detener la sangre que brotaba de las dos letras trazadas. El dolor la invadía, más aún porque sabía que se estaba librando una especie de batalla en su cuerpo mientras su primo intentaba mantener el control y Arthur Weasley alejarlo.

Al cabo de unos minutos la sangre dejó de brotar, sin embargo, alcanzaba a verse la letra "R", tenue pero ahí estaba.

—Gracias —murmuró la rubia.

El sudor le cubría el rostro y se sentía mareada, había manchas de sangre en el suelo y la toalla con la que habían intentado detener la hemorragia parecía más una esponja que otra cosa.

—Iré por algo para la fiebre —musitó Molly Weasley, saliendo del baño.

George se agachó junto a Isabella y le limpió la cara con una toalla limpia y agua fría, para después limpiar el resto de la sangre.

—Ya no puedo, George —susurró Isabella, soltándose a llorar en cuanto vio que el señor Weasley se alejaba—. No va a parar nunca... —sollozó.

El pelirrojo la abrazó con fuerza y la cargó como si fuera un bebé, al instante la chica se removió en sus brazos, ya que la pose le lastimaba la herida.

George la acostó en la cama y la rubia le señaló el baúl.

—Debe estar mi ropa para dormir, es negra.

Vio al chico buscar entre sus cosas y sonrió levemente cuando sacó unos pantalones negros. Al cabo de unos minutos encontró los shorts y la blusa de tirantes que la rubia utilizaba para dormir.

—También estaba esto... —dijo el pelirrojo tendiéndole una hoja doblada por la mitad, la rubia la abrió al insante.

"Isabella:

Escribo esto sabiendo la horrible y cobarde madre que soy. Lo siento, mi niña, lo siento muchísimo. No puedo explayarme demasiado ni decir mucho, no sin romper las reglas o sin que tu padre se entere.

No puedes volver a casa, Isabella, ni siquiera acercarte. Aldridge está aquí, histérico y demandando tu presencia. Me preocupa lo que pueda llegar a hacer, supe que te atacó y no sabes cómo me gustaría estar para cuidarte y protegerte.

Draco hizo un juramento inquebrantable, pronto será mi turno. No sé qué lo hicieron jurar ni tampoco qué me harán jurar pero ten cuidado, por favor.

Tu padre no está bien pero no puedo hablar sobre ello.

Te amo, Isabella, muchísimo. Sé que estás en buenas manos, los Weasley son buenas personas y George te quiere mucho. Lamento no poder ser yo quien te cuide.

Cuídate, Bella.

Te ama, tu madre."

Isabella cerró la hoja y se limpió las lágrimas que corrían por sus mejillas.

—No es justo —murmuró con voz quebrada—, no es justo que tenga que pasar por esto, no es justo que no pueda ver a mi mamá —lloró.

Se abrazó las piernas, ignorando el dolor, y ocultó su rostro en las rodillas mientras lloraba. Sentía el rostro hinchado y un creciente malestar en el cuerpo, le dolía todo, sobre todo el corazón. Lloró por su madre y Draco, quienes merecían más, mucho más. No merecían ser torturados, ni tampoco amenazados, no merecían nada de eso, tampoco ella. No merecían nada de lo que Lucius Malfoy llevaba a sus vidas.

No sabía cuánto tiempo llevaba llorando, para cuando miró a su alrededor, George estaba sentado recargado en la cama, le habían dejado una taza humeante en la mesita de noche y su ropa yacía junto a ella.

—Perdón... —comenzó a decir, llamando la atención de George.

—Isabella, es la última vez que te digo que no tienes que pedirme perdón, a nadie.

La rubia asintió, dándole un sorbo a la taza, al instante se sintió mejor.

Se cambió como pudo, aprovechando que la puerta estaba a medio cerrar, y arrojó la ropa al otro lado de la habitación, la cual estaba cubierta de sangre.

—Tu padre me contó sobre la primera esposa de Aldridge —habló Isabella, invitando a George a sentarse en la cama mientras continuaba bebiendo el té.

Le dijo a George todo lo que el señor Weasley le había confiado, era aún más aterrador cuando lo decía en voz alta.

—Tengo miedo —acabó por decir—. No sabemos qué ocurrió con Elizabeth pero ya vimos de lo que Aldridge es capaz, podría estar incluso enterrada en su patio.

El pelirrojo le acarició el brazo y la miró.

—No va a pasarte nada, Bel, no voy a permitir que ocurra nada más.

—¿Y si no podemos evitarlo?

—Rubia, si es necesario le prendemos fuego al mundo entero.

Isabella sonrió y se acercó a George, rozando levemente sus labios. Le creía y confiaba en él, la hacía sentir segura y, por primera vez en su vida, sentía que no estaba sola.

—Por cierto, Weasley —dijo, alejándose de él—. ¿Cuándo pensabas decirme que tenías una relación con Katie?

George rió y la chica al instante frunció el ceño.

—Después de todo lo que ocurrió hoy, ¿en serio es eso lo que ronda por tu mente?

—Es curiosidad inocente —masculló—, hablar de algo más alegre.

—¿Katie y yo es algo más alegre? —se burló el pelirrojo.

—Depende.

—¿De qué?

—Si terminaron, sí, alegría. Si no, probablemente sea la peor noticia del día y mira que no tuve precisamente el mejor día del año.

George rió e Isabella sonrió levemente, aún mirándolo expectante.

—Celosa —se burló, haciéndola rodar los ojos.

—Curiosidad y celos no son lo mismo, Weasley, pero anda, engáñate.

El pelirrojo la miró divertido antes de comenzar a hablar.

—Katie y yo nunca estuvimos juntos —aclaró—. A mí me gustaba pero nunca hice nada al respecto, alguna vez la llegué a invitar a Hogsmeade pero nada importante. A Katie le gustaba la atención, cuando perdí interés comenzó a invitarme a salir. Antes de vacaciones llegamos a hablar, ella dijo que le gustaba pero no estaba segura de querer una relación, etcétera, etcétera; yo le dije que decirle a alguien "me gustas, pero..." no cuenta como gustar. En fin, en el momento en que se dio cuenta que yo no pensaba luchar por algo que no existía, prometió escribirme y vernos en las vacaciones.

—¿Y?

—¿Y qué?

—¿Y te escribió y se vieron?

George rió, ganándose una mirada molesta por parte de la rubia.

—Me escribió varias cartas, las cuales siguen tal cual las envió. No la he visto ni un día.

—¿Por qué?

—Firmé un contrato, rubia —se burló, haciéndola rodar los ojos.

Intentó mantener la compostura pero estaba molesta, ¿por qué Katie le escribía cartas? ¿Y si a George le gustaba? Quizá sólo era así con Isabella por el contrato, porque era un gran actor y quería su paga, en cuanto la obtuviera, volvería con Katie y ella perdería a la única persona que había llegado a importarle de verdad.

—¿Qué tienes? —preguntó George.

—Nada —se apresuró a negar pero ni siquiera podía mirarlo a los ojos.

—Bel, no he abierto una sola carta, no pienso hacerlo.

—No tienes que darme explicaciones.

El pelirrojo se acercó a ella y la obligó a mirarlo, detestaba los ojos de Weasley, eran de un brillante color castaño con motas verdes, brillaban y la hacían quebrarse.

—Me gusta cuando mientes —se burló George—. No me interesa Katie, rubia.

—Yo sé que es estúpido pero me molesta —masculló, haciéndolo sonreír.

—No creo que sea estúpido.

—¿No?

—Creo que está de sobra decirlo pero vamos más allá de un contrato.

Isabella sonrió levemente y dejó que George la besara, disfrutando del contacto con el pelirrojo. El corazón le latía con fuerza y sus emociones se amontonaban en su cuerpo, sabiendo lo ilusionada y feliz que se sentía en ese momento.

—Celosa —se burló George contra sus labios.

—Celosa sería quemar las cartas que mencionaste... —hizo una pausa—. Fuiste tú quien sugirió prenderle fuego al mundo entero —se justificó.

George rió y la abrazó, la chica se acomodó en su regazo mirándolo sonriente.

—Eres increíble, Isabella Malfoy.

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