2; los malfoy
Isabella sentía el corazón latiendo con fuerza mientras esperaba transportarse con polvos flu a casa de sus tíos, quienes tenían una casa a las afueras de Escocia. Había perfeccionado hasta el último detalle de su plan, sin embargo, aún existía la posibilidad de fracasar de manera estrepitosa.
—¿Y tu novio? —preguntó Lucius, su padre, exasperado.
La rubia se abstuvo de rodar los ojos.
—Ya te dije que está trabajando, vendrá en cuanto termine. Ustedes adelántense y los alcanzaré en cuanto llegue.
El rubio bufó e Isabella hizo un tremendo esfuerzo por ignorarlo. ¿Su padre? Lo contrario a su persona favorita.
—Si te dejó plantada es mejor que nos lo digas, evita humillarte y humillarnos enfrente de tus tíos.
Isabella apretó los dientes.
—No voy a humillar a nadie —masculló, intentando no sonreír.
—Eso espero, Isabella, ya bastante tenemos con que hayas rechazado el compromiso con Aldridge.
—Es mi primo —se quejó.
—Alguien tiene que encargarse de mantener la pureza de la sangre y, por desgracia, cada vez los habemos menos.
—Muy puro sería un hijo con...
—Basta —la cortó Lucius—. No tardes.
Isabella asintió, viendo a su familia meterse dentro de la chimenea y partir. Bien, ahora sólo faltaba esperar a que George Weasley cumpliera su parte del trato.
Caminó con nerviosismo hacia la verja de la mansión, sabía que Weasley no podría llegar a la casa si ella no lo acompañaba.
Suspiró de alivio en cuanto lo vio, llevaba una maleta en mano y casi juró que estaba nervioso también.
—No sabes lo feliz que estoy de verte —dijo Isabella en cuanto estuvo frente a él.
—¿Empezamos ya? —se burló Weasley, haciéndola rodar los ojos.
Lo guió hacia la mansión y respiró con fuerza en cuanto estuvieron frente a la chimenea.
—Por cierto, Weasley... hay algo que no te mencioné —murmuró nerviosa—. Mi padre es... bueno, no me trata bien —habló, intentando ocultar el nudo que se le había formado en la garganta—. Intenta ignorarlo, ¿quieres?
George asintió y la rubia evitó su mirada, Merlín, odiaba que su padre aún consiguiera hacerla llorar con el simple hecho de pensar en él y lo abusivo que era.
—Hey, no te preocupes —dijo el pelirrojo, acercándose a ella.
La chica al instante se tensó, no esperaba ser tan débil, mucho menos frente a George Weasley. Menos dejarse consolar por el pelirrojo, quien se atrevió a abrazarla mientras lágrimas silenciosas se deslizaban por sus mejillas.
—Lo siento, yo... —dijo Isabella alejándose y limpiándose las lágrimas casi con prisa frente a la atenta mirada de Weasley.
—No tienes que explicarte —la cortó George—. Ahora vayamos a provocarle un infarto, que esos doscientos galeones no se van a ganar solos.
Isabella sonrió, sabiendo que había escogido la pareja adecuada.
—Te veré allá —sonrió la chica, metiéndose en la chimenea.
Cuando apareció en la sala de estar de sus tíos no había nadie, seguro habían ido al jardín. No era novedad que su tía Elizabeth era una esnob, ni hablar de Emil, su esposo.
No tardó en aparecer George, quien se sacudió el polvo de la ropa e Isabella sonrió con ternura, la ropa que llevaba Weasley era, sin duda, nueva.
—Me gusta tu suéter —sonrió la rubia, haciéndolo sonreír—. Ven, te mostraré la habitación.
La chica lo guió escaleras arriba, la casa de sus tíos era enorme, mucho más que la mansión Malfoy. Sin embargo, no le gustaba. La decoración consistía en cientos de animales disecados además de cuadros de mal gusto, los muebles eran antiguos y sus tíos estaban reacios a poner ventanas por miedo a arruinar los tapices, haciendo del lugar un espacio lúgubre y hasta deprimente.
Malfoy abrió la puerta del cuarto, dejando ver una enorme recámara —una de las únicas con ventana—, la cual constaba de una cama al centro con estructura de madera y cortinas blancas, al igual que las sábanas. Había un sofá al pie de la cama y del lado derecho un enorme ropero, el cual guiaba a un baño casi tan grande como la habitación. Del lado izquierdo de la cama estaba la terraza, en ella había una pequeña mesa con dos sillas.
—Wow —exclamó Weasley.
—Es lo más bonito que verás aquí, además del jardín. Lo demás parece una caverna con muebles.
Vio al pelirrojo sonreír y cerró la puerta.
—¿Estás listo? —preguntó.
George le sonrió y se sintió más tranquila. Hora de provocarle un infarto a Lucius Malfoy.
Entrelazó su mano con la del pelirrojo y salió de la habitación, cerrándola con seguro, no permitiría que su padre hiciera un escándalo en el cuarto aunque, siendo tan inseguro como lo era, dudaba que fuera capaz de hacer algo frente a sus tíos.
—Padre —dijo Isabella en cuanto estuvieron frente a la familia, alcanzó a ver la angustiosa mirada de su madre, quien, obviamente, sabía que lo había hecho sólo por molestar y "humillar" a Lucius—. Te presento a George Weasley, mi novio —sonrió la chica, abrazando a George por el brazo.
Casi soltó una carcajada cuando su padre se atragantó con la bebida, quizá no era un infarto pero un ahogamiento no le vendría mal.
—¿Qué...? —comenzó a decir su padre a lo que Narcissa interrumpió.
—George, mucho gusto —dijo la mujer—. Por favor, siéntense —intentó sonreír, lanzándole una mirada reprobatoria a su hija, quien la ignoró.
Su padre estaba rojo de ira mientras veía a su hija presentar a Weasley con el resto de la familia, quienes estaban tan sorprendidos que apenas habían dicho algo.
Isabella tomó asiento junto a George y comenzó a comer uno de los sandwiches con tranquilidad, intentando fingir que no le temblaba el cuerpo entero.
—¿Cómo...? —comenzó a decir Lucius, Isabella sabía que estaba haciendo un esfuerzo tremendo por no explotar—. ¿Cómo es que...?
—¿Nos enamoramos? —completó Isabella, sin borrar la sonrisa del rostro.
—¿Enamorados? —preguntó su padre, intentando fingir una sonrisa, aunque bien sabía Bella lo que había detrás.
—Enamorados —repitió Isabella, a lo que George le plantó un beso en la frente.
La mesa se sumergió en un incómodo silencio mientras Isabella continuaba comiendo.
—Les daré tiempo para que lo procesen —sonrió—. Vamos, George, te enseñaré los jardines.
La chica se puso de pie con su "novio" y bajaron las escaleras hacia el enorme jardín que estaba frente a ellos. George la abrazó por los hombros e Isabella soltó una carcajada cuando estuvieron lo suficientemente lejos.
—¿Viste su cara? —rió—. ¡Merlín! Debí pensar esto hace tanto tiempo —dijo alargando la a.
—Estás por deberme doscientos galeones, rubia.
—Estoy tan feliz que podría pagarte trescientos —sonrió—. Ahora vamos, te mostraré mi parte favorita.
Caminó con George aún abrazándola por los hombros. Se internaron en uno de los caminos del jardín, el cual tenía altos arbustos y lo hacía parecer una especie de laberinto. Llegaron a un lago frente al cual había unas bancas colocadas en el césped, Isabella se sentó en una de ellas y George la imitó. A diferencia del resto de la casa, en ese lugar se podía respirar tranquilidad, estaba en completo silencio salvo por el ruido del viento al mover las hojas. La vista era increíble, el sol brillaba sobre el lago y había algunos cisnes de diferentes colores.
—Es... increíble —dijo el pelirrojo, haciendo sonreír a la chica, quien asintió.
Se quedaron callados un rato, ambos observando el lago y abstraídos en sus pensamientos. La verdad es que Isabella estaba asustada de volver a donde estaba su familia, seguramente su padre ya había planeado cientos de comentarios para insultarla y no quería sentirse mal, no de nuevo.
—¿Todo bien? —le preguntó Weasley, Isabella se encogió de hombros.
La verdad es que confiaba en Weasley, claro, le había hecho firmar un contrato para poder hacerlo pero confiaba en él a fin de cuentas.
—Estoy asustada por lo que pueda decir mi padre —reconoció.
—No me importa lo que él piense, Bel, no tienes de qué preocuparte.
Isabella sonrió triste.
—No sobre ti, sobre mí.
George asintió, apretando su mano en señal de apoyo.
—Todo estará bien, rubia, tienes a tu novio para defenderte.
Isabella sonrió y recostó su cabeza en el hombro del pelirrojo. Sabía que no había nadie mirándolos pero le gustaba que, por primera vez, no se sentía completamente sola.
—Por cierto —dijo el chico—, ten.
La rubia tomó el papel que le había dado el rubio y sonrió al ver el título "30 cosas que no sabías sobre George Weasley".
—Pareces diario de chismes —se burló, a lo que George sonrió.
Comenzó a leer frente a la atenta mirada del pelirrojo, quien sonreía levemente.
—¿Y bien? —preguntó en cuanto la rubia dobló la carta y se la metió en el bolsillo.
—¿En serio tu madre los obliga a limpiar su cuarto y la cocina? —preguntó la chica sin podérselo creer, haciendo reír a George.
—¿A ti cómo te castigan? —rió.
—Solamente no me hablan o hacen comentarios sarcásticos hasta que se les pasa el coraje —la rubia se quedó pensando unos segundos—. Imagina si me pusieran a limpiar, después del disgusto de hoy tendría que limpiar el piso de la mansión con un cepillo de dientes.
George rió, haciéndola sonreír. La verdad es que la rubia nunca se había puesto a pensar en lo distintas que eran sus vidas, el sencillo hecho de saber que compartían cuarto le parecía extraño, no podía imaginarse a sí misma compartiendo nada.
—Realmente sí vives como una reina, rubia.
Isabella sonrió a medias. Ninguno de los lujos que tenía eran los suficientes para compensar los malos tratos de su padre.
—Por cierto, ¿qué les dijiste a tus padres para poder venir? Dudo que les encantara la idea de que pases el verano con los Malfoy.
George rió.
—Tuve que decirles que Lee Jordan me invitaba a pasar las vacaciones con él. Insistieron en llevarme a casa de Lee, tuve que pedirle que sus padres no estuvieran en casa ese día y que mintiera por mí. Además, fue bastante sospechoso que Fred no me acompañara, hacemos todo juntos.
—¿Qué inventaron? Supongo que está enterado de nuestro contrato.
George asintió y, para su sorpresa, Malfoy no dijo nada, supuso que ya debía saberlo.
—Está saliendo con Angelina Johnson entonces dijo que quería quedarse en casa para poder salir con ella.
Isabella rió.
—¿Y a Lee Jordan?
—Le dije que había conocido a alguien y queríamos pasar tiempo juntos, fue bastante difícil que me ayudara sin decirle el nombre.
—Imagínate cuando nos vea llegar a Hogwarts de la mano —sonrió la chica, haciéndolo reír.
—No sé qué explicación voy a dar, la verdad. Sobre todo a Ginny y a Ron, Merlín, les va a dar un infarto.
La chica soltó una carcajada, mirándolo divertida.
—Puedes hablar de cómo te encanto desde el primer momento en que me viste —George soltó una carcajada.
—O podría decir que intentaste seducirme en un castigo y pues... fui débil.
Isabella rió, dándole un suave golpe en el hombro.
—En todas tus historias quieres hacerme quedar mal —se quejó.
—Decir que me sedujiste no es hacerte quedar mal, al contrario, luchas por lo que quieres.
La rubia puso los ojos en blanco, haciéndolo reír.
—Prepárate para mi historia entonces.
George sonrió e Isabella le correspondió, no le resultaba en lo absoluto complicado estar con Weasley. Era bastante agradable y la hacía reír, la plática fluía sin necesidad de hacer nada al respecto, simplemente decía lo que pensaba y parecía que eso le agradaba a George.
Conversaron hasta que oscureció, a la chica le gustaba escuchar las historias de George, quien había resultado ser todo un compendio de anécdotas. Había reído a carcajadas al escuchar las bromas que los gemelos les gastaban al resto de sus hermanos o a los profesores.
—No puedo creer que hayan hecho todo eso —rió Isabella mientras caminaban de regreso a la casa.
George la tomaba de la mano y, sorprendentemente, parecía natural. No sentía nada negativo, todo lo contrario, le gustaba que fuera el pelirrojo quien la tomara de la mano.
Isabella se detuvo de golpe, sabiendo que si sus padres se asomaban por la ventana podrían verlos. Se acercó a George y dudó un segundo antes de besarlo, sabía que lo había tomado por sorpresa, sin embargo, el pelirrojo ya la tomaba de la cintura y acercaba su rostro al suyo.
Los labios de Weasley se movían con lentitud sobre los suyos, sin prisa. Lo había besado dos veces y le gustaba, mucho. El pelirrojo la abrazaba con delicadeza y ella debía ponerse de puntitas para alcanzarlo, ya que era bastante más alto que la rubia. Suspiró cuando la lengua del chico tocó la suya y requirió todo de sí para alejarse de él, quien evitó mirarla.
La chica lo tomó de la mano y siguieron caminando a la casa en silencio, sabía que el pelirrojo también pensaba en el beso y en por qué era tan fácil estar juntos.
Para su sorpresa, no se toparon con nadie al subir a la habitación, seguramente se estarían arreglando para la cena.
—Me daré una ducha —anunció la chica y se perdió dentro del baño.
Se quedó bajo el chorro del agua por unos minutos, pensando en qué se había metido, había parecido tan buena idea al principio... Sin embargo, ya no estaba tan segura de qué estaba haciendo.
Respiró con fuerza intentando tranquilizarse, todo estaría bien. Continuaría el plan y todo saldría a la perfección, con suerte su padre sufriría un infarto y todo sería perfecto.
Cuando salió de la ducha se dio cuenta que había olvidado las toallas en el clóset. Maldijo en voz baja, sabiendo que necesitaba la ayuda de George.
—¡George! —gritó—. ¿Podrías pasarme una toalla del armario? ¡Cierras los ojos cuando entres!
Escuchó al pelirrojo reír y rodó los ojos, al cabo de unos segundos apareció George con una mano en los ojos y otra extendiéndole una toalla, sonrió levemente.
—No los vayas a abrir —dijo mientras se acercaba para poder tomar la toalla.
Se envolvió en ella y sonrió al ver que George aún mantenía los ojos cerrados.
—Listo. Muchas gracias.
—No hay cuidado, rubia.
Pasó a vestirse a la habitación mientras George se duchaba. No sabía qué ponerse, todo le parecía poca cosa. Nunca imaginó lo que estaba ocurriendo pero la verdad era que quería lucir bien para George.
Optó por un vestido color esmeralda, el cual contrastaba con su cabello rubio. El vestido le llegaba a mitad del muslo, era ajustado y de manga larga, tenía escote en la espalda y el cuello redondo en la parte de enfrente. Se maquilló con rapidez, ya que faltaba poco para que fuera la hora de la cena, nada muy exagerado. Después se calzó unas zapatillas de tacón abiertas y se colocó un collar plateado con la letra M, para finalmente añadir el reloj de muñeca y su anillo Malfoy.
Cuando George salió del baño, Isabella ya lo esperaba junto a la puerta. Sonrió al ver la reacción del pelirrojo, quien la observó de arriba a abajo.
—Luces... wow, rubia.
Isabella sonrió levemente, intentando ignorar el rubor que le subía por las mejillas.
—También te ves muy bien —sonrió la chica.
—Infarto, aquí vamos —se burló George, tomándola de la mano y saliendo de la habitación.
Cuando llegaron al comedor, todos ya los esperaban, les habían reservado un asiento frente a sus padres, quienes la fulminaban con la mirada.
Tomaron asiento, con el pelirrojo acomodando la silla para la chica, y al instante su padre miró despectivamente a George, quien le mantuvo la vista fija.
—¿Y? ¿Van a contarnos cómo ocurrió esto?
Isabella estaba por responder pero George se adelantó.
—Teníamos que pasar bastante tiempo juntos ya que compartimos la mayoría de clases y a los profesores, como castigo, se les ocurrió sentarnos juntos en cada una de ellas. No imaginaban que les saldría el tiro por la culata.
—La sorpresa que se llevó Snape al vernos de la mano —sonrió la chica.
Su padre aún los miraba dudoso, sin embargo, George lucía bastante seguro de sí mismo. De hecho, hasta Isabella había comenzado a creerle de sólo ver la seguridad con la que el pelirrojo se desenvolvía.
—Entonces ésta te engatusó —concluyó el rubio, mirando a su hija con desdén—. No me sorprende, es de ese tipo —añadió, mirándola como si se tratara de un ser inferior.
Isabella apretó los dientes, intentando no arrojarle el plato en la cara a su padre.
—No entiendo a qué se refiere. Bel es increíble, en el amplio sentido de la palabra.
—¿Bel? —se burló, mirándola con desagrado.
La rubia se abstuvo de rodar los ojos y miró al resto de los presentes, quienes mantenían la vista gacha sobre el plato. Sabía que ni su hermano, ni su madre dirían nada al respecto, su padre también los menospreciaba y ejercía un terrible dominio en ambos, tanto que ambos le tenían pavor.
—Es un apodo.
—De mujer de dudosa virtud, Isabella.
La aludida rodó los ojos.
—¿Eres experto en nombres de mujeres con dudosa virtud o cómo lo sabes?
Una expresión de asombro atravesó el rostro de su padre antes de tensarse, Isabella sabía que de haber estado solos le habría volteado el rostro de una cachetada.
—Qué simpática —acabó por decir Lucius Malfoy, aún fulminándola con la mirada.
La chica agradeció para sus adentros cuando llegó la sopa, interrumpiendo la tensión que no hacía más que crecer entre los miembros de la mesa. Comió a la fuerza, ya que se le había quitado el apetito, mientras su tía parloteaba sobre lo mucho que había costado su comedor el cual, obviamente, ella no había pagado; ni ella, ni su esposo, no eran más que despilfarradores de una herencia trabajada generaciones atrás.
—¿Y tú? —dijo su tía, mirando a George—. ¿Weasley, verdad? —el pelirrojo asintió y la mujer observó a su sobrina—. Ay, niña...
Isabella le pidió perdón a George mentalmente por lo que se avecinaba, su tía era tremendamente insoportable, además de que no sabía cuándo guardar silencio. Lo irónico de la situación y que, obviamente, nadie mencionaba era que tanto Elizabeth como Emil eran mestizos.
—Entonces asumo que todo esto es nuevo para ti —continuó hablando la mujer, haciendo referencia a los lujos—. Qué linda, Bella, es como si hubieras hecho una obra de caridad.
Isabella apretó los dientes, intentando no contestarle a su tía. Sólo deseaba que la cena terminara o el tema se desviara a cualquier otra persona, ni siquiera se atrevía a mirar a George por miedo a que la detestara por hacerlo pasar por eso.
—Los Malfoy no hacemos obras de caridad, Elizabeth —respondió su padre—. Esto no es más que un capricho de una niña que no entiende ni su deber ni su lugar. Anda, Isabella, ve a traernos el postre.
La chica ni siquiera lo miró antes de pararse furiosa, siempre tenía que humillarla frente a todos. Y, lo peor de todo eso, era que si no lo hacía las consecuencias serían mucho peores, lo mejor era obedecer a la primera.
—Déjalo, Willy, lo serviré yo —le dijo al elfo doméstico, quien la miró incrédulo.
—Pero la señorita... La señorita no puede servir, Willy debe hacerlo.
Isabella negó con la cabeza, evitando mirar a Willy. Tenía los ojos cargados de lágrimas de coraje y ver al elfo observándola sólo la haría soltarse a llorar.
—No te preocupes, Willy, descansa un rato —intentó sonreír.
El elfo se negó a irse, la ayudó a pasarle los platos, ya servidos, para irlos entregando. Mientras le servía a los diecisiete miembros de la familia evitó mirar a George, quien obviamente no podía creer lo que estaba viendo.
—Así es como debes tratarla, Weasley —escuchó decir a su padre—. En el momento en que crea tener un lugar... bueno, hay que darle un empujoncito para demostrarle qué lugar es ese.
Sentía la sangre hervir mientras entraba y salía de la cocina con más y más platos.
—Te ayudo —escuchó decir a George, quien ya se había puesto de pie frente a las miradas incrédulas de todos.
—No es necesario, George...
—Ya la escuchaste, siéntate —ordenó Lucius Malfoy.
—Dije que voy a ayudarla —cortó el pelirrojo, siguiéndola a la cocina.
Isabella respiró con fuerza, intentando no mirar al chico.
—No tienes que hacerlo, George, de verdad.
El pelirrojo ni siquiera la escuchó, ya había tomado dos platos y se disponía a salir de la cocina. Isabella casi sonrió, de no ser porque los estaban humillando a ambos.
—Va a servirme Isabella —alcanzó a oír a su padre, sonrió al ver que George le dejaba el plato aún así.
Tardaron alrededor de diez minutos más en terminar de servir, ya que su padre no paró de ordenar bebidas para todos. Y, ahora que Isabella "tenía ayuda", sería mucho más fácil atender.
En cuanto terminaron, Isabella evitó mirar a George, quien estaba visiblemente furioso, ella misma lo estaba.
—Buenas noches —dijo el pelirrojo, tomando la mano de Isabella.
Fue Lucius Malfoy quien se puso de pie y tomó a su hija de la muñeca con bastante fuerza.
—No me gustan los juegos, Isabella —masculló—. Espero sepas en lo que te estás metiendo —y dicho esto la soltó.
La rubia evitó mirarse el brazo, sabía que la mano de su padre había quedado marcada.
Subió las escaleras casi corriendo, aún de la mano de George, por miedo a que su padre decidiera hacer una segunda aparición. Entró al cuarto y se apresuró a cerrar con llave, la única ventaja que tenía ese lugar es que una vez cerrados los cuartos por dentro era imposible abrirlos desde fuera.
• • •
George observó a Isabella cerrar la habitación, las manos aún le temblaban. No lo miró, simplemente se encerró en el baño dando un portazo. La escuchó llorar y sintió que se le partía el corazón, no tenía ni idea de qué hacer o qué decir para hacerla sentir mejor, tampoco sabía si era mejor dejarla sola o hacerle saber que contaba con él.
Nunca pensó que Lucius Malfoy tratara así a su familia, bien sabía que no era precisamente ni el padre, ni el esposo del año, pero jamás imaginó que fuera capaz de humillar a su única hija de esa manera.
Le dolía pensar en todo lo que Isabella había sufrido, ahora sabía por qué pasaba las fiestas navideñas en Hogwarts o por qué siempre iba tan distante en el tren de regreso a casa. Ni siquiera podía alcanzar a imaginar cómo se sentía la rubia, el que su propio padre fuera quien la maltrataba así... Merlín, las ganas de causarle un infarto no hacían más que crecer.
Al cabo de un rato se escuchó silencio, supuso que Isabella había dejado de llorar y decidió que era momento de intentar verla.
—¿Bel? —preguntó mientras tocaba la puerta del baño con suavidad.
No hubo respuesta.
—¿Bel? ¿Puedo pasar?
De nuevo, silencio. Decidió entrar. La escena quedó plasmada en su memoria: Isabella se encontraba hecha un ovillo en la esquina del baño, se abrazaba las piernas con fuerza mientras tenía el rostro escondido en ellas.
Se acercó a ella con rapidez y la abrazó, sintió que la chica se tensaba y se esforzaba por alejarse hasta que vio que era él, al instante se cubrió el rostro.
—Aquí estoy, Bel —susurró George, abrazándola contra él.
Isabella lo abrazó por el cuello y se soltó a llorar, sin alejarse de él. Cada sollozo que escuchaba por parte de la chica lo lastimaba, no soportaba verla así, no cuando la imagen que él tenía de Isabella era de esa chica guapa y arrogante, esa que nadie merecía y que además era brillante, incluso jugaba Quidditch. Esa que veía sonreír en clase y quien muchas veces había visto reírse a carcajadas. No entendía cómo Bel soportaba eso, ni cómo había aparentado tener una vida completamente opuesta a lo que realmente era.
George le acarició el cabello mientras la chica continuaba temblando, deseó encontrar la forma de sacarla de ahí, de llevársela lejos, tan lejos como fuera posible. Y sí, estaba consciente de que apenas la conocía si se trataba de tiempo cerca de ella, pero había algo en la rubia y en su forma de relacionarse con ella que le hacía sentir que llevaba vidas de conocerla. En pocas palabras, le importaba Bel.
—¿Necesitas algo? —preguntó el pelirrojo, aún abrazándola.
Isabella negó con la cabeza.
—Sólo quiero dormir —susurró.
George asintió y la ayudó a ponerse de pie, no la miró, sabía que Isabella mantenía la cabeza gacha porque tenía miedo de que la viera así, no quería hacerla sentir incómoda.
La ayudó a sacar su pijama del clóset y se volteó cuando la chica se cambió, finalmente la acostó en la cama, acomodando las almohadas y las cobijas.
Sintió los ojos de Bel clavados en él y la miró. Aún tenía los ojos cristalizados de tanto llorar y el rostro rojo, sin embargo, George pensó que era hermosa.
—Dormiré en el sillón —murmuró el pelirrojo y vio a la chica fruncir el ceño.
—Cabe una familia completa en la cama, Weasley, no te enviaré a dormir al sillón.
George sonrió levemente, se internó en el baño para cambiarse y lavarse los dientes. La verdad es que estaba nervioso de dormir con Isabella, nunca antes había dormido con una chica y no esperaba que Isabella Malfoy fuera la primera.
Respiró con fuerza antes de salir del baño, sin saber muy bien cómo debía comportarse. Cuando se recostó, Isabella ya tenía los ojos cerrados y respiraba con tranquilidad. El pelirrojo sonrió al verla, nunca pensó que Malfoy lo enternecería así.
Le acarició la mejilla y la chica abrió los ojos, los cuales resplandecían en la oscuridad.
—Gracias por hoy, George —sonrió levemente—. Sé que fue horrible, lo siento mucho.
El pelirrojo le sonrió.
—No tienes de qué agradecerme, rubia, tampoco de qué disculparte. Resulta que me gusta ser tu novio.
Isabella sonrió de oreja a oreja.
—Y yo que pensaba que sólo estabas esperando a que me durmiera para partir.
—No lo hubieras notado, al día siguiente aquí estaría Fred —bromeó el pelirrojo, haciéndola reír.
—Claro que lo hubiera notado, Weasley, ¿por qué crees que te escogí a ti?
George se encogió de hombros, era la pregunta que llevaba haciéndose por semanas.
—¿Por qué? —se atrevió a preguntar, haciéndola sonreír.
—Eres el gemelo guapo —sonrió.
—¿Nos distingues? —preguntó George incrédulo, haciendo que la chica soltara una carcajada.
—¡Claro que los distingo! —rió, haciendo sonreír al pelirrojo.
—¿Cómo?
—La nariz —sonrió—, la tuya es algo más respingada. Y los ojos... siempre me miraste diferente que Fred.
—¿Cómo diferente?
—No sé... había algo distinto, parecía ser algo bueno entonces por eso te escogí a ti.
George no pudo evitar sonreír, haciéndola reír.
—Estás en las nubes, Weasley —dijo y el pelirrojo puso los ojos en blanco.
—Casi —sonrió—. ¿No hubo otro prospecto?
La rubia rió.
—Sólo tú.
El Gryffindor le sonrió, no sabía cómo tomarlo pero se sentía especial, le gustaba que Isabella lo hubiera escogido exclusivamente a él aunque sólo fuera para enloquecer a su familia.
—Descansa, George —sonrió la chica levemente, aún mirándolo.
—Descansa, rubia.
Muchas gracias por leer, votar y comentar<33.
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