10; mi mejor amigo
El resto de las vacaciones transcurrieron con tranquilidad, Isabella se había integrado de maravilla con los Weasley, quienes habían comenzado a tratarla como una más. Había ayudado con los deberes de la casa y conversado durante las cenas, haciendo que la familia la apreciara.
Sus heridas habían sanado, sin embargo, la cicatriz era más que notoria, cosa que la incomodaba. En todo momento había utilizado ropa larga y que no permitiera la vista de su abdomen, ni siquiera dejaba mirar a George, quien insistía en que no le importaba y ella le respondía siempre igual, diciendo que a ella sí.
Ese día volverían a Hogwarts, hecho que la emocionaba, estaría alejada de Aldridge y su padre. Sin embargo, se encontraba nerviosa, los últimos días con George habían sido increíbles pero eran eso, días sólo con George, temía que las cosas cambiaran cuando llegaran a Hogwarts, ¿qué ocurriría si el pelirrojo se alejaba de ella o no se comportaba igual? Además, por ridículo que sonara, el tema de Katie seguía incomodándola, en la última semana habían llegado al menos cinco cartas, las cuales el pelirrojo no se molestaba en abrir, eso no quitaba que le molestara.
Caminó por la estación junto a Hermione, con quien se había vuelto cercana, resultó que tenían bastantes cosas en común y la chica había investigado cientos de remedios para borrarle la cicatriz, incluso se había ofrecido a buscar en la sección prohibida de la biblioteca; conociéndola, seguro lo haría.
Cuando estuvieron en el andén, Isabella se apresuró a llegar al tren, no quería tener que toparse con su padre.
—Muchas gracias por todo —les sonrió a los señores Weasley cuando estuvo frente al vehículo.
—No tienes de qué agradecer —sonrió Molly—. Te esperamos en Navidad, Bella.
Isabella asintió con una sonrisa y se despidió de los Weasley con un abrazo, subiendo al tren con George, quien la ayudó con su baúl. Caminaron en busca de un compartimento vacío, Fred les ofreció sentarse con él pero iba con Angelina y sus amigas, Isabella supuso que Katie Bell estaría ahí y, al no saber quién era, no estaría segura de a quién odiar. Porque sí, en ese momento la odiaba.
—¡Isabella Malfoy! Mi rubia favorita —escuchó que decían a sus espaldas, haciéndola girarse.
—¡Blake! —exclamó la rubia, arrojándose a los brazos de su mejor amigo.
—Qué guapa estás —la halagó su amigo—, debe ser por el inicio de tu vida sexual.
Isabella rodó los ojos, dándole un golpe al moreno en el hombro, quien sonreía burlón.
—Preséntame, maleducada.
Isabella respiró con fuerza y miró a George, quien miraba divertido la escena.
—George, él es Blake, mi mejor amigo. Blake, él es George, mi novio.
—Mucho gusto, Weasley —le sonrió Zabini—. ¿Me prestarías a Bella? Llevo una eternidad sin verla y, desde que existes en su vida, se olvidó de que tiene responsabilidades, como escucharme.
El pelirrojo rió y asintió.
—¿Te veo en Hogwarts, entonces? —le preguntó George a Isabella, quien asintió.
Le dio un beso en los labios para despedirse, procurando que pudiera verse desde el compartimento de Fred porque sí, se había convertido en ese tipo de persona.
—Merlín, Isabella, los shows en privado —se quejó Blake, haciéndolos reír—. Ustedes sigan, me voltearé como la perra envidiosa que soy.
Isabella soltó una carcajada y después miró a George, quien sonreía con ternura.
—Me gusta verte feliz —le susurró el pelirrojo, haciéndola sonreír—. Me quedaré con Fred y te busco para los carruajes, ¿si?
La rubia asintió y George le plantó un beso en la mejilla, dejándola con Blake, quien continuaba mirando hacia otro lado.
—Ya puedes voltear, Blake.
—Por fin, envejecí dos años en la espera.
Isabella puso los ojos en blanco con media sonrisa y fue a buscar un compartimento con Blake, quien no paraba de hablar sobre sus vacaciones.
Blake Zabini e Isabella Malfoy se habían convertido en mejores amigos en primer curso, al ser ambos seleccionados en Slytherin y darse cuenta que no les agradaba nadie más que ellos, desde entonces habían sido inseparables. Sin embargo, lo que los había unido era el desprecio que ambos profesaban a sus familias, el señor Malfoy odiaba a su hija, el señor Zabini al suyo.
Isabella había sido un pilar para Zabini cuando el chico se dio cuenta de su homosexualidad y la gritó a los cuatro vientos, ganándose el rechazo y vergüenza por parte de su familia, quienes se alejaron de él como si fuera una peste. Bella no, ella lo había sabido desde siempre y adoraba a su mejor amigo.
—Empecemos con los detalles morbosos que a mí lo bonito no me interesa —dijo Blake en cuanto encontraron un compartimiento, haciéndola reír—. No te hagas la loca, Isabella, que yo quiero saberlo todo. ¿Se acostaron?
La chica rió, sin embargo, no pudo evitar ruborizarse, haciendo que Blake diera brinquitos de emoción.
—Tomaré lo rojo de tu cara como un sí, cuéntamelo todo.
La chica respiró con fuerza antes de comenzar a hablar, una parte de ella se sentía aliviada de tener con quién hablar sobre eso.
—Fue... No sé, Blake, nunca pensé que conectaría así con alguien. Me trata como reina y me cuida, se preocupa por mí... No lo sé, nunca creí que ocurriría así.
—Obviamente iba a ocurrir así, tonta —se burló Blake—. Mira, eres guapa, él también, y es la historia de amor donde comienzas a conocer una persona y te das cuenta que es todo lo contrario a lo que crees y que nunca la conociste realmente. Se empiezan a conocer y ya con la parte física de por medio... me sorprende que no llegaras embarazada, la verdad, cualquiera pensaría que estuvieron como conejos.
—Resumiste todo, creo —masculló Isabella, haciendo reír a su amigo.
—No todo, ¿qué hablaron del contrato?
La rubia suspiró, sin saber muy bien qué decir.
—Hace unos días me dijo que íbamos más allá de un contrato pero no sé cómo tomarlo, tampoco hice preguntas.
—Te lo dijo claro, Bella, quizá no ha llegado el punto de formalizar tal cual pero ya no están sólo por contrato.
—No quiero pensar en eso —reconoció Isabella—, obviamente he estado dándole vueltas y vueltas y, contrario a todo lo que me prometí antes del contrato, quiero que sea verdad. Me gusta, ¿sabes? Y creo que yo también a él.
—¿Crees? Podría jurarlo, me atrevo a decir que está más prendado que tú.
—Para —se quejó Isabella—, porque donde no sea cierto no sé qué voy a hacer. No quiero que se vaya.
—No se va a ir.
Isabella asintió, sin saber si creerle a Blake, quien le acarició la mano y le dedicó una sonrisa. No le costaba ser sincera con el moreno sobre lo que sentía, de hecho le gustaba poder decirlo en voz alta, llevaba tanto tiempo con las palabras atoradas en la garganta que sentía que se ahogaba. No obstante, nada de eso se lo diría a George, no aún.
El resto del camino la pasaron conversando sobre temas triviales, Blake le contó sobre un chico que había conocido durante sus vacaciones de verano, con quien aún se enviaba cartas y esperaba volver a verlo en Navidad. El moreno no lo había reconocido en voz alta pero Isabella sabía que estaba ilusionado.
—Por cierto, me enteré que habrá una fiesta de bienvenida. Organizada por Gryffindor, obviamente, no estoy invitado, pero tú sí —sonrió— y es hora de que demostremos quién es la reina, que estoy cansado de que personas como Katie Bell crean ser guapas.
Isabella apretó los dientes, ¿por qué el nombre de Bell tenía que aparecer en todas las conversaciones?
—¿Dije algo malo? —preguntó Blake y Bella se dio cuenta de lo tensa que estaba.
—No, sólo me quedé pensando en qué ponerme —mintió, no quería reconocer lo celosa que se encontraba.
—De eso no te preocupes, rubia, que mi madre te envió un vestido... no tiene palabras.
Isabella sonrió, la madre de Blake la adoraba y se había convertido en una especie de madre para ella también, siempre le enviaba regalos con su hijo y solía invitarla a pasar algunos días en las vacaciones con ellos. Además, la mujer diseñaba ropa, lo cual la convertía en la madre soñada.
—Estoy lista para humillar gente, entonces —sonrió Isabella y su amigo aplaudió.
—Te convertiré en una diosa andante. Además, hoy es el día que te presentarás como la novia de Weasley.
La rubia asintió, intentando mentirse y decirse a sí misma que no estaba nerviosa cuando en realidad apenas podía pensar en otra cosa, temía no estar a la altura o que los demás la trataran mal. Trató de cambiar su pensamiento pero estaba aterrada y lo estuvo hasta que George llegó a la puerta de su compartimento, tal como había prometido.
—¿Lista? —le preguntó el pelirrojo y la chica asintió con una sonrisa.
Salieron del compartimento con Blake a la cabeza, quien estaba distraído conversando con unas chicas de Ravenclaw. Subieron todos a un carruaje e Isabella comenzó a mover la pierna con nerviosismo, algo atípico en ella.
—Me dijo Blake que harán una fiesta.
—Fred, yo también acabo de enterarme hoy.
—¿Quieres ir?
—¿Tú? Podemos hacer cualquier otra cosa, lo que te haga sentir cómoda.
—No sé qué tan de acuerdo estén los Gryffindor de tenerme ahí.
—No tienen que estarlo, vas conmigo.
Isabella sonrió y le apretó la mano, mano que el pelirrojo entrelazó con la suya, haciendo que el corazón comenzara a latirle con fuerza. Merlín, George Weasley la hacía sentir cosas que ni siquiera sabía que existían.
—¿Cómo tengo que ir vestida? —preguntó, haciendo reír a George—. No te burles, Weasley, no quiero lucir fuera de lugar.
—En ese caso, lo mejor sería que llevaras los colores de Gryffindor, algo rojo con dorado —se burló, haciéndola rodar los ojos.
—Me luce mejor el verde con plateado pero creo que es demasiado para ustedes —masculló, haciendo reír al pelirrojo.
—Puedes utilizar lo que sea, rubia, nadie va demasiado apantallante.
Isabella asintió y lo pensó por unos segundos.
—Necesito preguntárselo a una mujer, quizá todas llevan su mejor vestido y para ti no es apantallante.
George rió y la abrazó por los hombros.
—Qué vanidosa.
—Primero muerta que sencilla.
Hablaron cosas triviales durante el resto del camino y al llegar a Hogwarts se separaron para cada quien sentarse en su respectiva mesa para la selección y la cena. George le dijo que pasaría a buscarla a las diez para la fiesta, quedando de verse fuera de la sala común de Slytherin.
Durante la cena se sentó con Blake, quien intentó entablar conversación pero la chica estaba tan nerviosa que apenas había prestado atención. Era la primera vez que asistiría a un evento así, no tenía ni idea de cómo comportarse o qué decir, ni siquiera conocía el nombre de la mitad de los alumnos que irían a la fiesta. La verdad era que nunca había ido a una fiesta y no tenía ni idea del protocolo social que era necesario seguir.
El repentino silencio del Gran Comedor llamó su atención y miró hacia la mesa de profesores, de pie estaba un hombre de cabello rubio con canas, de estatura promedio y complexión ancha, aunque Isabella estaba lejos de la mesa de maestros, pudo ver que al hombre le faltaba un trozo de nariz, un ojo y una pierna. El ojo había sido reemplazado por una orbe artificial que miraba a todos lados frenética: Ojoloco Moody.
Moody era un auror que había atrapado a varios de los mortífagos más importantes, incluso había tenido uno que otro enfrentamiento con Aldridge. Sin embargo, el hombre se había vuelto tan paranoico que lo habían obligado a abandonar su trabajo. Supuso que se encontraba en Hogwarts para impartir la materia de Defensa Contra las Artes Oscuras.
Dumbledore lo presentó y el hombre escrutó con la mirada a su alrededor, dirigiendo su mirada a la mesa de Slytherin. Se tensó al sentir la mirada del auror posada sobre ella, al instante miró hacia otra parte, ignorando la incomodidad que crecía dentro de ella.
Perdió el apetito al ver que Moody no dejaba de mirarla, se preguntó si tendría algo que ver con su padre o con Aldridge, en el mundo mágico se sabía de sobra que los Malfoy estaban relacionados con los mortífagos. Sin embargo, la miraba ella y no a Draco, quien tenía mucho más marcados los rasgos de su familia que ella.
Intentó hacer caso omiso y conversar con Blake, no obstante de reojo alcanzaba a ver la mirada del auror sobre ella. Casi agradeció cuando llegó el momento de dirigirse a los dormitorios, al instante se puso de pie y se apresuró a salir del Gran Comedor.
—Ey, ey —dijo Blake, llamando su atención—. Alguien está desesperada por la fiesta —se burló su amigo.
La chica asintió, intentando sonreír, la verdad era que lo que había sentido con la mirada de Moody le había hecho olvidarse de la fiesta por completo.
—¿Qué tienes? —preguntó Zabini, mirándola confundido.
—Dirás que estoy loca... el profesor Moody no dejaba de verme, desde que llegó no me quitó la vista de encima.
Blake la miró dudoso e Isabella se mordió el labio con nerviosismo, sin saber qué más decir. Estaba consciente de lo descabellado que sonaba.
—Quizá tenga algo con tu padre. No te lo tomes personal, Bella, estoy seguro que no fue nada.
La rubia asintió, aún sin estar del todo convencida. Ya habían llegado a la sala común y Blake le dijo —ordenó— que subiera a arreglarse y él la esperaría en las butacas con el vestido que había enviado su madre.
Isabella casi corrió a su dormitorio y lo cerró con llave, sin importarle sus compañeras, seguro tardarían un rato en llegar, siempre se quedaban conversando en la sala común hasta altas horas de la noche, ya que sabían que la chica Malfoy ocupaba el dormitorio desde temprano y no querían que escuchara sus cotilleos. A la rubia le importaba poco o nada, no las molestaba y ellas tampoco.
Se maquilló con sombras cafés y se enchinó las pestañas, en sus labios solamente aplicó brillo y se ató el cabello en una coleta. Sonrió al verse al espejo, lucía bastante bien y estaba segura que el vestido elegido por la señora Zabini era perfecto.
Bajó las escaleras casi corriendo, Blake ya la esperaba y le tendió una caja, la cual la chica abrió con rapidez. Sonrió al ver el contenido, tomándolo en sus manos y extendiéndolo: se trataba de un vestido corto, ajustado, color verde olivo.
—Tu madre es un ángel.
—Disfrútalo, rubia —sonrió su amigo—. Recuerda, quiero que me lo cuentes todo.
Isabella asintió con una sonrisa y subió a su dormitorio a colocarse el vestido. La talla era perfecta, se ajustaba a su cuerpo y el corset que tenía en la parte superior hacía parecer que tenía más busto y cintura de la que en realidad tenía. Acabó el atuendo con unas zapatillas de tacón color beige de cintas y salió de la sala común, ganándose miradas curiosas del resto de sus compañeros de casa.
Weasley ya la esperaba, llevaba unos pantalones negros con un suéter del mismo color. Isabella sonrió al verlo y se reconoció a sí misma que George lucía bien, muy bien. El color le sentaba y se veía bastante atractivo.
—Siempre logras sorprenderme, rubia —la halagó George, mirándola de pies a cabeza con descaro.
—Es obra de la madre de Blake —sonrió la chica.
—La madre de Blake no te hizo perfecta, rubia.
Isabella le dedicó una sonrisa a George y le tendió la mano para ir a la fiesta.
—¿Me puedes explicar cómo haremos para que no nos descubran?
—Fácil. Ya arreglé todo: llegaremos a la fiesta a través de atajos, la cual es en el séptimo piso en un aula que los profesores no recuerdan o no saben que existe. Saldremos de la fiesta por los mismos atajos.
—Lo haces sonar muy fácil —se quejó la chica mientras lo seguía, aunque había que reconocer que no sabía que esa parte del castillo existía.
—Es porque es fácil, Bel —le sonrió el pelirrojo.
Tardaron unos cinco minutos más en llegar al lugar, el cual ya estaba abarrotado de alumnos de Gryffindor, Hufflepuff y Ravenclaw, de lo que pudo ver, ella era la única Slytherin.
—¿Quieres algo de tomar? —preguntó George y la chica asintió, siguiéndolo entre la multitud sin soltarle la mano.
Recibió una que otra mirada de algunos alumnos pero decidió no prestar atención, la verdad es que vivía tan ajena al mundo que apenas reconocía a unos cuantos alumnos.
—¡Hola, Bella! —la saludó un Fred Weasley visiblemente ebrio.
El pelirrojo la abrazó con una sonrisa y la chica le correspondió.
—Weasley —saludó la chica con media sonrisa cuando Fred se alejó.
—¡Miren, es mi cuñada! —exclamó el Gryffindor a gritos, ganándose una mirada de los alumnos que estaban a su alrededor.
Isabella rió e intentó ignorar el rubor que le subía por las mejillas. George apareció en ese momento con dos vasos y le tendió uno, la chica le agradeció con una sonrisa.
—No permitas que olvide este momento nunca —rió Isabella, al ver a Fred bailando con una nula habilidad.
—Nunca.
Chocó su vaso con el de George y ambos bebieron, al instante sintió caliente la garganta y un escalofrío la recorrió. Estaba nerviosa.
—Es la primera vez que vengo a una fiesta —le confesó a su acompañante, quien le sonrió con ternura.
—Entonces debo explicarte qué se hace —Isabella asintió—. Primero que nada, olvídate de la regla seis, esa no existe en las fiestas —dijo haciéndola reír—. Segundo, beber es primordial ya que se busca hacer el ridículo. Sólo mira a Fred, cumple con creces —se burló y la rubia soltó una carcajada—. Tercero, es una regla que siempre ponemos a las fiestas, lo que ocurre aquí debe permanecer en secreto, siempre.
—Blake estará infartado —se burló la chica y George rió.
El pelirrojo la tomó de la mano y la guió a la "pista", haciendo que Isabella lo abrazara por el cuello mientras él la tomaba de la cintura.
—Con todo el respeto que te mereces, Bel, qué bien te ves en ese vestido —murmuró cerca de su oreja.
—¿Crees?
—Merlín, rubia, me tienes babeando.
Isabella sonrió y disfrutó del contacto de los labios de Weasley sobre los suyos, sabía a alcohol. Continuaron bebiendo, bailando y besándose y decidió que le gustaban las fiestas.
Al cabo de dos horas el alcohol había hecho su trabajo y estaba consciente que tanto ella como George estaban borrachos. Bailaban dando tumbos y apenas podían parar de reír. El chico no la soltaba y las manos que antes habían estado en su cintura ahora estaban en su cadera. Le gustaba, le gustaba tener a Weasley cerca y le gustaba que el chico la abrazara así, como si ambos se pertenecieran.
—Sabes, Weasley, estoy entre indignada y molesta de que nunca antes me hubieras invitado —se quejó la rubia, haciéndolo reír.
—Te recuerdo que alguna vez viniste y te pedí que te quedaras.
—¡Eso no es invitarme! —rió la rubia.
—En mi defensa, no sabía cómo acercarme a ti.
—Siempre te sentabas conmigo en Pociones y copiabas todo lo que hacía —se quejó la chica, haciéndolo reír.
—No te voy a convencer de ninguna manera, ¿verdad?
Isabella negó con una sonrisa y permitió que George la abrazara contra él, para su sorpresa, no le molestaba en lo absoluto demostrarse afecto en público, al contrario, apenas podía alejarse del pelirrojo.
Bailaron un rato más hasta que la chica le dijo a su acompañante que ya estaba cansada y sólo quería ir a dormir. Aún quedaban bastantes alumnos, todos ebrios: algunos se besaban, otros continuaban bailando y había quienes dormían en una silla.
La chica sonrió levemente y salió con George medio tambaleándose, aún se sentía ebria y, por como caminaban, estaba segura que Weasley también.
Se detuvo en seco y miró a George, quien frunció el ceño antes de corresponderle el beso. Isabella se había acercado a él con cierta desesperación, abrazándolo por el cuello y pegando sus cuerpos.
Respiró con fuerza cuando George la pegó a una de las paredes, sabiendo que su vestido se había subido y apenas alcanzaba a cubrir lo esencial. Se besaron con intensidad y disfrutó del pelirrojo tocando su cuerpo, mientras ella hacía lo mismo con él.
Siguió a Weasley, quien apenas despegaba sus labios de los de la chica, y entraron a un aula vacía, aula que el pelirrojo de inmediato cerró con llave para después asegurarse de cubrir todas las ventanas. Tardó apenas unos segundos antes de volver a besar a la rubia, quien se sentó en el escritorio, permitiendo que George quedara entre sus piernas.
Ahogó un gemido cuando el pelirrojo le besó el cuello, sintiendo su erección contra su sexo.
Dejó que Weasley le besara el cuello, la clavícula y los pechos; también dejó que la acostara y le subiera el vestido, gimió cuando George la besó por encima de la ropa interior y arqueó la espalda cuando se deshizo de la prenda, besándole la parte interna de los muslos.
—No... —comenzó a decir pero su frase se vio interrumpida cuando Weasley pasó la lengua por su sexo.
Gimió y sintió cómo se le nublaba el cerebro, el cual había decidido dejar de funcionar. Sabía que estaba empapada y estaba segura que nunca se había sentido así, apenas podía controlar los jadeos que escapaban de su boca mientras su respiración comenzaba a tornarse pesada.
Weasley la besaba con devoción, abrazándola por el trasero mientras la chica empezaba a moverse contra su boca.
Cada fibra de su cuerpo se había tensado al sentir la lengua de George recorriéndola, se había aferrado a los laterales del escritorio y apenas podía respirar.
Gimió con fuerza cuando el orgasmo la tomó, haciendo que su espalda se arqueara y su cuerpo se desconectara por unos segundos, segundos que apenas duraron porque Weasley se había acercado a su boca, besándola con intensidad.
—No tienes una maldita idea de cuánto me encantas, rubia —habló el pelirrojo con voz ronca contra su oído, haciendo excitarse aún más si es que eso era posible.
Respiró con fuerza cuando George la penetró, estaba tan mojada que el miembro del chico se deslizaba con facilidad dentro de ella, permitiéndole aumentar el ritmo al cabo de un momento.
Sus gemidos se mezclaron con la respiración pesada de George mientras lo abrazaba por la espalda, sabiendo que sus uñas dejarían marca, no le importaba. Le gustaba eso, le gustaban esos momentos donde Weasley era completamente suyo.
—Merlín, George —jadeó.
Un segundo orgasmo la tomó, haciéndola gemir y aferrarse con más fuerza a la espalda de George, quien continuó moviéndose por unos segundos antes de correrse.
Weasley se tumbó en el escritorio junto a ella mientras intentaban recuperar la respiración, el pelirrojo la tomó de la mano e Isabella sonrió levemente, girándose para acomodar su cabeza en el pecho del chico.
—Rubia, tengo una pregunta —Isabella asintió—. Nunca hemos usado... protección —comenzó a decir, visiblemente nervioso—, ¿no te preocupa...?
—No puedo embarazarme —murmuró la rubia, sabiendo que tarde o temprano iban a hablar de eso—. Mi padre... puso una especie de bloqueo, no sé cómo decirlo.
—¿Nunca podrás tener hijos?
—La idea es que no los tenga hasta que sea con quien él quiere, puede quitar el bloqueo cuando lo considere necesario.
Ambos se quedaron en silencio y al cabo de unos segundos sintió los brazos de George abrazándola con fuerza para después plantarle un beso en la frente.
—Si quieres que busquemos una solución o hagamos algo al respecto, sólo tienes que decirlo.
Isabella asintió, abrazando al pelirrojo. Realmente no sabía qué había hecho tan bien para tenerlo junto a ella, aunque fuera por contrato.
Muchas gracias por leer, votar y comentar<33.
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