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Parte 9

"Juro que no podría amarte más de lo que lo haga y, sin embargo, sé que lo hare mañana."

~Leo Christopher~





–¿Tienes algo que hacer mañana temprano?

–No. Nada en particular. –respondió ella.

–Quieres que nos vallamos o te gustaría más, pasar la noche aquí. –preguntó Max después de dar una segunda vuelta a la glorieta y le señaló un hotel que vio.

Jocelyn sonrió en complicidad con él.                   

–Nuestra cita termina en el momento en que me dejes en mi apartamento, por lo tanto tú decides a donde vamos.

–Entonces nos quedamos. ¿Quieres que maneje para ver cual te gusta más o ese está bien?

El hotel que le mostro era una casa grande de tres pisos, con fachadas bonitas y luces que guiaban a la puerta principal haciéndolo ver acogedor.

–Ese está bonito. –afirmó Jocelyn y no se equivocó, el hotel era administrado y atendido por una familia. En una de las paredes había una fotografía de veinte por veinticuatro y en ella, tres generaciones de mujeres vestidas de negro pero cada una con un estilo de acuerdo con su edad. La mujer de edad media fue quien los registró les mostro las áreas comunes, entre ellas el comedor donde si llegaban antes de las nueve de la mañana, estarían esperándolos al día siguiente para desayunar con el resto de los huéspedes. Las habitaciones para huéspedes estaban en la segunda y la tercera planta del hotel. En el jardín había algunos bungalós para familias o simplemente para quien quisiera tener más privacidad durante su estancia ahí. Las dueñas del hotel ocupaban la mayor parte de la planta baja a la cual los huéspedes no tenían acceso.

Por último, les mostro su habitación la cual estaba en el tercer piso y estaba decorada tipo imperial, con muebles grandes en café cereza, paredes con tapiz y elegante cortinas que arrastraban en el piso. Las cuales abrió la dueña para mostrarles la hermosa vista al jardín que ellos tenían.

Max observaba el rostro de alegría de Jocelyn encantada con cada detalle de la habitación. La dueña se despidió de ellos y finalmente los dejo solos.

–Qué lugar tan bonito, la calidez humana que se percibe hace que me sienta como una invitada y no como un huésped. –mencionó Jocelyn, aun parada cerca de la ventana.

Jocelyn estaba observando los destellos de las luces que había en los bordes de las cercas que marcaban el perímetro de la propiedad y la separaba del frondoso bosque de pinos. La obscuridad de la noche y el resplandor de estrellas en el cielo azul–negro era simplemente hermoso. El jardín con luces a los lados de los senderos que conducían a los bungalós y las mesas con sillas en las áreas verdes era invitador.

–¿Quieres salir a caminar? –preguntó Max cerca de su oído mientras la abrazo por detrás.

–No. Ya caminamos mucho.

Jocelyn empezó a sentir ese efecto que Max producía en ella, el cuál iniciaba como una hebra de hilo delgada y frágil que comenzaba a recorrer el interior de todo su cuerpo. Cada segundo que Max la besaba y la acariciaba hacía que nuevos hilos se formaran y se unieran hasta formar una cuerda fuerte y resistente. Sólo basto la cercanía del cuerpo de él para hacer que todo su ser recordaba el nivel de excitación que Max había provocado en ella hacia veinte minutos o menos. Era como si dentro de cada uno de esos hilos Max transmitiera pequeñas descargas dulces y apasionadas de electricidad y cuando los hilos estaban entrelazados producía una descarga de eléctrica de placer y excitación.

Jocelyn se dio la vuelta para poder besarlo y sin temor se dejó envolver en la magia de Max, lo abrazo del cuello cruzando sus manos y con una de ellas tomo la muñeca de la otra para sostener su peso, al tiempo que Max la tomo con ambos manos de la cadera y la elevo lo suficiente para que ella pudiera poner sus piernas alrededor de la cintura de él para enseguida cruzarlas y reposarlas sobre los glúteos de él.

Después de un momento sin dejar de besarla, Max la acerco a la orilla de la cama donde continuaron las caricias hasta que finalmente exploto la descarga de pasión que fluía entre ellos.

Esa noche Max se quedó dormido abrazando a Jocelyn y creyendo que al día siguiente se despertaría con ella a su lado. Deseando desde lo más profundo de su corazón no volver o a encontrar pesar o arrepentimiento en la mirada de ella. No después de esa noche tan mágica y espectacular.

Cuando Max despertó, se dio cuenta que ella no estaba desnuda compartiendo la cama con él. Estaba vestida con una toalla envuelta en su pelo y viendo el jardín. Tristemente Max se dio cuenta que el único testigo de la magia y de la pasión desbordada entre ellos, había sido la obscuridad de la noche. Así como se fue la noche con la claridad del día, igualmente se había esfumado la ilusión de que esos momentos vividos hubieran significado algo también para ella.

Jocelyn no pudo conciliar el sueño, se cansó de intentar dejar su mente en blanco. Agoto todos los recursos que conocía para poder dormir y cuando la desesperación le llego, decidió darse un baño con la esperanza de relajarse y lograr dormir un poco antes de que Max despertara. Contrario a lo pensó, el agua ahuyento todo indicio de sueño y termino posándose frente al ventanal para admirar el amanecer y los rayos resplandecientes que comenzaban a visualizarse en el horizonte. Se preguntaba por qué no disfrutaba de ese espectáculo natural con más frecuencia y si serian igual de bellos desde su departamento o si era la localidad y la compañía que tenía en ese momento, que hacían todo verse más hermoso.

Cuando regreso su vista a la habitación se encontró con la mirada de Max quien la observaba, detenidamente. No supo descifrar si la forma en la que la miraba era porque recién se despierto o si era por alguna otra razón. De lo que si estaba segura era de que con el cabello despeinado y su torso descubierto era la versión más sexy del hombre que inevitablemente se estaba metiendo en su corazón. Con una sonrisa respondió a su saludo cariñoso y no dudo en ir a su lado.

.......

Unos días después, Max llego inquieto al trabajo porque no podía dejar de pensar en Jocelyn. Trataba de poner a un lado esa extraña sensación que sentía cuando pensaba en ella. Intento ser racional recordándose a sí mismo que todo el día, era en ella quien pensaba. Sin embargo, por alguna razón ese día su lógica no le sirvió de mucho; lo único que podría hacerlo sentirse mejor sería la presencia de ella. Con angustia veía pasar los minutos en el reloj y no veía a Jocelyn llegar.

Sin poder esperar más, a las nueve quince Max le marco para ver si iba tarde, pero ella no le contesto. Aguardo quince minutos más y le llamo nuevamente, pero corrió con la misma suerte que la primera vez. Molesto trato de trabajar para ocupar su mente en algo y así dejar de caminar de un lado a otro sin dejar de ver el reloj. La espera por Jocelyn lo estaba enloqueciendo y no era por qué esa fuera la primera vez que ella no llegó a tiempo, ni llamó. El hecho de que no le contesto sus llamadas fue lo que le dio mala espina.

Cada vez que el teléfono del trabajo sonaba, Max lo levantaba de inmediato, con la esperanza de que fuera ella. Después de varias llamadas de otras personas, finalmente recibió la de ella.

–Max. –hablo Jocelyn con una voz suave.

El apenas pudo escucharla hablar, no supo si le dijo algo más o si simplemente se le había cortado la voz a Jocelyn. Al final de cuentas eso era irrelevante, lo importante era que por fin ella se había comunicado con él.

–Cariño me tenías con pendiente, te marque dos veces.

Max se quedó esperando escuchar una palabra de consuelo para que le quitara lo intranquilo que estaba, pero eso no sucedió.

Jocelyn tardo en contestar y cuando lo hizo la voz le temblaba.

–¿Estás ocupado?

–¿Estás bien cariño? –preguntó realmente preocupado.

–Si...No te quería molestar, pero...−Nuevamente ella volvió a guardar silencio, pareciera que le costaba trabajo hablar.

−Cariño para ti, nunca estoy ocupado, dime ¿que necesitas? −trato de hablar tranquilo para convencerla que no tenía nada que hacer, aunque no fuera así.

− ¿Puedes venir por mí? Por favor. –hablo con la voz cortada, como si estuviera evitando llorar.

Max le pregunto en dónde estaba y le aseguro que estaría ahí lo antes posible. Hacia un minuto, hubiera jurado que se sentiría mejor después de hablar con ella, pero no fue así. Al escucharla dubitativa, la primera pregunta que surgió en su mente fue porque le llamo al trabajo y no a su celular. Por suerte no puso atención en el identificador de llamadas, si no hubiera manejado peor, al ver que le había llamado de una clínica.

Cuando llego a la dirección que Jocelyn le dio, se alarmo al darse cuenta de que era una clínica médica y más al no ver su coche estacionado ni a ella por ningún lado. Decidió a saber que era lo que estaba pasando, entró para preguntar por ella.

Jocelyn al escuchar la puerta y después la voz de él preguntando por ella, le pareció que había llegado muy rápido. Por lo que dedujo que se quedó dormida por el sedante, o que Max manejo como loco para llegar ahí lo antes posible, tal como se lo dijo.

–¿Cariño estas bien? –preguntó al verla sentada.

–Siento mucho haberte molestado. – respondió ella, sin levantar su rostro.

Max espero unos segundos y se arrodillo en frente de ella para quedar a su altura y enseguida busco su barbilla y la elevo un poco.

Jocelyn no supo si le dolían más los golpes que tenía en su cara o ver la expresión de Max cuando finalmente vio su rostro. Max no podía creer lo que estaba viendo, siento que la sangre le hirvió al ver que Jocelyn tenía parte de su labio inflamado y abierto y la mandíbula inflamada. Se le veían pequeños puntos negros en un lado de la cara y raspones.

Hasta ese momento Max había contenido el mar de emociones que habían comenzado a sentir desde la mañana cuando ella no le contesto. Se levantó enfurecido, nunca se había sentido así. Sintió coraje, e impotencia al pensar cuanto dolor estaría sintiendo ella en ese momento, y que él no pudo hacer nada para prevenirlo.

–¿Quién te hizo esto? –preguntó Max sin saber de dónde saco el temple para preguntarle tranquilo, cuando lo único que corría por sus venas era rabia y coraje.

–Me asaltaron. ¿Nos podemos ir? –preguntó al momento de abrazarlo, tratando de contener las lágrimas y un sollozo.

Max tenía preguntas y ganas de golpear a alguien, principalmente a los asaltantes, pero se contuvo al ver que ella discretamente se limpiaba un par de lágrimas. En silencio caminaron a la camioneta abrazados y con sumo cuidado la ayudo a subir.

–¿Dónde te asaltaron? –Fue lo primero que le preguntó Max cuando estaban dentro de su camioneta.

–Afuera de los apartamentos.

–Te dije varias veces que ese lugar no me gustaba para ti. –comento tratando de controlar su enojo, y el tono de su voz.

–Era lo único que podíamos pagar cuando llegamos aquí. Katia y yo tenemos planes de buscar otro lugar.

–Me alegro, porque tú no regresas a ese lugar.

–Max estoy bien. En todas partes asaltan.

–Si Jocelyn, pero también pudiste quedar lisiada o hasta muerta. Vamos a buscar otro lugar y en lo mientras te vas a venir conmigo.

Jocelyn iba a protestar, pero en cuanto Max la vio abrir la boca, le aclaro que ella se iba a ir con él y le pidió que no le llevara la contraria. Ella supo que esta vez él no sedería, además le daba un poco de miedo regresar, pues quien la robo, ahora sabia donde vivía ella.

–¿Por qué fuiste a esa clínica y no a un hospital?

–No es necesario ir a un hospital. Ahí me atendieron bien.

–Creó que lo mejor sería llevarte a urgencias para estar seguro de que vas a estar bien.

–No, eso sí que no. No me gustan los hospitales, me pone mal estar en uno.

−Dudo que a alguien le guste ir, pero no se trata de lo que quieres, si no de lo que necesitas.

−Por favor, Max, no insistas. Me siento mareada por el medicamento. – le dijo ella cerrando los ojos. –Se llevaron mis llaves y mi celular.

–Razón de más para que no regreses a ese lugar.

−Tengo que avisarle a Katia. −comentó preocupada por su amiga.

−Yo me encargo de eso y de que cambien la chapa de puerta.

Jocelyn intento convencerlo de que la llevara al trabajo, porqué tenían mucho que hacer lo pero fue inútil.

–Mi prioridad eres tú, y mi único trabajo por el momento es cuidarte. Todo lo demás puede esperar. –finalizo él y la dejo en su recamara porque el analgésico le provoco sueño. Mientras ella durmió, él fue a surtir la receta, hacer unos pendientes y a comprar algo para comer más tarde.

Mientras comían, Max le pidió que le dijera como habían pasado las cosas. Lo cual lo dejo con un mal sabor de boca, y sin saber si debería de alagar la valentía de ella o preocuparse porque puso en peligro su vida.

–Te arriesgarte mucho, debiste de haberles dado todo, en el momento en que te lo pidieron.

–Ya una vez me arrebataron lo que era mío y no pude hacer nada. Al menos ahora trate de defenderlo.

–Nadie te va a volver a lastimar, yo me voy a encargar de eso. –aseguro Max. Jocelyn se acercó, recargo su cabeza en su pecho y después lo abrazo. Max la abrazo con cuidado para no lastimarla.

–¿Me prestas una playera para dormir?

–¿Algún color en particular?

–No, el que tú quieras. – le respondió con un intento de sonrisa, por el dolor.

Por suerte Jocelyn no tardó mucho en volver a dormir y sólo despertó un par de veces cuando el dolor le recordaba que no debería de dormirse en su costado derecho.

A la mañana siguiente los golpes de Jocelyn eran más notorios porque el área de los moretones se había extendido y ahora tenían un tono azuloso. Fue hasta después que termino de bañarse que pensó en que ropa se pondría. Cepillo su pelo y trato de acomodarlo de manera que cubriera los moretones lo más posible. Salió de la recamara y no vio a Max por ningún lado.

No quería abusar de la confianza de Max, muchos menos tomar posesión de la cocina de él, pero necesitaba tomarse una pastilla con alimentos. Por lo cual, comenzó a buscar que preparar para el desayuno de los dos. Por suerte, el refrigerador estaba bien surtido.

Max entró por la cochera y al momento de abrir la puerta, percibió el olor a comida. Vio a Jocelyn con su bata de baño y terminado de poner la mesa para dos. El jugo de naranja y de manzana ya estaban en la mesa, al igual que la leche. Saco los manteles individuales que él nunca usaba, coloco platos grandes y cubiertos a un lado sobre la servilleta de papel doblada. Con la taza para café por un lado y el vaso de vidrio enfrente del plato.

Max intento recordar si alguna otra mujer había estado así en su cocina, en ese momento nadie vino a su mente. Lo que sabía, era que: al ver a Jocelyn de espaldas, con su pelo suelto y húmedo y esperándolo para desayunar. Le hizo recordar que esa era la imagen que él siempre se imaginó de joven cuando pensaba en vivir con una mujer y con quien formaría la familia que siempre anhelo tener. Pensamiento que no había vuelto a cruzar por su mente en los últimos diez años. Al pesar de eso, sólo le llevo dos segundos volver a contemplar esa idea y un segundo para estar seguro de que Jocelyn era la única mujer con quien él podría hacer realidad ese sueño.

–¿Qué tan tostado te gusta tu pan?

–Igual que el tuyo. –respondió él. Cuando en realidad lo que deseaba era poder abrazarla y desabrochar la bata para poder acariciar y besar todo su cuerpo.

. . . . .
Jocelyn prefirió esperar a buscar un nuevo lugar hasta que los moretones tuvieran un tono amarilloso, para que fuera más fácil ocultarlos con maquillaje. Max tenía una boda en esos días.

–¿Me quieres acompañar a la boda este fin semana?

–No tengo vestido para una ocasión así, y no tengo ánimo de ir a las tiendas ahorita.

–Voy a llamar para disculparme.

–No, por mí no te preocupes, tú ya tenías tus planes, no los canceles por mí.

–Pensaba invitarte.

–Gracias por pensar en mí. –dijo Jocelyn

Cuando Max vio el poco interés que ella tenía en ir, recordó la acalorada platica que tuvo lugar el día que uno de los trabajadores los invito a una comida.

–¿Cómo van con los planes? –preguntó alguien a un trabajador que se iba a casar en unos meses.

–Yo nada más pongo el dinero y la novia se está encargando de todo, eso es cosa de mujeres, ¿o no Jocelyn?

–No lo sé, me imagino que sí. –contesto ella, desinteresada en el tema.

–¿Cómo que no lo sabes? ¿Cuándo te cases quien se va a encargar de todo, el novio?

–¿No veo la necesidad de casarse? Por lo tanto, no veo para que hacer todo lo demás. –respondió Jocelyn.

–¿No te ilusiona el pensar en casarte algún día? –pregunto Max.

–¿Firmar un contrato de posesión? No gracias. – contesto ella y por el tono y la actitud con que lo dijo, Max supo que no estaba bromeando.

–Qué cosas dices Jocelyn, es un enlace, una forma de decirle al mundo que amas a esa persona. –mencionó alguien más.

–Si, pero te da derechos, tal como lo haces cuando compras un coche o una casa. Los cuales puedes cambiar cuando te cansas de ellos o encuentras algo mejor.

–Te imaginas si toda la gente pensara como tú, nadie estaría casado.

–La mentalidad de casarse para vivir feliz al lado de tu pareja, es solo una falacia. El índice de divorcio demuestra que tengo razón. –contesto Jocelyn al sentir la mirada de inquisición de todos lo que estaban alrededor.

–¿Hablas por experiencia propia o sólo lo asumes por las estadísticas? –interrogo una de las mujeres que estaban en el grupo cuando surgió el tema.

–Yo sólo di mi punto de vista. –aclaro Jocelyn, tratando de terminar la plática, porque al parecer a nadie le gusto lo que dijo. –No fue mi intención incomodar a nadie.

–¿Me vas a decir que de niña o en tu adolescencia nunca soñaste con casarte y tener una gran fiesta con todos tus familiares y amigos? –preguntó otra de las esposas de los trabajadores.

Jocelyn guardo silencio. Pero al ver que todas las miradas estaban sobre ella y esperando una respuesta de ella, no le quedo de otra más que contestar.

–No estamos hablando de mí. –contesto evadiendo la respuesta.

–¿Pero yo te estoy preguntando a ti? –insistió la misma mujer.

–Quizás sí, pero en ese entonces relacionaba matrimonio con felicidad. La realidad es otra y para muestra están mis padres.

–Ningún matrimonio es perfecto y no puedes permitir que los errores de tus padres marquen o decidan tu destino. –dijo alguien más.

–El problema no son mis padres. El problema es que me parece una hipocresía jurar: amor, respeto y demás cosas ante Dios, las cuales tienen un significado diferente para el hombre y la mujer. Mejor habrían de jurar quererse y respetarse hasta el día que se cansen del otro, o encuentren alguien más.

–¿Eres divorciada? –le preguntó alguien a Jocelyn.

–No.

–Precisamente fue Dios quien estableció el matrimonio. –mencionó alguien.

–Lo sé, Dios creyó que el hombre no debería de estar solo y por eso creo a la mujer para que fuera su compañera y dudo que lo haya hecho pensando en corto tiempo. Si no, ni el trabajo que le llevo hacernos. –comento Jocelyn riéndose.

¿Crees en el amor Jocelyn? –preguntó Max a Jocelyn.

–Creo que es una palabra que tiene diferentes significados para todos.

–¿Para ti qué significa? –le pregunto Max.

– Vulnerabilidad y dependencia. – respondió Jocelyn después de un prolongado silencio. Enseguida se levantó para ir a buscar algo más de tomar.

–¿Para ti que significa Max? –Alguien más preguntó.

–Fidelidad, complicidad y plenitud. –respondió él asegurándose que Jocelyn escuchara su respuesta.

Jocelyn lo escuchó y supo que Max se lo dijo a ella. Volteo para verlo y junto sus labios para enviarle un beso.

Cuando Jocelyn regresó alguien más había tomado su silla. Ella volteo a ver si veía alguna otra silla, pero Max sonriendo le hizo una señal para que se sentara en sus piernas.

Jocelyn coloco su brazo izquierdo detrás del cuello Max y se sentó sobre él.

–¿Qué tengo que hacer para que vuelvas a creer en al amor? –preguntó Max a Jocelyn cerca de su oído.

Jocelyn no le contesto, sólo tomo su cara entre sus manos y lo besó.

¿Si la forma en que lo ves y lo que hay entre ustedes no es amor? ¿Entonces qué es? –le preguntó alguien a Jocelyn.

–Aún no lo sé. Pero es hermoso, respondió apoyando su frente en la de él.

Jocelyn no tenía ni idea que de Max estaba recordando aquella platica, al verlo callado y pensativo, ella pensó que era porqué no estaba interesada en acompañarlo.

–Mañana después del trabajo ¿me acompañas para ir a buscar un vestido que combine con tu traje para la boda? –sugirió ella, tratando de animarlo.

–¿En realidad irías conmigo, aunque no te guste ir a bodas?

–No me gustan las bodas, pero me gusta mucho estar contigo y eso es más importante que cualquier otra cosa.

Por desgracia, los días siguiente, Max y Jocelyn tuvieron mucho trabajo y no alcanzaron a ir de compras. Los moretones aún se le notaban un poco, y él refirió no llevarla a la fiesta porque sabía que no le era fácil comenzar una conversación con extraños y ahí no habría ningún conocido de ella.

–Mejor nos esperamos para la siguiente boda. Quién quite y te den ganas de casarte conmigo. –dijo Max bromeando, pero anhelando que eso pasara en realidad. 

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