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Parte 3

"En el amor no existe el libre albedrio, nadie puede decidir de quien va a enamorarse."

~Alejandro Dolina~

Por ser Max quien pasaba más tiempo en la oficina con Jocelyn, se dio cuenta que era dedicada en su trabajo y disfrutaba lo que hacía; cualidades invaluables para cualquier patrón o jefe.

Una tarde, cuando Jocelyn estaba a punto de irse a comer, notó que Max se había cambiado de ropa, por lo que supuso que tenía planes de salir.

– ¿Necesitas algo antes de que te vayas? – preguntó ella, como de costumbre.

–Sí. Necesito que me acompañes.

–¿A dónde vamos a ir?

–Vamos a ir a comer. Es lo menos que puedo hacer para retribuir un poco todo lo que haces por la compañía.

–No tienes por qué hacerlo. Sólo hago mi trabajo.

–Ya lo sé, pero quiero hacerlo y no acepto un no. – afirmo sonriendo. Ella estaba sorprendía por la invitación, pero acepto con gusto.

–Esta vez nos vamos en un solo coche, después de todo vamos a regresar al mismo lugar. – comento él.

Max se adelantó, abrió la puerta del pasajero de su camioneta, invitándola a subir y después se dio la vuelta para tomar su lugar y comenzar a manejar. En el camino platicaron un poco, porque ambos iban pensando en lo que habían dejado pendiente en el trabajo. Fue durante la comida cuando comenzaron a platicar amenamente y el tiempo transcurrió sin que ellos se dieran cuanta. Era increíble, cómo a pesar de que pasaban la mayor parte del día juntos, aún podían tener temas de conversación y la plática parecía no tener fin.

Esa tarde hablaron un poco de todo: cosas del trabajo, de los planes y proyectos pendientes que Max tenía. Jocelyn aprovechó la oportunidad para agradecerle a Max que le haya dado trabajo sin tener referencias de ella y sin estar solicitando ayuda. Él, al contrario, se sentía muy afortunado de que hubiera llegado y que haya sabido lidiar con su temperamento fuerte.

Max le dio a Jocelyn la oportunidad que a él no le dieron. Confío en que se veía una buena persona y no se equivocó, parecía que le había caído del cielo. Esa tarde la pasaron tan bien que Max termino invitándola a comer una vez al mes. No era nada planeado, ni un día en particular, simplemente el día que él veía que no iban a estar tan ocupados . Sobretodo el día que deseaba tener una comida en forma, con una plática amena, sin tener interrupciones de sus trabajadores, de algún cliente o del teléfono

Las semanas transcurrieron y con ellas se aproximó el primer aniversario de Jocelyn en la fábrica. En ese tiempo nació una bonita amistad entre ella y Max y su relación laboral se fortaleció. Lo cual fue de suma importancia para él porque en esos últimos meses, el ritmo de trabajo incremento considerablemente. Lo que le permitió a Max asignarle trabajos a ella, mientras él se encargó de otras cosas.

La fábrica tenía más trabajo que nunca, lo cual beneficiaba a todos, mayormente al dueño. Max estaba consciente de que su empresa pequeña estaba teniendo éxito gracias a la colaboración de todos sus trabajadores, en particular a las sugerencias y recomendaciones que Jocelyn le dio. Max tenía razones de sobra para estar feliz y estaría celebrando, de no ser porque el estado de ánimo de Jocelyn había decaído un poco y eso le preocupó. Ella no sonreía como de costumbre, se veía triste y pensativa. Le habían comenzado a salir ojeras como las que tenía cuando la conoció. Inclusive algunos trabajadores y clientes le preguntaron por el estado de salud ella. Fue entonces cuando decidió que era tiempo de hacer algo al respecto.

–¿Todo bien Jocelyn? –le pregunto Max, por décima vez durante las últimas dos semanas, cuando la veía tan pensativa y distraída.

–Sí, ¿porque lo preguntas?

–Tienes días que te vez cansada. ¿Por qué no te tomas unos días libres?

–¿Y el trabajo?

–Por lo general, después de los meses pesados vienen varios días lentos. Deberías de aprovecharlo, para que recargues baterías. – sugirió Max.

–No es necesario, además no creo que sea buena idea.

–No te vez bien, me preocupa que te vayas a enfermar.

–Estoy bien, no es el trabajo lo que me tiene así.

–¿Entonces qué es?

–Es esta fecha. Es difícil no pensar en el giro que dio mi vida hace un año. Trato de no pensar en eso, pero los recuerdos me están fastidiando más de lo que yo quisiera. –le comentó ella, con tristeza y un poco de rencor; los cuales no pasaron desapercibidos para Max. Sobre todo, el segundo sentimiento, ya que bebió de haber sido algo muy malo para que alguien como ella sintiera eso.

–Lo siento, ¿hay algo en lo que te pueda ayudar?

–Gracias, ya lo hiciste. –le respondió ella, con una sonrisa a medias.

Jocelyn se reusó a tomar días libres porque no creyó que fuera necesario. Ella sabía que tenía que mantenerse ocupada para evitar que lo recuerdos vinieran a su mente. Tenía problemas para dormir y la noche que no durmió nada, el sueño llego cerca de las seis de la mañana. Al ver la hora que era, debatió entre darse un baño para despertarse o descansar sólo por media hora. Optó por lo segundo y terminó quedándose dormida al punto que cuando su alarma sonó, ni siquiera la escucho. Cuando volvió abrir los ojos eran casi las ocho de la mañana, al ver lo tarde que era le llamo a Max para informarle que iba un poco tarde.

Max le sugirió a Jocelyn que se quedara a descansar, quizás si aun tuviera sueño, lo hubiera hecho. Pero al estar completamente despierta, decidió arreglarse para irse a trabajar. Por las prisas que tenía, dudo entre darse un baño o únicamente cambiarse de ropa y lavar su cara. Ese día en particular necesitaba sentirse bien, por lo que opto por un baño; para recibir la energía positiva que transmite el agua.

Se fue al trabajo con la esperanza de que la adrenalina de ese momento, le sirviera para estar activa y sentirse mejor durante el transcurso del día, pero no fue así. Todo le salió mal, trató de ser lo más amable posible con todos en el trabajo, pero la cara de pocos amigos y de fastidio no se le quito.

Poco después de la hora del almuerzo, mientras andaba a las carreras, bajo para prepararse una segunda taza de café, para ver si sentía un poco mejor. Acaba de imprimir un documento que le había pedido Max que revisara y editara. Estaba cansada, le dolía la cabeza, y estaba un poco retrasada con las cosas que quería terminar ese día. Puso los papeles sobre la mesa para servirse el café y para agregarle un poco de crema, sin saber cómo, la taza se le resbalo y el café se derramo.

Lo primero que vio, fue como la hoja de papel blanco en la que imprimió el documento, comenzó a cambiar tonalidad en unas partes mientras en otras ya estaba una pequeña mancha de café. Dijo una maldición y levanto la taza para ver si había quedado algo de café y descubrió que no quedo nada. Cuando sintió algo caliente en su pie, volteo y vio caer en cámara lenta la última gota de su café. Esa pequeña gota fue la que colmo la poca paciencia que había tenido ese día.

Como agua para café, en una tetera, que alcanzo la temperatura de 100 grados centígrados y el vapor comienza a salir. Así mismo salió todo lo que le había inquietado durante las últimas semanas.

–Chingado. –exclamo al ver la taza vacía y sentir el ardor en su mano y en su pie, además de ver los documentos empapados–. Aaaahh. –gritó frustrada al momento de tomar la taza vacía y aventarla lo más lejos que pudo.

Ella pensó que al escuchar el sonido que haría la taza al estrellarse contra el piso, la haría sentirse mejor, pero no fue así. Al ver la taza hacerse pedazos sus ojos se llenaron de lágrimas, al igual que la taza no pudo evitar romperse, así ella no pudo contener el coraje y rabia que sentía en ese momento y comenzó a llorar.

–¿Todo bien? – preguntó alguien a lo lejos.

–Si, sólo se quebró una taza. – respondió enojada.

Jocelyn se cubrió su rostro y se sentó en el suelo, sin darse cuenta de que Max se asomó cuando la escucho decir una mala palabra. Al principio él se rio porque era la primera vez que la escuchaba y pensó que inclusive se escuchó bonito viniendo de ella. Estuvo a punto de preguntar si podía volver a decirlo, pero al ver su rostro comprendido que esa fue la excusa para sacar lo que tanto le estaba molestando. Sabiamente, aguardo a que ella se sintiera un poco mejor, mientras tanto, únicamente la observo en silencio.

–Ahorita traigo una escoba. –Se ofreció uno de los trabajadores.

–Déjalo ahí, ahorita lo hago yo. –respondió ella, mientras se limpió las lágrimas.

El trabajador volteo a verla y después a ver a Max, quien con una señal le dijo que la dejara a solas.

–Gracias de todas formas. –dijo ella disculpándose con el trabajador. Antes de volver agachar un poco su cara, comenzó a tocarla sus labios y la barbilla con la parte exterior de su mano.

Una vez que Jocelyn se relajó comenzó a ver su mano y a tocar alrededor del área que estaba enrojecida. Se puso de pie, tomo los papeles, y los apretó entre sus manos hasta que se cansó, busco el bote de basura y los tiro con coraje. Limpio el café derramado y viéndose la mano se fue a tomar la escoba para barrer los pedazos de la taza esparcidos por el piso.

Max se acercó cuando Jocelyn fue al baño para colocar su mano debajo de la llave del agua del lavabo y así poder sentir un poco de alivio en la quemadura que tenía.

–¿Te sientes mejor? –preguntó tranquilamente.

–Me arde. –dijo viéndolo sólo por una milésima de segundos antes de ver nuevamente su mano.

–No me refería a tu mano. La mano ya la vi.

Jocelyn volteo sorprendía a verlo, al darse cuenta de que le pregunto sobre su estado de ánimo.

–Creó que necesitas un abrazo. –dijo él, al momento que extendiendo sus brazos.

Jocelyn no dijo nada mientras Max se acercó y puso sus brazos alrededor de ella. Fue el abrazo más confortable que había recibido en años y fue justamente lo que necesitaba en ese momento. Primero, sintió tranquilidad y una seguridad inexplicable, pero no paso mucho para que comenzara a sentir una emoción que le aceleró los latidos de su corazón. Sabía perfectamente lo que eso significaba y era algo que no se podía permitir sentir por él.

–Lo que sea que estés sintiendo va a pasar Jocelyn, va a dejar de doler. –dijo tratando de consolarla.

–Ya paso un año. Justamente hoy hace un año que me hicieron esa canallada. No pudo evitar sentir coraje, al pensar en todas las cosas que te he tenido que pasar sin tener necesidad. No merecía que me dejaran en la calle, como un mueble viejo e inservible que nadie quiere. No sé qué hubiera hecho o dónde estaría si no te hubiera conocido.

–¿Quieres hablar sobre lo que pasó? –preguntó no tanto por curiosidad, sino con una genuina preocupación por ella.

–No, todavía me duele mucho.

–Entonces, no pienses en lo que no paso. Ten calma, va a pasar. Después te vas a reír al recordar este episodio. –dijo riéndose, al recordar lo que ella había dicho.

–Me vi muy mal, ¿verdad? –preguntó apartándose de él.

–No. El coraje es mejor sacarlo, que quedárselo. Es como la basura.

–Solo que a veces el bote de basura pesa más de lo que uno se imagina y no es fácil vaciarlo. –dijo ella.

–En esos casos, se saca poco a poco, hasta que llegue el día que no tengas más.

Jocelyn acento con la cabeza y volvió a ver su mano. –¿Tienes pomada para quemaduras?

–No estoy seguro, ahorita vemos. – le respondió Max mientras le dio el pase para ir a la oficina a buscar el botiquín de primeros auxilios.

Después de ese incidente Jocelyn acepto tomar unos días libres. Max espero verla mejor a su regreso. Sin embargo, fue todo lo contrario, regreso más demacrada y con más ojeras. Max odiaba sentir impotencia de verla así y de no poder hacer nada por ella.

Jocelyn era reservada y orgullosa, no le gustaba pedir ayuda; tampoco la aceptaba tan fácil, ni siquiera viniendo de él. Max anhela tanto volverla a verla sonreír, o al menos no ver esa tristeza en sus ojos. Ellos tenían muchas cosas en común y una de ellas, era la pasión por el trabajo. Así que cuando se cansó de verla triste, decidió ausentarse unos días por supuestas razones familiares. A los cuatro días de que Jocelyn regreso, Max tomo la drástica decisión de dejarla sola. Le informo que tenía que salir de emergencia y sin decir nada más, se despidió de ella con un abrazo.

Max no se había equivocado, el tiempo y el exceso de trabajo todo lo cura. El haber estado sola un par de días y haberse quedado a cargo de la administración además de su trabajo de costumbre; obligaron a Jocelyn a ignorar lo que la había perturbado.

El día que Max regreso a la oficina vio a Jocelyn con su cabello envuelto en un chongo sujetado cerca de la nuca, pero con algunos risos sueltos. Ella estaba buscando información en la computadora y haciendo notas en unos folders que tenía en el escritorio. Él le sonrió y entro a su oficina, era la primera vez que ansiaba volver a verla. Los días que ella estuvo ausente, él comenzó a darse cuenta de cuanto pensaba en ella y lo confirmo en los días que él se fue. Al principio pensó que extrañaba el ritmo del trabajo y que la extrañaba a ella solo por ser parte del trabajo. Pero ese día, después de sentir una extraña sensación de nervios y alegría al volver a verla, se dio cuenta que ella ha se había metido en su mente y en su corazón. Era extraño que pensara en una mujer por tanto tiempo, como le ocurría con ella.

Cuando Max estaba detrás de su escritorio se dio cuenta de que Jocelyn tenía en espera a alguien en el teléfono, a quien contesto después de verificar unos datos. Después de intercambiar información, al parecer ella volvió a poner al cliente en espera mientras por la radio le pregunto a uno de los muchachos para cuando estaría listo el pedido, y volvió a contestar el teléfono dando unos dos días más de la fecha que le dieron a ella.

–De acuerdo, en cuanto tenga los números hechos y autorizados me comunico nuevamente con usted.... Igualmente, gracias. –dijo ella antes de colgar , y finalmente pudo ponerle atención a Max. Quién para ese entonces estaba de brazos cruzados y recargando en el marco de la puerta que había entre la oficina de ambos.

–Bienvenido. –dijo con una sonrisa antes de comenzar a buscar un folder que tenía para él.

–Te vez muy bien Jocelyn, trabajando tan bien como antes.

–Tenemos tanto trabajo que no tengo tiempo para ponerme triste por traiciones y por injusticias; cuando salgo de aquí lo único que quiero es llegar a dormir. Llegó tan cansada que ni me acuerdo de que lo era el insomnio. –comentó contenta.

–¿Cómo te fue a ti? –le pregunto ella, sólo por cortesía.

–Bien, gracias por preguntar. –respondió sin tener nada que decirle.

–Me alegro. Lamento haberte molestado por teléfono, pero tenía que preguntarte que pensabas del nuevo proyecto.

–¿Qué piensas tú...me imagino que ya viste lo que implica, evaluaste el tiempo que se va a llevar y la ganancia que habría?

–Si, ya vi todo eso y te hice un reporte para que lo analices y des tu respuesta para aceptarlo o rechazarlo.

–Primero déjame ver lo que sea relacionado con los pedidos y las ordenes pendientes que tenemos, más tarde me muestras el reporte que preparaste.

–Claro que sí. Lo primero que tienes que hacer son los pagos a proveedores y firmar los cheques para la nómina de esta quincena. –dijo ella sonriendo.

Cuando terminaron con todo lo que estaba pendiente, Max la invito a comer. En el camino Jocelyn le hablo de los datos que había incluido en el reporte y porque pensaba que sería una buena idea el aceptar la nueva propuesta, aunque eso implicara hacer modificaciones en la forma de trabajo.

Al llegar al restaurant, Max tomo el folder que le dio Jocelyn, se lo mostro y lo puso en el asiento de la camioneta. Dejándole claro que no tenía interés en hablar del trabajo y dejándola a ella con cara de decepcionada. Recibiendo un reclamo de ella con la mirada.

–Ahorita vamos a olvidarnos un poco del papeleo del trabajo y vamos a disfrutar la comida. Ya cuando regresemos retomamos el tema. –sugirió Max y muy casualmente le coloco su brazo sobre sus hombros. Algo que al principio le incomodo a ella, porque era extraño sentir el peso del brazo de un hombre, pero no pudo negar que era agradable ser abrazada.

Mientras platicaron y comieron Max no dejo de verla. Era consciente de que ella lo veía como a cualquier trabajador y también sabía todo lo que pondría en juego si no lograba que ella lo viera como el hombre que estaba interesado en ella.

Mas tarde en la oficina, Max examinó el reporte y le informo a Jocelyn que iban hacer esa orden especial. Jocelyn preparó todo para ordenar el material, a primera hora el día siguiente. Como ella fue la primera que considero la posibilidad de hacer ese trabajo, le tomo un interés particular a la orden y estuvo todo el tiempo al pendiente de la producción.

Para ese pedido, todos trabajaron arduamente por dos semanas, incluyendo los fines de semana. El camión termino de cargarse cerca de las tres de la tarde y Jocelyn le informo a Max enseguida.

–Todo está listo para hacer la entrega Max. —le comunicó emocionada cerca de las dos de la tarde.

–Perfecto, mañana en la madrugada sale el pedido.

–Recuerda que el cliente hizo algunas peticiones.

–Sí, por lo mismo me van a acompañar dos de los muchachos y también tú.

–¿Para qué me ocupas a mí?

–Tú conoces más que yo los detalles y las especificaciones de la orden. Es un cliente muy importante y de este pedido depende que seamos su proveedor o no. – le explico y ella aceptó. Enseguida le sugirió que se fuera a descansar porque saldrían a las cuatro de la mañana.

Al día siguiente, Jocelyn fue la primera en llegar a la fábrica y se fue directo a la oficina. Cuando llego Max y los trabajadores se quedaron afuera poniéndose de acuerdo sobre los lugares y la hora en que pensaban tomar un descanso. Max espero unos minutos antes de informarle a Jocelyn que era hora de irse. Poco después Max vio que los trabajadores se quedaron callados y dejaron de prestarle atención, él tuvo que voltear para ver lo que ellos veían.

–Lista, a la hora que digan. –dijo ella, sin verlos porque volvió a ver los papeles que llevaba dentro de un folder. Ese día, alació su cabello y lo dejo suelto. Se puso un vestido color vino, ajustado del torso y recto hasta la rodilla. Era de cuello alto con una ligera apertura en V al frente y otra en un costado de una pierna.

Llevaba un cinturón delgado del mismo color que el vestido con una hebilla plateada. Su saco casual negro y largo, combinaba con sus zapatos de tacón de aguja y su bolso.

Max se quedó hipnotizado al igual que sus trabajadores. Era la primera vez que ella usaba un vestido que acentuaba su figura. Jocelyn elevo su rostro para ver qué estaba pasando.

–¿Qué falta? –preguntó ella, al verlos parados en el mismo lugar.

Max estaba plasmado al verla así, en ese momento se dio cuenta que ella no solamente era inteligente y hermosa, también tenía clase y porte. La única duda que tenía era si Jocelyn se veía más elegante o sexy. En realidad, la respuesta le daba igual, en ese momento era la mujer más bella.

–Te vez muy guapa Jocelyn. –La alago unos de los trabajadores.

–Gracias. –respondió con una leve sonrisa y sonrojándose un poco.

–¿No te sientes rara vestida así? –le preguntó el otro trabajador.

–No, así me vestía antes.

Jocelyn, te vez.... –verbalizo Max. Mientras pensaba que palabra sería la más apropiada, ella lo interrumpió.

–Profesional. –comentó ella, viendo el folder por última vez.

–Sí. –Fue todo lo que salió de sus labios.

–¿Porque no te habías vestido así antes? – preguntó uno de los trabajadores.

–Porque aquí no es necesario hacerlo y, la principal razón, porque ya no tengo ese guardarropa. –mencionó ella con pesar–. ¿Nos vamos?

A las ocho de la mañana decidieron hacer una parada para comer algo. A esa hora, la luz del sol permitía apreciar mejor el maquillaje de Jocelyn; sus ojos se veían más grandes al estar delineados, los rasgos de su rostro se veían más definidos y con ese tono rosa en sus mejillas y labios; le daban la impresión a Max que parecía muñeca de porcelana.

–Te vez diferente. –le comentó Max a Jocelyn cuando terminaron de desayunar y esperaban a que salieran los tres trabajadores. Para esa hora ella se había quitado el saco y a él le costaba trabajo dejar de admirar sus curvas.

–Es el pelo. –dijo pasando su mano sobre el.

Max sonrió al escucharla decir eso porque no era solo el pelo, era ella.

–Pero lo que más me gusto fueron mis zapatos, finalmente me los pude comprar. –le comento ella emocionada. Max le aumento su sueldo y le pago extra por los días que él no estuvo ahí. Con eso ella hubiera podido comprarse unos Louboutin, que tanto deseaba. Sin embargo, prefirió comprarse lo que llevaba puesto ese día, el maquillaje de Mac y su perfume Miss Dior. Por lo tanto, se compró unos zapatos de Nine West. Después de todo, de nada le servían unos zapatos caros, si no tenía atuendos apropiados para ponérselos.

–¿Están hermosos verdad? –preguntó al tiempo que elevó hacia atrás su pie izquierdo presumiendo sus zapatos de tacón alto.

–Si Jocelyn, están bonitos. –le comentó volteando a verlos por primera vez y cayendo en cuenta que en todo el tiempo que ella tenía trabajando para él, sólo la había visto usar tenis y sandalias. También observó que traía puesto el reloj con el que la conoció, el cual uso por varios meses hasta que se compró otro de marca desconocida.

A Max le dio la impresión de que Jocelyn pensaba que lo único que la hacía verse bien era su pelo y por supuesto sus zapatos nuevos de tacón con los que estaba feliz, siendo que ambas cosas eran irrelevantes porque aún sin ellos seguiría siendo bella. Mientras platicaban, ella paso su mano por el pelo para quitarse el pelo de su cara, no estaba acostumbrada a traer el pelo suelto y se lo puso detrás de las orejas. Max acerco una mano al rostro de ella y le termino de retirar un poco de pelo que le quedo en la cara y lo coloco con el resto acariciando brevemente su mejilla.

–No entiendo cuál es el punto de traer tu pelo suelto, si van a ponerlo detrás de sus orejas. De cualquier manera, te vez hermosa. –le comentó con una encantadora y seductora sonrisa que la dejó sin habla. Ella no pudo decir nada porque sintió inquietud y un nudo en la garganta.





¡Mil gracias por leer parte 3!

En la siguiente parte:

Un pequeño descuido de Max y Jocelyn los hará perder la cabeza ♥

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