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Parte 4.

— ¿En dónde estás?

— Buenos días para ti también, solecito.

— No juegues, esta es una emergencia.

— ¿Por qué? ¿qué pasó?

— Isaac me encerró en mi habitación.

— ¿En serio?

— Si, y necesito que me saques de aquí.

— ¿Por qué yo? ¡No soy la jodida hada madrina!

— ¡José! ¡Eres mi mejor amigo! Tienes que ayudarme.

— ¿Y cómo pretendes que te saque de la habitación? ¿Por la ventana?

— ¿Se puede?

— No, a menos que no te preocupe romperte el cuello.

— Entonces pídele a Nana la copia de la llave, trae a un cerrajero o ¡tumba la puerta! Lo que creas que haga falta porque voy tarde a ver a Ethan.

— Ahh, por ahí hubieras comenzado. Es castigo para que no veas al chico Kavanagh... ¡Ay Dios! Prométeme que no te vas a escapar con él y casarte en alguna iglesia de Elvis.

— ¿Qué? ¡Claro que no! Solo vamos a ir al cine.

— Entonces dame un minuto mientras veo qué hacer.

Después de 20 minutos y no 1, escucho la perilla de mi puerta moverse. Apenas puedo creer que de verdad mi hermano se atrevió a dejarme encerrada.

— ¿Ana? – escucho la voz de José desde el otro lado de la puerta.

— Aquí estoy, ¿qué estás haciendo? ¿Encontraste la llave?

— No, no la encontré, pero estoy forzando la cerradura. Voy a tener qué quebrarla...

— Ahh, eso es fácil... ¡Apartate!

— ¿Qué?

— ¡Que te quites!

Acerco una silla para sostenerme del respaldo y mantener el equilibrio. Levanto mi pierna lo suficiente para comenzar a patear la perilla con fuerza.

— ¡¿Qué haces?!

— Ví a papá hacerlo una vez... Si vas a romper la cerradura entonces no importa que le dé unas patadas.

— Suenas desesperada – se burla.

— ¡Cállate! Estarías igual si te hubieran dejado encerrado.

Dos patadas más y la perilla se cae, dejando a la vista el mecanismo que asegura la puerta.

— ¡Bingo! ¡Sácalo! – le digo a José.

— Bueno, ahora es un hecho que tendré que instalar uno nuevo.

— Lo sé, ¡gracias por eso! ¡Te recompensaré!

— Más te vale Annie – me mira con el ceño fruncido – o irás a visitarme cuando viva debajo de un puente por perder mi empleo.

— ¡Qué dramático! – le doy un beso en la mejilla antes de correr por el pasillo.

— ¡Espérame! ¡Yo soy el que te lleva!

José toma todo en sus manos y corre detrás de mí. En eso tiene razón, él es mi chofer. Me subo al auto y me pongo el cinturón mientras él entra.

*Voy para allá, espérame*

Le mando un texto rápido a Ethan mientras José me lleva directo al cine. Antes de bajar del auto, me despedí de José y le aseguré que mi novio me llevaba de regreso a casa.

— Por fin llegas.

Volteo hacia donde escuché la linda voz de Ethan.

— Hola, tuve un contratiempo.

— No te preocupes, entremos ahora, pero creo que la película ya comenzó.

Pasamos a la dulceria por palomitas y refrescos antes de entrar a la sala. Hace dos días la idea de una película romántica me pareció genial, ahora sentada en la sala con Ethan, me siento culpable.

El protagonista de la historia es un lindo chico irlandés de ojos preciosos, y no puedo evitar pensar en Christian. Verlo de nuevo avivó todas esas fantasías que tuve hace años, cuando mantenía la esperanza en que él me contactara. Pero no lo hizo...

— ¿Te gustó?

— ¿Qué?

— ¿Que sí te gustó la película? un final feliz por supuesto, como te gusta.

— Ahh si, lo siento, me distraje.

— Te puedo contar el final, si quieres... ¿Estás bien?

— Si –sonrío sin fuerza – ¿Te gustaría ir por un helado?

— Claro.

¡Enfócate Ana! Deja de pensar en Christian y concéntrate en Ethan. Tu novio, tu lindo y dulce novio. Vuelvo mi vista hacia él, apenas noté que caminamos tomados de la mano.

— Te ves distraída.

— Lo siento, es que tuve una pelea con Isaac.

— ¿Y ahora por qué?

— Porque es un idiota, lo sabes.

— ¿Y por qué no hablas con tu papá sobre eso?

— Porque si le digo él querrá que regrese a Montesano con ellos y yo quiero estar aquí. Ya lo sabes, aprender los negocios y terminar la universidad.

— Entiendo. ¿Entonces no estás lista para volver a casa?

— No. ¿Qué tienes en mente?

Ethan sonríe mientras abre la puerta de su auto. Conduce hasta la bahía y estaciona bajo un árbol. Aunque es de noche, la gran sombra del árbol nos esconde de la luz de las farolas cercanas. Eso significa besos.

Pongo mi mente en el aquí y ahora para disfrutar mi breve e inocente momento de besos tiernos. Ethan no se merece que yo piense en alguien más estando con él. De verdad lo quiero mucho.

* ¿En dónde estás? ¡Vuelve aquí ahora!*

Veo el mensaje de mi carcelero y le texteo de vuelta.

* ¡En el hospital! ¡Me obligaste a lanzarme por el balcón!*

* ¡Tú no tienes balcón, tonta! ¿Saliste por la ventana?*

* No voy a hablar contigo hasta que te disculpes. Y eso incluye mensajes. Adiós. *

Un rato más con Ethan y él insiste en llevarme de vuelta a casa. Me deja en la entrada y me despido con un beso.

Entro con cuidado por el pasillo y veo que la puerta del estudio está abierta, mi hermano debe estar ahí puesto que la luz está encendida. Apresuro mi paso por ahí, pero antes de que llegue a la escalera, escucho su voz.

— Ven aquí.

— No.

— ¡Ana, ven aquí!

— ¿Para qué? ¿Te vas a disculpar? – le digo con la ceja arqueada.

— Si – susurra – lo siento.

— ¿Perdón? No te escuché...

— Dije que lo siento por haberte dejado sola.

— Acepto tu disculpa, pero sigo molesta. Buenas noches.

— Espera, ¿por qué estás molesta? ¿Porque cerré tu habitación?

— No... ¡Si! ¡Por eso y por lo que hiciste! Jamás lo pensé de ti – me mira confundido – ¿Qué está pasando entre la señora Lincoln y tú?

— ¿De qué hablas? – balbucea. Lo tomé desprevenido.

— De lo que yo y casi todos los invitados de ayer vieron... ¡A tí y a la esposa de tu socio coqueteando!

— ¡No estábamos...! No estábamos coqueteando, viste mal. Estábamos platicando sobre su familia.

— ¡Si claro! ¡Como no! ¿Y por eso te tocaba tan cariñosamente? ¡Por favor! Soy inocente, no ingenua...

Le doy la espalda para subir las escaleras. Isaac sigue gritando que regrese pero no quiero seguir escuchando sus mentiras. Él jamás me ha mentido, ¿por qué lo hace ahora?

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