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Parte 38

Intento ir hacia la puerta pero Nana me sostiene por los brazos, impidiéndomelo.

— No, Ana.

— ¡Pero van a pelear!

— Lo sé, cariño, pero José sabe defenderse.

Un suspiro sale de mi boca, así que la cubro con mi mano. Estaba a punto de salir a intentar detenerlos, pero no me preocupé por José, sino por Christian.

Asiento hacia Nana para que me suelte y regreso a la ventana para ver al par de chicos ahí afuera. Algo en el aspecto de Christian es diferente, ¿será la postura? ¿La mirada? ¿La forma en la que sonríe?

José hace el primer movimiento y se lanza sobre él, pero ojos grises lo esquiva y lo empuja hacia su constado. Mi amigo retoma el impulso y lo golpea en la cara con un puñetazo muy fuerte.

— ¡Christian! – grito aunque sé que no puede escucharme.

Él se toca el labio inferior y sonríe, camina hacia José lentamente hasta que lo tiene cerca y suelta un golpe directo a su estómago. ¡Por Dios! ¿Cuánto tiempo más van a hacer esto?!

Cuando José se recupera, se lanza sobre Christian golpeándolo con su hombro y cayendo ambos al suelo. Ruedan entre la tierra mientras siguen tirándose golpes.

— ¡No puedo ver esto, no quiero!

Cubro mis ojos con mis manos y volteo hacia Nana para que me abrace. Besa me frente y me libera, así que voy a sentarme al sofá mientras los dos idiotas de afuera siguen peleando.

De vez en vez giro para ver a Nana aún en la ventana, su expresión es de preocupación pero no sé si por José, por Christian o por la situación en general.

Vuelvo de nuevo a mirarla, pero me da una sonrisa forzada. Mierda, ¿aún están peleando? ¡No quedará nada de ellos!

— ¿Ya terminaron?

— No cariño, si que son aguerridos esos dos. Hasta creo que serían buenos amigos.

— Ja – ruedo los ojos para mí – José odia a Christian.

— Por supuesto que lo hace Annie, a él y a cualquier persona que te lastime. José te aprecia mucho, ¿lo sabes verdad?

— Si, lo sé. Es un gran amigo.

Nana vuelve a sonreír y mira por la ventana otro par de minutos. Mantengo mi vista fija en su rostro para tratar de descubrir algo de lo que ocurre en su expresión.

— Vaya que eso fue intenso – se ríe – Si no estuvieran sangrando, diría que hasta fue divertido.

— ¡Nana! – le grito mientras me levanto del sofá – ¿Cómo que sería divertido?

Miro por la ventana hacia el par de chicos sentados en la césped frente a mi casa. José se quitó la camisa y se seca el sudor de la frente, pero puedo ver su pómulo rojizo e hinchado. Una ceja le sangra y se soba el costado derecho de la espalda.

Christian lleva el pantalón y la camisa de su traje llenos de tierra y manchas verdes del césped. La boca le sangra por una de las comisuras, uno de sus pómulos luce hinchado y a pesar de los golpes, sonríe.

— ¡Qué rayos les pasa a estos dos idiotas! – grito.

Siento mi corazón agitarse cuando tomo la perilla de la puerta para girarla y salir a enfrentarlos. ¡Christian está aquí!

Y aunque me invade la emoción por volver a verlo, aún quiero saber por qué se alejó las últimas 8 semanas. ¡Prácticamente todas mis vacaciones de verano!

Respiro hondo y me detengo del otro lado de la puerta. Ambos chicos me miran y sonríen, sentados aún en el jardín delantero de mi casa.

— ¿José? Nana quiere que vayas a asearte.

— Claro banana.

Mi amigo se levanta despacio y mira a Christian una vez más antes de acercarse, cojeando. Se echa la camiseta al hombro y pasa por mi lado sin decir nada.

Cuando ha desaparecido de mi vista, vuelvo a mirar a Christian, que se levanta del piso y se sacude la ropa.

Comienzo a dar pequeños pasos hacia él y me detengo para mirarlo. Si no fuera por el corte en su labio y la rojez de su pómulo, diría que está en perfectas condiciones.

— ¿Estás bien?

— Si – sonríe – mejor de lo que tu amigo está.

— Qué presumido señor Grey – lo miro con los ojos entrecerrados – ¿José te golpeó duro?

— Solo las veces que lo dejé golpearme.

— Si, claro.

Ruedo los ojos pero luego lo recuerdo. Dijo que peleaba mucho en la secundaria, y José solo hace ejercicio en el gimnasio. ¿Christian tiene ventaja?

— ¿Lo dejaste golpearte? – digo sorprendida.

— Si, fue divertido.

— ¿Divertido? ¡Están locos los dos!

— ¿Ana?

Sus ojos grises me miran fijamente, mientras una pequeña sonrisa se extiende en sus labios. Camina hacia mi para terminar con la distancia que nos separa.

Yo tengo que hacer uso de todo mi autocoltrol y me abrazo a mi misma para evitar abrazarlo a él y decirle cuánto lo extrañé.

— ¿Qué haces aquí?

— ¿No es obvio? Vine por ti.


— ¿Hasta ahora? ¿Crees que aún siento algo por ti?

— No lo creo – presiona sus labios hasta formar una línea – lo sé.

— ¿Lo sabes? ¿Después de todo este tiempo dices que lo sabes?

— Sé muchas cosas de ti, Ana. Te he mandado rosas una vez por semana desde la última vez que nos vimos. Sé que estuviste en Montesano con tu familia durante tus vacaciones. Sé lo que Elena te hizo a ti y a tu amigo. Sé que Lincoln terminó el contrato con tu empresa y que tendrá que venderla para pagar la fianza y sacar a su hija de la prisión. Sé que terminaste con Ethan Kavanagh y no han vuelto a hablar desde entonces. Y sé que luces distraída y te apartas de todos en la escuela.

— ¿Quién te lo dijo? ¿Ahora me sigues a todos lados?

— Tengo mis medios, Ana. Pero sobre todo, sé que aún me quieres.

— ¿Estás seguro?

— Si, además tu amigo me lo dijo.

— ¿José te lo dijo?

— Si. Entonces, ¿quieres venir conmigo?

— ¿A dónde?

— Quiero mostrarte lo que he hecho las últimas semanas. Pero antes de eso...

Toma mi rostro con sus manos y se inclina hacia mi para besarme. Primero solo una leve presión, lo suficiente para causarme un hormigueo por todo el cuerpo.

Libero mis brazos para pasarlos por su cintura y corresponder el ansiado beso que me da. Lo abrazo fuerte a mi para acercarlo porque si esto es un sueño, podría dormir para siempre.

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