Tengo que presionar mis labios muy fuerte para evitar reír y contenerme para evitar saltar por todos lados. ¿Carrick? ¿Carrick Grey? No puede ser cierto, ¿Isaac y el señor Grey trabajando juntos?

— ¡Oh! ¡Aquí está!

José se detiene frente al aparador de una tienda y sonríe como un niño. Señala las galletas de pasta antes de correr al interior del lugar con mucha emoción.

No quiero emocionarme demasiado, ni hacerme ilusiones pero, ¿ésto significa algo? ¿O solo soy yo queriendo darle un significado? Sacudo mi cabeza para alejar los pensamientos.

Entro a la tienda y camino hasta donde José le señala a la chica rubia del mostrador unos panecillos con mermelada de fresa y piña.

— José... ¡José! – palmeo su hombro para que se gire hacia mí.

— ¿Qué? – gruñe con una mini dona de chocolate en la boca.

— Por Dios, ¡contrólate! Parece que nunca en la vida has comido panes.

Mi amigo me hace una seña para que espere mientras mastica y traga el bocado. La chica del mostrador lo mira con una gran sonrisa coqueta y bate las pestañas hacia él.

— No me regañes Banana, el pan no sabe igual aquí que en Seattle.

— Pues gracias al cielo por eso, o tendrías que vivir en el gimnasio de por vida.

— Qué cruel eres Annie – me mira haciendo un puchero.

Ruedo los ojos y me alejo para sentarme en la mesita frente a la vitrina. Dios, no puedo dejar de pensar en Christian. Me cuesta creer que después de tantas semanas en Montesano aún lo recuerdo como si lo hubiera visto ayer.

— José, ¿tienes contigo mi teléfono?

— No, y si lo tuviera no te lo daría. ¿Para qué lo quieres? ¿Para llamar al chico raro?

— No – miento.

— Te conozco, ¡no puedes siquiera mirarme a los ojos y darme una mentira decente!

La chica de la tienda se ríe de nosotros mientras empaca los panes en una gran bolsa de papel. José me vuelve loca y creo que después de estas semanas todos en Montesano ya lo saben.

Dos semanas después, cuando finalmente dejamos la casa de mis papás para volver a Seattle, la ansiedad vuelve a fluir por mi cuerpo.

— ¿Lista para volver Banana?

— ¿Que si estoy lista? ¿Ahora me lo preguntas? ¡Acabamos de entrar a Seattle!

— Pues si, solo quiero saber si estás preparada – encoge los hombros – para volver a la rutina.

— Si, en definitiva si. Necesito volver a la escuela y terminarla lo más pronto posible, incluso adelantar clases.

Nana nos recibe en casa con una gran cena y mientras le ayudo a servir veo sobre la mesa de la cocina cerca de 10 pequeños jarrones, algunos vacíos y otros con flores secas. Me sorprende ver a Isaac convivir con nosotros, supongo que después de todo si logró alejarse de la odiosa vieja Lincoln.

Y más sorprendente aún cuando a mitad del delicioso postre se levantó para atender la llamada de una tal Leila. ¿Será que por fin tiene novia? ¿Por fin una chica normal y de su edad?

— Voy a ir a tomar un baño y descansar, mañana regreso temprano a clases.

— Bien pensado Annie, me alegro que tomes en serio tus responsabilidades.

Paso junto a mi amigo y golpeo su frente con mi mano. Luego la toma y me muerde clavando fuerte sus dientes.

— ¡José! ¡Me llenas de baba! ¡Guácala!

— Deja de gritar banana, mira, te traje tu teléfono.

Suelta mi mano y tomo el aparato con emoción. Apenas lo enciendo, busco entre la libreta de contactos pero los escasos números guardados corresponden todos a mi familia.

— ¿Qué creíste? ¿Que te iba a dejar conservar su número?

Mis contactos, mis mensajes, incluso las fotos, todo está totalmente vacío. Es el mismo aparato, pero está completamente en blanco y quiero gritarle ahora por metiche.

— ¿Y me cambiaste el número?

— Si – sonríe orgulloso – de nada.

Me muerdo el labio para evitar contestarle alguna tontería bien merecida a mi mejor amigo. Rosoplo fuerte y aprieto mis manos en puños para obligarme a dar la vuelta y tomar ese delicioso baño. Luego me lanzo a dormir en mi cama que tanto extrañé.

Y aunque creí que las cosas en la universidad serían diferentes, la realidad es que todo lo demás sigue igual. Clases aburridas, compañeros ruidosos, Kate molestando a todos los nuevos.

Lo extraño fue que Mía no estaba con ella, finalmente el dúo dinámico de maldad se había separado y todos en el salón se sentían aliviados. En cuanto a Ethan, las dos veces que nos encontramos en el pasillo me ignoró completamente.

Tranquilidad al fin, odiosa y aburrida tranquilidad. El viernes, mientras José, Nana y yo estamos en la mesa comiendo, el timbre del portón nos sobresalta.

José se levanta de la silla haciéndonos una seña para que terminemos de comer mientras él sale. Unos segundos después, sus gritos y malas palabras se escuchan hasta el comedor.

— ¿Pero qué rayos le ocurre a José? – Nana levanta la cabeza hacia la puerta.

— Seguramente tropezó el idiota y está maldiciendo al piso – le digo, pero ella ya camina hacia la sala riendo.

— Annie, cariño – Balbucea – debes venir a ver esto.

— ¿Qué? Nana – tomo un trago de mi vaso antes de seguirla – ¿Qué ocurre?

— ¡Annie! ¡Mira! – chilla con emoción.

Camino hacia su lado en la ventana y miro para afuera. José grita y manotea al hombre de traje oscuro que camina de espaldas a él, hacia el bonito audi negro estacionado en la entrada.

— ¡Eso! ¡Huye pequeño cobarde! ¡Como siempre lo haces, miedoso!

El hombre se quita el saco del traje de un jalón y José deja de gritar, sorprendido. Incluso sus manos que se agitaban en el aire haciendo burla, caen a su costado.

El hombre coloca con cuidado el saco sobre el capó y se quita la corbata desanudándola. Con toda la calma que le es posible, se arremanga la camisa blanca hasta los codos y se da vuelta para enfrentar a José. ¡Oh mierda!

— ¿Christian? – susurro para mí misma.

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Hola, hola!

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The return of the Grey? 😂😂

Mañana, una sorpresa para el cumple de nuestro amado Jamie! 😍😍😍