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Parte 33

Nota:

Hola! Esta mañana estaba actualizando el capítulo cuando me quedé sin luz y sin internet, por eso no les aparecía. Espero que ahora sí puedan disfrutarlo. Saluditos!

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Grace.

¡Gracias al cielo! ¡Y lo ha dicho él!

Tomo su mano y lo llevo conmigo hasta la sala para que podamos hablar de esto con calma. Se sienta junto a mí en el sofá.

— ¿Estás seguro, mi amor?

Lo veo que vacila y baja la mirada hasta el piso. Por un momento no dice nada, y yo estoy tan ansiosa que quiero contestar por él. Pero cuando su vista vuelve a mi, su seguridad me asombra.

— Estoy seguro, no la amo.

— ¡Gracias a Dios! – grito y lo abrazo – No sabes lo feliz que me haces ahora mismo.

— Pensé que estarías molesta – dice aún entre mis brazos, así que lo aparto para mirarlo.

— Christian, cariño. Jamás voy a molestarme porque hagas lo que tú corazón dicta, no hay forma en que prefiera tu infelicidad a cualquier otra cosa, mi niño.

— Debo decírselo a Elena.

— Creo que deberías, ¿quieres que te acompañe?

Un chillido sobre el pasillo nos hace voltear, Elliot y Mía nos miran fijamente. Una sorprendida y el otro furioso.

— ¿Así que eso es todo? ¿Vas a huir de la responsabilidad?

Elliot se acerca a su hermano y lo señala. Christian se incorpora de un salto, y lo enfrenta.

— No estoy huyendo de nada.

— ¿Ah no? Pudiste terminar el compromiso hace tiempo ¿y esperas hasta el último día? ¿No prefieres decírselo unos minutos antes de la boda?

Elliot se burla y Christian aprieta sus manos en puños, tan fuerte que sus nudillos se tornan blancos.

— Ese no es asunto tuyo.

Él se gira para alejarse, pero Elliot sonríe con burla y se mete las manos en los bolsillos.

— ¡Claro! ¡Huye como siempre lo haces! Deja que mamá resuelva tu problema – baja el tono de voz a uno más ronco – ¿Cómo se supone que sepa lo que quieres si nunca luchas por ello?

— Te espero afuera.

Elliot se detiene sorprendido y mira hacia el pasillo, por donde su hermano ha salido. Antes de que yo pueda protestar, Mía toma mi mano muy fuerte.

— Él tiene que hacer esto solo.

Mi niño. Mis hijos. Elliot sale detrás de Christian, Mía y yo los seguimos. Pasan por la puerta de la cocina hasta el patio trasero, pero me niego a seguir más allá de la puerta.

Nuestra joven ama de llaves Gretchen me prepara un té mientras me acomodo en la mesita. Gritos, golpes secos, gruñidos y otros sonidos más provienen del patio.

Después de unos minutos que me parecieron eternos, Christian es el primero en pasar la puerta. Aterrado, con el cabello alborotado y un raspón en la mejilla.

Mía entra seguida de él, aplaudiendo y sonriendo como si hubiera visto la pelea del siglo. Pero Elliot no aparece.

Me levanto de la silla y corro hasta el marco de la puerta del patio para verlo. Está tendido en el piso, entre la tierra, sonriendo.

— ¡Elliot!

— Estoy bien mamá, el idiota pega duro.

Intento no sonreír, pero un extraño sentimiento de orgullo me invade.

— ¿De verdad estás bien?

— Si, solo deja que levante mi orgullo herido.

Elliot se endereza y sonríe, se pasa las manos aterradas por el cabello y agita la cabeza mientras niega divertido.

— ¿Eso quiere decir que lo apoyas? – le digo cuando pasa a mi lado.

— Si no lo hago podría golpearme de nuevo.

Elliot sonríe con un extraño brillo en sus ojos. ¿Respeto? ¿Por primera vez en muchos años mis hijos varones se llevan bien?

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Elliot.

Después de la cena, Mía, Christian y yo nos apuramos a subir a mi camioneta. Decidimos dejar a mamá fuera de esto y hacernos cargo.

— ¿Y qué vas a hacer? ¿Solo decirle?

— Si.

Le echo un vistazo rápido a mi hermano mientras conduzco, luce realmente decidido.

— ¿Necesitas apoyo? – pregunta Mía.

— No, debo hacerlo yo.

Estaciono junto a la reja y mi hermano se baja para timbrar el intercomunicador. La puerta lateral se abre y Mía y yo lo observamos.

Elena Lincoln abre la puerta y le hace una seña para que entre, pero él niega con la cabeza, así que ella cierra la puerta y se planta frente a Christian.

Ella se acerca para abrazarlo y besarlo, pero Christian se echa para atrás.

Cuando mete las manos a los bolsillos y echa los hombros hacia atrás, él se ve confiado y seguro.

Una postura rígida y formal que no le había visto antes. Bueno, si. Hace rato antes de caerme a golpes.

No veo la expresión de mi hermano, pero sé que ha llegado al punto cuando Elena levanta y agita los brazos furiosa.

Le pega una cachetada pero se arrepiente y se acerca a tomar su rostro y besarlo. Christian vuelve a apartarse.

Sigue con las manos en los bolsillos y se gira hacia nosotros. Su semblante serio no es el mismo de siempre, la determinación ha aparecido en sus ojos.

Sale de nuevo por la reja y se sube a mi camioneta. Incapaz de continuar en silencio, Mía y yo lo miramos hasta que habla.

— Se lo dije, he cancelado la boda y le dije que no la amo.

— ¿Y ya? ¿Solo una cachetada? – chilla Mía.

— ¿Qué quieres? ¿Qué se tire al piso y haga berrinche? ¿O que lo atropelle con su auto? – le digo.

Mi hermana me mira sorprendida, luego a Christian y vuelve a mirarme. Se está imaginando cada posible escenario de venganza Lincoln.

— Mierda – susurro – por si las dudas revisa siempre por sobre tu hombro y no aceptes bebidas de desconocidos.

Mía suelta una gran carcajada, seguida de Christian y terminan por contagiarme. Y justo ahora podría decir que haría lo que fuera por ellos.

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