Parte 32
Grace.
24 horas antes...
— ¿Hablaste con ella?
— No la ví, mamá. Creo que está escondiéndose de mi.
— Insiste por favor, Mía. Tengo una corazonada.
Mi hija asiente y sale de la cocina. Me quedo hasta acabar mi taza de té mientras pienso en otra forma de aclarar todas mis dudas.
Tuve que pedir el día en el hospital para poder atender los imprevistos. La repentina boda de Christian me tiene sorprendida y desconcertada, y lo peor es que mi niño no luce contento.
Esta mañana, me dirijo primero al club a buscar a mi amiga Helena. He intentado hablar con ella toda la semana, pero parece estarse negando a recibirme o a contestar mis llamadas.
Pero sé que la encontraré en el club al que siempre vamos, y como no espera verme ahí, no podrá evitarme.
La ubico en una mesa junto a la recepción mientras charla con Audrey, la esposa del dueño, seguramente hablando mal de alguien más.
— Te lo digo, es joven y muy guapo así que lo metí a nuestro círculo. Es un excelente compañero de juegos, pero se le ha metido la idea de que podemos estar juntos.
Me detengo en el mostrador fingiendo que busco algo en el bolso. Sé que no debería estar escuchando su conversación, pero permanezco inmóvil.
— ¡Por Dios, Elena! – se ríe Audrey – ¿Un chico guapo y sexy? Yo no lo pensaría dos veces para dejar a Larry.
— Bueno, no tendría ningún inconveniente en hacerlo, ¡créeme! Estoy harta de Linc, pero Isaac tiene la estúpida idea de renunciar a su empresa para que estemos juntos. Tu me conoces, no voy a renunciar a mi comodidad por un joven que es reemplazable.
— Oh vamos amiga, tu tienes comodidades. Además, ¿tu hija se va a casar con uno de los hijos de Grace, cierto?
— ¡Por supuesto! Elenita me hizo caso sobre adelantar la boda. Solo entonces dormiré tranquila.
— ¿Y eso por qué? ¿Ella está embarazada?
— Dios, no. Aún es muy joven para esas estupideces de la maternidad. Pero Christian es el mejor prospecto que podría haber encontrado.
— ¿La ama?
— Es listo, tiene visión para los negocios. Linc lo dijo, que Christian tiene un gran potencial por desarrollar y eso lo volverá exitoso. Me importa una mierda si se aman o no – se ríe.
— ¡No puedes hablar en serio! Debes querer que tu hija sea amada.
— Él hace lo que ella quiere y eso es suficiente para mí. Creo que ella está encaprichada con él, pero yo no le veo ningún inconveniente.
— ¿Un yerno que sea terriblemente exitoso, adinerado y manipulable? Si, suena fantástico.
Ambas sueltan una carcajada ruidosa. ¿Es esto posible? Ella sabe que no hay sentimientos de por medio ¿y aún así apoya la idea de la boda?
— ¡Elena! – giro furiosa hacia ella.
— ¿Grace? ¡Cariño! Me alegra tanto verte.
— No finjas nada, estúpida. ¡Lo escuché todo!
— ¿De qué hablas?
Ellas aún permanecen sentadas en la mesa, pero no cambio mi postura rígida y exigente de respuestas.
— ¡Eres una maldita interesada! ¿Por eso quieres que tu hija se case con Christian? ¿Para obtener un beneficio económico?
Audrey nos mira a ambas y se aleja. Tal vez no llame a seguridad, pero seguramente ya esté dando el chisme a todos nuestros amigos.
— Vamos a ser honestas, Grace. Nadie ha obligado a Christian a proponerle matrimonio ni a seguir con la boda. Eso significa que ambos están concientes de lo que hacen.
Elena se para frente a mi, con la mirada retadora. Y debo prepararme, es una gran perra cuando se lo propone.
— Además, querida, te recuerdo que fue Linc quien apoyó a Christian porque tu insensato marido lo corrió de la casa. ¿Crees que no se eso? ¿Qué eso los hace buenos padres ahora?
— Tú no sabes nada de mi familia – digo pero sé que tiene razón.
— Escúchame bien, Grace. Mientras ellos estén de acuerdo con esto, ni tú ni nadie podrá impedirlo.
— Eso lo veremos.
Giro sobre mis pies para salir del club y llamar a Mía. Necesito hablar con Ana Steele y saber si ella podría ayudarme a detener esta locura.
En lugar de ir a casa, me dirijo al despacho de Carrick para hablarle. Mía ya está de mi lado, pero si él y Elliot lo estuvieran también, podríamos convencer juntos a Christian.
Entro sin detenerme hasta su oficina. Su secretaria me hace una seña para avisarme que no está ocupado, así que entro y cierro la puerta tras de mí.
— Carrick, cariño.
— ¿Grace? ¿Qué ocurre? ¿Estás bien?
— Necesito hablar contigo de algo sumamente importante.
Él rodea el escritorio para sentarse frente a una de las sillas y me siento en la otra. Aún me mira, así que comienzo a explicarle.
— ¡Es un matrimonio por conveniencia, Carrick! ¡Yo no quiero eso para Christian!
— ¿Pero él te ha dicho algo? ¿O es solo lo que tu amiga a dicho?
— ¿Mi amiga? – digo incrédula – Esa mujer maldita no es ni será mi amiga.
— Cariño, si Christian está de acuerdo en seguir con la boda, ¿por qué te preocupas?
— ¿Por qué no te preocupas tú? – le digo furiosa – ¡Carrick, por Dios! Tu y yo cometimos el error hace años, ¡tú le negaste el apoyo y yo no hice nada por detenerte! Ambos actuamos mal. Y ahora mi pequeño se siente en la obligación de corresponderle al hombre que hizo lo que nosotros tendríamos que haber hecho.. ¡apoyarlo!
— ¿Estás culpandome ahora?
— Si, a ti y a mi. Debimos hacerlo entonces y no lo hicimos. ¡Entonces hagámoslo ahora! ¡Nos necesita!
— Creo que estás sobreprotegiendo a Christian, cariño – intenta tranquilizarme – Eso solo lo ha vuelvo un chico temeroso y aprensivo.
— ¡No lo entiendes! – me levanto exasperada de la silla – Tú lo has visto con Ana, mírame y dime qué ese Christian es el mismo que cuando está Elena con él.
— No, no es el mismo, pero compréndeme ahora. Esto tiene que venir de Christian, si él desea seguir con la boda lo apoyaremos. Y si decide cancelar, también. Pero la decisión es solamente de él.
Le lanzo una última mirada furiosa a mi marido antes de tomar el bolso y salir de su despacho. ¡He hablado con un muro!
Conduzco hasta Bellevue con una jaqueca que me pone de mal humor, pero saber que soy responsable de la desdicha de mi hijo me quiebra.
Voy directo a la cocina por aspirinas y un vaso de agua para sentarme en la barra. ¡Piensa, Grace, piensa!
— ¿Mamá?
Levanto la cabeza y giro para ver a Christian en el umbral de la puerta. Sus ojos grises y su semblante triste.
— Cariño – le sonrío.
— No quiero casarme con Elena.
- - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - -
Actualización 3 de 3... Ufff!
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro