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Parte 14

— ¿Quién es?

— Christian.

— ¿Qué quiere?

— ¡No lo sé!

* ¿Estás en la oficina de tu hermano? *

* No *

* ¿Me estás evitando? *

* ¿Qué quieres Christian? * - Tecleo para no contestar su pregunta anterior.

* Verte *

* No creo que tu novia esté de acuerdo con eso. Tengo que irme *

— Vámonos.

Le hago una seña a José para que me siga hacia las escaleras y bajamos hasta el estacionamiento.

Caminamos hasta el auto que mi amigo conduce y me apresuro a entrar por el lugar del copiloto mientras él sostiene la puerta para mí.

Cuando el timbre del ascensor suena, una figura sale de él corriendo hacia nosotros. Antes de que pueda llegar, José se interpone en su camino.

— ¡Largo! – le grita.

— Quiero ver a Ana.

— Ella no quiere verte.

— Quiero escucharlo de ella entonces.

— Apártate chico, o voy a patear tu trasero aquí mismo – José lo amenaza.

— Inténtalo.

Ambos se acercan hasta quedar frente a frente con posturas retadoras así que salgo del auto con la intención de evitar la pelea.

— ¿Qué quieres? – le digo poniéndome delante de José.

Christian vacila antes de dar una respuesta, la expresión en sus ojos grises me causa tristeza.

— Quiero que seamos amigos.

— Amigos – repito no muy convencida.

— ¿Podríamos al menos intentarlo? Nos vamos a ver seguido por aquí, no quiero que sea incómodo para ambos.

Volteo hacia atrás para ver la expresión seria de José. Recuerdo lo que dijo y sé lo que dije, pero mi lado masoquista no quiere dejarlo.

— Está bien.

Sus ojos me buscan y arquea ambas cejas. Puedo escuchar perfectamente el bufido que suelta José a mi espalda pero lo ignoro.

— Entonces, amigos.

— Por hoy no, mañana – interrumpe José – lárgate chico.

Le señala la puerta del ascensor y la hace mala cara. Christian me mira una última vez antes de girar sobre sus pies y desaparecer en la caja metálica.

— ¿En serio? – me gruñe cuando estamos solos – ¿De verdad quieres ser su amiga?

— Si – miento.

— ¡Bien! ¡Pero no digas después que no te lo advertí!

Se sube en el asiento del conductor y azota la puerta. Menudo berrinche el de mi amigo idiota. El resto del camino hasta mi casa lo pasamos en silencio.

Después de una ducha, tomo el móvil de la mesita para ver la notificación que brilla en la pantalla.

* Dulces sueños, Ana *

Y así, solo tres palabras que hacen latir con fuerza a mi corazón. ¡Madre mía! En qué lío me metí.

Me levanto temprano para ir a la escuela, José sigue sin hablarme así que me evito todos los reclamos que seguramente aún guarda.

— ¿Quieres hacer algo hoy?

— Claro, ¿qué tienes en mente?

Ethan y yo estamos sentados en la cafetería de la universidad tomando nuestros almuerzos antes de la siguiente clase. Mi móvil vibra y lo tomo antes que mi novio lo vea.

* ¿Cenamos? *

* Salgo con Ethan *

* ¿Desayuno el domingo? *

* Por supuesto*

— ¿Entonces una película está bien?

— ¿Qué? Ahh si, claro – balbuceo – ¿en mi casa?

— ¿Tú hermano estará ahí?

— No lo creo, últimamente llega después de la cena. A esa hora ya estarás en tu casa.

— Bien, entonces te veo a la salida.

Ethan se acerca para dejar un suave beso en mis labios. Cierro los ojos disfrutando el beso pero unos hermosos ojos grises aparecen, sobresaltándome.

— Tengo que detenerme, no puedo hacerle esto – me regaño a mi misma – Necesito dejar de pensar en él...

De forma romántica. ¿Pero cómo hacerlo sin alejarme de él? Decepción... Necesito decepcionarme de Christian para que no me importe lo que él tenga con Elena Lincoln.

Antes de entrar a clase, le envío un texto rápido sintiéndome ansiosa por poner en marcha mi nuevo mecanismo de defensa. Sally estaría orgullosa de mi.

* ¿Podríamos cambiarlo para mañana? *

Al cabo de un par de minutos, responde:

* ¿Ansiosa por verme? Por supuesto, paso por tí *

¡Rayos! Eso no lo pensé. Ahora tendré que evitar no solo a Isaac, sino también a José que no estará de acuerdo con mi compañía para el desayuno.

El sábado en la mañana, salgo de la casa lo más temprano que puedo para no levantar sospechas. Dejo en recado en la encimera para Nana, diciéndole que salí a correr.

* ¿Estás lista? *

* Si, ¿dónde estás? *

* Voy llegando a tu casa *

* ¡No estoy ahí! Párate una cuadra antes, en la esquina *

El sol empieza a iluminar la calle y un vecino me saluda mientras pasea a su perro Gran Danés por la acera. El auto de Christian se acerca lentamente.

— Luces como si estuvieras planeando robar una casa – se ríe.

— Bueno, he salido como una ninja de la casa para no despertar a nadie.

— Es una lástima que me lo haya perdido.

— Si, si, andando – digo mientras subo a su auto – ¿por qué llevas traje? ¿Hoy también trabajas?

— No – voltea a mirarme – Me hago cargo de algunos asuntos.

— ¿En un despacho? ¿Siendo abogado? – me río.

— No, estoy... – balbucea – trabajando en un proyecto de negocios por mi cuenta.

— Bien, supongo que es mejor que lleves traje para que te tomen en serio.

Christian me mira un momento y sonríe antes de volver su vista al frente. Conduce por las solitarias calles de Seattle hasta acercarse al centro.

— ¿A donde vamos?

— A un pequeño restaurante en la bahía, ¿te gustaría desayunar ahí?

— Claro. ¿Tú novia sabe lo que haces? – lo observo fruncir el ceño.

— No quiero hablar de ella.

— Que lástima, porque tengo muchas preguntas sobre ella.

— ¿Por qué? – me da un vistazo rápido.

— Es lo que hacen los amigos, ¿no? Contarse sus vidas, de sus parejas, quejarse de sus padres – encojo mis hombros – lo usual.

— ¿Y tienes muchos amigos con los que hablas de esas cosas?

— No, solo José y la mitad del tiempo me está regañando. Y bueno, Ethan siempre me escucha.

— Por supuesto – gruñe.

— ¿Tú tienes amigos? ¿Quién es tu paño de lágrimas?

— No tengo amigos Ana.

— ¿Y tu hermano? ¿Tu hermana?

— La mitad del tiempo no nos toleramos y la otra mitad evitamos estar juntos.

— ¿Y Elena Lincoln?

— Hay cosas de mi que ella no necesita saber.

— ¿Y me las dirás a mi? – finalmente estaciona en una calle de la bahía.

— ¿Quieres saberlas? – dice cuando apaga el motor.

— ¡Claro! Ahora somos amigos y puedes contarme lo que sea.

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