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Grey Enterprise Holdings

— ¡Vaya! – José lanza un silbido por la sorpresa – Esto sí que es una torre de oficinas, no lo de ustedes.

Golpeo su estómago con mi puño para que se calle, la mudanza completa de las oficinas terminó, así que hoy estoy aquí de visita.

— ¿Vas a entrar o no?

— Si, ya voy. ¿Crees que tengan cafetería?

José camina a mi lado mientras vamos hasta el ascensor. Presiona el botón para subir cuando una vocecita nos llama.

— Disculpen, ¿Tienen cita?

Mi amigo tonto le sonríe a la chica, así que yo me dirijo a ella.

— Soy Ana Steele, la novia del señor Grey. Vengo a verlo.

Ella me mira con atención, luego su vista pasa a José. Él le guiña un ojo y ella inmediatamente se sonroja.

— Lo siento, no la conocía señorita Steele. Adelante.

Entramos al ascensor y presiono el botón del último piso. Este edificio es más alto que Escala, así que nos toma más tiempo llegar hasta arriba.

— El chico raro la hizo en grande – José balbucea sorprendido cuando las puertas se abren.

— Se ha esforzado mucho, y deja de llamarlo chico raro.

— ¿Necesitará un chofer? Seguro paga mejor que tu hermano.

— ¿Quieres cerrar la boca?, no te va a contratar porque ya tiene a Taylor.

— Ese viejo suertudo – gruñe.

Nos detenemos frente al mostrador para saludar a Andrea y a la nueva chica que le ayuda. Espero que esta sea la definitiva, me estoy cansando de presentarme cada vez que lo visito.

— Ana, el señor Grey está en su oficina. Pasa.

— Andrea – José suspira exageradamente – ¿Quieres salir conmigo?

— Lo siento, José – ella se ríe – Tengo un compromiso más tarde.

— Bien, de todas formas tengo que llevar a Banana a casa.

— ¡Oye! Deja de llamarme Banana – le pellizco el brazo.

— Pero eres Banana, Andrea lo sabe y el chico raro también.

— ¡José Rodríguez! Deja ya los apodos.

— Es de cariño, bananita.

Lo ignoro para ir a la oficina de Christian, pero mi amigo me sigue. Empiezo a creer que Isaac lo mandó de chaperón porque hace días va a todos lados conmigo.

Empujo la puerta de Christian y lo veo sentado en su escritorio, con un montón de papeles en sus manos. Está tan concentrado que no se da cuenta que lo miro.

— ¡Mierda! ¡Desde aquí puedo ver todo Seattle!

José grita emocionado, llamando la atención de Christian. Sonríe divertido y deja los papeles de nuevo sobre el escritorio.

— Ana, José – se levanta para acercarse – Bienvenidos.

— Hola – lo beso – Este lugar es increíble Christian. ¿Verdad, José?

Me giro para ver al tonto, que está apegado al ventanal como si fuera un niño pequeño, señalando todo lo que puede ver.

— ¡José!

— Si, si gracias, si quiero – balbucea distraído.

— ¿Si quieres qué? – le gruño.

— Ir a cenar con ustedes, ¿No fue eso lo que preguntaste?

— No.

— Pero está bien, me parece buena idea – dice Christian – ¿A dónde quieres ir, José?

— ¿Me preguntas? No lo sé, un buffet.

— Hay un restaurante en el Columbia Tower que quiero conocer, ¿Les parece?

— Si – digo cuando me mira.

— Entonces vamos.

Por supuesto, nosotros vamos con Taylor en el auto de Christian y José tiene que manejar solo hasta el lugar mencionado.

Me preocupa un poco el hecho de que José y yo vestimos informal, y el lugar parece ser lujoso y exclusivo.

— ¿Christian? ¿Seguro que podemos cenar aquí? Creo que no estoy vestida para la ocasión.

— No te preocupes por eso, nena. Le gustas al dueño.

Dice y besa mi cabeza, ante la mirada de la chica castaña de la entrada. Ella nos mira a los tres de arriba a bajo, deteniéndose un poco más en mi novio.

— Buenas noches, ¿Tienen reservación?

— Soy Christian Grey, el señor Healsy me conoce.

— ¿El señor Grey? ¿El nuevo dueño? – la chica suspira.

Espera. ¿Qué? ¿El dueño? José arquea ambas cejas, tan sorprendido como yo.

— ¡Mi nuevo mejor amigo! – chilla emocionado.

— ¡Traidor! ¿No era yo tu mejor amiga?

— Míralo de esta forma, bananita – Pasa su brazo por mis hombros para hablarme – No perdí una amiga, gané un amigo.

— Qué conveniente – le gruño.

— Por aquí, por favor Señor Grey.

La chica comienza a batir sus pestañas y a darle sonrisitas tímidas. ¡Dios! ¿Siempre será así?

— Cariño – vuelvo a aferrarme a su brazo – ¿Ahora te interesa el sector gastronómico?

— Inversiones, Ana – Sonríe – Los bienes raíces son buena inversión, ¿Quieres una casa grande aquí en Seattle? ¿Una en Nueva York? ¿En Los Ángeles?

Entrecierra los ojos y presiona los labios en ese gesto que amo, su bella cabecita está planeando algo y no habrá quien lo detenga.

— ¡Voto por la de Los Ángeles!, playa, arena, chicas en bikini – José sonríe con malicia.

— ¿Quién dijo que tú vendrías con nosotros?

— ¿No piensas invitarme, bananita? – Finge sentirse ofendido – Ya veo que nuestra amistad no significa nada para ti.

Ruedo los ojos y Christian se ríe de ambos. José camina hasta la mesa que la chica nos señala y se sienta en un extremo de la mesa. Dramático.

— José – Christian le habla – Gracias por todo lo que has hecho por nosotros, ¿Qué te parece que tengas entrada libre aquí cada vez que quieras?

— ¡Si! – grita.

— ¡No! – yo también grito – A menos que estés dispuesto a comprar un gimnasio y ponerle un entrenador.

La chica nos entrega los menús y carta de vino, pero dejamos que mi novio elija algo para nosotros.

— Qué mala eres, banana. Tienes muy poca fe en mi, no como mi amigo Christian.

— ¿Tu amigo Christian? – susurro – Creí que lo llamabas...

— ¡Eh! Eso está en el pasado, esto es un nuevo inicio para nosotros.

Christian entrega la carta de vinos a la chica y se vuelve para mirarnos. Presiona su dedo índice sobre sus labios, luego sonríe.

— Terminemos rápido la cena – dice hacia mi – José, ¿Te importaría tomar un postre u otra copa mientras le muestro algo a Ana? Puedes ir por ella a Escala en ¿Una hora?

— Dos postres y el resto de este vino delicioso, eso me tomará hora y medio.

— Excelente. Dejaré la cuenta pagada.

— ¡Hermano! – chilla José de felicidad.

Christian se levanta de la mesa para hablarle al camarero, al parecer van a abrir una cuenta para él aquí y así José podrá venir.

— ¡Qué fácil te convence! – Le gruño.

— ¡Claro! No soy yo el que va a dormir con él – me guiña un ojo antes de reír.

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