Observó la puerta y suspiró, golpeó a la puerta lo suficientemente fuerte para poder ser escuchado, después retrocedió un paso y esperó a que abrieran.

Salió un niño tal vez de diez años, su tez oscura y el color de sus ojos verde menta que helaban la sangre, seguramente estaba esperando a alguien ya que su mirada pasó de curiosidad a desconcierto.

— ¿Estás bien? Creo recordar que fuiste tú al que me encontré la otra vez —señaló el mayor presente mientras desviaba la mirada—. Todo fue muy rápido, lamento que hayas visto eso —explicó y volvió la mirada al menor —Soy David y soy nuevo por aquí. Ten —Le entregó un pequeño papel con su nombre y numeró de teléfono —: Puedo ayudarlos con algún problema de fontanería y jardinería, si necesitan algo estoy a la orden.

—Seguro que también sabes desaparecer cuerpos ¿no? — respondió el niño con los brazos cruzados y el ceño fruncido, aún así sin haber rechazado el papel.

—No creo que necesiten a alguien para eso, pero ¿tú necesitas ayuda con algo como eso...? —Por poco dice el nombre del más joven, afortunadamente había aprendido cuando callar —... Ten un buen día, nos vemos —Se despidió con un rápido ademán y una pequeña sonrisa dejando al niño un poco confundido.