—Wow, bien echo, David. Lo hiciste, salvaste la vida de un niño a cambio de ¿qué? La de cuatro hombres, es maravilloso ¿no? —Esa voz de nuevo, y con el mismo tono sádico —. Seguramente tu padre estará muy orgulloso.

Pero no respondió, solo suspiró con fuerza, el tubo seguía en su mano, salió de aquel callejón con el otro siguiéndolo atrás.

—Casi logras sorprenderme —Toleraba tan poco esa voz, empezaba a molestarse —. Ese golpe en la espalda y en la sien fue exacto, pero no era necesario quebrarles los huesos a los otros dos, con los tres primeros golpes ya estaban muertos, sólo lograste manchar tu ropa.

Era verdad, esa gabardina de color claro tenía en la parte inferior grandes manchas de sangre y sus pantalones negros tenía algunas apenas visibles, pero estaban ahí, las más evidentes eran en su camisa por su color amarillo claro.

— ¿Llegarás así a casa? Podrías asustar a muchos, aunque la decepción que sentirán no desaparecerá ni porque vayas de blanco.

Se detuvo en seco solo para responderle: —Hazme el favor de cerrar la boca, Daniel, no estoy de humor para tus bromas. —Lanzó el tubo lejos y siguió caminando.

—Te veré luego, David.