El frío reinaba por todo el lugar, había estado lloviznando por horas; pero, en ese momento se podía notar la escasa luz del sol que se colaba entre las nubes, el viento seguía su camino arrastrando las hojas y haciendo bailar la cima de los árboles.

Su pequeño niño estaba resfriado, se encontraban en la calle intentando no empaparse pero en un charco hundió un pie y de ahí en adelante no le importó terminar mojarse por completo, y consecuencialmente llegó a la casa con un resfriado, la nariz roja, sus ojeras más notables y la cara levemente pálida reflejaba más desgano de lo normal, su ceño fruncido dejaba en claro el fastidio, su sudadera favorita completamente mojada, y ahora usaba tres camisetas de diferentes tallas intentando mantener el calor corporal, ¿y sus padres? Se supone que trabajando, qué sabía.

Sin importar lo mal que se veía simplemente a él no le parecía desagradable, por supuesto que le preocupaba que empeorara y terminara en cama. Sabiendo que le podía ayudar, frotó con cuidado una mano en la espalda del menor en un intento de aliviar su malestar, con suerte no durará tres días así, volvería a tener su color natural y retomaría su habitual comportamiento.