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Capítulo 21.

Sin percatarse del tiempo que había pasado, al fin logró dormir un poco. ¿Cómo? No lo sabía. Después de tanto intentar, sus parpados se habían cerrado como por arte de magia luego de que se girara por última vez en ese incómodo colchón.

Cuando abrió los ojos de nuevo, ya era de mañana. El rechino de la puerta al abrirse fue lo que la hizo despertar, junto con un pequeño rayo de luz que entraba por la ventana en lo alto. Sonrió al ver que esta vez no era esa amargada mujer la que traía su desayuno, sino él.

—Buen día —le susurró y se acercó a ella con la bandeja de comida.

Algo de avena con cereales, fruta picada en pequeños trozos, un vaso de leche fría y otro de agua. Al menos el desayuno no era tan desagradable como el resto de las comidas y se sentía aliviada de que al menos algo pudiera quedar en su estómago para alimentar a su pequeño. Aun así, no se confiaba mucho de esa avena que parecía tener dos ojos diabólicos saliendo de ella. Bueno, tal vez exageraba un poco.

—Primero toma tus vitaminas y luego come, si es que puedes —le aclaró, sabiendo y estando de acuerdo con ella, en que la comida sabía peor que alimento para perros. De hecho, eso lo encontraba más comestible que aquello que servían en ese clan.

_____ solo asintió y tomó sus medicinas. Quizás eso le ayudaría un poco a no devolver lo que ingería y a darle fuerzas para crecer a su bebé, pero no podía negar el hecho de que sabían horribles.

—Diagh, saben a pies —se quejó y bebió un poco más de agua cuando Vernon la incitó a eso entre risas.

—No sabía que habías probado un pie —bromeó y ella se encogió de hombros —Piensa que lo haces por Mino, para que crezca fuerte y valiente como su madre —sonrió y apartó algunos mechones de su rostro.

Sonrió al oírlo mencionar a su hijo. Dios, se sentía pésima por haberse dirigido a él como ella. Estaba tan segura de que sería niña que ya no le importaba llamarlo así. En momentos como esos era cuando pensaba que sería una pésima madre, ya que ni siquiera pudo saber que tendría un hijo y no una hija, pero el apoyo de Vernon, pronto le hacía pensar todo lo contrario.

Comenzó a comer lentamente, así que él se puso de pie para salir de la celda antes que alguien los descubriera charlando de lo más amigables allí dentro. En ese momento, un delicado cantar se oyó por la ventanilla con barrotes y ____ se exaltó de la emoción, atrayendo nuevamente la atención del joven.

—Hola, amiguito —dijo ella, tomando al pajarillo entre sus manos.

—Así que... ¿él es tu mensajero? —sonrió y se acercó a ella para ver la nota.

<<Dios, que cursi te pones cuando se trata de ella ¿eh?>> pensó, imaginando como se burlaría de R cuando todo esto acabara.

Sin perder más tiempo, _____ desanudó el trozo de papel de la patita del animal y lo dejó de nuevo en la ventana para que volara libremente. Algo que ella no podía hacer.

—¿Qué dice? —se acercó más, con la curiosidad picando en su estómago. Por momentos se sentía como un niño intentando descubrir algo, sabiendo que en cualquier momento podría ser atrapado.

Ella rio al verlo tan intrigado y desdobló el escrito antes de acercarlo un poco más a él para que ambos pudieran leerlo al mismo tiempo.

*Buenos días _____. Más que buenos, muy, pero muy buenos. No sabes lo feliz que estoy de saber que tu hijo es niño. ¡Un niño! Pronto serán cinco meses y ya no podemos perder más tiempo. El momento ha llegado, _____. Hoy mismo, te sacaré de ahí.*

—¡¿Qué?! ¡¿Está loco?! —gritó Vernon y luego se cubrió la boca esperando que nadie de afuera lo haya oído. En momentos como esos era que se maldecía por ser tan impulsivo y bocazas.

Por su parte, ____ solo permaneció allí en su sitio, petrificada mientras lo único que hacía era leer y releer las últimas palabras...

<<Hoy mismo, te sacaré de ahí>>

—Dios, ¿en qué está pensando? Debo hablar con él y con Joshua. ¡Dios! —elevó sus manos al cielo, gritando por ayuda del superior. —No sé ni que haremos. Solo somos tres y tú. No tenemos refuerzos, ni armas, ni... ni... ¡Ni nada! ¿Cómo carajos piensa casarte de aquí sin refuerzos? ¡Dios!

—Vernon... —susurró ella, viéndolo caminar de aquí para allá, yendo y viniendo sobre sus pasos.

En cuanto oyó su voz, él se detuvo y se acercó a ella tomando sus manos.

—No sé qué locuras ha tramado ese maldito, ____. Pero no temas, prometo que nada te pasará. Ni a ti, ni a ese pequeño.

En ese momento exacto fue cuando sus ojos comenzaron a reflejar el terror de su alma. No podía creer que tendría que pasar por eso otra vez. Ya se había salvado una vez de que no le hicieran nada. Pero dos... Hace tiempo había dejado de creer en la suerte, desde el momento en que lo perdió a él, así que ahora... este nuevo intento no sería la excepción.

—Tengo miedo... —susurró y sus ojos comenzaron a cristalizarse. —Ahora, pienso en las consecuencias y... No quiero que algo le pase a Mino, a ti o tu amigo. A nadie —suspiró e intentó aferrarse a él, pero las cadenas se lo impidieron, haciendo que retrocediera al recibir el timón en sus brazos.

Sollozó y se abrazó a sí misma como pudo, no quería pensar en todo lo que podría ocurrir. Por primera vez en su vida, sentía miedo. Miedo de perderlo todo una vez más.

—Sentir miedo es de humanos —susurró Vernon, acariciando su mejilla antes de besar su frente para transmitirle algo de seguridad. —Déjame hablar con R para enterarme de sus planes. Si él dice que te sacará de aquí, es porque debe tener un buen plan. No lo veo actuando precipitadamente sabiendo que es tu vida y la de tu hijo lo que está en juego.

—¿R? —murmuró _____, siendo eso lo único que llamó su atención de todo lo que él había dicho.

<<Ahora sí la cagaste, ahora sí, Vernon>> pensó al percatarse de lo que había soltado sin cavilar.

—S-Sí, bueno... mi jefe tiene un nombre horrible —sonrió algo nervioso, pensando qué excusa tonta poner para zafar de esa. —Se llama... Raúl o... Rumildo... no recuerdo bien. Por eso simplemente le decimos R.

Por un segundo dejó de respirar, esperando que ella creyera las patrañas que había soltado. Por suerte, ____ no se caracterizaba por ser muy curiosa o entrometida, así que prefirió dejar el tema de lado a pesar que le intrigaba un poco saber quién era esa persona y por qué hacía todo esto por ella. Asintió cuando sintió que Vernon comenzaba a ponerse pálido y él al fin respiró con normalidad.

<<Gracias a quien sea por esta segunda oportunidad de vida>> pensó y se pasó una mano por la frente, secando la fina capa de sudor que comenzó a formarse en ella, mientras que con la otra, tiraba sus cabellos hacía atrás, relajándose de nuevo.

—Entonces... ¿hoy es el día? —susurró cuando no tuvo más respuesta de él, apretando sus manos con nerviosismo al pensar en lo que pasaría ese mismo día.

—Hoy es el día, cariño —bromeó, con una gran sonrisa en su rostro —Esta misma noche, haremos arder Troya.


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