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Capítulo 17.

Entre empujones y forcejeos fingidos, era llevada por Vernon hasta la enfermería, donde le realizarían el primer control para ver el estado y evolución del feto. En cuanto cruzó el umbral de la puerta, un horrible olor a alcohol y desinfectante, invadió sus fosas nasales, haciéndola arrugar la nariz. Todo era tan característico a un hospital. Solo con sentir ese olor, recordó la única vez que estuvo en uno; a sus once años, cuando se cayó de un árbol mientras jugaba con Minki.

Suspiró y mordió sus labios cuando pensó en él. No podía evitar recordar como la cuidó en ese entonces. Era tierno ver como se consideraba su enfermero personal. Siempre que ella quería comer algo, levantarse de algún sitio o incluso acomodarse para dormir, él siempre estaba allí para ayudarla. Y si no fuera porque sus padres lo iban a buscar cuando ya era muy tarde, incluso se hubiera atrevido a pasar las noches en vela solo para cuidarla en todo momento.

Una media sonrisa escapó de sus labios y Vernon la miró con curiosidad. A veces llevaba a ser tan reservada, que moría por saber lo que pasaba dentro de su cabeza.

—¿Estas bien? —le susurró al oído mientras liberaba sus manos.

Ella no lo miró, ni respondió, solo hizo un leve asentimiento de cabeza sin que nadie se percatase de ello.

—Vernon —habló Maximus, el jefe de los Mikage, entrando de una vez en la pequeña sala. —Déjala de una maldita vez en esa camilla y apártate para que puedan hacerle el ultrasonido.

El aludido asintió y se apartó de _____, sin alejarse demasiado de donde ella se encontraba. La joven miró con odio al hombre antes de tomar impulso para subirse a la camilla y recostarse en ella. No conocía con exactitud todo el procedimiento pero, por lo que le había contado alguna vez su madre, sabía que tendrían que ponerle un gel frío en el vientre por donde pasarían el transductor abdominal.

¿Estaba nerviosa? Claro que no, más bien... ansiosa. Más allá de que ellos fuesen sus enemigos, sabía que no le harían nada a su bebé, pero eso no era todo. Luego de casi tres meses de embarazo, esta sería la primera vez que le realizarían un ultrasonido y podría ver a su hijo. Jamás se imaginó en una situación como está pero ahora era cuando más falta le hacía la presencia de Minki. Hubiera sido hermoso ver sus ojos iluminados cuando el feto se materializase en la pantalla del televisor. Aunque... nadie le aseguraba que eso fuese así. Nadie podía decirle que él se pondría feliz de tener un hijo suyo. No el Minki que conoció por última vez.

Apretó los ojos con fuerza y maldijo internamente cuando sintió el gel en su piel. En sus veinte años de vida, jamás había sentido algo tan frío tocarla. Ni siquiera se podía comparar a la vez que tuvo que lanzarse al océano Antártico, cuando su helicóptero estaba siendo atacado en su tercera misión. Bueno, tal vez exageraba un poco, pero el frío que sintió por unos cinco segundos, hasta que su cuerpo se acostumbró, sin duda la hizo estremecer hasta los huesos

—Lo siento —le susurró el médico y le regaló una cálida sonrisa, desconcertando por completo a la joven. Sin duda, que alguien del clan Mikage le sonriera, era lo último que se habría esperado, aparte de Vernon claro.

A pesar de ello, quiso sonreírle en respuesta, pero Maximus gruñó antes de que ella soltara ese gesto.

—No tienes por qué ser tan amable con ella, Yeral. Es solo una prisionera, así que trátala como tal.

El médico se encogió de hombros y prosiguió con lo suyo. Comenzó a pasar el transductor por el vientre de la joven, tratando de descifrar la posición en la que se encontraba el feto. Sonrió al ver una de sus manitos y su cabeza, en su segunda etapa de formación. Carraspeó y se giró hacia _____ para decirle que podía ver. Ella sonrió de la emoción y parpadeó, tratando de contener las lágrimas antes de girar su rostro hacia la pantalla, pero Maximus reaccionó y le impidió ver, girando el televisor hacia él.

—¿Qué...? ¡¿Qué cree que hace?! ¡Quiero ver a mi bebé! —gritó ella, incorporándose un poco en su lugar.

—Señorita, por favor... —intentó calmarla el médico mientras el feje de los Mikage sonreía socarronamente.

—¿Para qué quieres verlo?, si jamás te permitiré conocerlo —rio y le hizo señas a Vernon para que la sujetara. —Usted —llamó la atención del hombre —quiero que me diga los avances y la evolución. Que sea por escrito, y lo quiero en mi oficina en media hora.

—¡Suéltame! —gritó _____ cuando Vernon la sostuvo por los hombros, haciéndola regresar a su posición anterior.

—Tienes que calmarte, _____ —susurró preocupado.

—¡Quiero que me sueltes! Quiero... quiero ver a mi bebé —comenzó a quebrarse de a poco. Era la primera vez que tenía la oportunidad de verlo... ¿y... no se lo permitirían?

El médico la miró con lástima al verla llorar. A pesar de trabajar para un hombre sin corazón, no podía evitar sentir empatía por la joven que derramaba lágrimas sin control. Tomó una libreta y comenzó a garabatear unas cosas, hasta que Maximus abandonó la habitación. Fue entonces cuando le sonrió a _____ y le dedicó unas palabras para tranquilizarla.

Sus ojos se iluminaron cuando el hombre cerró la puerta de la enfermería y giró la pantalla de nuevo hacia ella, para que pudiera ver aquello que crecía dentro suyo. Sabía que si su jefe lo descubría, desobedeciéndolo, sería castigado, pero tampoco podía ir contra las lágrimas de una mujer, de una madre. Eso sí que le ganaba a cualquier cosa.

—Ese es... —susurró _____, mordiendo sus labios para tratar de no llorar más.

Vernon sonrió al ver lo que ella observaba con tanto anhelo. Se podía apreciar claramente como su pequeño corazoncito latía en sincronía a las agujas del reloj. Antes de que alguno de los dos dijera algo, el médico elevó un poco más el volumen del monitor, para que la joven pudiera oír los latidos de su bebé. En ese momento sintió como si música entrara por sus oídos. Ya no pudo contenerse más, y nuevamente, lágrimas volvieron a recorrer sus mejillas, bañándolas por completo.

—Es... hermoso —susurró ella —¿Aún no puedo saber qué es? —preguntó, queriendo conocer el sexo del bebé.

Sin poder contenerse, el médico rio.

—Lo siento mucho, pero eso recién podrá saberlo a partir la semana dieciséis. Después de todo, hay más posibilidades de acertar —le sonrió y comenzó a desconectar todo. —Si esto queda entre nosotros, le permitiré conservar una imagen —le susurró, confiando en que Vernon era un buen chico y no diría nada.

En ese momento, el celular del joven comenzó a sonar, así que se apartó de ____ para responder lo más pronto posible. Se estremeció hasta los huesos al ver el identificador de llamada y supo que ahora sí estaba muerto.

—H-Hola... —susurró con miedo.

—Tú, maldito cabrón... —sintió que la persona al otro lado apretaba los dientes con fuerza para no soltar una y mil maldiciones —. Más te vale que nada le pase a _____, porque si no te juro que...

—¿Hablaste con Joshua? —preguntó, temeroso.

—¡Sí! —espetó y suspiró para calmarse —¿Cómo puede ser tan difícil protegerla? Solo les pedí que no la dejaran caer en las manos de los Mikage, ¡y eso es justamente lo que hacen!

—Ya, cálmate, viejo. No tuvimos otra opción. Atacaron el clan Yenaid y nos acorralaron. Me encargaré de que nada le pase a _____ aquí dentro. Estoy a cargo de su custodia, así que no dejaré que nadie se le acerque.

—No me pidas que me calme en un momento como este —suspiró, era la primera vez que sentía tanto miedo en su vida, solo de pensar en lo que podría pasarle a ella. —Debemos sacarla de ahí. Cuanto antes.

—¿Ya conseguiste tu nidito de amor? —bromeó, para aligerar la tensión entre los dos.

—¡Que te importa! —volvió a alterarse al sentirlo tan calmado.

—Ya, ya, solo preguntaba —se encogió de hombros, como si la persona al otro lado de la línea, lo pudiera ver. Sonrió inconscientemente al saber cómo se preocupara por la joven que se encontraba a solo unos metros de él. Sin duda la amaba con todo su ser.

—Esta vez, me encargaré yo de las cosas —volvió a hablar luego de esperar impaciente porque Vernon dijera algo más.

—¿Qué harás? —preguntó curioso.

—Lo que tenga que hacer. Ustedes solo asegúrense de protegerla de JR y Aron, que son a quienes más temo. Siento que, por ahora, Maximus permanecerá sin hacer ningún movimiento, así que olvidémonos de él. Esta vez quiero que hagan las cosas bien, Vernon o juro que haré volar sus cabezas.

—E-Está bien —susurró con miedo. —Siento todo lo que pasó y te prometo que está vez no meteremos la pata.

—Más te vale... —le advirtió y cortó la llamada.

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