Capítulo 37
Anya:
Tragué grueso, tanto que quizás hasta se haya escuchado el sonido.
Damián esperaba mi respuesta, me observaba fijo, Becky parecía más calmada observandome también.
—Puedo hacer esto sola —insistió ella.
—Te acompañaré —dije, apartando la mirada de Damián—. Sin protestas.
Guardé las manos en mis bolsillos y con la poca dignidad que me quedaba me adelanté al auto. ¿Por qué digo con la poco dignidad? Fácil, Damián me había rechazado de nuevo y seguía sin encontrar la razón. Claro que Becky es mi miga y haría lo que fuera por ella, pero es solo que pudo usar otras palabras ara no hacer tan evidente que solo quería deshacerse de mi.
Y creí que ya nada podía decepcionarme más, hasta que ví a Becky entrar en el lugar del piloto y colocar las llaves.
—Si quieres puedes ocupar el lugar del copiloto —me dijo, notando que estaba en el sillón de atrás.
—¿Y Damián?
—Le llamó alguien para que firmara unos documentos, con eso de volverse el Fiurer. Dijo que tomaría un taxi. Creo que deberé arriesgarme a que mi padre me quite el auto, cualquier cosa acamparemos en el parque.
Eso me sacó una mínima sonrisa, muy pequeña.
—Estoy bien en este lugar, al mal paso darle prisa.
Asintió poniendo en marcha el auto. Agradecí que no dijera nada más, porque en algún punto de la conversación mi voz se quebraría, prefería que el recorrido fuera en silencio. Es mi mejor amiga, pero ya tiene suficientes preocupaciones como para que venga y la sobrecargue con las mías.
Pensé que el recorrido sería en silencio hasta que mi teléfono empezó a vibrar.
—Es Emile.
—Contesta.
—¿Emile? —cuestioné dudosa, poniendo el altavoz—. ¿Tu llamando?
—Si, Damián me comentó lo que sucede. Voy hacia la mansión de Becky no entren sin mi.
—Intentaré convencer a Becky de eso.
—Solo dile que yo te lo pedí y accederá. No me tardo —dijo por último, antes de colgar.
—¿Sigues teniendo el mismo número? —preguntó Becky.
—Si, Damián se las arregló para eso al parecer. Un momento, ¿por qué Emile dijo que accederias?
—Me pidió salir y estamos en eso. Al parecer no me dejará dar este paso sola.
Okey lo acepto, daban cierta envidia. No de la mala, quizás ni siquiera era envidia, solo esa sensación cuando estás pasando por un mal momento y de pronto ves como les va bien a los demás, quizás tristeza por la diferencia de la situación.
—En hora buena, hacen una bonita pareja.
—Gracias Anya, pero aún no somos novios. De hecho acordé con el que primero hablaría con mi padre solas para dejar las cosas en claro. Luego tendría que pedirme de nuevo que sea su novia y aceptaría. Pero al parecer no me ha querido dejar sola en estos momentos. Empiezo a entender de qué son capaces los chicos cuando están enamorados. Por eso estaba tan nerviosa.
—¿Son capaces de hacer todo por su amada no?
—Si, no te negaré que me emociona. Pero tampoco quiero apresurarme.
—Yo creo que un amor como el de ustedes vale la pena, no dudes en arriesgarte.
—Claro que si Anya. Pero no intentes ocupar mi lugar, yo soy la fan de la relación de mi mejor amiga aquí, osea de ti y Damián.
—No te quitaré el puesto —contesté riendo.
Una risa fingida, pues lo que Becky no sabía era que mi relación con Damián parecía pasar por algo que ni siquiera yo entendía. Empezó desde que salió de prisión, pero nadie habló con él, más que su padre. Quizás algo debió decirle, o es por su nuevo puesto. Aún así me ha despreciado ¿por qué? ¿Porque planeaba dejarme y no quiere causarme más daño o qué?
Quizás mis pensamientos me vuelvan loca, o quizás no. Porque antes de lo previsto estábamos ya entrando al jardín de los Blackbell, allí estaba ya Emile esperando, lo que significaba qu se venía otra tormenta pero no para mí, sino para Becky y debía estar allí para apoyarla.
—Hola —nos saludó, una vez que bajamos del auto.
—¿Has venido porque crees que no seré capaz de hablar sola con mi padre? —le pregunta Becky.
—No, de hecho creo que eres capaz de enfrentarte al presidente de Japón sin que siquiera te tiemble la voz —contesta el, con un tono nervioso—. Vine porque no quiero perder la oportunidad de ser yo el que sostenga tu mano en los buenos y malos momentos.
—Aún sigo pensando en si aceptar o no ser tu novia.
—Becky, no me hagas esto, debes de aceptarme.
Los veo seguir discutiendo en broma acerca de eso mientras caminaba hacia dentro de la mansión, eso me hace un poco de gracia y termino sonriendo, siguiéndoles el paso. Creo que van a terminar en boda algún día y este solo es el primer paso para llegar a ese momento. Además ya no hay rastro de la Becky nerviosa, solo una mujer empoderada segura de sí misma que es capaz de jugarse su futuro con tal de no ser una prisionera en una jaula de oro.
Hemos llegado justo a la hora de la cena. Sus padres están por sentarse a la mesa. Hay cuatro puestos puestos pero su desconcierto se hace evidente al ver a Becky tomada de la mano de Emile, y bueno verme aquí seguro también es sorpresa para ellos pero a mí me asienten en un gesto más sonriente y familiar.
—¿Donde está Damián? —pregunta su padre, observando hasta detrás de mí, como si esperaba que viniera tras nosotros.
—Anya, bienvenida —dice la madre de Becky—, bueno sean bienvenidos con Emile. Ordenaré que pongan mas lugares en la mesa, siempre es una alegría compartir con más amigos de la familia. —Levanta la mano para ordenar eso, pero Becky le interrumpe.
—No, bueno nos quedaremos a cenar si aún les apetece luego de lo que les tengo que decir. Damián no va a venir.
—¿Tuvo algún imprevisto? —pregunta su padre, con tono serio fijando los ojos en Becky.
—No, no va a venir porque no es necesario que esté aquí como mi novio, porque no lo es.
Se los soltó, directa y sin rodeos. Por un momento solo se hizo silencio, su padre apartó la mirada de ella centrandola en la mesa, como tratando de entender algo.
—¿Terminaste con él?
—No, en realidad nunca fuimos verdaderos novios. Solo acordamos que fingiriamos serlo para mantenerte contento tanto a ti como a Donovan.
—¿Y me lo dices hasta ahora?
—Lo sé no debí esperar tanto tiempo —contesta Becky, parece tomar aire y continua hablando al notar el silencio inmutable de su padre—: temia tu reacción, pero temo más vivir mi vida entera en una mentira. No necesito de alguien como Damián para que me proteja, desde siempre he sido más que sugiere yo misma. Quizás no me veas de la misma manera y lo entiendo, pero soy tu hija. Soy una Blackbell capaz de dirigir sola la compañía sin decepcionarte. De lo contrario si quieres desheredarme lo entiendo, incluso me iré de casa si es necesario; quiero elegir yo misma mi destino pero también quiero hacerte sentir orgulloso. Dime lo que quieras padre, no cambiaré en mi decisión pero aún así necesito saber qué piensas.
El silencio se expande por varios momentos más, el padre de Becky tiene la mirada aún fija solo en la mesa, su madre se ha llevado una mano a la boca cubriéndosela incapaz de decir algo. Emile solo aprieta con más fuerza la mano de Becky. Pensamos que no dirían nada más conforme el silencio se expandía, pero entonces se escucha la voz de su padre de nuevo.
—Mi pequeña creció —suelta, elevando la mirada hacia ella. Podría jurar que tiene los ojos llorosos—. No es más mi niña consentida. Es toda una mujer orgullosa de ser una Blackbell que no necesita de nadie para que el barco zarpe.
—¿Papá? —cuestiona Becky, más confundida que todos nosotros.
—¡Traigan las botellas de champagne! Pongan mas lugares en la mesa, vamos a brindar. ¿Se quedarán esta noche verdad? Hagamos una mini celebración.
—¿No estás bromeando verdad? —cuestiona, al borde de las lágrimas.
—¿Cómo podría bromear con algo así mi princesa? Mi intención nunca fue imponerte un destino, eres libre de decidir siempre y cuando no vayas por el camino del mal. ¿Y este muchacho es tu novio? Hemos sido amigos de los Elman, no tengo objeciones con él.
—Papá... —murmura Becky, ya sin poder contener las lágrimas.
Ambos se acercan hasta darse un abrazo. Y en serio me alegré por ellos, incluso tuve que limpiarme unas lagrimitas que amenazaban con salir. Se preocupó mucho por nada porque su padre comprendía a la perfección lo que estaba sucediendo.
Esta noche no solo fue de momentos tristes, en la cena todos estuvimos felices. Incluso brindamos por los futuros novios. La conversación fue agradable.
—¿Te quedarás esta noche verdad? —volvió a preguntar Becky. Una vez que la cena había terminado.
Estaba sentada en uno de los sofá de la sala, su padre y madre conversaban con Emile.
—Claro, me haría muy feliz pasar la noche con ustedes —accedi, aunque una parte de mi no quería.
Una parte solo quería volver junto a Damián, hablar de todo lo sucedido y ver si aún podíamos rescatar un momento agradable juntos. Pero no, la realidad era diferente y a eso me tenía que acomodar. Ir a buscar mañana las pocas cosas que tenía en la mansión de sus padres y ver si seguiríamos con la ley del hielo, o si me seguiría evitando.
—Anya, a mi no me engañas. No sé qué está pasando entre Damián y tú, pero tienes que estar tranquila. Ya sabes bien cómo es él, le gusta resolver sus asuntos solo pero no es que tenga algo en contra de ti.
—Gracias, creo que necesitaba escuchar eso —dije únicamente.
—¿Vamos con los demás?
—En unos momentos más iré, adelante ve tu.
Ella asintió con la cabeza segura de dejarme pasar unos momentos más sola. Y justamente necesitaba eso en estos momentos, recargar mi energía social para reintegrarme a ellos.
Tomé mi teléfono, busqué el chat de Damián, ni un mensaje suyo. Por unos momentos me tenté en querer volver a escribirle aunque no me haya contestado. ¿Pero con que excusa? ¿Querer hablar con él cuando él no quería hablar conmigo? Sería muy humillante, si porque a pesar de mi altura mi ego sería intocable. Hasta sonó gracioso hacerme hate yo misma.
Bueno crei que nada podía ir más extraño, hasta que me llegó un mensaje de un número desconocido.
—Hola Anya. ¿Tienes unos minutos?
—¿Quién eres? —escribí de vuelta, si algo predecible.
—Si te lo digo no me creerás. ¿Estás sola? Tienes que mantener la calma.
—¿Qué pasa? —contesté de inmediato—. Me está asustando con esa elección de palabras.
—¿Estás sola? —insistió en saber.
—Si —envié de vuelta.
—Esto te parecerá extraño. Necesito que no lo comentes con nadie, soy tu madre.
Releí el mensaje una y otra vez, para ver si había leído bien, pero las mismas palabras seguían ahí. El corazón me dió un vuelco y algo frío me recorrió la espalda. No podía creer lo que leía, debía ser una broma de mal gusto.
—Mi madre murió hace mucho. No molesten —contesté, tentada a bloquear la conversación.
—Espera —añadió, se veía el icono de escribiendo en la pantalla. Se vió durante un largo rato hasta que al fin llegó la próxima parte del mensaje—. Soy yo, yo fui quién te regaló a Quimera ¿recuerdas ese juguete? A que si, no sabes cuánto me dolió en esos momentos separarnos. Estuve pensando en ti todo este tiempo, siempre imaginando el momento del reencuentro contigo. Escapé del poder de Donovan Desmond, no debes confiar en él. En ninguno de los Desmond esconden un gran secreto, pero no te lo puedo decir aún. ¿Estás en un lugar seguro?
Volvi a releer de nuevo el mensaje. Si es cierto que Quimera me la dió mi madre, eso no lo sabíamos más que ella y yo. Entonces, ¿si está viva? Dijo que había escapado de los Desmond entonces...
—Estoy en un lugar seguro, ¿y tú lo estás? ¿Cómo conseguiste mi número?
—El agente T me lo dió, sabes de quién hablo ¿verdad? Aunque quiere mantener esto en forma confidencial ya no pude soportar ni un momento son saber de ti. Ellos me mantienen segura.
¿El agente T? Twilight, mi padre. Ella tiene conocimiento de que está vivo, entonces es cierto lo que dice.
—¿Dónde estás? Quiero verte —escribí sin pensarlo.
—No puedo darte mi dirección, es por seguridad pequeña. Solo quiero que supieras que estoy viva.
—Te necesito más que nunca —insistí, escribiendo lo más rápido que podía—. Cuidaré que nadie me siga. Pero por favor, necesito verte. No puedo quedarme tranquila sabiendo esto.
—Está bien, pero me ganaré una regañiza de parte de tu padre —escribió, añadiendo luego del mensaje una dirección.
Ni siquiera lo pensé en cuánto me puse de pie. Dirigiéndome a la salida.
—¿Vas a salir Anya? —escuché que preguntó Becky. Que tonta, ¿como pensaba irme sin avisar?
El problema es que no le puedo decir la verdad, al menos no todavía. Emile está aquí y mamá dijo que tenía un gran secreto de los Desmond. Si hablo acerca de lo que sucede no dudará en comentarle a Damián y en estos momentos no sé si es confiable o no.
—Si, Damián me escribió quiere que nos veamos, disculpen por no quedarme más tiempo —mentí.
—Ah, entonces ¿solucionaron ya el pequeño inconveniente?
—Eso parece, no por completo, eh me está esperando afuera para hablar de ello —continué mintiendo.
—Dale saludos de nuestra parte y un golpe por como te hizo sentir.
—Claro que si, nos vemos Becky. —Sonreí, despidiendome con la mano.
Una vez afuera llamé un taxi de agencia. No tardó en llegar quizás cinco minutos. No tenía un mejor plan para movilizarme hasta la dirección señalada. Y no tardamos más que diez minutos en llegar a esa parte de la ciudad. Así que una vez que saldé la deuda caminé hacia el lugar señalado. Una casa enorme de condominio. En un barrio muy tranquilo, atravesé la rejilla del jardín hasta llegar a la puerta de entrada en donde toqué dos veces con impaciencia. En seguida abrió una muchacha que parecía del servicio.
—¿Es la señorita Anya? —cuestionó, apenas me vió.
—Si.
—La esperan en el despacho. —Se abrió paso para dejarme pasar.
—¿Por dónde es? —cuestioné, observando hacia todos lados.
—Sigame —indicó, caminando despacio delante de mi.
Pero los segundos se me hacían eternos, deseaba que apresurara el paso. Llegamos hasta el momento en que abrió la puerta de lo que imaginé sería el despacho, una vez que entré cerró la puerta. El sillón con respaldo detrás del escritorio estaba apuntando hacia la dirección contraria, aún así me acerqué a pasos apresurados.
—Mamá —murmuré, con la voz quebrada hasta llegar frente a la mesa.
En esos momentos la silla se dió vuelta y si un paso hacia atrás, sentí el impulso de salir corriendo de el lugar.
—Lamento decepcionarte, pero no soy tu madre.
Era la voz de Donovan y efectivamente él estaba frente a mi en persona. Y de nuevo ya no sólo sentí el impulso de escapar, corrí lo más rápido que podía hasta la puerta intenté abrirla pero no pude, estaba cerrada con llave al parecer.
—¡Déjeme salir de aquí! —espeté, dirigiéndome hacia el.
—Lo haré, una vez que hablemos. No tengas miedo.
—¿No debería? —pregunté, observándolo como si hubiera dicho la cosa más ridícula del mundo—. Se hizo pasar por mi madre para citarme aquí.
—Era la única manera en que vendrías hoy —dijo, poniéndose en pie. Caminando hacia mi—. Por desgracia si tuve que usar un método ruin, no te engañes tu madre está muerta. Sin embargo cuando mencioné el agente T no dudaste en venir ¿esa rata de Westalis si está viva verdad? Tu padre está vivo...
—Quiero irme —insistí, sin soltar el péndulo de la puerta. Cómo si fuera a abrirse con intentarlo.
—Eso no se va a poder —aseveró. El miedo hizo que me paralizara.
Sentí como colocó un pañuelo sobre mi boca y nariz y de repente todo fué oscuro.
Crei que moriría, en serio pensé que ese sería mi fin. Que no volvería a ver la luz de nuevo. Que fui una estúpida por haber hecho caso a unos mensajes anónimos, debería de haber investigado mejor o al menos compartirle lo que haría a mi mejor amiga y sus padres, talvez haber llamado a mi padre para comprobar que era cierto o si haberle escrito a Damián y pedirle que me acompañara hubiera tenido una excusa.
No sé cuánto tiempo pasó, ni como llegué a estar sobre un suelo acolchonado. Parpadeé intentando aclarar mi visión. Luego me senté de golpe. Las paredes también estaban así, eran de color blanco ¿está era una habitación psiquiátrica para personas con problemas mentales graves a las cuales había que contener?
Me puse de pie aún sin poder entender lo que sucedía y traté de mantenerme asi pero mi estabilidad falló y cai hacia atrás. Aún tratando de entender que sucedía aquí.
—Ni te esfuerces —escuché que dijo una voz a mis espaldas—. Aún estás bajo efectos de la droga que te mantuvo inconsciente. Bueno aún estamos.
—¿D-Demetrius?
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