Capítulo 25
Anya.
Por primera vez no pude contener las lágrimas al entrar al apartamento en que me quedaría. Todo lo veía borroso por las lágrimas acumuladas en mis ojos. La verdad era que lo amaba, joder. Estaba profundamente enamorada de Damián, por mucho que había intentado negarmelo, al final había terminado sucediendo.
Y ¿Quién se cree que es para decirme tan descaradamente que no se podría olvidar de mi? Me hace sentir como una completa egoísta por estar renunciando al mismo amor que siento por él...
Una vez que me encuentro ya en el sofá del apartamento me doy la libertad de soltarme en llanto, no solo por lo sucedido ahora, sino por todas las lágrimas que antes quise derramar y no pude. Tengo derecho a pasar la noche antes de mi boda como yo quiera... o bueno al menos eso creía hasta que logró visualizar unos zapatos frente a mí, por un momento pienso que se trata de Damián pero no es él. Su mirada imposible de descifrar se fija en mi, así es mi padre tan enigmático como siempre.
—¿Qué sucedió? —pregunta, colocando una mano sobre mi hombro.
Como puedo me limpio las lágrimas con el dorso de mis manos e intento aclarar la voz.
—Nada, es sólo que se siente raro que de nuevo tendré que renunciar a esta vida. Que no volveré a ver nunca a Damián...
—Estaremos seguros en Westallis. He preparado el plan de contraataque una vez que el territorio vuelva a ser nuestro. Sé que te duele, pero es por el bien de muchas personas.
—Lo sé... es solo que a veces me duele ver hacia el futuro y saber que no tengo nada planeado. Todas nuestras vidas siempre han girado al rededor de la paz mundial y eso me hace feliz, estoy muy emocionada por tener de nuevo a mamá y a ti conmigo pero siempre siento que me falta algo.
—Buscaremos la manera de que vuelvas a ser feliz, te lo prometo —asegura, poniéndose de cuclillas frente a mi—. Una vez que firmes los documentos ya habrá acabado tu papel en esta misión, ya tenemos toda la ruta de escape preparada.
—Gracias papá —digo, aún con la voz quebrantada. En el momento me entrega un broche de cabello color verdad limón.
—Es un micrófono —me aclara—. Demetrius Desmond y sus abogados vendrán pronto, así podré escuchar la negociación. Estaré en tu recamara atento a cualquier cosa.
Me da una sonrisa, después se pone en pie. He notado que vuelve a lucir un arma en la cintura preparado para cualquier situación.
Me da un apretón en el hombro antes de alejarse a mi habitación, es entonces que me coloco el broche en el cabello y trato de retocar el maquillaje lo más que puedo en el espejo del baño. No tuve tiempo para llorar lo suficiente, pero si para reunir las fuerzas que me hacían falta porque las chicas nos volvemos más fuertes después de llorar. Y yo iba a necesitar la fuerza de un super héroe para enfrentarme al villano más terrible que había conocido. Demetrius Desmond...
Tan solo una hora después alguien golpeó la puerta dos veces. No necesitaba pensar tanto para saber que se trataba de su majestad. Y si lo comprobé una vez que abrí la puerta, ahí está con una sonrisa que podría parecer carismática pero sé que por dentro es una sonrisa diabólica, como si fuera el mismísimo demonio. Esta vez viene acompañado de dos tipos con traje negro tras de él, aparte de sus guardaespaldas que deben estar cuidando su auto. Estos deben de ser sus abogados...
Sus abogados, ahora que lo pienso... papá y la señora Sylvia dijeron que un abogado revisaría el traspaso de posesión pero no está aquí, ¿será que se les olvidó ese detalle?
—¿Podemos pasar? —cuestiona Demetrius, una vez que nota que han pasado unos segundos y me he quedado helada.
—Sí, adelante —les digo, dejándolos pasar. Cierro la puerta y escucho como a mis espaldas saludan a alguien.
En cuánto me volteo observo a un hombre de traje y cabello negro con un rostro que pareciera de mediana edad y un portafolio sobre sus rodillas. ¿Papá? Es verdad... había olvidado que él es el amo del disfraz. Entonces el micrófono es para que la señora Sylvia escuche la conversación.
Demetrius y sus abogados se sientan en el sofá de enfrente, mientras que yo tomo asiento junto a ¿mi abogado?
—Tengo preparado ya el traspaso de posesión —comenta Demetrius, mientras uno de sus abogados le extiende el documento al mío—. Me he tomado la molestia de firmar ya. Solo falta tu firma y el país será tuyo.
—¿Así de fácil?
—Sí, bueno hay que esperar a que tu abogado revise que todo esté en orden.
Le doy una mirada a mi padre disfrazado, efectivamente está revisando minuciosamente cada hoja.
—Ya veo.
—Anya —menciona, llamando mi atención por el tono neutral que utiliza—. ¿Qué tal estuvo tu día? ¿Qué hiciste hoy?
—¿Somos de las parejas que se preguntan esas cosas ahora?
—Me conoces, sabes que no preguntaría algo solo porque sí.
Me muestra una sonrisa, ah pero no una normal, una jodida sonrisa como esas que te dan a entender que digas lo que digas él ya sabe la verdad y más vale que la digas o de un momento a fácilmente va a botar la mentira que le digas. Pero es que yo no estaba para decirle verdades en ese momento, así que podría guardarse sus recriminaciones.
—Salí a dar un paseo, ¿qué no podía?
—Claro que podías, lamentablemente ya no. —Tuerce los labios hacia abajo como sintiendo compasión por mi. ¿Qué le pasa a ese idiota?
—No pienso dejar que seas un esposo machista.
—Comprendo —dice únicamente.
Pasea la mirada por todos lados con una expresión aburrida mientras papá encubierto sigue revisando los documentos, sé que se trata de él por esa voz en su cabeza que siempre sobreanaliza todo, cada cláusula escrita.
—¿Gustan café?
—Nah. —Chasquea la lengua, volviendo la vista a mi—. No me arriesgaría a que ese café contenga veneno.
Resoplo apartando la vista de él, ni siquiera vale que le ponga algo así en la bebida pero sea como sea menos esfuerzo. Al fin tras pasar unos minutos más papá termina de revisar todo y me extiende una pluma.
—Está todo en orden señorita, puede firmar.
—Te lo dije —dice Demetrius—. No hay dobles intenciones.
Al final terminó por tomar la pluma, al empezar a firmar solo pienso en que con esto ya por fin voy a liberarme de él. Al final le entrego de nuevo el documento a mi padre quien lo guarda en su portafolio.
—Com esto el traspaso está hecho —comenta papá, con voz muy cambiada—. A partir de ahora el territorio le pertenece irrenunciablemente a la señorita Forger.
—Así es —afirma Demetrius—. Aunque pronto será la señora Desmond.
—Bueno mi trabajo aquí está hecho, los dejo tengo compromisos pendientes —dice papá levantándose.
—¿Lo acompaño?
—No, conozco la salida permiso. Que tengan buenas noches —se despide, antes de retirarse.
En esos momentos también Demetrius se pone en pie, acomodándose un botón de su impecable y caro traje negro.
—Yo también me voy —anuncia.
Deja que sus abogados se retiren antes que él, entonces me pongo en pie también.
—Ve con cuidado —le digo.
—No te preocupes, no necesito ir con cuidado todo estará perfectamente bien. —Guarda las manos en sus bolsillos y se da la vuelta.
Lo extraño es la confianza que demuestra, como un jugador luego de haber ganado el mayor premio en una mano de pocker o hubiera cerrado el mejor trato de su vida en lugar de perder la posesión de todo un país. ¿Qué acaso no desconfía de mí?
Casi cruza la puerta, pero de la nada se detiene y se voltea hacia mi, como si hubiera olvidado decirme algo fundamental, ay no ¿y ahora que se trae?
—Anya. Casi, pero casi olvido decirte algo.
—¿Qué cosa?
—Nada importante, más bien es algo que quiero mostrarte.
Se pone a rebuscar entre el saco de su traje, ¿acaso trae un arma y me va a disparar? ¿Así es como el se coronará ganador de esto?
Bueno, quizás exagero un poco, lo sé cuándo saca de entre su traje un teléfono de los más modernizados para esta época, se pone a buscar algo en él mientras mis nervios aumentan. Su mente no me dice nada, se asegura de mantener el misterio.
Me acerco a él hasta quedar a sólo unos pasos para ver si acaso está fallando mi rango de lectura de mentes pero entonces él muestra el teléfono hacia el frente. Casi me quedo congelada al ver de lo que se trata, por unos momentos siento que hasta me falta el aire y un nudo se atora en mi pecho al ver a Damián en esa fotografía atado a una silla, con los ojos cubiertos por un pañuelo y la misma ropa que me había parecido tan atractiva esta mañana, pero había algo muy diferente en él, su rostro se notaba golpeado. Hasta entonces noté que los nudillos de la mano de Demetrius lucen enrojecidos, ¿acaso...?
—¡¿Qué le hiciste a Damián?! —le grito, con la voz desgarrada.
Él solo se encoge de hombros y demuestra una sonrisa maquiavelica, de nuevo coloca una mirada de lastima hacia mi.
—Es una pena, pero tenía que darle una lección para que aprenda que no debe de salir con mi prometida.
—Eres un... —guardo silencio, tratando de guardarme los insultos—. ¿Dónde está?
—Eso no te lo puedo decir. Pero tranquila, está a salvo. Al menos por ahora.
—¿Qué quieres decir?
—Fácil, lo tendré ahí hasta mañana en la noche cuando ya nuestra boda haya culminado, así no podrá impedirla.
—¡Él no impediría nada!
—Un hombre prevenido vale por dos, además esto fue como matar dos pájaros de un tiro.
—¡¿Qué locuras estas diciendo?!
Siento las mejillas calientes al momento en que unas lágrimas descienden por ellas. ¿Ya estoy llorando? Vaya...
Como reacción a eso Demetrius levanta mi mentón con sus dedos índice y pulgar, haciendo que lo vea directamente a los ojos.
—¿Lágrimas de amor? Lo suponía.
Intento darle una bofetada, pero entonces él alcanza mi muñeca con su otra mano y ante su expresión de crueldad me siento tan débil, tan pequeña...
—¡Suéltame! –vuelvo a gritarle.
—Cuándo te calmes —dice, con un tono realmente tranquilo—. Nunca entenderé ese sentimiento que hace que se les nuble toda razón, los vuelve estúpidos y fáciles de predecir. Tanto tu como mi hermano son realmente patéticos.
—Déjalo ir —suplico, no sé por qué. De pronto la ira que sentía se convirtió en cobardía y súplica.
De pronto ya no estoy segura de nada, ya no veo el plan que nos daría la victoria. Ya sólo está ese sentimiento "miedo" miedo hacia Demetrius, miedo a perder a Damián. Miedo a que todos salgan lastimados, ¿en que estábamos pensando al creer que podríamos ganarle?...
—Escúchame bien —dice, captando toda mi atención—. Si en verdad quieres que Damián vuelva a ser libre ni se te ocurra irte o faltar mañana a la boda. Como buena prometida vas a decir que si aceptas frente al juez. De lo contrario, no puedo responder por lo que le pasé a tu amado Damián.
—¿Qué estás diciendo? Se trata de tu propio hermano.
—Sí, también se trataba de mis padres los seres a los cuales les llevé la contra. También se trataba de mi hermano al que humillé a más no poder. ¿Acaso Pensaste que soy tonto o qué? ¿Pensaste que contigo sería diferente a ellos?
Me suelta, dándome un pequeño empujón hacia atrás pero sin hacerme daño. No sé por qué entonces siento que me faltan las fuerzas y caigo sentada en el suelo.
—No le hagas nada malo.
—Eso depende de ti —dice, observándome hacia abajo. Su semblante serio ni se inmuta cuando agrega—. Por cierto, si no cumples con lo que digo creo que mi hermanito tendrá que pasar a mejor vida, al fin y al cabo no hay pruebas de que he sido yo quien lo ha secuestrado y además siempre ha sido un estorbo para mi. Decidas lo que decidas yo gano.
No dice nada más, ahora si cruza la puerta y antes de cerrarla se despide con una sonrisa moviendo la mano. Desaparece como si no me hubiera dejado allí... destrozada, confundida, sin saber que hacer a tan solo pocas horas de lo que puede ser ¿la boda?
Maldición...
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro