Capítulo 20
X Anya.
Y bueno allí estábamos él y yo, yo y él, creo que se entiende el punto, nos encontrábamos viajando en el mismo transporte, sentados uno a la par del otro, ah y tampoco había un lugar al cual escapar de él, porque vamos, para la parada en donde me quedaría aun quedaba bastante lejos.
¿Pero qué hacia Damián Desmond tomando el transporte público? ¿No tenía un auto propio? ¿Acaso no tenía otra cosa que hacer en estos momentos? Ahora definitivamente queda comprobado que me está persiguiendo.
—¿Qué haces aquí? —fué lo que salió de mi boca, si la típica pregunta que al menos esperaba que respondiera sinceramente.
—Tomando el autobús —respondió, uso el tono más natural del mundo.
—Eso es lógico, pregunto ¿qué haces tomando el mismo autobús que yo? Te apareces en todos los lugares a donde voy, ¿me estas persiguiendo?
—No, sólo fue casualidad.
—Las casualidades no existen. ¿Qué planeas Damián?
—Nada. —Se encogió de hombros, restando importancia.
Le observo de perfil, aun se le notan algunos rasgos de la pelea como el labio roto de un lado, algunos moretones en una mejilla y luce algunas ojeras como si no hubiera podido dormir bien. Y no se esfuerza por decir más, sólo ha dado una simple respuesta, como si eso fuera a ser suficiente para mi, aunque por otro lado el silencio tampoco parecía una mala opción, me evitaría hablar con él a como se lo había prometido a Demetrius.
Pasaron unos cuantos segundos hasta que él volvió a hablar, a pesar de que lo trataba de ignorar sus comentarios empezaban a molestarme.
—Bueno, ¿y tus guardaespaldas?
—No necesito unos.
—Ahora que serás la esposa del fiurer los necesitarías, ¿qué te parece su opto por ese trabajo eh? Se invertirían los papeles del inicio, cuando me protegias y casi no hablabas ¿te acuerdas?
—No pienso ponerme a discutir Damián —reprocho con una mirada gélida.
Decido dejar de verlo por un momento y concentrarme en la ventana como si lo que sucediera afuera fuese más interesante: ah hola semáforo, adiós semáforo, hola árbol, adiós árbol...
—¿Por qué me has estado ignorando? —dice al cabo de unos segundos, rompiendo mi conversación mental.
—Ya no tenemos nada de qué hablar —murmuro, aunque en realidad teníamos mucho de qué hablar.
Entre nosotros hay cierta tensión desde el momento en que nos besamos, el tenerlo cerca hace que sienta cierta emoción y cosquilleo en el estómago, a lo que llaman maripositas que quizás luego tenga que ahogarlas. Porque siendo sincera representa una enorme debilidad para mí. La peor falla en cualquiera de mis planes es que él esté presente porque a su lado me vuelvo torpe y frágil como una niña pequeña. Además odio admitirlo pero su presencia me da mucha seguridad, es como si a su lado todo fuera perfecto.
—Tú eres la que siempre decide que ya no tenemos nada de qué hablar, realmente no se porque lo haces pero así es.
—Por que no tenemos nada de qué hablar, tu debes ser feliz con Becky y yo...
—¿Con mi hermano? —cuestiona, como dando la respuesta—. ¿Sabes lo jodido que me siento al estar enamorado de la prometida de mi hermano?
—Lo siento Damián, pero las cosas son como son. Deberías de cuidar a Becky, es una chica buena y se merece lo mejor del mundo.
—Nadie ha dicho que no lo haré.
—Perfecto —corto la conversación.
Debería sentirme feliz por lo que dijo, pero lo único que siento es un nudo en la garganta y un ardorcito del lado del corazón. Estúpidos sentimientos, ¿por qué tenía que enamorarme de él? Es un obstáculo. Debo concentrarme, la misión es lo importante... la misión es lo importante, la misión...
—No me malentiendas, Becky es como la hermanita que nunca tuve y le tengo cariño, pero lo que siento por ti es muy diferente.
—No es necesario que me expliques.
—Yo creo que si —insiste, entonces desvío la mirada a un lado.
—No te lo pedí.
—Está bien, quise explicártelo por mi mismo.
—Damián por favor, no hagas esto más difícil.
—¿Más difícil? —cuestiona, pero sin perder el tono de voz suave y sereno—. Tu eres quien insiste en complicarse, estas al lado de mi hermano aun sin sentir nada por él, y podría afirmar que él tampoco siente nada por tí ¿no lo ves? Te ve como un premio el cuál ha ganado, pero no siente nada por tí. Sólo quiere sentirse satisfecho por haberme ganado.
—¿Y no es ese también tu problema Damián? No quieres aceptar que él te ganó.
Lo siento, siento decirle algo tan cruel. Más por la reacción de ofensa con la que me ve, lo peor es que solo se pasa una mano en el cabello hacia atrás en señal de frustración, aún de esa manera se ve tan bien, ¿por qué tiene que ser tan jodidamente guapo?
—No, no es mi problema. Te he amado desde que tengo memoria. No sé por qué me sigues rechazando aún cuando me di cuenta de mi error y he tratado de enmendarlo una y otra vez, pero nada cambia el hecho de que tus sentimientos son los únicos que no mienten aquí.
—¿Mis sentimientos?
—Sí, por que aunque lo niegues estas jodidamente enamorada de mí.
Abro la boca formando una enorme o, ¿me ha dicho lo que escuché? ¿Cómo e' posible este suceso?
Intenta decir algo más, pero al final sólo lo retiene. El autobús se detiene en una estación y aprovecha para bajarse. Maldito egolatra, bueno no en realidad, bendita obra de arte. El jodido tiene toda la razón y hasta el momento no se ha creído mis mentiras eso debería alegrarme un poquito, es tan considerado, pero a la vez no puedo sonreír cuando yo lo estoy haciendo sufrir.
Lo peor es que no sé si lo del bus fué a propósito o solo casualidad porque al bajarse sus amigos lo estaban esperando, no logro escuchar lo que dicen pero parecen bastante animados, eso me hace preguntarme un poco ¿por qué no estoy siendo parte de eso? Pero al final no me muevo del aciento, los veo marcharse luego de unos momentos mientras el autobús continúa con el recorrido.
Sorprendentemente al llegar a mi apartamento veo que ya no hay nada roto, hay nuevas cosas sustituyendo las que faltaban y algo más... algo que me hace fruncir el cejo en señal de desconcierto. El mismísimo Demetrius Desmond está sentado en la sala, bebe delicadamente una copa de alguna clase de vino seguramente, junto a él hay un ramo de rosas rojas. Al notar mi presencia fija su mirada en mí.
—Ah, por fin apareces —murmura, dejando la copa en la mesa. Toma las rosas y las acerca en dirección a mí.
—¿Gracias? —respondo, utilizando un extraño tono de voz al no saber si agradecerle o preguntar por qué me había traído tal cosa.
—De nada.
Su tono de voz es cortante, lo cual es gracioso hacia cierto punto. Una vez que tengo las rosas en las manos mi confusión se hace más evidente. No debería pero ¿por que no molestar un poco su paciencia?
—¿Tú trayendo rosas? ¿En qué universo alternativo nos encontramos?
—Yo que sé, se supone que eso le agrada a las mujeres.
—¿Entonces eres de dar regalos?
—No necesito darlos, sólo tómalo como algo sin importancia —me dedica una mirada llena de frialdad que luego adquiere un poco de diversión malvada—. En realidad, me debatía entre sí regalarte las rosas o un cepillo para el cabello. Al final me decidí por lo menos innecesario.
—Muy gracioso —respondo, dándole una mirada de reojo. Dejo las flores sobre una mesa y vuelvo la mirada a él para enfrentarlo—. ¿Qué haces aquí?
—Dije que tenia algo importante que decirte ¿no? Ese día, cuando te encontré con Damián aquí.
—Sí, ¿de qué se trata?
—Tenía contemplado realizar la boda en dos meses para organizar todo.
—Bien, entonces ya tenemos fecha exacta —asiento con la cabeza, como si fuera una buena novia me siento a cierta distancia de él.
—No, eso lo había pensado antes. Cuando mis padres no se oponían a esta relación.
Creo que mi rostro adquiere una expresión de desconcierto que es notada por él, no me molesta que me vea así, porque tengo varias dudas justo ahora mismo.
—¿Quieres decir que vas a suspender la boda? ¿Se acaba el compromiso? ¿Por eso el gesto de traer las rosas?
—No.
Me ve con una expresión cual si me faltara algún tornillo o algo por el estilo.
—Todo lo contrario, voy a adelantar la fecha.
Bien, okey, eso me dejó bastante desconcertada, quizás me hubiera hasta echo caerme de espaldas si no estuviera sentada. ¿Qué Damián Desmond planeaba adelantar la fecha de la boda por que sus padres se oponían? No lo entiendo. ¿Será que tanto es el odio hacia Damián que no le importa la opinión de sus padres? ¿O será que hay algo aquí que aún no me ha quedado claro? ¿Qué será?
—¿Adelantarla? ¿De cuánto tiempo estamos hablando?
—Nos cansaremos en una semana.
—¿Qué?
No planeaba ocultar lo perpleja que había quedado, ¿en una semana? Quizás había pensado que en un mes, pero ¡¿una semana?! Eso significa que en una semana tendré que rechazarlo y sobretodo acelerar la búsqueda de abogados.
—Lo que oíste —habla, respondiendo a mi pregunta—. Mis abogados se pondrán en contacto con los tuyos para que ellos corroboren que los documentos que elaborarán son legales y no hay trampas.
—Está bien, pero ¿puedo preguntarte algo?
—A ver.
—¿Por qué ahora te estás oponiendo a tus padres? Si es simple capricho creo que estas llevando las cosas muy lejos.
—¿Ahora te preocupan mis decisiones o ellos? —me dedica una sonrisa de burla.
—Es que no parecen ser malas personas, solo están preocupadas por tí.
Bueno vale, parte de mí actuación de buena novia es preocuparme por que haga las cosas bien, si bien sus padres parecen ser buenas personas quizás no convendría que los tenga de enemigos, más después de la trampa que le tengo preparada... pero bueno, lo que más me llegó a sorprender fue la respuesta que dió.
—¿Parecen ser buenas personas o lo son? Sería bueno que te lo preguntaras tu más que nadie.
—¿Yo más que nadie? ¿Por qué?
Al momento que le hice la interrogante vi algo de arrepentimiento en su mirada por haber dicho lo que dijo, pero ni modo querido cagaste, ahora tienes que dar alguna que otra explicación.
—Porque si les hiciera caso te afectaría ¿no? Ya no tendrías el territorio que te he prometido, estoy a punto de ganar la guerra y obtenerlo para tí.
A pesar de que tiene lógica no lo sé, su explicación no parece muy convincente, algo me dice que está ocultando algo, pero es un jodido inteligente que no pensó en la verdadera razón.
Además, ¿él haciendo algo bueno por mi? Ohmaiga, no lo creo, se me hace que está ocultando algo mayor, algo capaz de darle un giro completo a la página.
—¿Te preocupas por lo que yo quiero? ¿Desde cuándo? —decido preguntar, así sea algo mínimo, pero tengo que averiguar que esconde.
—Desde que tengo convertirás en mi esposa, yo no creo en esas tonterías del amor o los sentimientos necesarios. Creo en un acuerdo mutuo para un matrimonio conveniente.
—¿De qué hablas?
—Fácil, serás mi esposa cumplirás el papel de tal, pasarás a ser la primera dama, una mujer con elegancia que viene de los barrios bajos, tu te encargarás de algunos de mis discursos y toda esa tontería de ponerse en el lugar de los demás, claro que ni tu te vas a enamorar de mi, ni yo de ti. Quizás con los años tendremos que seguir con el legado familiar dejando decendientes que sean ejemplo a seguir pero nada más.
Esperen, ¿qué? Para otras personas eso parecería ser un trato justo, quizás hasta una manera de vivir una vida llena de lujos sin preocuparse por el futuro, para mi no. Era una clara declaración de que una vez que estuviéramos casados sería algo de su propiedad, como una mascota que llevas contigo a todos lados, estaría encerrada en una jaula de oro, pero al fin de cuentas encerrada, y mi voluntad no es así de quebrantable, claro que no.
—No habíamos hablado de eso.
—Por eso lo estamos hablando ahora. Además es algo que pudiste haber adivinado por lógica ¿no lo crees? Nada es gratis en esta vida. Igual una vez que estemos casados podrás tener una vida normal, incluso tu padre podrá salir de la alcantarilla donde debe estar escondido, porque ese cuentito de que murió y tu sobreviviste no me lo creo.
–Eso no es...
—¿Cierto? –cuestiona, interrumpiéndome—, eso me tiene sin cuidado de todas maneras, pero ojito, ni se te ocurra traicionarme sino se van a arrepentir de no haber muerto en aquella explosión.
Para completar sus palabras me guiña un ojo, dando media sonrisa antes de inclinarse para dar un beso sobre el dorso de mi mano. Después de eso se levanta y como si nada sale del apartamento. Aún así, sin que esté presente se siguen repitiendo en mi mente sus palabras...
Y entonces sucedió, por primera vez llegué a sentir algo nuevo que no había sentido nunca hasta ahora, miedo.
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