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Capítulo 18

Damián.

Ella entreabre los labios, está por decir algo. Algo que nunca se escucha porque no emite ningún sonido, solo vuelve a cerrar los labios tratando saliva. Su nerviosismo es notable.

No pretendo ponerla en una situación incomoda, pero necesito saberlo... Quiero saber si es que en realidad ella no siente nada por mi y no hay otra manera.

Mantengo la mirada sobre sus ojos, esos ojos verdes tan brillantes y transparentes. Dicen por allí que los ojos son el espejo del alma y quiero creerlo, quiero creer que es incapaz de mentirme si no aparta la mirada de mí. A la vez tengo miedo de la respuesta que obtendré porque sea lo que sea que responda será verdad. No puede mentirme a menos que en verdad la nobleza y pureza de su alma esté corrompida, cosa que dudo demasiado, ella no es esa clase de persona, no sé a qué está jugando pero no lo es.

—Respondeme —insisto, ella no dice absolutamente nada.

Es en ese entonces que no sé quién de los dos toma la iniciativa, lo único que siento es la suavidad y delicadeza de sus delgados labios sobre los míos. Si tal y como lo digo, ¡nos dimos un beso! Ah, pero no cualquier beso. Siento sus labios deslizándose con lentitud contra los míos, me sigue el ritmo de manera tan perfecta, parece como si nuestros labios hubieran estado hechos desde siempre el uno para él otro, quizás porque había estado esperando esto desde hace mucho.

Entreabro los ojos un momento comprobando que mantiene los suyos cerrados, su rostro refleja tanta calma, soy consciente de que la he aprisionado contra una ventana pero las cortinas moradas impiden la vista hacia afuera. Vuelvo a cerrar los ojos inclinando mi rostro un poco más sobre el suyo, acariciando con suavidad sus mejillas. Es un momento tan tierno que si es un sueño no quiero que nadie me despierte.

Es hasta luego de unos segundos que nos separamos del beso lentamente, ambos abrimos los ojos sin poder apartar la mirada el uno del otro, sigo manteniendo su rostro entre mis manos, su aliento precipitado choca suavemente con el mío. Decido volver a acercar su rostro al mío para besarla de nuevo pero entonces se escuchan unos golpes en la puerta, por inercia ella se aparta de golpe dejándome confundido y con el corazón latiendome a mil.

Ninguno de los dos dice nada, es como si no encontráramos palabras en estos momentos, eso hasta que se escucha a la persona que está detrás de la puerta.

—¡Anya ábreme! ¡tengo algo importante que decirte!

Se trata de la voz de Demetrius, no sé por qué escuchar su voz interrumpiendo un momento comí este me pone tan de malas...

—Es Demetrius —susurra Anya.

Si lo sé bonita, joder, no tienes que hacer más tormentoso este momento mencionando su nombre.

—Dile que se vaya.

–No puedo hacer eso.

—Claro que puedes, solo debes decirlo —intento explicar, pero ella ya se encuentra empujándome por la espalda.

—Escóndete en mi habitación.

—Anya, no voy a esconderme —suelto con total tranquilidad cruzándome de brazos.

—Tienes que hacerlo —demanda, intentando empujarme de nuevo.

No quiero ser aguafiestas pero no ha logrado moverme ni un centímetro, no es que tenga poca fuerza pero soy inamovible de aquí si yo no quiero ceder.

—No —insisto.

Ella me ve con una expresión como si hubiera hecho el peor pecado del mundo. Parece estupefacta, horrorizada y seguramente con ganas de lanzarme cualquier artefacto que pueda causarme daño, a la cabeza.

—¿Sabes lo que pasará si te ve aquí?

—No, pero me hago una idea.

—¿Entonces?

—No le tengo miedo. —Me encojo de hombros, su expresión empeora a una de total desconcierto. Como si yo hubiera enloquecido.

Si Anya, quizás en tu lugar reaccionaría igual, pero pretendo hacerme cargo de mi responsabilidad en esto. Voy a enfrentar a mi hermano y nos ahorraremos problemas a futuro.

—¡¿Por qué jodidos no abres la puerta?! —grita Demetrius, insistiendo—. Sé bien que estás ahí.

—Damián por favor... —suplica Anya con la mirada.

Okey, prometo que no quiero ocasionarle problemas a ella, mi problema es con Demetrius. ¿Quién se cree para hablarle así y hacerla sentir miedo? No lo sé con exactitud, pero si el en verdad la quisiera no le hablaría de esa manera.

—¿De cuando a acá le tienes miedo y permites que controle tu vida así?

—No es eso.

—¿Entonces? ¿Qué intentas? ¿Crees que casandote algún día con el podrás persuadido sobre detener la guerra? No, no podrás y solo te está utilizando. Al menos yo no pienso permitir que te siga tratando así, voy a ponerle un alto.

—No, no lo hagas. No hagas nada, por favor —insiste ella, aún en tono suplicante.

¿Tanto le interesa seguir llevando una buena relación con él? ¿Por qué? ¿O es que acaso piensa que vamos a pelearnos?

—Somos adultos, si nos sentamos a hablar los tres con calma, llegaremos a un acuerdo sin que ninguno de nosotros salga afectado de más al romper el compromiso.

—Es que yo no quiero romper el compromiso —asegura, eso me hace sentir una fuerte presión en el pecho.

—¿Por qué?

—No puedo decirte, pero no lo haré.

—Dímelo, porque honestamente ya no estoy entendiendo nada.

—No es necesario que lo entiendas.

Doy dos pasos hacia atrás, suelto aire que no sabia que estaba conteniendo y llevo ambas manos a mi cabello para intentar contener la frustración. En verdad ya no estoy entendiendo nada, nos dimos un beso, sentí en ese momento que solo me quería a mi, pero sigue prefiriendo a Demetrius ¿por qué? ¿Acaso sigue dudando de mi capacidad para ayudarla?

—Quiero entenderte —murmuro, volviendo la vista a ella—. No importa que tan complicado o cruel sea, lo entenderé si me lo explicas. Incluso si me crees incapaz de ayudarte dímelo sin restricciones, me interesas tú y tu bienestar. Importa tres hectarías de pepinos lo que mi hermano intente hacer en nuestra contra, de todas maneras el respeto siempre se lo tendré. Aunque al final eres tu quien tiene la última palabra, ¿qué dices?

—No voy a romper con Demetrius.

Lo dice así, frío, seco, directo, sin verme a los ojos pero lo dice. Es como si me echará un balde de agua fría encima o me diera una patada en el hígado.

—No entiendo porqué, todo este tiempo me has querido solo a mí.

Por un momento ella parece haberse quedado sin aliento al escucharme decir eso, pero sigue sin voltear a verme, únicamente se muerde los labios y relaja su expresión.

—Nunca he dicho sinceramente que te quiero —murmura, por un momento dejo de respirar, no sé cómo reaccionar ante eso.

Lo que dice tiene lógica, me baso en lo que yo creo pero ¿qué opina ella?, no ha sido sincera respecto a sus sentimientos sin un interés de por medio o un momento que sea únicamente de nosotros dos. ¿Qué estoy haciendo intentando resolver esto de forma madura? No hay nada que resolver. Soy un idiota.

—Tienes razón.

—Debes irte —susurra.

No me atrevo a verla, sus pasos se alejan hacia la puerta, ah pero esta vez si la abre. Mis ojos entonces se desvían hacia la entrada Demetrius no duda en dar dos pasos hacia adelante.

—¿Por qué tardabas tanto en abrir ah?

Ella le responde nada, entonces las cejas de él se curvan con extrañeza y voltea la mirada hacia mí dirección, y sí me ve, no es que tenga una habilidad para volverme invisible.

—¿Que demonios haces tú aquí? —cuestiona, intenta dar unos pasos en mi dirección pero Anya lo detiene tomándolo de la muñeca.

—Espera, él ya se iba. —Me da una mirada que interpreto bien, quiere que sin decir nada más solo me vaya de aquí.

Guardo las manos en los bolsillos listo para irme, sin embargo sé que Demetrius no se quedará conforme con esa respuesta así que vuelvo a hablar.

—Vine pensando que estabas aquí. Te fuiste muy molesto de casa y sabes que a papá no le gustan las discusiones, quería ofrecerte mi ayuda para arreglar las cosas con él y bueno Anya me ofreció un café, le estaba dando mi opinión de este lugar.

—¿Crees que voy a creerte una sola palabra de las que has dicho? —pregunta, dándome una mirada de pocos amigos.

—No tendría porqué mentirte, no soy como tú ¿lo olvidas? —la pregunta se queda suspendida en el aire, no responde absolutamente nada. Sabe que no seriq capaz de jugar en su contra a las malas, se que me cree incapaz, de eso, entonces añado—: Entonces, ¿le estas pagando este lugar a tu prometida? No parece muy costoso.

—Claro que no, se lo está pagando ella sola. Luego de la boda nos mudaremos a un penhause propio. Cuando sea mi esposa tendrá lo mejor de lo mejor.

No desaprovecha la oportunidad para querer dejarme hecho polvo, lo peor del caso es que dentro de todo se que lo está logrando. Esta batalla está en mi contra pero no pienso dejarme humillar por él.

—Claro, no se podría esperar menos de tí, gastas dinero haciéndole honor a nuestro apellido. Justo por eso me parece tan raro que te hayas fijado en Anya, ella aprecia lo mínimo. Hace unos momentos atrás me estaba diciendo que le encantan esas cortinas.

Señalo las cortinas moradas de la ventana, después volteo a verla, está tan pálida como una hoja de papel.

Vuelvo a apartar la mirada de ella y avanzo hacia la puerta volviendo a hablar.

—Como sea, aquí vengo sobrando así que me voy a casa.

—Damián —dice Demetrius, haciendo que me detenga—. No te quiero volver a encontrar aquí o cerca de ella.

—¿Por qué? ¿Tanto miedo te doy?

Me vuelvo hacia él con una expresión desinteresada, no debería ser igual de cruel que pero por un momento siento la necesidad de sonreír de forma burlesca.

Su rostro se torna rojo de la ira, lo siguiente que pasa es que se acerca a mí lo más rápido que puede y un dolor se acenta en la comisura derecha de mi labio. Me ha dado un puñetazo. Ha sido tan fuerte que me ha hecho voltear el rostro. Hundo las cejas en total desconcierto pero mi cuerpo reacciona por sí solo, le devuelvo el puñetazo acertandolo en su mejilla izquierda.

Se escucha un grito de Anya pidiendo que nos detengamos pero ya no hay retorno, al carajo todo.

Sostiene mi camisa y vuelve a darme otro puñetazo. Me suelto de su agarre y le doy un empujón tan fuerte que cae sobre una mesa rompiéndola, una vez que cae al suelo me subo sobre él y le atino otro puñetazo en el rostro. Él usa una de sus rodillas para darme un golpe en el abdomen, me quedo sin aliento y es donde aprovecha para quitarme de un empujón.

Escucho los gritos de Anya cuando él se pone de nuevo en pie y vuelve a darme una patada, esta vez en las costillas.

—¡Detengase de una vez! —grita. Empuja a Demetrius por los hombros para alejarlo de mi, es entonces que vuelvo a ponerme en pie—. ¡¿Cuántos años tienen ocho?!

—Quítate no estorbes —le espeta Demetrius, empujándolo hacia un lado.

Ella cae sentada en un sofá, eso hace que abra los ojos como platos mientras la furia se acentúa más en mí.

—¡¿Cómo te atreves?!

Vuelvo a acercarme a él, esta vez le doy dos puñetazos utilizando las dos manos, el vuelve a cargar contra mí, nos golpeamos contra lo que aparece en nuestro camino, varias cosas caen por el suelo pero no me detengo a ver que son. No obstante al cabo de unos segundos se escuchan unas sirenas afuera.

Ambos nos apartamos al escuchar eso, alguien debió de llama a la policía. Volteo a ver a Anya pero sigue en el mismo lugar, cubriéndose el rostro con ambas manos. Soy un idiota. Me acerco a ella colocándome de cuclillas.

—¿Estás bien? —susurro.

Ella se descubre el rostro limpiándose unas lágrimas. No dice nada porque en esos momentos entran los agentes en la casa dispuestos a hacer su trabajo, la puerta se había quedado abierta, no obstante en cuánto ven que se trata de nosotros lo único que hacen es un saludo en muestra de respeto.

—¿Pueden acompañarlos a casa? Por favor —murmura Anya, tan bajo que apenas se logra escuchar su voz.

—Señor —dice uno de ellos, acercándose a mi, me ayuda a ponerme en pie.

Otro de ellos se acerca a Demetrius, tratando de ayudarle tomándolo del brazo pero él se suelta de un solo jalón.

—Sueltame, no me toques —rechista.

Le da una mirada a Anya antes de caminar delante de mí, ambos somos escoltados por los oficiales hasta nuestros autos, incluso después de subir y conducir hacia casa vienen tras nosotros.

Al llegar a casa ambos entramos casi al mismo tiempo, creí que no había nadie pero me he equivocado, papá nos esperaba como si ya supiera lo sucedido.

—Me decepcionan —dice, una vez que entramos en casa—. Estoy tan avergonzado de ustedes. —Niega con la cabeza y no dice nada más. Se aleja a paso lento.

Ninguno de nosotros lo sigue ni hace nada por arreglar las cosas. Es imposible con lo rotas que están, a partir de aquí sé que nuestra hermandad se ha roto y puede que hasta nuestra familia empiece a caer.

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