❥ (遇到) OO1.
*·˚ Capítulo 1: Primer encuentro.˚·*
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— Si llegas a traerme un pez del tamaño de tres hombres, prometo convencer a tu madre de que te permita viajar a la Isla Jeju para convertirte en Thrice.
Mis ojos brillaron ante las palabras del señor Wang, y sin pensarlo, asentí rápidamente antes de comenzar a correr hacia el árbol más grande de todo el bosque Seokbak. Estaba justo frente al mar, así que me daba una excelente vista sobre mis posibles presas.
Estaba realmente emocionada.
Tomé la caña de pescar de mi mochila justo al momento de llegar a la copa, sentándome en la gruesa rama mientras lanzaba el anzuelo, lista para sorprender a todos los que no confiasen en mi potencial.
Desde que había sido pequeña, soñé con convertirme en Thrice, porque ese era el mayor logro de humanidad dentro de nuestro pequeño mundo.
Tener licencia de Thrice era equitativo ser un superhéroe de las películas, o incluso mejor. Tendría dinero de por vida, resistencia, fuerza, y también estaría enteramente hecha de sabiduría y esfuerzo. Eran pocas las personas que lograban sobrevivir a la cantidad de pruebas que imponían, pero sin dudas, el superarlas era el mayor placer para la mente.
La caña tiró de mis brazos y me sorprendí a mí misma por la fuerza del animal. Escalé el árbol al igual que un mono y comencé a halar con fuerza, todo mientras me ayudaba con mis piernas y el tronco del árbol. Conseguiría ese pez costase lo que costase y finalmente dejarían de verme como una debilucha. Aunque, para ser honesta, no me importaba en lo absoluto.
Tomé una última profunda respiración y halé todo lo que mis brazos pudieron, viendo un pez del tamaño de cinco o más hombres, salir disparado hacia la orilla.
Si la gente no me creía capaz de conseguir nada, esta era la prueba fehaciente de que podía dar mucho más de lo que yo misma me creía capaz.
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Esa misma tarde, el viejo señor Wang se dirigió junto a mí, a casa de mi madre. Él era su mejor amigo, por lo que no existía nadie más capacitado para poder convencerla de dejarme viajar.
Suplicaba por que me dejase ir. Daría mi vida con tal de cumplir eso.
— No lo sé, Dahyun... —Mi madre suspiró, rascándose la cabeza con agobio.— Me preocupa que te vayas por tanto tiempo. El entrenamiento que te harán es demasiado exigente, y también he escuchado que no tienen control por los participantes que entran. De seguro irán asesinos o delincuentes que sólo arruinarán tu progreso y el de los demás... —Suspiró, mirándome apacible.— No quiero sonar pesimista, Dahyun, ¿pero qué tal si no vuelves? No podría soportar no volver a verte o saber que algo malo pasó contigo. Yo...
— Mamá. —La corté, entregándole mi más cálida sonrisa.— Estaré bien, lo prometo. —Estiré mi meñique hacia su mano.— Por la garrita.
— Confía en tu hija, Kim. —El señor Wang me abrazó por los hombros, haciéndome reír ante su gentileza y dulzura.— Capturó un pez de casi ocho metros y lo trajo ella misma hasta aquí. ¡Con sus propias manos! ¿Crees que todos pueden hacer eso? —Negó.— Tu hija tiene algo especial y necesita dejarlo libre, Kim. Necesita perseguir sus sueños y ser aún más valiente de lo que es. Es su deber explorar y conocer el mundo... Sola.
Mi madre lo miró un par de segundos, intercambiando miradas conmigo. Pronto estiró su meñique hacia mí y lo enlazó con el mío.— Por la garrita.
Rápidamente salté sobre ella para darle un gran y apretado abrazo. Era una madre excepcional, pero me costaba creer que realmente me había dado el permiso de desaparecer por más de un año, sin mantener contacto alguno con ella.
— Pronto llegaré aquí para proteger la casa, a ti y a la abuela, mami. Te lo prometo. —Cuando alcé la mirada, vi sus lágrimas comenzando a descender por sus mejillas. Mi corazón se estrujó intensamente y un nudo se formó en mi garganta.— No llores, no puedo llorar a treinta minutos de subir al barco con los demás.
— Lo siento. —Se disculpó, soltando una risita.— Estoy emocional. Sabía que hoy te irías aunque yo no quisiese, pero no estaba preparada para vivir esto. —Me abrazó contra su pecho, dejándome repetidos besos sobre la cabeza.— Quiero que sepas que estoy muy orgullosa de ti.
No podía negar que me la pasé cinco minutos exactos ahogándome en mi propio llanto con la despedida de mi madre, mi abuela y el señor Wang. Era difícil alejarme de ellos tan repentinamente. Estaba tan acostumbrada a bromear junto a ellos durante cada compra o cena, y asimismo convivir con su preciosa calidez desbordante de amor, que estaba segura de que me harían falta durante los próximos días, semanas y meses.
Prometí volver y por supuesto que lo haría, de modo que no debía desanimarme. No ahora que por fin cumpliría mi sueño.
Cuando subí al barco, se sintió detestablemente insólito. Todos parecían ser foráneos, y el hecho de que pareciese que ninguno estaba interesado en interactuar con otros, me lo afirmaba. ¿Por qué habían tantas personas de distintos lugares? Con eso sólo podía suponer que no habían más barcos y no les quedaba de otra que meternos a todos en el mismo lugar, pero sería una obvia falacia.
Di cortos pasos dentro, tratando de inspeccionar cada detalle y aspecto, a su vez, tratando de encontrar alguna distracción beneficiosa; como alguna mascota, quizás. No me gustaba estar rodeada de personas y con el silencio inundando el ambiente, detestaba el aislamiento de ese tipo, me hacía sentir insegura. Estar allí se sentía tan fuera de lugar que por un momento creí que había escogido mal mi camino.
— Ya que ustedes son los últimos en abordar, me presento; soy el capitán Kang Hyowon. —Un señor de edad promedio apareció frente a nosotros con una pequeña tripulación de tres personas, cuidando su espalda. Parpadeé un poco cuando noté lo roja que estaba su nariz, genuinamente parecía la representativa nariz de un borracho. ¿Permitían a capitanes borrachos?— Antes de dejarles entrar a los camarotes y cabinas, necesito que me escuchen con atención. A cada uno de ustedes se les asignará un número, ese será su identificación para nosotros, ¿les queda claro? —Todos asintieron con algo de desánimo y yo sonreí ligeramente. Estaba muy emocionada, no podía esconderlo.— Necesito presentarlos a cada uno de ustedes para que los demás y yo podamos recordarlos. Después de todo, convivirán más de lo que creen, no pueden aislarse.
La primera en hacerlo fue Zhou Tzuyu, número catorce. Se dijo a sí misma que era la más bonita de todos allí y que no debían cuestionárselo. También añadió que no estaba interesada en hablar con nadie, por lo que sugirió que ni se le acercasen.
Minatozaki Sana, número veintinueve. Se presentó como una persona demasiado empalagosa, aunque también muy honesta y leal. Podía admitir con toda seguridad que su imagen causaba un amor automático e instintivo en mí. Era la clase de persona con la que sabía que me sentiría como en casa, no sé cómo es que no la había mirado antes.
Myoui Mina, número veinticuatro. No habló demasiado, únicamente dijo que creía en su potencial, y que estaría dispuesta a ayudar o a enemistarse con quien fuese con tal de superarse. Se notaba fría y distante, pero el brillo en sus ojos me confundía de sobremanera.
Son Chaeyoung, número veintitrés, fue a la última a quien le presté mi total atención. Dijo que no buscaba luchas con ninguno de nosotros y que no la tratasen como saco de boxeo cuando se diesen cuenta de lo torpe que era. Los que siguieron después de ella, hablaron con arrogancia y prepotencia, se percibía que no eran de fiar en ningún estado. Incluso Tzuyu, a pesar de lo narcisista que pudo haber sonado, se oyó mucho más abierta en cuanto a sí misma. Era prudente decir que su arrogancia estaba ligada a sus inseguridades.
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Pasadas las horas, me quedé jugando un tiempo con el hilo de mi caña de pescar. Estaba demasiado ansiosa por comenzar a charlar con cualquiera que se me cruzase, sobre todo porque el comandante nos había avisado que tardaríamos al menos una semana en llegar a la Isla Jeju. No aguantaría estando en silencio tanto tiempo.
— Fíjate por dónde vas, ridícula.
Alcé la mirada cuando oí la dulce voz de Sana regañando a la, supuestamente, arrogante Tzuyu. Ella se vio completamente sorprendida, pero en cuestión de segundos estaba caminando con pasos firmes hasta quedar frente a su rostro, tratando de intimidarla.— ¿A quién le dices ridícula, animal? El del peinado punk, pásame tu bate de púas que estoy lista para volarle la cabeza.
Parpadeé escéptica, innegablemente divertida con la situación. Mi intuición y corazonada decían que ninguna trataría de matar a la otra. Igualmente, me parecía inmaduro que estuviesen discutiendo a estas alturas.
Calculé el lanzamiento de mi anzuelo y le di justo en el abrigo de Tzuyu. Rápidamente me levanté del suelo y la halé hacia mí, sorprendiendo a Sana y otras pocas personas más.
— No es momento de pelear. —Desenganché el anzuelo de su ropa, mirándola justo para notar cómo su ceño se fruncía en molestia.— Todos estamos exhaustos, no comiences algo que nos agotará más.
— Hazle caso a la cría, Tzuyu. —Me giré al escuchar la voz llena de irritación y sátira, tratando de encontrar quién era la que había hablado. Prontamente localicé a una chica de cabello negro y flequillo, sentada con una de sus piernas flexionadas. Fruncí el ceño cuando noté el número nueve en el lado izquierdo de su pecho y la baraja de naipes que tenía en su mano.
Hirai Momo.
No le había tomado la atención suficiente desde que percibí la malicia en cada poro de su cuerpo. No era digna de mi confianza, por ello decidí mantenerme lejos de su presencia.
— ¿Cría? —Reí suavemente.— Discúlpame, abuela.
— Eres una cría, no deberías estar aquí. —Adoraba mi temperamento, por la misma razón de que ese tipo de comentarios no me molestaban en lo absoluto. Tenía problemas con mi orgullo, sí, pero sólo cuando perdía contra alguien en una batalla.— Quieres volverte Thrice, ¿no? Lamento decirte que aún eres demasiado débil.
Aunque no me afectó de manera dolorosa, sí que lo hizo de forma reflexiva. Crecí entrenando y luchando por mi propia cuenta, sabía que me faltaba demasiado por llegar a ser una de las mejores Thrice alrededor del mundo... Pero su frase sólo me había hecho sentir desafiada de mis habilidades, no herida.
— No le hagas caso, linda. —Sana se acercó a mí, tomando mi mano para comenzar a alejarme de ellas. Sonreí ante su contacto, consolidando que su descripción de sí misma era cierta.— Hirai Momo y Zhou Tzuyu son seres insoportables, sólo ignóralas.
— Tú eres la que me llamó ridícula, ven aquí y pide disculpas. —Sana me soltó, volteándose hacia Tzuyu una vez más.— Tú también tienes cara de cría, deberías respetarme y llamarme unnie.
— ¿Unnie? —Rió, aparentemente incrédula.— ¿Te has visto al espejo? Parece que tienes tres años, puberta.
Tzuyu rápidamente la tomó por el cuello, estampándola contra la pared. Sana volvió a reír, indolora, mirando un punto fijo por sobre su hombro.
— Ustedes. —El capitán volvió a aparecer, parándose derechamente.— Tzuyu, suéltala. Las cuatro, vengan aquí.
Mis ojos se abrieron al darme cuenta que también se refería a Momo y a mí. Sana y Tzuyu se iban a arrancar los ojos, su discusión era incomparable con la nuestra.
— ¡Tzuyu empezó! —Sana fue la primera en hablar en cuanto llegamos a un cuarto vacío y sin puerta.
— ¡Fue Sana!
— ¡No es cierto!
— ¡Sí es cierto!
— ¡Tú eres la que debería llamarme unnie, lo siento si te ofendí con lo de ridícula, Tzuyu-yah! —Tzuyu iba a rebatirle, pero pareciese que sus disculpas estuviesen haciendo eco en su cabeza.
— ¡Tú no eres mi unnie, Sana-yah! —Sana se cruzó de brazos, como si estuviese intentando retener un berrinche.— No eres la mayor, no voy a tratarte como alguien importante.
— Silencio. —Ambas miraron hacia el capitán con el ceño fruncido. Tzuyu bufó, gruñendo.— No necesitan tener rivalidades en su primer día de estadía. Arreglen esto ahora.
— ¡No voy a disculparme con Sana!
— ¡Soy tu unnie!
— ¡No lo eres!
— Para tu lamento, Tzuyu, Sana es mayor que tú. —El capitán volvió a hablar, provocando que las mejillas de Tzuyu se volviesen carmín de la ira.
— No es mi unnie. —Chistó su lengua al decirlo.
— ¡Sí lo soy!
— Pueden tener una batalla afuera. —Hablé por primera vez, capturando la atención de los cuatro.— Sabemos que discutirán durante todo el viaje, será mejor que lo arreglen así.
— Estoy de acuerdo. —Habló el capitán.— Mientras no piensen matarse en presencia de todos, es lo mejor para ambas... Y, Hirai... —Suspiró.— Evita desalentar a los demás. Enfócate en ti y no molestes a Dahyun.
— Simplemente dije la verdad. —Miré a Momo, quien estaba a mi lado con las manos dentro de los bolsillos de su pantalón.— Dahyun es débil, es un hecho.
— ¿Por qué te parezco débil?
Por fin me miró directamente a los ojos, ladeando su insufrible sonrisa llena de diversión. Sus ojos se veían tan vacíos, como si no tuviese ni un sólo sentimiento o emoción. En otro momento, me pudo haber parecido realmente intimidante que me mirase de esa forma, pero mi persistencia y orgullo comenzaron a latir junto al ritmo de mi corazón para cuando soltó su última pregunta:— ¿Has hecho algo para que piense lo contrario?
Volvió a desafiarme. Estaba segura de que ella ya había encontrado mi punto débil. El hecho de que me confrontase de esa manera, era un claro signo de superioridad, y aunque no tuviese nada que demostrarle, me encargaría de hacerle saber que no era mejor que yo.
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Siguiendo los pasos de las demás hasta fuera, noté cómo rápidamente Momo se sentó al costado del barco, abriendo su bolso y dejando escapar un pequeño panda rojo que apresuradamente se acomodó en sus brazos.
La observé, cuestionante. Sabía que se podía traer mascotas como compañía, pero al menos yo, no iba a arriesgarme a que un pequeño animalito muriese si es que yo no sobrevivía.
Me enfoqué en la chica de mi tamaño que estaba a unos metros, Son Chaeyoung. Barría con esmero, como si realmente fuese necesario usar su escoba en ese momento. No había ni la más pequeña suciedad en todo lo que llevaba inspeccionando, por lo que no me quedó de otra que suponer que sólo lo hacía para pasar el tiempo. No es como si hubiese algo mejor que hacer, de todas maneras.
Inesperadamente, Park Jaebeom; número cuatro, y Kim Youngwoon; número diecisiete, empujaron a Chaeyoung para que se cayese. Oí el sonidos de sus rodillas chocando con la madera, y no tardé en reaccionar tomando mi caña. Lancé el anzuelo de tal manera que pude envolver el cuerpo de Jaebeom y tirarlo hacia atrás para que se cayese. Youngwoon al ver lo que había hecho, sonrió con satisfacción, como si le hubiese gustado que hiciese aquello.
En cuanto desaté a Jaebeom, no tardé en patearlo para que rodase lejos de Chaeyoung. No me importaba si trataba de golpearme, sólo no quería que tocase a Chaeyoung. No lo dejaría mientras yo estuviese presente.
Ella tímidamente y con las mejillas sonrojadas, tomó mi mano estirada y se levantó, sacudiendo sus rodillas.— M-muchas gracias por ayudarme...
— No fue nada, ¿estás bien? —Asintió con nerviosismo, soltando una pequeña risa.— ¿Por qué te empujaron?
— N-no lo sé. —Corrió la mirada.— Mi torpeza les parece divertido...
— ¿Puedes defenderte?
— Eso creo... —Fruncí el ceño, no pudiendo entender qué era lo que pasaba por su cabeza.— No me gusta estar molesta. Cuando lucho con ira, no suelo medir mi fuerza. No quiero matarlos, no quiero hacerle daño a nadie, de verdad.
— ¿Te preocuparás por ellos aún cuando hicieron algo malo?
Mi respuesta pareció dejarla sin habla, pero pronto asintió.— Sí...
— Eres muy dulce, Chaeyoung. —Volvió a desviar la mirada, jugando con sus dedos en un claro reflejo de ansiedad.— Podemos ser amigas durante este viaje, ¿qué dices?
Su sonrisa se estiró con emoción al instante, causándome una gran sensación de calor en el pecho.
— No pueden ser amigas. —Mis labios se volvieron una tensa línea al escuchar la voz de Momo. Me volteé a verla, detestando una vez más su inexpresivo semblante.— La amistad no existirá cuando busquen demostrar sus fortalezas. Sentirán envidia de la otra y no serán capaces de controlarse.
Si ella creía que yo era capaz de traicionar a una persona quien le prometí amistad y lealtad, definitivamente no me había leído tan bien como pensé.
— No me conoces. Si Chaeyoung decidiese enfrentarme, sería capaz de dejarme derrotar con tal de que ella estuviese bien.
Rió fuertemente, negando con la cabeza, divertida.— No es necesario que me mientas a mí, Dahyun. —Fruncí el ceño, acercándome con pasos cautelosos hacia ella.— Ya descifré tus debilidades. Tu orgullo jamás te dejaría perder, ni siquiera contra la persona a la que le juraste lealtad.
Apreté la mandíbula, sintiendo una molestia comenzando a recorrer mi cuerpo. Yo sabía que jamás traicionaría a alguien, y era por eso que me molestaba tanto escucharla decir aquello.
— M-Momo unnie, no deberías ser tan dura con Dahyun unnie...
— Espera. —La callé.
Alcé la vista hacia el cielo, buscando la señal que me había provocado un escalofrío en la espina dorsal.
— Dahyun unnie, ¿estás b-
— Chaeyoung. —Volví a cortarla. Necesitaba prestar atención a lo que sea que puso en alerta mis sentidos. Más temprano que tarde pude percibir el sonido de un relámpago a la distancia.— Se acerca una tormenta.
Cuando bajé la mirada, vi nuevamente la ladeada sonrisa de Momo. Sujetó con firmeza su mascota antes de levantarse y comenzar a caminar hacia dentro, desapareciendo justo cuando el capitán pasó por su lado.
No hizo falta esperar demasiado para que las olas estuviesen arremetiendo una y otra vez contra los costados del barco. Park Jaebeom y Kim Youngwoo estaban recibiendo su merecido con los fuertes mareos que revolvían sus estómagos.
Escalé el mástil para guiar las velas, mientras el capitán nos dirigía con la fuerza precisa hacia las olas. Debíamos coordinarnos si no queríamos ser sepultados por el mar.
Por mera curiosidad, miré hacia abajo en busca de alguien lastimado, pero sólo me topé con Sana y Tzuyu preparándose para luchar. ¿Tenían que hacerlo cuando estábamos pasando por un momento crítico?
Chaeyoung, quien trataba de sujetarse a un costado, no resistió con el impacto de una ola y cayó por la borda. Sus manos tratando de sujetarse inútilmente de la húmeda madera.
Sin esperar que alguien más la viese, salté desde donde estaba, corriendo sin pensar en nada más que su rescate. En cámara lenta pude ver sus manos soltándose, y sabiendo que ya no podría atraparla, decidí arriesgarme.
Me lancé junto a ella.
Sabía que ya no tenía forma de volver a subir, pero no iba a abandonarla cuando le había prometido mi lealtad.
Para mi sorpresa, sentí dos manos en cada uno de mis talones, sujetándome con fuerza mientras yo sostenía firmemente las muñecas de Chaeyoung. Traté de mirar quiénes nos habían ayudado, y sonreí internamente cuando vi a Sana y Tzuyu.
Serían de mi confianza desde ese momento. Aún a pesar de sus rivalidades, se pusieron de acuerdo para ayudar, y eso lo valoraría por siempre.
Sentí unos fuertes brazos envolviendo mi cintura con cuidado para luego alzarme y regresarme al barco. Chaeyoung cayó sobre sus piernas inmediatamente después de tocar el suelo, incapaz de levantarse. Estaba empapada de pies a cabeza y si no se cubría pronto, el frío podría causarle hipotermia.
Me volteé, queriendo agradecerle a la tercera persona que ayudó, pero mi ceño se frunció al toparme con una Momo impecablemente intacta. Ni el viento de la tormenta ni el peso de mi cuerpo y el de Chaeyoung parecía haber causado algún desgaste en ella, era casi irrisorio pensarlo.— ¿Qué es lo que miras tanto?
— ¿Por qué nos ayudaste? —Sonrió ante mi pregunta, agachándose para recoger al panda rojo que tiraba de su pantalón.— De todas las personas que pudieron ayudar, tú fuiste la última que pasó por mi cabeza.
— Con el riesgo que acabas de tomar, demostraste tu perseverancia y lealtad. —Abrí mis ojos, no esperando una respuesta como esa.— Sería una lástima que murieses de esa forma tan básica en tu primer día de entrenamiento.
En un despistado gesto, miré lo que parecía ser Mina corriendo con toallas y mantas hacia Chaeyoung. Trataba de abrigarla y secarla con cuidado, mirándola con algo de lástima. Chaeyoung movió su boca en un intento de hablar, pero se desmayó tan pronto soltó la primera palabra.
Cuando volví hacia Momo, me di cuenta de que se había ido una vez más, sin dejarme responderle miserablemente.
— E-estuviste bien. —Oí a Tzuyu carraspear, hablando directamente con Sana.— Tienes fuerza y eres ágil, estoy sorprendida.
Toda la rabia que pudo haber tenido Sana segundos atrás, pareció extinguirse con sólo sus dos primeras palabras. Sonrió dulcemente, mirándola con sorpresa.— Tú también lo eres. —Tzuyu volvió a carraspear y quise reír al notar la obvia incomodidad que le causaban los halagos.— Tienes buenos reflejos.
— Gracias. —Sana asintió en una silenciosa réplica, volteándose para volver dentro.— Sana unnie... —Esta se congeló al escucharla, mirándola con una desconfianza palpable. Estaba segura de que ni siquiera Tzuyu sabía porqué la había llamado así.— No volveré a tratarte mal, unnie.
Sana negó con la cabeza, esbozando una reluciente y tranquila sonrisa.
— No te preocupes, está bien. Ya puedes llamarme sólo Sana, suena más afectuoso. Con unnie me haces sentir como una extraña.
Reí suavemente ante su peculiar interacción, volviendo a buscar a Chaeyoung con la mirada para verificar que estuviese bien. ¿A qué se debió su desmayo? Quizás no toleraba las emociones demasiado fuertes.
— La llevaré dentro. —Mina la tomó por la parte trasera de su cabeza y los muslos, alzándola entre sus brazos.— Ustedes deben ir a descansar, así que vayan a sus cuartos y duerman un par de horas... Me encargaré de cuidar a Chaeyoung hasta que despierte.
No llevaba ni un día completo de entrenamiento, y ya sentía que la aventura más radical de mi vida acababa de comenzar.
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