❥ (滑板) OO3.
*·˚ Capítulo 3: Patineta.˚·*
﹏ ﹏ ﹏ ﹏ ﹏ ﹏ ﹏ ﹏ ﹏ ﹏ ﹏ ﹏
Estaba completamente de acuerdo con el capitán; un mes no era tiempo suficiente.
En un inicio sólo no habíamos mofado del exagerado tiempo que nos habían regalado, pero a medida que avanzábamos, era notorio que los tropezones se volvían cada vez más fuertes y complicados. Pudimos ver animales impensables, paisajes irreales y recorridos imposibles. El más fácil fue un cráter con un radio de treinta metros y con una profundidad de incontables escalas. El tamaño no parecía exorbitante exactamente, pero no teníamos ninguna protección ni planes a la mano como para superarlo. Si dábamos un mal paso, entonces caímos directo al abismo.
De mala gana podía admitir que Momo no era un ser tan inservible como creí. Cuando teníamos que cruzar una abertura demasiado grande, ella se las arreglaba para arrancar trozos de madera de los árboles y luego los lanzaba al fondo. Con su magia los elevaba y las volvía resistentes, formando algo similar a un puente un tanto delgado para que cruzásemos. Agradecía por que no hubiese decidido empujarnos al vacío a medio camino, porque la creía muy capaz.
Las veces que la vi ayudarnos utilizando su magia, la curiosidad me picaba en todo el cuerpo por preguntarle cómo es que podía hacer eso. ¿Quién podía tomar tal control sobre su cuerpo y aura como ella lo hacía? No conocía a nadie que pudiese igualarla, ni siquiera Mina, que poseía regeneración inmediata. Aún así, el odio que le tenía a Momo era tan estrecho y palpable, que prefería mil veces darle la espalda que preguntarle.
— Llegamos hace varios minutos ya, ¿cuánto se supone que debemos seguir esperando de nuevo? —Tzuyu exageró, sentándose en el suelo. Sana la imitó, apoyando la cabeza sobre su hombro sin siquiera importarle si su muestra de afecto sería bien recibida o no. Reí abiertamente ante la obvia tensión en el rostro de Tzuyu, provocando que ella me mirase sin pestañear. Estaba estática.
— Lo único que tengo claro, es que todos los participantes que llegaron para finalizar la prueba, están aquí. —Dijo Mina, observando meticulosamente a su alrededor.— No estamos perdidos y eso es un punto a nuestro favor.
Y estaba en lo correcto. El único gran problema era que ni la mitad de los participantes que estaban desde el inicio se encontraban aquí, y era terrorífico estar en una cueva que parecía no tener fin. ¿Por qué nos habían mandado aquí? Y los que no habían llegado, ¿era porque estaban muertos?
— Yo creo qu- —Momo dejó de hablar al chocarse con mi hombro. Iba a recriminarla, creyendo que me había empujado a propósito, pero pronto noté a un varón demasiado tonificado y musculoso, mirándola con la burla grabada en su sonrisa. Él la había empujado para hacerse camino, logrando que Momo me empujase también.— Fíjate, hombre, ¿es que no vas a pedir disculpas?
El risueño tono de su voz no me daba una buena espina. Momo jamás había actuado de esa manera tan calmada, menos cuando le hacían algo así.
El hombre rio, frunciendo sus cejas con diversión.— ¿Debería? Tú fuiste la que se interpuso en mi camino, no molestes.
Momo sonrió con incredulidad, volteándose hacia nosotras. Mi boca se abrió para decir algo, pero ella me lo prohibió con sólo mirarme a los ojos, chasqueando sus dedos segundos después. Oí un grito desesperado y cuando busqué quién había sido el culpable, me topé con ese hombre, con su brazo a medio desaparecer.
— Por Dios, Momo... Tú- —Ella había sido, no tenía dudas. Era demasiado funesta y fatal como para ser verdad, y de cierto modo lograba ponerme nerviosa.
— ¿Yo qué?
Apreté la mandíbula, detestando que usase ese tono conmigo. No le había hecho nada y encima me trataba peor que a ese hombre.— Idiota, ¿es que no puedes controlarte?
— No, no puedo. —Se acercó unos pasos a mí, levantando mi barbilla con fuerza para que la mirase. Quité su mano, haciendo que su ceño se frunciese en ira.— Ya que viste eso, ¿te imaginas todas las cosas que puedo hacer con tu cuerpo? —Preguntó, su mirada vagando por mí de arriba hacia abajo, hasta volver a mis ojos. No estaba siendo una provocadora con intenciones de seducirme, estaba siendo inmutable, insensible, como si quisiese denotar una serenidad sádica... Como si estuviese imaginando las peores escenas conmigo.— Me faltas el respeto a cada segundo, Dahyun, y no soy una persona paciente. Me encuentro bastante molesta ahora mismo y pareces ser mi mejor opción para liberarme...
— De acuerdo, Momo. —Sana se puso frente a mí, empujándola por los hombros. Momo sonrió, apartando sus manos de encima.— Es suficiente, las dos sabemos que matarla sería una pérdida de tiempo.
¿Eso debía tomármelo como una ofensa o no?
— ¿Así que tu novia debe hablar por ti, Dahyun? —Momo lamió sus labios con un patético aire de supremacía, caminando directamente hacia otro grupo lejos de nosotras: Moon Byul-yi; número diez. Kim Yongsun; número dos. Por lo que me había percatado desde la estadía en el barco, ellas eran similares a Momo, o al menos, compartían habilidades.
— ¿E-estás bien? —Chaeyoung se puso frente a mí, haciéndome sentir confundida ante su tembloroso labio inferior. ¿Estaba a punto de llorar?
— Por supuesto, Chaeng. ¿Tú estás bien? —En cuanto terminé de decir aquello, se aferró a mí con fuerza, dando cortos sollozos. ¿Qué es lo que había pasado?— Chaeyoung...
— No puedo protegerte. —Dijo, sorbiendo su nariz.— Me da miedo la presencia de Momo, Dahyun unnie, no puedo alejarte de ella, ninguno de estos días he podido... Soy demasiado débil, lo siento mucho...
— Chaeyoungie, está bien. —Le devolví el abrazo en un intento de hacerle saber que todo estaba perfecto, quería y esperaba reconfortarla.— No eres débil, para nada, y lo único que me importa es que tú estés bien, ¿de acuerdo?
꒰ ¡ ♡ ! ꒱
Un hombre demasiado alto y delgado que jamás había visto, apareció frente a todos pasada la hora. Nos miraba sin expresión alguna, haciendo un gesto con su mano para que nos formásemos.
— Síganme. —Fue lo único que salió de su boca.
Los primeros minutos los troté con resistencia innata junto a Chaeyoung, pero cuando contabilicé los diez minutos en mi cabeza, aprecié una gota de sudor rodando por mi sien y otra por mi cuello. No sabía si lo encerrado que estaba la cueva provocaba sofocación, pero definitivamente me estaba quemando por dentro con mi respiración caliente, y no me agradaba para nada.
Miré a Chaeyoung, envidiando lo ágil que estaba siendo en estos momentos. Sus mejillas ni siquiera habían tomado un color rojizo, tampoco se notaba cansada. Sabía que ambas podíamos ejercitarnos y correr durante horas, pero era obvio que yo me agotaba mucho más rápido que ella.
En un despiste, busqué a las demás chicas, recordando de forma lamentable que Momo también estaba en nuestro grupo y que no se veía por ningún lado. Tomé aire, exhalando suavemente para que no me doliese el pecho ni perdiese el ritmo con mis pasos. No me importaba Momo, iba concentrarme únicamente en mí.
— Hola, Dahyunie.
— ¿Pero qué...? —Casi tropecé con una roca por la impresión, mirando a Momo, quien se había puesto a mi lado. Se veía extraña, se veía como si...— ¡¿Por qué mierda estás sobre una patineta, Momo?! —Gruñí, evitando apretar los puños. Eso me haría bajar la velocidad.
— ¿Qué, no puedo?
— ¡Por supuesto que no!
— ¿Y quién lo dice? —La ignoré, tomando un respiro por el aire que había desperdiciado al hablarle.— Responde, cría, no tengo todo el día.
— ¡Es una maldita prueba de resistencia, Hirai! —Grité, chistando la lengua cuando la observé reír, indiferente, acariciando su panda rojo posado en su hombro, como si no acabase de decir algo sumamente importante.— ¡¿De qué te ríes ahora?!
— ¿Quién dijo de qué trataba la prueba? —¿De qué hablaba?— El largirucho del entrenador sólo dijo "síganme", Dahyun. No dijo de qué forma ni porqué, así que mi patineta es más que válida y se quedará conmigo.
Bufé, omitiendo una respuesta a su favor.
꒰ ¡ ♡ ! ꒱
Cuando creí encontrar el ritmo del trote, el entrenador aumentó la velocidad y mis piernas temblaron por la anticipación de caer desmayada. Una campanilla había sonado cuando completamos la hora, y ahora había sonado otra. Dos malditas horas corriendo sin saber a dónde debíamos llegar. ¿Es que en todas las pruebas nos dejarían a nuestra suerte?
Sentí por tercera vez el dedo de Momo picándome la mejilla, su suave risita haciendo ecos en mis oídos. Giré la cara, quejándome con molestia por culpa del insoportable comportamiento que estaba teniendo. No estaba de humor, estaba demasiado exhausta como para siquiera tratar de bromear con ella y quería que lo entendiese, porque ya parecía una niña de cinco años.
— Momo. —Mina incrustó un dedo en su costilla cuando trató de picarme la cara otra vez.— No la molestes, ¿bien? Está cansada.
Un sorprendente silencio cayó y agradecí el hecho de sólo poder oír mis jadeos y las pisadas de los demás.
— ¿Realmente estás cansada? —La pregunta de Momo me descolocó. Más bien, me descolocó su su manera de preguntarlo. ¿Planeaba empujarme y es por eso era que trataba de sonar amable?
— ¿Tú qué crees, idiota?
— No vuelvas a llamarme idiota, Kim. —Habló, su voz sonando más profunda y seca.— Me diste lástima, súbete conmigo. Ahora.
Mi expresión se transformó en asco y negué con la cabeza.— Olvídalo, Hirai.
— No te hice una pregunta, te estoy mandando. Súbete.
— Por favor, déjame tranquila. Sé que no eres lo suficientemente buena como para ayudarme de buena fe, así que sólo cállate.
— Dije que-
— ¡No me subiré contigo, Momo!
Momo volvió a lamer sus labios, esta vez se notaba completamente molesta. Chaeyoung con rapidez me agarró del brazo sin dejar de correr, sus ojos mirando simultáneamente entre Momo y yo.— Unnie, n-no la hagas enojar...
— Voy a obligarte, Dahyun. Agradece que estoy siendo amable, porque no sabes de lo que soy capaz de hacer. —Puso un pie en el suelo para frenarse, dejando que los demás participantes pasaran por delante de ella.
El tiempo se hizo lento y cerré mis ojos con rabia cuando conté hasta quince. Mis pasos fueron deteniéndose, sabiendo que el bienestar de Chaeyoung valía mucho más que mi orgullo. Si ella no existiese, no me importaría pelear a muerte contra Momo, pero no la arriesgaría ni a ella ni a las demás a nada. No me convenía discutirle, no por ahora, y es por ello que iba a tratar de calmarme.
Al instante, Momo se puso a mi lado, haciendo tronar sus dedos en la espera.— No me subiré porque me rendí ante ti, Hirai, quiero que lo sepas.
— Lo que digas. —Rio, haciéndome un espacio delante de ella.— Antes de que te subas, debo decirte algo que sé que te causará un sufrimiento en lo más profundo de tu ser y ego, Dahyun, pero es ridículamente obvio que no sabes andar en patineta y, como ves, nos estamos quedando atrás...
— Sí, ¿y qué con eso?
— Vas a tener que abrazarme. —Apreté las mandíbula, bajando el pie que estaba a punto de subir.— Lo sé, y créeme cuando te digo que también me da asco tocarte, pero vas a caerte si no te afirmas de mí. No hay más opciones.
— ¿Qué pasa si no me caigo? —Se encogió de hombros, acomodando mejor a su mascota.
— Lo harás si no te afirmas. Tendré que abrazarte yo, y es posible que me aburra y te tire al suelo.
Reí ligeramente, subiéndome con una pizca de rechazo cuando me la topé de frente.
Simulando una falsa arcada, la abracé por la cintura mientras ella envolvía uno de sus brazos por sobre mis hombros, manteniéndome cerca. La escuché burlarse de mí antes de tomar impulso y avanzar a una velocidad cegadora. Mi desequilibrio me jugó una mala pasada, teniendo que afirmarme con fuerza para no caerme. Nuevamente tenía razón, pero jamás se lo diría.
Llegando junto a las chicas, sentí sus miradas escépticas y juzgadoras viéndome con reproche. Momo era nuestra enemiga, ¿qué hacía abrazada con el enemigo?
— ¡Tengo razones, dejen de mirarme así! —Bufé, apoyando mi barbilla en su hombro por mera inercia. No era como si pudiese moverme de otra forma, sólo podía ver el oscuro camino tras nosotras e ignorarlas.
— No es como si se viesen muy incómodas, honestamente... —Dijo Sana con diversión, ganándose una carta enterrada en su brazo.— ¡Momo!
Negué con la cabeza, recordando este momento como una razón extra por la cual odiar a Momo. Mina tomó el brazo de Sana, quitándole la carta y posando su mano por sobre su herida. En un par de segundos la retiró, dejando expuesta la suave piel de Sana, como nueva. Ver aquello sólo me llevaba a una duda: ¿Mina podía revivir a los muertos también?
Asimismo, ¿Momo realmente quería hacerle daño a Sana? Con el paso de los días, ella había demostrado ser demasiado poderosa como para describirla en una sola palabra. Si lo hubiese deseado, Sana estaría partida en dos gracias a esa carta, pero no. Sólo le cortó el brazo, y no es como si fuese un corte demasiado profundo. Entonces, ¿qué hacían sus cartas y cómo medía su fuerza con tanta precisión?
No iba a quedarme callada, debía preguntárselo aunque el orgullo me apretase la garganta.
La miré desde abajo, maravillándome por segunda vez con el vacío en sus ojos. Era una belleza extravagante, y no podía negar que ese toque frívolo y vanidoso que expelía, le daban una atracción penetrante. Bajó la mirada, atrapándome en mi análisis.— Sé que soy bonita, Dahyunie, pero no me mires así. Tu cara de cachorrito perdido sólo me provocan ganas de botarte y dejarte en el piso.
Suspiré, intentando olvidar los insultos que estaban en la punta de mi lengua.— Sólo quería preguntarte algo, no te creas tan bonita.
— Oh, pero lo soy, ¿por qué te molestas en negarlo?
— Eres una arrogante de mierda, Momo.
Carcajeó, dándome palmaditas en la espalda, como si tratase de bajarme los humos.— Estoy de humor, así que dime, ¿qué quieres preguntar?
Iba a abstenerme en responderle, pero no podía desaprovechar la oportunidad de saber cómo funcionaban sus ataques. Quizás en un futuro pudiese conocer todos sus puntos débiles y atacarla.— ¿Cómo lograste conseguir una patineta? —Si quería comenzar a persuadirla, debía ser con preguntas que sonasen insignificantes.
Parpadeó, agobiada, frunciendo sus labios.— Son mis cartas, Kim.
— ¿Qué?
— Por si no lo has notado, mi habilidad principal es la transformación, y no, no es una transformación como tú crees que es. Puedo convertir cualquier objeto en el estado que yo desee, pero me especialicé en las cartas por el hecho de que son mucho más fáciles y eficaces. —Sacó una carta de su bolsillo, mostrándomela.— Puedo pasar de esto... —La lanzó en la pared, incrustándola de una solo estocada.— A esto. —Sacó otra más, arrugándola en su mano como si fuese una hoja de papel.— Hice una patineta con cartas. Cuando lleguemos al final de esto, volverán a su estado normal.
— ¿Y pintaste tus cartas para que tuviesen ese diseño?
Rió, asintiendo.— Por supuesto. ¿Crees que soy una maga ordinaria?
— He oído que las personas con más ego son las más inútiles, quizás seas una maga ordinaria.
— Eso no va conmigo. —Murmuré una burla en voz baja, logrando que me diese otra palmada.— ¿Sólo eso vas a preguntar? —Negué.— Será mejor que te apresures entonces, ya me estoy aburriendo.
¿Así que yo era aburrida? De acuerdo, no le tomaría atención a eso.— ¿Tú puedes transformarte en algo?
— No, no puedo hacer eso... —Suspiró.— Y es una lástima, porque me convertiría en una metralleta y le dispararía a todos.
— Tienes unos fetiches extraños, ¿lo sabes? —Tiró una esquina de su labio en una pequeña sonrisa.— Si no puedes transformarte tú ni a ningún otro cuerpo, ¿cómo pudiste desaparecer el brazo de ese hombre?
— Me tocó sin que se lo permitiera. —Por un momento sentí que se había burlado de mi ingenuidad, pero lo decía en serio.— Hago magia, Dahyun, quizás sólo le hice una ilusión temporal... O quizás no.
La conversación acabó allí, y el único que parecía interesado en mí, era su panda rojo.
Con precaución acerqué mi dedo hasta su nariz, dejando que me olfatease hasta que entrase en confianza conmigo. En un santiamén ambos estábamos jugando y Momo rodaba los ojos cada vez que me escuchaba reír en su oreja.
꒰ ¡ ♡ ! ꒱
— ¡Por fin! —Tzuyu se tiró al suelo cuando salimos de la cueva y el entrenador se detuvo, algo agitado.— ¡Gracias, Dios!
Sana se lanzó sobre su pecho, abrazándola fuertemente por el abdomen. Tzuyu abrió sus ojos como platos y me observó con el grito de auxilio escondido en sus ojos. Me reí de su falsedad, soltando la cintura de Momo y bajándome finalmente.
En total, todos los participantes habían corrido durante cuatro horas. Yo solamente corrí dos y Momo no corrió ninguna. No me arrepentía de haberme subido con ella, porque hubiese sido espantoso correr durante tanto tiempo.
Momo tomó su patineta, demostrándome que decía la verdad al transmutarla en una enorme pila de cartas. Se sentó a mi lado, picándome la mejilla con diversión. Esta vez no le gruñí, sólo me limité a mirarla de mala gana.
En pocos minutos, las grandes puertas metálicas que estaban a las afuera de la cueva, comenzaron a cerrarse, dejando fuera a unas pocas personas que estaban a segundos de llegar a la meta.
Saber que no teníamos segundas oportunidades me motivaba a esforzarme y exigirme más de lo que podía. Me convertiría en Thrice, eso era un hecho.
Sana se levantó del cuerpo de Tzuyu, respirando agitadamente. Parecía ahogarse, y su expresión de dolor junto a la mano encima su pecho, advertía sobre un posible dolor que no podía controlar. Tzuyu se sentó sobre sus rodillas, tomando sus mejillas para quitarle los mechones de cabello adheridos a su frente.
— Su próxima misión será en una semana. —Respiré profundamente al oír al entrenador, dándome ánimos para estar preparada para cuando llegase ese día.— Lo que ven aquí es un bosque rico en alimentos, podrán tomar lo que quieran para que puedan sobrevivir. Les tenemos reservas de agua para cualquier caso inoportuno y-
— ¡Él no es el verdadero entrenador!
Un señor de edad, viejo y algo descuidado, apareció de una esquina de la cueva y señaló al entrenador con recelo. Fruncí el ceño, confundida con lo que acababa de pasar.
Los murmullos no se hicieron esperar, una gran parte de los participantes apoyando al viejo hombre que aún seguía con su dedo alzado. Miré a Momo con el ceño fruncido cuando la oí carcajear, ¿por qué todo le tenía que parecer divertido?
Tomó tres cartas de naipe en cada una de sus manos, y en un rápido movimiento, las lanzó.
El viejo hombre cayó de espaldas con las tres cartas enterradas en su pecho. Me horroricé al ver esa imagen, tratando de entender por qué lo había hecho. Indagando respuestas, miré al entrenador, notando que había atrapado las tres cartas con su mano.
— Ya veo. —Dijo Momo, escondiendo las manos dentro de sus bolsillos.— Él es el verdadero.
— ¡¿Pero qué fue lo que hiciste?! —Tzuyu gritó, incrédula ante su frialdad. ¡Había matado a un viejo y no le importaba!
— Cálmate, llorona. Cualquier entrenador que nos esté enseñando, debe tener la capacidad de un Thrice. Una persona que no pueda atrapar esas cartas, significa que no estaba capacitado para enseñarnos. —Que haya dicho aquello, logró hacerme recapacitar en cuanto a su intelecto.— Él es el real. —Finalizó, consiguiendo que el alto entrenador botase las cartas.
— Excelente observación, número nueve, pero no vuelvas a faltarme el respeto de esa forma. —Halagó a medias, esbozando una suave sonrisa.— Es justo lo que iba a decir. Este lugar podría parecerles un paraíso, pero la realidad es que está infestado de falsas entidades que pueden tratar de engañarlos. No caigan en sus trampas.
— ¿Falsas entidades?
— Sí. Si me permiten, les pido que miren al hombre en el suelo. —Todos obedecimos, aborreciendo ver el cuerpo secarse de una manera anormal, convirtiéndose en un gato negro de tamaño mediano. Sus pelos se pusieron de punta y mostró sus dientes, remarcando su enfado. Seguidamente huyó tan rápido como sus patas le permitieron, haciendo reír a Momo.— Las falsas entidades sólo pueden manifestarse una vez. Si poseen valentía y creatividad, pueden encontrar la forma de engañarlos y descubrir todas sus otras formas. Ahora fue un gato, pero hay más especies y deben protegerse junto a sus grupos.
— Por fin podrás usar tu caña para algo productivo. —Momo se levantó, sacudiendo su pantalón.— Nos conseguirás comida en los ríos, tengo hambre, quiero pescado.
— ¿Eso sería productivo? Recuerda que puedo enrollarte el hilo en el cuello, Hirai. —Me mostró una de sus cartas, dejándome implícito el hecho de que sería capaz de cortar el hilo con sus cartas.— Tienes una obsesión con discutirme, Hirai, y no es sana.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro