01
Gunwook se ajusta el uniforme de porrista masculino, observando cómo el azul vibrante resalta su figura en el espejo. Siempre le gustaron los colores de Yonsei, el tono era profundo y elegante, y lo hacían ver bien, pero hoy, algo en él se sentía diferente. Gunwook mueve sus brazos, admirando el contorno de sus músculos bajo las mangas. Han crecido. Sonríe satisfecho, reconociendo el esfuerzo que ha puesto en sus entrenamientos.
Probablemente se ha estado preocupando demasiado por su apariencia, porque Junhyeon, a su lado, lo mira de reojo y bromea.
—Tu maquillaje está impecable hoy. ¿Te estás preparando para un desfile o qué?
Gunwook suelta una pequeña risa y lo golpea suavemente en el hombro.
—Cállate, idiota -responde, pero en su interior sabe que Junhyeon tiene razón.
Sí había usado un poco de maquillaje hoy, nada exagerado, solo lo suficiente para realzar sus rasgos. Sus ojos brillaban con un toque de delineador sutil, y su piel lucía más uniforme. Después de todo, hoy era un día importante. Era la semifinal.
Mientras ajusta su uniforme una vez más, respira hondo, sabiendo que pronto estará en la cancha. Gunwook salió del vestuario junto a sus compañeras, su corazón latiendo fuerte mientras avanzaban por el pasillo que conectaba con la entrada al campo. El sonido lejano del público se hacía cada vez más fuerte, la emoción era palpable en el aire. A su alrededor, todo estaba listo para el gran momento. La mascota del equipo daba saltos de entusiasmo, el equipo de fútbol estaba listo con sus uniformes, los chicos que sostenían las banderas de Yonsei estaban en formación, listos para ondearlas con orgullo al salir. Pero a Gunwook no le importaba nada de eso en ese momento.
Estaba buscando a alguien.
Sus ojos escanearon rápidamente el grupo hasta que finalmente lo encontró. Allí estaba Matthew, justo al frente, hablando con sus compañeros de equipo. Gunwook sintió un leve cosquilleo en el estómago al verlo. Matthew parecía inalcanzable, tan seguro de sí mismo. Su cuerpo se veía increíble hoy, los músculos de sus brazos y hombros flexionados, fuertes, perfectamente ajustados bajo el uniforme de Yonsei. El azul de la tela contrastaba con el brillo de su piel, haciendo que Gunwook casi perdiera la respiración.
Pero no era solo eso. El cabello rubio de Matthew, perfectamente despeinado, caía justo como le gustaba a Gunwook. Y luego estaba su sonrisa, esa sonrisa encantadora que parecía iluminar todo a su alrededor.
Gunwook no pudo evitar mirarlo intensamente, sin preocuparse por quién lo notara. Matthew tenía el poder de arrebatarle el aliento con solo existir, y en ese momento, a unos metros de distancia, lo había hecho de nuevo. No había nada ni nadie en ese pasillo que importara tanto como él.
Mientras las porristas a su lado reían nerviosamente y se ajustaban el vestuario, Gunwook permanecía inmóvil, con los ojos fijos en Matthew. Era difícil no dejarse llevar por la admiración que sentía. Hoy, más que nunca, Matthew parecía estar más allá de su alcance, pero al mismo tiempo, tan cerca.
El corazón de Gunwook se detuvo por un segundo cuando Matthew captó su mirada. Gunwook sintió cómo el aire le faltaba de repente, como si el pasillo entero se hubiera estrechado a ese momento entre ellos. Matthew sonrió, esa sonrisa encantadora que siempre hacía que Gunwook se derritiera un poco por dentro, y sin previo aviso, empezó a caminar hacia él.
—Tu maquillaje se ve precioso hoy —comentó Matthew.
Gunwook, tímido, acomodó su cabello negro con nerviosismo, bajando la mirada por un segundo. Matthew había notado su maquillaje.
—Gracias —murmuró, intentando controlar el rubor que sentía subir por sus mejillas.
Matthew lo miraba hacia arriba, algo que siempre hacía. Aunque Matthew era mucho más bajo que Gunwook, tenía esa extraña habilidad de hacer que Gunwook se sintiera pequeño, vulnerable, nervioso incluso, como si cada palabra suya fuera capaz de transformar su mundo. Y hoy no era la excepción. Gunwook podía sentir su corazón acelerarse en su pecho, cada latido más fuerte que el anterior.
Matthew dio un paso más al frente, reduciendo la distancia entre ambos.
—¿No vas a desearme suerte? —preguntó en un tono juguetón, su voz baja pero lo suficientemente clara para que solo Gunwook lo escuchara.
El sonido del entrenador gritando se escuchó en el fondo, exigiendo que todos se prepararan, que se acercaba la hora. Gunwook sabía que el tiempo se acababa, así que no pudo evitar hacer algo impulsivo. Con un movimiento rápido, le arrebató el casco de las manos a Matthew.
—Mucha suerte, hyung —dijo con una sonrisa traviesa, antes de inclinarse y robarle un beso rápido en los labios.
Era un gesto fugaz, pero lleno de significado, y antes de que Matthew pudiera reaccionar, Gunwook ya le había puesto el casco en la cabeza, como si nada hubiera pasado.
Matthew parpadeó sorprendido, mientras Gunwook le sonreía. Sin decir nada más, Gunwook dio media vuelta y se dirigió a su posición, dejando a Matthew todavía procesando el atrevimiento. Pero la sonrisa que se formó bajo su casco fue suficiente para saber que el beso le había dado toda la suerte que necesitaba.
Gunwook tomó su posición, todavía sintiendo el calor del beso que le había dado a Matthew. Mientras respiraba profundamente para calmar sus nervios, Ricky se le acercó con una sonrisa cómplice. Fue entonces cuando Gunwook se dio cuenta de que todos lo habían visto. Sus compañeros porristas, incluso las chicas, lo miraban con sonrisas maliciosas, como si el beso fuera un pequeño secreto que ahora compartían todos.
No había tiempo para pensar en eso, porque en ese instante, la música comenzó a sonar, y la adrenalina lo invadió. Las gradas se estremecieron cuando hicieron su entrada. La multitud de seguidores de Yonsei estalló en vítores y gritos de apoyo, ondeando banderas con orgullo. La mascota de Yonsei, corrió por el campo, dando saltos y avivando a sus aficionados. Detrás de ella, el equipo de fútbol americano de Yonsei caminaba con confianza, flanqueado por su equipo de porristas que saltaba, bailaba y agitaba pompones al ritmo de la música con entusiasmo, mientras las sonrisas brillaban en sus rostros.
Gunwook, sintió la emoción crecer en su pecho. Era la semifinal de la primera temporada de partidos de fútbol americano, y estar ahí, rodeado de sus compañeros, se sentía irreal.
Podía ver a Junhyeon a su lado, igual de emocionado. Las chicas, con sus pompones brillando bajo las luces del estadio, también saltaban y reían, compartiendo el mismo entusiasmo que electrizaba el ambiente.
Cuando Gunwook miró hacia las gradas, el espectáculo era impresionante. La mitad del estadio se teñía de azul, las chaquetas universitarias de Yonsei creando un mar de apoyo para su equipo. Del otro lado, el rojo intenso de KU llenaba las gradas contrarias. La rivalidad era evidente, pero lo mejor de todo era la energía positiva que flotaba en el aire.
Entonces el equipo de KU hizo su entrada. La atmósfera cambió en un instante, volviéndose más tensa y emocionante. El equipo visitante entró con la misma energía que el de Yonsei, sus uniformes rojos contrastando con el azul de la casa. Los aficionados de KU ondearon sus banderas y estallaron en gritos de apoyo. La mascota de KU, una fiera criatura con una melena roja vibrante, corrió por el campo, dando saltos y llevando una bandera.
Gunwook observó cómo KU tomaba el campo con la misma emoción y energía que ellos. No era una sorpresa, KU siempre había sido un rival formidable, y hoy no sería la excepción. A pesar de la rivalidad, los equipos se acercaron para estrecharse las manos en el centro del campo, un gesto de respeto antes del combate deportivo que estaba por comenzar. Gunwook notó que Matthew, al frente de su equipo, le estrechaba la mano al quarterback de KU con una sonrisa. Había una chispa en los ojos de Matthew, esa intensidad que siempre lo hacía destacar en momentos como este.
Con los saludos de cortesía fuera del camino, finalmente llegó el momento que todos esperaban. El pitido inicial resonó, y el partido comenzó.
Desde el primer momento, el juego estuvo igualado. Ambos equipos mostraban su mejor desempeño, con cada jugada perfectamente ejecutada. El balón volaba de un lado a otro del campo, los jugadores chocaban con fuerza, y cada pase y carrera provocaban gritos de emoción en las gradas. Gunwook, aunque atento a su rol como porrista, no podía evitar sentir la tensión del partido en su propia piel. Las emociones eran palpables, tanto en el campo como en las gradas.
Pero a pesar de la intensidad del juego, Gunwook estaba concentrado. Cada vez que Yonsei anotaba un punto, él y su equipo de porristas ejecutaban una rutina perfecta, sincronizados, moviéndose al unísono. Las chicas volaban por los aires con elegancia, Gunwook las lanzaba alto y las atrapaba con cuidado, asegurándose de que cada aterrizaje fuera impecable. El esfuerzo físico era considerable, pero la emoción lo mantenía con energía. Sonreía al sentir la adrenalina correr por su cuerpo, mientras el público aplaudía y coreaba con entusiasmo cada vez que completaban una rutina.
Sin embargo, por más que intentara concentrarse en su tarea, Gunwook no podía evitar que su atención se desviara hacia Matthew de vez en cuando. En medio de una rutina, cuando las porristas descendían en sus brazos, sus ojos buscaban automáticamente al quarterback, como si fuera inevitable. Y ahí estaba, en pleno campo de juego, moviéndose con agilidad y poder, liderando al equipo con una confianza que siempre lo hacía destacar. Los músculos de Matthew se tensaban con cada jugada. Era una visión que le robaba el aliento a Gunwook cada vez que lo miraba.
Pero no solo era su físico lo que lo atraía, era la manera en que Matthew se movía, la seguridad con la que guiaba a su equipo, la forma en que sonreía brevemente entre jugadas, como si estuviera disfrutando cada momento.
El partido continuaba siendo intenso. KU no daba tregua, pero Yonsei tampoco se dejaba vencer. Cada punto era disputado con una ferocidad que tenía a los espectadores al borde de sus asientos. Las jugadas se sucedían a un ritmo acelerado, y las porristas de ambos equipos seguían animando con toda la energía que podían reunir.
Entonces, en medio de una rutina particularmente complicada, justo después de una anotación clave de Yonsei, Matthew lo miró. Fue solo un instante, pero para Gunwook, fue como si el tiempo se detuviera. La sonrisa de Matthew, esa mezcla de confianza y alegría, le hizo sentir que todo el esfuerzo valía la pena. No importaba cuánto durara el partido, ni cuán agotado estuviera. Mientras Matthew estuviera ahí, brillando en el campo, Gunwook no dejaría de darlo todo.
El árbitro pitó, señalando un tiempo muerto pedido por el entrenador de Yonsei. Los jugadores del equipo de fútbol americano se reunieron en la línea lateral, respirando con dificultad pero llenos de determinación. El entrenador comenzó a hablar rápidamente, gesticulando con las manos mientras daba instrucciones sobre la jugada clave que habían planeado. Matthew, con el casco en la mano, escuchaba atento, sus ojos fijos en el entrenador, pero su mente estaba parcialmente en otro lugar.
Cuando la breve charla terminó y los jugadores comenzaron a regresar a sus posiciones, algo pareció encenderse en Matthew. Sin decir una palabra, corrió en dirección contraria, directo hacia donde Gunwook estaba. Gunwook, todavía recuperándose de su última rutina, abrió los ojos con sorpresa al ver a Matthew acercándose a toda velocidad.
Los porristas, las banderas, y el resto del mundo desaparecieron por un momento. Matthew, aún con el uniforme sucio de césped y sudor, llegó frente a Gunwook, sus ojos brillando a través del visor del casco que apenas se había puesto. Gunwook apenas podía respirar, sus ojos conectados con los de Matthew. Antes de que pudiera procesar lo que estaba pasando, Matthew le habló, con una voz llena de emoción.
—Voy a ganar, Gunwook —dijo, y aunque la declaración era sencilla, había una promesa oculta en sus palabras. Matthew hizo una pausa, como si quisiera grabar la imagen de Gunwook en su mente, antes de continuar rápidamente. —Y cuando termine el partido... te invitaré a salir.
Gunwook no tuvo tiempo de reaccionar ni de responder. Matthew le dedicó una sonrisa rápida y luego se dio la vuelta, corriendo de nuevo hacia el campo.
Gunwook se quedó allí, paralizado por unos segundos, con el corazón latiéndole en los oídos. Sentía sus mejillas arder, y el calor subiendo por su cuello. Matthew había corrido hasta él en medio de la tensión del partido solo para decirle esas palabras, dejar en claro sus intenciones. La anticipación lo hizo sentir como si estuviera flotando. Una sonrisa enorme se formó en su rostro, una sonrisa que no podía ni quería controlar.
Matthew es tan dulce que Gunwook se da cuenta de que estaría dispuesto a ahogarse en esa dulzura una y otra vez, felizmente perdido en cada palabra y cada sonrisa.
Siente como si cada movimiento en el campo ahora tuviera un significado más profundo, cada jugada un paso más cerca de esa posible cita. El nerviosismo y la emoción se arremolinaban dentro de él, pero lo que más sentía era una profunda felicidad. Estaba ansioso por escuchar lo que Matthew tenía que decirle, pero también por ver cómo su querido quarterback cumpliría la promesa de ganar el partido.
Con una última mirada hacia el campo, donde Matthew ya estaba en su posición, Gunwook volvió a enfocarse. Sabía que, pase lo que pase en los próximos minutos, algo mucho más importante lo esperaba después del último silbato.
Ricky, parado junto a Gunwook, no pudo evitar soltar una risa burlona. —Deja de babear, hombre —dijo, dándole un ligero golpe en el brazo.
Gunwook no se inmutó. —No estoy babeando -respondió con una sonrisa mientras admiraba a Matthew desde lejos.
Estaba tan enamorado que ni siquiera le importaba si los demás se daban cuenta. Tal vez, en otro momento, se habría sentido avergonzado de lo obvio que era, pero ahora, con Matthew brillando a lo lejos, lo único que le importaba era estar ahí, apoyándolo. Que todos supieran lo que sentía no lo hacía retroceder, al contrario, lo hacía sonreír más.
Dayeon lo miró de reojo y le lanzó una advertencia.
—No te emociones mucho —dijo, cruzándose de brazos con una sonrisa. —De todas formas, vamos a perder hoy. Nunca le hemos ganado a KU.
El comentario cayó como un balde de agua fría. Gunwook lo sabía muy bien. Yonsei y KU tenían una larga historia de rivalidad, no solo en el fútbol americano, sino en casi todo. Pero si había un aspecto en el que KU dominaba, era precisamente en este deporte. Llevaban cinco años sin perder contra Yonsei, y las estadísticas estaban en su contra una vez más. A pesar de todo el esfuerzo y la preparación, la historia reciente les recordaba que KU tenía una ventaja abrumadora.
Gunwook suspiró, dejando caer un poco los hombros. Claro, era consciente de lo difícil que sería ganar. Este no era solo un partido cualquiera, era la semifinal, el sueño de todo el equipo de Yonsei de romper esa maldición, de finalmente dar un paso al frente y vencer a KU en su propio terreno. Pero la incertidumbre estaba siempre ahí, como un murmullo persistente.
Gunwook agitó su cabeza y le lanzó una mirada firme a Dayeon, decidido a no dejar que su comentario lo desanimara.
—Yo creo que vamos a ganar —dijo con convicción. —El año pasado, Yonsei le ganó a KU en un partido de práctica. No fue oficial, pero eso nos da esperanzas.
Recordaba ese momento con claridad. El aire estaba tenso, todos estaban cansados, y KU parecía estar a punto de ganar, pero entonces Matthew tomó el balón. Con una determinación imparable, había corrido, esquivando a los jugadores contrarios, hasta llegar a la zona de anotación y marcar el touchdown decisivo. Fue un momento épico, uno que aún hacía que el corazón de Gunwook latiera rápido solo de recordarlo. Matthew había sido la razón por la cual Yonsei ganó ese partido de práctica, y aunque no contaba para las estadísticas oficiales, Gunwook sabía que ese juego había demostrado que podían derrotar a KU.
Junhyeon soltó una carcajada y le dio un codazo juguetón. —El amor te está cegando, Gunwook. Hoy va a ser mucho más difícil. KU no va a perder tan fácilmente, y lo sabes.
Ricky, siempre el más pragmático, se ajustó el uniforme y asintió con la cabeza en señal de acuerdo. —El partido de práctica fue una cosa, pero hoy... hoy es la semifinal. Todo está en juego.
Gunwook los escuchó, pero no se dejó desanimar. En lugar de eso, su sonrisa se amplió, llena de confianza. —Tal vez, pero yo apostaría mi corazón por este equipo si pudiera. Porque confío en Matthew hyung. Siempre lo he hecho, y siempre lo haré.
Ricky levantó una ceja, y Junhyeon lo miró con un toque de asombro, pero Gunwook no retrocedió. Sus palabras eran sinceras. Sabía que el equipo tenía una lucha difícil por delante, y que KU era un oponente formidable. Sin embargo, en el centro de todo estaba Matthew, y Gunwook confiaba en él como en nadie más. Lo había visto liderar el equipo antes, lo había visto superar desafíos que parecían imposibles. Y si alguien podía cambiar el curso del partido de hoy, era Matthew.
—Si Matthew hyung está en el campo... —continuó Gunwook. —Tenemos una oportunidad. Y eso es todo lo que necesitamos, una oportunidad.
El sonido del público, el crujido del césped bajo sus pies, la energía vibrante en el aire, todo parecía alinearse con su fe inquebrantable. Aunque algunos podían dudar, Gunwook no lo hacía. Estaba dispuesto a dejar todo en ese partido, porque no solo estaba apoyando a su equipo, sino a la persona que le gustaba. Y eso, para él, lo hacía todo más significativo.
Dayeon se acercó a Gunwook con una sonrisa traviesa, sus ojos brillando con esa chispa de diversión que siempre mostraba cuando estaba tramando algo. Gunwook la miró con curiosidad.
—Vamos a hacer una apuesta —dijo Dayeon, cruzando los brazos y mirándolo con ese aire confiado que siempre tenía. —Si Yonsei gana hoy, tú serás el próximo capitán de las porristas cuando yo me gradúe.
Gunwook parpadeó, sorprendido. Había deseado ser el primer capitán masculino del equipo de porristas desde que entró a la universidad, un sueño que había mantenido en secreto. El puesto de capitán siempre había sido ocupado por chicas, y aunque a Gunwook le encantaba su rol en el equipo, ser capitán significaría mucho más para él. Era la oportunidad de liderar, de inspirar a los demás, y de demostrar que los chicos también podían ocupar ese lugar en un equipo predominantemente femenino.
—¿En serio? —Gunwook preguntó, sin poder ocultar la emoción en su voz.
Dayeon asintió con una sonrisa más amplia, pero había un brillo travieso en sus ojos que le hizo saber que había una trampa.
—Pero si pierden... —agregó, alargando las palabras con diversión. —Tendrás que usar una falda de porrista en la fiesta de Halloween de esta noche.
Junhyeon y Ricky estallaron en carcajadas. Ricky casi se dobló de la risa, mientras Junhyeon lo miraba con los ojos brillando de emoción ante la idea.
—¡Eso sería increíble! —dijo Junhyeon entre risas. —Sólo imagínalo.
Dayeon mantuvo su mirada fija en Gunwook, divertida y retadora. —¿Qué dices? Es una apuesta justa.
Gunwook tragó, sintiendo la presión. Por un lado, tenía la oportunidad de cumplir uno de sus grandes sueños, convertirse en el primer capitán masculino del equipo de porristas de Yonsei. Pero por otro lado, la idea de aparecer en la fiesta de Halloween con una falda... no le preocupaba demasiado la vergüenza, pero sabía que la gente no dejaría de recordárselo durante semanas. Sin embargo, algo dentro de él le decía que no debía dejar pasar esta oportunidad.
Además, confiaba plenamente en su equipo. Confíaba en Matthew.
—Está bien —dijo finalmente, mirando a Dayeon con determinación. —Acepto la apuesta.
Dayeon sonrió satisfecha, como si ya hubiera ganado. Junhyeon y Ricky seguían riéndose, pero Gunwook estaba concentrado. Sabía que era una gran apuesta, pero confiaba en que Matthew haría su magia en el campo como lo había hecho tantas veces antes. Y si ganaban, no solo obtendría el puesto de capitán, sino que también saldría con Matthew. Había demasiado en juego, pero Gunwook no tenía miedo.
—Espero que estés listo para usar esa falda —dijo Dayeon, guiñándole un ojo.
Gunwook sonrió de vuelta, seguro de sí mismo. —Y yo espero que estés lista para pasarme el puesto de capitán.
El partido continuó, y Gunwook apenas podía contener sus nervios. Cada jugada, cada pase, cada movimiento en el campo parecía un paso más hacia la victoria o la derrota, y todo dependía de ello. Su corazón latía con fuerza, la anticipación burbujeaba en su piel y cada segundo se sentía eterno.
Las porristas a su alrededor continuaban con las rutinas, y él también, lanzando a las chicas al aire, atrapándolas con una precisión que nacía de la práctica y el instinto. Pero su mente seguía divagando hacia Matthew, hacia sus palabras llenas de promesas antes del partido. "Te invitaré a salir", le había dicho Matthew con esa sonrisa radiante que siempre lograba arrebatarle el aliento. Gunwook había creído en esa victoria, había confiado en que ese sería su día.
Pero el partido estaba más reñido de lo que esperaban. El marcador subía y bajaba, los equipos intercambiaban puntos, y cada pase era disputado ferozmente. Gunwook sentía la tensión en el aire, no solo entre los jugadores, sino también en las gradas, donde los fans de Yonsei y KU coreaban con todo su espíritu.
Gunwook intentaba mantener la esperanza. Matthew lo lograría, se repetía a sí mismo. Matthew es increíble, puede llevar al equipo a la victoria.
Sin embargo, con el último cuarto acercándose a su fin, las estadísticas que tanto temía parecían hacerse realidad. Yonsei estaba abajo en el marcador, y aunque seguían luchando, KU no cedía terreno. Gunwook sentía su estómago retorcerse con cada minuto que pasaba, con cada jugada fallida. Su sonrisa, antes confiada, comenzó a desvanecerse lentamente, hasta que, en el último segundo del partido, KU anotó el touchdown decisivo.
El silbato final sonó, y con él, el sueño de Gunwook de ver a Matthew triunfar, de obtener la victoria, se desvaneció. Los jugadores de Yonsei cayeron al suelo, exhaustos y derrotados. Gunwook sintió cómo la amarga realidad se instalaba en su pecho, pesada como una piedra. Todo el esfuerzo, toda la anticipación, todo por lo que habían luchado... había sido en vano.
A su alrededor, los suspiros derrotados de las porristas y los aficionados de Yonsei lo envolvieron como un eco. Dayeon y las chicas, que habían estado tan animadas, bajaron los brazos, el azul de sus uniformes contrastando con el pesado silencio que cayó sobre ellos. Gunwook apretó los puños, intentando contener la decepción que sentía. La alegría que había sentido al inicio del partido, la emoción de la posibilidad de ser capitán y tener esa cita con Matthew, ahora se sentía distante, como si perteneciera a otra realidad.
El grito de celebración de KU resonó a través del campo. Los jugadores visitantes se abrazaban, saltaban de alegría, y sus porristas ondeaban sus pompones rojos con orgullo. El sonido de su victoria se hizo eco en los oídos de Gunwook, como un recordatorio de lo que había perdido. No era solo la derrota del equipo, sino algo más personal, algo que había imaginado perfecto y que ahora se escapaba entre sus dedos.
Gunwook se quedó inmóvil. El eco de la celebración de KU seguía resonando, y aunque el mundo parecía moverse a su alrededor, él estaba atrapado en un remolino de pensamientos. Justo cuando empezaba a perderse en su decepción, sintió una mano firme sobre su hombro. Giró la cabeza y vio a Junhyeon, quien le dio una mirada apenada pero comprensiva. No hubo palabras, pero no hacían falta. Gunwook sabía que Junhyeon estaba tratando de darle ánimo, de recordarle que no todo estaba perdido.
Apretó los labios, intentando sonreír por cortesía, pero no podía. Lo único que quería era buscar a Matthew, encontrar algo de consuelo en su mirada. Sus ojos recorrieron el campo con desesperación, tratando de localizarlo. Finalmente, lo encontró entre la multitud, pero algo lo golpeó aún más fuerte que la derrota.
Matthew no volteaba a verlo.
Gunwook sabía que antes de cualquier cosa, los equipos tenían que despedirse, darse la mano y reconocer el esfuerzo del otro. Era parte del juego, un gesto de deportividad que ambos equipos habían mantenido a lo largo de la temporada. Los jugadores se alinearon en el centro del campo, Yonsei y KU, listos para estrecharse las manos y concluir formalmente el partido.
Matthew estaba al frente, siendo el líder que todos esperaban que fuera. Gunwook observó cómo los jugadores de ambos equipos se estrechaban las manos, intercambiando palabras de reconocimiento. "Buen partido." "Buena jugada." Palabras que debían ser de cortesía, pero que en ese momento pesaban como piedras en el aire. Gunwook se mantuvo a un lado, observando desde las líneas, sus pensamientos cada vez más oscuros.
Finalmente, el ritual terminó. Los jugadores comenzaron a retirarse del campo, los de KU celebrando, los de Yonsei cabizbajos. Gunwook esperaba un instante, una mirada, algo de Matthew. Pero a medida que el equipo de fútbol se alejaba, Matthew seguía sin voltear a verlo. Ni siquiera una mirada de consuelo, ni un pequeño gesto.
Gunwook tragó saliva, intentando no dejar que la decepción se apoderara completamente de él, pero fue inútil. Todo lo que había esperado, todo lo que había imaginado para ese día, se desvanecía frente a él.
Antes de que Gunwook pudiera siquiera dar un paso en dirección a Matthew, sintió una mano suave detenerlo por el brazo. Al girarse, se encontró con Dayeon, quien lo miraba con una sonrisa triste en los labios. A pesar de la derrota, había algo en su mirada que transmitía comprensión, casi ternura. Dayeon se alzó de puntas y le dio una pequeña palmada en el cabello y le dijo con suavidad.
—No tienes que usar la falda si no quieres, Gunwook.
Gunwook dejó escapar una risa baja, un sonido que estuvo lleno de cansancio y frustración, pero también de resignación. Claro que iba a cumplir la apuesta. Era parte del trato, y Gunwook nunca rompía su palabra, aunque la situación lo hiciera sentir más expuesto de lo que ya estaba.
—No te preocupes —dijo finalmente, su sonrisa más genuina ahora—. Cumpliré con la apuesta.
Dayeon alzó una ceja divertida, el brillo juguetón regresando a sus ojos. La tristeza momentánea en su rostro fue reemplazada por una risa suave.
—Eso me gusta escuchar. Pero antes de que te pongas a pensar en Halloween y en faldas... —le guiñó un ojo—. Ve a recoger las botellas de agua de las chicas, y después puedes ir a perseguir a tu hombre.
Las mejillas de Gunwook se encendieron en rojo de inmediato. ¿Su hombre? Esa frase retumbó en su cabeza con fuerza. La idea de Matthew como "su hombre" era una fantasía que había albergado en secreto por mucho tiempo, pero que ahora parecía demasiado real. El calor que subió desde su cuello hasta su rostro lo hizo sentir más avergonzado que nunca, y sin embargo, no podía evitar sonreír ante el comentario.
—Claro, claro —murmuró mientras intentaba ocultar su sonrojo, inclinando la cabeza hacia abajo. Se giró rápidamente, sabiendo que Dayeon lo observaba con una sonrisa triunfante. Se dispuso a recoger las botellas de agua, sus pensamientos girando en torno a Matthew.
Matthew... su hombre.
A pesar de la derrota, de la presión del equipo, de las expectativas no cumplidas, Gunwook sabía que había algo más importante esperando por él. Quería ver a Matthew, hablar con él, mirarlo a los ojos y decirle que no importaba el resultado, que lo apoyaría sin importar nada. La idea de perder una cita no le importaba tanto como la posibilidad de perder el vínculo que estaba creciendo entre ellos.
Con cada botella que recogía, Gunwook se repetía una y otra vez lo que quería decirle. "No importa si perdimos. No importa nada de eso. Quiero estar contigo, Matthew. Quiero que sepas que lo que siento no depende de un marcador." Cada palabra resonaba en su mente, con una mezcla de nerviosismo y emoción.
Gunwook continuaba recogiendo las botellas de agua, una tras otra, con la mente aún distraída en Matthew y en lo que quería decirle. Cada movimiento parecía mecánico mientras sus pensamientos giraban alrededor de su cita perdida y las palabras que debía encontrar. Ya solo quedaba una botella, la última. Se agachó para tomarla cuando, de repente, otra mano la alcanzó antes que él.
Frunciendo el ceño, Gunwook alzó la vista, solo para encontrarse con la sonrisa burlona de Jaehyun. Los ojos de Jaehyun brillaban con una malicia juguetona, y Gunwook sintió cómo una ola de disgusto le recorría el cuerpo.
—¿No me vas a felicitar? —dijo Jaehyun con una sonrisa que se ensanchaba cada vez más en su rostro, disfrutando visiblemente del disgusto de Gunwook.
Gunwook suspiró profundamente, dejando escapar el aire con frustración. No tenía ninguna intención de seguirle el juego. Estaba demasiado cansado, molesto por la derrota, y lo último que necesitaba era que Jaehyun viniera a restregarle en la cara su victoria. Jaehyun siempre sabía cómo sacar lo peor de él, y este no era el mejor momento para sus bromas.
—No soy estúpido como para felicitar a un rival —respondió Gunwook con voz seca. Con un movimiento rápido, le arrebató la botella de agua de las manos, deseando cerrar esa conversación lo antes posible.
Pero Jaehyun no retrocedió, ni siquiera titubeó ante la actitud hostil de Gunwook. En lugar de molestarse, su sonrisa se volvió más traviesa, casi venenosa, mientras inclinaba la cabeza hacia un lado, observándolo detenidamente.
—Oh, ¿de verdad? —murmuró Jaehyun con una mirada astuta. —Porque no parecías pensar lo mismo cuando tenías tu lengua dentro de mi boca hace unos meses.
Gunwook sintió como si le hubieran arrojado un balde de agua fría. Su cuerpo se tensó de inmediato, y el calor subió por su cuello hasta sus mejillas en un sonrojo furioso. Apretó la botella con más fuerza de la necesaria, intentando no dejar que las palabras de Jaehyun lo afectaran tanto. Eso había sido un error, un momento de debilidad que no quería recordar, y mucho menos en medio de la confusión que sentía ahora por Matthew.
—Eso fue un error, y lo sabes —gruñó Gunwook entre dientes, intentando no perder la compostura frente a Jaehyun, quien no dejaba de mirarlo con esa sonrisa arrogante.
Jaehyun se encogió de hombros, fingiendo indiferencia, pero Gunwook podía ver el brillo de satisfacción en sus ojos.
—Quizás para ti lo fue, pero no pareció que pensaras lo mismo en ese momento.
Gunwook tragó saliva, intentando contener la rabia. No iba a dejar que Jaehyun lo provocara más. Estaba harto de esa conversación y de todo lo que implicaba. Agarrando con fuerza la caja llena de botellas, se enderezó y lo miró con frialdad.
—Lo que pasó entre nosotros no tiene importancia ahora. No lo uses para intentar arruinarme el día.
Jaehyun lo observó por un momento, su sonrisa burlona apenas disminuyendo.
—Tranquilo, Gunwook —dijo con tono casual—. Solo estaba recordando un buen momento. No te pongas tan tenso.
Gunwook no respondió, simplemente se dio la vuelta y comenzó a caminar hacia los vestidores, alejándose de Jaehyun y de las palabras que había dejado colgando en el aire. Sabía que no podía permitirse pensar en eso ahora. Lo único que le importaba en ese momento era encontrar a Matthew y hacerle saber cómo se sentía.
Gunwook estaba a punto de alejarse por completo de Jaehyun cuando escuchó sus palabras que lo detuvieron en seco.
—Su quarterback fue pésimo —dijo Jaehyun.
La sangre de Gunwook comenzó a hervir al instante. Lentamente, se giró para enfrentarlo, sus ojos ardiendo con una furia contenida. Sabía perfectamente cuánto esfuerzo había puesto Matthew en cada entrenamiento, cuántas horas había dedicado para mejorar, para liderar al equipo. Matthew no merecía que alguien como Jaehyun lo insultara de esa manera, y menos después de todo lo que había dado en el campo. Pero Gunwook apretó los dientes, intentando no dejarse llevar por su enojo. Sabía que Jaehyun solo buscaba provocarlo.
Jaehyun, viendo la reacción de Gunwook, sonrió con satisfacción, como si hubiera logrado exactamente lo que quería.
—¿Cómo se llamaba su quarterback? —continuó Jaehyun con una sonrisa cruel—. Ah, claro, Matthew, ¿cierto?
Gunwook lo miró intensamente, sin decir una palabra por un momento. Todo su cuerpo estaba tenso, pero se esforzó por mantener la calma. Sabía que si se dejaba llevar por la ira, solo estaría dándole a Jaehyun lo que quería. Pero en ese momento, lo único que pudo decir, con una voz baja y amenazante, fue:
—No vuelvas a pronunciar el nombre de Matthew.
Sin esperar una respuesta, Gunwook se dio la vuelta, con el corazón latiendo con fuerza en su pecho. El enojo ardía en sus venas, pero más que nada, quería ver a Matthew. Necesitaba asegurarse de que él estuviera bien después de la derrota. Porque, aunque habían perdido, Gunwook sabía lo mucho que Matthew significaba para él. No era solo un jugador, no era solo el quarterback de Yonsei. Matthew era su Matthew.
Con pasos rápidos, Gunwook se dirigió a los vestidores. Vio cómo los chicos del equipo comenzaban a salir uno a uno, sus rostros reflejando el peso de la derrota. Suspiró al ver la desilusión en sus expresiones, pero su atención estaba enfocada en una sola persona. A lo lejos, entre el grupo, finalmente vio a Matthew.
Matthew estaba ahí, más allá de los demás, su cuerpo aún cubierto de sudor, su uniforme manchado y el casco en la mano. Se veía agotado, pero aún así, Gunwook no pudo evitar admirarlo. A pesar de la derrota, a pesar de todo, Matthew siempre tenía una presencia magnética, una luz que lo hacía destacar entre todos los demás.
El corazón de Gunwook comenzó a latir con fuerza de nuevo, pero esta vez no era por la rabia, sino por algo más profundo, más cálido. Sin pensarlo dos veces, comenzó a caminar hacia él, decidido a decirle lo que sentía, sin importar el resultado del partido.
Matthew aún no lo había visto, pero Gunwook no podía esperar más.
Gunwook alcanzó el brazo de Matthew antes de que pudiera desaparecer entre los jugadores que abandonaban el campo.
—Hyung... —susurró, sintiendo su propia voz temblar por la emoción.
Matthew se detuvo y se giró, sus ojos encontrando los de Gunwook con una expresión de sorpresa. No esperaba verlo ahí, tan pronto, ni con esa mirada decidida en el rostro.
—No importa el resultado... —empezó a decir Gunwook, tratando de calmar la tormenta que sabía que Matthew podría estar sintiendo después de la derrota.
Pero Matthew lo interrumpió antes de que pudiera terminar la frase.
—No... —dijo con firmeza—. No termines esa frase.
Gunwook parpadeó, sorprendido. Matthew dejó caer su casco al suelo y, con ambas manos, sostuvo el rostro de Gunwook, acercándose más de lo que Gunwook esperaba en ese momento.
—Te prometí que ganaríamos. Te dije palabras tan confiadas... solo para terminar perdiendo. —Matthew bajó la mirada, su rostro ensombrecido por la vergüenza y la tristeza—. Lo siento.
El corazón de Gunwook dolió al ver a Matthew así. Sabía cuánto significaba el partido para él, cómo se había entregado en cuerpo y alma. Pero también sabía que Matthew no merecía sentirse culpable por una derrota que no era solo suya. No era un reflejo de su esfuerzo ni de lo mucho que había trabajado.
—Hyung, no... —murmuró Gunwook, negando con la cabeza. Tomó suavemente las manos de Matthew que seguían en su rostro entre las suyas, sintiendo el calor y la fuerza de esos dedos que aún temblaban un poco por la adrenalina del juego. Gunwook apretó sus manos con cariño y le sostuvo la mirada—. No tienes que disculparte por nada. Por favor... —dijo, su voz suavizándose mientras sonreía tímidamente- Invítame a salir.
Matthew sintió el calor subir rápidamente por su cuello hasta su rostro, el sonrojo pintando sus mejillas mientras las palabras de Gunwook le aceleraban el corazón. La intensidad en los ojos de Gunwook era inconfundible, y eso hacía que cada segundo a su lado se sintiera lleno de algo que apenas podía controlar.
Matthew deslizó lentamente sus manos sobre los hombros anchos de Gunwook, notando cómo los músculos bajo su tacto se tensaban ligeramente. Gunwook, por su parte, bajó sus manos hasta la cintura de Matthew, con una mezcla de ternura y deseo que lo hizo sentir más pequeño, pero no menos poderoso. Los dedos de Gunwook apretaron suavemente, como si no quisiera dejarlo ir.
Matthew sonrió, un destello travieso en sus ojos mientras lo miraba.
—Te invitaré de nuevo —dijo en un susurro que apenas rompía el silencio entre ellos—. Pero en otra ocasión... —Hizo una pequeña pausa, su pulgar acariciando distraídamente el hombro de Gunwook—. Quiero que sea perfecto.
Gunwook sonrió, una de esas sonrisas amplias y alegres que siempre lograban encender algo dentro de Matthew. Asintió con entusiasmo, aceptando las palabras de Matthew.
—Lo espero con ansias, hyung —dijo Gunwook, su voz baja y suave, pero había algo más en su tono. Algo que Matthew no pudo dejar de notar.
A pesar de su sonrisa, Gunwook no podía contener la necesidad creciente que hervía en su pecho. No podía esperar más. Quería todo de Matthew. Sus labios, sus toques, su atención. Quería sentir el calor de su piel, escuchar el sonido de su respiración acelerada cuando sus bocas se encontraran. Quería cada caricia, cada suspiro, cada pequeño ruido que Matthew hiciera cuando se tocaran y se besaran.
Ese pensamiento, ese deseo latente, lo hacía difícil de controlar. Quería rodearlo, mantenerlo cerca y no dejarlo escapar, pero sabía que debía contenerse, por ahora. Sin embargo, sus ojos decían todo lo que su boca no podía, brillando con una intensidad que solo Matthew entendía.
Matthew, viendo esa chispa en los ojos de Gunwook, sonrió con más dulzura, pero no pudo evitar sentir la misma necesidad. Su corazón latía con fuerza, y aunque había dicho que quería esperar, él también quería perderse en Gunwook ahora mismo, en el calor y la cercanía que compartían.
—Entonces... —dijo Matthew, su voz suave, pero con una promesa implícita—. Lo haremos perfecto, pero lo haremos a nuestra manera.
Y mientras las palabras se deslizaban entre ellos, Matthew no pudo evitar acercarse un poco más, sus labios casi rozando los de Gunwook, como una promesa aún por cumplir, pero inminente.
Gunwook, sintiéndose un poco más atrevido de lo usual, apretó sus manos en la cintura de Matthew, acercándolo más hasta que sus cuerpos quedaron pegados, con sus pechos rozándose suavemente. Matthew dejó escapar un pequeño jadeo sorprendido por la cercanía, pero no retrocedió. Sus ojos brillaban con anticipación, como si estuviera esperando lo que Gunwook haría a continuación.
Gunwook inclinó la cabeza, su voz baja y con un toque de diversión. —¿Irás a la fiesta de Halloween esta noche?
Matthew no respondió de inmediato. En cambio, sus dedos se deslizaron por la nuca de Gunwook, acariciando suavemente los mechones de su cabello mientras se mordía el labio, pensativo. Los ojos de Gunwook se fijaron en ese pequeño gesto, sintiendo cómo su corazón latía con más fuerza. Finalmente, Matthew respondió, con un tono juguetón en su voz.
—Tal vez... No estoy seguro —murmuró, dejando la oración en el aire—. Pero solo si tu disfraz es lo suficientemente bueno.
Gunwook soltó una carcajada al recordar su apuesta perdida y la falda de porrista que tendría que usar. La idea de verse vestido así frente a Matthew de repente parecía aún más divertida, y un poco más excitante. Aún con una sonrisa traviesa en el rostro, le respondió.
—Entonces, tienes que ir para que lo veas con tus propios ojos.
Matthew bajó las manos lentamente, sus dedos deslizando por los anchos hombros de Gunwook hasta detenerse en sus bíceps firmes y tensos bajo su toque. Una pequeña sonrisa apareció en sus labios mientras lo miraba con una mezcla de anhelo y deseo.
—Apuesto a que te gustará mi disfraz —susurró Matthew.
Gunwook sonrió, anticipándolo. La fiesta de Halloween originalmente había parecido solo una broma por la apuesta, ahora era algo que no podía esperar. Quería ver a Matthew, y tal vez... solo tal vez, conseguir algo más en esa noche.
—Nos vemos esta noche, entonces —dijo Gunwook, su voz un poco más suave, sus ojos brillando con esa chispa que solo Matthew lograba encender en él.
Matthew asintió, separándose ligeramente, pero no sin antes deslizar una última mirada sobre Gunwook, como si ya estuviera pensando en cómo terminaría la noche.
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Gunwook siempre había sido un hombre que vivía de acuerdo a sus propios principios, ajeno a las expectativas que la sociedad pudiera imponerle. Desde muy joven, aprendió que la verdadera fortaleza no residía en ajustarse a un molde, sino en ser fiel a uno mismo. Así que cuando perdió la apuesta con Dayeon, ni por un segundo dudó en cumplir con su palabra. No le importaba lo que los demás pensaran. Gunwook estaba fuertemente en contra de la heteronormatividad que dictaba cómo debía comportarse un hombre, y se negaba a tener una masculinidad frágil. Era un hombre orgullosamente gay, y no iba a dejar que una falda y un par de pompones lo asustaran.
El uniforme femenino de porrista estaba frente a él. La falda era corta, lo suficiente para dejar ver sus piernas gruesas, y los muslos que tantas veces habían soportado el esfuerzo de su entrenamiento diario estaban a la vista sin dejar nada a la imaginación. Gunwook lo miró con curiosidad, algo divertido. No sabía cómo Dayeon había conseguido un uniforme de su talla, pero ahí estaba. El top era pequeño, apretado contra su torso fuerte, y resaltaba sus pectorales y bíceps de una manera que no podía negar que lo hacía verse... increíble.
Se sonrojó un poco cuando se vio en el espejo, algo que rara vez le pasaba. No lo iba a admitir en voz alta, pero se veía bien. Muy bien. Tal vez demasiado bien. El contraste entre el uniforme femenino y su imponente físico le daba una estética diferente, poderosa. Agarró los pompones que también le habían dado, riéndose para sí mismo mientras los agitaba ligeramente, jugando con la idea.
—No te ves tan mal —murmuró para sí, observando cómo el top ajustado destacaba sus abdominales.
Se giró, mirando sus piernas en la falda, y por un momento, se permitió sentirse completamente cómodo en la prenda, sin ningún atisbo de vergüenza.
Gunwook salió de su habitación con la cabeza en alto, sin molestarse en ocultar cómo se sentía consigo mismo. No solo no le daba miedo llevar la falda, estaba listo para lucirla con orgullo. Sus amigos lo miraron con sorpresa, pero nadie se atrevió a decir nada negativo. Porque Gunwook irradiaba confianza, esa confianza que viene de aceptar plenamente quién eres, sin preocuparte por el juicio de los demás.
Dayeon lo vio y dejó escapar una carcajada, encantada con el espectáculo. Se acercó a él con una sonrisa pícara y un brillo de aprobación en sus ojos.
—Sabía que podías hacerlo, pero... wow, lo llevas demasiado bien —le dijo, dándole una palmadita en el hombro.
Gunwook se rió y agitó los pompones frente a ella.
—No soy de los que se echan para atrás.
Junhyeon y Ricky rompieron en risas al verlo, pero no de burla. Había una mezcla de asombro e incredulidad en sus rostros, como si de alguna manera hubieran subestimado cuán dispuesto estaba Gunwook a desafiar cualquier expectativa.
—¡Ey! —gritó Ricky entre risas—. Te ves mejor que cualquiera de nosotros con ese uniforme.
—No me sorprende que lo pienses —respondió Gunwook, sonriendo ampliamente—. Me queda bien.
A pesar de la falda, los pompones, o cualquier otra cosa que pudiera parecer fuera de lugar para un hombre de su estatura y contextura, él se veía exactamente como lo que era: un hombre fuerte, confiado y orgulloso de quién era, listo para enfrentarse al mundo sin perder su identidad.
Mientras agitaba los pompones una última vez, con una sonrisa en los labios, pensó que, si esto era lo que significaba cumplir una apuesta, no le importaría perder de nuevo.
Se apresuraron para irse a la fiesta. El auto de Ricky rugía por la carretera, repleto de risas y música ensordecedora. Gunwook ajustó su cinturón de seguridad mientras la música vibraba a través de los parlantes. La emoción de Halloween estaba en el aire, y con cada kilómetro que recorrían, la anticipación aumentaba.
Ricky sentado al volante y disfrazado de vampiro, llevaba un look clásico con una capa negra que ondeaba con cada movimiento.
—Sé que es cliché, pero soy un vampiro sexy —había dicho, defendiendo su elección cuando alguien lo criticó por no ser más original.
—Claro, sexy... —le había respondido Gunwook, rodando los ojos, aunque en secreto tenía que admitir que Ricky tenía razón.
En el asiento trasero, a su lado, Junhyeon se acomodaba su disfraz de Robin que estaba sorprendentemente bien hecho, con detalles que lo hacían parecer sacado directamente de un cómic. Gunwook no diría en voz alta que probablemente Junhyeon había puesto tanto esfuerzo en su disfraz para impresionar a cierto vocalista que estaría en la fiesta. Sabía bien que Junhyeon era un fanático silencioso de esa banda, y la idea de verlo coquetear lo hacía reír por dentro.
—Tu disfraz está genial, ¿cómo lo lograste? —comentó Dayeon desde el asiento copiloto, con una gran sonrisa en su rostro.
Dayeon estaba disfrazada de Luffy de One Piece, con su sombrero de paja y ropa suelta que la hacía ver adorablemente audaz. Gunwook pensó que era el disfraz perfecto para ella, siempre con esa energía contagiosa y una risa que iluminaba cualquier lugar.
—Gracias -respondió Junhyeon, un poco tímido, mientras se ajustaba su capa—. Aunque no sé si superaré al dinosaurio de la fiesta. Escuché que alguien irá en una botarga.
Gunwook estalló en una carcajada al imaginarse a alguien vestido de dinosaurio moviéndose torpemente entre la multitud. El auto casi vibraba con sus risas cuando Dayeon se giró y le dio un manotazo en el brazo.
—¡Deja de burlarte! —le dijo—. ¡Yo sí quiero ver a alguien en una botarga de dinosaurio!
Gunwook fingió que le dolía el golpe, sobándose el brazo con dramatismo, pero no pudo evitar seguir riéndose.
—Imagina lo difícil que será moverse con eso en medio de una fiesta. ¿Cómo van a bailar?
Ricky, que había estado atento a la conversación, intervino mientras se detenía en un semáforo.
—A lo mejor bailan mejor que tú. Con esa falda que llevas, vas a tener que hacer tus mejores movimientos.
—Ah, la falda... —murmuró Gunwook, sintiendo un leve sonrojo en sus mejillas.
—Hablando de disfraces —dijo Junhyeon, cambiando de tema rápidamente— ¿Alguien sabe cómo irá disfrazado Matthew?
El corazón de Gunwook dio un pequeño salto al escuchar su nombre. No había hablado mucho sobre lo que Matthew usaría, pero la promesa de verlo en esa noche le había puesto los nervios de punta.
—No sé, pero lo averiguaré pronto —respondió Gunwook, con una sonrisa que no podía ocultar. Estaba ansioso, y no solo por la fiesta, sino por la posibilidad de estar cerca de Matthew otra vez.
La fiesta estaba en pleno apogeo incluso antes de que Gunwook y sus amigos bajaran del coche. Una multitud se reunía fuera de la casa, la música resonando por las paredes, y las risas y voces de la gente se mezclaban con el bajo que vibraba a través del suelo. El ambiente era salvaje, desenfrenado, y Gunwook se rió al ver la escena, sintiendo que la noche prometía más de lo que imaginaba.
Mientras se desabrochaba el cinturón y bajaba del auto, Gunwook sintió el aire fresco acariciarle las piernas. Miró hacia abajo y notó que la falda ondeaba ligeramente con cada paso que daba. Se la ajustó rápidamente, sonrojándose un poco al darse cuenta de que al caminar, la tela se levantaba más de lo que había esperado. El sentimiento era extraño, provocador, pero Gunwook no podía negar que disfrutaba la atención que sabía que recibiría.
Dayeon fue la segunda en salir, acomodando el sombrero de paja de su disfraz, y Junhyeon la siguió rápidamente. Ricky fue el último en salir del coche, con una sonrisa confiada y un aire sensual. Gunwook caminó con más confianza mientras avanzaban hacia la entrada de la casa, notando las miradas que se posaban en él. Los ojos de la gente recorrían su cuerpo, fijándose en sus piernas expuestas y sus brazos musculosos bajo el top ajustado.
Las miradas deseosas que recibía lo hacían sonreír. Había algo liberador en caminar con ese atuendo, sabiendo que tenía la atención de todos. Al fin y al cabo, Gunwook nunca había sido alguien que se dejara intimidar por lo que otros pudieran pensar. Sabía lo que valía y cómo lucía. La sensación de ser observado no lo incomodaba, sino que lo emocionaba.
Justo cuando estaban por llegar a la entrada, una figura familiar se cruzó en su camino. Gyuvin, disfrazado de lo que parecía ser el Sombrerero Loco, apareció de la nada con una sonrisa deslumbrante. Su atuendo era un desastre colorido y caótico, con un sombrero exagerado que se tambaleaba sobre su cabeza.
—¡Ahí están! —exclamó Gyuvin, abriendo los brazos como si quisiera atraparlos en un abrazo colectivo. Su mirada recorrió el grupo, pero se detuvo un momento más sobre Ricky.
Gunwook no pudo evitar sonreír al notar cómo Ricky parecía encogerse bajo la intensa mirada de Gyuvin. El sonrojo en las mejillas de Ricky era evidente incluso bajo la tenue luz de la calle.
—Le pusiste esfuerzo a tu disfraz, ¿eh? —comentó Gunwook.
—¡Por supuesto! —Gyuvin respondió con entusiasmo, aunque su mirada apenas se desvió de Ricky. Parecía fascinado por su atuendo, como si estuviera viendo algo más allá de la capa y los colmillos falsos. -Ricky te ves increíble.
Ricky visiblemente tímido, se revolvió bajo la mirada persistente de Gyuvin y carraspeó.
—Tú... tú también te ves... interesante.
Dayeon soltó una risa divertida, dándole una pequeña palmada en la espalda a Gunwook mientras intentaban entrar a la casa, pero Gyuvin los detuvo.
—¡Falta el shot de bienvenida!
La botella de vodka apareció de la nada, pasando de mano en mano mientras los recibía con una bienvenida llena de risas y gritos. El líquido transparente brillaba bajo las luces de la entrada mientras Gunwook tomaba su turno. Se llevó la botella a los labios, sintiendo el alcohol deslizarse por su garganta, quemando levemente pero despertando algo dentro de él. El shot lo hizo jadear un poco, pero al instante siguiente, sonrió, listo para lo que la noche tenía reservado.
Cuando entraron a la casa, la música se intensificó en sus oídos, vibrando en cada rincón. Las luces led destellaban sobre la pista de baile, donde personas disfrazadas de toda clase de personajes se movían al ritmo de la música en vivo, la banda de Taerae se había acomodado al fondo de la sala. Gunwook aún ajustándose la falda mientras caminaba, no podía evitar sentirse en el centro de atención con cada paso, la falda se le subía con cada movimiento.
Dayeon, quien no había dejado de reír desde que entraron, lo jaló hacia el centro de la pista. Los movimientos de ambos pronto se sincronizaron al ritmo de la música, los cuerpos de los demás alrededor se movían al compás, pero de alguna manera, la energía entre ellos dos destacaba. Los movimientos de Gunwook, fluidos y sensuales, lo hacían atraer las miradas de todos a su alrededor. Dayeon sonreía, disfrutando de la atención mientras movía su cuerpo con gracia, pero también animaba a Gunwook, dándole palmadas en el hombro y señalando las reacciones de los demás.
La gente alrededor comenzó a animarlos, los gritos y vítores se mezclaban con la música. Gunwook sonreía mientras giraba, sus músculos tensos bajo la falda que ondeaba a su alrededor, las piernas fuertes en exhibición. Todo el ambiente era embriagante, pero había una parte de él que no podía concentrarse del todo.
Discretamente, mientras seguía bailando con Dayeon, Gunwook buscaba con la mirada a Matthew. Sabía que había una posibilidad de que no apareciera, pero esa incertidumbre lo mantenía en vilo. La mezcla de emociones que lo atravesaban, la adrenalina de la música, el ardor del alcohol y la expectativa de ver a Matthew, lo tenían en un estado de alerta constante. ¿Estaría Matthew entre la multitud, observándolo en silencio?
En caso de que Matthew no apareciera, Gunwook no sabía si sentirse aliviado de que Matthew no lo viera en una falda, o si prefería que lo hiciera, que lo mirara como los demás lo estaban haciendo en ese momento. ¿Qué pensaría Matthew al verlo así? ¿Le gustaría? ¿Lo miraría con deseo, tal como lo habían hecho muchos ojos esa noche?
La idea de que Matthew pudiera estar observándolo hacía que el corazón de Gunwook latiera más rápido. Quería ver la expresión en su rostro, quería saber si a Matthew le parecería atractivo o simplemente divertido. Una parte de Gunwook quería verlo reaccionar, quería saber si Matthew sentiría el mismo tipo de atracción que él sentía cuando pensaba en sus fuertes manos sobre su cintura, en sus labios acercándose.
Mientras seguía bailando, se dejó llevar por la música, pero en el fondo, su mente estaba con Matthew.
Con forme pasaba el tiempo, Gunwook se sentía cada vez más enérgico, lleno de adrenalina y con el alcohol bombeando por sus venas mientras se dirigía a la mesa de beer pong. Las risas y la música eran un ruido de fondo mientras observaba a Gyuvin colocando los vasos con cuidado. Al otro lado de la mesa, Junhyeon y Taerae se preparaban, intercambiando miradas cómplices. Gunwook no sabía en qué momento Junhyeon había logrado atrapar al vocalista. Gunwook podía ver que Junhyeon estaba tratando de impresionar a Taerae, pero eso solo lo motivó más. No iba a dejar que su amigo lo superara tan fácilmente.
—¿Están listos para perder? —dijo Gunwook, sonriendo ampliamente mientras se cruzaba de brazos, observando a sus oponentes con un aire de desafío.
—Hablas mucho, pero veamos si puedes lograrlo —respondió Junhyeon, lanzándole una mirada a Taerae que sonreía con una mezcla de diversión y confianza.
El juego comenzó, y aunque Junhyeon intentaba mantenerse concentrado, Gunwook no dejaba de presionarlo, bromeando y provocándolo mientras lanzaba los tiros con precisión. Gyuvin también se unió, riendo fuerte cada vez que Junhyeon fallaba, y por supuesto, Taerae se mantenía relajado, sabiendo que Junhyeon estaba haciendo el esfuerzo por ambos.
Con cada vaso que Gunwook y Gyuvin lograban, la multitud alrededor se animaba más. La tensión creció cuando solo quedaban un par de vasos en la mesa de Junhyeon y Taerae. Gunwook, con los ojos fijos en su objetivo, lanzó el último tiro con una confianza desbordante. La bola aterrizó en el vaso final, sellando su victoria. Un estallido de gritos y aplausos llenó la habitación.
—¡Eso es todo! —gritó Gunwook con los brazos en alto, mientras los demás los rodeaban para felicitarlos.
La sonrisa en su rostro no podía ser más grande, pero detrás de toda esa euforia, algo más lo empujaba. El alcohol en su sistema amplificaba todos sus pensamientos y emociones. Especialmente un deseo que llevaba meses acumulándose. La necesidad de encontrar a Matthew, de sentirlo, lo consumía. No era solo una atracción superficial, era una tensión que había estado creciendo desde hacía tiempo, un tira y afloja que lo tenía a punto de explotar.
Sin pensarlo dos veces, Gunwook dejó la mesa de beer pong y comenzó a moverse por la fiesta, sus ojos buscando a Matthew entre la multitud. Cada segundo que pasaba sin verlo hacía que esa necesidad aumentara.
Lo quería, lo necesitaba. Quería sentir sus labios contra los suyos, sus manos sobre su piel. Lo quería cerca, encima o debajo de él, ya no le importaba. Esa tensión, esa lucha silenciosa entre ambos, lo estaba volviendo loco. Cada mirada robada, cada roce accidental... ahora, solo quería rendirse por completo a ese deseo.
Con el corazón acelerado, Gunwook se movió entre los cuerpos bailando, buscándolo. Necesitaba tener a Matthew entre sus brazos, necesitaba que todo ese coqueteo, esa atracción contenida, se transformara en algo real, tangible.
❤︎ ❤︎ ❤︎ ❤︎ ❤︎ ❤︎
¡Especial de Halloween finalmente publicado!
Quiero contarles la inspiración detrás de esta historia
El equipo de fútbol americano de mi universidad llevaba una racha de 5 años sin poder ganarle a la escuela que ha sido nuestro mayor rival durante décadas
Pero este año finalmente GANAMOS
Y por una GRAN diferencia puntos, fue una locura
Uno de mis amigos está en el equipo de animadoras, y antes del partido apostó que si ganabamos se pondría el uniforme femenino para celebrar, y LO HIZO JAJA
La segunda parte será publicada en unos dias<3
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