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8 | La jinete.

Es la primera vez en toda mi vida en la que tengo que escabullirme de casa para salir. Jamás mis padres me negaron un permiso, no importa si estaba enojada con ellos y llevaba horas sin hablarles, si pedía permiso, lo tenía. Con la abuela es diferente y por eso ahora Klara y yo nos encontramos a punto de saltar desde la ventana de nuestra habitación hacia el jardín.

A mí me habría dado lo mismo ir o no a la playa, pero Klara se niega a quedarse y yo a quedarme sola, lo que nos lleva a un solo camino y es este.

Una vez mis pies tocan el suelo y alzo la vista para recibir la mochila que Klara me lanza siento la nerviosidad asentarse en la parte baja de mi abdomen. Saber que él va a estar ahí remueve algo dentro de mí y aloca mis hormonas de la misma forma que aquella vez en la cocina cuando me ofreció divertirnos a solas.

Lucca Bianchi me atrae, me atrae mucho y sé que yo igual a él por lo que solo es cuestión de tiempo que pase lo inevitable.

—Sígueme agente treinta y tres —dice Klara pegando su cuerpo a la pared de la casa.

Lleva su mano a la oreja como si tuviera un comunicador en ella y avanza con la espalda contra la pared viendo hacia todas partes para controlar que nadie la descubra en su misión secreta.

—¿Agente treinta y tres? —pregunta y voltea a verme con cara seria—. No seas aburrida, respóndeme.

—Dejé de ser el agente treinta y tres a los doce, Klara.

Me mira con los ojos entornados fingiendo estar ofendida, pero se endereza y sigue caminando normal hasta llegar a la calle.

—Solo para que sepas, yo no voy a dejar de ser la agente cuatro —comenta mientras caminamos—. Si dejas ir a tu niño interior te vuelves una vieja aburrida como la abuela.

—No voy a ser una vieja aburrida.

—Pues, vas por ese camino —alza las cejas a la vez que se encoge de hombros.

Ahora la que la mira fingiendo estar ofendida soy yo. Me pongo ambas asas de la mochila y llevo mi mano a la oreja hablando desde mi propio comunicador.

—Agente cuatro, aquí agente treinta y tres —suelto y su sonrisa se ensancha—. ¿Me copias?

—Fuerte y claro, agente, fuerte y claro —dice ella riendo—. Creí que estaba muerta.

—No, al menos por ahora —miro por encima de mi hombro a la casa—, pero le aseguro que como no nos apresuremos a salir de aquí ambas vamos a estar muertas.

Echo a correr las dos cuadras que quedan hasta la reja riendo mientras ella suplica que la espere. Al llegar mi respiración está agitada y me toma unos cuantos segundos volver a la normalidad, pero en cuanto lo hago le sonrío al portero y recibo de su parte una mirada de desaprobación.

También le dedica una a Klara, pero ella no parece notarla y si lo hace no le da mucha importancia.

Pablo sale del auto y me saluda con un beso en la mejilla antes de que yo me meta en los asientos traseros junto a Ander.

—Hola, Sara —Ander me da un abrazo antes de besar mi mejilla—. ¿Cómo has estado?

—Bien, ¿y tú?

—Bien...

—¡Nos vamos a Los Ángeles! —grita Klara metiéndose en el asiento del copiloto.

—Ni que fuera la primera vez, Klara —Ander rueda los ojos riendo—. ¿Por qué tanta emoción?
—Es que nunca antes había ido con Sa, eso lo hace emocionante.

—Comienzo a creer que Sara hace que cualquier cosa sea emocionante —dice Ander y me mira sonriendo.

Yo le sonrío en respuesta y fijo mi mirada en los árboles que dejamos atrás mientras salimos del pueblo. Son las dos menos diez de la madrugada cuando las enormes letras de «Hollywood» se hacen visibles sobre el monte Lee. Klara toma una selfie en la que salimos los cuatro sonriendo y apenas alcanza a verse la «H» y la «O» a la distancia.

—Llamaré a los chicos para ver dónde mierda están —Klara lleva su celular a la oreja y un segundo después comienza a hablar—. Ya estamos llegando. ¿Dónde se metieron? Huhum...Sí, bueno, okey. ¡Si, James, ya entendí!

Cuelga y al mirar hacia atrás rueda los ojos.

—Que chico insoportable.

Pablo sigue las indicaciones que le da Klara, que a su vez le dio James, y así es como acabamos bajando por el lado equivocado de la playa y reuniéndonos con los chicos casi una hora más tarde.

En cuanto nos ven acercarnos comienzan a abuchear y reirse por nuestra incapacidad de seguir simples indicaciones. Klara le saca el dedo a James y pasa de él para saludar a Jazmín y a Lucca que están sentados en unas reposeras blancas. Tras eso toma una de las reposeras, la abre y me hace una seña con la cabeza para que me acerque. Ando el mismo camino que ella, saludo primero a James con un beso en la mejilla, luego a Jazz que me comenta lo linda que es mi falda y por último saludo a Lucca que me dedica una mirada de arriba abajo y sonríe.

—Hola, rubia —susurra a mi oído cuando nuestras mejillas se juntan.

—Hola —suelto en respuesta quedándome de pie junto a su reposera.

Él se apresura a enderezarse y arrolla sus pies para después darme unos suaves toquecitos con sus dedos en la parte trasera de mi muslo.

—Si quieres sentarte, hazlo —dice señalando el espacio libre a su lado—. No voy a morderte.

Ignoro la electricidad recorriendo mi cuerpo y me siento en los pies de su reposera dejando la mochila recostada contra mis piernas. Klara pone su reposera en frente a la de los chicos, Pablo y Ander hacen lo mismo quedando así enfrentados tres contra tres.

—¿Por qué tardaron tanto en llegar? —pregunta James con una risa burlona en sus labios.

—Quizá si fueras un hombre de verdad y supiera dar direcciones correctamente no habríamos tardado tanto, es tu culpa por ser un inutil.

—¿Quieres que te muestre como soy un hombre de verdad? —pregunta él y Klara mira a Pablo en busca de ayuda.

—Si te buscas las pulgas luego tienes que rascarte tu sola, amor —le dice él y luego se dirige a James mirándolo serio—. Y tú no te pases con mi novia.

James lo ignora y se dispone a sacar un mazo de cartas de dentro de su mochila. Ander nos hace juntar las reposeras pie con pie para que así se forme una especie de mesa en el centro y ahí nos pasamos un buen rato jugando a las cartas mientras conversamos de la vida en general.

Nunca me gustaron los grupos grandes, ni siquiera los grupos de a tres, porque de alguna forma siempre alguno sale excluido. He estado en esa situación, sé lo mal que se siente y las inseguridades que eso te genera. Sin embargo, aquí con ellos me siento una más del grupo.

No sé cómo, juro que no, pero en algún momento de la noche acabo metida entre las piernas de Lucca y con sus brazos rodeándome la cintura mientras bebemos cervezas y reímos por el nuevo repertorio de chistes malos de Ander.

—¡Ya pásame otra cerveza antes de que te las acabes todas! —bufa Pablo viendo a Jazmín—. ¡¿Crees que no he visto cómo te las tomas discretamente?!

Jazmín mete su mano dentro de la conservadora, saca unas cuantas latas y nos lanza una a cada uno a la vez que sonríe por haber sido descubierta.

—¿A mi me pasas una botella de agua? Por favor —pide Lucca, poniéndose unos lentes de sol oscuros en la cabeza y dejando su lata de cerveza a un costado.

—¿En serio no beberás siquiera una lata? —Klara lo mira con los ojos como platos—. No seas aburrido.

—No soy aburrido, soy responsable —baja los lentes y vuelve a rodearme con sus brazos.

—Yo debería detenerme ya —dice Pablo dándole su lata a James que se la vuelca entera como si de agua se tratara—. ¿Alguno quiere jugar al fútbol?

—¿No dejamos la pelota en el auto? —James frunce el ceño viendo a su alrededor solo para confirmar que efectivamente no la han traído.

—Yo iré a buscarla —dice Lucca poniéndose de pie.

Entrelaza un mechón de mi cabello en sus dedos y tira de él suavemente a medida que se aparta de mí.

—Yo también voy —Pablo no duda en correr hasta Lucca.

—Ya vuelvo, chicas —dice Ander antes de también echarse a correr hacia Lucca y Pablo.

—¿Tú no irás? —le pregunta Jazmín a James que niega con la cabeza y cierra los ojos.

No pasa mucho hasta que comienza a roncar y Jazmín lo mira seria negando con la cabeza.

—Esto va para tí que aún estás a tiempo, Sara —dice viéndome fijo a los ojos—. Cuando busques un chico asegúrate de que no exceda los niveles de idiotez.

—Ya tiene uno en la mira —mis ojos se abren como platos viendo a Klara que sonríe—. A Sara le gusta un pelinegro italiano que le gusta ir al gym y modelar.

—¡¿Te gusta Lucca?! —Jazmín abre su boca enormemente.

—No me gusta Lucca —niego con la cabeza—. Claro que no me gusta Lucca.

—Por el bien de tu salud mental es mejor que no te guste —Jazmín se lleva la mano al pecho—. Las cosas que ese chico ha contado sobre su vida no son nada buenas.

—No seas aguafiestas, Jazmín —Klara le lanza un puñado de arena—. Lucca no ha dicho casi nada sobre su pasado, no le gusta hablar de eso así que no sabemos mucho. No le hagas caso a Jazmín.

—Lo poco que nos ha contado es suficiente para poner en contexto su vida —Jazmín agarra mi brazo asintiendo con la cabeza—. Creeme si te digo que no te ilusiones con ese chico, no le gusta el compromiso y no lleva una buena vida.

—Ya he dicho que no me gusta —ruedo los ojos—, y no voy a ilusionarme con él ni con nadie.

A lo lejos divisamos a los chicos que se acercan pasándose la pelota de uno a otro. Cuando llegan se ponen a jugar entre ellos ignorando que estamos aquí, Klara intenta hacerse notar varias veces, fallando en todas y cuando ya han pasado unos cuantos minutos y la situación sigue exactamente igual, se pone de pie casi echando chispas por las orejas y se encamina hacia la playa.

—Sigan ignorándonos, nosotras vamos a nadar —voltea a vernos a Jazmín y a mí que todavía seguimos sentadas en las reposeras—. Y por si se lo están preguntando, no, no están invitados. Vamos, chicas.

Jazmín y yo cruzamos miradas antes de encogernos de hombros y ponernos de pie dispuestas a seguir a Klara.

—Cuidado que el agua puede quitarte el tinte del cabello, Klara —le suelta Lucca y ella, que ya iba a medio camino hacia el agua, se regresa y le tira un puñado de arena por encima.

Vuelve a unirse a nosotras y juntas caminamos hacia el agua a paso lento a la vez que nos vamos quitando la ropa. De pronto la sensación de que estoy siendo perseguida me taladra la nuca y cuando volteo por encima de mi hombro entiendo por qué.

Los chicos, excepto James, cruzan corriendo a nuestro lado quitándonos una ventaja enorme y al hacerlo Ander grita que la última en llegar a la playa debe comprar condones para cada uno de ellos. Ni bien mi cerebro comprende el reto, me echo a correr sin pensarlo siquiera un segundo más. Jazmín recalcula la situación por unos segundos y luego se echa a correr detrás de mí soltando carcajadas al ver que Klara se queda de pie sin reaccionar.

Cuando mis pies tocan el agua miro hacia atrás y veo a Klara caminando con cara de pocos amigos y los brazos cruzados, su boca haciendo puchero. Jazz se da cuenta y se detiene a esperarla. Mala decisión. Ni bien está un poco cerca de ella, se echa a correr y la pasa en cuestión de segundos.

Se une a mí dentro del agua y le saca la lengua burlándose por haberla engañado.

—¡Es injusto! —se queja Jazmín trotando hacia nosotros—. ¡James y yo ni siquiera usamos condones y tengo que comprarles para ustedes!

—Son las reglas —le dice Ander saliendo a su encuentro solo para molestarla.

Klara se engancha a mi brazo y nadamos juntas hasta donde están los chicos. A Klara y a mi el agua nos da casi por el cuello mientras que a los chicos no les llega a sobrepasar los hombros y eso me genera un poco de envidia, ¿por qué tienen que ser tan altos?

—Juguemos a la guerra de jinetes —propone Pablo.

—¡Yo juego con Ander! —anuncia Jazmín acercándose colgada de su brazo.

—O puedes jugar con Lucca y yo con Sara —dice Ander y dirige su mirada a Lucca y a mí.

—Ay, él quiere jugar con Sara —suelta Jazmín riéndo—. A mi me da igual, chicos, pero decídanse de una vez.

—¿Juegas conmigo o con Lucca? —pregunta Ander alzando las cejas.

Mis ojos van a Lucca que me mira ladeando la cabeza y sonríe.

—Con quien quieras, rubia —suelta encogiéndose de hombros—. Sin presiones.

—Yo voto por que juegue con Lucca —dice Jazmín y me guiña un ojo disimuladamente—. La verdad es que no confío en que él no me dejará caer al primer golpe.

Sin esperar a que alguno refute su decisión, se dirige a Ander y lo rodea dispuesta a subirse en su espalda. Acordamos que no valen las patadas, tirones de cabello ni mordidas y luego Klara escogió una consecuencia para el equipo perdedor; correr desnudos por la playa.

—¡A partir de ahora y hasta que terminemos, olvídate de que somos primas! —Klara se pasa dos dedos en las mejillas imitando la pintura de los jugadores de fútbol americano y luego suelta un grito salvaje.

Me acerco a Lucca y le rodeo la cintura con las piernas, aferrándome a él con todas mis fuerzas para no caerme. Me cuesta mucho admitirlo, pero soy igual, o peor, de orgullosa y competitiva que Klara.

—Pondré mis manos en tus piernas, rubia —avisa antes de que sus manos toquen mis muslos—, así podré sostenerte mejor. ¿Está bien?

—Ponlas donde quieras —aprieto mi abdomen contra su espalda rodeando su cuello con mis brazos.

—Si las pusiera donde quiero ahora mismo estarías gimiendo.

Gira su cabeza y conectamos miradas, sus labios se curvan en una sonrisa que bajo la luz de la Luna me parece extremadamente sexy y hace que me sonroje aún más que sus palabras.

—Preparati a vincere, bionda, perché io non perdo mai.



—¡Tómales una foto, mierda, tómales una foto! —grita Klara dando saltos a mi lado—. ¡Préstame tu celular, Lucca!

Él le pasa el aparato y vuelve a poner su brazo por encima de mis hombros y dejar un beso suave sobre mi cien. Ha sido bastante cariñoso durante toda la noche; dentro del agua nos hundía a propósito solo para alzarme en sus brazos y luego volverme a tirar e ir en busca de mí. No niego que tragué agua un montón de veces y en todas se ofreció a hacerme respiración boca a boca sonriendo como idiota consecuentemente ruborizando mis mejillas.

Mientras jugábamos no me dejó caer, no perdimos siquiera una sola ronda y por eso ahora estamos parados aquí libre de retos.

—¡Tienes el culo muy blanco, Ander! —grita Jazmín partiéndose de la risa.

Klara y Pablo fueron los que más rondas perdieron y por lo tanto son los que debían pagar la consecuencia, pero Klara se negó y convenció a Ander de que tomara su lugar.

Jazmín ríe tan fuerte que le cuesta respirar por instantes y yo niego con la cabeza todavía sin poder creer que de verdad estén corriendo desnudos sin pudor alguno. James graba todo desde su cómodo lugar en la reposera mientras carcajea como mal de la cabeza.

—¡Luego me la pasas, eh! —lo sentencia Klara a Lucca devolviéndole el celular—. ¡Ni se te ocurra borrarlas o conocerás a una Klara enfadada!

Él no le responde nada, solo alza las cejas sonriendo de lado y centra su vista en los chicos que corren de regreso hacia nosotros. Jazz les tira sus shorts y ellos se los ponen dándonos la espalda.

—Jamás imaginé que tu culo fuera tan blanco, Ander —ella hace una mueca de asco—. ¡Quedé traumatizada!

—¡El de James ha de tener pelos colorados y eso no te traumatiza! —grita Ander.

—Sí, pero...

—Ya, ya, ya —James corre hasta nosotros y le tapa la boca a Jazz mientras abre los ojos como platos—. Ya está amaneciendo, vámonos antes de que esto se empiece a llenar de familias molestas.

Viernes 31 de diciembre 2021

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