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7 | Bienvenida al grupo.

Pablo nos invitó a comer esta noche en el restaurante de sus padres. Al parecer no solo tienen servicio de catering, sino también una gran cadena de restaurantes que se extiende a lo largo de todo el estado y que ya lleva unos cuantos años en marcha dando muy buenos resultados.

Desde que nos subimos al taxi Klara no ha dejado de hablar de él, la forma en que la trata, cuánto lo quiere y sus planes a futuro en donde claramente construyen una vida juntos. A medida que hablaba sus ojos se iluminaban más y más y en ellos podía apreciarse la ilusión de un corazón que arde enamorado.

Miento si digo que no me gustaría sentirme de la misma manera. En diecisiete años jamás he llegado a enamorarme, no porque no hubieran chicos en los que estuviera interesada, al contrario, si los hubieron, pero ninguno me interesaba lo suficiente como para llegar a conocerlo realmente e intentar algo más que no fuera solo físico.

—El restaurante es hermoso, Sa —dice Klara una vez el taxista estaciona a mitad de cuadra—. Pablo nos reservó una mesa en el segundo piso así que tendremos una vista hermosa del bosque y la luna.

—¿Vendrá alguien además de nosotros tres? —Agradecería con todo el alma que el pelinegro no esté ahí porque como comience a soltar comentarios como los que acostumbra sé que quedaré más roja que un tomate y no es algo que realmente desee.

—Sí, estará todo el grupo —me mira con el ceño fruncido mientras le pasa su tarjeta al taxista para que nos cobre el servicio—. Creí que te lo había dicho.

—Solo mencionaste a Pablo —comento yo bajándome del taxi.

—Bueno, quizá lo olvidé, pero no importa —Ella se encoge de hombros y toma mi mano para comenzar a caminar hacia el restaurante frente a nosotras—. Estoy emocionada por presentártelos a todos.

Conozco a sus amigos hace mucho tiempo, los he visto las veces que he venido al pueblo, pero jamás intercambié más de dos palabras con ninguno de ellos.

Al ingresar al restaurante Klara da su nombre al tipo de recepción que amablemente nos acompaña hasta el segundo piso y nos indica nuestra mesa. Pablo se da cuenta de ello y de inmediato se pone de pie cruzando entre las mesas para venir a nuestro encuentro. Cuando llega, Klara se le cuelga al cuello con los brazos y él la hace girar en el aire mientras le da un beso que se me hace extremadamente tierno.

—Te extrañé, osito —dice Klara y noto como las mejillas de Pablo toman color.

—Yo más —responde él y alza la vista hacia mí—. Hola, Sara.

Yo sacudo la mano saludándolo y me dispongo a caminar detrás de ellos dirigiéndonos a la mesa. Incluso desde lejos noto sus miradas sobre mí y la forma en que la chica de cabello café habla por lo bajo cubriéndose la boca. Creo que la conozco, si mi memoria no falla su nombre es Jazmín y sale con James, el pelirrojo que estaba lavando platos en la fiesta de cumpleaños de Landon y que ahora está sentado junto a ella.

—Chicos, ella es Sara, mi prima —dice Klara.

Ahora mismo me siento terriblemente juzgada por cada uno de ellos. La forma en la que me miran me hace sentir desnuda, como si estuviera en una posición vulnerable en la que pueden ver cada miedo e inseguridad que guardo en mi cuerpo.

Lucca es el primero en ponerse de pie y caminar hacia mí, lo que solo me hace sentir más nerviosa. Ha faltado toda la semana al colegio y aunque hoy lo he visto en las instalaciones del edificio, no hemos coincidido en clases.

—Es un gusto conocerte —dice acercándose a mí para darme un beso en la mejilla—. Que linda estás esta noche, rubia.

Tras susurrar eso cerca de mi oído se aparta dedicándome una sonrisa ladina que mueve algo dentro de mí y enciende mis mejillas.

—Él es Lucca —dice Klara apretando los labios para no reír—. También es nuevo en el pueblo, seguro oíste hablar de él...

—Conociéndote fuiste tú quien le habló de Lucca —suelta la chica rodando los ojos y se pone de pie para saludarme—. Soy Jazz.

—Sara —digo yo tomando asiento en medio de Pablo y Lucca.

—Mi nombre es Ander —El castaño se estira por encima de la mesa y me da un beso en la mejilla—. Encantado de conocerte, Sara.

—Yo igual.

—Acá James —dice el pelirrojo con un tono poco alegre.

—A mi ya me conoces —Pablo sonríe ampliamente y le devuelvo la sonrisa—. ¿Pedimos la comida ahora así ya la van preparando?

No espera a que nadie le responda, sino que ni bien termina de hablar alza la mano llamando a uno de los meseros que enseguida se acerca. En menos de un minuto nos ponemos de acuerdo para ordenar tacos y cerveza como acompañamiento. El mesero se retira y el grupo comienza a hablar sumiéndonos en un ambiente cálido.

—¿Te gusta el pueblo, Sara? —me pregunta Jazmín ladeando la cabeza.

—Sí, es lindo —digo a la vez que me encojo de hombros.

—¿Ves? —Jazmín señala a Lucca con el índice—. Él dice que es aburrido y que no hay nada interesante aquí.

—Quizá haya cambiado de opinión —suelta Lucca.

Por el rabillo del ojo noto como gira su cabeza hacia mí, pero no me atrevo a mirarlo directamente porque sé que en cuanto mis ojos se encuentren con los suyos terminaré sonrojándome como idiota.

—Yo concuerdo con Lucca —dice Ander asintiendo con la cabeza—. Si el pueblo fuera interesante no tendríamos que ir a Los Ángeles cada vez que queremos divertirnos de verdad.

—Ahora que lo mencionas —Jazmín fija sus ojos en mí—. Vas a venir con nosotros mañana, ¿no?

Mi ceño se frunce al no entender de qué mierda habla. ¿Ir a dónde? ¿Con quiénes?

—¿Dónde irán? —Klara lo mira a Pablo con expresión seria en su rostro.

Al parecer tampoco sabía de esa salida que tenían planificada.

—Iremos a la playa, pero se suponía que era una sorpresa, amor —explica él—. Por eso no te lo había dicho.

—Más te vale, Juan Pablo, más te vale —dice ella entornando los ojos.

—Entonces... ¿vendrás? —Jazmín me sonríe.

—Si Klara va, sí.

—¡Claro que iré! —exclama ella agrandando los ojos—. Me ofende que siquiera pienses en la posibilidad de que no me una a un plan así.

Siento como Lucca estira su brazo por detrás de mí y lo posa sobre el respaldo de la silla. Una corriente fría recorre mi cuerpo cuando atrapa un mechón de mi cabello entre sus dedos y comienza a jugar con él, alzo mi vista solo para encontrarlo sonriendo, evidentemente disfrutando de que ha logrado ponerme nerviosa.

—¿Qué pasa? —pregunta haciendo un pequeño movimiento con su cabeza.

—Mi cabello —volteo por encima de mi hombro a ver su mano y regreso a sus ojos.

—¿Te molesta? —la forma en la que su ceño se frunce un poco me hace gracia y niego con la cabeza.

—No, pero ya quédate quieto, me da escalofríos.

Sus dedos detienen sus movimientos, pero no suelta el mechón de cabello, sino que se queda ahí haciendo absolutamente nada mientras una sonrisa boba se forma en sus labios.

Regreso mi vista al grupo dispuesta a centrarme en lo que sea que estén hablando, pero entonces me encuentro con que todos tienen sus ojos puestos en mí.

—Creo que no escuchó lo que preguntaste —Jazmín lo pecha con el codo a Ander que se ruboriza un poco.

—Lo siento, estaba distraída —Mis ojos viajan a Ander—. ¿Qué decías?

—Pregunté si tienes novio o alguien esperando por ti en... ¿Dónde vivías antes de venir a California?

—Soy de Kansas —Lizzie viene a mi mente—. Y no, no tengo novio.

—Tienes el camino libre, Ander, apresúrate antes de que alguien se te adelante —suelta James señalando a Lucca con la cabeza y en medio segundo el aire se vuelve tenso.

Mis ojos caen sobre Lucca que endereza su cabeza mirando a Ander con suficiencia. Él le regresa la mirada de igual forma haciéndome desear ser hombre para entender que cruza por sus cabezas ahora mismo.

—¿A qué hora saldrán de aquí? —pregunto intentando redireccionar la conversación—. Son como dos horas de viaje desde Barstow a Los Ángeles.

He pensado en que si vamos temprano puedo ir a visitar a papá. Me preocupa que aún no me haya llamado o siquiera enviado un mensaje, es raro en él y no me gusta el mal presentimiento que tengo en el pecho.

—Iremos en la madrugada, así que saldremos a las once o doce de la noche de aquí —explica Pablo—. Yo pasaré a buscarlas a la entrada del barrio, no se preocupen.

—Creo que se están olvidando de algo —Klara tuerce su boca—. No entramos todos en un solo auto, chicos.

—Lucca también tiene auto —dice Jazmín señalándolo—. James irá con él y el resto de nosotros con Pablo.

—Si alguien más quiere ir con Lucca solo tiene que decirlo —los ojos de Klara caen sobre mi—. No están obligados a ir en el auto de Pablo.

—Entonces yo iré con ellos —dice Jazmín sonriente mientras alza las cejas—. Así queda cada pareja en un auto...

—¡Ahí vienen los tacos! —exclama Klara atrayendo la atención—. Al fin, me estaba muriendo de hambre.

La siguiente hora nos la pasamos comiendo mientras escuchamos a Ander contar los peores chistes de la historia y aunque sean malísimos río igual porque los cuenta con tanta emoción que me da pena que pueda llegar a sentirse mal porque a nadie le cause gracia.

Son las diez y media pasadas cuando el sueño comienza a abatir el cuerpo de Klara y me pide marcharnos, cosa a la que claramente accedo porque si ella no está no tengo nada que hacer con su grupo de amigos.

—Iré al baño —digo—, ya regreso.

Me pongo de pie y me encamino hacia el cartel verde neón al otro lado del restaurante que conduce a un pasillo que da la entrada al baño. Descargo mi vejiga y acomodo mi cabello frente al espejo además de controlar que no hayan quedado restos de comida entre mis dientes antes de volver a salir. Apenas abro la puerta mis ojos se topan con los del pelinegro que está recostado de lado en la pared y no tarda en sonreírme.

—Klara me ha pedido que te lleve a casa —dice poniéndose derecho.

—¿Se ha ido? —Este es el karma que debo pagar por haberla dejado sola el día de la fiesta.

—Ya se marcharon todos, rubia —señala con la cabeza hacia la salida del pasillo—. ¿Vamos?

Yo asiento y continúo caminando en silencio con él a mi lado. El tipo de la recepción nos saluda al cruzar y ambos le sonreímos amablemente para luego continuar caminando. Sigo a Lucca hasta el estacionamiento y entre medio de los autos hasta llegar a un BMW azul.

—¿Este es tu auto? —pregunto con el ceño extremadamente fruncido.

—Sí —curva su boca hacia abajo—. ¿Qué tiene?

Yo niego con la cabeza mientras abro la puerta para meterme dentro.

—¿Qué tiene? —vuelve a preguntar ahora riéndo.

—Es que no me imagino cuanto debe de haberle costado esto a tus padres...

La forma en la que aprieta la mandíbula apartando sus ojos de mí me hace saber que lo que he dicho lo ha incomodado. Quizá sea de esos chicos a los que le molesta que les saquen en cara que todo lo que tienen se lo deben a sus padres.

—No me lo han comprado mis padres —cierra los ojos disfrutando del suave ronroneo del motor al encender—. Soy modelo desde los siete años, rubia, tengo el dinero suficiente como para cumplir mis propios caprichos.

Klara lo mencionó, pero no creí que el modelaje pudiera dar tantas ganancias como para tener un puto auto del año a los diecinueve años.

—Es lindo —comento sin saber qué más decir.

Tengo miedo de meter la pata y hacer que el trayecto a casa sea extremadamente incómodo así que simplemente limito mis palabras.

—Como el dueño, ¿no? —gira su cabeza hacia mí y clava sus ojos en los míos—. Que te sonrojes cada vez que hablo es mi motivación para seguirlo haciendo.

—No sé si eres lindo, pero puedo asegurarte que idiota sí —Me da rabia que sepa lo que sus palabras causan en mí y que disfrute fastidiarme con eso.

—Siendo así debería sentirme halagado...

—¿Halagado por que te llamen idiota?

—No, halagado de que te hayas enrollado conmigo aún sabiendo lo que soy —sus ojos se centran en el camino delante—. Aunque si piensas de esa forma sería poco inteligente de tu parte admitir que hice ahogar tus gemidos con mi mano en la terraza.

—Por eso no se lo he dicho a nadie ni tampoco pienso hacerlo —trago grueso esperando que no lo note mientras a mi mente viene la imagen de Klara emocionada escuchando cada detalle.

—¿Segura? —Su tono es un detonante que desata mis nervios.

—¿Por qué iba a mentirte? —suelto y comienzo a rascar el esmalte de mis uñas de los dedos pulgares con la de los índices.

—No sé, quizá porque Klara me preguntó si Victoria me devolvió a mí tus bragas o si todavía las tenía ella...

Mierda.

—Yo no le conté absolutamente nada a Klara, ella debió vernos —Lo que acabo de decir no es del todo cierto, pero tampoco es mentira.

—Digamos que te creo —aprieta el volante haciendo que las venas de su brazo se marquen de una forma exquisita—. Y por si te da curiosidad, yo soy quien tiene tus bragas, Victoria me las dió.

—Tíralas, no necesito que me las devuelvas —me encojo de hombros.

—Pensaba guardarlas por si la próxima vez que estemos juntos vuelves a perderlas. Así tendrás unas de repuesto en mi casa.

Yo río apartando la vista de su brazo y centrándola en el camino. Ya solo faltan dos cuadras para llegar al barrio.

—De verdad no sé qué es lo que te hace pensar que yo quiero volver a estar contigo...

Lizzie una vez me dijo que si quieres mantener la atención de un chico sobre ti tienes que llevarles la contra, tienen que sentir que estar contigo es un reto que deben cumplir y así te vuelves su capricho, lo que para mi meta es genial.

—Tu cuerpo te delata, rubia...

Detiene el auto a mitad de la calle y clava sus ojos sobre mí.

—¿Por qué te pones nerviosa? —pregunta a la vez que una sonrisa curva sus labios a un lado de su rostro.

—No estoy nerviosa —afirmo.

Sus ojos bajan a mi boca y luego a mi cuerpo para volver a subir a mis ojos y quedarse ahí esperando a que titubee, pero no voy a hacerlo, porque de verdad no me ha puesto nerviosa, es otro tipo de electricidad la que corre por mi cuerpo ahora mismo.

—Es una lástima que no quieras nada más conmigo —comenta volviendo a poner el auto en marcha—, porque de verdad estaba ansioso por oírte gemir mi nombre.

—Sí, una pena —ruedo los ojos y lo veo sonreír divertido.

—¿Te dejo de este lado de la reja o quieres que entre? —pregunta deteniendo el auto otra vez frente a la entrada del barrio.

—Aquí está bien —Si la abuela me ve llegando con un chico va a pedir miles de explicaciones que no quiero darle. Es mejor así.

—Supongo que entonces es todo —se estira por encima de la palanca de cambios y me da un beso en la mejilla al que respondo de igual forma—. Nos vemos mañana, rubia.

Abro la puerta y le dedico una última sonrisa antes de salir del auto.

—Adiós, Lucca.

Capitulo nuevo para la versión editada, suciaaaaaas

24/09/24

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