43 | The night we met.
Pablo pasa por Klara y por mí a las nueve en punto. Él va en un traje azul que combina de una forma rara con el vestido de Klara, pero que se ve espectacular.
—¿Creen que le gustará? —Los nervios comienzan a atacarme en cuanto nos acercamos a la casa de Lucca y mi cerebro es consciente de todos los autos estacionados a lo largo de la calle—. Ella no es fan de las fiestas, esto fue una mala idea, mejor cancelemos...
—Tranquila, Sara —dice Pablo transmitiéndome paz en su mirada—. De seguro le encantará. Además, trabajamos como esclavos en esto, si la cancelas te mato.
Los tres reímos y acto seguido bajamos del auto. Lucca sale a recibirnos. Primero se detiene junto a la entrada y se me queda viendo de arriba abajo con una sonrisa boba en sus labios. Leva un pantalón negro de vestir con tiradores y una camisa blanca con un corbatín rojo, del mismo tono que mi vestido, en el cuello.
—Eres preciosa, rubia.
Me da la mano y me hace girar silbando para después pegar nuestros cuerpos y darme un tierno beso, su mano apenas haciendo presión en la parte baja de mi espalda.
—El negro es tu color —poso una mano en su pecho y el posa la suya sobre la mía.
—¡Digan whisky! —grita Klara apuntándonos con la cámara de su celular y toma una foto sin darme tiempo a darme la vuelta—. Amo esta pareja, los amo.
—Tómanos otra —exijo.
—Ya habrá tiempo, vamos dentro que está lleno de gente y las anfitrionas aún no aparecen a dar la bienvenida —Lucca tira de mí y yo camino resignada.
No me asombra que entre más de medio pueblo dentro del patio de Lucca porque literalmente es enorme. La mayoría de las parejas no trajeron a sus hijos y es algo que se los agradezco porque tener a niños corriendo por aquí y por allá no me llama para nada la atención. Todos aplauden cuando entramos al patio, incluidos Pablo y Lucca.
—¡Mamá me avisó que ya vienen para acá! —grita la tía Emma—. ¡Todos prepárense!
—Llegamos justo a tiempo —dice Klara abriendo los ojos como platos a la vez que tuerce la boca.
Lucca ordena que bajen las luces y todos nos quedamos en silencio. No pasa mucho hasta que oímos el auto estacionarse en la entrada de la casa y Lucca sale a recibirla.
—¿Sara no ha llegado? Creo que salió de casa primero que yo, pero no la vi así que no estoy completamente segura...
—¡Sorpresa! —gritamos todos a coro y ella suelta un grito ahogado a la vez.
El dj enciende las luces y comienza a sonar una música lenta ambientando la situación.
—¡Están locos! ¿Qué hacen aquí? —Sus ojos parecen desorbitarse por la sorpresa.
—¡Bienvenida a tu fiesta de despedida! —digo abrazándola.
—Me van a hacer llorar —Se seca las lágrimas que desbordan sus ojos—. Ya lo hicieron, los odio.
La gente del pueblo se arrima a saludarla, cada uno deseándole lo mejor en su futuro, salud y mucho, mucho dinero.
—Oí mal o dijiste fiesta? No sé por qué no escucho la música explotar por esos parlantes.
Está feliz, se le nota en la sonrisa radiante y en la forma en la que sus ojos se iluminan. Lucca le hace una seña al dj con la cabeza y enseguida la música lo coloniza todo. La gente se unen en parejas a la vuelta de la pista esperando que alguien la inaugure, yo miro a Lucca para ofrecerle bailar pero él ya está en dirección a alguien más.
—¿Les mostramos cómo se hace, Evelyn? —Mamá lo mira con la boca abierta y le da la mano sin dejar de sonreír.
Suelto un grito eufórico al que lo acompañan los silbidos y demás gritos cuando ellos caminan hacia la pista de baile y oficialmente la inauguran.
Tres horas más tarde no queda nadie sentado, todos bailan y aunque la mayoría afectados por el alcohol lo hacen pésimo, lo hacen, qué es lo que en verdad importa.
—¿Podemos congelar este momento y quedarnos así para siempre? —susurra Lucca contra mi oído y luego me hace girar para volver a poner sus manos en mi cintura.
—Siempre supuse que si alguna vez quisieras congelar un momento sería uno en el que estuviéramos follando.
—Follar está sobrevalorado cuando se tiene algo más.
—Mira quien lo dice —Su cerebro está pensando en eso las veinticuatro horas del día.
—Justamente, si te lo digo yo que follar es mi actividad favorita por algo será.
Lleva una de sus manos hasta mi mejilla y la acuna con delicadeza acercando sus labios a los míos.
—Mierda —masculla sacando su celular del bolsillo de sus pantalones y colgando la llamada entrante.
Sea quien sea no tiene el contacto agendado porque en la pantalla aparecen un conjunto de números que no llego a descifrar por culpa del alcohol que he ingerido y afecta mi visión.
—¿No atenderás la llamada? —frunzo el ceño y lo miro con la cabeza torcida.
—Es de la agencia de modelaje, ya les dije que no trabajaría con ellos y siguen insistiendo.
—Que pesados —Mis dedos juegan con su cabello—. Bloquéalos de una vez.
Vuelve a sonar y él levanta la cabeza hacia el cielo soltando un suspiro a la vez que cierra los ojos.
—Ya vuelvo, ¿si? —me da un beso corto y lo veo desaparecer dentro de la casa.
Me arrimo a la barra para pedirme un vaso de agua en lo que él regresa. Klara se acerca a mí con las palmas de las manos abiertas, buscando que le de alguna clase de información acerca de mi estado con Lucca.
Sé que sigue fiel a la idea de que me pedirá ser su novia esta noche, yo he estado tomando alcohol para sobrellevar los nervios que si de verdad lo hará es mejor que espabile para cuando el momento llegue.
—¿Ya eres oficialmente su novia? —pregunta con emoción.
—Ni siquiera lo ha mencionado, perdí las esperanzas de que lo vaya a hacer a esta altura de la noche.
—¿Ha bebido algo? Quizá solo necesita algo de coraje.
—Sara —Cuando escucho su voz llamándome giro mi cuello tan rápido que me da un tirón.
—Ahí llegó tu pelinegro —Las cejas de Klara se mueven de arriba a abajo—. Los dejo, sean felices.
—¿Podemos ir a la terraza? —me toma de la mano—. Hay algo que tengo que decirte y necesito que estemos a solas.
Mi corazón se detiene.
Lo va a hacer.
Dejo que me arrastre tomada de su mano por las escaleras, cruzamos frente a su cuarto y seguimos de largo por el pasillo hasta llegar al final, hasta la puerta que bien conozco. Él la abre y me deja cruzar primero, cerrándola detrás de sí una vez que ha salido afuera también. El aire frío que anuncia el comienzo del otoño me golpea en la piel desnuda y me da un escalofrío que disimulo mientras me acerco a la barandilla de la terraza y miro la gente bailando en el jardín.
De verdad va a hacerlo y yo que creía que no iba a pasar esta noche.
—¿Qué es lo que quieres decirme? —Quizá en mi voz se note demasiado lo emocionada que estoy, pero no me importa.
—Estoy aburrido —suelta un suspiro.
—Creí que te estabas divirtiendo, se te veía bien bailando.
—No, Sara, me aburrí de ti.
Mi corazón se detiene por segunda vez, pero ahora no en un buen sentido. Sus palabras son como un cuchillo afilado que me apuñala el pecho y dificulta mi respiración.
—¿Qué? —mi ceño se frunce.
—Esto —nos señala a ambos—. No es para mí, Sara. Por un tiempo creí que sí, pero me doy cuenta de que en realidad solo estaba disfrutando de poder follarte cada vez que se me diera la gana. Hasta eso me cansó, tú me cansaste.
—Lucca...
¿Por qué dice estas cosas? Creí que estaba todo bien, hasta hace unos minutos estábamos bailando y besándonos como siempre y, ¿ahora esto?
—Déjame hablar a mí, Sara —Intenta tocarme pero aparto mi mano antes de que llegue a hacerlo—. Nunca debimos haber cruzado esta línea, debí haberme alejado de ti en el momento en que comenzaste a enamorarte.
—¿Tú no estás enamorado? —Las palabras se trancan en mi garganta, pero consigo hacerlas salir.
—No.
Mis cejas se alzan formando un arco en mi frente ante su respuesta. ¿Qué mierda está diciendo?
—Pero... —Lágrimas brotan de mis ojos como agua de una cascada—. Me dijiste que me amabas, me lo dijiste y yo creí...yo...
—¿Nunca te enseñaron a no confiar en los «Te amo» luego de haber follado? Solo estaba vulnerable por el momento, no significa que de verdad sienta algo, es más, creo que nunca lo hice. Solo estaba confundido.
No sé qué decir, en realidad, no tengo qué. Solo puedo llorar como una idiota a la que le acaban de romper el corazón en veinte mil pedazos, un corazón que creía estar recomponiendo.
—Eso y que entre todas estas pueblerinas eras la más pasable.
—Lucca...no quiero dejarte.
—¿No lo entiendes? —Sonríe como si nada le importara—. No eres tú la que me deja, soy yo el que no soporta seguir fingiendo que te quiere y que le gusta estar contigo. Me cansé, me aburren las personas y si creíste que serías la que cambiaría eso estás equivocada. Soy yo el que te está dejando así como lo han hecho todos los que alguna vez se te acercaron.
—Pero...Me llevaste a la cena de tus padres, dejaste que me quedara en tu casa, Em dijo que...
—¿Te crees importante porque mis padres te conozcan? Me da igual lo que ellos piensen de mí, Sara, llevarte a aquella cena fue la cosa más ordinaria que hice. Te dejé quedarte en mi casa porque quería disfrutar de los beneficios de tenerte cada noche en mi cama y Emily, me conoce hace dos meses, no sabe nada de mí.
—También le dijiste a Landon que no se me acercara... Si no sientes nada, ¿por qué lo hiciste?
Sus ojos viajan a algo detrás de mí y lo veo tragar grueso.
—Me gustaba gozar de tu exclusividad, hace que el juego sea más divertido.
—¿Ni siquiera me quieres? —niego con la cabeza.
No sé por qué diablos sigo preguntando, así solo consigo lastimarme más.
—No te quiere tu padre por qué crees que te querría yo. Aparecí hace dos meses en tu vida, Sara. ¿Acaso te tendría que querer por haber follado o jugado a ser novios? Es un juego que repetí muchas veces a lo largo de mi vida, Sara. Contigo duró más de lo que esperaba, pero terminó la partida y es momento de pasar a otro nivel.
—Lucca...¿esto...es en serio? —Dejé de contener las lágrimas hace rato.
—¿Me ves riéndome? Claro que es en serio.
—No te creo —Me le planto enfrente—. Mírame a los ojos y dime que no me amas. Dime qué los momentos que vivimos estos meses fueron todo una mentira, dímelo y el lunes estaré en un avión camino a Brasil.
—¿Buscas que te detenga?
—Solo quiero confirmar que soy tan idiota como para estar dispuesta a quedarme con mi padre con tal de seguir estando contigo. Tan idiota como para acceder a que mamá se vaya sola a otro país porque amo a un chico que no siente por mí ni la cuarta parte de lo que yo siento por él.
—Increíble lo que unos buenos polvos le hacen a una chica.
La bofetada que le doy nos sorprende a ambos a partes iguales.
—No te quiero, Sara —dice cada palabra con una lentitud matadora—. ¿Contenta?
Me quito la pulsera con desprecio y se la lanzo al pecho. Él la toma, la mira por unos segundos y traga grueso. Podría jurar que en sus ojos hay arrepentimiento, pero en cuanto alza la cabeza y veo su sonrisa comprendo que solo son ilusiones de mi cabeza queriendo creer que esto es una broma.
—Me gustaría que te la quedaras, tengo una colección de estas y no le daré la misma a otra chica.
—¡Eres un tremendo hijo de puta!
Me duele el pecho, me quema el corazón y sus palabras repitiéndose constantemente en mi mente son un detonante que me debilita a cada segundo que pasa. Porque lo amo, lo amo con todo mi ser y como nunca creí amar a alguien.
—Si de verdad fuera un hijo de puta haría que te quedaras y cuando hubieras renunciado a todo te diría que jamás me gustaste siquiera un poco. Desde mi punto de vista, solo estoy siendo considerado.
—¡Eres igual de mal nacido que tu padre! —Vuelve a tragar grueso supongo que ante la mención de Pedro—. ¡Acabarás solo, con una esposa que te engañe e intentando acostarte con cada chica con la que salga tu hijo así como él! ¡Serás un asqueroso que le diga obscenidades a las chicas que salen de la habitación de su hijo a mitad de la mañana!
—¿Pedro te dijo algo? —Intento salir de la terraza, pero me toma del brazo deteniéndome—. Sara. ¿Te hizo algo?
—¡No, pero tampoco es algo que te importe, porque por lo visto nada que tenga que ver conmigo es de tu interés!
De un tirón me zafo de su agarre y salgo de la terraza dando zancadas. Cierro la puerta detrás de mí y recuesto mi espalda en la pared rezando porque Lucca no decida abandonar la terraza ahora mismo y tengamos que encontrarnos otra vez.
Camino a través del pasillo y me meto en su habitación como si fuese la mía. Me lavo la cara y dejo que el agua corra sobre mis muñecas en un intento vago de bajar mis pulsaciones y calmarme.
Una vez salgo de la habitación, me dirijo hacia la cocina; Pablo está allí dándole órdenes al personal de catering y controlando que todo se cumpla a la perfección. Al verme entrar no duda en caminar hacia mí con una expresión de preocupación pura en su rostro.
—¿Sara? —inspecciona mi cuerpo y vuelve a mis ojos—. ¿Qué pasa?
Me abraza, pero él no tiene el pegamento mágico que logra unir pedazos rotos. Él no es la persona que se convirtió en mi lugar seguro. No es Lucca.
—¿Puedes llevarme a casa? —Las lágrimas vuelven a amenazarme y comienzo a temblar.
—Lo hizo, ¿verdad? Es tan idiota que lo hizo.
Suelta unas cuantas maldiciones mientras camina hacia su mochila al otro lado de la cocina y toma sus llaves. Por un momento tengo un deja vu, solo que esta vez es diferente, Lucca no volverá a intentar que lo escuche porque ya no le queda nada por decir.
—Vamos.
Lo sigo casi que pegada a él mientras atravesamos la sala. Dirijo mi mirada hacia el jardín y en cuanto mis ojos se conectan con los suyos sé que es lo peor que pude haber hecho. Está bailando con una chica a la que no conozco, aprieta en su mano una botella de ron a la que le da de vez en cuando un trago y canta la canción que suena a través de los parlantes.
—Take me back to the night we met —modula y alza la botella en el aire mirándome a los ojos.
Si pudiera volver a la noche en que nos conocimos, jamás subiría a la terraza, jamás lo dejaría entrar en mi vida con la facilidad en que lo hizo ni mucho menos en mi corazón. No sería tan valiente como para arriesgarme a salir lastimada, no otra vez.
—Vámonos, Sara, no te sigas lastimando.
Pablo me cincha del brazo y me saca fuera de la casa. Tomo mi celular pero él me lo quita y lo tira hacia los asientos traseros de su auto.
—Le avisaremos a Klara una vez que estemos en tu casa, no te preocupes.
—Lo odio —Odio amarlo tanto como para que me duela que él no sienta lo mismo.
—Soy su mejor amigo, Sara. Entiendo que te duela lo que haya hecho, sé que es un idiota, pero no me pongas en el compromiso de tener que mentirle cuando me pregunte si hablamos sobre él.
—¿Es cierto lo que dijo Klara? —me mira con la súplica clara en sus ojos—. Necesito saberlo, solo eso.
—Klara dice muchas cosas.
—¿Iba a pedirme que fuera su novia esta noche? —Me siento una imbécil por haber esperado con ilusión a que eso pasara.
—Conociéndolo, no creo que lo fuera a hacer nunca, Sara.
Y eso es todo lo que necesito para darme cuenta de que Lucca Bianchi es la mierda más grande de este mundo, más incluso que Steven, porque al menos él si supo pedir perdón.
Lo odio.
Martes 26 de abril 2022
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