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43.5 | Dos corazones rotos (POV Lucca).

Al salir de la ducha vuelvo a rechazar la llamada entrante que me cortó la puta música e hizo de mi baño un martirio y tiro el celular encima de la cama. Son veintiún las notificaciones de llamada que tengo, veintiún veces que me plantee mandar a la mierda a Steven y decirle a Sara que se venga a vivir conmigo.

No me importa si es apresurado, no soporto la idea de dejarla.

Cierro los ojos y suspiro ya algo irritado cuando el ringtone suena otra vez y llena el silencio en el que mi habitación estaba sumida. Agarro el celular decidido a tirarlo contra la pared y acabar con el molesto sonido de una vez hasta que me doy cuenta que es Emily quien llama.

—¿Pasa algo?

—Uy, que buen humor, hermanito —Usa su tono sarcástico que para nada le queda.

—¿Qué necesitas, Em? Me estaba masturbando e interrumpiste justo cuando estaba por venirme...

—¡Lucca eres un asqueroso! —suelto una carcajada—. ¡Solo quería avisarte que la gente ya está llegando y mira, salí traumada de por vida!

—Me pongo algo de ropa y bajo —le aseguro.

Cuelgo y meto el celular en mi bolsillo. Me estoy abrochando la camisa cuando vuelve a sonar y atiendo la llamada sin siquiera ver de quién es.

—Por fin te decides a responderme —Mierda.

—¿No tienes un trabajo o una vida de la que ocuparte que sigues molestándome a mi?

—Como tengo ambos y quiero mantenerlos es precisamente que tú vas a dejar a mi hija.

—No tendrá que ir a tu casa, le diré que venga a vivir conmigo.

Ella no lo sabe, pero algún día será mi esposa, la pulsera que le di espero poder cambiarla por un anillo y no importa cuanto tiempo pase hasta que llegue el momento, porque estoy seguro de que Sara Dustin seguirá en mi corazón incluso si volviera a nacer.

—Y yo ya te dije que no la quiero cerca de mí o de mi familia. La quiero en Brasil con la zorra de su madre, o más lejos si fuera posible.

—Eres un hijo de puta, lo sabes, ¿verdad?

—Un hombre hace lo que tiene que hacer por aquellos a los que ama. Así que si de verdad amas a mi hija le romperás el corazón o verás como yo lo hago.

—No voy a dejarla.

Me lo he repetido tantas veces desde mi última llamada con este hombre que mi pecho ya no se encoge cuando lo digo en voz alta.

—Te preguntaré algo que te he mencionado antes: ¿Qué crees que duele más, que un chico te corte o que tu padre te diga que eres la cosa más despreciable del mundo, que se avergüenza de ti y que desearía que nunca hubieses nacido?

No respondo.

—No quiero problemas con mi familia, Bianchi. Haz lo que te digo y todos salimos beneficiados.

Cuelgo y suelto todo el aire de mis pulmones. La noche ni ha empezado y ya siento que será una completa mierda.



Me detengo en cuanto la veo bajar del auto de Pablo. Es perfecta, todo en ella lo es y no puedo evitar sonreír ante la idea de que tanta perfección me haya dado la oportunidad de estar a su lado y quererme por ser quien soy realmente y no solo por mi nombre.

—Eres preciosa, rubia.

La tomo de la mano y la hago girar mientras silbo y me pego a ella. Le doy un beso que desearía extender eternamente en el tiempo para no tener que continuar con la noche.

—El negro es tu color —Su mano encima de mi corazón me pone nervioso.

—¡Digan whisky! —chilla Klara tomándonos por sorpresa sin darnos tiempo siquiera a sonreír—. Amo esta pareja, los amo.

Ella ladea el celular para mostrarme la foto que acaba de tomar. Quiero que esa foto sea mi fondo de pantalla, no, no quiero, lo necesito.

—Tómanos otra —demanda Sara acomodándose el cabello hacia un lado.

—Ya habrá tiempo —O no—, vamos dentro que está lleno de gente y las anfitrionas aún no aparecen a dar la bienvenida.

Ni bien las chicas hacen presencia en el patio todos se ponen a aplaudir, Klara y Sara se convierten en el foco de atención y también de las miradas de todos los invitados.

—¡Mamá me avisó que ya vienen para aquí! —grita la madre de Sofía—. ¡Todos prepárense!

Con un movimiento con mis dedos le ordeno al dj que corte la música y baje las luces mientras todos corren a esconderse y algunos se quedan quietos como estatuas sentados en sus sillas. Cuando se escucha el auto aparcar frente a casa me pongo en camino hacia la entrada y abro la puerta.

—¡Que apuesto que estás esta noche, Lucca! —exclama saludándome con un beso.

—Dices eso porque no has visto a tu hija —pongo mi mano en su espalda para dirigirla hacia el patio.

—¿Sara no ha llegado? Creo que salió de casa primero que yo, pero no la vi así que no estoy completamente segura...

—¡Sorpresa! —Los gritos llenan el lugar y Evelyn salta a mi lado.

—¡Están locos! ¿Qué hacen aquí? —Todavía no se lo cree y eso me hace gracia.

—¡Bienvenida a tu fiesta de despedida! —Sara la abraza y veo como Evelyn hace puchero.

—Me van a hacer llorar. Ya lo hicieron, los odio.

Pierdo de vista a Evelyn cuando la gente se amontona a su alrededor para felicitarla y desearle toda la suerte del mundo en este nuevo comienzo. Mi celular vibra en mi bolsillo, pero hago caso omiso y me acerco a ella también ignorando completamente el aparato que vibra insistentemente contra mi pierna.

—Feliz noche, Evelyn —digo abrazándola.

—Muchas gracias por esto, Lucca.

Me alejo otra vez dejando que el resto de la gente la salude y poco a poco se vaya apartando.

—¿Oí mal o dijiste fiesta? —dice Evelyn dirigiéndose a Sara—. No sé por qué no escucho la música explotar por esos parlantes...

Una seña con mi cabeza basta para que el dj le de rienda suelta a la música. Es una canción para bailar en pareja, por lo que mi primer instinto es buscar a Sara, pero cuando veo que el cura se acerca a Evelyn con intención de invitarla a bailar camino rápido hacia ella y le tomo la mano para evitarlo porque, básicamente, el cura Quentin es un viejo verde asqueroso.

—¿Les mostramos cómo se hace, Evelyn? —Ella mira por encima de mi hombro y me da la mano sin pensarlo dos veces, sonriendo con picardía.

Unas horas más tardes la pista está hasta el tope de gente, tanto así que algunas parejas bailan en el pasto y otras tienen encuentros fugaces en las partes del patio a las que la luz no llega.

Mis manos están fijas detrás de la cintura de Sara mientras bailamos. Juro que si pudiera quedarme para siempre aquí o en cualquier parte con ella, lo haría.

—¿Podemos congelar este momento y quedarnos así para siempre? —susurro traicionado por mi conciencia.

La hago girar para evitar que note como me he sonrojado.

—Siempre supuse que si alguna vez quisieras congelar un momento sería uno en el que estuviéramos follando.

—Follar está sobrevalorado cuando se tiene algo más.

Cuando te tengo a ti.

—Mira quien lo dice.

—Justamente, si te lo digo yo que follar es mi actividad favorita por algo será.

Porque desde que me fui a Italia y rechacé a aquellas chicas porque quería serle fiel a algo que en ese entonces no existía me di cuenta de que esta chica se iba a tatuar en mi corazón con fuego. Y no me equivoqué.

La beso acunando su mejilla en mi mano, deseando de verdad congelar ese momento y no verme obligado a cagarla. Mi celular suena dentro del bolsillo de mi pantalón y lo saco, colgando la llamada al ver que es ese número que me niego a agendar.

—¿No atenderás la llamada? —Sara me mira con el ceño fruncido y ladea la cabeza.

Me la comería a besos en este instante.

—Es de la agencia de modelaje, ya les dije que no trabajaría con ellos y siguen insistiendo.

—Que pesados —tira de mis rizos—. Bloquéalos de una vez.

Suelto todo el aire de mis pulmones e incluso más cuando el aparato vuelve a sonar y cierro los ojos intentando apartar el impulso de tirarlo dentro del tanque con ponche.

—Ya vuelvo, ¿si? —le doy un beso y me alejo caminando hacia dentro de la casa.

Atiendo la llamada mientras voy subiendo las escaleras.

—¡Quieres de una puta vez dejar de molestar! —le grito apenas entrar en mi habitación.

—Haz lo que te dije y no tendrás que volver a escucharme.

—Lo haré, pero no sé que te hace pensar que ella se irá solo porque la deje.

—No tienes que dejarla, Bianchi, tienes que romperle el corazón.

Y romperlo el mío en el proceso.

—Si decide no irse ten por seguro que se lo contaré. Absolutamente todo.

—No me importa lo que la chica piense de mí...

—Si es así, ¿por qué no le dices que no la quieres en tu casa y dejas nuestra relación en paz?

—Porque mi hija me amenazó con que si volvía a hacerle daño a su hermana se iría de casa para siempre.

—Eres un puto cobarde.

—Solo hago lo que me conviene, deberías de imitarme —Juro que si lo tuviera enfrente le partiría la puta nariz—. Llámame cuando esté hecho.

Tiro el celular encima de la cama y salgo de la habitación. No le queda mucho tiempo a la fiesta y la última vez que bailé con Evelyn me dijo que no tardaría mucho en irse porque mañana debía arreglar los últimos detalles durante la mañana, así que si de verdad voy a hacerlo tiene que ser ahora.

Busco a Pablo por toda la casa para finalmente dar con él en el baño. Él es el único que sabe que Steven me ha estado llamando, sabe lo que quiere que haga y también que no quiero hacerlo.

—La voy a dejar —trago grueso.

—¿Estás loco? —me mira con los ojos como platos—. ¡La amas, Lucca!

—¡Y por ese motivo la dejo! ¡Ese hombre es un hijo de puta y no la quiere aquí, su madre se niega a que viva conmigo y si irse a Brasil es la única forma de que no la lastimen no soy quien para interponerme!

—Eres un idiota. Quiero que lo tengas bien en claro cuando le digas que no quieres que estén juntos, ten clarísimo que cagarás lo único bueno que te ha pasado, me atrevo a decir en toda tu vida, Lucca.

—¿Crees que no lo sé?

—Tu sabes lo que haces, estaré aquí apoyándote sea cual sea tu decisión, pero seguro hay otra forma de solucionar esto.

—Seguramente haya una en la que ninguno de los dos tenga que salir lastimado, pero no tengo tiempo, Pablo —Él me abraza a la vez que palmea mi espalda.

—Suerte, hermano.

Salgo del baño, bajo las escaleras y atravieso la cocina a la velocidad de la luz para cuando salgo al patio verla hablando con Klara y sentir una punzada en el pecho como si fuera una mini advertencia de cómo será dejarla, de como será rompernos el corazón.

—Sara —Me acerco a ella con el corazón yéndome a mil por hora dentro de la caja torácica.

Klara le dice algo que no alcanzo a escuchar por culpa del ruido de la música, pero no le presto mucha atención.

—¿Podemos ir a la terraza? —entrelazo nuestros dedos—. Hay algo que tengo que decirte y necesito que estemos a solas.

Es justo que todo termine donde comenzó.

Ella asiente con la cabeza y entonces yo me doy media vuelta y comienzo a caminar con ella tomada de mi mano. Subimos las escaleras y al cruzar frente a mi habitación las ganas de meternos dentro y hacerle el amor una última vez me abruman, sin embargo sigo con mi camino porque ni siquiera hay tiempo para eso. Abro la puerta que da a la terraza y la dejo cruzar, saliendo detrás de ella. La veo caminar hacia el borde de la terraza y la imagen de la primera vez que subimos aquí llega a mi mente. Desearía que pudiéramos volver a la noche en que nos conocimos porque entonces haría muchas cosas de diferente forma y este no sería nuestro final.

—¿Qué es lo que quieres decirme? —se gira y en cuanto conectamos miradas me acojono.

Había planeado pedirle que fuera mi novia, ponerle una etiqueta a esto tan lindo que tenemos de una vez, pero no lo hice y ahora tampoco podré hacerlo.

—Estoy aburrido —suspiro intentando contener mis ganas de llorar.

—Creí que te estabas divirtiendo, se te veía bien bailando.

Estaba con ella, no hay forma de verme mal a su lado.

—No, Sara, me aburrí de ti.

Veo como se le cristalizan los ojos y mi primer instinto es acercarme a abrazarla, pero lo reprimo y me obligo a mí y a mis pies a quedarnos justamente donde estamos.

—¿Qué? —Quisiera borrar la confusión de su rostro con besos y caricias, quisiera poder decirle que la amo y que no importa qué tan jóvenes seamos sé que ella es quien quiero tener a mi lado por el resto de mi vida, pero no puedo.

—Esto —hago una seña refiriéndome a nosotros—. No es para mí, Sara. Por un tiempo creí que sí, pero me doy cuenta de que en realidad solo estaba disfrutando de poder follarte cada vez que se me diera la gana. Hasta eso me cansó, tú me cansaste.

—Lucca...

Su voz se quiebra. No quiero que hable porque como lo haga ya no podré seguir con esta farsa.

—Déjame hablar a mí, Sara —Mi mano se mueve hacia su brazo sin mi consentimiento pero ella se aparta antes de que siquiera llegue a acercarme—. Nunca debimos haber cruzado esta línea, debí haberme alejado de ti en el momento en que comenzaste a enamorarte.

Mierda cuanto me duele.

—¿Tú no estás enamorado? —Nunca estuve más seguro de algo en mi vida como de que amo a esta chica con todo mi corazón.

—No —Evito mirarla a los ojos. No puedo mentirle si esos ojos color miel están puestos en los míos y me observan con intensidad buscando hacerme flaquear con mis palabras.

—Pero... —Comienza a llorar y tengo que poner toda mi voluntad para no abrazarla y rogar porque me perdone—. Dijiste que me amabas, me lo dijiste y yo creí...yo

—¿Nunca te enseñaron a no confiar en los «Te amo» luego de haber follado? —otra vez aparto la mirada—. Solo estaba vulnerable por el momento, no significa que de verdad sienta algo, es más, creo que nunca lo hice. Solo estaba confundido.

Y si lo estuve, pero cuando me di cuenta de que estar con ella era lo único que me hacía feliz y me importaba, todas las dudas se fueron a la mierda.

—Eso y que entre todas estas pueblerinas eras la más pasable.

—Lucca...no quiero dejarte.

—¿No lo entiendes? —sonrío mirándola de arriba abajo—. No eres tú la que me deja, soy yo él que no soporta seguir fingiendo que te quiere y que le gusta estar contigo. Me cansé, me aburren las personas y si creíste que serías la que cambiaría eso estás equivocada. Soy yo el que te está dejando así como lo han hecho todos los que alguna vez se te acercaron.

—Pero...Me llevaste a la cena de tus padres, dejaste que me quedara en tu casa, Em dijo que...

—¿Te crees importante porque mis padres te conozcan? Me da igual lo que ellos piensen de mí, Sara, llevarte a aquella cena fue la cosa más ordinaria que hice. Te dejé quedarte en mi casa porque quería disfrutar de los beneficios de tenerte cada noche en mi cama y Emily, me conoce hace dos meses, no sabe nada de mí.

—También le dijiste a Landon que no se me acercara... Si no sientes nada, ¿por qué lo hiciste?

No puedo mirarla, no puedo mentirle viéndola a los ojos, no soy capaz.

—Me gustaba gozar de tu exclusividad, hace que el juego sea más divertido.

—¿Ni siquiera me quieres? —No me gusta su tono de ruego. No tendría que utilizarlo con nadie, no soy nadie para que ella tenga que rogarme.

—No te quiere tu padre por qué crees que te querría yo. Aparecí hace dos meses en tu vida. ¿Acaso te tendría que querer por haber follado y jugado a ser novios? Es un juego que repetí muchas veces a lo largo de mi vida, Sara. Contigo duró más de lo que esperaba, pero terminó la partida y es momento de pasar a otro nivel.

—Lucca...¿esto...es en serio?

—¿Me ves riéndome? Claro que es en serio.

—No te creo —No lo hagas más dificil, rubia—. Mírame a los ojos y dime que no me amas. Dime que los momentos que vivimos estos meses fueron una mentira, dímelo y el lunes estaré en un avión camino a Brasil.

—¿Buscas que te detenga? —Siento el ardor en mi garganta al pasar saliva.

—Solo quiero confirmar que soy tan idiota como para estar dispuesta a quedarme con mi padre con tal de seguir contigo. Tan idiota como para acceder a que mamá se vaya sola a otro país porque amo a un chico que no siente por mí ni la cuarta parte de lo que yo siento por él.

—Increíble lo que unos buenos polvos le hacen a una chica...

Me cruza la cara con una bofetada que me toma por sorpresa, aprieto la mandíbula y la miro con las cejas alzadas.

—No te quiero, Sara —Lo digo con lentitud, midiendo el peso de mis palabras como si pudiera no generar el efecto que sé que tendrán—. ¿Contenta?

Veo como se quita la pulsera que le regalé y que tanto significa para mí y me la lanza. La contemplo en mi mano unos segundos y trago grueso. Esto duele más que todo lo que le he dicho buscando que me odie.

—Me gustaría que te la quedaras, tengo una colección de estas y no le daré la misma a otra chica.

Porque no habrá otra.

—¡Eres un tremendo hijo de puta! —me grita.

—Si de verdad fuera un hijo de puta haría que te quedaras y cuando hubieras renunciado a todo te diría que jamás me gustaste siquiera un poco. Desde mi punto de vista, solo estoy siendo considerado.

—¡Eres igual de mal nacido que tu padre! ¡Acabarás solo, con una esposa que te engañe e intentando acostarte con cada chica con la que salga tu hijo así como él! ¡Serás un asqueroso que le diga obscenidades a las chicas que salen de la habitación de su hijo a mitad de la mañana!

¿Qué?

—¿Pedro te dijo algo? —Cruza a mi lado, pero la tomo del brazo para detenerla. Juro que como le haya hecho algo es hombre muerto—. Sara,¡. ¿Te hizo algo?

Solo espero que el miedo no se escuche reflejado en mi voz.

—¡No, pero tampoco es algo que te importe, porque por lo visto nada que tenga que ver conmigo es de tu interés!

Se zafa de mi agarre y camina hacia la puerta a paso acelerado, cerrándola al salir. Y solo entonces, cuando el viento advierte la llegada del otoño haciendo que me den escalofríos, me doy cuenta de la terrible cagada que me he mandado.

Salgo de la terraza y me encamino hacia la cocina. Necesito alcohol para no buscarla y pedirle perdón, para no arrastrarme hasta ella y contarle el verdadero motivo de mis palabras, para no decirle que la amo y que en este momento me duele el alma. Cojo una botella de ron de encima de la mesada y le doy un trago grande, cerrando los ojos como si con eso me fuera a quemar menos. Camino hacia el patio y me acerco al dj con una petición importante.

—¿Puedes ponerme esta canción? —le paso mi celular con «The night we met» y me adentro en la pista en busca de cualquiera.

Diviso una mata rubia a lo lejos y me dirijo a ella pretendiendo que es mi chica.

—¿Quieres bailar? —le susurro contra el cabello a la desconocida que se da vuelta al instante y me sonríe ampliamente.

Ella me rodea el cuello con sus manos y yo paso uno de mis brazos por detrás de su cintura, afirmando el agarre de la botella en mi otra mano.

Como si estuviéramos conectados por algún hilo invisible, siento la necesidad de levantar la vista y enfocarla hacia la cocina para dar con esos ojos miel viéndome fijamente. Alzo la botella en el aire y le dedico este pedacito de la canción.

Take me back to the night we met...

Veo como Pablo la cincha del brazo y ella camina detrás de él siguiéndolo. Me juro que si gira su cabeza y vuelve a mirarme, si lo hace, soy capaz de irme a Brasil con ella.

Pero no lo hace.

Y eso es lo que me termina de desarmar.

Miércoles 27 de abril 2022

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