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40 | Planes de fiesta.

—¿Steven Dustin te dijo todo eso? —pregunta mamá con incredulidad y los ojos muy abiertos.

—Si —asiento—. ¿No estás de acuerdo en que me quede con él?

—No, no, claro que sí, siempre y cuando siga en pie lo de la navidad y el año nuevo en Río.

—Obvio que sí, mamá. No me lo perdería por nada.

—Lucca también puede venir. ¿Ya se lo has dicho? —sacude la cabeza—. Me refiero a esto de tu padre...

—No, primero quería hablarlo contigo y ver qué pensabas al respecto.

—Lo único que te pido es que te comportes, me voy en cinco días , nena, y estaré a miles de kilómetros de distancia. No quiero que me llamen para decirme que desapareciste otras dos semanas con tu novio o peor aún, que estás embarazada...

—¡Mamá, no! —chillo alargando las palabras.

—Yo no tengo inconveniente en que te quedes con tu padre, sé que la razón por la que te quedas es Lucca y te entiendo. El primer amor marca y deja una huella honda, no quiero que mi trabajo te quite la oportunidad de vivir un amor lindo y sano.

—¿Por qué esta filosofía no te salía en nuestro antiguo pueblo?

Por el contrario, decía que ya tendría tiempo de enamorarme y que debía priorizar el colegio siempre.

—Los chicos del pueblo eran todos unos estúpidos, Sara. Y digamos que tampoco les tenía mucha confianza, Lucca ha demostrado madurez siempre, confío en él para cuidarte mientras yo no esté.

—Puedo cuidarme sola.

—Sabes a qué me refiero —Se pone a leer los papeles en los que estaba concentrada antes de que yo la interrumpiera—. Ya hablaremos y pondremos condiciones después, primero déjame terminar esto antes de que el estrés me haga arrancarme el cabello con mis propias manos.

Salgo de su habitación riendo y me meto en la mía. Miro al pelinegro recostado en mi cama con los ojos cerrados y no puedo evitar pensar en lo bien que me hace y en lo mucho que lo quiero, lo amo.

—¿Vas a hablar de una vez? —pregunta aún con los ojos cerrados—. ¿Sabes como me tienes con tanto misterio?

—Mamá se va a Brasil el lunes.

Abre un ojo y luego el otro lentamente.

—¿Tan pronto? Creí que faltaba una vida para eso...

—La abuela no quiere que me quede aquí, porque le dijimos a Vicky lo de Landon y Aimee y...

—¿Eres tonta? —se sienta en la cama y me mira alarmado—. ¿Quién en su sano juicio se mete en algo así, rubia?

—Es que, no puedo ir por la vida diciendo que no quiero que me mientan si yo misma guardaba ese secreto...es de hipócrita...

—Sí, y ahora por justiciera te irás al otro lado del continente con tu madre.

—No me voy a ir —sonrío pero a él parece no hacerle gracia.

—Si tu abuela no te quiere aquí ¿con quién...

—Con mi padre.

Y el silencio se apodera de la habitación.

—¿Después de lo que te dijo? —Suena ilógico, lo sé, más para él que lo vivió conmigo y escuchó como prácticamente me deseó la muerte.

Sé que a pesar de esta situación no debería perdonarlo tan fácilmente, pero a fin de cuentas sigue siendo mi padre y por mucho que me repita lo contrario, lo amo. Solo no supo manejar la situación, explotó y yo era la única persona que estaba ahí para recibir el fuego que salió de él.

—Es mi padre, Lucca.

—Si, y también un hijo de puta.

—¡Lucca! —No puede hablar así de él, porque el suyo es igual y yo no se lo restriego en la cara.

—Lo siento —se encoge de hombros—, sigue contándome.

—Me quedaré en su casa y vendré al colegio en auto cada día...

—Estás loca, rubia.

—Solo así podré quedarme contigo, es esto o irme a Brasil.

—¿Estás dispuesta a vivir con tu padre con todo lo que te ha hecho con tal de que estemos juntos? —Una sonrisa comienza a dibujarse en su rostro—. No sé si besarte o hacerte ver que realmente estás loca.

Me contempla unos segundos negando suavemente con la cabeza y luego su sonrisa se ensancha.

—Definitivamente voy a besarte.

—Ese es mi Lucca —me subo en su regazo.

—Siempre soy tuyo.

Se deja caer de espaldas conmigo encima de él y me besa con delicadeza.

—¿Cuándo dijiste que se va Evelyn? —pregunta despegando apenas nuestros labios.

—En cinco días.

—Hay que hacerle una fiesta de despedida —propone—. ¿Crees que Klara quiera encargarse de la decoración?

—¿Estamos hablando de Klara mi prima? —Él rueda los ojos—. Seguro que entre ella y Jazz hacen una obra maestra.

—Puede ser en mi casa. Pedro y Débora se van el viernes a Dubai a festejar su aniversario de bodas y con Landon viviendo en la casa del lago solo estaremos Em y yo.

—¿Sabes que eres el mejor? —Le aparto unos mechones de cabello que le caen en la frente mirándolo fijamente a los ojos para después darle un beso.

—Soy el sueño de toda suegra —guiña un ojo y pone ambas manos en mis nalgas apretándolas un poco.

—Hasta que te pones caliente, eso no le gusta a las madres.

—¿Tienes alguna queja? —alza una ceja—. Puedes decirlas por el tubo de sugerencias y las tendré en cuenta.

—Unas cuantas —asiento con la cabeza frunciendo el ceño—. ¿Dónde dices que encuentro ese tubo?

—Estás sentada encima de ella, rubia.

Usa ambas manos para presionar mi cuerpo contra el bulto de su pene y sonríe cuando yo suelto un gemido inconsciente.

—¿Cuándo es el momento en que me pides que no haga ruidos? —susurro contra sus labios.

—¿Quién es la caliente, eh? —me da un beso y tira de mi labio inferior con sus dientes—. Estás castigada, y si llega a entrar alguien y nos encuentra follando lo estarás hasta que mueras.

—¿Vas a dejarme así? —No me reconozco.

—¿Recuerdas cuando me dejaste igual? —sonríe de lado—. Encima lo hiciste en medio de una fiesta, en mi cumpleaños y con un montón de gente rondando por mi casa. Toma un poco de tu propia medicina.

—Te odio —digo quitándome de encima de él.

—No podré seguir viviendo ahora que me lo dices —se acerca a la ventana y cuelga una pierna fuera para bajar.

—No te estoy escuchando —suelto mientras me encamino a la ventana.

—Hasta luego, rubia —pasa una mano por mi cintura atrayéndome hacia él—. ¿Me das un beso de despedida?

Lo beso y llevo mi mano a su entrepierna pero él me la aparta sonriendo.

—Mañana follaremos tantas veces que no te quedarán ganas de hacerlo ni una vez más, rubia, lo prometo.

Me cruzo de brazos enfadada por no haber logrado mi objetivo mientras lo veo bajar por la enredadera. Al llegar al suelo me lanza un beso al aire y se marcha caminando por el costado de la casa para no ser visto.

—¿Ya puedo entrar? —pregunta Klara abriendo la puerta con una de sus manos cubriéndole los ojos.

—Ya se fue, pasa —me dejo caer encima de la cama soltando un suspiro.

—Puede que haya escuchado un poco de lo que hablaron —dice ella, formando una línea con sus labios—. Lo de que te quedas con Steven, prefiero eso a verte una vez al año. Lo de la fiesta de despedida para la tía, me prendo como vela en un corte eléctrico. Lo que viene después de eso sentí que debía dejar de escuchar...

—Me sirve que hayas escuchado así no tengo que volverlo a repetir —la señalo con los índices—. En cuanto a la fiesta...

—También lo escuché, le diré a Jazz que me ayude con la decoración. Pensé que tú podrías decir algunas palabras como que la extrañarás y cosas por el estilo para que quede más emotivo.

—¿Por qué quieres que mamá llore? —Estoy segura de que en cuanto agarre un micrófono para decir lo mínimo mamá romperá en llanto.

—Todos lloraremos esa noche. La tía es una persona que se hace querer fácilmente —palpa con sus dedos sus pómulos—. De solo pensarlo quiero llorar.

—No seas tan dramática.

—Ya verás lo que te digo. Cuando te vea llorando como una magdalena te diré que te lo advertí.

—Duérmete de una vez así mañana nos levantamos temprano y comenzamos con los preparativos para la fiesta.

[✨]

—¿Qué te parece este? —Klara se gira hacia mí con un sombrero de plástico de diseño de animal print de cebra—. A mí se me ve genial, ¿o no?

—No —niego con la cabeza—, a mamá no le gustan esas cosas.

—Ay que aburrida, yo compro, tu solo mira.

Le pongo mala cara y me tiro en el mini sofá de cuero junto al mostrador. Jazz nos dijo que aunque le encantaría no puede ayudarnos con la decoración, está muy ocupada haciendo trabajos para la oficina de su padre y por desgracia le consume la mayoría de su tiempo.

—Necesitarás ayuda de todas formas, no puedes hacer todo sola en cuatro días.

—Sí, pero no para esto. Eres malísima eligiendo cotillón, si fuera por ti llevarías puras cosas aburridas. Esto, esto y aquello que tienes allí atrás, gracias —le dice a la mujer de la tienda dejando varios artículos luminosos encima del mostrador y señalando la gran corona brillante que guinda de la pared.

Salimos de la tienda con las manos a más no poder. Ella destraba la maleta del auto de Pablo con el mando desde la llave y yo me las apaño para abrirla hasta arriba y meter toda las cosas que tengo en brazos para dejarle el camino libre a Klara.

—Ya —suspira agotada—. Ahora a casa de Lucca a dejar esto y luego a la iglesia a ayudar con la caridad.

La abuela sugirió que podríamos ayudar los jueves en la tarde a la iglesia en el comedor y como ambas estamos sobre una cuerda floja, aceptamos sin quejarnos.

—¿Qué hará el cura con el diezmo que le damos cada domingo? Porque yo nunca veo que compre nada para la iglesia o para las familias necesitadas en sí, de eso se encarga el padre de Lucca —Klara arruga la nariz.

—No tengo ni la menor idea, Klara. La iglesia y lo que el cura haga no son pensamientos que se me ocurran mientras me ducho. ¿Quién diablos siquiera piensa en eso?

—Solo digo que ahí hay un gato encerrado.

Sigue hablando del cura, la iglesia y la religión hasta que estaciona frente a la casa de Lucca y salgo corriendo del auto sin poder soportarlo un segundo más.

—Hola, rubia. —me da un beso corto en los labios—. Le avisaré a Pablo que ya están aquí, está preocupado por su auto.

—Si Klara conduce perfectamente —me quejo viéndola por encima del hombro mientras entra con las bolsas llenas de cotillón.

—No le digas que te dije, pero, no —se acerca a mi oído y susurra—. Klara conduce terriblemente mal.

Me cruzo de brazos y le frunzo el ceño.

—Pues a mí me parece que lo hace perfectamente bien.

—Eso es porque tú conduces aún peor —Me muestra una sonrisa ancha que le borro con un golpe en el brazo—. Violenta, agresiva.

—Chistosito —lo miro con los ojos entrecerrados, sacándole la lengua.

—Eres demasiado linda cuando te enojas.

Sonríe de lado y silba indicándole a Klara que lo siga. Yo vuelvo al auto y termino de cargar el cotillón hasta uno de los cuartos para huéspedes del primer piso.

Klara se acuesta en el sillón de la sala y yo me siento en el individual que queda frente a la televisión. Lucca no tarda en aparecer con tres latas de Coca-cola y nos da una a cada una.

—¿Qué harán esta noche? —pregunta Klara dándole un sorbo a su bebida.

Lucca me dedica una mirada pícara de arriba a abajo antes de hablar.

—Follar.

Yo abro y cierro la boca varias veces sin encontrar palabras que decir.

—Uy que pena —dice Klara entremedio de suspiros—. Quería invitarlos a una cita doble.

—¿A dónde irán ustedes? —inquiere Lucca.

—A comer pizza a un bar —se sienta y nos mira a ambos suplicante—. Vamos, vengan con nosotros, pueden follar otro día.

—Si Sara quiere yo iré también —dice Lucca y Klara me dedica ojitos de gato a mi.

—Ay, está bien —No puedo decirle que no a esos ojitos.

El teléfono de Klara suena y ella se dispone a atender la llamada con toda la lentitud del mundo.

—Hola, ajá, okis, ya vamos. —me mira a mi sonriente—. Dice mamá que nos quiere en casa en cinco minutos.

Lucca nos acompaña hasta la puerta y antes de que salga me toma por el brazo haciéndome retroceder. Me sonríe bajando sus ojos a mis labios, claramente esperando a que lo bese. Cosa que hago y luego corro hacia el auto con Klara dando bocinazos para que me apure.

Solo espero que la cita doble lo valga, porque el plan anterior me atraía mucho más y siendo sincera, ¿a quién no?

Domingo 24 de abril 2022

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