Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

4 | Casi como Cenicienta.

El pelinegro avanza escaleras arriba hasta el pasillo del segundo piso. ¿Tenemos permiso para estar aquí? Seguramente no. ¿Nos importa? Si a él lo tiene sin cuidado, ¿por qué debería preocuparme a mí?

Esto no es una buena idea, Sara

¿Desde cuando tienes sexo con chicos que no conoces?

Desde que a mi padre no le importo. Desde que mi madre es una destruye hogares. Desde que me importa una mierda lo que ellos piensen de mí. Desde que me cansé de mantener la apariencia de chica buena.

Desde hoy.

Tiro de su brazo para detenerlo y él lo hace, retrocede unos pasos y me acorrala otra vez contra la pared, pegando su cuerpo al mío y dejando en evidencia el bulto en su entrepierna que comienza a crecer.

La luz que viene del primer piso es mínima, pero aún así su sombra se proyecta encima de mí. Teniéndolo tan cerca puedo notar cuan azules, casi grises, son sus ojos.

Abro apenas mi boca para hablar, pero él me interrumpe, poniendo una mano en mi cuello, presionando un poco y haciendo que mis hormonas se alboroten y tomen el control de mi cuerpo.

—Es mejor que no nos detengamos —mierda, su voz causa estragos en mí de una forma inimaginable—, no quieres terminar gimiendo en medio del pasillo.

Me muerdo los labios y le sonrío con la mejor expresión de inocencia puesta en mi rostro.

Vuelve a arrastrarme por el pasillo, sus pasos son firmes, sabe hacia dónde se dirige. Nos detenemos junto a la puerta de madera al final del pasillo, que sé perfectamente que da hacia la terraza. Ya he estado ahí antes, mi primer beso fue en ese lugar.

Él abre la puerta y gira su cabeza para mirarme, yo solo puedo sonreír como una tonta, ¿Qué más se supone que debes de hacer cuando un chico tan guapo como él te mira a los ojos? ¿Desmayarte? ¿Tomarse una selfie juntos para que tu prima crea que te has comido a un bombón de esa clase? Entre todas esas opciones, creo que sonreir es la mejor.

La puerta se cierra detrás de nosotros con un golpe y es entonces cuando recuerdo que una vez cerrada, solo se puede abrir desde dentro. No me da tiempo a alarmarme o advertirle porque el chico me toma por el cuello otra vez y me estampa contra la puerta. Para lo bruto que fue, sorprendentemente no me ha dolido. Deja besos húmedos en mi mandíbula y baja a un ritmo lento por mi cuello para luego volver a subir y verme a los ojos.

El gris azulado podría convertirse en mi color favorito sin ningún problema.

—Merda, voglio toglierti quel vestito.

Mi ceño se frunce levemente, pero no le presto mucha importancia, no he entendido lo que ha querido decirme excepto por una palabra "Vestito", mis clases de italiano en el colegio fueron lo suficientemente buenas como para saber que significa vestido.

—¿Te gusta mi vestido? —digo intentando sonar lo más sexy y menos inexperta posible.

—Me gustaría más si no lo tuvieras puesto

Y entonces, por primera vez, me besa. He besado a varios chicos, pero esto... Mierda, es demasiado bueno. Sabe lo que hace y no tiene miedo de demostrarlo. Sus labios se unen a los míos con deseo, su lengua y la mía consiguen de alguna manera formar un baile en medio de ese beso, agresivo, dominador, encantador.

Nos separamos unos segundos para coger aire y aprovecho para morderle el labio, tirando del piercing y soltando un leve gemido a la vez que hace que su agarre sobre mi cuello sea más fuerte, y me avergüenza admitir que eso me excita a niveles que jamás nadie había logrado alcanzar.

De un solo movimiento me agarra de la muñeca derecha y me gira para quedar de espaldas a él, mis senos contra la puerta, mis nalgas contra su entrepierna. Un gemido se escapa de mis labios cuando me aprieta aún más y siento el claro bulto de su erección.

Sus labios siguen sobre mi cuello, succionando, devorando cada parte de él. Sus manos ahora viajan a mis senos por encima del vestido, los aprieta y los libera, matándome.

—Hay niños abajo, no podemos hacer mucho ruido ¿sí? —susurra en mi oreja con la voz ya hecha un desastre. Quisiera hablar, decirle que no creo poder controlar mi boca, pero no encuentro mi voz.

Una de sus manos deja libre a mi seno para meterse en mis bragas, masajeando en círculos mi punto débil que a esta altura estaba suplicando por ser tocado.

Otro gemido se me escapa y él me cubre la boca, sonriendo contra mi cuello.

—Sin ruidos, rubia.

Siento como se aparta de mí y extiendo mis brazos hacia atrás para volver a pegarlo a mi cuerpo, pero no consigo atraerlo y arrugo la frente en señal de reproche.

Él camina hasta el pequeño muro al borde de la terraza y sonríe. Alza su mano a la altura de su hombro y me hace una seña con el dedo corazón e índice para que me acerque, así que camino hacia él y a cada paso que doy bajo poco a poco los tirantes de mi vestido.

Cuando estamos nuevamente cara a cara, me besa el hombro, el cuello, la mandíbula, los labios. Sus manos descienden a mis nalgas y las aprieta. Otro gemido que me roba. A este ritmo debería denunciarlo, nadie puede hurtar tanto y salir ileso.

—Quiero que veas sus caras de aburridos mientras tu y yo nos divertimos aquí arriba —dice antes de voltearme, dejándome entre el muro y él, mis ojos sobre todo el patio, sobre la gente bailando, sobre Klara dormida en la misma silla en que la dejé y Emily a su lado en su celular.

La brisa de verano me eriza la piel cuando él me sube el vestido por las caderas. Si no se apura acabaré viniéndome antes de que siquiera llegue a rozarme con su pene.

Escucho cuando baja el cierre de sus pantalones y acto seguido rompe el envoltorio del preservativo. Quisiera darme vuelta y ponerle el condón yo misma, pero nunca me enseñaron a hacerlo y no quiero aprender ahora mismo.

Bajo ágilmente mis bragas y las sostengo en mi mano, dejándole vía libre para que me folle a gusto.

—Questo potrebbe far male, bionda.

Si ya de por sí su voz hablando en inglés es excitante, cuando lo hace en italiano es matadora. Me deja como en un parque acuático; completamente mojada, y eso que no entendí una mierda lo que dijo.

Gimo cuando me penetra, lo hace con ganas y de una sola estocada lo que no es problema para mí. Vuelve a salir y a entrar con la misma fuerza. Otro gemido deja mis labios, desearía saber su nombre para poder gemirlo y así causar los mismos estragos en él.

Cierro los ojos mientras siento cómo su abdomen se pega a la parte baja de mi espalda a un ritmo delicioso y a la vez matador. Lo oigo susurrar palabras contra mi cuello, no logro identificarlas y aún así me excita todavía más, llevándome al borde del orgasmo. Siento esa electricidad recorrer por mi cuerpo y me vengo mientras él me sigue penetrando.

—Che bel culo, bionda.

Su aliento mentolado se mezcla con la suave brisa y golpea mi nuca, abro mis ojos decidida a darme la vuelta y buscar el gris de los suyos.

Grave error.

Desde las alturas puedo ver como Victoria entra en el patio con algo en la mano, los ojos de Landon se abren de par en par, ella le sonríe, llora y luego lo abraza. La música se detiene y es cuando ella emite un chillido que provoca que mi mente vuelva a la realidad.

—¡Estoy embarazada!

El tiempo parece transcurrir más lento de lo normal. Klara, al fondo del patio, alza su vaso de agua en el aire antes de rodar los ojos y accidentalmente dar conmigo.

Cuando nuestras miradas se conectan me recorre por todo el cuerpo una sensación de vergüenza y asco.

Yo no soy esta clase de chica.

Claro que no.

Yo no me follo a cualquiera en una ridícula fiesta

Yo...

—Esto es un error —suelto de repente.

El chico se detiene y con él todo a mi alrededor.

—No hay peor forma de lastimar el ego de un hombre —Una suave carcajada deja su garganta—. Suerte que el mío sea inquebrantable.

Y con eso sale de dentro de mí.

—No...no me refería a tí.

Ay, mierda. Esto te pasa por pensar en voz alta.

—No importa, rubia, ni al caso —Se encoge de hombros—. No estás tan buena.

—Lo suficiente como para dejarte en ese estado —señalo su pene, la punta asoma por el borde del bóxer y el bulto hace presencia bajo la tela.

—Un culo y un par de tetas dejan a cualquiera así —comenta con un tono desinteresado—. Poco inteligente eres si crees que eso es lo que les gusta a los hombres.

Me acomodo el vestido mientras él hace lo mismo con su pantalón y paso mis dedos entremedio de mi cabello para no parecer recién salida de una revolcada. No sé cómo, pero la trenza ha quedado en nada, tanto trabajo no valió como para que un polvo me la desarme.

Lo veo darse la vuelta para marcharse y entonces se viene a la cabeza algo que Victoria solía decir cuando la pubertad la atacó a temprana edad.

—No soy un culo y un par de tetas —se detiene para mirarme por encima del hombro—. Soy una estrella.

—Pues, esta noche no brillaste mucho, rubia. Pensé que me darías un buen regalo de cumpleaños. Habría apostado a que ese culo me haría acabar rapidísimo.

Abre la puerta sin dificultad y desaparece dentro de la casa sin darme tiempo a elaborar una respuesta ingeniosa que lo deje de boca cerrada. Deben de haber cambiado el sistema de seguridad de la casa, porque hasta hace dos años esa mierda no podía abrirse desde fuera. Recuerdo mi primer beso y cómo nos quedamos encerrados aquí arriba hasta que Débora abrió la puerta para traernos chocolatada a Landon y a mí.

—Me gustas mucho, Sara.

—Pero... ¿Y Vicky? —rascaba el esmalte abrillantado de mis uñas como cada vez que me ponía ansiosa.

—Sabes que no la quiero de verdad, en cambio, a ti te amo.

—Yo...no sé que decir, Landon...

Escucho la voz de Pablo a mis espaldas y regreso otra vez a la realidad. Sacudo mi cabeza intentando así borrar los últimos pensamientos que cruzaron mi cabeza.

—Perdón, ¿Qué decías?

—Me han dicho en la cocina que me buscabas, ¿Está todo bien?

—Emmm —balbuceo—, quería avisarte que me llevaré a Klara a casa.

—Lo sé. Está demasiado borracha —dice acercándose al borde para observarla.

Adoro la forma en que sus ojos brillan cuando da con ella todavía al fondo del patio.

—Me falta media hora para acabar aquí, si quieres puedes esperar y las dejo en la casa de doña Hildalina.

La abuela se llama Marta Hildalina, pero nadie suele llamarla por su segundo nombre, solo la gente mayor, así que es gracioso escucharlo a él decirle así siendo tan joven.

—Está bien, cuanto más tiempo estemos aquí mejor, al menos así se le pasará algo la borrachera.

—Esperemos que sí —me sonríe de lado señalando la puerta—. Te buscaré en cuanto termine.

Salgo detrás de él. Al llegar a la planta baja, me pide mi número de teléfono para que pueda avisarme cuando termine y después de anotarlo, él toma rumbo hacia la cocina y yo hacia el patio.

La mirada que me dedica Klara en cuanto me siento junto a ella está llena de complicidad y en parte, malicia. Sus ojos están entrecerrados y sonríe como si estuviera diciendo «Tú. El pelinegro. Allá arriba. Los vi, pervertidos.» , así que en cuanto abre su boca para soltar un comentario le acerco el dedo índice a sus labios obligándola a callarse.

Sus ojos me desenfocan y se centran en algo a mis espaldas, me giro para ver que se ha robado su atención y veo a Victoria caminando alegremente hacia nosotras. Parece una persona totalmente diferente, alegre, simpática, generosa.

—La víbora ha cambiado de piel —susurra Klara bajo mi dedo y la miro con los ojos como platos.

—Chicas, espero que lo hayan escuchado, ¡Estoy esperando un hijo de Landon!

Se limpia las lágrimas que descansan sobre sus mejillas e inesperadamente nos abraza a ambas. Klara le devuelve el abrazo, pero yo me quedo procesando la situación. La última vez que me demostró cariño fue hace... exacto, jamás.

—Esto de la maternidad me ha puesto sentimental, perdón.

Nos da un beso en la mejilla a ambas y se aleja silbando una canción que estoy segura, es de cuna. Camina hasta el inicio de la pequeña baranda que hay antes de la entrada a la casa y se agacha.

Recoge algo del suelo.

Recoge algo que me pertenece.

Me llevo la mano a la entrepierna para darme cuenta de que en el apuro por salir de la terraza no me he dado cuenta de que me faltaban las bragas.

—¡Parece que alguien se lo ha pasado bien esta noche! —grita Victoria con las bragas extendidas en el aire y todos en la fiesta sueltan una carcajada—. Con suerte la veré por los pasillos de maternidad en el hospital.

Líbrame de ese mal, Diosito. Te prometo que iré a misa de vez en cuando.

—Debemos irnos antes de las doce, ¿No? —Klara me mira con la cabeza de lado—. Se podría decir que eres como La Cenicienta... solo que ella perdió el zapato y tu pierdes los calzones.

Se lleva la mano a la boca para ahogar una carcajada antes comenzar a apagarse y literalmente quedarse dormida.

Miércoles 15 de diciembre 2021

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro