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27 | Lugar favorito.

Camino por la ciudad tomada de la mano de Lucca. Hacemos mini paradas en cada esquina donde él aprovecha para tomarme fotos y sacar selfies que creo en su mayoría salen borrosas o ni siquiera se alcanza a ver nada.

Llevo puesto una falda brillosa negra ceñida al cuerpo y un top holgado blanco con tiras que me rodean el cuello. Él va con un jean negro y una camisa floreada azul que le da aires de chico hawaiano clásico de una película de Disney.

—El estómago me va a explotar —murmuro masajeándome debajo de las tetas.

Cenamos pizza y cerveza en el primer bar que encontramos con mesas libres y ahora nos dirigimos hacia la discoteca.

—¿Qué harás con todas esas fotos? —pregunto, al detenernos en una esquina.

—Subirlas a Instagram.

—¿Quieres que las miles de chicas que te siguen me acribillen?

—Puede ser.

—No me etiquetes.

—Lo haré de todas formas.

—Lucca.

—No quiero que seas la misteriosa chica que aparece en mis historias o en mi feed, no te quieras hacer la interesante que no estamos en una película de misterio.

—Cuando me escriban decenas de mensajes diarios amenazándome por aparecer contigo en una foto te mataré.

—Mi lista de close friends te conoce, rubia. Quiero que mis seguidores te conozcan también, es injusto para ellos.

—No soy especial como para merecer que tus quinientos mil seguidores sepan de mi existencia.

—Eres especial para mí.

El semáforo nos da cruce y evita que pueda responder algo. Evita que le diga que él también es especial para mí, que me gusta y que estoy enamorada. Evita que, posiblemente, meta la pata.

—¿Lista para romperte las suelas de las sandalias?

Me aprieta apenas la mano y yo le devuelvo el apretón.

—Lista.

Nos metemos en la fila que se extiende a través de un callejón oscuro como la boca de un lobo. Un grupo de chicas gritan eufóricas cuando una camioneta van se detiene frente a la puerta de la discoteca. De ella bajan tres chicos y una chica con algunos instrumentos y un montón de guardias de seguridad evitando que la multitud se les tire por encima.

—¡Eloisa fírmame la frente! —Se escucha por encima de los gritos.

—¡Hazme un hijo, Patrik! —grita un chico a nuestras espaldas.

Lucca aprovecha y me toma de la mano para caminar hacia la puerta, colándosele a todas las personas que están por delante nuestro en la fila. Así mismo a ellos no parece importarles, están demasiado sumidos en la magia del guitarrista como para notar que dos extraños les han usurpado su lugar y ahora se adentran en el club fácilmente y sin mayor espera.

La luz dentro es casi nula excepto por unos focos color neón que se mueven en el techo y unos tubos lumínicos negros que adornan las paredes del lugar. Lucca me arrastra hacia la barra con una sonrisa maliciosa en sus labios y ambos nos sentamos en unos taburetes de madera y el asiento de cuero.

—Para mí, el trago más fuerte que tengas, y para ella, una gaseosa bien fría o cualquier cosa que tengas sin alcohol.

—¿Por qué sin alcohol?

—Porque uno de los dos tiene que ser el que lleve al otro al hotel y esta noche no me apetece ser el adulto responsable.

—Pero si yo ni siquiera soy adulta.

—Haré como que no escuché eso —dice el tipo detrás del mostrador y le dedica una sonrisa de complicidad a Lucca que le devuelve el gesto—. Una vez que entras en este club tienes veintiuno, una casa y cinco hijos.

Le pasa un trago verde a Lucca y una Coca cola a mí.

—Que disfruten su noche.

Lucca se vuelca el trago y me arrastra hacia la pista de baile que está atestada de gente. No quiero imaginar como será cuando logren entrar las decenas de personas que hacían fila afuera. Un caos y un horno humano probablemente.

Bailamos unas cuántas canciones seguidas, entre una y otra Lucca hace escapadas fugaces a la barra para pedirse otro trago y traerme algo que beber para mí también. Tras un litro de Coca Cola mi vejiga urge por vaciarse. Le grito por encima de la música que regreso al rato y me abro camino entre los cuerpos sudorosos hasta encontrar el servicio.

Al salir identifico a Lucca en la barra, su cabellera y su gran altura se me hacen inconfundibles, incluso entre tanta gente.

Pongo una de mis manos en su pierna y me siento junto a él en un taburete. Cuando sus ojos se posan en mí noto el alcohol inyectado en ellos.

—¿Cuánto has bebido?

Me he ido, ¿qué? ¿Diez minutos? ¿Quizá un poco más?

—Lo suficiente como para ignorarlo.

—¿Ignorar qué?

El mismo hombre que nos atendió hoy se acerca a nosotros y me guiña un ojo desinteresadamente.

—El muchacho está jodido —me dice y niega a la vez con la cabeza—. Ya le he dicho que el amor es una mierda.

—¿Quieres que nos vayamos? —le agarro la mano y entrelazo nuestros dedos.

—¿Tú quieres irte?

—Da igual lo que yo quiera.

—Eso es lo único que me importa.

—Sí, quiero irme.

Tengo calor y me duelen los pies. Son casi las dos de la madrugada, tres horas desde que comimos y mi estómago ruge de hambre.

—¿Podemos pedir hamburguesas?

—Todo lo que la bionda quiera —Lucca me guiña un ojo y deposita un beso en la punta de mi nariz antes de tomarme de la mano y sacarme del lugar a la misma velocidad con la que entramos.

Caminamos por las calles tomados de la mano otra vez. Los pasos de Lucca son como los de un ternero que está aprendiendo a caminar, torpes y temblorosos. No sé cuanto alcohol habrá tomado mientras estuve en el servicio, creí que él no tomaba, eso fue lo que dijo, eso le dijimos a mamá.

—Bajemos a la playa —propone.

—¿Seguro que puedes...

No me deja terminar de hablar porque se suelta de mi mano y camina hacia la arena dando zancadas y se tumba a mitad de la playa.

—Cuando te levantes tendrás arena hasta en el culo —me paro junto a él y lo observo con la cabeza de costado—. Lo sabes ¿no?

—Acuéstate conmigo.

—¿En la arena? —obvio que es en la arena—. ¿Estás loco?

—Pazzo per te.

—Inglés.

—No viene al caso, solo túmbate a mi lado.

A pesar de no querer quedarme con arena hasta en los intestinos, lo hago. Me tumbo a su lado y dejo que me rodee el cuerpo con su brazo, que me atraiga hacia él y dejo que mis piernas crucen por encima de las suyas hasta que estoy sentada encima de él.

Sus manos masajean mi trasero y las mías le desabrochan los últimos botones de la camisa para repasar sus abdominales.

—Quiero follarte.

—Estás borracho.

—Sabes que hasta muerto te tengo ganas.

—¿Si yo estuviera borracha me follarías igual?

—Claro que no. Ni borracha, ni drogada, ni en ningún estado en el que no estés consciente de lo que haces. Es básico.

—Entonces yo tampoco te follaré.

—Sara...yo sí estoy consciente.

—Ya te dije que no, pesado.

—Entonces bésame —se endereza y me da un beso corto en los labios—. ¿Puedes besarme?

—Supongo que si...

Sus labios se encuentran con los míos en un beso salvaje. Una de sus manos me aprieta el cuello suavemente mientras la otra masajea mi trasero y sube hasta uno de mis pechos por debajo de mi ropa.

—De verdad quiero follarte —habla contra mis labios—. ¿Tengo que rogarte para eso?

—No te hubieras emborrachado.

—¿Entonces puedes abrazarme?

Tumbo mi pecho encima del suyo y cierro los ojos. No sabía que el sonido de las olas y el de su corazón en conjunto podían sonar tan bien, casi embriagador.

—Estoy jodido —suelta de repente.

—¿Por qué? ¿Qué pasa? —me yergo de nuevo y lo tomo por la mandíbula para que me mire a los ojos.

—Me confundes.

—¿Yo? —frunzo el ceño—. ¿Por qué?

—Esto —nos señala a ambos—. Esto me parece una cursilería, si estuviera viendo una película y los actores representan una escena así ya estaría haciendo muecas de asco y sin embargo aquí estoy, encantado de la vida porque estés conmigo.

—Eso es lindo.

—¿Lo ves? —se gira de lado y me mira a los ojos—. Yo nunca soy lindo con nadie, ni siquiera con la mujer que me cuidaba de vez en cuando que fue lo más cercano a una madre que tuve.

—¿Era novia de tu padre? —Sé del pasado de Lucca lo que Klara y él me han contado, pero sé que eso es un resumen que contiene muy poca información, o casi nada de ella.

—No, su marido es el mejor amigo de Pedro y siempre que él tenía que viajar por mucho tiempo me enviaba a su casa.

—¿No te aburrías estando solo con el matrimonio?

—Tienen un sobrino, Aaron, es de mi edad. Él fue quien me enseñó a hablar español, pero, ya dejemos de hablar de mí que no creas que no me di cuenta de que me estás estirando la lengua.

—Yo no tengo nada interesante que contar —me defiendo—. Eres tú el que ha viajado por medio planeta. A ver ¿Cuál es tu lugar favorito en el mundo?

Suelta una risa como si lo que acabo de decir fuera absurdo.

—Aquí, contigo.



El sonido de las olas rompiendo al llegar a la orilla ocupa mis oídos. Me refriego los ojos ayudando a espabilarme a la vez que me yergo sobre la arena soltando un largo bostezo. A mi lado, Lucca duerme. A lo lejos puedo ver a algunas familias instaladas con sillas y sombrillas en medio de la playa y a los niños corriendo hacia el agua o haciendo castillitos de arena.

No soy consciente de que suena una canción de Imagine Dragons de fondo sino hasta que Lucca tira un manotazo a su celular y hace callar el sonido llevándose el aparato a la oreja.

—¿Qué mierda pasa?

Se acerca a mí y me da un beso en la frente susurrando un «Buen día, rubia».

—Estaremos ahí en diez minutos, como mucho quince. Huhum. Sí. Adiós.

—¿Qué pasa? —pregunto.

—Klara los convenció de venir antes. Ya están en la casa.

—Pagaste la habitación del hotel al santo botón, pasamos la noche entera aquí.

—Teníamos que dejar el auto y nuestras cosas en algún lado, así que no fue al ¿Santo botón?

—Expresión de la abuela —explico.

—Le tengo miedo a esa señora.

—Haces bien.

—¿Siempre es así de protectora?

Ambos nos levantamos y mientras él sacude sus pantalones yo intento darle forma a mi cabello con los dedos. La arena cae de él como lluvia del cielo.

—Ya sabes lo que pasó con Victoria, tiene miedo de que alguna de nosotras quede embarazada.

—El aborto es una opción.

—Que no te escuche decir eso porque te da con el trapo de cocina por la cabeza.

—Hasta el diablo le tiene miedo a esa señora —ríe.

—Yo creo que Landon y Pablo aún le temen.

—Aunque ya no te viera creo que le temería también.

—Tendría que irle llorando a la abuela como para que se enfadara en serio contigo —hago puchero e imito la cara de El Gato con Botas—. ¿Vas a hacerme daño, Lucca?

Él sonríe de lado poniendo la lengua en sus muelas a la vez que toma mi mano.

—Lo único que puedo dañar son tus nalgas por lo duro que quiero darte.

Tira de mí poniéndose de pie y juntos caminamos por la playa en marcha hacia el hotel.

Jueves 3 de marzo 2022

————✨————
AHHHHHHHH
IBA A SUBIR EL CAPÍTULO MAÑANA PERO YA NO IMPORTA, ¡LLEGAMOS A LAS MIL LECTURAS GENTEEE!
Y, sí, sé que no es nada PERO PA MI ES UNA BANDA.

Diana (no yo jsjsja), Kiara, ShyLady y Thaili las kiero bros, este capítulo es para ustedes, les deseo que también les dañen las nalgas y no el corazón jdjaja 💕💕

No se olviden de votar kuleros 😑

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