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Prólogo

Bradley se encontraba en una esquina apartada de la biblioteca de la universidad, rodeado de libros y apuntes esparcidos sobre la mesa. Había estado trabajando durante horas en una investigación para su clase de sociología, intentando concentrarse mientras el silencio del lugar lo ayudaba a mantenerse enfocado. Sin embargo, su paz fue interrumpida cuando unas voces comenzaron a resonar desde la entrada.

Alzó la mirada, apenas conteniendo un suspiro de frustración. Ahí estaban ellos: Max y su inseparable nuevo grupo de amigos. Entraron con su energía habitual, riendo y hablando en voz más alta de lo que cualquiera esperaría en una biblioteca. Bradley observó cómo se acomodaban en una mesa lejana, a menos de cinco metros de donde él estaba. Max, con su sonrisa despreocupada y su aire de confianza, lideraba al grupo como siempre.

El ceño de Bradley se frunció automáticamente. Aún no podía olvidar lo que había sucedido hacía tres meses. Los juegos extremos de la universidad, un evento que había esperado durante todo el año, terminaron siendo su mayor humillación. Había entrenado, se había preparado, y sin embargo. Con algo de trampa, fue Max quien se llevó la victoria en la final. Más que eso, fue la forma en la que lo derrotó: con un salto impresionante en el circuito de cuerdas que dejó a todos boquiabiertos... y a Bradley mordiendo el polvo, literalmente.

Desde entonces, cada vez que veía a Max, un fuego de resentimiento se encendía en su interior. No se trataba solo de la derrota, sino de cómo Max siempre parecía destacar sin siquiera esforzarse demasiado. Era como si el universo le sonriera solo a él. Así qué, solo trató de volver a su investigación, pero las risas del grupo le perforaban los oídos. No podía evitar mirar de reojo. Max se inclinó hacia sus amigos, contando algo que los hizo estallar en carcajadas. Bradley apretó el bolígrafo en su mano. Se sentía tentado a levantarse y decirles que guardaran silencio, pero sabía que no valía la pena. Además, no quería darle a Max la satisfacción de saber cuánto lo molestaba. Y recibir alguna humillación publica ahora.

Finalmente, Bradley respiró hondo, recordándose a sí mismo que tenía cosas más importantes en qué pensar. Max podía quedarse con sus victorias y su popularidad. Bradley tenía un plan: destacar en lo académico, demostrar que él también podía brillar, pero en su propio terreno. Ya que ser bueno en clases era lo segundo que más lo destacaba. Sin embargo, mientras anotaba algo en su libreta, no pudo evitar escuchar una frase de Max:

— ¿Recuerdan a Bradley? ¡El tipo que casi se queda atascado en el barril de agua!.

Las risas del grupo se hicieron más fuertes.

Bradley se quedó congelado. Podía sentir el calor subiendo a su rostro. Apretó los dientes, tratando de decidir si era el momento de quedarse callado o enfrentarlo de una vez. Sus dedos tamborilearon en la mesa, y en su mente comenzaba a formarse un plan… Pero solo ideas que podrían meterlo en la carcel aparecían en su cabeza. "Suficiente".

Pensó para si mismo. Y decidió tomar sus cosas y alejarse de esa mesa. Sabría que estaría mucho más tranquilo en el área de arqueológica. Nadie va por esa zona, a menos que quieras un lugar de lige. Al haber más pasillos con libros, menos ventanas que iluminen. El es sitio perfecto para adolescentes hormonales descontrolados.

Y en lo que Bradley se alejaba, después de un rato, las risas de los amigos de Max comenzaron a disminuir. Uno de ellos, Lucas, miró su reloj y se levantó de la mesa.

—¡Uf, tengo que irme!.Tengo una presentación en media hora. —dijo apresuradamente mientras recogía sus cosas.

—Yo también, tengo que entregar un trabajo antes del almuerzo —añadió Sara, colocándose la mochila al hombro.

—Nos vemos luego, Max. No te metas en problemas —bromeó Eric, guiñándole un ojo antes de seguir a los demás hacia la salida.

Max se despidió con un gesto despreocupado, apoyando los brazos en la mesa mientras veía cómo se iban. Por un momento pensó en acompañarlos, pero recordó que tenía una lista de lectura pendiente para su clase de historia. Suspirando, decidió quedarse un rato más y buscar los libros que necesitaba. Mataría el tiempo hasta que sus verdaderos amigos se desocuparan. Bobby que dijo si a una clase de carpintería. Lo mantenía ocupado. Mientras que. P.j gracias a su novia, entro en el área de filosofía moderna. Así que durante dos horas. Max estaba solo, tuvo que buscarse algo para estar entretenido un rato. Fue ahí donde encontró a sus compañeros, siendo del mismo curso. Dónde lo único que querían era nada más conseguir un diploma sin alguna especialidad. Sabía que su padre se enojaría ya que el salió con honores, y el solo quería terminar la universidad y así dedicarse el resto de su viada a su verdadera pasión. Pero hacer eso, aún tenía estudios y tare de por medio.

Caminó por los pasillos de la biblioteca, alejándose de las áreas comunes hacia las estanterías más profundas. Ahí, el aire se sentía más pesado, cargado del olor a papel antiguo, y el silencio era casi absoluto. Sus pasos resonaban levemente mientras pasaba sus dedos por los lomos de los libros, buscando los títulos que estaban en su lista. Hasta que por accidente al entrar en un pasillo escucho murmullos y risitas. Sabía sobre los rumores, asi que decidió no meterse y alejarse.

Al doblar una esquina, se detuvo en seco. En un rincón, sentado en un banco junto a una pequeña mesa, estaba Bradley. No parecía haber notado su presencia. Estaba absorto en un libro, inclinándose ligeramente hacia adelante mientras sostenía un bolígrafo entre los dedos. Su concentración era tal que ni siquiera levantó la mirada cuando Max pasó de largo.

Max se quedó mirándolo por un momento, sorprendido. No era común ver a Bradley fuera de clase, y mucho menos en un lugar tan apartado como ese. Había algo en la seriedad de su expresión que le llamó la atención. Ese era el mismo Bradley que había sido su rival en los juegos extremos, el que siempre parecía estar molesto con él por alguna razón. Pero ahí, en ese momento, parecía alguien completamente diferente, como si el peso de su competitividad se hubiera desvanecido.

Max dudó. Podía seguir caminando, buscar los libros y no decir nada. Pero una parte de él sintió curiosidad. ¿Por qué Bradley lo miraba siempre con tanto resentimiento? ¿Seguía molesto por lo de los juegos?. Con cautela, Max dio un paso adelante y carraspeó, tratando de no parecer intrusivo.

—Hey, Bradley. No esperaba verte aquí.

Bradley alzó la mirada lentamente, como si le costara salir del trance en el que estaba. Al reconocer la voz, su expresión se endureció un poco, pero no dijo nada de inmediato. Cerró el libro con calma y dejó el bolígrafo sobre la mesa, mirando a Max con una mezcla de sorpresa y desconfianza.

—Max... —respondió con tono neutro, aunque sus ojos reflejaban su incomodidad.

El silencio se instaló entre ellos, un silencio que Max no sabía bien cómo romper. Algo le decía que esa conversación iba a ser más difícil de lo que pensaba.

Bradley, sin apartar la mirada de Max, tomó aire y dejó el libro a un lado sobre la mesa con un gesto deliberado. Su actitud parecía indiferente, aunque su mandíbula estaba tensa. No dijo nada, simplemente volvió a cruzar los brazos, como si no quisiera alargar la conversación. Qué nisiqueira había empezado.

Max, curioso, bajó la mirada hacia el libro que Bradley había dejado. La portada le resultó inmediatamente familiar. Era un título que reconocía de la lista de lectura de historia: "El impacto de las revoluciones en el pensamiento moderno". Max parpadeó, sorprendido.

—¿Este libro?. —dijo señalándolo mientras se inclinaba un poco para verlo mejor—. Vaya, yo también tengo que leerlo para la clase de historia.

Bradley lo miró de reojo, claramente irritado por el intento de conversación.

—¿Y qué con eso?. —respondió con voz cortante, tomando el bolígrafo de nuevo y comenzando a garabatear algo en una hoja, como si quisiera dejar claro que no estaba interesado en hablar.

Max ignoró el tono de Bradley. Le intrigaba demasiado la coincidencia.

—¿Ya lo terminaste? —preguntó, tomando asiento frente a él sin siquiera pedir permiso.

Bradley levantó la vista con incredulidad, claramente molesto porque Max no captaba la indirecta de que quería estar solo.

—¿Qué te importa?.—replicó, empujando el libro un poco más hacia el centro de la mesa como si quisiera quitárselo de encima.—Si lo necesitas, ahí está. Puedes usarlo.

Max observó el libro con detenimiento. Aunque la actitud de Bradley era hostil, había algo en su forma de hablar que dejaba entrever cansancio más que verdadera animosidad. Decidió no responder con el mismo tono.

—Gracias... Supongo. —dijo, tomando el libro y hojeándolo por curiosidad—. Aunque no esperaba que fueras tan... apasionado con historia. Creí que tu fuerte eran más las cosas físicas, ya sabes... deportes y esas cosas.

Bradley dejó el bolígrafo de golpe, y la frialdad de su mirada hizo que Max se detuviera.

—No todos vivimos para impresionar a los demás, Max —dijo, con un filo en la voz que dejaba claro que había algo más detrás de esas palabras.

Max frunció el ceño, intentando procesar la indirecta. Por primera vez, sintió que había una brecha entre ellos que no era solo por los juegos extremos. Había algo más que Bradley no estaba diciendo. Y Max, curioso como siempre, decidió que no se iría sin intentar averiguarlo.

Max apoyó los codos en la mesa, mirándolo con una media sonrisa que llevaba un toque de burla.

—¿Impresionar a los demás? —dijo, ladeando la cabeza con fingida sorpresa.— Vaya, eso es gracioso viniendo de alguien que, la primera vez que nos conocimos, prácticamente me rogó que me uniera a su equipo de patinaje. ¿Qué era lo que decías? ¿"Juntos seríamos imparables"?

Bradley sintió cómo un calor vergonzoso subía a su rostro. Bajó la mirada rápidamente, apretando los labios mientras su mandíbula se tensaba. Recordaba perfectamente ese día. Había sido una tarde soleada en la pista de la universidad, y Max acababa de ganar una pequeña competencia de novatos. Y el se pavoneaba por la universidad en su patineta.Bradley, impresionado por su habilidad, había tomado la iniciativa de hablar con él, convencido de que juntos podrían llevar a los Gamas, su equipo de patinaje, a lo más alto. Pero ahora, esa versión de sí mismo le parecía ridícula, casi patética.

—Eso fue hace mucho tiempo, Max. —murmuró, intentando sonar indiferente, aunque su voz traicionó un rastro de vergüenza. Se inclinó hacia adelante, apartando el libro y mirando su libreta como si estuviera concentrado en sus notas.

Max no se inmutó, al contrario, parecía divertirse con la reacción. Que nisiqueira se imagino.

—¿Y qué pasó con eso?.—continuó con tono casual, pero sarcástico.— ¿Para que me necesitaban?. Si tú eres el gran capitán de ese equipo.

Bradley se tensó al escuchar la pregunta, y por un momento dudó en responder. Pero finalmente, con un suspiro pesado, dejó caer el bolígrafo y alzó la vista, enfrentando la mirada de Max.

—Pues... Ya no lo soy, me expulsaron, ¿ok?.—soltó con un tono áspero que ocultaba una mezcla de dolor y frustración.—Después de los juegos extremos, el entrenador dijo que había traído "mala imagen" al equipo. Que mi actitud era un problema. Y que ahora no sabría, cuales son los trofeos ganador en los que.... No fueron con trampa.

Max levantó las cejas, sorprendido por la confesión. No había esperado que Bradley respondiera con tanta sinceridad, y mucho menos que la situación fuera tan seria. Bradley continuó, dejando escapar una risa amarga.

—Así que, ya no me importa, Max. Ni el equipo, ni patinar, ni impresionarte a ti o a nadie más. ¿Contento ahora?.

El silencio entre ambos se volvió incómodo. Max, por primera vez, no supo qué decir. Había comenzado con una broma, pero ahora veía a Bradley desde otra perspectiva. Su rivalidad, que siempre había creído que era una simple cuestión de egos, parecía ser mucho más profunda para Bradley. Finalmente, Max dejó el libro sobre la mesa, mirando a Bradley con una seriedad que rara vez mostraba.

—No sabía eso.—dijo en voz baja, sin rastro de sarcasmo esta vez.

Bradley apartó la mirada, como si quisiera evitar cualquier atisbo de compasión.

—Pues ahora lo sabes.—respondió, volviendo a sus notas como si la conversación hubiera terminado.

Max se quedó en silencio unos segundos, procesando lo que Bradley había dicho. Sin embargo, su habitual sonrisa traviesa comenzó a asomarse de nuevo mientras algo se le ocurría. Se recostó en la silla, cruzando los brazos, y dejó escapar una leve risa, cargada de picardía.

—Espera, espera… —dijo, inclinándose ligeramente hacia Bradley, que seguía fingiendo estar concentrado en sus notas.—Dijiste algo interesante hace un momento.

Bradley alzó la vista con una ceja levantada, claramente irritado por la insistencia de Max. Pero prestándole atención, ya que no le quedaba de otra.

—¿De qué hablas ahora?. —espetó con un tono cansado.

Max dejó que su sonrisa se ensanchara, disfrutando del momento.

—Dijiste que ya no te importa "impresionarme a mí o a nadie más".—repitió, haciendo un gesto con las manos como si subrayara las palabras.—Pero, ¿por qué específicamente yo? ¿Era tan importante impresionarme a mí?.

La cara de Bradley pasó de un ceño fruncido a un tono de ligero rubor. Frunció más el entrecejo, claramente consciente de cómo Max estaba jugando con sus palabras.

—No quise decir eso, idiota. —respondió rápidamente, aunque el leve temblor en su voz delataba su incomodidad. —Solo hablaba en general.

Max rió un poco más fuerte esta vez, apoyando el codo en la mesa y mirándolo con una expresión descarada. Mientras le dedicaba una sonrisa.

—Ajá!, claro... En general —dijo alargando las palabras como si no creyera ni una sola excusa.—Pero fuiste muy específico, ¿no crees?. ¿Era tan importante que yo quedara impresionado?.Porque ahora me haces sentir especial.

—¡Dije que no es eso!.—espetó Bradley, desviando la mirada mientras sus mejillas se encendían aún más. Era evidente que la situación lo había tomado por sorpresa, y no sabía cómo deshacerse de Max.

Max, por su parte, disfrutaba cada segundo de la reacción de Bradley. Su rival siempre había sido tan serio, tan calculador, que verlo perder la compostura era casi un espectáculo en sí mismo.

—Tranquilo, tranquilo.—dijo Max, alzando las manos como si quisiera calmarlo, aunque la sonrisa nunca abandonó su rostro. —Sólo bromeo. Aunque si alguna vez quieres impresionarme, no me molestaría.

Bradley lo miró con furia contenida, deseando que se callara de una vez.

—¿Por qué no tomas el libro de una maldita ves y dejas de molestarme?. —dijo finalmente, tratando de sonar firme, aunque aún se veía un rastro de vergüenza en su expresión.

Max soltó una última risa y se levantó de la mesa, levantando las manos en señal de rendición.

—Está bien, está bien. Te dejo en paz... por ahora .—dijo, dándole una mirada rápida y divertida antes de comenzar a alejarse hacia las estanterías.

Bradley suspiró profundamente, tratando de calmarse mientras veía cómo Max se alejaba. Sin embargo, no pudo evitar un pensamiento fugaz: ¿por qué ese idiota siempre lograba hacerlo perder el control?.

Bradley cerró su libreta con un golpe seco y guardó sus cosas en su mochila con movimientos rápidos y casi agresivos. Había terminado la mayor parte de su tarea y ya no tenía motivos para seguir en la biblioteca, especialmente con Max merodeando cerca. "Puedo terminar lo que falta en clase", pensó, más interesado en huir de esa incómoda situación que en ser productivo. De más humillaciones.

Se colgó la mochila al hombro y salió de la biblioteca con pasos firmes, respirando profundamente al sentir el aire fresco en la cara. Sin embargo, no se percató de que alguien lo seguía.

Poco después de doblar una esquina, escuchó un sonido familiar: el clic-clac de ruedas de patineta sobre la banqueta. Frunció el ceño, deteniéndose un instante para escuchar con más atención, y entonces una voz lo sacó de dudas.

—¿A dónde tan deprisa, Bradley? ¿Tienes una cita importante?. —preguntó Max con tono burlón mientras patinaba a su alrededor con movimientos ágiles, haciendo pequeños giros y saltos para llamar su atención.

Bradley no respondió. Apretó los labios, se limitó a seguir caminando y trató de ignorarlo.

—¿Qué, no vas a hablarme?.—insistió Max, adelantándose para luego girar y patinar de espaldas frente a él. —Pensé que éramos amigos ahora. Bueno, rivales, si prefieres. Por qué parece que te gusta más eso.

—Déjame en paz, Max —gruñó Bradley, sin detenerse ni mirarlo.

Max se rió, haciendo un pequeño salto con su patineta para subir a la acera frente a Bradley.

—Vamos, no puedes estar siempre tan serio. ¿Sabes?. Eso es lo que te mete en problemas. Relájate un poco. Sonríe, no sé. Quizá te ayude a recuperar a los Gamas. Bradley se detuvo en seco y le lanzó una mirada fulminante.

—¿Por qué no te ocupas de tu propia vida?. —espetó, con el ceño fruncido y los puños apretados a los costados. Mientras que su rostro le dedicaba la sonrisa más falsa y cínica que hubiera hecho.— No necesito tus comentarios, ni tus bromas.

Max se encogió de hombros, claramente sin sentirse intimidado.

—Es que es muy divertido molestarte.—admitió con una sonrisa amplia, girando a su alrededor en la patineta como si fuera un depredador acechando a su presa.— Te pones rojo, frunces el ceño… solo falta que heches espuma de la boca.

Bradley respiró hondo, cerrando los ojos un momento para calmarse. No quería darle a Max la satisfacción de una explosión de ira, ya es suficiente a las clases de terapia de control de ira, pero cada comentario suyo hacía que fuera más difícil mantener la compostura.

—Max, en serio. Lárgate.

Max fingió considerarlo, colocando un pie en el suelo para frenar.

—Hmm… no. —Sonrió de nuevo antes de empujar con el pie y volver a rodearlo en círculos.— Creo que prefiero quedarme aquí.

Bradley apretó los dientes y aceleró el paso, intentando alejarse, pero Max simplemente lo seguía, siempre un paso adelante o detrás, como una sombra ruidosa.

—¿Sabes qué creo?. —dijo Max, ahora patinando a su lado con una mano en el bolsillo.—Creo que necesitas divertirte más. Si quieres, puedo darte algunas clases de patinaje. Podrías impresionarme de nuevo.

Bradley se detuvo bruscamente, girándose hacia él con furia.

—¡Basta ya, Max! ¿Qué demonios quieres? ¿Por qué no puedes dejarme en paz?.

Max frenó en seco, sorprendido por la reacción. Sin embargo, en lugar de disculparse, se rió.

—Relájate, hombre. Sólo estoy bromeando. Pero… —se inclinó hacia él con una sonrisa desafiante.—creo que en el fondo te gusta que te siga. De lo contrario, ¿por qué no me ignoras?. Oh simplemente me golpeas.

Bradley lo miró con una mezcla de exasperación y agotamiento. Sabía que no iba a ganar esa discusión. Sin decir una palabra, se dio la vuelta y siguió caminando, deseando que Max finalmente se aburriera y lo dejara en paz.

Max, por su parte, continuó patinando tras él, silbando despreocupadamente, como si no tuviera nada mejor que hacer.

Bradley siguió caminando con paso acelerado, ignorando los molestos sonidos de las ruedas de la patineta de Max detrás de él. Estaba decidido a llegar a la próxima esquina y perderlo de vista, pero antes de que pudiera avanzar más, sintió una mano firme presionando suavemente su pecho.

—Espera un segundo, Bradley. —dijo Max, parándose frente a él con una sonrisa que no auguraba nada bueno.

Bradley lo miró con una mezcla de irritación y desconfianza.

—¿Ahora qué?.—preguntó, cruzándose de brazos.

Max no respondió de inmediato. En lugar de eso, dio un pequeño paso atrás, sacó algo del bolsillo de su chaqueta y, con un movimiento fluido y sorprendentemente elegante, hizo aparecer una tarjeta de entre sus dedos como si fuera un truco de magia.

—¡Ta!-¡dá! —dijo con una sonrisa de satisfacción, levantando la tarjeta frente a Bradley.

Bradley frunció el ceño, desconcertado.

—¿Qué es eso?

—Una invitación, por supuesto. —respondió Max, girando la tarjeta entre sus dedos de forma ostentosa antes de extenderla hacia Bradley.—Mis amigos y yo vamos a hacer una pequeña fiesta hoy por la noche. Pensé que podrías querer venir.

Bradley lo miró, parpadeando un par de veces, como si no pudiera procesar lo que acababa de escuchar.

—¿Una fiesta? ¿Y por qué demonios me estás invitando?.

Max se encogió de hombros, aún sosteniendo la tarjeta frente a él.

—No sé… Tal vez porque quiero. Tal vez porque creo que te vendría bien despejarte un poco, salir de esta nube de mal humor en la que vives. O tal vez, sólo tal vez… —su sonrisa se ensanchó.— porque me gusta la idea de ver tu cara cuando te diviertes de verdad.

Bradley miró la tarjeta como si fuera algún tipo de trampa. No confiaba en Max, no después de cómo lo había molestado toda la mañana.

—No creo que sea buena idea.—respondió finalmente, dando un paso hacia atrás.

Pero Max avanzó al mismo tiempo, manteniendo la tarjeta cerca de su cara.

—Oh, vamos, no seas así. Va a haber buena música, comida, gente interesante… Tal vez hasta te encuentres con alguien que te sorprenda. Además, ¿qué tienes que perder? —hizo un pequeño truco con la tarjeta, haciéndola desaparecer momentáneamente antes de volver a sacarla.—Mi papá me enseñó esto. No está mal, ¿eh?.

Bradley no pudo evitar rodar los ojos, aunque la mención del truco y el esfuerzo de Max lo desconcertaron un poco. Casi lo hacen reírse.

—Eso no tiene nada que ver con la invitación.

—Tal vez no, pero ¿no te gusta un poco la magia?.—bromeó Max, inclinándose hacia él con esa sonrisa juguetona.

—Odio la magia.

— Están triste que lo digas.

Bradley suspiró profundamente, sabiendo que Max no lo dejaría tranquilo hasta que aceptara.

—Está bien, dame eso.—dijo, arrancándole la tarjeta de los dedos.

Max dio un pequeño salto de victoria sobre su patineta.

—¡Sabía que aceptarías!.—exclamó, alejándose con una risotada mientras volvía a patinar a su alrededor.—No llegues tarde, Bradley. O bueno, llega si quieres. Así haces tu gran entrada.

Bradley miró la tarjeta en sus manos y luego a Max, que ya se alejaba dando giros y saltos con su patineta. Por alguna razón, no podía decidir si lo odiaba… o si en el fondo agradecía su insistencia. Así que solo camino un rato más hasta llegar a su destino.

El cuarto de la residencia universitaria era pequeño, casi claustrofóbico comparado con la amplitud y el lujo de la fraternidad de la que había formado parte. Bradley se había resistido a regresar, pero tras ser expulsado de los Gamas y perder el respaldo de la fraternidad, no le quedó otra opción. Afortunadamente, el cuarto aún estaba vacío, sin compañero asignado, lo que le daba al menos un poco de tranquilidad. Y no tener la incomodidad si sería alguien que lo odiara.

Bradley dejó caer su mochila sobre la silla del escritorio y se dejó caer de espaldas en la cama. Miró el techo por unos minutos antes de agarrar el control remoto y encender la televisión para llenar el silencio. Mientras los programas pasaban sin que él les prestara demasiada atención, su mente volvía constantemente a la tarjeta que Max le había dado.

La invitación a la fiesta no dejaba de rondarle la cabeza. Parte de él no quería ir, no quería exponerse a las bromas o las posibles miradas de reojo de los amigos de Max. Pero otra parte, aunque lo odiara admitir, se sentía intrigado. Max parecía genuinamente querer que fuera, y aunque le costaba creerlo, algo en la insistencia de aquel tipo le hacía pensar que tal vez no sería tan mala idea.

El sol empezó a bajar y las sombras de la noche comenzaron a colarse por las ventanas. Bradley encendió la lámpara junto a su cama, pero siguió tumbado, con el control remoto en una mano y la mirada fija en la pantalla. Los minutos pasaban, luego las horas, y aunque la noche ya había llegado, él seguía sin decidirse.

—Esto es ridículo… —murmuró para sí mismo, dejando caer el control sobre la cama.

Se incorporó y miró alrededor del cuarto, su mirada deteniéndose un momento en el armario. ¿Qué es lo peor que podría pasar?, pensó finalmente, rindiéndose a la idea de asistir. Aunque fuera por curiosidad, aunque fuera solo para ver qué se traía Max entre manos.

Con un suspiro resignado, se levantó y abrió el armario. La ropa estaba organizada de manera sencilla: camisetas, sudaderas, algunos pantalones. Bradley no era alguien que se preocupara demasiado por su aspecto. Más bien, a quien engañaba, ya que la gema mayoría de su ropa, eran todos de marcas muy conocidas, incluso lujosas podría desirse  pero sabía que no podía presentarse con lo primero que encontrara.

Empezó a buscar algo que fuera lo suficientemente casual para no llamar la atención, pero que tampoco lo hiciera parecer descuidado. Sacó una camisa negra ajustada y un par de jeans oscuros. Se miró al espejo del armario por un momento, indeciso, y luego se encogió de hombros.

—Esto servirá… supongo.

Se cambió rápidamente, es atuendo, colocándose un sueter encima y así quedó satisfecho apagó la televisión y se puso un par de zapatillas. Antes de salir, miró la tarjeta que Max le había dado, todavía sobre la mesa donde la había dejado. La tomó y la guardó en el bolsillo trasero de su pantalón antes de salir del cuarto, cerrando la puerta tras de sí. Y entre el pasillo se encontraba algunos compañeros, sin siquiera saber quienes son. Ellos al parecer si sabían quién era el, ya que al verlo sabía que murmuraba algo. Oh la verdad, que hablaban de el. Lo que le provocó ansiedad, comenzando a caminar más rápido. Y de las dos semanas que había llegado. Nunca usaba el ascensor,  para no toparse con comentarios X. Oh simples burlas de que el niño rico de fraternidad. Está aquí en un edificio sin lujo alguno. Así que siempre usaba las escaleras. Para su suerte le tocó vivir en el tercer piso, no eran muchos escalones Pero, subir y bajar. Terminaban cansando lo algunas veces. Hasta que llegó al lobby del lugar, saliendo por quellas puertas de cristal que daban al campus central.

La noche estaba fresca y tranquila mientras caminaba hacia el lugar indicado. Bradley seguía preguntándose si esto había sido una buena idea, pero ya estaba en camino, y sabía que no había marcha atrás. Mientras caminaba por las calles con las manos en los bolsillos, Bradley sacó la tarjeta para echarle un vistazo rápido a la dirección. Algo en ella le resultó vagamente familiar, pero no lo pensó mucho hasta que llegó al lugar.

Frunció el ceño cuando el GPS lo guió directamente hacia un pequeño café alternativo que recordaba perfectamente.

—¿En serio aquí? —murmuró para sí mismo mientras observaba el letrero iluminado que anunciaba "Luna Nueva". Era el típico lugar donde los estudiantes bohemios y los poetas aficionados se reunían para compartir versos, tomar café artesanal y debatir sobre temas que a Bradley nunca le habían interesado demasiado.

Dejó escapar un largo suspiro antes de cruzar la calle hacia la entrada. Desde afuera, podía escuchar música relajada mezclada con risas y conversaciones animadas. Sin embargo, al empujar la puerta, el ambiente lo tomó por sorpresa.

Aunque el lugar mantenía su estética peculiar, con luces tenues, muebles de madera gastados y arte abstracto colgando de las paredes, el ambiente era mucho más animado de lo que recordaba. Estaba lleno de gente, algunas mesas estaban ocupadas por estudiantes jugando cartas o charlando animadamente, y un pequeño grupo tocaba música en una esquina, improvisando melodías de jazz.

Bradley avanzó lentamente, tratando de pasar desapercibido. Miró alrededor mientras fingía buscar una mesa vacía, aunque en realidad sus ojos estaban atentos a un rostro familiar. Fue entonces cuando lo vio.

Max estaba de pie cerca de una mesa al fondo, charlando animadamente con dos chicos que Bradley reconoció vagamente. ¿Cómo se llamaban? ¿Bobby y… P.J.?, pensó, esforzándose por recordar. No les había prestado mucha atención en el pasado, pero los ubicaba de vista. Ya que con uno compartía química avanzada y con el otro una clase obligatoria de filosofía.

Max reía con esa sonrisa despreocupada que parecía nunca abandonarlo, gesticulando con las manos mientras contaba algo que evidentemente tenía a los otros dos entretenidos. Parecía el centro de atención, como siempre.

Bradley desvió la mirada de inmediato, sintiendo un leve nerviosismo que no quería admitir. Decidió que lo mejor sería fingir demencia. No quería parecer que estaba ahí buscando a Max, aunque, en realidad, sabía que lo había hecho.

Con paso tranquilo, se acercó a la barra y pidió un café negro. Mientras esperaba, apoyó los codos en el mostrador y dejó vagar la mirada por el lugar, como si simplemente estuviera ahí por casualidad.

No estoy buscando a Max, se dijo a sí mismo, aunque sabía que era una mentira. Pero si Max lo veía, al menos parecería que había llegado por su cuenta y no porque lo hubieran invitado específicamente.

Cuando el reloj marcó las diez de la noche, el ambiente en el café cambió de inmediato. Las risas se hicieron más fuertes, la música subió un poco de volumen, y varias botellas comenzaron a aparecer entre los asistentes. Una caja de cervezas fue colocada sobre una de las mesas, y alguien abrió una botella de tequila con entusiasmo. El responsable del lugar, quien hasta entonces había estado vigilando desde la barra, había desaparecido, dejando a los jóvenes libres para hacer lo que quisieran.

La fiesta, ahora sí, había comenzado.

En un rincón, Bradley estaba de pie junto a una mesa, charlando con una chica que le había preguntado algo sobre su teléfono siendo este el más nuevo de los iPhones que habían salido. Aunque su postura era relajada, en el fondo se sentía fuera de lugar, pero al menos la conversación le ayudaba a disimularlo.

A unos metros de distancia, P.J. estaba apoyado contra una pared con un vaso en la mano, observando la escena con curiosidad. Notó la figura de Bradley y frunció el ceño, girándose hacia Max, quien estaba cerca de él y de Bobby.

—Oye, Max, ¿ese no es Bradley?.—le preguntó, señalando discretamente hacia el otro lado de la sala.

Max, que estaba bebiendo su segundo vaso, dejo lo que le quedó a un lado mientras conversaba con Bobby, siguió la dirección que P.J. le indicaba y entrecerró los ojos al reconocerlo. Una sonrisa pequeña y casi divertida apareció en su rostro.

—Sí, ese es. —respondió con un tono despreocupado.

Bobby, que parecía menos entretenido por la situación, arqueó una ceja.

—¿Y qué hace aquí? ¿Alguien lo in-vi-toó?.

Max no respondió de inmediato, simplemente dejó su vaso sobre la mesa y comenzó a caminar en dirección a Bradley.

—Voy a hablarle.—dijo con esa naturalidad confiada que lo caracterizaba.

—¿Qué?. ¿Estás lo-co-oó? —exclamó Bobby, deteniéndolo al agarrarlo del brazo. P.J. también se apresuró a interponerse.

—Es Bradley, Max. Ya sabes cómo es. No creo que sea buena idea.

Max los miró con una expresión tranquila, levantando las manos en un gesto de calma.

—Relájense. No está con los Gamas. Está solo. Lo vi en la biblioteca esta mañana. Y créanme. No pasará nada.

P.J. y Bobby intercambiaron miradas, todavía escépticos, pero al ver que Max no cambiaría de opinión, simplemente se apartaron con un suspiro resignado.

—Haz lo que qu-ie-ras, pero no digas que no te lo ad-ver-ti-mos —dijo Bobby.

—Gracias por el consejo —respondió Max con una sonrisa despreocupada antes de adentrarse entre la multitud.

El ambiente estaba más bullicioso ahora, con gente riendo, bailando y bebiendo. Max esquivó a varios grupos mientras avanzaba hacia Bradley, quien seguía inmerso en su conversación. Cuando finalmente llegó junto a él, se detuvo justo a su lado, metiendo las manos en los bolsillos y dejando que su característica sonrisa traviesa apareciera en su rostro.

—Mira quién decidió unirse a la fiesta. —dijo Max, interrumpiendo la conversación de Bradley con un tono ligero pero claramente intencionado.

Max caminaba con una confianza tranquila, como si el caos que los rodeaba no tuviera poder sobre él. Llevaba una chaqueta de cuero negro ajustada, con detalles plateados en los hombros que reflejaban la luz tenue de las luces. La chaqueta estaba ligeramente abierta, dejando ver una camiseta gris oscura que se pegaba a su torso, mostrando su figura semi esculpida por el deporte  ñ. Los pantalones, también negros, eran de un material que por las luces se veía un azul oscuro.

Sus botas, de un cuero pulido y resistente, hacían eco en el suelo con cada paso, como una declaración de su presencia. En sus muñecas llevaba pulseras de acero, y su cabello oscuro, algo despeinado pero cuidadosamente descuidado, caía sobre su frente de manera rebelde pero a la vez controlada. Los ojos de Max, de un color intenso, parecían observarlo todo con una mezcla de calma y determinación, como si estuviera siempre un paso adelante, incluso cuando parecía relajado.

Cuando se acercó a la chica con la que Bradley estaba hablando, su presencia fue como un destello. No solo llamó su atención, sino que también hizo que Bradley lo mirara con una mezcla de sorpresa y fascinación. La forma en que Max se movía, tan seguro de sí mismo, hizo que incluso a Bradley se le escapara un pequeño gesto, como morderse el labio en un intento inconsciente de disimular la impresión que le causaba. No era solo su apariencia, sino también la forma en que Max parecía llenar el espacio con su sola presencia, algo que no podía ignorar. Max, con su estilo impecable y su magnetismo natural, había dejado una huella en él, una que no podía borrarse fácilmente. Y al notar todo eso, la bebida alcohólica que tenía a un lado solo la aparto y volví a beber un poco del café que le quedaba.

¡Hola!. Saludando aquí con algo nuevo. La pareja que me gusta bastante, tanto edit y tantos fanarts. ¡Amo!.

Quise darle un tiempo hasta que esto se calmara, no quería escribir algo y que se perdiera entre tanta historia que ahora existe. No serán muchos capítulos. Y como dice en la descripción. Serán únicamente cinco días. Osea cinco capitulos más que haré.

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