Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 1

El Verso Errante. No era un lugar cualquiera; por las noches, el café se transformaba en un refugio para poetas, estudiantes y soñadores. Las luces cálidas colgaban del techo como luciérnagas atrapadas, y el aroma del café, la vainilla y el espresso llenaba el aire. La música, una mezcla de jazz suave y ritmos latinos, invitaba a bailar. Era un ambiente relajado, casi mágico, como si el tiempo fluyera más lento allí dentro.

Bradley llegó al café con las manos en los bolsillos y una sonrisa discreta en el rostro. Había escuchado hablar del lugar en la universidad, un sitio donde los versos y los movimientos de baile se encontraban en perfecta armonía. Sonaba a estupideces. Pero ahí estaba. La puerta se abrió con el suave tintineo de una campanilla, y el calor del café lo envolvió de inmediato. Miró alrededor, observando cómo los jóvenes se movían al ritmo de la música, algunos riendo, otros hablando  entre susurros.

Decidió acercarse a la barra, donde un hombre de cabello amarillo, y algunos piercings y ojos chispeantes atendía con una calma despreocupada. Parecía ser el alma del lugar, interactuando con todos como si los conociera de toda la vida. Mientras sus pintas decía ser alguien punk 

—¿Qué puedo servirte? —preguntó el barman, inclinándose levemente hacia Bradley.

—Un café negro, por favor —respondió Bradley, sintiéndose un poco fuera de lugar al pedir algo tan simple en un sitio tan especial. Ya que ni siquiera sabía si lo que estaban bebiendo aquí era café.

El barman soltó una carcajada ligera, como si hubiera escuchado el chiste más sutil del mundo. Sin decir más, tomó un vaso rojo de plástico de detrás de la barra y lo llenó con un ponche que despedía un aroma dulce y tentador, pero con un toque de algo más “fuerte”.

—Aquí tienes, cariño. Esto es lo que necesitas esta noche. —Le guiñó un ojo y deslizó el vaso hacia Bradley.

Bradley dudó por un momento, mirando el contenido del vaso. No era café, pero el ambiente del lugar le hacía pensar que tal vez debía dejarse llevar. Dio un sorbo y el sabor lo sorprendió: dulce, afrutado, pero con el leve calor del alcohol en el fondo, posiblemente algún tequila oh whisky no tan fuerte. 

—¿Y qué se supone que haga con esto? —preguntó, divertido.

—Bailar, por supuesto. Oh solo pídeme otro si quieres. —respondió el barman, señalando con la cabeza hacia el pequeño espacio donde los estudiantes movían sus cuerpos al ritmo de la música.

Bradley sonrió, se acomodó el vaso en la mano y solo se quedó viendo cerca de la barra. Mientras la música subía de intensidad y las risas llenaban el aire, sintió que, por primera vez en mucho tiempo, estaba en el lugar correcto. El ponche lo calentaba por dentro, y la magia del Verso Errante lo envolvía. Esa noche, entre el aroma a café y el ritmo de los versos bailables, Bradley se permitió ser parte del poema que se tejía en ese rincón único de la ciudad.

Bradley estaba apoyado en la barra, con el vaso rojo en la mano, observando cómo las luces cálidas oscilaban al ritmo de la música. El ponche empezaba a aflojar sus tensiones, y por primera vez desde que llegó, dejó escapar una leve sonrisa. Justo entonces, una chica de cabello corto y una chaqueta de mezclilla decorada con parches se acercó a él.

—¿Primera vez aquí? —le preguntó, con una voz suave pero segura.

Bradley asintió, intentando no parecer demasiado fuera de lugar.

—Sí, se nota, ¿verdad? —respondió con una risa nerviosa.

Ella sonrió y dio un sorbo a su vaso. Mientras Bradley ahora solo sentía un poco de asco, ya que nunca dejaba que nadie tocará su comida. Menos su bebida, pero solo lo dejo pasar, ya que no tenía a nadie con quién pasar el rato. —Un poco. Pero este lugar tiene algo. Una vez que vienes, es difícil no volver.

La conversación fluyó con naturalidad. Hablaron de música, de poesía, oh de lo poco que conocía del tema de las cosas extrañas que uno escribe en las madrugadas y nunca muestra a nadie. En algún momento, ambos empezaron a reírse de las decoraciones excéntricas del lugar, como una bicicleta oxidada colgada del techo. Bradley comenzó a relajarse, sintiendo que, por un instante, todo encajaba.

Pero entonces, sintió una presencia familiar a su lado. Miró de reojo y ahí estaba Max, el responsable de que él estuviera en esa fiesta extraña. Max, con una vestimenta nueva. Por un momento llego a pensar que el vivía con solo una camisa, su sonrisa fácil y esa forma de caminar como si el mundo fuera suyo.

—Bradley, veo que estás conociendo a la gente correcta —dijo Max con tono despreocupado, inclinándose ligeramente hacia la chica.

Ella lo miró y, para sorpresa de Bradley, su rostro se iluminó. Le sonrió a Max con una calidez que Bradley no había visto hasta ahora. Sintió un nudo inesperado en el estómago mientras bebía otro sorbo de su ponche, preguntándose por qué de repente se sentía incómodo.

Max, sin embargo, no se quedó mucho rato con la chica. Le dedicó un gesto caballeroso y una pequeña inclinación de cabeza antes de volverse hacia Bradley.

—Vamos, tú y yo tenemos que socializar un poco más. —Antes de que pudiera protestar, Max lo agarró del brazo y lo llevó a través del mar de estudiantes que bailaban con abandono.

—¿Qué haces? —preguntó Bradley, intentando no tropezar con un chico que improvisaba pasos de “baile”.

—Te estoy salvando de pensar demasiado, como siempre —respondió Max con una risa.

Finalmente llegaron a una mesa en una esquina, donde dos chicos estaban sentados. Uno, delgado y de cabello despeinado comiendo unos nachos. Y otro se inclinaba sobre una libreta, garabateando algo mientras bebía de un vaso igual al de Bradley. Siendo , un tipo robusto con una gorra hacia atrás, tamborileaba los dedos sobre la mesa al ritmo de la música.

—Bradley, te presento a P.J. y Bobby. Mis socios en este circo ambulante. Espero que aún los recuerdes.

—¿Socios? —preguntó Bradley, levantando una ceja mientras se sentaba.

—Claro, alguien tiene que mantener esto interesante —respondió Bobby con una sonrisa amplia, chocando su vaso con el de Bradley.

P.J. levantó la mirada de su libreta y asintió. —Bienvenido al caos.

Bradley miró a Max, que le guiñó un ojo antes de sentarse a su lado. La incomodidad inicial comenzó a desvanecerse mientras el grupo lo acogía, entre bromas y conversaciones caóticas. Por primera vez en mucho tiempo, sintió que tal vez estaba justo donde debía estar, ya que desde su salida. No había vuelto a hablar con ningún integrante de su ex-equipo. 

La mesa vibraba con una energía desordenada. P.J. seguía garabateando en su libreta, pero sus ojos se desviaban constantemente hacia Max. Había algo en su mirada, algo tenso, que Bradley no alcanzaba a descifrar. Por otro lado, Bobby hablaba sin parar, llenando el espacio con comentarios que, aunque aparentemente aleatorios, hacían que Bradley sintiera una ligera incomodidad.

—Entonces, ¿tú eras el famoso "líder de los Ga-a-mas"?, ¿Qué sientes estar con la plebe? —dijo Bobby de repente, apoyando los codos en la mesa y mirando a Bradley con una sonrisa que parecía burlona y amistosa al mismo tiempo.

—Bueno, no sé si "famoso" es la palabra... —respondió Bradley, incómodo, pero intentando mantener la calma.

—Ah, sí, cla-a-ro. El chico tranquilo, pero letal. Dicen que casi nos sacas del mapa en esos ju-e-gos, ¿verdad? —Bobby soltó una carcajada y chocó su vaso contra el de Bradley.

Bradley bebió un sorbo para evitar responder, mientras sentía que el nudo en su estómago se apretaba de nuevo. Bobby no parecía hostil, pero sus palabras, mezcladas con la música y el ponche, empezaban a sentirse como un ataque sutil, de un psicólogo.

—Bobby, no seas un idiota —interrumpió Max, dándole un ligero empujón al chico. Bobby solo levantó las manos en señal de rendición, sonriendo ampliamente.

Mientras Bobby desviaba la conversación hacia un tema absurdo sobre si las tostadoras podían tener alma, P.J. se inclinó hacia Max. Su voz era apenas un susurro, pero Bradley alcanzó a notar el cambio en el aire.

—¿En serio lo trajiste aquí? —le dijo P.J., sin dejar de mirar su libreta. —Hace unos meses, este tipo casi nos mata en esos juegos.

Max se encogió de hombros, su actitud relajada contrastaba con la tensión de P.J.

—Esos eran juegos, P.J. Nada de eso importa ahora.

—Claro que importa. Casi nos aplastan. ¿Recuerdas cómo terminamos esa noche? Tú con una costilla rota, Bobby con la mano hecha polvo y yo... Bueno, yo ni siquiera podía caminar.

Max dejó escapar un suspiro, mirándolo directamente. —¿Y qué? ¿Vamos a vivir en el pasado para siempre? Bradley no es ese tipo. Es un buen tipo, solo está un poco perdido…. Te lo explico luego.

P.J. lo miró con incredulidad, pero no dijo nada más. En cambio, cerró su libreta con un golpe seco y se recargó en la silla, mirando a Bradley como si tratara de descifrar un acertijo complicado.

—¿Qué están susurrando? —preguntó Bobby, interrumpiendo la tensión con una sonrisa tonta. —¿Es sobre mí? ¿Siempre es sobre mí, verdad?.

Max se rió, dándole un golpe en el hombro.

—Sí, Bobby, siempre es sobre ti.

Bradley, que había estado observando todo en silencio, sintió que algo importante se le escapaba, como si estuviera en medio de un juego nuevo, con reglas que aún no entendía. Pero cuando Max le pasó otro vaso de ponche y le dio una palmada en el hombro, decidió dejarlo pasar, al menos por esa noche. La música seguía, y aunque algo en el ambiente seguía tenso, Bradley decidió que tal vez podría relajarse un poco más.

Las horas se deslizaban casi sin ser notadas en El Verso Errante. Para cuando el reloj marcó la 1 de la mañana, el lugar seguía vivo. Los universitarios bailaban con más intensidad, animados por el ritmo de la música y el ponche que fluía sin cesar. Las luces cálidas parpadeaban levemente, creando un ambiente que parecía sacado de un sueño borroso.

P.J. se levantó de repente, cerrando su libreta con decisión. Miró hacia la pista y vio a Stacy, su novia, moviéndose con gracia entre la multitud. Con una sonrisa, se unió a ella, tomándola de la cintura mientras ambos comenzaban a bailar al compás de un ritmo latino. Bradley observó la escena desde lejos, sintiendo un pequeño nudo de nostalgia en el pecho.

Recordaba a Stacy de otros tiempos. La chica capuchino, la había llamado una vez por la forma en que siempre olía a café con un toque dulce. Había algo en su sonrisa y en la manera en que inclinaba la cabeza que hacía imposible olvidarla, aunque el recuerdo doliera un poco más de lo que le gustaría admitir. Ya que sin conocerla, fue de las primeras que logró humillarlo.

En una esquina, recostados contra la pared, estaban Max y Bradley. Max tenía los brazos cruzados, una expresión de calma en el rostro, aunque sus ojos seguían a Bobby, quien estaba profundamente dormido sobre la mesa con un vaso vacío junto a él.

—¿Va a estar bien? —preguntó Bradley, señalando a Bobby con un movimiento de cabeza.

Max se encogió de hombros. —Bobby siempre está bien. Es un maestro en esto de dormir en cualquier parte. Podrías ponerlo en medio de un terremoto y ni se movería.

Bradley soltó una pequeña risa y luego volvió la mirada hacia la pista. Estaba rodeado de gente que se movía con confianza, como si la música les diera un propósito que él no entendía. Se pasó una mano por el cabello, intentando no sentirse tan fuera de lugar.

El silencio entre ellos comenzó a alargarse, y Bradley, incómodo, decidió romperlo.

—¿Sabes? Si no estuviera aquí contigo, probablemente estaría en mi cuarto, leyendo algún libro que no entiendo del todo pero que finjo disfrutar.

Max giró la cabeza hacia él, sorprendido por lo aleatorio del comentario. Una carcajada salió de su boca, fuerte y honesta.

—¿De verdad? ¿Esa es tu gran confesión? —preguntó entre risas.

Bradley sonrió, sintiendo que el ambiente se aligeraba un poco.

—Bueno, es eso o admitir que estoy pensando en cómo no tropezar si alguien me invitara a bailar.

Max se rió aún más, inclinándose hacia adelante mientras intentaba contenerse.

—Bradley, si sigues diciendo cosas así, vas a ser el alma de la fiesta sin darte cuenta.

La risa de Max era contagiosa, y pronto Bradley se encontró riendo también. Por primera vez en toda la noche, se sintió un poco menos extraño, como si realmente pudiera encajar en ese rincón de locura bohemia.

El ambiente había cambiado ligeramente con el paso de las canciones. La música, antes dominada por suaves ritmos jazzísticos y latinos clásicos, ahora tenía un toque más moderno. Los bajos retumbaban con fuerza mientras el DJ mezclaba canciones que se sentían más urbanas, más cercanas al reguetón.

Bradley, apoyado contra la pared, se sentía más despejado, aunque el ponche seguía dándole una ligera calidez en el cuerpo. Observaba cómo Max movía la cabeza al ritmo de la música, aparentemente ajeno al cansancio que comenzaba a hacerse evidente en algunos de los asistentes. Había algo magnético en Max, una energía que parecía fluir de él sin esfuerzo. Bradley lo miraba con curiosidad, preguntándose cómo podía sentirse tan cómodo en cualquier lugar.

Entonces, el DJ dejó caer una nueva canción. El beat comenzó con un ritmo suave, pero hipnótico, que fue envolviendo a todos en la sala.

Mientras la canción avanzaba, Bradley sintió que hablaba de esos momentos entre la euforia y la calma, de estar en un lugar extraño pero encontrar algo que lo hacía querer quedarse un poco más. Era como si las palabras hubieran sido escritas para esa noche, para esa escena. Luego volví a ver el vaso y solo lo tiró en el basurero que estaba cerca. Estaba claro que ya había tomado suficiente. Ya que estaba analizando una canción.

Max, que hasta ese momento había estado inmerso en el ritmo, giró la cabeza hacia él con una sonrisa amplia.

—¿Qué? —preguntó Bradley, arqueando una ceja.

—Vamos a bailar, amigo. —Max extendió una mano hacia él, como si la idea fuera lo más natural del mundo.

Bradley parpadeó, sorprendido. —¿Estás hablando en serio?.

—Claro que sí. —Max le dio un leve empujón en el hombro. —Mira, si pudiste sobrevivir siendo el líder de los Gamas, definitivamente puedes sobrevivir a una canción conmigo en la pista.

Las luces se movían al ritmo de la canción, y aunque al principio Bradley se sentía rígido, poco a poco empezó a dejarse llevar. La risa despreocupada de Max y la energía de la multitud lo envolvieron, haciéndole olvidar por un momento todo lo demás. Ahí, en medio de ese caos perfectamente coreografiado, Bradley  siguió a Max hasta la pista con pasos lentos, sintiéndose cada vez más fuera de lugar. La música vibraba con fuerza, y el ambiente estaba cargado de energía. Miró a su alrededor, observando a las personas que bailaban con confianza y soltura. Había parejas de todo tipo, cada una moviéndose al ritmo de la música como si estuvieran en su propio mundo. Aunque nadie parecía juzgar, Bradley no podía evitar sentirse torpe y fuera de lugar.

Max, por su parte, estaba completamente cómodo. Se movía con facilidad, riendo mientras intentaba animar a Bradley, quien apenas lograba seguir el ritmo. De repente, la voz de Bobby se escuchó por encima de la música. Había despertado de su siesta improvisada en la mesa y ahora parecía estar disfrutando de la oportunidad de burlarse un poco.

—¡Míralo, Max! ¡Alguien tiene que echarle aceite a ese robot perdido!.—gritó, riendo con esa carcajada fuerte que parecía llenar todo el lugar.

Bradley sintió cómo su rostro se calentaba. Las palabras de Bobby, aunque seguramente no eran malintencionadas, lo hicieron sentirse aún más consciente de lo fuera de lugar que estaba, comenzando a sentirse parapléjico. Miró a Max, esperando que dijera algo para distraer la atención, pero en lugar de eso, Max sonrió ampliamente.

—Bobby, siempre tan útil como una piedra en el zapato —dijo Max con tono burlón antes de girarse hacia Bradley. —Vamos, no le des el gusto de verte así.

Antes de que Bradley pudiera responder, Max tomó sus manos con firmeza y lo atrajo más cerca, guiándolo en un movimiento al compás de la música.

—Relájate, Bradley. Nadie aquí está analizando tus pasos excepto tú mismo.

Bradley intentó protestar, pero las palabras se quedaron atrapadas en su garganta. La cercanía lo tomó por sorpresa, y aunque su primera reacción fue retroceder, algo en la expresión despreocupada de Max lo detuvo. Max seguía riendo, manteniendo el ambiente ligero, como si todo esto fuera un juego más.

—Mira, solo siente el ritmo —dijo Max, moviéndose con naturalidad mientras trataba de guiar a Bradley. —No tienes que ser perfecto, solo tienes que estar presente.

Bradley, aún nervioso, comenzó a moverse lentamente, permitiendo que la música y la guía de Max lo llevaran. Aunque todavía se sentía un poco fuera de lugar, había algo en ese momento que lo hizo sonreír, incluso si era solo para él mismo. Oh el simple toque de Max era suficiente.

Cuando comenzó a sonar un nuevo beat,el ritmo acelerado y provocador llenó la pista, y las vocesparecían deslizarse por el aire, envolviendo a todos con su energía. Bradley seguía los pasos con torpeza, pero entonces llegó esa parte de la letra que lo hizo detenerse por un momento:

"Yo no sé qué me pasa
Pero hoy quiero pasarme de la raya..."

La frase lo golpeó de manera inesperada. Bradley, que había estado intentando mantenerse distante, sintió cómo un calor se encendía en su pecho. La cercanía de Max, la intensidad de la música, y esa letra juguetona pero directa le hacían imposible ignorar lo evidente: estaba disfrutando esto más de lo que habría admitido.

Porque si me besa'
La' ganas se me suben a la cabeza
Hoy mezclamo' el tequila con cerveza
Porque yo sé que, en el fondo, a ti te gusta, dale, confiesa”.

Se sonrojó, pero en lugar de retroceder, algo dentro de él cambió. Una nueva ola de confianza, impulsada quizá por el ritmo o por el ponche, lo hizo dar un paso adelante. Esta vez, no iba a quedarse atrás. Mientras el calor de su cuerpo iba en aumento.

Bradley tomó las manos de Max, atrayéndolo con un movimiento que lo hizo girar ligeramente hacia él. Max soltó una carcajada, sorprendido, pero no se resistió.

—¡Vaya, Bradley! —dijo entre risas. —¿De dónde salió esto?

—No lo sé —respondió Bradley, con una sonrisa que mezclaba timidez y desafío. —Pero creo que ahora es mi turno.

Max lo dejó tomar el control, siguiendo sus movimientos mientras la canción seguía:
"Dale miénteme, haz lo que tú quieras conmigo”

El ritmo les marcaba cada paso, y Bradley, aunque todavía un poco inseguro, comenzó a moverse con más fluidez. La confianza recién descubierta lo hizo olvidar por completo su incomodidad inicial. Ahora era él quien marcaba el ritmo, mientras la música y la multitud a su alrededor parecían desaparecer, dejando solo el momento.

El ritmo de la música seguía marcando sus movimientos, y Bradley, con su recién descubierta confianza, giró a Max en un paso improvisado. La vuelta terminó con Max siendo atraído hacia él, quedando más cerca de lo que había planeado. La cercanía repentina hizo que Bradley se detuviera por un instante, sorprendido por el brillo juguetón en los ojos de Max.

Max inclinó ligeramente la cabeza, una sonrisa relajada dibujándose en su rostro.

—¿Si lo quieres? —preguntó en un tono bajo, con esa mezcla de seguridad y provocación que parecía ser tan natural en él —Solo hazlo.

Bradley parpadeó, confundido por las palabras. Su corazón comenzó a latir más rápido, y por primera vez en toda la noche, no fue por los nervios o la incomodidad, sino por algo mucho más intenso. Antes de que pudiera encontrar una respuesta o incluso comprender lo que Max quería decir, sintió la calidez de una mano en su mejilla.

El tiempo pareció detenerse mientras Max se inclinaba, acortando la distancia entre ellos con una naturalidad que dejó a Bradley sin aliento. Entonces, sin vacilar, Max dejó un beso en sus labios. Fue suave, pero lo suficientemente firme como para dejar claro que no era casualidad.

El ambiente cambió de inmediato. Las luces, que habían sido cálidas y vibrantes, se transformaron en un suave rosa y azul, como si el lugar entero se hubiera alineado con ese momento. La multitud a su alrededor seguía bailando, ajena a lo que acababa de ocurrir, pero para Bradley todo lo demás desapareció.

Por un instante, no supo cómo reaccionar. Su mente estaba atrapada entre la sorpresa y algo más profundo, algo que no había reconocido hasta ahora. Cuando Max se apartó ligeramente, con esa misma sonrisa despreocupada en su rostro, Bradley apenas logró murmurar:

—¿Qué... qué fue eso?.

Max rió suavemente, su mano aún descansando en la mejilla de Bradley.

—No sé. Solo se que lo quería.

La música cambió de nuevo, pero Bradley apenas lo notó. El ritmo continuaba, las luces seguían parpadeando en rosa y azul, pero su atención estaba fija en Max. Algo dentro de él, que había estado adormecido toda la noche, finalmente comenzó a despertar.

Bradley, aún aturdido por el beso, se separó rápidamente de Max, su mente dando vueltas a lo que acababa de suceder. El ritmo de la música ya no tenía la misma fuerza para él, y su cuerpo parecía estar en piloto automático mientras intentaba procesar todo lo que había ocurrido. De alguna manera, sus manos temblaban ligeramente, y en medio de su desconcierto, dio un paso hacia atrás.

En su intento por recuperar algo de normalidad, su brazo rozó una mesa cercana, derrapando sin querer la bebida que estaba sobre ella. El vaso voló hacia el aire y cayó al suelo con un fuerte crash, esparciendo el contenido por el suelo y causando un pequeño alboroto a su alrededor. El sonido del vidrio roto y el líquido derramado lo hicieron sentir aún más torpe y expuesto, como si todo el lugar estuviera observándolo ahora.

Su rostro se sonrojó intensamente. "Esto es un desastre," pensó, mientras rápidamente comenzaba a disculparse sin saber muy bien qué decir.

Max y PJ, que se habían acercado para ver qué pasaba, observaron la escena con una mezcla de sorpresa y diversión. Max, aún con una leve sonrisa en sus labios, levantó las manos en un gesto casi teatral.

—¡Vaya, Bradley! —dijo Max, en tono burlón pero amigable. — ¿Quieres ayuda?.

PJ, con su característico estilo desinhibido, soltó una risa. Bradley, completamente apenado, no pudo más que soltar un suspiro. Se sentía como si la tierra lo fuera a tragar en ese momento. Con una excusa rápida, algo torpe, murmuró:

—Creo que ya es hora de irme...

Antes de que Max o PJ pudieran decir algo más, Bradley dio un paso atrás y se alejó rápidamente, sin mirar atrás. La multitud seguía disfrutando de la fiesta, pero él solo quería salir de allí, lo más lejos posible de la vergüenza que sentía.

Max y PJ se quedaron mirando cómo se alejaba, uno con una sonrisa en el rostro, el otro con una expresión más de confusión.

—¿Crees que lo asusté demasiado? —preguntó Max, mirando a PJ.

—No lo sé, pero... va a necesitar un par de vasos de ponches mas para calmarse después de esto. —PJ soltó una risa, viendo cómo Bradley se perdía entre la multitud.

El ambiente seguía su curso, pero Bradley ya no estaba allí para ser parte de él.



Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro