Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Crónica de un hurto


—No sé tío, yo no acabo de verlo claro, la verdad...

—¿Cómo que no? Mira que eres cagueta —mi hermano golpeó mi espalda de una forma menos amistosa de lo que me gustaría reconocer.

—Te lo digo de verdad, no vale la pena meternos en este lío. Podemos pedirlo como regalo de cumpleaños, queda poco más de un mes para el mío.

—¡Qué dices! ¡¿Un mes?! Ni loco tío, ni loco... Dentro de un mes todos mis amigos se lo habrán pasado ya, y yo volveré a ser el mismo pringado de siempre —los ojos de Héctor se clavaron en mi cara, por lo que tuve que agachar la mirada mientras mi rostro no dejaba de enrojecerse.

Mi hermano siempre ha sido muy ansioso, nunca ha podido evitarlo. Llevaba más de medio año esperando a que saliera la nueva entrega de uno de sus videojuegos favoritos, y no llevó nada bien que mi padre le dejara sin él en navidad por haber suspendido cuatro asignaturas en el instituto. Me saca casi tres años, tiene catorce y yo voy a cumplir doce a principios de febrero, pero siempre se comporta como si fuera mucho más mayor que yo... La verdad, no sé dónde ve él la madurez. Yo lo sigo viendo aún como un crío, por mucho que él vaya a tercero de secundaria y yo aún esté en sexto de primaria.

—Venga Carlos, hazme el favor —su tono de voz empezó a descender, intentando que me apiadara un poco de él... ¿no se supone que yo soy el hermano pequeño y consentido?

—Bueno, vale —al final me rendí a sus peticiones.

No quiero que os hagáis una idea equivocada de nosotros. No somos una familia necesitada, nunca lo hemos sido. Mi padre trabaja en una oficina bancaria, es uno de los comerciales de mesa, mientras que nuestra madre trabaja en una notaría como administrativa. Si ellos quisieran, nos comprarían ese videojuego sin muchos problemas, pero Héctor se quedó sin él por sus propios méritos. Desde que empezó a salir con su novia, Alicia, se ha vuelto más engreído. Se cree mayor solo porque ya ha dado su primer beso con lengua a una chica —por Dios, ¿qué puede haber de felicidad en un intercambio de saliva con otra persona?—, y trata siempre de dejar en evidencia mi falta de madurez... si él supiera. Me encantaría decirle que el verano pasado, durante la verbena nocturna de las fiestas del pueblo, me di mi primer beso con Alba, nuestra vecina. De vez en cuando volvemos a casa cogidos de la mano, aunque le da mucha vergüenza y tratamos siempre de ir por calles poco concurridas... Pero bueno, que eso es otra historia, que me estoy liando...

El caso es que mi hermano se despistó del curso desde octubre, y al final le ocurrió lo que se iba buscando. Suspendió matemáticas, lengua —un poco irónico, ¿verdad?—, inglés y ciencias de la naturaleza. En otro momento todo se hubiera quedado en una bronca más o menos contundente —a fin de cuentas, nunca le ha gustado mucho estudiar—, pero mis padres decidieron dejarle sin regalos de navidad para ver si escarmentaba. Probablemente, puede que los tengan guardados para cuando llegue la semana que viene el día de reyes y dárselos entonces, pero Héctor siempre ha sido un impaciente...

Esa tarde nos acercamos al centro de la ciudad, a una sucursal de una empresa francesa especializada en electrónica, libros, música y video... Es una franquicia internacional muy famosa, con varias sucursales en las grandes ciudades españolas, pero no esperéis que ponga aquí su nombre, no me han pagado por hacerlo... pero oye, todo es negociarlo, por supuesto.

Durante el camino Héctor me fue explicando cuál era su plan. Esa tienda tiene dos alturas, en el piso de arriba están los libros y las películas de cine, mientras que en la parte de abajo está la tecnología, con todos los ordenadores y videojuegos cerca de la salida. Aunque es una salida que lleva una pequeña trampa. En realidad, esa planta está en un semisótano, por lo que hay que bajar una rampa bastante larga y empinada antes de pasar por los arcos de seguridad y la mirada del vigilante. La ventaja es que la puerta de salida siempre está abierta.

Su plan era muy sencillo, y hasta a mí me pareció que podría salir bien. Él buscaría alguno de los libros que hay en el segundo piso y, con cuidado, le quitaría la etiqueta y el chip que tienen en la parte trasera. Después, con tranquilidad, pasaría por los arcos de seguridad haciendo saltar las luces de alarma. Cuando el guarda de seguridad se acercara a él para pedirle que se abriera el abrigo y registrarle es cuando yo debía de aprovechar para agarrar el videojuego que tanto anhelaba y salir corriendo. Como Héctor dice, tengo cara de buena persona, así que seguramente no se fijarán en mí hasta que la alarma empiece a sonar. Mis piernas son aún pequeñas, apenas paso el metro y medio de altura, pero corriendo a toda velocidad y aprovechando que mi hermano le entretiene seguro que soy capaz de escabullirme de ese vigilante. Es un plan bastante bueno, tengo que reconocerlo, y la verdad es que Héctor empieza a asustarme... Espero que no le coja el gusto a lo de ser un criminal...

Cuando llegamos a la tienda, y conforme íbamos bajando esa rampa enmoquetada, suspiré de alivio cuando vi la figura del vigilante de seguridad. Su oronda barriga y su estatura mediana me dieron una sensación de superioridad. Sí, a ese vigilante seguro que podía ganarle corriendo, así que empecé a sentirme cada vez más envalentonado.

Subimos al primer piso y mi hermano se acercó a uno de los libros más gordos que había en el expositor. Debía de tener más de mil páginas, y no creo que él fuera capaz de pasar del índice, la verdad. Intentó quitar la etiqueta de la parte trasera pero se le rompió, así que tuvo que agarrar otro ejemplar... y después tres más, hasta que al quinto intento consiguió tener la etiqueta entera. Se la guardó en el bolsillo del pantalón y me miró sonriente.

—Venga Carlos, que esto ya está —se giró hacia mí y me guiñó un ojo sonriente—. Voy a ir bajando yo primero. Tú acércate a la estantería de los videojuegos y espera a que el guarda me aparte a un lado y me pida que me abra el abrigo.

—¿Seguro que quieres hacerlo? Aún estamos a tiempo de no meternos en este jaleo.

—Pues claro, tú tranquilo, que no va a pasarnos nada. ¿Has visto al guarda? Si debe de pesar como doscientos kilos...

—Como mucho ciento veinte, y yo tengo que correr cuesta arriba.

—Nada, tú no te preocupes, que todo va a salir bien —me golpeó amistosamente con su codo mientras nos acercábamos a las escaleras mecánicas para bajar a la planta inferior.

El corazón empezó a latirme cada vez más rápido conforme me separé de mi hermano. Me situé junto al dichoso videojuego que nos había llevado hasta allí, y de reojo le veía aproximarse a los arcos de seguridad. Estaríamos a unos cincuenta metros de la puerta de salida a la calle, y apenas a unos veinte de esos arcos que cada vez me parecían más imponentes. Creo que el récord del mundo de los cien metros está por debajo de diez segundos, pero a mí me parecía una distancia inmensa. Conforme el corazón empezó a latirme más rápido mis piernas empezaron a acompasar esos latidos. Me temblaban como nunca lo habían hecho. Notaba que el aire empezaba a faltarme en los pulmones. Mis manos empezaron a sudar, impregnando el plástico transparente protector que protegía a ese artículo. De hecho, en mi cerebro empezó a crecer la inseguridad conforme empecé a preguntarme cómo diablos pretendería Héctor romper esa caja protectora antirrobo...

El ruido de la alarma y la luz roja giratoria me sacó de mis pensamientos. Me giré y vi como el guarda se acercaba a mi hermano y le pedía que se apartara, que se colocara en un lado y se abriera el abrigo que llevaba.

Tragué saliva, conté hasta tres y empecé a andar hacia aquella salida. El corazón empezó a acelerar el ritmo a cada paso que me acercaba a aquellas luces. La garganta comenzó a resecarse conforme los pasos se iban descontado. Mis piernas temblaban cada vez más a medida que la luz de aquellos arcos se apagaba. Cuando estaba solo a un par de pasos de distancia me giré hacia mi hermano. Su sonrisa me dio el último empujón y arranqué a correr.

Conforme pasé esos arcos las luces volvieron a brillar y la estruendosa alarma se grabó en mis oídos. Oí la voz del guarda gritar, pero no me giré hacia ella. Mis piernas temblorosas empezaron a moverse a toda la velocidad que era capaz de imprimirles. El aire empezó a escasear en mis pulmones, pero no podía detenerme. Mi vista solo se fijaba en el objetivo que tenía frente a mí. Veía ese rectángulo de luz hacerse cada vez más grande y empecé a sentirme con más valor, parecía que sí que íbamos a conseguirlo.

Instintivamente, cuando apenas me faltaban un puñado de metros para llegar a mi destino, me giré hacia atrás. El rechoncho guarda comenzaba a escalar la rampa con dificultad, así que por fin tuve la seguridad de que no podría pillarme. Sonreí, por primera vez esa tarde, sonreí.

Volví la cabeza hacia la puerta y la luz se volvió oscuridad. Justo cuando iba a girar la esquina apareció la figura de un joven alto y fornido. Casi dos metros de puro músculo modelado en gimnasio. Literalmente, salí rebotado hacia atrás cuesta abajo de esa maldita rampa...

Me quedé desconcertado. La cabeza me daba vueltas conforme descendía otra vez por aquella moqueta. El juego se escapó de mis manos y no tengo ni idea de dónde fue a parar. De lo único que fui consciente fue de la mano del guarda de seguridad cuando me agarró del brazo y me levantó del suelo. Seguramente tenía pensado pegarme alguna bronca, pero cuando vio mi cara asustada no pudo evitar empezar a reírse. Bueno, reírse no es la mejor palabra... Empezó a carcajearse, descojonarse, a partirse de la risa... esas risotadas se me quedaron grabadas y la vergüenza me hizo romper a llorar.

Desde la tienda llamaron a nuestros padres, evidentemente. Mi madre no dejaba de disculparse con los guardas de seguridad, mientras que mi padre no quitaba ojo de mi hermano, que estaba cabizbajo y abochornado.

Cuando llegamos a casa no hizo falta que Héctor intentara exculparme, ellos tenían muy claro quién había sido el inductor de esa pequeña pillería. Mi padre solo me dio un coscorrón por ser tan memo como para dejarme arrastrar por mi hermano, mientras que mi madre únicamente se preocupaba de que no me hubiera hecho daño en la caída.

Mi hermano se pasó todo el resto de las vacaciones de navidad castigado en casa, así que no pudo disfrutar de la compañía de su novia, lo que curiosamente le molestó menos de lo que esperaba... Luego supe que la chica había estado desde principios de diciembre quedando con otro chico, así que a la muy golfa por lo visto le gustaba lo de jugar a dos bandas. En el fondo creo que fue lo mejor, ya que Héctor decidió resarcirse volviendo a centrarse en los estudios. Era su forma de disculparse por su comportamiento y tratar de enmendarlo. Me pareció muy divertido ver como, en esa ocasión, el crimen tuvo un final feliz.

Por cierto, Alba vino a verme esa noche, preocupada por lo que había pasado. Fue muy divertido ver la cara de embobados de mis padres al vernos a los dos —bueno, más bien, la cara de preocupación de ella mientras me agarraba de la mano—, al mismo tiempo que mi hermano no dejaba de mirar alicaído la pantalla de su teléfono móvil, que en ningún momento llegó a iluminarse.

P.D.: El día de reyes mi hermano recibió como regalo el videojuego de marras, aunque no le dio tiempo de disfrutarlo. Al día siguiente, mis padres le llevaron a esa misma tienda donde lo habían comprado un mes antes para devolverlo. Lo cambiaron por aquel libro de más de mil páginas del que mi hermano había despegado la etiqueta. Por cierto, doy fe de que sí que pasó del índice.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro