I.-M+M+H
Dos chicas sentadas la banca, una junto a la otra. Solas en el parque cerca de su escuela, es de noche, la oscuridad ha cubierto todo a su alrededor. Llevan ya una hora sin saber bien como seguir conversando. Titubeando en la siguiente oración que dirían. La que había extendido la invitación se animó tras largos pensamientos de fracasar.
–Flor, quiero preguntarte. ¿Si a ti te gustaría ser mi novia? –tomó sus manos mientras la miraba con intensidad.
–Sí, acepto –respondió sin dudar y con la misma chispa en los ojos. Se abrazaron llenas de emoción, riendo y juntando sus cuerpos con fuerza–. Pero, Dana, sabes como soy. ¿No? Has escuchado todas las cosas que dicen de mí.
–Sí, lo sé, y eso no es lo importante –confesó sin separarse–. Creí que me dirías que no –hablando al enterrar el rostro en el largo cabello de la chica.
–¡Dana! –ella se apartó para mirarla–. Era la pregunta que había estado esperando todas estas semanas.
–No sabes cuánto me alegra que digas eso –volvió a abrazarla, aun sin atreverse a besarla o a declararle nuevamente su amor, como ya había hecho la semana pasada. Un proceso largo–. Eres irremplazable.
–Te quiero –la falta de dudas en las palabras de Flor, hizo que el corazón de Daniela brincara.
*****
El tiempo a solas se incrementó, lo disfrutaban no importaba donde fuera, durante los descansos, luego de clases con salidas casuales o encuentros en parques, en casa de alguna de las dos y era ahí donde ambas se encontraban ahora, en casa de la menor.
Acomodadas una sobre la otra en la cama de Flor ambas revisaban sus redes hasta que de pronto, Dana dejó de lado su móvil mirando fijamente a su pareja, ganando su atención por el movimiento.
–¿Qué sucede? –la joven morena sonrió mostrando sus colmillos superiores–. ¿Viste algo que no te gustó?
Al ver que Daniela no contestaba, levantó un poco su cuerpo para poder mirarla desde arriba, haciendo que su larga cabellera negra desenredada se deslizara por la almohada.
Flor se tranquilizó un poco cuando su novia comenzó a hablar.
–¿Es verdad que has llegado a enamorarte de más de dos personas? –no la miró.
Pero eso no incomodó a su pareja, estaba acostumbrada a que sacara el tema de la nada. De todas formas no había persona en su generación de la secundaria que no supiera sobre las peticiones –o confesiones– que hacía a sus parejas.
Nadie llegaba a entenderla, obteniendo incluso que la tacharan como caprichosa o promiscua, pero Daniela conocía eso y aun así le había pedido que saliera con ella; por eso cuando las dudas le hacían preguntar, como ahora, Flor lo tomaba con calma para no asustarla o presionarla a hacer algo que no le agradara. Todos tenían derecho a elegir por sí mismos. Por eso mismo decidió terminar con sus otras relaciones antes de comenzar con las siguientes.
–Sí, hace un tiempo cuando salía con un chico hubo otro que llamó por completo mi atención, pero –suspiró–. Como era de esperarse, mi pareja no pudo aceptarlo y decidimos terminar. Ya que no podía evitar la atracción que sentía por ambos –luego de un momento continuó–. No sé porque se apartó de la nada de mí, ni siquiera iba a insistir, estaba dispuesta a dejar pasar ese amor tan llamativo. Creo que los rumores sobre mí le habían alcanzado y prefirió no arriesgarse.
–Pero tú no hiciste nada malo –Daniela reflexionó poniéndose a la defensiva, como si protestar sobre el actuar de ese descuidado chico ayudara en algo después de tantos años–. Tú fuiste sincera al decir lo que sentías, hay gente que ni siquiera se atreve a mirar a otros por miedo a que su pareja le recrimine o porque ellos mismos no confían en su fuerza de voluntad para sentir atracción por alguien más.
–No tienes por qué decírmelo –apoyó sus brazos detrás de la cabeza antes de dejarse caer de nuevo en la cama, rebotó con cuidado de no sacar volando su celular–. Pero no todos lo ven así. Estaba segura que podía manejar la situación. No es como si estuviera buscando siempre andar con muchas personas, es solo que lo aceptaría sin tanto escándalo.
–Eres muy sincera –traía el cabello recogido en un descuidado chongo, su maquillaje era básico, la luz de la tarde caía en su rostro para ocultarlo parcialmente, las luces del cuarto permanecían así hasta que la oscuridad fuese agotadora para la vista–. Así que seré sincera contigo...
–Te escucho, cariño –esto parecía demasiado importante para ella, así que también se quedó mirando al techo para no hacerla sentir incómoda. Así funcionaba para Dana.
–Tal vez suene extraño que también me gusten los hombres –no fue interrumpida, al continuar se podía sentir nerviosa, porque empezó a sonreír y a jugar con sus manos–. Y de hecho hay uno que me gusta.
–¿Quién? ¿Esta dentro de nuestra liga? Quizá podamos conquistarlo, somos bastante lindas –pestañeó hacia ella. El sol parecía descender a una velocidad mayor a la de otros días, ya casi no podía ver sus ojos en la penumbra del cuarto.
–Eso me lo dirás tu –giró el rostro con una sonrisa, emocionada, seguro todo iría bien, justo como su primera declaración. Tras meditarlo tanto tiempo, susurró–. Me gusta Mario.
Para Daniela era imposible ver más allá de la silueta inmóvil de Flor, solo pudo percibir como esta se levantaba de la cama para caminar hasta la puerta encendiendo la luz en el camino.
Ella se giró y exclamó ahogada.
–¿Te gusta mi hermano? –sostuvo con la mano derecha una parte del cuello de su blusa, signo de nerviosismo.
–Sí, desde hace como dos años –sonrió coquetamente, su expresión completa cambió, casi parecía brillar más que la luz recién encendida.
–¿Y yo te gusto? –miró cada señal que la chica frente a si le daba, registrando si era parte de una broma, o como podría librarse de esto.
–Claro, me gustas, eres mi mejor amiga y ahora mi novia –se incorporó para sentarse en la esquina de la cama, abrió los brazos mientras hablaba–. Quería ver si podías convencer a tu hermano para que...
–Hacer algo como esto con mi hermano sería raro, es demasiado para mí –arrugó el entrecejo poniendo las cejas en línea recta. Siguió parada a un lado de la puerta–. Y me refería a que si me vez como a una pareja.
–C–claro que si te veo como una pareja –sin embargo, apartó la mirada, parecía que no estaba del todo segura–. ¿No lo es el poliamor raro también?, no te entiendo.
–L–lo siento Daniela, no creo que pueda hacer eso.
–Creí que estabas dispuesta a todo –terminó de levantarse de la cama pasando a su lado sin demostrar alguna emoción–. Me hiciste perder mi tiempo.
Daniela salió de ahí sin mirar atrás, dentro de ella creía que no había hecho nada malo, solo había expuesto sus intereses, no desde el principio, pero era mejor que no hacerlo nunca. Flor era la culpable por juzgarla, su poca personalidad e indecisiones afectaban su plan de llegar a su verdadero objetivo: Mario.
La chica morena se mantuvo inmóvil en medio de su habitación, recreando todo mentalmente, recordando cada palabra con cuidado. Su hermano mayor la encontró así, pensando en que hubiera sido lo mejor para evitar que todo acabara de esa espantosa forma. Al verla en ese estado, Mario se acercó para abrazarla, fue ahí cuando notó que ella lloraba.
–He terminado con Dana –refugió su rostro en su pecho.
–¿La chica de la secundaria? –sintió como ella movía la cabeza en afirmación–. Debí decirte que ella nunca me agradó.
–Déjalo, estoy bien –limpió el reguero de lágrimas de sus mejillas para luego separarse–. De nuevo estoy soltera –y sonrió mostrando de nuevo sus pequeños colmillos superiores.
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Este capítulo introductorio es perfecto para definir la temática de este libro, ya que aún entre las relaciones poliafectuosas hay límites personales que deben respetarse.
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