3.-H+H+H [+18]
Podía sentir sus grandes manos sobre mi trasero, no las movía pero me hacían estremecer, aun así contuve un jadeo apretando los labios.
Mi corazón saltaba sin control en mi pecho y sentía que temblaba de pies a cabeza, estaba a punto de caer pero me aferré a las barras cerca de las puertas traseras del camión. No pude cerrar los ojos.
Lo peor era que había demasiadas personas, me sentía apenado porque alguien me viera así de aterrorizado.
Esto no me había pasado en la vida, más que la semana pasada y llegué a pensar que fue un episodio de un único capítulo, el extraño apretó con fuerza una de mis nalgas y regresé a mi realidad. Podía oírlo gemir en mi oído, estaba a punto de llorar.
No sabía qué hacer, solo rogaba en silencio que alguien lo notara y pudiera ayudarme, aunque luego la vergüenza fuese mayor. Siempre he sido de los que creen que podría salir fácilmente de esta situación, pero me atrapó con la guardia baja, al de la semana pasada le di una patada donde más le dolía.
-Buenas días, señor -esa voz apareció de la nada, era la de un hombre y parecía malhumorado-. Creo que está molestando al chico.
-Ah, no es lo que parece -dijo. Recé porque no le creyera.
-Señor, aléjese del chico-. Pero el hombre no se movió. Fue cuando me atreví a mirar quien era el que interfería con mi atacante. Casi doy un grito, ese hombre parecía más peligroso que mi acosador, tenía una serie de cicatrices por el rostro, el cabello negro recortado de forma militar, unos nudillos gruesos y sus hombros simulaban una pared, su nariz parecía haber sido rota y reacomodada innumerables veces. Era mucho más alto que las barras del transporte, creo entender porque el extraño pegado a mi trasero no se ha movido. A mi también me da miedo-. Soy policía, obedezca o le irá peor.
-...no pensaba -por fin soltó mi cuerpo y dio medio paso atrás.
- ¿Qué hubiese un policía arriba?
-N-no, es que él no dijo nada.
El policía vestido de civil tuvo un cruce de ira en su seria expresión. Dejé de mirarlo, sentía que su enojo también estaba dirigido a mí.
- ¿No ves como tiembla y está a punto de llorar? -su volumen rozaba el límite para ser considerado un grito.
Por un momento me preparé para oír un golpe en el rostro del pervertido, pero solo sentí otra caricia en mi trasero.
- ¿Ves? -dijo el hombre provocándome para que hiciera un sonido raro para luego exclamar-, no hace nada...
- ¡Ya déjame, estúpido! -creí que grité, pero no hablé tan alto.
Fue entonces que todo movimiento a mi espalda se volvió muy loco. El policía sujetó al tipo por hombro y lo terminó de acompañar hasta la puerta, obligándolo a bajar.
-Si vuelvo a ver tu sucia cara en esta ruta haré que pases una noche muy cómoda en compañía de los mejores pervertidos que tenga en mis celdas -amenazó con firmeza. Desde esta perspectiva parecía más robusto.
La gente aplaudió luego de que el pobre extraño corriera para alejarse del bus.
-Lo siento -susurré cuando el policía se puso a mi lado para continuar el viaje.
-No tienes porque, de su calaña hay muchos, entiendo que no pudieses hacer nada -miraba por la ventana.
-Gracias por ayudarme.
-Es mi trabajo, chico -me miró de reojo, pero sentí como era emocionalmente aplastado.
-Ah, mi nombre es Cameron -pude atreverme a continuar con la conversación.
- ¿Cameron?, yo soy Armando.
-Un placer -quería ser amable, pero era como acercarse a un perro guardián que está evaluando con cuanta fuerza te morderá-. De verdad estoy muy agradecido -no tenía ganas de ser mordido por un extraño.
-Chico, deberías aprender a defenderte solo.
-Si -bajé el rostro, abochornado. Claro que sentía alivio, pero igual estaba irritado.
-Me bajo aquí -informó para luego alejarse.
-Ah, de acuerdo -también era mi parada, así que lo seguí. Ya en la calle intenté recuperar el ánimo para continuar con mi día, tomé mi celular para poner música que me ayudara.
Así fue como dirigí mi rumbo a mi trabajo.
Hacía unos minutos que había perdido a Armando entre las calles y aunque por un momento me ilusionó que pareciera que nos dirigimos al mismo lugar, cuando desapareció supe superarlo.
Sonreí por su forma varonil de ayudarme, aún estaba avergonzado pero debía aceptar que actuó muy genial. Me había emocionado más cuando dijo que era policía. ¡Increíble! También soy uno, no me hacía respetar tanto. ¡Demonios que no!, pero tenemos la misma formación y podría igualarlo.
Llegué a la cabina de policías, sintiéndome mejor que antes, pero me congelé en un segundo cuando vi a Armando platicando con uno de mis amigos. ¡No! ¿Por qué tiene que pasarme esto a mí? Ahora todos van a enterarse de lo que pasó en el camión.
Lo pienso mejor y decido que hoy me siento mal para ir a trabajar, doy media vuelta, pero cuando voy de salida alguien me apresa del cuello de la camisa y me arrastra de regreso.
La mala suerte me persigue, solo hay una persona capaz de tratarme como un objeto y hace un segundo estaba hablando con el gigante de Armando.
-Cam, Cam, Cam -niega como si estuviese triste-. ¿A dónde vas?, debes pasar tu tarjeta y cambiarte de ropa.
-Gabriel, suéltame -no quiero que Armando me vea siendo mangoneado de nuevo, mi jefe me suelta pero no está dispuesto dejarme en paz-. No creo poder trabajar hoy.
Puedo sentir una mirada sobre nosotros, luego siento como alguien se pone a mi espalda. Ya valió.
-Hey, chico.
Podría morir en este momento.
-Hola, Armando -saludé sin poder ocultar mi nerviosismo.
-Parece que ya se encontraron -Gabriel lo dice algo extrañado, acabo de notar que son casi de la misma estatura, solo que Gabriel parece más amigable y suele sonreír para hacerte olvidar su altura. También acabo de darme cuenta que son realmente similares en su figura-. Pues esto facilita las cosas, Cameron este es Armando y ahora formará parte del nuevo cuerpo de policías. Armando este es Cameron un amigo de la infancia. Llévense bien porque planeo ponerlos juntos en muchos trabajos.
-Claro -aceptó Armando como si de una orden se tratara-, solo tengo una pregunta. ¿Qué edad tienes chico?
-Veintiséis -confronté. Sé a qué se refiere, siempre he parecido menor. Ah, yo y mi estatura de 160 centímetros y mí tonta idea de ser policía cuando existen hombres como Gabriel y Armando que bien pueden hacer mi trabajo con sus 195 centímetros de fuerza y músculos.
-Pareces un estudiante de secundaria.
Podía ver el bullying que me esperaba por delante. Era la primera vez que me veían tan joven.
-Armando -intervino Gabriel-, Cameron puede ser tranquilo como un gatito bebé, pero sus garras saltan cuando te metes con su estatura -terminó de advertir.
-No me burlaba.
-De acuerdo -perdonó mi amigo-. Ahora, ¿de dónde se conocen? -hoy parecía estar demasiado interesado, siempre ha sido así pero me sorprendía que se comportara igual con un extraño.
-Ah, es que hoy... -comenzó el grandulón.
-No encontramos en el camión y platicamos un poco -lo interrumpí. No pareció molestarse, pero uno nunca sabe, porque su expresión no cambiaba.
- ¿Cómo le sacas conversación a este perro gruñón? -preguntó Gabriel.
-Solo surgió.
Gracias al cielo Armando entendió, o eso me pareció, lo poco apropiado para mi reputación que contara ocurrido.
-Bien comencemos con esto -tomó las riendas mi amigo, compañero y jefe, Gabriel.
******
Pues hoy es otro día, otro acosador ha aparecido, me ha atrapado sentado entre la ventana y el pasillo. No deja de fingir que se movetea peligrosamente por el bamboleo del camión y que para evitarlo tiene la necesidad de sujetar mi rodilla.
Interpongo mi mochila con descaro pero ahora desliza una mano por mi muslo. Respingo. Me estremezco y agradezco que mi parada esté cerca. Cuando me levanto para bajar cruza una mano por mi espalda, baja más su mano y acaricia mis dos nalgas con una sola su mano ya que es demasiado enorme. Sujeta una parte de mi pantalón y me sienta sobre sus piernas, puedo sentir lo duro que esta por sus idiotas caricias.
Corro como puedo para por fin dejar el camión. Suspiro pesadamente e intento calmarme.
Por eso odio no poder usar el uniforme de policía mientras no estoy de servicio. Malditas políticas de la nueva administración.
-Chico, no me digas que de nuevo ese tipo te hizo algo-. Escucho a alguien hablándome por la espalda.
En todo caso miro quien habla y me encuentro con Armando, solo que ahora viste el uniforme negro a la perfección. Me siento como un pervertido cuando lo relaciono con un buen actor de películas para adultos. Con esposas y todo.
- ¿Eh...? -me pierdo en su tonificado cuerpo, pero eso no me salva de la pena en el autobús.
- ¿Estás bien? -repite.
Estoy a punto de decirle que no pasa nada, pero cuando posa una mano sobre mi hombro me derrumbo. No quiero pensar en que esta semana es la de acosar a Cameron en el transporte público. Simplemente me encojo de hombros para evitar comenzar a llorar, pero no me aguantaré por mucho tiempo.
-No entiendo que pasa -dije, no podía controlar mi voz. No quiero hacerme la víctima.
-Ya, ya, eres un hombrecito contrólate.
-Lo siento. No creí que volviese a ocurrir -no puedo ver cómo ha reaccionado a mi desagradable actuación. Me toma de los hombros y me acerca un poco a él, para esconder mi estúpido rostro.
-Vamos, te llevaré al trabajo-. Asentí-. Así que compórtate-. Vuelvo a asentir, no me obliga a alejarme, dándome tiempo a serenarme y por fin me separo, puedo ver como parece reflexionar sobre algo.
Se da la vuelta y espera a que lo imite. Cuando me pongo a su altura cruza un brazo por mi hombro y me pega a él. No entiendo por qué de pronto parece tan protector, pero lo agradezco.
Seguimos así hasta llegar a las puertas de la cabina de policías.
- ¡Cameron! -Gabriel aparece de la nada cuando entramos a las oficinas, cambia de expresión al ver la mano de Armando sobre mi hombro-. ¿Qué ocurrió?
Abro la boca para excusarme pero Armando se interpone.
-Asuntos personales.
¿Qué se supone que significa eso?, parece que Gabriel tampoco entiende.
-Cameron -parece como si me advirtiera-. ¿Qué ocurrió?
Miré a Armando, buscando su permiso para no quedar mal ante mi superior, pero parece reacio a dar explicaciones.
-Lo han acosado en el transporte público -por fin suelta. Mi rostro se colorea de rojo e intento escapar, pero el policía me sujeta con más fuerza, parece no darse cuenta-. Y no fue evitado por ti.
-Y por lo que veo tampoco por ti. ¿Desde cuándo lleva ocurriendo? -no me lo pregunta a mí. Hablan entre ellos.
-No me ha dicho.
Es como si en cualquier momento pudieran ponerse a pelear y estoy en medio. Seguro que con su testosterona disparada ni lo notan y termino siendo golpeado. Somos policías. ¡Compórtense como tales! Además. ¿Qué les importaba a ellos que pasara en mi camino?
- ¿Me estoy perdiendo de algo? -intento intervenir.
- ¡Nada! -espetaron los dos.
Me enojé con total razón.
- ¡No soy un niño! -tomé la mano de Armando y me liberé con una llave. Parecía sorprendido pero no se contuvo de tomar mi muñeca, ahora sí que no pude liberarme-. ¡Déjame!
-Armando, basta -luego Gabriel tomó mi otra muñeca, halando de mí, como si eso ayudara.
¿Esto es una broma verdad?
-Parecen animales -quejándome no resolvería nada-. Me voy.
-Cameron -de nuevo los dos hablaban al unísono.
- ¡¿Qué?! -no me contuve en gritar.
-Hablamos luego -fue la orden de Gabriel.
-Claro que no -relajé mi cuerpo, lo suficiente para liberarme así que por fin pude alejarme de ellos-. Cálmense primero.
Pero me sujetaron por la espalda, empujándome contra la pared más cercana. Grité pero no es suficiente, no puedo moverme. Armando fue el siguiente en hablar mientras presiona su cuerpo contra el mío.
-Aún no sabes quién soy, ¿verdad? -su tono era profundo.
No puedo evitar temblar y tomar conciencia de las manos tan calientes que tiene.
- ¿Te conozco? -mi voz sale rara, mi boca está prácticamente besando la pared.
- ¿Seguro que es buen momento para revelar tu identidad? -preguntó Gabriel, sentí como Armando asentía-. Bien, estuvo con nosotros toda la primaria y secundaria -intenta recordarme Gabriel-. Es Armando, el chico que se metió a la preparatoria militar, entrando a la universidad del Pelotón. Decidió regresar por sí mismo luego de todo este tiempo, metió licencia como policía y lo acepté por aquí.
-No me arrepiento de nada, parece que tú no has sabido cuidarlo -se quejó con mi jefe. Definitivamente me perdía de muchas cosas-. Ahora es mi turno.
-No ayuda que me golpees contra un muro -murmuré.
-Cameron -de nuevo Gabriel, se acercó a un lado de mi rostro completamente apachurrado contra la pared-, vendrás con nosotros luego del trabajo.
- ¿Me lo dices como amigo o como jefe?
Lo vi sonreír y supe que no podía huir.
*****
Casi fue secuestrado por ambos, apenas pasaba mi tarjeta para reportar el fin de mi turno y ya los tenía a mi lado, dispuestos a escoltarme hasta la casa de Gabriel.
-Te enseñaremos defensa personal -dijo Gabriel mientras se quitaba la polera, quedando en un sports. El muy maldito tenía un gimnasio en su propia casa, y hasta ahí es donde fui arrastrado.
- ¿Qué?
-Compa, acepta que eres un débil -se burló Armando. Permanecía en una de las colchonetas observando nuestros movimientos. No podía creer que estuviera aquí, había regresado después de tantos años y ni siquiera lo había reconocido bajo esas cicatrices y marcas, me sentía mal por ello.
Rayos, incluso me había visto siendo acosado por un pervertido.
-Ven, acércate -señaló Gabriel. Di un paso, pero me mantuve a distancia-. ¿Qué haces si alguien hace esto? -dijo poniendo sus brazos en mis hombros, sin fuerza, solo simulando. No pude evitar reír.
-Lo golpeo -sentencié.
- ¿Cómo?
Su insistencia me ponía nervioso. Por favor, claro que tenía conocimientos de artes marciales, sabía karate, daba buenas patadas en los huevos.
¿Me dejaría intentarlo?
- ¿Así? -di un golpe tonto a su cara. Tampoco era como si me tomara esto en serio.
-Bien, ¿y si hace esto? -ahora cruzó los brazos desde mi cintura hasta mi espalda y me acercó, poniendo su rostro en mi cuello. No podía moverme, no sabía dónde poner mis manos, así que simplemente las puse sobre sus hombros.
- ¡Lo empujo! -grité, pero sin poder hacerlo. Su respiración en un punto sensible en mi cuello me hacía cosquillas.
-Bien,y si luego baja sus manos aquí -colocó las manos en mis caderas manteniendoboca en mi cuello, ahora mordisqueándolo.
Esto no está bien.
-G-gabriel -me costaba hablar-, lo vuelvo a golpear -puse fuerza contra sus hombros, pero una mordida en mi nuca hizo que me detuviera.
-Intenta zafarte-. Les puedo jurar que lo intenté, pero no moví a mi gigante policía por nada del mundo-. Cam, hazlo con ganas, así solo excitas más a tu agresor -soltó un gruñido que me hizo temblar.
- ¿También puedo morder? -en las batallas callejeras todo vale, aunque ahora sí que me quedaba sin ideas para quitármelo de encima.
-Inténtalo-. Ya le iba a tomar la palabra cuando bajó sus manos por mi trasero pegándome a su pecho y respirando mi cuello-. Vamos Cam, suéltate -su voz como si estuviese perdiendo el control me afectaba.
-No puedo -estaba a punto de usar mi patada maestra.
-Vamos a subir la intensidad -dijo Armando. Por mi Creador había olvidado que nos observaba y yo dando un espectáculo-. ¿Qué haces si te agarran entre dos?
-Grito -dije sin dudar. Por mi querido Dios Neptuno, sentía como Gabriel se iba animando y pegando a mi pelvis. Comencé a gemir-. O lloro.
-Haz lo primero-. Abrí la boca, pero Armando apareció a mi espalda y me cubrió con una mano para evitar que dijera algo-. Si lloras solo los encenderás más.
Ya no pensaba, los dejé manosearme, Armando con la mano libre se deslizó dentro de mi camisa masajeando mis pezones y puso su boca sobre mi hombro besándolo mientras Gabriel metía sus manos en mis pantalones para acariciar mi bóxer sin dejar de masticar mi cuello. Confieso que comencé a lagrimear.
Armando y Gabriel levantaron la vista e intercambiaron miradas, o eso me imagino porque no puedo verles, no me atrevía.
-Ahora probemos otras posiciones -Armando me soltó y pude dejar salir un suspiro.
-C-creo que debemos dejarlo por hoy -miré a Gabriel quien aún tenía sus manos en mi trasero, él pareció mal entender algo en mis ojos llorosos.
- ¿Y dejar que vuelva a pasar lo de hoy? -parecía molestó. Volví a gemir cuando simuló una embestida a mi trasero. Su actitud ruda era tan sexi, mordí mis labios y cerré los ojos.
-Ni lo sueñes -susurró en mi oído Armando. Parecía intentar que no olvidara que seguía ahí.
-Cameron, debes soltarte de mí agarre de aquí al cuarto, o tendrás un castigo.
Mordí mi labio más fuerte e intenté empujarlo, pero la poca fuerza que tenía se perdió en algún lugar de sus caricias.
-Hablamos en serio -volvió a intervenir el exmilitar.
-De acuerdo -acepté su reto.
De pronto Gabriel me subió a su hombro.
-Trae las esposas -ordenó a Armando.
-Las tengo justo aquí -confesó balanceándolas en mi rostro con una sonrisa mecánica.
Me alteré y comencé a patear sin importarme nada, de seguro ni cosquillas le hacía, lo arañé, grité y golpeé su espalda con ganas. ¡Esto se estaba saliendo de mi control! Sin embargo Gabriel no se inmutó y continuó su camino al cuarto. Desesperado recurrí a la misericordia.
-M-me están asustando -permití que mi voz temblara en la última parte.
Gran error, por El Hacedor. Solo vi la mirada de Armando ensombrecerse y sentí como Gabriel me aferraba con más fuerza.
- ¡Oh chico!, aún no hacemos nada -cuchicheó Armando, su rostro ya no me parecía de terror, era más como de una belleza estupenda.
Volví a patear a Gabriel, pero sujetó mi pierna por los tobillos.
-No te muevas Cam -amenazó mi captor.
Quedé quieto, su voz era autoritaria, pero se suponía que debía liberarme, así que me revolví entre sus brazos.
-Cameron -me regañó Armando. Sí que me tuve que detener, sostuvo mi rostro y Gabriel frenó frente a la puerta de la habitación-, será mejor que llores mucho.
- ¿Qué? -fue ahí cuando Armando me besó, no fue un beso de piquito, no, el muy maldito metió toda su lengua a mi boca.
Todo ocurrió sin que dejara de mirarme, con su rostro serio y surcado de heridas mal curadas, escuchaba los sonidos húmedos que hacíamos, me sonrojé porque Gabriel estuviese escuchando. Pero él no se quedó atrás, ya que golpeó mi trasero con fuerza, solté un gritó en la boca del soldado.
- ¡Jesús mío!, quiero ver que expresión está haciendo -declaró Gabriel.
-Una deliciosa -dijo Armando mientras se relamía los labios.
Volví a perderme y no regresé hasta que estuve en el colchón esposado con las manos juntas sobre mi cabeza. ¡¿Cómo llegamos a esto?!
- ¿Se supone que debo soltarme? -seguía jadeando, hablando con dificultad y entrecortado.
-No sé, tu piénsalo -restó importancia mi jefe.
-Pero que sea rápido, chico -Armando se quitó la camisa y la arrojó lejos.
¿Qué les dan de comer a los militares? Tenía unos abdominales marcados a la perfección, donde igual tenía muchas cicatrices interesantes. Quería escuchar las historias que venían tras ellas. ¡No es momento de pensar en eso!
-No jueguen conmigo -sollocé. Tenía las piernas abiertas, los brazos sobre mi cabeza, el rostro constipado y sus ojos fijos en mi hacían que mi cuerpo reaccionara en mi contra, a la expectativa de lo que seguía-. ¡Basta!
-Esto no es un juego -Gabriel se metió entre mis piernas susurrando sobre mi ombligo. Armando tomó mi pierna derecha abriéndose un espacio hasta mi boca. Volvió a besarme.
-Hacemos esto porque te amamos -Armando presionó mis manos contra la cama. Esto era demasiado para mi corazón.
¿Amarme?
De pronto sentí como Gabriel volvía su atención a mis pantalones, quise moverme, pero cada uno sostenía una de las piernas.
¿Por qué me aman? No podía ni siquiera registrarlo.
Armando sacó mi camisa hasta mis manos y Gabriel hizo desaparecer mis pantalones cuando Armando se quitó de encima para acomodar la camiseta fuera de mi rostro.
-Hagamos un trato Cam -ofreció Gabriel, verlo entre mis piernas mientras subía y bajaba una mano sobre el bóxer, con mi miembro demasiado activo para mi gusto, me hacía perder el aliento-. Mientras más llores te haremos sentir más placer.
Me congelé. Iba a negar, hice ademán de levantarme, pero Armando pudo ver mi resiliencia y se acomodó a mi espalda, logrando que me sentara en sus piernas, mientras acariciaba desde ahí mis pezones, haciendo que inclinara la cabeza para volver a besarme. No aguantaría mucho, iba a explotar.
-Vamos Cam, llora -repitió Gabriel mientras hundía su rostro en mi húmeda hombría. Bajé las manos encadenadas hasta su cabello, siguiendo el ritmo que marcaba para meter y sacar mi sexo de su boca. Duramos apenas unos minutos, todo mientras jadeaba sin control atacado por dos flancos.
-No puedo me voy a... -no pude decir otra palabra.
-No te vayas -murmuró Armando en mi oído, soltando al fin mis húmedos labios-. Mejor vente.
No pude controlarlo más y me vine, sin aviso.
Gabriel levantó la cara con una sonrisa, sin soltarse del agarre de mis manos, no había ni rastro de lo que había liberado, el muy pervertido lo había tragado. Terminé de ruborizarme cuando repartió una serie de besos en todo mi rostro.
Agotado, hacía tiempo que mis lágrimas corrían por mis mejillas.
-Bien, ahora respira chico -Armando puso una de sus manos en mi trasero, que había perdido la protección de la ropa interior. Apuntó uno de sus dedos a mi entrada, gemí mientras lo delineaba.
Gabriel vio mi reacción y sonrió.
-Armando, no me gusta que me lleves la delantera -tras decirlo igual colocó sus manos en mi entrada, parecían pelear por quien entraba primero.
-D-deben lubricarme-e, me dolerá -pero aun los sentía luchando por entrar. Ambos hundieron un dedo en mi interior, grité mientras más lágrimas gruesas me goteaban.
-Se supone que duela -murmuró Gabriel. No movieron nada por unos minutos, solo respirábamos unos contra otros, entre el sudor, los gemidos contenidos, ni siquiera se habían terminado de quitar la ropa, era el único que estaba completamente desnudo.
-No creo que debamos torturarlo más -Armando parecía preocupado, pero cuando habló movió un poco su mano y no pude contener un jadeo demasiado fuera de contexto. No tocaban nada peligroso dentro de mí y ya tenía nublada la vista.
-Lo está disfrutando, escucha -imitó el movimiento y lo recompensé con otro gemido ahogado, no podía separarme de ninguna forma. Solo suspiré cuando Armando salió de mí, pero mi entrada apretó con celo a Gabriel. ¿Qué me pasaba?
-Iré por el lubricante -dijo Armando. Gabriel pareció apiadarse e igual salió con un bufido, recostándome boca abajo. Aplasté mis manos esposadas con todo mi peso. Mostraba mi trasero a Gabriel, sin vergüenza, pues solo podía pensar en recuperar el aliento, pronto escuché como Armando volvía a la cama. Arrastrándose hasta mí-. Ya se lo di a Gabriel -me informó.
- ¿¡Ah!? -un dedo frio se hundió en mi trasero. Tocando ese punto en mí con demasiada rapidez que no pude evitar comenzar a gemir sin control, alto y claro, mientras me quejaba.
Armando me observaba desde arriba con atención como si jamás hubiese visto a alguien sucumbir tan bajo por el placer.
-Chico -susurró, levantando mi rostro por la barbilla-, necesito de toda tu atención por aquí -señaló su erección, ¡ya no traía pantalones!, dirigió mi boca hasta ella. Lo dejé ponerla sobre mis labios y sin pudor abrí la boca para que pudiera hacer lo que quisiera.
Fue entonces que Gabriel, que había metido ya tres dedos en tan corto tiempo, cambió de táctica y metió su erección de un solo movimiento. Así que me limitaba a obedecer lo que ellos marcaran, Gabriel entraba y Armando salía, entraba Armando a mi boca y Gabriel se retiraba un poco. Luego ambos me llenaban.
-Tu trasero es perfecto.
Ojalá se limitaran solo a usarme, pero cumpliendo con el deber de hacerme sentir bien, Gabriel bombeaba mi erección para hacerme venir de nuevo.
-Tu boca es húmeda y caliente -tener a este par de hombres tan atractivos tan entregados a liberarse en mí, era excitante. Embriagado de sabores, sensaciones de dolor y placer, los escuchaba gruñendo por lo bajo, tocando la parte de mi cuerpo que estuviesen a su alcance. Las esposas en mis muñecas habían sido inservibles.
Todos quedamos completamente satisfechos tras varias embestidas, Gabriel salió pausadamente sin molestarse en limpiar nada, mientras Armando limpiaba mi boca con besos. Acomodándome sobre su pecho, cerré los ojos.
Luego perdí el conocimiento.
*****
Desperté por el calor sofocante, di una bocanada de aire para poder refrescarme. Terminando la ensoñación no podía ver nada más que el techo y una pila de músculos que me atrapaban. Los rostros de mis atacantes de la anterior noche estaban a solo centímetros de mí.
Armandoa mi lado izquierdo dejaba que usara su brazo como almohada mientras que con suotro brazo me aferraba de la cintura, Gabriel dormía boca abajo con un brazosobre mi cuello, con la mitad de su cuerpo sobre el mío. ¿Cómo no me levanté antes con toda esta incomodidad? Ahora que lo pensaba no era tanta, si no fuera por el calor todo estaría perfecto.
Hacer una huida sería imposible sin despertarlos, me decidí por primero mover los brazos. Pero mis manos no se separaban, las levanté para ver algo que ayudaba a que perdiera la cabeza, unas cadenas plateadas aparecieron burlándose de mi destino. Ahogué un bufido.
Pero esos tipos parecían tener un radar para los problemas, pues comenzaron a moverse al mismo tiempo. Armando fue el primero en abrir los ojos mientras me apretaba para acercarme.
-Buenos días, chico -ronroneó mientras daba un beso a mi mejilla.
-No creo que sean tan buenos -reclamé.
-Tan temprano y ya de mal humor -Gabriel restregó su barba en mi cuello, raspando las mordidas de la noche anterior.
- ¡No somos una estúpida pareja como para estar despertando de esta forma! -pareciera que mi queja por fin les cayó en cuenta, porque ambos se levantaron un poco. Falsa alarma, regresaron a sus posiciones, mucho más pegados que antes.
- ¿Quieres decir que hiciste todo eso con nosotros porqué...?
Oh mi Creador dame paciencia porque si me das fuerza ¡los mato!
- ¡Ustedes fueron los que no me dejaron en paz!
-Tú fuiste el débil que no pudo huir -Armando cerró los ojos, simulando dormir-. Era una prueba y no la pasaste.
- ¿Una prueba? -mi cuerpo comenzó a temblar, no de temor, de ira.
-Para ver si podías sobrevivir a un ataque así -ahora Gabriel paseaba una mano por mi vientre-. Ahora tendremos que protegerte y como somos dos la cosa es fácil.
-No soy una dama en apuros -controlé las llamas que me pedían gritarles.
-Pero gimes como una.
Demonios, no había burla en su voz, era más como un hecho que no le disgustaba en nada.
-La próxima vez será mi turno aquí -se apresuró Armando bajando su mano hasta mi entrada. Sí, seguimos desnudos.
-Y el mío por aquí -Gabriel delineó mis labios con su mano.
Ambos sonreían, pero no había nada sexual en sus caricias, solo querían sentirme, y bien que podía hacerlo por ellos. Mis locos amigos de la secundaria, mis inútiles compañeros de trabajo.
-Me largo del país si vuelven a tocarme -amenacé sin creérmelo. Evitando suspirar por sus caricias.
-Si te vas te seguiremos.
-Y te encerraremos para que no huyas.
-Así que huye, nos harías las cosas más divertidas.
Esa es la historia de cómo estos dos perros guardianes, con personalidades tan diferentes y coloridas, se las apañaron para capturarme con una serie de sentimientos que por más que quisiera no podía rechazar.
Llevo años intentando entender cómo es que llegamos a esto. No he encontrado ninguna respuesta coherente.
_____________
Esta es la primera escena +18 que he escrito, así que... tal vez no haya sido perfecta.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro