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17

Había pasado una semana desde que estaba con Hyunjin y sinceramente no podía encontrar palabras para explicar cómo se estaba sintiendo.

Felix había despertado el mismo día que llegaron en la noche, y su cuerpo estaba tan maltratado que Jisung tuvo que cuidarlo como si fuese su bebé, literalmente, ya que prácticamente debía cargarlo si quería que se moviera.

Por otro lado, estaba Jeongin quién no dejaba de sorprenderlo cada vez más con su actitud, manteniéndose siempre al pendiente del menor y corriendo a su lado ante el mínimo llamado, Jisung empezaba a confiar en él.

Hyunjin también se había mantenido a su lado, en todo momento, pero, aun así, por más que Jisung tratase de llevar las cosas con normalidad, no podía, por las noches lloraba y cuando podía conciliar el sueño horribles pesadillas lo atormentaban haciéndolo despertar una vez más y alejando completamente sus ganas de dormir.

Jisung estaba asustado. De todo a su alrededor, incluyéndose a sí mismo. Tenía miedo de que en cualquier momento lo encontraran y tuviese que volver al casino, el solo pensamiento lo hacía tener ataques de pánico, no se creía capaz de soportar volver allí; tenía miedo de un día despertar y encontrarse solo, que Hyunjin lo abandonara, que abandonara todo lo que estaba haciendo por él y se diera cuenta de que solo era un chico usado y roto.

Tenía miedo de sí mismo, porque a veces no creía poder llevar una vida normal algún día, tenía miedo de algún día hundirse en sí mismo, de dejar que esos sentimientos oscuros lo consumieran por completo y no pudiese levantarse nunca más, miedo de que sus miedos fuesen más fuertes que él.

Changbin, Chan y Jeongin eran casi tan buenos como Hyunjin, siempre estaban al pendiente y cuando el mayor no podía estar allí para él por equis motivo, entonces estaban ellos.

Ahora se encontraba en la habitación de Felix, cada uno tenía su respectiva habitación en aquella mansión, incluso se sentían parte de aquello y los chicos siempre trataban de hacerlos sentir lo más cómodos posible.

El color azulado del cabello de Felix había sido remplazado por un rubio cenizo y el de Jisung por un grisáceo suave, había sido a petición de los chicos ya que así sería más difícil para que los reconocieran por las calles, aunque aún no habían salido más allá del jardín de la mansión.

El menor estaba mejorando bastante, su cuerpo estaba sanando y ya podía moverse por sí solo con más comodidad, sus hematomas estaban desapareciendo al igual que los de Jisung y sentían una paz que a veces resultaba abrumadora.

— ¿Dónde está Jeongin? —preguntó el rubio mientras terminaba de vestirse para luego sentarse en la cama junto a Jisung.

—Creo que ha salido con Chan, volverá en un rato. —Jisung le sonrió, acostumbrando a que Felix ya no pudiese estar lejos de Jeongin sin sentirse extraño, a él a veces le sucedía lo mismo con Hyunjin, aunque a veces sin darse cuenta, incluso lo alejaba.

—De acuerdo. ¿Ya has comido algo? —En realidad no lo había hecho, era temprano y lo primero que hizo al levantarse fue ir hasta la habitación de Felix como cada día.

—No aún. ¿Vamos? —preguntó el peligris poniéndose de pie y extendiendo una mano a su amigo.

Juntos caminaron y bajaron las escaleras dirigiéndose hasta la cocina, de a poco se acostumbraban al lugar y a lo bonito y ordenado que siempre lucía todo, lo que no lograban asimilar aún era el hecho de que los trataran como a piezas de porcelana importada cuándo antes los trataban como si tuviesen el mismo valor de un chicle en el suelo.

—Buenos días, jóvenes —saludó una de las amas de llaves del lugar apenas entraron a la cocina y con una sonrisa tímida respondieron el saludo.

Para el tamaño del lugar, no había demasiada gente trabajando allí, apenas dos amas de llaves, un jardinero, un cocinero y de resto solo eran hombres de seguridad, Hyunjin le había explicado a Jisung que se debía a que no podían confiar en muchas personas y debían ser muy cuidadosos al meter gente allí. Y entendía casi a la perfección.

La mujer de mediana edad les sirvió el desayuno colocando todo sobre la barra antes de indicarles que podían tomar asiento, obedientemente se sentaron uno junto al otro y comenzaron a comer el desayuno con tranquilidad sintiendo la curiosidad de preguntar por los chicos ya que no los habían visto desde ayer por la noche, pero era normal en realidad. A veces desaparecían por horas, luego volvían agitados, cansados, manchados de sangre y cubiertos de sudor, se tiraban al sofá y permanecían allí varios minutos hasta que sus pulsos se regulaban y después de eso se dedicaban a darles toda la atención que no les habían dado durante el día.

— ¿Qué haremos hoy? —cuestionó Felix como si en realidad tuviesen muchas opciones.

El peligris giró su vista para mirar a través de la ventana de la cocina, observando el verde jardín iluminándose cada vez más a medida que se iba alzando el sol.

—El día está bonito, podríamos pasar la mañana en el jardín, ya luego veremos qué hacer —ofreció Jisung mientras le daba un sorbo a su taza de café.

—Bien, iré a hacer la cama y nos vemos afuera en unos minutos. —Habían mantenido algunas costumbres desde que estaban allí, por más que los chicos peleasen con ellos y les dijeran que no era necesario que ordenaran nada, de igual manera lo hacían, quizá para aliviar un poco el peso de sentirse como una carga.

Jisung asintió y terminaron el desayuno en silencio, una vez satisfechos dejaron los platos en el fregadero y subieron a sus respectivas habitaciones para ordenar un poco. Jisung abrió la puerta blanca de su habitación y se adentró en el lugar, casi sonriendo al igual que siempre cuando se percataba de que estaba en aquel lugar, su habitación era grande y acogedora, al igual que todo en la casa era blanca, pero a diferencia de la de Felix habían unos cuántos adornos de más que Hyunjin se había encargado de ordenar minuciosamente por toda la habitación, como por ejemplo los floreros con flores naturales que remplazaba cada vez que era necesario, la mullida alfombra de color lila, una pequeña figura de porcelana de un gato calicó, la bola de cristal con un pequeño pueblo ruso dentro y demás regalos indirectos por parte del pelinegro.

Con paciencia se acercó hacia la cama para comenzar a doblar las sábanas blancas y acomodar el edredón sobre la misma, alisándolo con sus manos y ubicando las almohadas y cojines en su lugar. Una vez terminó se miró a sí mismo examinando su atuendo, llevaba un simple suéter celeste y jeans, estaba bien para él, así que luego de echar un último vistazo a todo y confirmar que todo estaba en orden, salió de la habitación para caminar hasta el jardín y esperar a Felix.

Pasaron la mañana en el jardín, hablando tonterías y perdiendo el tiempo mientras paseaban entre las flores, disfrutando de la sombra brindada por los árboles y jugando con el agua de la piscina o la fuente; se sentían tan libres que a veces pensaban que era un sueño, porque todo resultaba demasiado hermoso para ser real.

—Jisung... —llamó Felix desde la orilla de la piscina donde se encontraba moviendo el agua con su mano, enseguida el llamado alzó la cabeza para prestarle atención—. Gracias.

El peligris ladeó la cabeza y su ceño se frunció en señal de confusión, el rubio le dedicó una sonrisa antes de hablar.

—Tu... Muchas veces me prometiste que saldríamos de allí... Y ahora estamos aquí gracias a ti. —Los ojos de Felix se encontraron con los de Jisung y su sonrisa se intensificó.

—Yo no hice nada, Lixie... Es cierto, te prometí que saldríamos, pero esto es gracias a los chicos. —La voz de Jisung sonó calmada y el menor se mantuvo en silencio dándole en parte la razón a Jisung, luego de unos minutos de silencio el rubio volvió a hablar.

—Jisungie, tu... ¿estás enamorado de Hyunjin? —preguntó el menor sin vacilar, y la pregunta lo tomó por sorpresa.

La mirada Jisung se posó en el agua de la piscina dejando escapar un suspiro mientras pensaba, pues no tenía una respuesta concreta para aquello.

—Sabes, Lix, a veces me pregunto si en realidad sé lo que es el amor; por ejemplo, te digo que te amo porque lo siento, aquí —El peligris señaló su pecho—. Porque es algo demasiado fuerte y no le puedo poner otro nombre, pero en realidad... En realidad, no sé exactamente qué es el amor.

El peligris mantuvo la cabeza gacha, sintiéndose apenado de admitir aquello, sin embargo, Felix solo esbozó otra sonrisa y se arrastró hasta quedar más cerca de él.

—Mi papá una vez me dijo, que el amor es un sentimiento muy grande, y que puede representarse de muchas formas, también puede demostrarse de muchas otras... Hyunjin te ama, Jisungie. —Los ojos del mayor se abrieron en señal de sorpresa ante aquella declaración y alzó la vista para observar a Felix.

— ¿Cómo puedes estar tan seguro de eso, Lix? —El menor rodó los ojos cómo si estuviese a punto de decir algo obvio, el peligris prestó mucha atención.

—Quizá tu no puedas verlo, pero yo sí. Desde el primer momento Hyunjin ha estado pendiente de ti, te prometió que te sacaría de allí y aquí estamos, te ha cuidado desde el principio y desde que estamos aquí a pesar de que a veces lo rechazas o saltas asustado cuando te toca. Él no deja de mirarte de esa manera, sus ojos no han dejado de brillar por ti ni un solo instante y ha hecho todo por verte sonreír —El rubio relamió sus labios antes de continuar—... Mi papá dijo, que la única manera en que puedes reconocer el amor es cuando te lo demuestran, porque el amor no está hecho de solo palabras, está hecho de esfuerzos, y desde el principio, Hyunjin nunca ha dejado de esforzarse por hacerte feliz.

Sin darse cuenta, los ojos de Jisung se habían humedecido de lágrimas, y no pudo emitir ni una sola palabra. Felix besó su mejilla cuando un sollozo escapó de sus labios y se aferró al abrazo que el menor le brindó, llorando con fuerza contra su cuerpo, lloraba porque lo que había dicho Felix, lloraba porque antes no había visto lo que hacía Hyunjin de esa manera, pero por sobre todo lloraba porque quería que aquello fuese cierto y en realidad Hyunjin lo amara como Felix decía.

Permanecieron abrazados hasta que el llanto de Jisung cesó y una vez se separaron el rubio limpió los rastros de lágrimas de su rostro besando cada uno de sus parpados y dedicándole una de sus bonitas sonrisas rectangulares.

Se vieron interrumpidos por el sonido del portón de la mansión siendo abierto, y al siguiente minuto observaron una de las conocidas camionetas negras ingresar al lugar, lo que significaba que los chicos habían llegado. Se levantaron casi enseguida, como dos perritos emocionados cuando su dueño llega casa y casi corrieron hasta la entrada de la mansión para esperarlos allí.

Los chicos bajaron de la camioneta y enseguida sonrieron al verlos, Chan llevaba dos carpetas en sus manos y los demás sólo sus armas como de costumbre. Los ojos de Jisung se encontraron con los de Hyunjin y su corazón latió con fuerza, queriendo correr hasta el mayor y abrazarlo con fuerza.

No tuvo que esperar demasiado, cuando Hyunjin estuvo lo suficientemente cerca se acercó con timidez y extendió sus brazos pareciendo un bebé, enseguida el pelinegro cortó la poca distancia estrechando al menor entre sus brazos, el perfume de Hyunjin lo embriagó y se permitió aspirarlo con libertad.

—¿Cómo has estado? —preguntó en voz baja el pelinegro aún sin soltar el pequeño cuerpo del peligris.

—Bastante bien —respondió sinceramente el menor.

—Les tenemos una sorpresa. —Chan llamó su atención haciendo que se separaran.

— ¿Sorpresa? —preguntó Felix separándose de Jeongin quien también había estado asfixiándolo entre sus brazos.

—Vamos adentro y verán de qué se trata. —El pelirrojo avanzó al interior de la mansión y los demás lo siguieron, mientras Felix y Jisung compartían miradas cómplices en el camino.

Llegaron al salón y se sentaron en los sofás, ambos menores estaban frente a Chan, Changbin, Hyunjin y Jeongin, quienes los miraban con pequeñas sonrisas mientras que ellos no lograban entender que pasaba. El pelirrojo dejó las dos carpetas que llevaba sobre la mesilla de centro y Jisung y Felix las observaron con curiosidad.

—Adelante —habló Chan haciendo un gesto hacia las carpetas y después de compartir unas cuantas miradas más Jisung y Felix las tomaron casi con duda.

Eran simples carpetas negras con sus nombres puestos en etiquetas por fuera, la incertidumbre les picaba en los dedos y sin más las abrieron para poder ver el contenido, sus ojos se abrieron con sorpresa cuando observaron las distintas hojas y dejaron las carpetas a un lado para centrarse en los papeles.

— ¿Q-Qué es esto? —preguntó Jisung en un pequeño susurro.

—Esos, son sus documentos de identidad y pasaporte. Oficialmente no son más parte del casino trébol, oficialmente tienen más de una letra en sus nombres —respondió Hyunjin haciendo que los ojos de los menores se iluminasen aún más.

Jisung releyó una vez más el documento.

Han Jisung. 13 de Octubre de 1994. Geumsa-dong, Busan, Corea del Sur.

Tenía una identidad. Tenía un nombre. Era alguien.

Nadie podría entender lo mucho que aquellas simples hojas significaban para ellos, enseguida las lágrimas llenaron sus ojos y se derramaron antes de que pudiese darse cuenta. Jisung se giró para ver a Felix y este se encontraba tan conmocionado como él, compartieron un abrazo cálido sin borrar aquellas sonrisas de sus rostros y luego se levantaron para abrazar a los chicos también, tirándose sobre ellos en el sofá haciéndoles reír.

—Gracias. Gracias. Gracias —murmuraron incontables veces aferrándose a los mayores.

Jisung se sentó sobre el regazo de Hyunjin y este abrazó su cintura con fuerza.

—Gracias... —susurró una vez más Jisung en el oído de Hyunjin.

—Voy a cumplir cada una de mis promesas Jisung, no me rendiré hasta que estés completamente feliz...

Pero lo que ninguno de los dos sabía, era que la felicidad de Jisung estaría completa solo si Hyunjin estaba a su lado.

Porque algo solo puede doler si existe una herida.

En esta adaptación no cambiaré sus edades y fechas de nacimiento.

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