Parte 1
Región de Hoenn...
Steven Stone era muchas cosas. El heredero de la prestigiosa Corporación Devon, un experto de gran renombre en geología, piedras evolutivas en inclusive en Mega Piedras, y el popular y respetado Campeón Regional de Hoenn. Qué lástima que "paciente" no fuese una de esas cosas que él era.
Lidiar con el lado ejecutivo de la Corporación Devon estaba entre los trabajos más aburridos que había en el mundo para él. Justo ese mismo día, tuvo que tomar parte en tres reuniones de negocios para el nuevo modelo del PokéNav Plus, hacer algunos estudios para nuevos tratos potenciales y mercados para expandirse, y tener que firmar UN MONTÓN de papeles.
Steven suspiró y se inclinó sobre el escritorio de su padre, manteniendo apenas el mínimo de una posición dignificada en caso de que alguien entrara en su despacho sin avisar. Desearía poder decir que no y salir a explorar las profundidades del Monte Chimney como había planeado, pero con su padre ocupado preparando la Fundación Stone, había pocas personas a las que podía delegar los deberes de tomar las riendas de la compañía hasta haber regresado. Sacudió su cabeza y se enderezó, arreglándose las arrugas en su ropa. No tenía caso enfadarse por eso: si tenía que seguir trabajando, pues al menos tenía que hacer el intento de disfrutarlo.
Sus ojos volvieron a fijarse en los papeles en el escritorio, varias autorizaciones para algunos proyectos futuros, que necesitaban ser firmadas en más de un lugar. Y de paso también sellados. Dándose cuenta de esto, su fuerza de voluntad se volvió a desvanecer mientras volvía a inclinarse de frente en su sitio de trabajo. Por suerte para él, justo en ese momento alguien llamó a la puerta, llamando la atención de Steven.
- Adelante. – dijo. La puerta se abrió, y la secretaria de su padre entró al despacho, pasando la mirada entre una carpeta y Steven.
- Señor Stone, la clase de la Escuela de Entrenadores de Rustboro ya está aquí. Lo están esperando.
Steven asintió, levantándose de la silla y ajustándose el traje. Era un pequeño favor que le estaba haciendo a su vieja amiga Roxanne: necesitaba un viaje escolar a un lugar que fuese económico para ella, y él estuvo más que feliz de programarles uno al cuartel general de la Corporación Devon. Tampoco podía negar que sentía curiosidad de ver si habría algún chico interesante en la siguiente generación de entrenadores. Además, era una forma de escaparse del papeleo por un rato.
- Está bien. ¿Te importaría hacerte cargo de mi papeleo en mi ausencia? No debería tomarte mucho. – Steven señaló la pila de documentos en el escritorio, con horror bajándole por la espina.
- Por supuesto, señor. – asintió la secretaria.
- Gracias. – Steven sonrió y salió de la habitación, bajando por las escaleras, listo para conocer a los alumnos actuales de Roxanne.
...
El sol de Hoenn brillaba como era usual fuera del edificio principal de la Corporación Devon. A unos pasos de la entrada y ya en el jardín interior, unos cincuenta niños en edad escolar eran apenas contenidos por los pobres profesores, incluyendo unas pocas caras bien conocidas de su tiempo como estudiante y entrenador.
Steven caminó hacia ellos de una manera practicada y dignificada, propia de su rol y posición. Le dio una mirada a la clase acompañada de un saludo con la mano, deteniéndose enfrente de ellos para luego aclararse la garganta y ponerles su mejor sonrisa. Todos los niños voltearon su atención hacia él, con los ojos fijos en su figura.
- Bienvenidos a la Corporación Devon. Soy Steven Stone, hijo del Presidente Joseph Stone y el actual Campeón de la Liga Hoenn, y será un placer mostrarles nuestros últimos proyectos de tecnología para uso humano y Pokémon.
Terminadas las presentaciones, Steven se dio la vuelta y los guio hacia los decorados corredores del cuartel general de la compañía. Detrás de él, podía oír a los niños susurrándose entre ellos, mayormente de lo asombroso que era conocer al Campeón y poder estar justo al lado de él, y quizás la posibilidad de pedirle un autógrafo, e incluso unos cuantos se preguntaban qué tan rica era su familia.
Steven no pudo evitar reírse ante ese infantil entusiasmo, y después de un rato llegaron a su destino: una sala en el primer piso llena con varias computadoras, papeles, y hombres en batas de laboratorio hablando entre ellos más o menos fuerte mientras compartían máquinas y otros extraños artilugios. Steven se detuvo justo en el medio de todo y encaró nuevamente a los estudiantes.
- Esta es nuestra Sala Científica, donde nuestros científicos debaten de nuestros últimos proyectos, comparan sus notas, y en general trabajan en equipo para mejorar nuestros productos. Me gustaría profundizar un poco más sobre lo que están produciendo aquí en este momento, pero preferimos mantener nuestros proyectos lejos de los ojos de posibles espías. – les sonrió, juntando las manos mientras señalaba al personal. – Dicho eso, les he dado instrucciones a nuestros amables científicos que les den un resumen sobre nuestros proyectos más recientemente lanzados, lo que nos llevó a trabajar en ellos, y las muchas maneras en que la Corporación Devon garantiza la calidad de sus productos, junto a sus aplicaciones.
Los científicos dieron un paso al frente, todos con sonrisas que igualaban la suya. Sin embargo, al continuar la presentación, Steven no pudo ignorar las miradas de fastidio y bostezos de algunos selectos miembros de la multitud. Suspirando, dio un paso al frente.
- Y después de terminar la parte teórica, me aseguraré de mostrarles la efectividad de nuestros productos en una batalla amistosa entre su directora y yo.
No fue sorpresa que eso bastara para recuperar la atención de todos y ponerlos a susurrar de nuevo, pues ahora parecían más entusiastas al acercarse a los científicos y estudiar los dispositivos de muestra que les entregaban. Steven volvió a suspirar, pero al ver a varios otros estudiantes genuinamente interesados en saber más fue suficiente para devolver la sonrisa a su rostro mientras se apoyaba sobre la pared.
- Sí que sabes cómo mantener a los niños interesados.
Steven se dio la vuelta, viendo a una chica muy familiar, vestida formalmente y sonriéndole. Roxanne, directora y profesora de la Escuela de Entrenadores de Rustboro y una de sus más antiguas y queridas amigas. El campeón cerró los ojos y se rio.
- Seamos sinceros, les emociona más conocer al Campeón de Hoenn que ver un comercial glorificado para los productos de Devon.
- Claro. – Roxanne también se rio por un momento, pero rápidamente se tornó seria al voltear a ver a sus estudiantes. – Aun así, gracias por permitir esto. Los otros profesores estaban de acuerdo en que luego de lo que nuestro ex-estudiante se fugó de su casa, lo mejor será no ir muy lejos de Rustboro para nuestras salidas escolares.
Steven miró a su amiga, poniéndose serio. Era imposible no saber a quién se estaba refiriendo, con la cantidad de grupos de búsqueda que se formaron para tratar de encontrarlo.
- Wally, ¿verdad? – Cruzando los brazos, Steven se quedó contemplando el suelo. – Espero que ya no vuelva a ponerse en peligro.
- Yo también. – suspiró Roxanne, rascándose el brazo. – A veces los niños pueden ser extremadamente imprudentes.
- ¿Cómo no saberlo? Nosotros también fuimos niños después de todo. – Echándoles un ojo a los estudiantes, Steven volvió a sonreír. – Te envidio, yo no podría cuidar de todos estos niños a la vez, personalmente.
- Solo hago lo que puedo. Es el deber de la vieja guardia preparar a la próxima generación lo mejor posible.
- Es extraño que pensemos en nosotros mismos como "la vieja guardia" ahora.
- Sí, pareciera que fue ayer cuando destruía a tu Beldum en nuestra primera batalla como entrenadores. – se rio Roxanne mirándolo con algo de arrogancia. Steven se la devolvió de igual manera.
- Pues te recuerdo que pude vengarme de eso en mi última batalla de gimnasio aquí mismo en Rustboro. Y que no se te olvide quién es el campeón aquí.
- Claro, claro. – Roxanne apenas pudo suprimir una risita antes de volver a ponerse seria, mirando a sus estudiantes. – Aun así, como pasa el tiempo, y cambian las cosas. Y tenemos que asegurarnos que el cambio sea para mejor.
- Bien dicho. – asintió Steven.
En aquel momento, sin embargo, algo captó la atención de Steven: algo distante del cuerpo estudiantil, alguien acababa de colarse en un corredor cercano. El campeón frunció el cejo ligeramente al darse cuenta de a dónde llevaba,
- Parece que tenemos a un curioso entre nosotros. – Steven se ajustó el traje antes de darle una mirada a Roxanne. – Volveré en un momento, ¿está bien?
Roxanne asintió, y Steven se alejó hacia el susodicho corredor.
...
Luego de algunas vueltas y recorrer varios corredores, Steven se encontró detrás del curioso. Un niño de baja estatura y pelo verde, mirando a todas partes mientras tomaba notas en una pequeña libreta. Parecía bastante cautivado por las pinturas y estatuas que enmarcaban el lugar, al punto que no había notado la presencia de Steven todavía. Al ver tanta genuina curiosidad una sonrisa se formó en la cara del campeón, pero rápidamente se puso serio al darse cuenta de dónde estaban. Suavemente le tocó el hombro y se aclaró la garganta.
- Me parece que alguien aquí se salió un poco de curso.
El chico se sobresaltó y se dio la vuelta, con los ojos muy abiertos y la cara pálida. Tragó en seco, y ajustando su postura, rápidamente se inclinó para disculparse.
- ¡L-lo siento, señor Campeón! No era mi intención meterme donde no debía. Solo tenía curiosidad de ver lo que había aquí, y como es mi primera vez en el cuartel general de Devon, y además...
Steven se rio ligeramente antes de levantar los brazos. El chico dejó de tartamudear, quedándose quieto mientras jugaba con sus dedos y casi sudando.
- Hey, hey, tranquilo. No serías el primero que se cuela por aquí. – Steven miró el corredor con algo de nostalgia. – Cuando era niño, mi Beldum y yo constantemente tratábamos de meternos a las áreas reservadas a ver lo que hacía mi padre.
- ¿E-en serio? – El chico ladeó la cabeza, parpadeando.
- Sí, e hice cosas mucho peores. – El campeón volvió a reírse, y le alegró ver que el chico se veía menos tenso que antes. Steven se agachó para ponerse a su nivel. – ¿Cómo te llamas?
- S-Sawyer. – El chico se sonrojó y miró al otro lado.
- Gusto en conocerte, Sawyer. Estoy seguro que tu curiosidad será una gran ayuda cuando comiences tu viaje de entrenador. – Steven le puso una mano en el hombro. – Sin embargo, es mejor que volvamos con el resto de la clase. A partir de aquí hay proyectos ultra secretos y el lugar está fuertemente vigilado y restringido. Solo gente como mi padre y yo tenemos acceso aquí y las contraseñas.
- ¿Huh, en serio? – Sawyer parpadeó y miró hacia el otro extremo del corredor. – Porque justo ahora vi a alguien saliendo de allá.
Steven se quedó congelado, retrocediendo por un segundo antes de recuperar la calma. Frunciendo el cejo miró hacia adelante, confuso. Y sin decir ni una palabra más, echó a andar a toda prisa por el corredor, con Sawyer siguiéndolo de cerca. No tardaron mucho en llegar hasta una puerta de seguridad que había sido abierta con un par de guardias inconscientes en el suelo, y cada cámara de seguridad en el área estaba frita. El Campeón se quedó pálido al aproximarse a la bóveda, encontrándola abierta sin ningún signo de violencia.
- Imposible. – dijo Steven entrecerrando los ojos y observando el panel táctil ligeramente quemado al lado de la puerta. – Nadie excepto mi padre y yo sabemos el código de acceso aquí, ¿cómo abrieron esto?
Sawyer también miró el panel, frotándose el mentón mientras comparaba con las notas de su libreta.
- Estas marcas parecen hechas con un imán de Magnemite. Quienquiera que lo haya hecho de haber usado a uno de ellos para introducir códigos a fuerza bruta.
Steven trató de no soltar un gruñido. Varias veces le había dicho a su padre que necesitaban un mejor sistema de seguridad, pero ese no era momento para pensar en ello. Al entrar a la bóveda, encontraron varios documentos regados y varios prototipos y réplicas que fueron arrojados sin cuidado alguno, e inmediatamente empezó a revisar en busca de cualquier cosa que faltara. Todo el rato, Sawyer permaneció afuera de la bóveda esperando y tratando de mantener la calma.
Aunque muchas cosas habían sido movidas fuera de su lugar o rotas, no parecía que se hubieran robado nada. Steven estuvo a punto de sentir alivio hasta que notó una caja vacía en un lado, con varios documentos apilados adentro, y frunció el cejo al agarrarla.
- Esto no es bueno. Se llevaron la Flor.
- ¿La Flor?"
- Algo muy peligroso. – Steven dejó la caja a un lado y endureció la mirada mientras cruzaba los brazos.
El Campeón se quedó allí pensativo, con los ojos cerrados. Si el evento había ocurrido solo hacía unos minutos, tal vez todavía podrían atrapar al culpable, pero sin fotos o algo para reconocerlo sería como buscar una aguja en un pajar. Si tan solo alguien lo hubiera visto...
Steven parpadeó, y se volteó a ver a Sawyer fijamente.
- Dime, ¿pudiste verle la cara al ladrón? ¿Crees poder reconocerlo? – le preguntó. Sawyer no respondió de inmediato, pero tras digerir la pregunta asintió con firmeza.
- Creo que sí.
- Muy bien. Acompáñame entonces.
El Campeón no perdió ni un segundo más y salió corriendo fuera de la sala, con Sawyer siguiéndolo de cerca. No podían permitirse perder ni un instante más.
(--0--)
Poco después...
Nada parecía fuera de lo normal en la entrada del cuartel general de la Corporación Devon: mucha gente, la mayoría de ellos trabajadores o científicos empleados de la compañía, continuaban entrando y saliendo del edificio a un paso bien medido, todos completamente absorbidos en sus tareas y sin siquiera echarles una mirada a sus colegas a menos que fuese absolutamente necesario. La Corporación Devon era una máquina perfectamente aceitada y todos conocían la importancia de la jerarquía, sabiendo que más trabajo era la clave de mayores recompensas.
Desafortunadamente, tal diligencia también significaba que casi nadie parecía haber notado al hombre de gabardina que miraba de izquierda a derecha de manera suspicaz, pues a lo mucho se sacaba algunas miradas de confusión antes que los trabajadores regresaran a sus proyectos actuales. Y así, el hombre pudo continuar hacia la entrada sin interferencias. Al llegar solo a unos pasos de la puerta, hasta se permitió sonreír antes de acelerar un poco el paso hacia la salida.
- ¡Alto ahí!
Al oír esa voz firme, el hombre palideció y se detuvo bruscamente, alzando la cabeza al instante. Desde el segundo piso, un Metagross variocolor flotó hacia abajo, con un hombre vestido de traje elegante con cabello plateado y un muchacho más joven vestido de verde montados encima de él.
Rápidamente se volteó hacia la entrada y corrió hacia ella, solo para estrellarse contra las todavía cerradas puertas automáticas. Cayó de espaldas y se quedó viendo la puerta con confusión, solo para notar el ligero halo psíquico que la rodeaba. El hombre apretó sus puños y enseñó los dientes mientras volteaba a ver a Steven y Sawyer, que saltaron fuera de Metagross.
- Es él, ¿verdad? – le dijo Steven a Sawyer mientras Metagross continuaba manteniendo la mirada fija en el hombre, y el ataque de Fuerza Psíquica en la puerta. Sawyer entrecerró los ojos viendo al hombre, y asintió.
- Sí, lo reconozco.
- Muy bien.
Steven se echó las manos al bolsillo y lentamente se aproximó al sujeto que había intentado huir. Su cuerpo estaba totalmente cubierto con una gabardina que habría dado demasiado calor incluso en Sinnoh, y podía ver la agarradera de la Flor apenas sobresaliendo del disfraz. La mirada de Steven se tornó más firme mientras observaba al sujeto.
- Esto no tiene por qué terminar mal. Si devuelves lo que robaste ahora, a lo mucho te darán solo unas pocas semanas en prisión, o quizás menos. No hay razón para desperdiciar tu vida por un simple robo.
El hombre le devolvió la mirada con la misma intensidad, y luego le dio al heredero de Devon una sonrisa llena de amargura.
- Tsk, eso es fácil para ti decirlo. ¿Quién se atrevería a desafiar al Campeón de la región Hoenn, después de todo. – El silencio cayó mientras Steven aguardaba. La sonrisa del hombre se tornó en una mueca furiosa y sombría, y su mirada penetraba al campeón. – Me das asco. Podrías cambiar la región para mejor, pero todo lo que hacen tú y tus secuaces es mantener el status quo. – Colocó una mano sobre su pecho, mirando la Flor oculta. – Eso podría haber revolucionado la manera en que vivimos, tú deberías saberlo.
- El precio excedía con creces las ventajas. – Steven adoptó una mirada de acero para enfrentar la del sujeto. Esas palabras se sentían familiares, pero no podía perder su enfoque. Le dio unos momentos más al hombre para que decidiera qué hacer, pero no hubo respuesta. Suspiró, y su Metagross preparó un Golpe Meteórico. – En ese caso, creo que esto terminará mal.
- Para nada. – El hombre cruzó los brazos y sonrió todavía más que antes. – El Equipo Zenith ya está listo para cambiar al mundo.
Al oír ese nombre, Steven retrocedió y sus ojos se ensancharon. Rápidamente sacudió la cabeza y volvió a enfocarse en el hombre, tensando su cara.
- ¿El Equipo Zenith? – preguntó, apretando sus puños. El hombre no respondió; en vez de eso simplemente dejó que una Pokébola se le deslizara por la manga.
- ¡Golbat, Neblina!
En cuanto el Pokémon se materializó, una niebla negra cubrió toda la entrada. Sawyer y Steven tuvieron que cubrirse las bocas y ojos cuando empezaron a toser, e incluso Metagross se sorprendió lo suficiente para liberar la Fuerza Psíquica solo por un segundo. Y eso fue tiempo más que suficiente para que el hombre y su Golbat se dieran la vuelta y salieran por la puerta abierta, mientras que Steven apenas podía ver sus siluetas a través de la niebla. Su mirada se mantuvo de acero mientras lentamente se iba disipando fuera del edificio.
No había escuchado el nombre del Equipo Zenith en años, pero lo que fuera que estuvieran planeando, no podía ser bueno. Tenía que detenerlos, y rápido.
- ¿Steven, qué está pasando? ¿Por qué hay todo este humo?
Incluso sin verla, la voz de Roxanne era inconfundible. Le echó una mirada a través de la niebla antes de volver a saltar encima de Metagross, agradeciendo en silencio por su habilidad de Cuerpo Limpio.
- Lo siento, tengo que marcharme. ¡Asegúrate de que no pase nada aquí! – Steven golpeó ligeramente la pierna de su inicial y miró al frente. – ¡Metagross, vamos!
Sin esperar siquiera por la respuesta de Roxanne, Metagross flotó fuera de los cuarteles de Devon y se dirigió hacia las calles de Rustboro. Solo cuando sintió un peso tratando de balancearse detrás de él fue que Steven se dio cuenta que no estaba solo. Al darse la vuelta, fue que se encontró con Sawyer rascándose detrás de la nuca y sonriendo tímidamente. El hombre suspiró con resignación y le dio una mirada severa.
- Bájate, esto será peligroso. – le dijo. Sawyer no se amilanó, en vez de eso tragó en seco y le sonrió al campeón de Hoenn.
- Si es peligroso, quiero ayudar. Dos pares de ojos son mejores que uno, ¿verdad?
Steven se quedó viendo al chico sin palabras, e incluso entonces Sawyer se mantuvo tan calmado como pudo. Con tan poco tiempo para elegir, y sintiendo la determinación del muchacho, Steven suspiró y le dio una sonrisa de resignación.
- Avísame si lo ves. – le dijo mientras miraba a su alrededor. Sawyer sonrió y asintió vigorosamente.
- ¡Muy bien!
Los dos comenzaron a observar las concurridas calles de Rustboro desde arriba, aunque su búsqueda fuese algo impedida por el fragor de la mañana y la gente que iba a toda prisa a reunirse. A pesar de las dificultades continuaron, moviéndose más allá de las calles de Rustboro y hacia la Ruta 115 encima de la ciudad, a poca distancia de la cordillera montañosa conocida como las Cataratas Meteóricas.
Y aun así, a pesar de buscar por todas partes, no encontraron nada que los guiara hacia su ladrón. Entre que se habría perdido entre la multitud y posiblemente se habría desecho de su gabardina, las posibilidades de encontrarlo disminuían entre más pasaba el tiempo. Steven se frotó la frente y exhaló, justo antes de intentar volver a ver por los campos verdes y las colinas marrones.
- Esto es malo.
La búsqueda silenciosa habría continuado sin perturbarse, de no ser porque Sawyer frunció el cejo y miró hacia Steven.
- Aquel hombre dijo que era parte del "Equipo Zenith", ¿correcto? – preguntó ladeando la cabeza. – ¿Qué es eso?
- Problemas, eso es lo que es. – Steven continuó buscando, y su mirada se tornó fría a medida que recordaba. – Era una organización terrorista muy conocida hace como una década, responsable de muchos robos y ataques a las ciudades más importantes de Hoenn en un intento por controlar al Pokémon Legendario del cielo, Rayquaza, para traer una utopía para humanos y Pokémon por igual. Yo enfrenté a muchos de sus miembros durante mi época desafiando gimnasios, y arriesgué mi vida más de una vez para ponerle fin a sus planes.
- ¿En serio eran tan peligrosos? – preguntó Sawyer.
- Así es. – Steven sacudió su cabeza mientras contemplaba la tierra debajo de ellos. – Y entonces un día simplemente desaparecieron. Nadie sabe por qué, pero un día dejaron de hacerse notar. Muchos estaban preocupados de que planeasen algo grande, algo que pudiese cambiar a Hoenn para siempre, pero eso nunca sucedió. Ya que los Equipos Magma y Aqua empezaron a volverse activos por aquel entonces, hay quienes creen que los miembros de Zenith se dividieron entre ellos.
- Si no han hecho nada durante tanto tiempo, ¿por qué iban a reaparecer ahora?
- No lo sé, pero la forma en que robaron la Flor fue casi perfecta. – Steven miró con los ojos entrecerrados cualquier parche de hierba que pudiese encontrar. – Claramente llevaban planeando esto por un largo tiempo.
Un silencio se formó entre los dos de nuevo. Sawyer tragó en seco y sacudió la cabeza.
- No entiendo por qué alguien querría forzar al mundo a cambiar.
- Muchas personas tienen una visión diferente de cómo debería ser el futuro, y se esfuerzan por hacerlo realidad. Esa es la naturaleza humana. – La mirada de Steven se tornó aún más fría. – Pero sin importar cuán buenas sean tus intenciones, no significa nada si otras personas tienen que sufrir para volverlas reales. – concluyó. Una vez que asimiló la información, Sawyer bajó la cabeza.
- Esto no luce nada bien.
- No lo es. – suspiró Steven. Luego, sin embargo, se permitió sonreír. – Aunque, ahora que lo veo en retrospectiva, el Equipo Zenith era casi una estupidez entonces. Sus reclutas llevaban un atuendo totalmente verde con cuernos y colmillos y una Z alada como símbolo, y se la pasaban gritando sobre cómo su utopía se volvería una realidad. Puedo apreciar que tengas dedicación con tus compromisos, pero de verdad se pasaban a veces.
Mientras oía a Sawyer riéndose, Steven sintió una chispa de alivio. Y entonces notó que Sawyer miraba hacia abajo con los ojos muy abiertos.
- Espera, ¿dijiste que se veían así? – El chico señaló hacia abajo.
Steven miró hacia donde apuntó, y su expresión se igualó con la de Sawyer. Un sujeto vestido con una capa estilizada como un dragón, sujetando algo entre las manos y corriendo por su vida.
- ¡Ese es uno de ellos! – dijo el Campeón con el ceño fruncido. Sawyer se rascó la cabeza mientras veía detenidamente al hombre.
- No parece que sea el que estábamos siguiendo.
- Eso no importa. – Steven siguió mirando al secuaz del Equipo Zenith. – Sigámoslo.
Y así, Metagross empezó a descender silenciosamente mientras perseguían al sujeto, esforzándose por no ser vistos ni escuchados. El sujeto aceleró el paso y no se detuvo, aunque parecía que se estaba cansando más y más. Steven se preguntaba por qué y entonces un grito agudo resonó desde las montañas cercanas. Metagross y el sujeto se detuvieron al mismo tiempo, y entonces el hombre comenzó a correr tan rápido como pudo para alejarse. Steven trató de volver a la persecución mientras observaba al hombre, y entonces escuchó otro grito.
- ¡Draco Meteoro!
Steven se quedó congelado mientras él y Sawyer veían el ataque se acercaba a ellos por un lado. Metagross se inclinó en la dirección que vino el ataque, y el mundo a su alrededor comenzó a girar mientras comenzaban a caer al suelo. Steven y Sawyer se aferraron a los costados de Metagross, tratando de ver las manchas a su alrededor mientras un olor de humo y brimstone les llenaba sus narices. La vista se volvía más y más verde entre más rápido avanzaban, y Steven apretó sus puños.
Sin temor alguno, empujó a Sawyer y saltó con él fuera de Metagross, rodándose sobre una colina de hierba. Agarró al muchacho con fuerza hasta que finalmente se detuvieron, mientras oían cómo Metagross se estrellaba contra el suelo. Steven sintió un terror bajándole por la espina, pero no se soltó del chico hasta que el impulso se perdió por completo. Ya cuando se detuvieron, sacudió la cabeza y miró a Sawyer.
- ¿Te encuentras bien?
- S-sí. – Sawyer asintió tímidamente y se puso de pie. Estaba algo nervioso, pero no herido.
Ahora seguro de que el chico se encontraba bien, Steven rápidamente se dio la vuelta y miró a su Metagross, semi-enterrado al final de un camino de hierba desordenada y con unas cuantas hendiduras en su piel de acero. Steven corrió hacia su compañero, analizando las heridas con solo una ligera preocupación.
- Metagross, ¿estás bien?
Metagross se reajustó a sí mismo y dio un sonido de afirmación, flotando sobre el suelo. Steven suspiró de alivio, y le aplicó un Restaura Todo solo para estar seguro, mientras espiaba sus alrededores.
- ¿Qué fue eso? – preguntó Sawyer, tragando saliva y mirando las montañas mientras se sacudía el polvo.
- Draco Meteoro, el ataque definitivo de los Pokémon Dragones. – Dejando el Restaura Todo de lado, Steven se frotó el mentón. – ¿Nos habrán visto? Es posible, pero ya deberíamos haber visto a otros secuaces del Equipo Zenith...
- ¡Sootopolitanos!
Steven y Sawyer se quedaron congelados al darse la vuelta, encontrándose a varios hombres y mujeres vestidos con ropas tradicionales y mirándolos directamente. Enfrente de todo el grupo había una mujer de cabello negro con una capa marrón desgastada por el tiempo, cuyos ojos escarlatas miraban a través de ellos.
- ¡Por fin los encontramos! – dijo la mujer señalándolos, mirándolos con ojos de pistola y enseñando sus dientes. – ¡Se infiltraron en el territorio de los dracónidos y se robaron nuestra reliquia sagrada! ¡Más les vale que la devuelvan, o perecerán en el acto!
Mientras observaba a toda la gente que se reunía enfrente de él y de Sawyer, Steven frunció el cejo. La situación acababa de tornarse de mal en peor.
El campeón estudió a los hombres y mujeres que tenía enfrente, recordando lo que sabía. Dracónidos, una de las tribus más antiguas que vivían en Hoenn, y una con la cual la población principal de Hoenn, o "Sootopolitanos", como solían referirse a ellos, habían tenido varias disputas territoriales y guerras a través de las décadas. Una de las ventajas de ser el mejor amigo de Wallace era tener algo de conocimiento profundo acerca del conflicto entre sootopolitanos y dracónidos desde los tiempos antiguos hasta el tiempo presente, y siendo así, Steven estaba bien al tanto de lo complicado de los problemas, y cómo había culpa de parte de ambos lados por las tensiones actuales. Desde luego, ahora no era el momento para lecciones de historia, especialmente ya que la mujer de pelo negro seguía atravesándolos con la mirada.
- ¿Qué pasa, no van a decir nada? – dijo mientras endurecía la mirada mientras su Salamence les apuntaba. – ¿Demasiado asustados para admitir lo que hicieron?
Steven sacudió la cabeza y respiró profundo; prolongar el cese al fuego no llevaría a nada. Cualquier otro probablemente habría tratado de devolver el fuego, empezando una pelea que solo le haría perder tiempo por un malentendido, y con el Equipo Zenith suelto, eso era lo último que necesitaban. Así, Steven le hizo un gesto a Sawyer para que se quedara quieto, y se les aproximó, levantando los brazos y esperando lo mejor.
- Nosotros no hemos robado nada de...
- ¡Mentiroso! – le gritó la mujer, tirándole un puñetazo. – ¡Te obligaremos a decir la verdad así sea por la fuerza! ¡Salamence, Draco Meteoro!
Steven y Sawyer retrocedieron al ver los fragmentos de meteoritos volando hacia ellos, solo para que se estrellaran contra una barrera azul antes de poder golpearlos. Con el corazón acelerado, Steven le dio una mirada a su Metagross, que le guiñó el ojo en respuesta, mientras mantenía la Protección activada como precaución.
Volvió a mirar hacia los dracónidos que lo rodeaban y suspiró. Aparentemente, estaba siendo demasiado optimista. La mujer observó el escudo de energía, y lo miró de manera despectiva.
- Veo que eres tan cobarde como el resto de los de tu clase.
- Lo siento, pero sucede que me gusta mi cara como está. – Steven frunció el cejo y cruzó los brazos, devolviéndole la mirada. – Además, ni yo ni este niño nos hemos acercado a su territorio el día de hoy. ¿Puedo asumir que el ladrón fue un sujeto vestido con una capucha verde?
- Correcto. – dijo la dracónida enseñando sus dientes. – ¿Y cómo es que sabes eso?
- Porque sucede que también a nosotros nos robaron algo increíblemente valioso y peligroso. – Miró hacia el camino por el cual el sujeto había escapado. – Y tengo la corazonada de que su reliquia también podría ser peligrosa si cae en las manos equivocadas. Estos eventos podrían estar conectados.
Los dracónidos no respondieron inmediatamente, mientras Steven seguía mirándolos fijamente. El Campeón de Hoenn podía ver un rango ecléctico de emociones de todo el grupo, desde curiosidad hasta confusión, pasando por miedo, pura rabia y desconfianza de su aparente líder. Por su parte, Steven trató de mantener la calma y permanecer fuerte, especialmente mientras Sawyer se escondía detrás de él, incluso mientras veía la Protección lentamente desvanecerse a su alrededor. Después de lo que pareció una eternidad, la mujer resopló con desdén y siguió viéndolos con rabia.
- Eso suena extremadamente conveniente. ¿En serio esperas que te creamos?
- Si realmente fuéramos los ladrones, no nos quedaríamos aquí, ¿no lo crees? – le preguntó Steven.
La mujer pareció meditar un poco las palabras de Steven mientras continuaban intercambiando miradas. El Campeón siguió esperando, y le agarró la mano a Sawyer mientras le daba una sonrisa. Le agradó ver que Sawyer dejó de temblar tanto. Justo entonces, el silencio finalmente se rompió, mientras otro dracónido corría entre ellos, respirando a grandes bocanadas antes de ver a la mujer.
- ¡Zinnia, ya capturamos a los invasores! ¡Los tenemos atados en la Aldea Meteórica ahora mismo! – dijo el hombre, quitándose el sudor de la cara.
La mujer, cuyo nombre era Zinnia, no respondió mientras continuaba mirando con rabia a Steven. Luego de estudiarlo un poco en silencio, resopló con desdén.
- Si realmente no están afiliados con esos ladrones, tal vez puedan sernos útiles. – dijo poniendo los brazos en jarras. – No tendrán objeciones en venir con nosotros, supongo.
- Ninguna en absoluto. – dijo Steven sacudiendo la cabeza. – Si me prometes no dispararnos otro Draco Meteoro, con gusto le pediré a mi Metagross que baje su Protección.
- Bien entonces. – Zinnia se dio la vuelta y empezó a caminar de regreso hacia las Cataratas Meteóricas. – Sígannos.
El resto de los dracónidos hicieron lo mismo, y el Metagross de Steven bajó su Protección tal como acordaron mientras su entrenador y Sawyer los seguían. El chico exhaló un suspiro de alivio al sentir que la situación era mucho menos tensa.
- *Fiu*, eso estuvo cerca. – sonrió al mirar el grupo que los estaba guiando. – Gracias al cielo que entendieron.
Aunque su alivio duró poco, pues notó que Steven continuaba tenso y con la guardia alta. Sawyer le echó una mirada interrogante al campeón.
- Todavía no salimos de problemas. – Steven entrecerró los ojos mientras miraba a Zinnia. – Solo están moviendo la discusión a alguna parte donde tengan la ventaja.
Sawyer palideció ante este comentario, pero Steven se rio mientras continuaba siguiendo a los dracónidos.
- No te preocupes, tengo confianza de que podré hablar las cosas. – dijo Steven, mirando al frente con optimismo. – Puede que los dracónidos no tengan la mejor reputación, pero al menos uno de ellos tiene que ser capaz de entendernos.
- ¿Y cómo puedes estar tan seguro? – dijo Sawyer, ladeando la cabeza mientras parpadeaba.
- He viajado mucho y conocido a muchas personas. Te impresionaría saber cuántos problemas se pueden resolver con solo hablar las cosas.
Sawyer no supo qué decir, así que el silencio volvió a caer entre los dos mientras seguían caminando derecho detrás de los dracónidos. Todo el tiempo, Steven esperaba no estar tentando otra vez a su suerte.
El viaje a través de la montaña normalmente sería difícil, pero los dracónidos claramente conocían su camino por las Cataratas Meteóricas mientras guiaban a Steven y Sawyer en lo profundo de las cavernas a través de una serie de túneles ocultos entre rocas y cascadas de agua. Después de poco tiempo, los túneles se volvieron progresivamente más abiertos, hasta que llegaron a una larga cueva con varias casas de aspecto tradicional alineadas en una fila perfecta. En el centro, había un gigantesco abismo del tamaño de tres Wailords, y alrededor de este varios dracónidos de todas las edades en medio de sus rutinas diarias, todos los cuales les dirigieron miradas confusas, aterrorizadas o furiosas a los dos sootopolitanos.
Steven guardó silencio mientras observaba a los habitantes de la Aldea Meteórica y también las estructuras. Al mismo tiempo, su joven acompañante tuvo una reacción mucho menos reprimida que la suya al verlos.
- Había escuchado historias sobre el pueblo de los dracónidos, ¡pero no tenía idea de que tuviesen una aldea entera aquí! – dijo Sawyer, tomando notas como si no hubiera mañana. Steven suspiró, y suavemente le puso la mano en el hombro al muchacho.
- Yo no escribiría nada si fuera tú. Ya de por sí estamos caminando sobre hielo delgado. – le dijo. Sawyer dio un respingo, e inmediatamente guardó su libreta y desvió la mirada, tragando saliva.
- Perdón.
- No te preocupes. – le sonrió Steven, para luego voltearse a ver a la mujer que estaba frente a ellos. – Y bien, Zinnia, ¿correcto? ¿A dónde vamos exactamente?
- Pronto lo verán. – les dijo sin siquiera voltear.
Steven endureció la mirada y le echó otro vistazo a Metagross, a lo cual su compañero replicó asintiendo. Steven era una persona optimista, pero también realista: aunque tenía la esperanza de poder negociar de manera pacífica con los dracónidos, eso no quería decir que no estaba preparado en caso de tener que pelear.
Afortunadamente, no hubo nada peor que miradas extrañas de algunos dracónidos durante el viaje, y pronto el grupo se detuvo frente a una casa de mejor aspecto que todas las demás. Sin previo aviso, todos los dracónidos se arrodillaron y bajaron sus cabezas; Steven se imaginó que lo mejor sería hacer lo mismo, al igual que Sawyer. Poco después las puertas se abrieron, y una figura salió del edificio.
Steven se atrevió a echar una mirada, encontrándose con una mujer que lucía como una versión mucho más vieja de Zinnia caminando con un bastón, con cabello gris muy similar en peinado y una mirada de severidad en su rostro. La mujer miró a cada uno de los dracónidos antes de finalmente detenerse en Zinnia. Presionó su bastón contra el suelo y se le acercó.
- ¿Lograron atrapar al ladrón? – le preguntó. Zinnia se puso de pie y sacudió la cabeza, sin atreverse a mirarla a los ojos.
- Lo lamento, anciana, no pudimos. – respondió, antes de voltear la mirada hacia Steven y Sawyer, haciendo que su cejo fruncido se intensificara. – Sin embargo, encontramos a estos dos sootopolitanos que dicen que también les robaron algo las mismas personas. Dicen que quieren ayudarnos.
Steven no pudo evitar notar que Zinnia sonaba asqueada, pero lo dejó pasar pues la anciana lo estaba mirando fijamente. Se quedó esperando mientras ella lo estudiaba, sintiendo que le bajaba sudor por la cara, hasta que finalmente, la anciana comenzó a reírse.
- Vaya, vaya, pero qué galán de cabellos plateados. – dijo mientras continuaba riéndose al volverse hacia Zinnia. – ¡De verdad que me estás mimando hoy!
- ¡Abuela! – gritó Zinnia, adoptando no menos de cinco tonalidades de rojo.
La anciana se siguió riendo, mientras Zinnia desesperadamente trataba de mantener la imagen de misticismo. No funcionó como esperaba, y por su parte Steven solo parpadeó con confusión.
- Vamos, deberías relajarte un poco de tu trabajo. – dijo la anciana, volviendo su atención al edificio. – Aster también te está esperando adentro.
- Gracias. – suspiró Zinnia recobrando la compostura. La chica caminó adentro, y la anciana volvió a encarar a Steven, con la mirada severa de nuevo.
- Y bien, sootopolitano. – dijo poniendo los ojos en rendijas. – ¿Lo que dijo mi nieta es cierto?
- Lo es. – asintió Steven, manteniendo la mirada fija sobre la anciana. – A riesgo de sonar maleducado, creo que deberíamos discutir este asunto rápidamente. Nuestros enemigos podrían estar preparando su plan mientras hablamos.
- Nada bueno les llega a quienes tratan de apurar las cosas. – La anciana le dio la espalda a Steven mientras volvía a caminar hacia su casa. – Por favor pasa. La mejor forma de discutir esto es enfrente de una buena taza de té.
Y así la anciana dracónida se fue, dejando solo a Steven y Sawyer afuera. El campeón contempló el edificio por un momento antes de recuperar a Metagross y volver a donde estaba Sawyer.
- Espérame aquí, y no hagas nada que pueda hacer enfadar a los dracónidos, ¿de acuerdo? – Agarró una Bola de Gloria de su bolsillo, y la dejó en las manos de Sawyer. – Si algo llegara a pasar, usa esto.
- De acuerdo. – asintió Sawyer, sujetando la Pokébola con fuerza mientras la estudiaba. Steven sonrió y volvió su atención a la casa de la anciana, tomando un profundo respiro. Ingresó lentamente, todavía esperando lo mejor.
El interior de la casa no era nada especial: era una casa muy sencilla con una cocina con fregadero y una puerta que llevaba a lo que Steven asumió que sería el dormitorio, y fuera de algunas estatuas de Rayquaza o un símbolo Delta, no había nada que pudiese delatarlo como el hogar de un dracónido. Steven y la anciana estaban sentados uno frente a la otra en la mesa central, y el Campeón de Hoenn se había quedado mirando fijamente la taza de té que la anciana acababa de servirle.
- No está envenenado, si es lo que te preocupa. – La anciana cruzó los brazos mientras miraba a Steven. – A diferencia de ciertas gentes, nosotros los dracónidos no recurrimos a ese tipo de engaños.
Steven se rehusó a morder el anzuelo y se bebió el té. De inmediato le respondió a la anciana con una mirada propia.
- No he venido a debatir sobre las tensiones entre mi gente y la suya. – dijo frunciendo el cejo. – Lo único que sé es que no podemos dejar que el Equipo Zenith haga lo que quiere.
- Es decir que sí fue el Equipo Zenith. – La anciana bebió también algo de té. – ¿Acaso Zevie sigue siendo su líder?
- Puede que sí. – Steven mantuvo la mirada sobre la anciana. – ¿Cómo lo conoce?
- He vivido por un largo tiempo. Yo estuve allí cuando la ciudad hoy conocida como Mauville cayó, y fui testigo de todas las atrocidades que la siguieron. – Sus ojos se nublaron brevemente antes de que sacudiera la cabeza. – Y hace años, hasta consideramos aliarnos con el Equipo Zenith para ponerles fin a ustedes los sootopolitanos.
- Qué adorable. – Steven trató de disimular su expresión sombría. – ¿Y lo hicieron al final?
- No, porque Zevie resultó ser tan traicionero como el resto de ustedes. Solo le interesaba obtener nuestra reliquia dracónida, igual que todos los demás.
- Una de sus metas era tomar el control de Rayquaza, así que eso no es una sorpresa. – Steven cruzó los brazos mientras bajaba el té. – Esta reliquia sigue saliendo a colación constantemente. ¿Qué es?
- Un secreto que se pasa de cronista a cronista, y no es algo que un forastero deba saber. – dijo la anciana endureciendo la mirada. – Especialmente no un sootopolitano.
- Eso no nos va a ayudar, ¿sabe?
- Nuestra anterior cronista murió para evitar que los sootopolitanos la robaran. – La anciana atravesó a Steven con su mirada, con una intensidad inquebrantable. – Por lo que sabemos, este podría ser solo un inteligente plan suyo para que hablemos de ello y luego eliminarnos. Ya he visto hasta dónde son capaces de llegar para deshacerse de nosotros los dracónidos.
Steven no le respondió de inmediato. Podría haberle dicho que no tenía malas intenciones, claro, pero la historia no estaba de su lado. Los dracónidos tenían muchas razones para desconfiar de él. Pero aun con dicha admisión, el comportamiento de la anciana empezaba a tornarse un problema. Tenía que encontrar la forma de hacerles ver que estaban del mismo lado, al menos hasta encargarse del Equipo Zenith, pero el "cómo" seguía evadiéndolo.
Justo entonces, las puertas de la casa se abrieron de golpe, y Steven y la anciana se dieron la vuelta. En la puerta estaba una niña, no mayor de tres años, con pelo negro y una gran sonrisa por toda la cara, que se echó a correr hacia la anciana.
- ¡Abuelita, juega! ¡Juega! – dijo abrazando la pierna de la anciana y mirándola con sus brillantes ojos. La anciana suspiró y la agarró, alejándola un poco.
- Ahora no, Aster. ¿Qué te he dicho sobre entrar cuando estoy hablando con otros?
- ¡Mami aburrida! ¡Quiero abuelita! – dijo Aster enfurruñada, con la mirada enojada más adorable del mundo. Y justo en ese instante, Zinnia también entró, y agarró a Aster, soltando un suspiro de frustración mientras miraba a su abuela.
- Perdón, otra vez se puso muy enérgica.
- No hay problema, hay que disfrutar de esos años mientras duren. – le sonrió la anciana a Zinnia, para luego acariciarle la cabeza a Aster. – Jugaremos juntas cuando esto haya terminado, ¿de acuerdo?
- ¡Yupi! – exclamó Aster, alzando los brazos.
Y con eso, Zinnia y Aster se marcharon tan pronto como vinieron. Steven se quedó viéndolas con una sonrisa mientras Aster trataba de escapar de las garras de su madre.
- Qué linda niña. – dijo volteando hacia la anciana. - ¿Quién es el padre, si puedo preguntar?
- Alguien de Rustboro. – La anciana apretó ligeramente las manos en su bastón. – Desafortunadamente, nunca pudimos encontrarlo para matarlo por lo que le hizo a Zinnia.
No especificó el por qué, pero en cuanto Steven notó que Zinnia le echó otra mirada asesina, entendió el mensaje. Bajó la cabeza de inmediato y la sacudió.
- Siento mucho escuchar eso.
- Deberías. – La mirada de la anciana se volvió aún más fría. – Definitivamente debes saber la historia entre dracónidos y sootopolitanos, puedo sentirlo. ¿Por qué crees que deberíamos confiar en ti?
Steven se puso a pensar, sin dejar de mirar a la anciana a los ojos. Necesitaba encontrar una forma de ponerle fin a estas tensiones, y con la historia en su contra, no había mucho que pudiera hacer. Suspirando, sonrió de manera solemne con resignación. La única opción que quedaba era la elección más sencilla y a la vez más difícil que podría tomar.
- No pienso obligarlos a que confíen en mí. Entiendo que tengan sus razones, antiguas y recientes, para no ver en buena luz a los sootopolitanos. – dijo frunciendo el cejo. – Sin embargo, es la única forma de salvar al mundo del Equipo Zenith. Ellos están planeando algo en este momento, y si llegan a completar sus planes, todos saldremos perdiendo.
Sacó unas fotografías de su bolsillo, y las colocó sobre la mesa: todas mostraban un pequeño dispositivo de cristal del tamaño de una baya Nanab visto desde varios ángulos, succionando algún tipo de energía en algunas de las imágenes.
- Esto es algo que llamamos "la Flor". Es un pequeño prototipo de un dispositivo portátil basado en algunos escritos antiguos del Rey Kalosiano AZ, que fue el precursor de su infame "Arma Definitiva", un cañón alquímico impulsado por Energía Infinita, la fuerza interna de los Pokémon. – Steven cruzó los brazos, señalando cada imagen en sucesión. – La Corporación Devon tenía como meta utilizarla como una batería autosuficiente, capaz de absorber Energía Infinita en cantidades pequeñas de los Pokémon para darle poder a otros dispositivos. De haber funcionado, habríamos obtenido una fuente de energía limpia y fácilmente renovable que habría podido resolver muchas de las crisis que plagan nuestro mundo actualmente.
Momento de silencio, y Steven adoptó una expresión sombría antes de continuar.
- Pero las pruebas no resultaron bien. La Flor resultó ser demasiado poderosa, y la Energía Infinita que absorbía a menudo dejaba a los Pokémon al borde de la muerte. Intentamos refinarla, pero nunca llegó a niveles aceptables. – Steven apretó los puños, y su mirada se tornó fría. – No podíamos permitir que se edificara nuestro progreso sobre la sangre de Pokémon inocentes, así que el proyecto fue cancelado. Ese es el objeto que el Equipo Zenith se robó de la Corporación Devon, y uno que ahora podrán usar de manera impune.
La anciana miró las fotos con interés, y luego a Steven con severidad.
- Esto suena a información confidencial. Podríamos usarla a nuestro favor cuando todo esto haya terminado.
- Considérelo una muestra de confianza. – sonrió Steven. – Confío en que ustedes no intentarán hacer nada con este objeto, y quiero tener la esperanza que ustedes confiarán en mí lo suficiente para discutir sobre su reliquia ahora. Juro por el buen nombre de la familia Stone que no intentaré reclamarla como mía de ninguna manera.
La anciana hizo una pausa, alternando la mirada entre las fotos y Steven. El Campeón esperó con intranquilidad, incluso sin dejar de sonreír. Y de pronto, la anciana se rio, haciendo que Steven ladeara la cabeza. La anciana rápidamente recuperó la compostura y le sonrió.
- Tu ingenuidad es casi adorable, pero debo halagarte por tu honestidad. – dijo mientras miraba hacia la puerta y asentía para sí misma. – Creo que te has ganado el derecho de conocer de nuestra reliquia, de nuestra propia cronista.
Como si le dieran la señal, Zinnia volvió a entrar. Luego de entregarle a Aster a su abuela, se volvió hacia Steven algo reacia. El campeón no pudo evitar sentir una punzada de alivio, sin embargo, mientras veía a Zinnia cerrar sus ojos y aclararse su garganta.
- Muy bien, sootopolitano. Escúchame bien porque no pienso repetirlo dos veces. – Mirando fijamente a Steven, levantó el dedo y comenzó a narrar. – Nuestra gente le debe su vida al Gran Lord Dragón, aquel al que ustedes llaman Rayquaza. Cuando los super antiguos Pokémon Kyogre y Groudon causaron desastres en Hoenn hace milenios, fue él quien nos salvó al calmar su furia. Se dice que el primer cronista lo ayudó en batalla, llevando una piedra arcoíris para liberar un poder como ningún otro.
- ¿Rayquaza fue el primer Pokémon en Mega Evolucionar? – preguntó Steven arqueando la ceja.
- Así va la historia que se nos ha transmitido. – Zinnia endureció la mirada. – Pero esa no es la única historia o profecía que resguarda nuestra reliquia, sin embargo. Tenemos registros de mundos alternos, desastres en nuestra región que están por venir, y muchas veces en que el Gran Lord Dragón nos salva en nuestra hora de necesidad. Entre ellos, el pergamino que fue robado detallaba un incidente muy específico. Uno conectado a los meteoros que dieron su nombre a estas mismas montañas.
- Eso no es tan sorprendente. Hoenn siempre ha sido un blanco de desechos espaciales.
- Ningún "desecho espacial" es como este. – Zinnia tomó un pergamino de su capa, y lo extendió sobre la mesa. – Esta es una representación antigua del objeto, de una parte distinta de nuestra reliquia.
Steven estudió el pergamino, que representaba una gran roca con una composición como de cristal. La forma en como estaba dibujada hacía parecer que brillaba, y parecía que se le extendían muchos tentáculos a su alrededor.
- ¿Una roca gigante? –Steven se frotó el mentón, intrigado.
- Muchos sootopolitanos lo llaman así. Nosotros preferimos el término "Megalito". – dijo Zinnia con desdén, antes de desviar la mirada. – Era un objeto de poder inimaginable, capaz de atraer a los Pokémon de las leyendas y de algún modo capaz de buscar fuentes de energía similares. Parecía tener voluntad propia, y casi llevó a Hoenn al borde de la destrucción mientras Groudon y Kyogre estaban en guerra por reclamar su poder.
- Pero entonces fue cuando llegó Rayquaza, ¿correcto?
- En efecto. El Lord Dragón usó el poder del Dragón Ascendiente para destruir el Megalito en varios pedazos, asegurándose de que nunca más pudiera volver a reunirse. La paz volvió a la región Hoenn, y ese parecía ser el final. Sin embargo, el Megalito siempre mantendría su voluntad. Cada fragmento intenta buscar su camino hacia los otros, tratando de volver a reunirse y volver a reunir energía. Y si llegara a recuperar su poder total, sin duda significaría el fin para la región Hoenn y el mundo entero.
Zinnia interrumpió la narración con un aire de finalidad. El silencio se apoderó del cuarto mientras Steven asimilaba la información.
- Hmm. – Steven entrecerró los ojos. – La Flor y el pergamino sobre el Megalito. Un dispositivo y un artefacto capaces de almacenar y liberar una enorme cantidad de energía.
- ¿Esos idiotas están planeando hacer Hoenn explote o algo así? – preguntó Zinnia burlonamente.
- Eso no tendría sentido. Ellos querían mejorar al mundo, no destruirlo.
- Ja, cuando algo no funciona como quieres, solo destrúyelo y pretende que nunca existió. – dijo Zinnia encogiéndose de hombros. – Típico razonamiento sootopolitano.
Steven suprimió una respuesta antes de mirar a la anciana con el cejo ligeramente fruncido.
- Dijeron que habían atrapado a unos miembros del Equipo Zenith, ¿verdad? Quisiera hablar con ellos. – les dijo. En respuesta, Zinnia se atravesó y miró furiosamente al Campeón de Hoenn.
- Ellos invadieron el territorio dracónido, serán juzgados por nuestras leyes y...
- Sí, puedes hablar con ellos. – intervino la anciana, dándole una mirada severa a Zinnia. – No habrá ningún daño en interrogarlos antes de la ejecución.
Zinnia hizo una pausa, mirando a su abuela con expresión de shock. Miró enojada a Steven y dejó salir un suspiro con pesadez.
- Está bien. – Se dio la vuelta alzando un brazo. – Síguenos, sootopolitano.
La cronista, la anciana y Aster salieron de la casa. Steven se permitió suspirar de alivio: varias veces estuvo bastante cerca, pero las cosas parecían mejorar por ahora. Claro, eso de la "ejecución" no era particularmente alentador, pero si pudo ganarse la confianza de la anciana, tal vez podría convencerla de perdonarles la vida. O eso esperaba al menos.
Así, se levantó y siguió a los dracónidos, preparándose para conocer a los secuaces.
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Mientras tanto...
Sentado bajo el porche de enfrente de la casa de la anciana mientras esperaba el regreso de Steven, Sawyer se quedó perdido en sus pensamientos observando cada casa dracónida frente a él. El hecho de no poder tomar nota de nada de lo que veía era muy triste, aunque entendiera el por qué. Sus ojos se volvieron hacia la Bola de Gloria que tenía en las manos, estudiando su color rojo antes de volver a sonreír.
Aquella mañana, creyó que simplemente disfrutaría de una mirada a las obras internas de la Corporación Devon. Algo interesante, sin duda, pero al final seguía siendo un viaje escolar normal. Apenas unas horas después, ahora se encontraba en el medio de una aldea secreta en las Cataratas Meteóricas, y posiblemente envuelto en una aventura para salvar al mundo. Peligroso y arriesgado, pero vivir una aventura como esa era una oportunidad única en la vida de la cual se alegraba de ser parte. Todo niño soñaba con ser un entrenador o un héroe en algún momento, y Sawyer no era la excepción.
Y fue entonces que otro niño de pelo verde vino a la mente de Sawyer, uno al que no había visto desde hacía tiempo, cuando le prestó su primera libreta. Sawyer volvió a mirar al suelo y suspiró. Entre ellos dos, Wally siempre había sido el más directo y proactivo, sin importar que su asma se lo impidiera. Realmente esperaba que él y Ralts estuvieran bien dondequiera que estuvieran, y que eventualmente pudieran verse de nuevo.
Sawyer cerró los ojos, y su sonrisa se tornó aún mayor. Si se concentraba, casi podía oír a Wally guiando a Ralts en una batalla, con ambos emocionados. Él se encontraba del otro lado del campo, con un Treecko igual del listo para pelear por él.
Sawyer y Wally se miraron fijamente, sonriendo y señalándose uno al otro. Sus Pokémon se lanzaron uno contra el otro, y la pelea comenzó de inmediato. Ambos Pokémon daban su mejor esfuerzo, esquivando y golpeando a paso rápido, midiéndose las habilidades uno al otro y...
- ¿A eso le llamas un ataque? ¡Ni siquiera lo sentí!
Bueno, eso no sonó como Wally, o como Ralts.
Sawyer dejó de soñar despierto y mirando a su alrededor, no encontró nada. Estuvo a punto de ignorarlo por completo hasta que escuchó más gruñidos y gritos no muy lejos de la casa de la anciana. Volteando en esa dirección, tragó en seco. Steven le había dicho que esperara, cierto, pero algo raro estaba sucediendo, y la curiosidad se apoderó de él. Y así, Sawyer caminó alrededor del edificio, y se encontró de frente con una batalla en curso.
De un lado, había un niño dracónido solo unos pocos años menor que él, con una camiseta blanca sin mangas y debajo de esta, varias capas de tela. A su lado había un Swablu, que junto con el chico estaban sonriendo al mismo tiempo mientras veían a su oponente, un Bagon de aspecto enojado que parecía listo para cargar contra ellos. Sawyer se quedó congelado y se escondió detrás de una roca cercana. El niño, por otro lado, no mostró tal miedo. En vez de eso señaló al frente, y su sonrisa se amplió más.
- ¡Ahora, usa Ráfaga!
Swablu empezó a aletear, enviando ráfagas de viento contra Bagon; el Pokémon Dragón se rodó a un lado, bajó la cabeza y se disparó al frente para dar un Cabezazo. Swablu se giró para esquivarlo, y el diminuto dragón se estrelló contra una roca. Dejó salir un chillido agudo y se frotó su cabeza acorazada, y Swablu aprovechó el momento.
Otra ráfaga tomó a Bagon por sorpresa y lo mandó a revolcarse en el suelo. El Pokémon se enfureció y trató de ponerse de pie, solo para que el niño se le tirara encima y tratara de contenerlo allí. El Bagon forcejeó para tratar de liberarse, pero el agarre del dracónido se mantuvo firme. Se rio junto con su Swablu mientras le daba palmadas en la cabeza a Bagon.
- ¡Ya ríndete, Bagon! ¡Ahora eres mío!
Sawyer parpadeó confuso, mientras Bagon chillaba y el entrenador de Swablu lo mantenía en el suelo. La forma cómo Bagon estaba actuando era muy extraña, pero el comportamiento de ese niño definitivamente lo era mucho más. No estaba seguro de si llamarlo admirable o estúpido por acercarse tanto a un Pokémon así de peligroso, pero no podía negar que ese niño tenía agallas. Se acercó un poco, tratando de contenerse la necesidad de hacerle preguntas, y luego...
El niño lo miró, y Sawyer se quedó congelado. Había quedado expuesto. El dracónido ladeó la cabeza, y su confusión fue reemplazada por una mueca de irritación.
- ¿Quién diablos eres tú? – le dijo. El miedo bajó por toda la espalda de Sawyer.
- Oh, uhm, soy... – Sawyer tragó saliva y se quedó callado, con el sudor bajándole por la cara. Él no era un mentiroso, pero este era el peor momento posible para decirle la verdad. De hecho, el chico fácilmente pudo deducirla por las ropas que llevaba, y la irritación dio paso a rabia.
- ¡Ya entiendo! ¡Eres un sootopolitano! – El chico apretó los dientes y señaló a Sawyer. – ¡Swablu, Ráfaga!
Sawyer se tiró al suelo, y la ráfaga de aire pasó volando por encima de él. De inmediato levantó las manos, con la cara pálida y los ojos abiertos como platos antes de ponerse de pie de nuevo.
- ¡No quiero hacer daño! ¡En serio! – gritó con una expresión sombría.
- ¡Como si te fuera a creer! – le gritó el niño. – ¡Lárgate, estoy ocupado con...!
Y entonces, Bagon se volvió a incorporar y gritó clamando por su libertad. El chico cayó de espaldas al suelo, y Sawyer corrió hacia él con preocupación.
- ¿Te encuentras bien? – Le ofreció una mano, pero el chico la rechazó de un manotón.
- ¡No me toques! – le dijo atravesándolo con la mirada. – ¡Ustedes los sootopolitanos nos quieren muertos a todos!
- Yo no...
Bagon dejó salir un grito de guerra, y los dos niños se voltearon para ver a Bagon a punto de lanzarse a la carga de nuevo. El dracónido frunció el cejo y apretó la mandíbula.
- ¡Dale un Picotazo, Swablu!
Swablu voló al frente y apuntó con su pico, pero Bagon fue más rápido y lo derribó de un cabezazo. El Pokémon Volador se estrelló contra el suelo, y cayó inconsciente. El chico se quedó boquiabierto.
- ¡No! ¡Swablu!
Bagon le dio una mirada a su oponente derrotado, y luego se volvió hacia los dos chicos. El dracónido tembló y se echó para atrás, pero Sawyer se mantuvo firme, congelado donde estaba mientras el Bagon parecía evaluarlos. Sawyer cogió la Bola de Gloria que le dio Steven y la puso al frente, frunciendo el cejo. Con experiencia o sin ella, tenía que hacer algo de inmediato. Apuntó, tragó en seco y la arrojó.
- ¡Yo te elijo!
La bola carmesí se abrió, y un Beldum se materializó. Un Beldum de color plateado. Sawyer ensanchó los ojos, y luego sacudió la cabeza. Este no era el momento de estar admirando a un Pokémon variocolor.
Observando al Pokémon de tipo Acero que le habían prestado, y luego a Bagon, tenía una buena idea de lo que haría este último. En efecto, se lanzó a la carga con otro cabezazo, pero pasó de largo a Beldum y se echó a correr hacia él. Sawyer retrocedió al ver a Bagon acercándose hacia él, y mirando a Beldum, comenzó a repasar lo que sabía sobre él.
- ¡Uhm, usa...!
Demasiado tarde. Bagon estaba a punto de golpearlo, y Sawyer levantó los brazos para cubrirse. Sin embargo, el impacto nunca llegó. En vez de eso, Beldum brilló con un aura metálica y embistió a Bagon en el pecho. La tierra se agrietó cuando Bagon cayó como un meteoro, gimiendo débilmente mientras trataba de volver a levantarse.
Sawyer se puso una mano encima de su corazón acelerado, y luego vio a Beldum dándole un asentimiento. Sawyer entendió el mensaje y asintió de nuevo, y luego volvió a enfocarse en Bagon. El Pokémon parecía fatigado y más furioso que antes, y aun así tenía ganas de otra ronda. Beldum comenzó a volar en círculos alrededor del Bagon, emitiendo un pitido quedamente mientras aguardaba.
Sawyer analizó a Bagon. No tenía idea de las capacidades de Beldum más allá de Cabeza de Hierro, ni las de Bagon más allá de Cabezazo. Sin embargo, Bagon parecía obsesionado con repetir el patrón una y otra vez. Y con toda certeza, Bagon bajó la cabeza y volvió a apuntar. Sawyer estuvo a punto de saltar, pero tomó un profundo respiro.
- ¡Cabeza de Hierro, al suelo!
Beldum se estampó en el suelo instantáneamente, haciendo grietas en la tierra; y la pequeña onda de choque fue suficiente para hacerlo perder el balance. Bagon rápidamente perdió el equilibrio y se estrelló sobre la tierra. Sawyer sonrió, esta era su oportunidad.
- ¡Ahora, Cabeza de Hierro de nuevo, pero no demasiado fuerte!
Beldum salió de nuevo como bala contra Bagon, y el Pokémon Dragón se estrelló contra una pared. Otra vez volvió a gemir y se agarró la cabeza, solo que esta vez no volvió a tratar de levantarse.
- ¡Sí! – exclamó Sawyer apretando los puños. – ¡Muchas gracias, Beldum!
Beldum flotó alrededor de Sawyer y echó un chirrido de alegría. Al mismo tiempo, el niño dracónido le dio a Sawyer una mirada interrogante mientras volvía a recoger a su Swablu, alternando la mirada entre él y el caído Bagon.
- Tú... lo derrotaste. – Continuó observando a Bagon, sin palabras.
- No del todo, le pedí a Beldum que se contuviera. – Sawyer se acercó más al Pokémon derrotado. – Este Bagon ha estado actuando muy raro.
Una vez más, la confusión del niño dracónido se tornó en rabia, mirando furioso a Sawyer.
- Ese es el Bagon más furioso y violento que hay en las Cataratas Meteóricas. Todos los dracónidos han tratado de capturarlo al menos una vez, y ninguno logró hacerlo. – Puso los brazos en jarras y sonrió con arrogancia. – ¡No hay forma de que un sootopolitano pueda domarlo!
Sawyer estaba demasiado concentrado en acercarse y estudiar el cuerpo del Bagon para importarle eso. Estuvo agradecido de que la biología de Pokémon Dragones había sido una de las últimas clases que habían tenido en la escuela, especialmente al ver las escamas azules bajo la mirada cansada aunque furiosa de Bagon. Tenía varios moratones de distintos orígenes, marcas de arañazos y mordidas, y varias cicatrices pequeñas y recientes alrededor de la superficie de su cabeza acorazada. Se quedó contemplándolas un rato, y entonces la vio: una horrible cortada todavía roja, justo entre la parte acorazada de la cabeza y las escamas que había debajo.
- Así que eso era. – Sawyer se rascó el mentón. – Estaba intentando calmarse el dolor, y por eso se la pasaba usando Cabezazo constantemente.
El chico detrás de él arqueó una ceja, mientras Sawyer sacaba su mochila y cogía una Poción que llevaba dentro. Luego sonrió, incluso mientras el Bagon le mostraba sus patas.
- Vamos, déjame ayudarte. – le dijo mientras le rociaba en la herida. Bagon retrocedió y se quedó tieso, parpadeando confuso. Sawyer tomó la oportunidad para seguir aplicándole el medicamento. Poco a poco fue resistiéndose menos a medida que progresaba, hasta que la lata quedó totalmente vacía. Sawyer sonrió al ver que la herida estaba menos roja que antes, y la furia del Bagon finalmente parecía aplacada.
- ¡Listo, mejor que nuevo! – dijo Sawyer, colocando la poción a un lado. – ¿Cómo te sientes ahora?
Bagon parpadeó y se frotó su cabeza acorazada de nuevo, y luego le sonrió a Sawyer más feliz que nunca. Sawyer también lo hizo, y le frotó la cabeza al Pokémon Dragón con deleite. A su lado, el chico dracónido solo podía quedarse mirando. Luego sacudió la cabeza y desvió la mirada, enfurruñado.
- No puedo creerlo.
Luego de rociarle algunas pociones de más para asegurarse que Bagon estuviera bien, Sawyer se volvió hacia el chico dracónido con una sonrisa tímida, y rascándose el cuello.
- Siento lo que pasó antes. Espero que estés bien. – le dijo, bajando la cabeza.
El dracónido de nuevo se quedó sin palabras, apretando a su Swablu y frotándose algunos de los moratones que recibió. Pero antes de poder dar ninguna respuesta, los chicos oyeron más voces.
- ¡Miren! ¡Es el sootopolitano!
- ¿Por qué Ryuga está así?
- ¡Debe haber sido culpa suya!
Sawyer volvió su atención, y vio a muchos otros dracónidos observándolos a él y a Ryuga. El chico no sabía qué decir, mientras todos le dirigían miradas de horror y furia. Quiso hablar y explicarse, pero las palabras no le salieron por más que lo intentó. Y para los dracónidos al frente, eso era suficiente.
- ¡Lo sabía! ¡No se puede confiar en los sootopolitanos!
- ¡Sí! ¡Apuesto a que también quería robarse a ese Bagon!
Todos los hombres y mujeres que lo rodeaban se fueron acercando más, mientras Sawyer tragaba en seco y se quedaba tieso. Beldum flotó y se colocó frente a ellos para protegerlo, y Bagon también tomó su postura de batalla una vez más. Sawyer no sabía que pensar, pues lo único que veía era como las miradas se volvían progresivamente más furiosas y llenas de odio hacia él. Fue suficiente dar un paso atrás en vez de tratar de defenderse, y eso no le hizo ningún favor pues los dracónidos comenzaron a atravesarlo con las miradas aún más.
- ¡Esperen! – intervino Ryuga, alzando los brazos. – Escuchen, chicos, él no...
- ¡Vamos a enseñarle!
Varios Pokémon aparecieron, Trapinch, Swablu, Bagon, y todos miraron a Sawyer de la misma forma. Fue entonces que el chico supo que no habría palabras que pudieran salvarlo. Se quedó allí, solo con Bagon y Beldum como sus únicas defensas y...
- ¡Deténganse, idiotas!
El dracónido mayor se detuvo al instante, mirando confuso hacia un lado. La anciana dracónida se acercó a ellos, acompañada de Zinnia, Aster y Steven, todos viendo la escena confundidos. Ninguno de los dracónidos amontonados supo qué decir, hasta que un hombre fornido entre ellos dio un paso al frente con una mirada furiosa.
- ¡Anciana! – dijo señalando a Sawyer. – ¡Este sootopolitano atacó a Ryuga! ¡Es peligroso!
Sawyer no pudo evitar retroceder y sudar la gota por la acusación. Ryuga se veía igual de preocupado. La anciana mantuvo la calma, y lentamente observó el cuerpo del joven dracónido antes de sacudir la cabeza y mirar fijamente al hombre.
- A mí me parece que Ryuga está bien. – Su mirada se tornó más fría. – ¿En serio estás atacando a un niño por solo haber asumido algo?
- N-no. – Esta vez fue el turno del hombre para retroceder, levantando las manos. – Nosotros...
- Sí lo hacías. Y eso no te hace mejor que los sootopolitanos. – La anciana presionó el bastón en el suelo, para luego mirar a Sawyer. – Él y el galán de pelo plateado son nuestros invitados aquí por el momento. Demuéstrales respeto, a menos que claramente hagan algo contra nosotros.
Los otros dracónidos permanecieron en silencio. Y entonces el hombre bajó la cabeza y asintió junto con el resto.
- Como diga, anciana.
La anciana no necesitó repetirlo más, así que se movió junto con su nieta y bisnieta. Sawyer dejó salir un suspiro de alivio, y se encontró con Steven acercándosele.
- Vamos a ir a ver a los soldados que tienen prisioneros, Sawyer. – Steven inclinó la cabeza para ver a los dracónidos por un momento antes de volver a mirar al peliverde. – Creo que es mejor que te quedes con nosotros.
Sawyer le dio otra mirada a los dracónidos. Las miradas no se amilanaron, y el chico tuvo un escalofrío. Le dio a Steven una mirada rápida antes de agarrar a Bagon.
- Está bien. – Se puso frente a Ryuga, sonriendo mientras le pasaba a Bagon. – Estoy seguro que cuidarás bien de él.
Ni Ryuga ni Bagon dijeron nada mientras Sawyer se daba la vuelta y se unía a Steven y a las mujeres dracónidas, dejando a todo mundo detrás mientras Beldum flotaba junto a él.
- Discúlpame, no debí haberte dejado solo. – dijo Steven.
- Está bien. No pasó nada malo. – Sawyer forzó una sonrisa, pero esta rápidamente se desvaneció al voltear hacia el suelo. – Aunque admito que fue algo aterrador.
Steven no respondió de inmediato, pero Sawyer alcanzó a ver que el Campeón apretaba los puños. Sacudiendo la cabeza, se acercó más al chico.
- Tristemente, el prejuicio frecuentemente hace que la gente actúe sin pensar. – murmuró Steven mirando hacia los dracónidos. – Ellos normalmente solo esperan lo peor de los demás.
- Entiendo. – dijo Sawyer, echando una última mirada a los dracónidos, a Ryuga y Bagon en particular.
El chico casi podía sentir que Ryuga y Bagon le devolvían la mirada mientras volvía la vista hacia el camino enfrente, pero eso no era posible. Si esas miradas que vieron antes y la reacción de Ryuga significaban algo, sería que ni él ni ningún otro "sootopolitano" sería bienvenido en ese lugar. Así, prosiguió su caminata con tristeza.
No pasó mucho antes que el grupo llegara a un pequeño corredor que llevaba más adentro de las cavernas. La entrada estaba sellada por tablas de madera y vigilada por dos dracónidos y sus Shelgons. Los dos dragones se hicieron a un lado mientras le echaban una mirada de rabia a los sootopolitanos, solo deteniéndose cuando Zinnia se adelantó para hablar con los guardias.
- ¿No han revelado nada todavía? – dijo Zinnia frunciendo el cejo, y mirando el corto camino que había adelante. Varios murmullos y gemidos se podían oír desde el otro lado.
- Nada. – dijo uno de los guardias negando con la cabeza. – Ya les hemos dicho repetidamente que perecerán si no nos dicen a dónde fue el ladrón, pero se rehúsan a responder, y dicen que el Equipo Zenith alcanzará su gloria y un montón de más tonterías.
Zinnia dejó salir un suspiro premeditado y se agarró la frente.
- Grandioso, lunáticos y sus delirios, justo lo que necesitamos. – Se volteó hacia la anciana y Steven. – Parece que solo vinimos a perder el tiempo aquí.
Steven simplemente se ajustó la chaqueta y miró hacia la oscuridad que había adelante, tratando de distinguir alguna forma fuera del final del pasaje. Hecho esto, encaró a Zinnia.
- ¿Pueden darme unos minutos con ellos?
- ¿Qué planeas hacer, sootopolitano? – Zinnia frunció el cejo todavía más. Steven simplemente le devolvió la mirada, y luego sonrió.
- Solo digamos que soy bueno para las negociaciones.
Zinnia parpadeó un par de veces, mirando al Campeón y después a la anciana. Esta le asintió y Zinnia exhaló un suspiro.
- Está bien, como quieras. – Les hizo un gesto a los guardias, y rápidamente estos levantaron las tablas. Steven a su vez asintió y les dio a Sawyer y a la anciana una breve sonrisa antes de ingresar a la prisión.
El heredero de la Corporación Devon caminó a través del corredor tranquilamente, viendo las antorchas esparcidas que iluminaban su camino lo suficiente para no necesitar una linterna. Distraídamente miró las paredes, que eran tan amarillas como toda superficie de las Cataratas Meteóricas. Si no fuese porque había asuntos más urgentes a la mano, le habría gustado tomar una muestra para analizarla. Pero rápidamente sacudió la cabeza y se enfocó en lo importante. Estaban en una situación muy seria y no podía distraerse.
Solo unos pasos más separaban a Steven de la celda propiamente dicha, que no era más que un pequeño pasaje circular apenas lo suficientemente grande para servir a dicho propósito. Y en el medio de él se encontraban al menos quince personas vestidas con disfraces ridículos de dragón, tratando de liberarse y hablando entre ellos, demasiado ocupados para notar su presencia. Steven endureció la mirada y se quedó viéndolos. Soldados del Equipo Zenith, exactamente como él los recordaba. Lo cual querría decir que probablemente serían muy estúpidos, muy desorganizados y muy, muy peligrosos.
Una mueca de disgusto cruzó por su rostro. No podía permitirse perder tiempo ahora. Así que se aclaró la garganta, atrayendo la atención de todos. De inmediato, todos los soldados se pusieron pálidos a la vez. Y entonces, uno de ellos finalmente habló:
- ¿Steven Stone?
- En persona. – Con las manos en los bolsillos, Steven se acercó más, mirando la cuerda con la que estaban amarrados. – Parece que están en un muy peculiar predicamento.
- ¡Tienes que salvarnos de estos salvajes! – dijo el mismo soldado con ojos suplicantes. – No pensarás dejarnos aquí prisioneros, ¿verdad?
- ¡Sí! ¡Los ciudadanos de Hoenn tenemos que permanecer unidos!
- ¡Nos reformaremos, lo prometemos!
Las voces y las súplicas siguieron apilándose, pero Steven no les respondió. Lo único que registró fueron las promesas incoherentes y vacías, varios insultos racistas, y más de una declaración bastante hipócrita. El Equipo Zenith había intentado rehacer Hoenn y el mundo a su propia imagen, sabían bien que él se les opondría a toda costa, y aun así esperaban que él los ayudara mientras planeaban algo peligroso, de nuevo. Steven Stone era muchas cosas, pero qué lástima que "paciente" no era una de ellas. Por fuera, solo mantuvo los ojos cerrados dándoles una sonrisa reconfortante.
- Podría negociar con nuestros amigos para que los dejen ir pronto. – Su mirada se tornó mucho más fría. – Si tan solo nos dijeran qué es lo que planea el Equipo Zenith.
Los soldados se callaron todos a la vez. De nuevo palidecieron, todavía más, y ninguno se atrevió a decir nada en respuesta. Steven siguió viéndolos fijamente, mientras el supuesto líder suspiraba y rompía el silencio de nuevo.
- Ya sabes lo de la Flor.
- También he peleado contra ustedes más veces de las que puedo recordar. No es tan difícil ver a través de ustedes. – Steven cruzó los brazos, y el receso se tornó en silencio de nuevo. Los soldados se soltaron a reír y trataron de hacerse los valientes.
- Jamás te diremos nada, "Campeón". – sonrió el líder. – ¡De ninguna manera nos harás hablar!
Desde luego, esperar que cooperaran era un sueño imposible, después de todo. Steven exhaló; tal vez era hora de volver a jugar esa vieja carta suya. Rápidamente sacó una Pokébola, y Metagross se materializó a su lado. Pudo ver que los soldados se tensaban de nuevo, y el Campeón volvió a mirarlos con frialdad.
- Este es el Beldum que destruyó a un buen número de sus compañeros en los Bosques de Petalburg, y el Metang que frustró su robo en el Monte Pyre. – Su mirada se tornó más penetrante. – Y también es el Metagross que se llevó la victoria en la Conferencia Ever Grande, que conquistó al Alto Mando, y derrotó al antiguo Campeón de Hoenn. Desde aquel entonces nunca ha caído fuera de combate, y por lo que me han dicho, su Golpe Meteórico es bastante doloroso.
La determinación fingida cayó por un momento, especialmente mientras Metagross chocaba sus patas frontales y se unía a su entrenador en echarles una mirada a los soldados. Y aun así, mientras seguía sudando, el cabecilla se atrevió a replicarle a Steven.
- ¿Y qué? ¿A dónde quieres llegar con esto?
- Les ofrecí una rama de olivo, y la rechazaron. – Steven se quedó firme de pie mientras Metagross cargaba sus patas delanteras para un Golpe Meteórico. – Les estoy dando la oportunidad de reconsiderarlo.
Y así, el pánico volvió a apoderarse de ellos. Todos veían con horror mientras Metagross preparaba su ataque, y los soldados volvieron a tratar de liberarse de sus ataduras. Incluso el cabecilla ya no se veía tan confiado, y su cara estaba mucho más pálida. Apretando la mandíbula, volvió a mirar fijamente a Steven.
- ¡No serías capaz! ¡Todos saben que eres un bonachón!
- Soy un bonachón al que se le acabó la paciencia. – El tono de Steven era como el acero, firme y agudo.
Contempló el escenario con algo más que solo interés curioso: Metagross estaba conteniendo con fuerza el Golpe Meteórico, y los soldados continuaban sacudiéndose, mordiendo las cuerdas, y cualquier otro intento de liberarse. Algunos intentaron de nuevo las súplicas, pero todas cayeron en oídos sordos. Steven simplemente esperó, espiando el puño de Metagross que traqueteaba a medida que se acercaba a ellos. El miedo aumentó, y aumentó, hasta que...
- ¡Está bien, está bien! ¡Zevie se encuentra en el Monte Chimney! ¡Ahí es donde planea usar las cosas que robamos! ¡Por favor no nos mates!
Todos los demás soldados se quedaron congelados, para luego ver al sudado, pálido y bastante avergonzado secuaz que dijo la verdad. Steven, en contraste, simplemente se dio la vuelta junto a Metagross y miró hacia el otro lado. Levantó una mano en forma de saludo.
- Muy bien. Muchas gracias por su información.
- ¡N-no te atrevas a dejarnos aquí! ¡Vamos, no hagas ese tipo de bromas!
Steven hizo una pausa, observando a los secuaces nuevamente. En ellos vio miedo, ira, vergüenza, y tal vez un poquito de esperanza en sus miradas. El Campeón cerró los ojos.
- Soy un hombre de palabra, y me aseguraré de que los liberen. Pero, solo hasta después que hayamos lidiado con Zevie. – Y antes que los secuaces pudieran causar otra conmoción, Steven les dio una última mirada gélida. – Hasta entonces, asegúrense de no enfurecer a los "salvajes", ¿de acuerdo?
Los soldados empezaron a sacudirse, gritando y lloriqueando de nuevo, pero a Steven no le interesaba nada de eso. Y así, salió del pasaje junto a Metagross, mientras las quejas de los soldados Zenith progresivamente se hacían menos audibles hasta que llegó de nuevo con el grupo. Todos le dieron miradas de interrogación, pues no habían podido oír la conversación.
- Ya tenemos una pista. – dijo sonriendo ligeramente. Zinnia se quedó contemplándolo antes de reírse divertida.
- Estoy impresionada. Creí que eras un debilucho sin carácter, y luego vas y amenazas con convertirlos en jalea. – le dijo. Steven simplemente le dio a la cronista una mirada severa antes de meterse las manos en los bolsillos.
- Esa nunca fue mi intención. – le dijo con una sonrisa rápida. – Es un viejo truco que me enseñó un amigo mío. Si te ves lo bastante serio, y la gente sabe que puedes lastimar a alguien, todo mundo esperará que se suelte la violencia.
Cierto, Sidney probablemente se habría saltado las formalidades y habría ido directo a golpearlos sin problemas, pero probablemente no necesitaba especificarlo. Zinnia se quedó mirando al Campeón de Hoenn, como si registrara lo que decía. Y entonces, sonrió y empezó a reírse, haciendo que Steven arqueara una ceja, pues esa risa sonaba algo irritante.
- Ustedes los sootopolitanos de verdad son todos iguales. Al final, siempre se abren paso en el mundo con amenazas. – La risa de la joven mujer lentamente fue bajando, pero su sonrisa no. Steven apretó los puños y la miró con ojos de pistola.
- No veo que tú hayas sido la que logró sacar resultados.
Zinnia, por una vez, no lo vio con desdén ni le hizo comentarios despectivos, sino que simplemente lo vio con confusión. No parecía que la hubiese intimidado o algo, pero Steven no estaba interesado en ello. Además, era más importante hablar con la anciana.
- Tenemos que dirigirnos hacia el Monte Chimney, y rápido. Lo que sea que esté planeando el Equipo Zenith tendrá lugar allá.
La anciana se quedó pensando en ello, y le sonrió al Campeón.
- Hay un túnel que lleva directo hacia el Monte Chimney. Uno de los pocos que los sootopolitanos no dejaron inutilizable. – Presionó el bastón contra el suelo y frunció el cejo ligeramente antes de ver a su nieta. – Zinnia, reúne a los más fuertes que haya en nuestras filas, pronto.
Zinnia asintió, y rápidamente se dirigió de vuelta hacia el claro de la Aldea Meteórica con Aster siguiéndola. Mientras su hija se marchaba, la anciana volvió de nuevo su atención hacia Steven.
- Por supuesto, confío en que tú y tu amigo no le contarán a nadie sobre este túnel, ¿verdad?
- Tiene mi palabra. – dijo Steven cruzando los brazos.
- Excelente. – La anciana volvió a sonreír mientras señalaba al frente. – Síganme, por aquí.
Mientras caminaban, Steven no se dio cuenta de la mirada de preocupación que le estaba dando Sawyer. La anciana los guio, y de inmediato emprendieron el camino fuera de la Aldea Meteórica.
Esta historia continuará...
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