Parte 2
Isla Suprema...
Desde que había sido descubierta, nadie había logrado explorar la Isla Suprema en su totalidad. Muchos habían muerto, y más todavía se habían marchado apenas llegaron, sin revelar lo que habían encontrado, pero una cosa era clara: la Isla Suprema era peligrosa, y posiblemente mortal. Siendo así, el grupo estaba más que preparado para pelear si era necesario.
A pesar del terror que había en el aire, Samuel no podía negar la belleza de la isla. La naturaleza era salvaje e indomable a su alrededor, había una brisa suave que movía los árboles y arbustos, todos repletos de bayas. Se sentía como entrar a un lugar olvidado por los tiempos, una imagen del mundo como solía ser mucho antes de que ellos nacieran. Sin embargo, el bosque también estaba en un silencio antinatural, casi como si no hubiera nadie excepto ellos. El cuarteto no bajaba la guardia, y Tony en particular ya llevaba una Bola Sombra lista para arrojarla.
- Entonces, ¿dijiste que la vida de todos los Pokémon empezó aquí? – preguntó Agatha, con una ceja arqueada ante la naturaleza que los rodeaba.
- Potencialmente. – asintió Samuel con la atención totalmente enfocada en el camino que tenían adelante. – Hay muchas teorías al respecto, pero lo que importa realmente es que hay muchas posibilidades de que sea el lugar de origen de Mew. Y si lo es, y Mew es realmente el ancestro de todos los Pokémon, esto podría ser exactamente lo que necesitamos.
- Lo único que necesitan es algo de tierra, ¿verdad? ¿No pueden simplemente agarrar un poco de esta y marcharnos? – Agatha le dio una ligera patada al suelo, arrancando algo de hierba y levantando un poco de tierra. Adalbert y Samuel examinaron el terreno, y rápidamente negaron con las cabezas.
- Con una mirada puedo ver que esto no es lo que estamos buscando. – Samuel se dio la vuelta hacia la arboleda que se hacía más densa en la distancia. – Necesitamos encontrar el punto exacto de esta isla que Mew llama su hogar. Ninguna otra cosa puede servir.
- Lo cual es más fácil de decir que hacer, cuando nadie ha podido hacer un mapa completo de esta jungla hasta ahora. – dijo Adalbert. Samuel no pudo ocultar una expresión sombría ante el recordatorio, mientras que Agatha rodó los ojos y gruñó.
- Por supuesto. Pedir un viaje fácil y rápido sería demasiado.
- No bajemos la guardia. – dijo Samuel sacudiéndose los pensamientos de la cabeza. – No sabemos lo que podríamos encontrar aquí.
Todos sus camaradas asintieron, y el grupo continuó hacia adelante. Los árboles se hacían más y más numerosos a su alrededor. En su marcha, seguían sin la compañía de ningún sonido excepto el de sus propios pensamientos. La quietud de sus alrededores apenas duró lo suficiente para que el temor se transformara en una calma casi agradable, al punto que casi sentían esperanza de que Isla Suprema no fuese tan peligrosa como creían.
Hasta que Tony se tensó de repente, mirando hacia los lados y aumentando su Bola Sombra de tamaño.
- ¿Qué ocurre, Tony? – preguntó Agatha, entrecerrando los ojos. Su hermano no respondió, simplemente se mantuvo en guardia. Y luego, se dio la vuelta y arrojó la Bola Sombra contra un árbol.
La madera salió astillada y disparada en pedazos, y el árbol se partió y se derrumbó en segundos, levantando una fuerte nube de polvo. No pasaba nada, y por un segundo, Samuel deseó que su viejo amigo solo estuviera algo paranoico.
Y entonces vino un sonido de cuchillas, y otro árbol se desplomó, partido limpiamente a la mitad. La atención del cuarteto se desvió hacia allí, y cuando el culpable salió, ninguno de ellos supo qué decir. Enfrente de ellos estaba un Pokémon marrón, con armadura y unos brazos con forma de guadañas filosas, y con una mirada viciosa fija en ellos. Era un Pokémon que ninguno de ellos había visto directamente, pero todos sabían lo que era. Un Pokémon que no debería seguir existiendo.
- ¿Eso es...? – dijo Agatha, dando un paso atrás mientras Tony tomaba una postura de batalla.
- Un Kabutops. Uno vivo. – Samuel se mordió el labio, mientras se formaban gotas de sudor en su rostro.
Como si ver un solo Pokémon que se creía extinto no fuera suficiente, detrás de la vegetación emergieron varias otras criaturas, entre ellos un Omastar, un Armaldo, un Tyrantrum, in Archeops, un Tirtouga, un Rampardos, y muchos otros Pokémon de todas las regiones conocidas. Y antes de darse cuenta, se encontraron todos en medio de varios Pokémon, todos ellos de los que no deberían existir, bloqueándoles el camino, y todos mirándolos como si fueran el más delicioso de los almuerzos.
A pesar del shock, los humanos actuaron rápidamente: Agatha sacó nueve Pokébolas de su bolsa mientras Tony miraba desafiante a sus oponentes, Samuel sostuvo una Pokébola vieja propia, y Adalbert preparó el Styler de Captura.
- ¿Cómo pueden seguir vivos? ¡Deberían haberse extinguido! – Agatha entrecerró los ojos, con los dedos listos para abrir las bisagras de sus Pokébolas.
- Pensemos en ello cuando ya no estemos rodeados, ¿de acuerdo? – Samuel tragó saliva, con los ojos fijos en los depredadores antiguos mientras daban un paso al frente.
- Intentaré contenerlos ahora. – Adalbert frunció el cejo, apuntando su dispositivo hacia adelante. – ¡Styler de Captura, vamos!
El investigador obliviano envió el trompo a girar por el suelo, y rápidamente lo dirigió describiendo círculos alrededor del Kabutops y sus aliados. Adalbert giró el bastón en el aire tan rápido como pudo, haciendo que el Styler se moviera más rápido con cada movimiento, cerrando uno, dos, tres aros alrededor de varios de los fósiles vivientes. Todo parecía ir bien, incluso perfectamente, hasta que el Kabutops sacó el Styler de curso con el plano de su brazo afilado. Antes que su amigo pudiera volver a ponerlo en movimiento, un pisotón de Tyrantrum lo partió en un millón de pedacitos.
A Adalbert se le salieron los ojos del shock, al igual que a los otros, y el Kabutops aprovechó el momento para saltar a la ofensiva, con su guadaña lista para atravesar al investigador. Pero entonces, Samuel frunció el cejo, y arrojó su propia Pokébola.
- ¡Charizard, Anillo de Fuego!
La vieja Pokébola se abrió hacia el cielo, dejando salir a su compañero más antiguo con un poderoso rugido. Esta voló directo hacia el suelo, dando un devastador puñetazo, enviando ondas de choque y llamas por debajo de la tierra, directo hacia Kabutops. El fósil trató de detenerse, pero las llamas lo envolvieron y lo mandaron convulsionando contra el suelo.
Charizard tomó un profundo respiro y lentamente recargó sus energías, pero un potente chorro de Hidrobomba lo derribó en el suelo. El Pokémon de Fuego intentó volver a ponerse de pie, solo para que varios de los fósiles le hicieran montón y lo forzaran a permanecer donde estaban, arañándolo, mordiéndolo y disparándole ataques mientras intentaba liberarse, sin éxito.
Samuel permaneció tieso, todavía demasiado conmocionado para ordenar nada, mientras su inicial continuaba siendo brutalizado. Había visto su buena porción de Pokémon poderosos y violentos en su tiempo como entrenador, pero la pura alegría y poder que estos Pokémon desplegaban tratando de despedazar a sus Pokémon era algo que jamás había visto antes. A pesar de todo, Samuel frunció el cejo y señaló a sus enemigos,
- ¡Charizard, usa...! – El investigador kantoniano tuvo que agacharse cuando un Híperrayo pasó volando hacia su cabeza, aniquilando varios árboles y rocas detrás de él. Luego tuvo que saltar para evitar la cuchillada de otro Kabutops, todo mientras Charizard trataba de quitar del medio a todos los Pokémon que lo tenían contra el suelo, pero sin éxito. Más y más Pokémon empezaban a amontonárseles, sin darles un segundo para pensar claramente y planear una contraofensiva. Samuel seguía intentándolo, pero uno de los Kabutops lo tiró en el suelo y lo mantuvo allí. La mirada del Pokémon antiguo se quedó grabada en él, y fue solo entonces que pudo verle los ojos a su asaltante.
Lo que vio en ellos fue una mirada penetrante, fría y macabra, no muy diferente a la de los habitantes de los Bosques Drowning. Pero Samuel podía notar una diferencia: aquellos Pokémon Fantasmas eran inteligentes y eran plenamente conscientes de lo que causaban, casi a niveles humanos. Estos fósiles vivientes no eran así. No había rastro de inteligencia en sus ojos: no era más que un instinto feroz y primitivo. Eran cazadores, y ellos sus presas.
Al darse cuenta de ello, Samuel solo pudo mirar en completo terror mientras el Kabutops levantaba su cuchilla en alto para el golpe final. Y entonces, la bajó.
- ¡Tony, Mirada Maligna!
La cuchilla del Kabutops se detuvo en el aire, al igual que el resto de su cuerpo, y sus ojos mostraban sorpresa y confusión. Samuel parpadeó, y entonces se dio cuenta de que todos los Pokémon salvajes que los habían atacado se encontraban en la misma condición. Fue en ese momento que notó que Tony les saltaba encima a una pila de Omastars, sonriendo con orgullo. Ambos, Samuel y Adalbert se sorprendieron del giro de eventos, incluso al liberarse del agarre de los Pokémon, y Samuel pudo ver que Charizard hacía lo propio, con el cuerpo lleno de rasguños, moratones y sangre por el asalto. Y entonces, Agatha salió al frente, mirando a los dos hombres de ciencia y a los feroces Pokémon.
- Esto no durará para siempre. Vayan a buscar su estúpida tierra, yo los contendré aquí. – Sostuvo en alto su Pokébola, como para puntualizar su declaración. Samuel frunció el cejo.
- Agatha, es peligroso...
- Soy la líder del Gimnasio de Ciudad Viridian. – Las otras nueve Pokébolas se abrieron a la vez, revelando a Arbok, Crobat, Mismagius, y varios otros de su equipo más fuerte. Luego les dio la espalda a los dos hombres, y Tony se le unió al lado. – Podemos hacerlo. ¡Váyanse!
Samuel habría querido disuadirla de esa idea, hasta que notó que los Pokémon salvajes empezaban de nuevo a moverse ligeramente, y Tony lideró la carga de los Pokémon de Agatha con una ráfaga de Bolas de Sombra mientras él y su hermana comenzaban a atacar antes que pudieran devolverles el favor. Al ver eso, Samuel solo pudo darles a los hermanos Grimm una cabezada silenciosa de ánimos y recuperar a su Charizard, antes de fijar la mirada con Adalbert y asentir junto con él. Con ello, él y su amigo obliviano salieron corriendo fuera del bosque mientras la batalla de Agatha comenzaba realmente, dirigiéndose hacia el corazón de Isla Suprema.
...
Samuel y Adalbert continuaron corriendo por el cada vez más denso bosque, haciendo su mejor esfuerzo para evitar caer en el escarpado descenso que tenían a su lado izquierdo, que resultaba muy difícil pues todo era muy borroso mientras corrían. El silencio había retornado, pero después de su anterior emboscada, ninguno de los dos estaba dispuesto a bajar la guardia de nuevo. Después de varios minutos, Adalbert dio la vuelta, sin detenerse y frunciendo el cejo al ver atrás.
- ¿Qué onda con esos Pokémon? No deberían existir hoy en día, y eran tan...
- Tengo una teoría. – Samuel entrecerró los ojos, pensando profundamente. – Mew es el ancestro de todos los Pokémon, ¿correcto? Quizás los otros Pokémon de este lugar desciendan directamente de él. Son como los primeros Pokémon que caminaron por la Tierra, con la mentalidad de cazadores agresivos de ese tiempo. Los Pokémon como solían ser originalmente, más o menos.
Adalbert no respondió a los susurros de su amigo, pero su expresión sombría y mirada de preocupación fue suficiente para responderle a Samuel. No era una teoría corroborada por mucha evidencia, pero con tanto que no se sabía sobre Mew, no podía descartar la posibilidad de que fuese real. E incluso si no fuese el caso, eso no cambiaría el hecho de que los Pokémon que los rodeaban eran los peores entre los peores, los Pokémon más agresivos que jamás conocerían. Muy lejos de aquel Bewear enojado que perseguía a dos niños estúpidos.
Samuel brevemente consideró dejar salir de nuevo a su Charizard, hasta que recordó todas las horribles heridas y cortadas que recibió de sus oponentes. Probablemente estaba muy lejos de estar en forma, y no podía arriesgar su vida contra otros Pokémon poderosos. De no haber apresurado su expedición a Isla Suprema para completar su investigación, posiblemente se habría permitido reentrenar a algunos de sus otros Pokémon y no quedarse casi sin opciones.
Los ojos del Kantoniano se quedaron fijos en su amigo, con los puños apretados y todavía con una expresión sombría. La tensión entre ambos era palpable y obvia, pero incluso con todas las preocupaciones en el mundo sabían que no podían permitirse perder el tiempo. No ahora.
Y cuando oyeron un ruido de hierba moviéndose, se detuvieron rápidamente sobre sus pasos. Unos cuantos Tyrantrums y muchos otros fósiles vivientes los rodearon, y ambos investigadores se quedaron lívidos. Samuel en particular se tensó bastante, con la mirada vacía mientras un Tyrantrum lentamente avanzaba hacia ellos. Apretó sus puños: si su abuelo estuviera ahí, habría encontrado una forma de someterlos a todos y continuar su camino sin detenerse. No lo habrían acorralado así, ni tampoco se habría sentido tan inútil e impotente.
El investigador kantoniano tragó saliva, volteando a ver a su amigo. Fue entonces que se dio cuenta de que la mirada de Adalbert estaba distante, como si su mente estuviera en otra parte, con todos los Pokémon super fuertes que los rodeaban. Pero antes de poder preguntarle qué pasaba, el obliviano suspiró, metiendo una mano entre su mochila.
- Creo que no hay otra salida. – Su mirada se desvió hacia Samuel, mientras le indicaba que siguiera adelante con la cabeza. – Sigue tú, Samuel. Yo me encargaré de ellos.
Samuel no lo entendió, hasta que vio que su amigo agarraba un puñado de bayas entre sus manos, entre ellas varias Oran y Sitrus, aplastándolas todas hasta que el jugo las cubrió por completo. Samuel se quedó congelado, mientras los recuerdos le inundaban la mente, mientras Adalbert veía desafiante a los Pokémon frente a él.
- ¡Si están tan hambrientos, vengan por mí! – les gritó, agitando sus brazos empapados de jugo de bayas para atraer su atención. Los Pokémon antiguos olfatearon el aire, y dirigieron su atención a Adalbert. Todos enseñaron los dientes y corrieron hacia él, listos para morderlo y despedazarlo mientras estaba totalmente quieto.
Samuel apretó los puños y actuó por instinto, tacleando a Adalbert y mandándolos a ambos a rodar por el despeñadero justo a tiempo. El mundo a su alrededor empezó a dar vueltas mientras rodaban colina abajo, y Samuel siguió empujando a Adalbert en el descenso. Pudo escuchar que los Pokémon salvajes empezaban a pelear entre ellos despedazándose unos a otros, y sus rugidos de agonía les mandaron escalofríos por toda la espina.
No supo por cuanto tiempo estuvieron rodando hasta que se dieron de espaldas contra una gran roca, parando su descenso. Samuel todavía podía oír a los Pokémon peleando y despedazándose entre ellos en la distancia, así que levantó un dedo para que su amigo guardara silencio, enterrando la mano en la tierra para enmascarar el olor de las bayas. Después de lo que pareció una eternidad, los gritos de los Pokémon se volvieron más distantes, desvaneciéndose lentamente. Si fue que se largaron o que se mataron entre ellos, esa era una pregunta que Samuel prefería no hacerse. El investigador suspiró de alivio, y le dio una mirada muy severa a su amigo.
- ¿En qué estabas pensando? – exclamó Oak firmemente, agarrando a Adalbert por las muñecas. Adalbert evitó su mirada, y frunció el cejo.
- Atraía su atención para que pudieras continuar, por supuesto.
- ¿Y por qué tuviste que usar ese truco de bayas de nuevo? Podías haberlas simplemente arrojado lejos, en vez de convertirte en el blanco.
- ¡Me lo merecía! – Adalbert volvió a atravesarlo con la mirada. – ¡Muchas personas han muerto por culpa de mi Styler de Captura, no hay forma de que pueda enmendar todo eso! ¡Las Naciones de Guardianes seguramente podrían encontrar a un mejor Jefe de Tecnología que refleje lo que ellos quieren, y tú no me necesitas para completar nuestra investigación! ¡Si mi vida vale de algo, esta sería una forma!
La mirada de Adalbert se tornó más dura mientras continuaba, respirando con pesadez al terminar. Samuel no supo qué decirle hasta que le vio los ojos: tenía la misma mirada perdida y solemne que le vio años antes, cuando se vieron al comienzo de la guerra, una mirada que solía ocultar debajo de mucha motivación y determinación. ¿Acaso las acciones de los Guardianes eran demasiado para él? ¿Planeaba dejarse matar durante la misión? Samuel no tenía idea, pero su respuesta fue inmediata, y miró severamente a su colega.
- ¿De qué diablos estás hablando? Vinimos aquí para ayudar al mundo entero, y eso incluye a las Naciones de Guardianes. ¡No pueden permitirse perder a una de sus mentes más brillantes! – Su expresión se tornó más dura, y miró cara a cara a Adalbert. – ¡Y yo tampoco quiero perder a un amigo!
- Sam... – Adalbert parpadeó confuso, mirando fijamente a los ojos de su amigo.
- Si realmente tienes la necesidad de enmendar lo que hiciste, aunque no hayas matado realmente a nadie por tu propia mano, tienes que vivir. Sé mejor. Ayuda a otros a que hagan lo mismo. Y poco a poco, haz del mundo un lugar mejor. Morir no hará nada excepto empeorar las cosas. –Samuel soltó los brazos de su amigo, y le ofreció su mano. – Eres mejor que eso, Adalbert. No vuelvas a tomar esas decisiones apresuradas nunca más.
Adalbert se quedó en silencio, con los ojos muy abiertos mientras contemplaba la mano de Samuel. Varias emociones en conflicto parecían revolverse en su interior, como si no supiera que decir. Sam mantuvo su mano estirada, esperando que la tomara, y finalmente, con una mirada de culpa en el rostro, Adalbert la aceptó.
- Gracias. No sé qué me pasó.
- La culpa puede afectar mucho a la gente, yo lo sé bien. – dijo Sam, ayudando a su amigo a ponerse de pie. Los dos intercambiaron una breve sonrisa, pero rápidamente entendieron que no era tiempo de lindezas. Después podrían arreglar cualquier problema que tuvieran con calma. Adalbert se ajustó su propia mochila, y volvió a fruncir el cejo una vez más.
- Podemos pensar en ello más tarde. Ahora, lo único que tenemos que hacer es averiguar dónde estamos y...
- ¡Meeeeeee! – Un grito chillón, casi juguetón, resonó por todo el bosque y captando la atención de los dos investigadores.
- ¿Qué fue eso? – preguntó Adalbert. Samuel frunció el cejo y señaló a un camino detrás de ellos.
- No lo sé, pero vino de por allá.
Su amigo obliviano se giró en la misma dirección, mirando hacia el pequeño camino que llevaba hacia el oscuro bosque. Él y Samuel intercambiaron una cabezada rápida, pues la única decisión que podían tomar era clara. Y así, sin decir más palabras, los investigadores comenzaron a adentrarse aún más, esperando que no hubiera más Pokémon antiguos que vinieran por ellos. Afortunadamente, no hubo más emboscadas por el camino, y tras una breve caminata entre los árboles se abrió un hermoso y pequeño claro, con varias espadañas que sobresalían de entre la hierba. Con el sol brillando en lo alto y enmarcando el pequeño jardín con su luz, el lugar daba un sentido de belleza casi etéreo, como si ningún humano jamás hubiera puesto un pie en ese lugar hasta entonces. Una especie de santuario prohibido, tal vez algo que esos antiguos Pokémon estaban tratando de proteger.
- Increíble... este lugar se siente completamente diferente del resto de la isla. – dijo Samuel, echando un ojo a los alrededores con gran curiosidad. Adalbert continuaba con el ceño fruncido, enfocando su atención en la hierba que tenían debajo.
- ¿Crees que esto sea...?
- Podría ser. Solo hay una forma de averiguarlo. – Samuel se arrodilló en el suelo, y poniendo una mano sobre la hierba, comenzó a jalarla.
Y se fue de espaldas cuando un disparo de energía psíquica concentrada casi lo golpea. Se quedó congelado, y el miedo le enchinó la piel mientras miraba hacia arriba, donde vio a Adalbert de la misma forma.
En cualquier otra ocasión, Oak y Hastings habrían sentido una enorme alegría y emoción de ver a la criatura rosa, casi felina que flotaba a pocos metros de ellos. Un Pokémon tan elusivo que muchos creían que no era más que un espejismo.
Pero con la mirada furiosa que prácticamente les estaba preguntando qué estaban haciendo ese par de intrusos en su hogar, ninguno de los investigadores se encontraba particularmente dispuesto a expresarle su emoción al Mew. Menos todavía cuando sus ojos brillaron de azul pálido, y una energía psíquica se envolvía alrededor del Pokémon Mítico. Adalbert tragó en seco, sintiendo que se le bajaba por la cara un sudor frío.
- Dudo que tenga alguna simpatía por nosotros aquí.
Samuel no replicó, pues su mirada se mantenía fija en el claramente hostil Mew. Ni siquiera podía reconocer cuáles ataques estaba por usar contra ellos, pero una cosa era clara: el Pokémon en verdad era tan poderoso como las leyendas decían que era, y se verían completamente superados aunque tuvieran Pokémon utilizables o un Styler de Captura. Y aunque pudieran enfrentarlo, nada garantizaba que Mew fuese a ceder tampoco. Si tan tolo él fuese Pallet Oak, nada de eso habría...
En ese punto, Samuel apretó los puños y se aclaró la mente. No podía seguir comparándose con su abuelo: por mucho que lo respetara, no era Pallet Oak el que se enfrentaba a Mew, era Samuel Oak, y necesitaba resolver la situación de la manera en que solo él podía hacerlo, sin recurrir a la fuerza. Tal vez fallara, o no llevase a nada, ¿pero acaso les quedaba algo que perder en ese punto? Con eso en mente, Samuel exhaló, tratando de calmarse mientras daba un paso al frente.
- Hey, sé que acabábamos de invadir tu hogar, pero... – Un rayo de energía psíquica casi atravesó a Samuel, forzando al kantoniano a levantar las manos. – ¡Por favor detente! ¡Solo quiero hablar!
Mew no dijo nada, aunque si fue porque era incapaz de hablar lenguaje humano o porque no quería rebajarse a hablarles, Samuel no tenía idea, pero mientras continuaba flotando sin intentar atacarlos de nuevo, Samuel decidió jugársela. Intentó pensar en algo que decir, solo para darse por vencido con un suspiro a la mitad, pero miró al Pokémon Mítico, y se puso firme.
- Lo entendemos, invadimos tu hogar de la nada, y probablemente creas que venimos a capturarte. Tiene sentido que estés tan alarmado. – Se puso la mano en el corazón, con la mirada seria. – Pero en serio no queremos hacerte daño. Solo necesitamos una muestra del suelo de aquí, para hacer del mundo un lugar más seguro para todos. Puedo entender que no te agraden los humanos, pero esto es muy importante para nosotros. No vamos a tratar de capturarte ni a hacerle daño a tu hogar de ninguna manera, y jamás regresaremos ni revelaremos tu ubicación a nadie a menos que sea absolutamente necesario. Así que por favor, solo déjanos llevarnos un trozo de suelo, aunque sea poco. Nos iremos en cuanto lo tengamos.
Samuel juntó las manos, mirando suplicante al poderoso Pokémon Psíquico. El Mew solo flotaba donde estaba, con la mirada todavía fija en Samuel y su colega. Pasaron varios segundos muy pesados, sin ningún sonido más que la hierba moviéndose al viento en todo el claro. Y entonces, los ojos de Mew volvieron a brillar. Ambos, Samuel y Adalbert sudaron frío, y se prepararon para el golpe.
Por lo cual se sorprendieron cuando el Pokémon Psíquico desvió su atención hacia la hierba, cortando un trozo triangular de la tierra y dejando caer un trozo bastante grande enfrente de los dos investigadores. Ambos hombres lo observaron sin decir palabra, aunque el significado del gesto fuese muy claro.
Samuel miró al Pokémon de nuevo esperando respuestas, pero Mew solamente le sonrió y le asintió afirmativamente, moviendo la cola y flotando hasta desaparecer de vista sin dar respuesta alguna. Eso estaba bien para él, y se quedó observando la dirección en la cual se fue.
- Gracias, Mew. – dijo dándole al Pokémon Mítico una sonrisa propia. Adalbert miró el bloque de tierra, y después a su amigo, para luego reírse felizmente.
- Bueno, sin duda eres un excelente orador, Sam.
- Mi discurso no fue tan bueno, solo dije lo que sentí que era necesario. – Samuel se frotó la noca, fijando la mirada de nuevo en el montón de tierra. – Aunque creo que dio frutos.
- Cierto. – El investigador obliviano asintió, mirando el camino por el que vinieron. – El único problema es cómo nos la vamos a llevar. Hay una posibilidad muy grande de que veamos más Pokémon híper agresivos por el camino de vuelta, y no creo que atiendan a razones.
- Es cierto. Por eso es que tenemos que trabajar. – sonrió Samuel, sintiendo que se desbordaba de ambición.
Adalbert entendió inmediatamente a lo que se refería, y sin decir más palabras, sacó de su mochila lo que necesitaba, y empezó a trabajar con su amigo. Tenían una labor importante que cumplir.
...
Agatha Grimm no era una extraña con las batallas difíciles, pero siendo incluso una entre las más prominentes de la generación de "Entrenadores Legendarios", era muy difícil manejar a tantos enemigos y Pokémon a la vez. Había tenido ya que retornar a varios miembros de su equipo por daños o por cansancio. A pesar de todo, la líder del Gimnasio Viridian continuaba manteniendo su línea de defensa, esquivando los ataques mientras Tony y su Arbok continuaban peleando junto a ella.
- ¡Arbok, Colmillo Venenoso! – gritó Agatha, girando rápidamente hacia su hermano. – ¡Tony, detrás de ti!
El sablazo de un Kabutops falló totalmente a Tony, y el Gengar se zambulló entre el suelo, haciéndose un charco de oscuridad y escurriéndose por debajo del fósil. El Grimm más joven se materializó detrás de él, soltando una ráfaga de Brillo Mágico en el Pokémon de Agua a quemarropa y enviándolo lejos, directo a una pila de varios fósiles derrotados.
Arbok lo estaba haciendo bien, saltando y enrollándose alrededor de un Cradily antes de hundirle sus colmillos púrpuras en la piel de roca del Pokémon tipo Hierba. El Pokémon prehistórico se sacudió violentamente, pero el Pokémon de Agatha no soltó su agarre. Y entonces, varios Armaldos y Archeops se reunieron alrededor del Cradily, embistiendo a Arbok con su cuerpo y manteniendo al Cradily aplastado contra su peso, al parecer sin que les importara el Pokémon de Hierba en tanto lograran destruir a la serpiente. Agatha retrocedió al ver gritar de dolor a su primer compañero bajo el peso de los Pokémon, lo suficiente para regresarlo a su Pokébola, y dejando a Tony como su único Pokémon activo.
La líder de gimnasio echó una mirada al campo de batalla: aunque ya habían podido derrotar a cerca de un centenar de fósiles, más y más de ellos seguían apareciendo, como si toda la población de la isla fuera convergiendo hacia ellos. Su mirada se desvió hacia Tony, y su pequeño hermano se puso junto a ella, jadeando y respirando a bocanadas mientras intentaba poner un rostro valiente, y luego miró hacia sus muchos sanos y viciosos oponentes que les cortaban cualquier ruta posible de escape. La mayor de los Grimm sacudió su cabeza, suspirando. No tenían casi posibilidades de lograrlo.
- Bueno, siempre supe que algún día Sammy terminaría matándome de alguna manera. –Agatha soltó una risa amarga, y su mirada se ensombreció apenas un poco mientras miraba a su hermano. – Lo siento, Tony.
Los dos hermanos se agarraron de las manos, intercambiando una mirada de determinación antes de enfocarse en los enemigos que tenían enfrente. Si ese era su final, por lo menos se asegurarían de que fuese uno bueno. Pero afortunadamente, eso no iba a suceder.
- ¡Charizard, Lanzallamas!
Un poderoso torrente de llamas atravesó el aire, con la fuerza y sorpresa suficiente para captar la atención de todos. Agatha y Tony también miraron hacia arriba, viendo a Samuel y Adalbert mirando a los combatientes desde un punto elevado que estaba cerca. Al lado de su rival se encontraba su viejo Charizard, demasiado golpeado, herido y cansado para representar alguna amenaza. Y aun así, Samuel sonreía mientras acariciaba la cabeza de su Pokémon.
- Gracias, viejo amigo. Descansa bien.
Su amigo y rival recuperó a su inicial, y Agatha entendió que solo lo hicieron para hacer que todos enfocaran su atención en ellos. El por qué haría algo tan suicida escapaba a su comprensión, y rápidamente entrecerró los ojos, confusa.
- ¿Qué es lo que estás...?
- ¡Adalbert, cubre mi rastro! – gritó Samuel, volteando a ver a su amigo.
- ¡De acuerdo!
Samuel saltó desde el punto elevado, justo en medio de todos los Pokémon que atacaban. Adalbert lo siguió directo en sus pasos, arrojándoles varias bayas a los Pokémon para mantenerlos distraídos lo suficiente para que su amigo siguiera adelante. Ninguno de los hermanos Grimm entendió exactamente lo que planeaban los científicos, pero entendía lo suficiente para saber que varios Pokémon a punto de lanzarse a matar a su amigo no serían buenos para sus planes. Ella intercambió una mirada con Tony y su hermano le dio un pulgar arriba, enfocando sus ojos para ejecutar otra Mirada Maligna, atrapando a los Pokémon que los rodeaban donde estaban igual que antes, lo suficiente para que Sam llegara a salvo junto a ella, con una sonrisa de alivio.
- Gracias, Agatha, lo necesitaba. – dijo Samuel con honestidad, tomando un profundo respiro y escaneando la multitud reunida de Pokémon a su alrededor. Adalbert hizo lo mismo, encarando de nuevo a su amigo, y asintiendo.
- Ya deberíamos estar listos.
- ¡De acuerdo! – exclamó Oak. Agatha arqueó de nuevo una ceja, mientras Tony ladeaba su cabeza con confusión.
- ¿En qué rayos están pensando ustedes dos? ¿Por qué volvieron con tanta prisa aquí?
- Es el único camino de vuelta, y no hay otra ruta alternativa. – Metiendo la mano en su mochila, su amigo cogió el dispositivo esférico en el que había trabajado durante tantos años. – Digamos que tendremos que hacer una pequeña prueba para ver si funciona.
- ¿Aquí? – Agatha frunció el cejo, más perdida todavía.
- Es eso, o que nos maten. – Samuel se encogió de hombros. – Y para asegurarme de que funcione, necesitaré estar en el centro de todo.
- ¿Qué dices?
Antes de que Agatha pudiera verle sentido a los estúpidos planes de Samuel, un grito penetrante resonó en el aire, y todos los Pokémon fósiles empezaron a moverse de nuevo, corriendo hacia Samuel y empezando a lanzar una ráfaga de ataques en su dirección. Los tres humanos se movieron para esquivar el asalto, mientras Tony hacía lo mejor que podía para mantener a los enemigos a raya. Sin embargo, era claro quién llevaba la ventaja.
- ¡Es ahora o nunca, Sam! – gritó Adalbert, evitando una Hidrobomba de un Omastar cercano. Y sin más preámbulo, Samuel agarró el prototipo y lo sostuvo frente a él con un gesto fruncido y lleno de determinación.
- ¡Adelante!
Samuel presionó un botón en el dispositivo, justo cuando todos los Pokémon se preparaban para converger a su alrededor. Una enorme cantidad de energía empezó a cargarse alrededor del prototipo, y al sentir el peligro todos los Pokémon se acercaron más y más. Adalbert se mantuvo cerca de su amigo, listo para defenderlo, mientras los hermanos Grimm hacían lo propio.
El instrumento del Proyecto Coexistencia comenzaba a brillar. Los Pokémon se acercaron más que nunca, listos para atacar.
Y entonces, una enorme ráfaga de energía salió del dispositivo. Era un flujo continuo e imparable de radiación y sentimientos, algo que los Pokémon trataban de combatir desesperadamente, mientras Sam continuaba sosteniéndolo en alto y triunfante, como si fuese él quien le daba poder.
Mientras el dispositivo se estabilizaba, su salida de energía decreció lenta e inexorablemente, hasta que se quedó en un ruido leve y casi inaudible sin efectos visibles. Hasta los Pokémon dejaron de combatirlo, simplemente se quedaron dónde estaban mirando con expresiones vacías, como si estuvieran confundidos sobre qué hacer. Hasta Tony se notaba algo nervioso, con una mano sobre la cabeza mientras gruñía. Nadie se atrevió a decir nada, y mantuvieron los ojos enfocados en las acciones de los Pokémon prehistóricos.
- ¿Dio resultado...? – preguntó Agatha, con los ojos fijos en la expresión confusa de su hermano. Ninguno de los investigadores replicó, todavía mirando fijamente a sus agresores. Poco a poco, los Pokémon parecieron recuperar el sentido, con los ojos fijos en sus futuras presas.
Y entonces, simplemente les dirigieron una mirada confusa, algunos hasta intrigados, otros simplemente perdiendo interés. Ninguno de ellos quería atacar. Estaban pacificados.
Los ojos de Agatha se fijaron en Tony, que tenía una expresión bastante relajada mientras levantaba los brazos y los estiraba, asintiéndole a su hermana para confirmar que se encontraba bien. Al no ver más amenaza, las mentes más brillantes en las naciones de Entrenadores y Guardianes sonrieron triunfantes.
- ¡Sí! – gritó Samuel, sosteniendo el prototipo funcional más alto que antes.
- ¡Realmente funcionó, Sam! ¡El Proyecto Coexistencia funciona! – exclamó Adalbert, y Samuel asintió, mirando junto con su amigo los frutos de sus años de trabajo.
- ¡Ahora definitivamente podremos cambiar al mundo!
Mientras los Pokémon salvajes los dejaban en paz y se retiraban de vuelta a los confines de Isla Suprema, los hermanos Grimm también sonrieron. Contra todo pronóstico, ese par de idiotas realmente habían encontrado una forma de hacer del mundo un lugar mejor.
...
Mientras el barco comenzaba su lento viaje de retorno de regreso a Alola, y el cielo empezaba a tornarse color carmesí, Samuel y Adalbert no pudieron evitar chequear y tomar notas de cada elemento de su ahora funcional prototipo, solo en caso de que algo saliera mal y tuvieran que reiniciar todo desde cero. Al final, lograron llevarse consigo una parte más que considerable del suelo de Isla Suprema, lo suficiente para que les durara hasta que encontraran una forma de replicar sus efectos y características.
Y así, los dos investigadores se quedaron frente a un escritorio en la cubierta del barco, escribiendo notas por todos lados, mientras Agatha y Tony observaban divertidos. Hasta Booker, que estaba tan ocupado manejando el barco, les dio una sonrisa de aprobación a su hermano y a Samuel.
- ¿Es decir que con esta cosa, pueden asegurarse que no habrá más problemas con Pokémon salvajes? – preguntó Agatha, observando el invento. Tony pareció sentir curiosidad para tocarlo con el dedo, pero se abstuvo casi de inmediato.
- Eso sería una exageración, pero definitivamente ayudará a hacer las vidas de todos más simples en el mundo, lento pero seguro. Habrá menos Pokémon sociópatas o asesinos. – La mirada de Samuel se tornó sombría por un segundo, pero rápidamente recuperó su sonrisa entusiasta mientras les asentía a los hermanos Grimm. – Gracias por la ayuda, a los dos.
- Solo vinimos a ayudarlos a espantar algunos Pokémon. – dijo Agatha negando con la cabeza. – Ustedes son los que deberían recibir los agradecimientos.
Tony estuvo de acuerdo, dándoles a ambos investigadores una gran sonrisa y un pulgar arriba. Aunque siguiera forzado a permanecer como un Gengar, saber que su amigo estaba feliz por los resultados les dio a Samuel algo de paz mental. Agatha cruzó los brazos, con su siempre presente sonrisa en el rostro.
- Ahora por fin podrán revelarle su proyecto al mundo, y todo serán rayos de sol y arcoíris, ¿no?
Al oír eso, Samuel y Adalbert dejaron de tomar notas con sus escritos, e intercambiaron miradas rápidas. Agatha levantó una ceja, y Oak exhaló antes de aclararse la garganta, pasando la mirada de su colega a su vieja rival con intranquilidad.
- Acerca de eso... – El investigador obliviano le asintió, y la expresión de Samuel se tornó seria. –Hastings y yo ya acordamos que su participación se mantendrá en secreto, y que los detalles específicos del Proyecto Coexistencia no serán divulgados.
Agatha, Tony y Booker se giraron hacia ellos, con los ojos ensanchados del shock. Ambos, Samuel y Adalbert negaron con la cabeza. La reacción ya se la esperaban, incluso después de las discusiones que los investigadores habían hecho respecto al tema.
- ¿Y por qué, exactamente? – preguntó Agatha, con un tono duro y una mirada demandante.
- Créeme, no fue una decisión fácil. – Samuel se quitó el sudor de la cara, mirando hacia el mar. – Nuestra meta era hacer del mundo un lugar mejor. Si revelamos lo que hicimos, con ambas facciones todavía en guerra, nos ejecutarán a ambos por traición y nunca implementarán lo que hicimos. Eso haría que todos estos años de trabajo hayan sido por nada.
- Yo podría fácilmente vender el Proyecto Coexistencia como una especie de "Styler pasivo", en lo que concierne a la Unión de Guardianes y cómo aplicar nuestra investigación allá. – dijo Adalbert, acariciándose el bigote. – Así que no tengo problemas con darle todo el crédito a Samuel para que pueda ayudar a las naciones de Entrenadores y neutrales.
Luego le dio a su amigo una palmadita en la espalda. Samuel apreciaba el gesto, a pesar de que no le hizo sentirse menos culpable por tomar todo el crédito. Era necesario, pero no tan ideal como podría haber sido. Aun así, asintió y le sonrió, poniéndose la mano en el corazón.
- Me aseguraré de mantenerme discreto con las partes importantes. Fuera de algunas teorías de conspiraciones, estoy seguro de que no ocurrirá nada malo una vez que los resultados se vean.
- Es decir que lo que hicieron fue totalmente inútil para detener el conflicto. – Agatha frunció el cejo, desviando la mirada de su amigo.
- En lo más mínimo. Adalbert y yo podemos seguir trabajando en implementar nuestros hallazgos por nuestra cuenta cuando sea necesario, podemos seguir trabajando juntos, y mejorar nuestras investigaciones en el proceso para evitar que nuestras regiones sigan experimentando accidentes que puedan inducir otras guerras. Es un intercambio por la posibilidad que no estamos seguros de que las cosas vayan bien en este momento. – Samuel puso los brazos en jarras, con la sonrisa más radiante que antes. – Podría no ser un efecto tan grande como podríamos pedirlo, pero ayudará a mejorar las cosas y asegurará que ocurran menos tragedias en este mundo. Las sonrisas en los rostros de todos son la única recompensa que necesito.
Agatha continuó mirando a su amigo, pero finalmente se rio, para sorpresa de todos. Le dio un golpecito juguetón restándole importancia.
- De verdad terminaste convirtiéndote en Pallet Oak, al final.
- Ya te lo dije, ¿no es así? – Samuel también se rio. – No soy Pallet Oak, Soy Samuel Oak. Y me aseguraré de mantener mi promesa.
Agatha, Tony, Adalbert e incluso Booker también le sonrieron, todos con aprobación por lo que habían hecho. Y con ese conocimiento y la felicidad con ellos, se giraron hacia el sol que empezaba a ponerse en el horizonte, bajando la cortina de la era de Pokémon híper agresivos y abriendo camino hacia un futuro mejor y más brillante.
(--0--)
Tiempo presente...
- Acabo de entregar el paquete a la Fundación Oak por la Paz, ya todo debería estar bien. Por ahora, tengo otros compromisos qué cumplir.
Samuel asintió, hablando con su joven amigo Tracey al otro lado de la pantalla, ajustándose sobre su asiento en el medio de su laboratorio de Pueblo Paleta.
- Me parece bien. Espero que disfrutes de tu tiempo en Ciudad New Tork. Y gracias de nuevo por tu ayuda.
Tracey sonrió y se despidió del Profesor, antes de apagar su videoteléfono y dejando a Oak de frente con la pantalla negra. Con lo ocupado que estaba, le agradaba saber que podía contar con personas como Tracey para que lo ayudaran. Una pena que no pudiera ser su asistente a tiempo completo.
Aun así le alegró que la rama en las Islas Decolore de la Fundación Oak por la Paz podría continuar su trabajo en el Proyecto Coexistencia sin problemas: le llevó más tiempo de lo que habría querido prepararlo todo, elegir a cada miembro que se uniría al esfuerzo para pacificar a los Pokémon salvajes, y en general asegurarse que la la organización fuese tan eficiente como fuera posible sin conocer cada detalle de lo que tenían que hacer, pero una vez que todo estaba organizado, las cosas salieron bastante bien, y solo ocasionalmente necesitaron de su ayuda y consejo. Después de lo frenéticos que fueron los primeros años, le alegró poder finalmente descansar con esa área particular de su trabajo.
El viejo profesor sacudió su cabeza y se preparó para volver a trabajo, pero entonces su videoteléfono recibió otra llamada entrante. El hombre arqueó una ceja, hasta que reconoció el tono que había registrado para ese particular canal de comunicaciones. Se permitió sonreír de manera cansada.
Apresurado como siempre, fue lo que pensó Samuel mientras presionaba los botones requeridos. Por suerte, ya se había asegurado que su propio estudio estuviera a salvo de cualquier cámara espía o dispositivos similares, y la mayoría de sus asistentes ya estaban fuera por ese día.
Y por supuesto, al otro lado de la llamada se encontraba un distinguido profesor con una mota de pelo blanco y un impresionante bigote del mismo color, que todavía mantenía el mismo entusiasmo de su juventud mientras reconocía a su igual. Samuel se ajustó sobre su asiento, asintiendo a modo de saludo.
- Ha pasado mucho tiempo, Adalbert. ¿Cómo va tu progreso? La rama de las Islas Decolore acaba de recibir las partes que necesitan, seguro volveremos al progreso normal muy pronto.
- Me alegra saberlo. Aquí las cosas también van muy bien, la Unión de Guardianes acaba de hacer una relocalización masiva de especies en peligros, y me tomé algo de tiempo para ver si necesitan tiempo para ser pacificados. – La sonrisa de Hastings se tornó más amplia y orgullosa. – Pero parece que no habrá necesidad de eso.
- Qué bien. – Samuel suspiró de alivio. – Entre más tiempo pasa, menos tenemos que operar en la población de Pokémon salvajes.
- Es bueno saber cuánto ha cambiado el mundo gracias a nosotros, ¿no lo crees?
El Profesor Oak hizo una pausa, con su mente vagando de vuelta a casi cuatro décadas antes. Una vez que regresaron de su viaje a Isla Suprema, comenzó a hacer preparaciones para implementar sus hallazgos, tratando de convencer a la comunidad científica y a los jefes de gobierno de la validez de su investigación. Recibió muchas críticas y fue acusado de falsa pseudociencia, pero había acumulado suficientes credenciales para probar el Proyecto Coexistencia a escala pequeña. Una vez que los resultados salieron a la luz, la mayoría de sus detractores cambiaron de opinión rápidamente. Los gobiernos empezaron a implementar su investigación por todas partes, manteniendo la información de lo que se hacía como información clasificada más allá de darle a Oak el crédito, algo que le alegraba ya que eso mantenía los elementos derivados de la tecnología de los Guardianes en el proyecto como un secreto. Los esfuerzos hacia la paz también habían ayudado a aliviar las tensiones de la Guerra Entrenadores-Guardianes al acercarse a su final, llevando a un armisticio y al fin de las hostilidades entre la O.T.E.A y la Unión de Guardianes. Las cosas estaban muy lejos de "mejorar", pero era un buen primer paso.
De momento, el éxito del Proyecto Coexistencia continuaba creciendo, permitiéndole a Oak alcanzar un nivel antes impensable de fama y prestigio, lo suficiente como para establecer la Fundación Oak por la Paz para asegurarse que nadie, ni siquiera él mismo, se beneficiara monetariamente de ella o la empleara para cualquier propósito que no fuese pacífico. Todos sus pares científicos le acusaron de ser un idiota que no entendía lo que estaba haciendo, pero entre lo que pasó con Adalbert y el Styler de Captura, y que algunos hombres de la milicia le estaban preguntando si podía crear algo que pudiera incrementar los niveles de agresividad para usar contra los Guardianes, supo que había tomado la decisión correcta.
Y con eso, incluso con los ocasionales grupos pequeños de Pokémon salvajes que eran demasiado fuertes o tercos para rechazar el ser pacificados, los cuales irónicamente incluían a una bandada de Spearows justo al lado de Pueblo Paleta, el mundo lentamente cambiaba más y más: con cada generación de Pokémon pasándole a la nueva su disposición pacífica, los entrenadores por fin podían emprender sus viajes sin temer por sus vidas a cada giro, el límite de Pokémon que uno podía llevar consigo en cualquier momento fue reducido a seis, y la relación simbiótica de la gente y los Pokémon creció a niveles insospechados, abriendo la puerta a más interacciones y desarrollos de lo que Oak se imaginó que serían posibles.
Entre las pocas cosas que no habían cambiado estaba la relación entre los Entrenadores y Guardianes, todavía trabados en guerra fría que amenazaba con explotar en cualquier momento. Con menos Pokémon salvajes que provocaran incidentes, la posibilidad de que estallaran las hostilidades de nuevo había bajado drásticamente, pero seguía siendo tangible casi a diario. Y dándose cuenta de ello, Samuel negó con la cabeza.
- Me alegro de lo que hemos hecho, pero sigo pensando que pudimos haberlo hecho mejor.
Adalbert no le respondió de inmediato. Samuel se imaginó que probablemente ya se había hartado de su constante insatisfacción con todo el asunto. Sin embargo, se ajustó el abrigo y miró fijamente a su amigo.
- Uno siempre puede mejorar, seguro, y estoy de acuerdo en que desearía que nuestras regiones dejaran este odio estúpido y anticuado que se tienen unas a otras. – Su gesto fruncido se tornó más duro, hasta que se transformó en una de sus sonrisas características. – Pero aun así, creo que hemos mucho por el mundo. Gracias a nosotros, ser un entrenador ya no es un camino tan mortal como solía serlo, hemos alcanzado un cierto grado de paz, y lo más importante, hemos garantizado la seguridad de muchas personas por las generaciones venideras. El progreso no puede ocurrir todo a la vez, pero yo diría que fuimos los catalizadores de algo grande.
Samuel negó con la cabeza. En las décadas desde aquella fatídica investigación, habían discutido los pros y contras de su enfoque más de una vez, y ahora la discusión parecía más como correr en círculos a pesar de estar de acuerdo en la mayoría de las cosas. No podía decir que no hicieron nada para mejorar al mundo, pero hubo muchas veces en las que se preguntaba si deberían haber revelado que el Proyecto Coexistencia fue el resultado de Entrenadores y Guardianes trabajando juntos. Pero rápidamente se sacudió esos pensamientos. Perderse en lo que podría haber sido solo le traía lamentos y arrepentimientos, y no podía permitirse sentir eso.
- Supongo que tienes razón. – Con otro suspiro, Samuel volvió a mirar fijamente a los ojos de su amigo. – ¿Crees que llegaremos a ver que Entrenadores y Guardianes lleguen a una verdadera paz durante lo que nos quede de vida?
- ¿Quién sabe? Ya estamos haciéndonos viejos. Quizás juguemos un papel en lograr dicha paz, quizás sea un esfuerzo de la próxima generación, o de la que sigue después. El futuro es muy difícil de juzgar. – Adalbert se encogió de hombros, pero su expresión permaneció serena. – Hemos vivido tiempos interesantes, con la Explosión de Nacidos Bloodliners y muchos cambios que han sucedido a nuestro alrededor. Presiento que algo sucederá, tarde o temprano.
- Cierto. – Oak volvió a suspirar, sacando una sonrisa propia. – Solo nos queda esperar para verlo.
- Sí. No podemos evitar que el futuro venga, y espero con ansias ver hacia dónde nos llevará.
Samuel pensó en ello, y sus ojos se dirigieron hacia afuera del laboratorio, donde muchos Pokémon pertenecientes a diferentes entrenadores pasaban su tiempo juntos, la mayor parte del tiempo en armonía. Un lugar como ese jamás habría podido existir cuando él y Adalbert eran jóvenes.
Terminó riéndose de sus propias preocupaciones. Recordar todo lo que habían logrado le ayudaba a darse cuenta que Adalbert tenía razón, pues por todo el bien que podrían haber hecho, todavía podían hacer mucho más en lo que les quedaba de vida. Tal vez estaba bien: ellos habían hecho su parte y era tiempo de que la nueva generación ayudara a mejorar las cosas, confiarles el futuro como su abuelo lo hizo con él.
El presente era más brillante que el pasado, y él solo podía esperar que él y Adalbert pudiera vivir para ver un futuro todavía más brillante por delante.
FIN.
(--0--)
OMAKE #1 por Viroro-Kun
Samuel suspiró, sentado sobre la hierba verde afuera de Pueblo New Bark, y su inicial Charmeleon se unía a él en su insatisfacción. Esperaba que esa pequeña desviación a Johto pudiera haber sido una forma de relajarse, y lo primero que pasó fue que se encontró con su rival Agatha y su hermano pequeño que iban por el mismo camino en las Cataratas Tohjo. Una cosa llevó a la otra, y ella lo indujo a probar que era más fuerte que ella. Le dio una paliza completa, y se fue mientras se reía de él y de Charmeleon. Aunque en su defensa, estaban bastante bien preparados para una pelea y sabían lo que Agatha podría haber usado contra él, pero aun así logró sorprenderlo usando sus propias tácticas contra él.
- Quizás deberíamos buscar algunos Pokémon nuevos para nuestro equipo. – musitó Samuel. Charmeleon asintió ante su sugerencia. Pero antes de poder elegir qué Pokémon buscar, una voz desconocida llamó al chico.
- ¡Saludos, amigo mío! Qué preciosa mañana, ¿no te parece?
Samuel se dio la vuelta y sus ojos se ensancharon al ver quién estaba detrás de él: un hombre en sus veintitantos, con varias capas de ropa elegante y extremadamente impecable, completa con un sombrero de copa y monóculo. Se encontraba sirviéndose algo de té directo de una tetera en una taza mientras caminaba hacia el chico, como si fuese lo más normal del mundo. El entrenador y su inicial rápidamente intercambiaron una mirada rápida antes de volver a encarar al hombre.
- Uhm... ¿supongo?
El sujeto extraño de fino traje simplemente se rio, tomando un sorbo de su té y dejándolo de vuelta, sin dejar de servirse más.
- En verdad, ¡este es el encuentro más maravilloso y sobresaliente de todos! – Enfatizó sus palabras sacudiendo la taza de arriba abajo, sin importarle la bebida derramada, hasta que señaló con su dedo a Sam. – ¡Pues tú, mi querido amigo, acabas de ser bendecido con el privilegio de conocerme a mí, el Sujeto!
- ¿El Sujeto? – Samuel parpadeó confuso.
- Una excelente pregunta, ciertamente. Una que merece una respuesta apropiada. – El Sujeto levantó su taza en alto, vertiendo más té en ella mientras hablaba y terminando con una buena ducha como resultado. – ¡Soy el hombre más espléndida y elegantemente vestido en todas las regiones conocidas, el prestigioso heredero de la antigua tradición de los Sujetos, guardián del arte perdido de la captura de Pokémon! ¡Solo unos pocos pueden dominarlo, y menos todavía pueden instruir a otros en él! – Luego apuntó con la tetera a Samuel, con la expresión muy seria. – ¡Tú, muchacho! ¿Acaso ansías la gloria? ¿Deseas atrapar el sol y usarlo para que te ilumine un camino hacia la victoria y la fama eterna? ¿Arrojar tu leyenda hacia el cielo, más alto que nunca, en el cosmos donde solo las verdaderas estrellas graban sus historias para el recuerdo de toda la eternidad?
- Yo... supongo que sí. – Samuel se rascó el cuello, levantando una ceja. – Entonces, ¿le enseñas a la gente cómo atrapar Pokémon, más o menos?
- Eso es una sobre simplificación excesiva, querido muchacho. Soy un maestro de la vida, la moda la captura, y de la filosofía, pues capturar a un Pokémon es como acariciar a un amante, un acto por el cual la pasión y la finesa son tan importantes como el acto en sí mismo. – El hombre sacudió su cabeza mientras tomaba otro sorbo de su té, dándole al chico una mirada inquisitiva. – Pero me temo que tienes mucho que necesitas arreglarte. Tu guardarropa, para empezar. ¿En serio esperas que los Pokémon se sientan atraídos a alguien con un gusto tan pobre en la ropa?
Samuel frunció el cejo, mirándose su ropa.
- ¿Y eso qué tiene que ver con atrapar Pokémon?
- Para el ojo no entrenado, puede que no tenga nada que ver, pero es una parte crucial del proceso. – El hombre se dio la vuelta, derramando té a diestra y siniestra. – ¡Ahora ven, pues te instruiré en el arte! ¡Sigue mis pasos a tu glorioso destino! ¡Seré tu guía, y para cuando termine nuestro entrenamiento, tú serás el Rey de todos los Sujetos!
Y con eso, el hombre se dio la vuelta y se alejó todavía tomándose su té como si no pasara nada, aun decantándose en la gloria que esperaba a Samuel en su futuro después se seguirlo. Luego de eso, Samuel y Charmeleon solo necesitaron echar una mirada para decidir irse por el otro lado y no mirar atrás hasta que llegaran a Pueblo Cherrygrove.
OMAKE #2 por Ander Arias:
- Podría ser. Solo hay una forma de averiguarlo. – Samuel se arrodilló en el suelo, y poniendo una mano sobre la hierba comenzó a jalarla.
Luego se fue de espaldas cuando un disparo de energía psíquica concentrada casi lo golpea. Se quedó congelado, el miedo le enchinó la piel y miró hacia arriba, viendo que a Adalbert le pasaba lo mismo junto a él.
- ¡¿Qué mierdas están haciendo en mi casa, par de bastardos?! – gritó una voz furiosa y chillona dentro de sus cabezas. Mientras el investigador obliviano ayudaba a su compañero kantoniano a levantarse, los dos notaron a un pequeño Pokemon rosa flotando enfrente de ellos. El Pokémon Mítico conocido como Mew.
- Es un Mew... – dijo Hastings asombrado. – ¿Y puede hablar?
- Creo que está utilizando telepatía para comunicarse con nosotros. Está visiblemente enojado, aunque no me esperaba que tuviese un vocabulario tan colorido. De acuerdo, déjame manejar esto. – replicó Oak, volviéndose hacia el Pokémon rosa y empezando a hablar, tratando de sonar lo más amigable y poco amenazante posible. – Hey, sé que acabamos de irrumpir en tu hogar, pero...
- Por todos los infiernos que lo hicieron. – los interrumpió Mew, sacando lo que parecía ser un par de Uzis. – ¡Saluden a mis amiguitos!
Ambos investigadores notaron que no lucían como armas de fuego ordinarias. Tenían ojos en los lados, y una ornata pieza de tela pegada de las recámaras.
- ¡Asombroso! ¡Es un Doublade en forma unovana! ¡Creí que estaban extintos! – exclamó el profesor castaño, ignorando el peligro mientras se acercaba a examinar al Pokémon con armas de fuego. Hastings rápidamente agarró a Oak por el cuello de la camisa y de un jalón salió corriendo con él.
- ¡COMAN PLOMO, HIJOS DE PUTA! – escucharon gritar la voz furiosa de Mew dentro de sus cabezas, antes que el aire se llenara con los ruidos de ráfagas de disparos, mientras los dos investigadores salían corriendo por sus vidas.
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