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Gaiden de Charmander


Región Kanto...

Charmander no llevaba mucho tiempo de haber nacido, pero ya sabía cuál era su propósito. Era un Pokémon inicial, y como tal, tenía que ayudar a un entrenador al comienzo de su viaje y hacer todo lo que le pidieran.

No sabía qué clase de persona lo elegiría, pero el personal en el centro de crianza y los científicos del laboratorio siempre fueron muy amables con él, siempre diciéndole que era especial y que tenía una importante labor por delante. No sabía qué tan fuerte se volvería o cuánto tiempo estaría con su compañero, pero estaba decidido a hacer su mejor esfuerzo. Todos contaban con él después de todo.

Mientras el Pokémon se volvía hacia el sol poniente, una sonrisa se formó en su hocico. Pronto llegaría su momento, y tenía que estar listo para ese día. Se movió hacia su esquina del laboratorio, apuntó hacia arriba y disparó. Una pequeña lengua de fuego salió de su hocico, desapareciendo poco después. Charmander gruñó, y después volvió a intentarlo. La llama duró un par de segundos más. Cerrando los ojos, se enfocó, volviendo a llamar sus poderes. Iba a ser una muy larga noche.

(--0--)

Poco después...

Por fin había llegado el día. Su amigo y compañero por fin había llegado, y en pocos segundos podría conocerlo. Incluso estando adentro de su Pokébola, Charmander apenas podía contener su emoción. Su nuevo mejor amigo le aguardaba afuera. ¡Quería ser libre para poder conocerlo! ¡Para hacer nuevos amigos y derrotar a sus oponentes! ¡Vivir las aventuras con las que tanto había soñado!

Mientras seguía soñando, sintió como agarraban su bola y esperó. El Pokémon de fuego sonrió y se preparó para dar el salto. La bola fue lanzada y él saltó, aterrizando directo en los brazos de una muchacha de cabello castaño.

- [¡Hola!] – dijo Charmander, moviendo su brazo. Él sabía que no todos los humanos entendían el lenguaje Pokémon, pero supuso que sería mejor ser cortés.

- ¡Aw, pero qué lindo! – La chica rápidamente lo abrazó y lo apretujó con fuerza, compartiendo su propio calor don el de Charmander. El viejo profesor cruzó los brazos y sonrió al verlos.

- Entonces, ¿quieres a Charmander?

- ¡Absolutamente! – asintió la chica, sin dejar de sonreírle a su inicial. – ¡Estoy segura que seremos grandes amigos!

Charmander sonrió, alzando sus brazos. Este sería el inicio de una gran amistad.

...

- Muy bien, vámonos. – dijo su entrenador mientras marchaban hacia el frente, sintiendo la brisa de la primavera por todo el cuerpo. Charmander trotaba junto a ella, sonriendo felizmente.

Aún no habían interactuado mucho entre ellos, y todavía ni siquiera sabía su nombre, pero ella definitivamente era como él quería que fuese su entrenador: alegre, divertida y llena de energía. Energía que Charmander sentía increíble con solo caminar junto a ella, que le hacía sentir que podía hacer cualquier cosa. Tal vez era algo que todos los entrenadores le daban a sus Pokémon, pero aun así era algo nuevo y refrescante para él. Mientras la pareja caminaba por el accidentado camino, la chica miró hacia arriba con una gran sonrisa en su rostro.

- Qué gran día para comenzar. – dijo ajustándose su cabello, para luego inclinarse junto a Charmander, mirando fijamente a los ojos del Pokémon. – Quiero ser la mejor entrenadora que haya, pero no puedo hacerlo yo sola. ¿Puedo contar contigo?

- ¡Char! – Charmander asintió, mostrando sus garras.

- ¡Grandioso! – dijo ella levantando sus puños. – ¡Hagamos nuestro mejor esfuerzo, compañero! ¡Vamos a empezar ahora mismo a volvernos más fuertes!

No hicieron nada particularmente especial durante su recorrido por la hierba alta. Solo luchaban contra Pokémon salvajes, sonreían y reían con cada encuentro, ya fuera que hubieran ganado o perdido; una buena sonrisa era más importante para ellos que ser más fuertes, y a Charmander le gustaba así. Tras despachar a su último oponente de un Arañazo, Charmander se secó el sudor de la frente, y sonrió mientras movía su cola.

- ¡Y el Spearow está fuera! – dijo su entrenadora dándole un pulgar arriba. – ¡Buen trabajo, Charmander!

Charmander se frotó el cuello, sonriendo tímidamente. La muchacha asintió y ajustándose la ropa y la mochila, miró hacia el camino y la ciudad que había en la distancia, su próximo destino.

- Viridian no debe estar muy lejos de aquí. Tratemos de llegar antes de que anochezca, ¿de acuerdo? – Charmander asintió y caminó junto a ella. La entrenadora se rio y se rascó la cabeza. – Me alegra saber que puedo contar contigo.

El Pokémon de fuego se sonrojó, volteando en la dirección opuesta. Su entrenadora dejó salir una alegre risa, y juntos continuaron viajando por el camino. El Pokémon inhaló, y una sonrisa iluminó su rostro. Podía ver las planicies frente a ellos, algunos edificios y muchas montañas en el horizonte.

Su sonrisa se hizo más grande. Había tanto que no sabía, pero su ignorancia solo le daba más deseos de aprender, de experimentar y de crecer. Esa era su meta, su propósito y su objetivo. Junto a su entrenadora, Charmander sabía que sería invencible. ¡Todo sería un escalón en su camino hacia la gloria!

De repente, un fuerte *¡CRACK!* sacó a Charmander de estar soñando despierto. Se agachó y se giró para ponerse frente a su entrenadora, con los brazos estirados para protegerla. Detrás de ellos, había un Spearow. Herido y adolorido, pero todavía de pie, y mirándolos con ojos asesinos.

- Oh, por lo visto alguien quiere una revancha. – sonrió la entrenadora, tronándose los nudillos. – Bueno, no deberíamos hacerlo esperar, ¿no crees?

Charmander gruñó mientras la llama de su cola empezaba a arder más, devolviéndole la mirada a Spearow. Su ataque de Brasas ya empezaba a arder mientras le apuntaba... hasta que oyó los graznidos. Varios graznidos, que se fueron haciendo más numerosos y que los rodeaban. Charmander y su entrenadora se giraron y se quedaron congelados.

Eran Spearows. Sobre los árboles, tras los arbustos, algunos en el aire y volando en su dirección. Eran diez, veinte, cincuenta, tal vez cien de ellos. Charmander y su entrenadora rápidamente perdieron la cuenta, pero una cosa era clara: los superaban en número y toda la parvada los tenía en la mira. Un escalofrío bajó por la espina de Charmander, pero sintió una mano cálida acariciarle la cabeza. Su entrenadora se aferraba a su mochila, tratando inútilmente de ocultar su terror.

- Huyamos.

No había necesidad de repetirlo; de inmediato los dos dieron la vuelta y echaron a correr lejos de los Spearows y hacia Ciudad Viridian. Corrieron sin parar, respirando y jadeando tratando de mantener el paso con solo su adrenalina. El sudor chorreaba por la cara de Charmander, y su llama se iba apagando, mientras él trataba de mantenerla encendida a pura fuerza de voluntad. Mirando de reojo a su entrenadora, vio que estaba igual de cansada que él, pero no iba más lento.

Así que continuaron, incluso cuando las piernas no les daban para más y se vieron forzados a ir más despacio. Respiraron a grandes bocanadas, y Charmander miró detrás de ellos, esperando que la parvada de Spearows se hubiera dado por vencida. Lamentablemente no fue así. De hecho, más bien parecía que venían más cerca y más rápido. Charmander retrocedió, pero sacudiendo su cabeza se enfocó en ellos.

Se detuvo y mantuvo su posición, encarando a la parvada asesina, sintiendo las llamas ardiendo en su boca mientras corría hacia ellos. Su entrenadora también se detuvo, con la cara llena de terror.

- ¡Charmander, no! – gritó ella, pero él no la escuchó. En vez de eso, disparó sus Brasas contra los Spearows.

Todo lo que salió fue una pequeña lengua de fuego, y nada más. Charmander se quedó congelado de miedo, y entonces los Spearows aprovecharon su oportunidad. Empezaron a volar en círculos alrededor de Charmander, y luego se lanzaron contra él. Charmander trató de usar sus garras o lanzar otro ataque de Brasas, pero los Spearows eran demasiados. Sintiendo sus picotazos por todo el cuerpo, y haciéndole montón con sus cuerpos, Charmander comenzó a gritar. Se sacudió y chilló a todo pulmón muerto de miedo mientras trataba con todas sus fuerzas de huir. Los Spearow lo seguían picoteando con cada vez más fuerza. La sangre empezó a brotar de sus heridas y sus gritos aumentaban cada vez más. Charmander apretó los ojos mientras el dolor se volvía insoportable. Había fallado, tenía que proteger a su entrenadora, y ahora...

Hubo un grito agudo, y el dolor cesó. Charmander dudó en abrir los ojos, pero finalmente lo hizo para encontrarse con su entrenadora, preocupada y con el cejo fruncido a pocos centímetros de su cara y mirándolo fijamente. Una mirada rápida le dijo todo lo que había pasado: su entrenadora le había gritado a los Spearows, y la parvada voló olvidándose de él. Por desgracia, eso quería decir que ahora irían por ella. Trató de ponerse de pie, pero se volvió a caer. Lloriqueó al sentir el dolor en sus piernas, ardiendo cada vez más y por todo su cuerpo.

- ¡Charmander! – gritó ella, corriendo junto a él. Encima de ellos, los Spearows volvían a circundar.

Mirando hacia arriba, la chica tragó en seco, pero apretando sus puños y respirando profundo, agarró la Pokébola de Charmander.

- Lo siento. – dijo mientras la apuntaba hacia él, con una sonrisa triste en su rostro. – Espero que al menos tú te salves.

Charmander jadeó y negó con la cabeza, pero fue demasiado tarde. El rayo retractor lo envolvió y todo se volvió rojo. Sintió los escalofríos por toda la espina al ver a su entrenadora sin dejar de sonreír, mientras los Spearows descendían sobre ella. Y luego, no pudo sentir nada más.

(--0--)

Tiempo después...

Estando adentro de una Pokébola, la percepción del tiempo se hacía realmente confusa. Qué tanto dependía del Pokémon: algunos no podían actuar o ni siquiera pensar dentro de ellas, mientras que otros estaban al tanto de lo que pasaba afuera, y hasta podían liberarse si le daban las sacudidas correctas desde adentro. Charmander estaba en un punto medio. Tenía una idea de lo que pasaba afuera, pero más nada. No tenía forma de saber cuánto tiempo habría pasado, y la última cosa en su mente era la bandada de Spearows que venía directo hacia su entrenadora y...

El Pokémon de Fuego se dio cuenta, y un escalofrío volvió a recorrerle la espina. ¡Su entrenadora! ¡Estaba en peligro! Rápidamente comenzó a golpear las paredes, esperando poder dar las sacudidas correctas. La Pokébola permaneció cerrada. Charmander frunció el cejo, y empezó a golpear con el codo. Nada. Comenzó a arañar y a patear una y otra vez hasta que pudo ver las marcas formarse en el vacío sin fin. Seguía sin abrirse. Gritó y apuntó con su fuego mientras seguía golpeando la pared, y luego golpeó con su puño y siguió gritando. ¡Tenía que salir! ¡Ahora! ¡No podía esperar! ¡Su entrenadora lo necesitaba! ¡Tenía que lograrlo!

Su prisión permaneció cerrada. Charmander continuó de la misma forma, y sus gritos se hacían cada vez más débiles a medida que perdía el aliento. Siguió dando arañazos y patadas incluso mientras la fatiga se le mezclaba con sus heridas causadas por los Spearows.

- [¡Por favor! ¡Déjenme salir! Déjenme...]

Su Pokébola se abrió justo cuando se lanzaba a dar otro golpe. Su cara se encontró deslizándose contra un piso frío, y todo su dolor empezó a arder de una vez. Miró hacia arriba, ignorando sus heridas mientras rápidamente identificaba el área. Las inmaculadas paredes y la maquinaria aterradora y de aspecto complicado le recordaban el centro de crianza.

- ¿Cómo te sientes?

Charmander saltó sobre sus pies al oír la voz femenina. Sonrió y se dio la vuelta, listo para abrazar a su entrenadora... solo para encontrarse con una mujer de cabello rosa y uniforme de enfermera, que lo miraba con preocupación.

- Pobrecillo, recibiste heridas muy serias. – Pasó la mano por las heridas de Charmander y luego por encima de la llama de su cola. Le dio una cálida sonrisa. – No te preocupes, te curaré en poco tiempo.

Charmander ladeó la cabeza, y entonces miró de nuevo a su alrededor. Él y la mujer eran los únicos en el cuarto. Al volver a mirarla, su sonrisa se había esfumado. Charmander parpadeó, y sintió que su cola se ponía más pesada.

- ¿Buscas a tu entrenador?

Charmander asintió. Ella desvió la mirada y negó con la cabeza antes de encararlo de nuevo. No le dijo nada de inmediato. Todo el cuarto permaneció en silencio mientras la sonrisa de Charmander se desvanecía y era reemplazada por una completa preocupación.

- Lo siento. – suspiró la enfermera. – Has estado en tu Pokébola por casi dos semanas. No tenemos idea de dónde puede estar tu dueño.

Y así, todo el mundo de Charmander se derrumbó.

...

Charmander no sabía qué decir. Había sido un Pokémon entrenado por menos de un día, y su aventura ya había terminado. No lo podía creer. Se miró sus garras, totalmente sin habla. Él había entrenado muy duro. Era fuerte. Ninguno de los otros dos iniciales era capaz de competir con él. Y aun así había perdido cuando realmente era importante. Le falló a su entrenadora en el momento en que no podía permitirse fallar. Le dio un puñetazo a la pared que tenía detrás, sintiendo las lágrimas subir hasta sus ojos. Lo arruinó todo por no ser lo suficientemente bueno.

La mujer de cabello rosa (Enfermera Joy, como Charmander había escuchado que se llamaba) volvió a echarle una mirada antes de volverse hacia el videoteléfono, hablando con el Profesor Pokémon de Pueblo Paleta.

- Ha estado actuando de este modo desde que le dimos las noticias.

- Es comprensible. Los Pokémon iniciales vienen mayormente de centros de crianza y son adiestrados en su rol como tales. – El hombre mayor se rascó la barbilla, estudiando a Charmander. – No me sorprende que esté afectado por Síndrome de Atrice.

- ¿Debería enviarlo de vuelta al laboratorio?

- No estoy seguro de que esa sea la mejor solución. Además, probablemente tendría que quedarse aquí por un tiempo hasta que un nuevo entrenador que cumpla con mis estándares llegue. – suspiró. – Creo que en este momento la mejor solución sería ponerlo en adopción.

- De acuerdo, lo haré. – asintió la Enfermera Joy.

(--0--)

Días más tarde...

Adopción. A Charmander no le gustaba como sonaba esa palabra. La Enfermera Joy se tomó su tiempo para explicarle todo en detalle: aparentemente sufría de algo llamado "Síndrome de Atrice", lo que quería decir que cosas malas le pasarían si se quedaba solo. Una vez diagnosticado, el Pokémon era registrado en una base de datos online, y su información era publicada en el sitio web de la Asociación de Centros Pokémon. Allí, los entrenadores podrían chequear si estaban interesados en adoptar a un Pokémon, y llenando un formulario en línea, podrían ser considerados elegibles para adoptar, con la Enfermera Joy siendo quien tenía la última palabra respecto a las credenciales y apariencia del entrenador para ver si era apto para el Pokémon adoptado. Él no entendía todo, pero sabía lo que quería decir. Un nuevo entrenador vendría a recogerlo.

Mientras se sentaba en el escritorio del Centro Pokémon junto a la Enfermera Joy, miró sus garras. Comenzó a abrirlas y cerrarlas rítmicamente, pensando. Pensó en esa última sonrisa triste que le dejó su primera entrenadora. Respiró profundo y sacudió la cabeza. Ella contaba con él y le había fallado. Todo fue por su culpa, y aun así le estaban dando otra oportunidad. Todavía confiaban en él. Su mirada se tornó en una mirada inexpresiva. No podía desperdiciar esta oportunidad. Les probaría a todos que todavía era confiable, y haría feliz a su próximo entrenador. Esa era su meta, su propósito y su objetivo.

Las puertas del Centro Pokémon se abrieron, y tanto Charmander como la Enfermera Joy echaron una mirada. Un chico de cabello azul revuelto, con enormes gafas de sol sobre la cabeza, y demasiados piercings por todo el cuerpo ingresó al centro en ese momento. Dando una gran sonrisa, saludó hacia el mostrador.

- Hola, vengo por un Pokémon que está en adopción. – Se detuvo a mirar a Charmander. El Pokémon de Fuego se congeló, viendo con atención. La enfermera asintió, dándose la vuelta hacia su terminal y escribiendo en su teclado.

- Tu nombre es...

- Damian. – le dijo. Ella ingresó el nombre, y aparecieron varias ventanas. Charmander siguió sus movimientos muy de cerca.

- Hmm. Dos medallas y un número considerable de Pokémon. – dijo Joy observando a Damian. – Eres uno de esos entrenadores que les gusta cubrir sus equipos para cada eventualidad, ¿correcto?

- Se podría decir. – se rio Damian. La Enfermera Joy siguió pasando la mirada entre Damian y los archivos, y al terminar, sonrió mientras veía a Charmander.

- Creo que un ambiente amigable le hará bien a este pequeño. – Agarró la Pokébola y se la ofreció a Damian, junto con una pila de papeles. – Por favor cuida bien de él.

- Me aseguraré de hacerlo. – dijo el entrenador asintiendo, mientras se metía al bolsillo el dispositivo.

Mientras Damian firmaba el papeleo necesario, Charmander le echó otra mirada. Una pequeña sonrisa apareció en su rostro. No parecía un mal entrenador, y de verdad esperaba con muchas ansias sus aventuras juntos.

(--0--)

Más tarde ese día...

- Come.

Damian echó algo de comida Pokémon en un tazón y lo pateó hacia Charmander, causando que casi todo se cayera por el camino. Charmander ladeó la cabeza, pero empezó a comer a pesar de todo. Al notar la mirada severa de Damian, Charmander volvió a levantar la cabeza, mirándolo confundido.

- ¿Qué diablos estás esperando? Tienes que empezar a entrenar. Cómete eso y empieza a trabajar.

Damian lo perforaba con la mirada, haciendo que Charmander temblara. Volvió su atención al tazón, apenas masticando su porción y tragando rápidamente. Un minuto después, ya no quedaba nada. Damian asintió y una sonrisa se formó en su rostro.

- Muy bien. He oído cosas buenas de los Pokémon iniciales, así que es mejor que las hagas valer. Tengo una liga por ganar y no tengo tiempo para pesos muertos. – Se dio la vuelta y agarró una Pokébola, dejando de sonreír. – De pie y ven acá, ahora. Y no me decepciones.

Charmander ladeó la cabeza, tragándose su último bocado de comida. ¿Por qué actuaba como si estuviera molesto? ¿Acaso él hizo algo malo? ¿O tal vez tuvo un mal día? Rápidamente sacudió esos pensamientos y se puso de pie, corriendo hacia su entrenador con las garras listas. Sin importar el comportamiento, una cosa era segura: no podía decepcionarlo. No le iba a fallar a su nuevo entrenador. Tenía que ser el mejor, no tenía alternativa.

...

Charmander cayó sobre su espalda, jadeando con fuerza. Su oponente, un Nidoran macho, se rio mientras Damian se enfurruñaba.

- ¿Eso es todo lo que tienes? ¿Es una broma?

Charmander lentamente se puso de pie, temblando y sosteniéndose el brazo. Miró desafiante al Nidoran mientras preparaba sus garras. Era hora de ganar. Con un gruñido, Charmander se lanzó a la carga, arañando al Nidoran con fuerza suficiente para hacerlo retroceder, pero este respondió lanzándose de frente y tumbándolo en el suelo mientras su cuerno brillaba de púrpura.

Charmander lo empujó para quitárselo de encima, y Nidoran cayó de espaldas. Charmander le saltó encima, revolcándolo en la tierra, y abrió la boca para invocar su poder interior. Una pequeña pero intensa lengua de fuego rostizó la cara de Nidoran, haciéndolo chillar y forcejear, pero Charmander mantuvo su agarre. Al cesar las Brasas Nidoran gimió, con la piel quemada y su cuerpo inmóvil. Cayó inconsciente justo después, y Charmander se bajó de él. Se volteó a ver a Damian mientras recuperaba a su Nidoran con una sonrisa.

- Bueno, por lo visto no eres tan inútil. – Bostezando, se dirigió hacia el Centro Pokémon. – Me voy a dormir, sigue entrenando.

Entró al edificio y las puertas se cerraron detrás de él, dejando a Charmander a solas. El Pokémon de Fuego parpadeó, antes de dejarse caer en el suelo, respirando con fuerza. Ese ataque de Brasas todavía necesitaba algo de trabajo. Los ojos se le cerraron lentamente, pero los abrió de golpe y se volvió a poner de pie de un salto, abofeteándose en las mejillas. No era momento de dormir.

Corriendo hacia un árbol cercano, alistó las garras para empezar a arañarlo con una gran sonrisa. En la mañana, su entrenador estaría orgulloso de él.

(--0--)

A la mañana siguiente...

Diez horas. Diez horas de estar arañando, quemando y gruñéndole a todo lo que podía encontrar. Charmander no desperdició ni un solo segundo de entrenamiento: desde el momento en que Damian se fue y durante toda la noche estuvo afinando sus habilidades, aunque la fatiga lo afectó y se puso menos atento y reactivo. Cuando al fin destruyó la roca que estaba asaltando, Charmander sonrió, bostezando al ver hacia el cielo. Ya estaba muy avanzada la mañana, pero Damian no aparecía por ninguna parte.

Se quedó sentado, y los párpados le pesaban. Hizo su mejor esfuerzo y definitivamente había mejorado. Ahora podría dormir un poco, ¿verdad? Charmander asumió que así sería, y se dejó caer en el suelo para abandonarse en el sueño... hasta que algo lo pateó, haciéndolo volver a ponerse de pie bruscamente. Sus ojos apenas pudieron distinguir la forma de Damian, que se veía bastante molesto.

- ¿Qué fue lo que te dije? Te había dicho que entrenaras. ¿Qué hacías durmiendo? – le dijo con una mirada asesina. Charmander tragó en seco, bajando la cabeza.

- ¡Oh, hola! ¿Ya están entrenando?

Damian y Charmander se dieron la vuelta, encontrándose con un entrenador mayor con un Electabuzz caminando hacia ellos, alzando los brazos. Damian se metió las manos en los bolsillos.

- Tal vez. ¿Tú también?

- Acabo de despertar y pensé en ir a entrenar un poco. – El entrenador miró a Charmander y sonrió. – ¡Hey, ese es un inicial! ¿Es uno aprobado por Oak?

- Así es. Genial, ¿verdad?

- Super genial. – El entrenador le dio unas palmadas en la espalda a su Electabuzz. – ¿Quieres tener una batalla? Mi Pokémon acaba de evolucionar y necesitamos algo de experiencia.

- Claro. – sonrió Damian. – Prepárate para una paliza.

Le mandó una mirada algo condescendiente a Charmander; el Pokémon de fuego entendió el mensaje, y tomó su lugar en el campo de batalla. Pero antes de tomar su postura de batalla, Charmander no pudo evitar ver lo ENORME que era Electabuzz, mientras el Pokémon Eléctrico echaba chispas en sus manos.

Tragó en seco y se puso en guardia. ¡Damian contaba con él, y tenía que mostrarle el fruto de su noche de entrenamiento! Preparó sus garras, aunque sentía que le venía una migraña y la vista empezaba a ponérsele borrosa. Se golpeó en las mejillas para quitarse el dolor de cabeza y enfocó la mirada. Su fatiga podría esperar un par de minutos.

- Muy bien, comencemos. – dijo el oponente. – ¡Electabuzz, Puño Trueno!

- ¡Usa Brasas!

Mientras la electricidad envolvía el puño de Electabuzz, Charmander inhaló y se lanzó al frente. Las llamas empezaron a arder en su boca, apuntó y... sus piernas le fallaron y cayó rodando en el campo de batalla. Se volvió a poner de pie, o al menos lo intentó. Pero el suelo se sentía tan cómodo... sus ojos empezaban a cerrarse, y todo se sentía mejor.

Y entonces recordó que estaba en una batalla, y se volvió a poner de pie de un salto. Se puso pálido al ver a Electabuzz sacudiendo los brazos. El puño electrificado envió chispas por todo su pequeño cuerpo. Sintió convulsiones mientras volaba, y gritó al sentir que su espalda chocaba contra la madera áspera de un viejo árbol. Se deslizó al suelo, jadeando de dolor, y se desplomó, incapaz de seguir peleando.

Tanto Damian como el otro entrenador se quedaron sin habla al ver que Charmander apenas si volvía a ponerse de pie otra vez. El entrenador fue el primero en hablar, ladeando la cabeza y arqueando las cejas.

- ¿Qué rayos? ¿En serio cayó con un solo golpe? – preguntó. A Damian casi se le cae la mandíbula, y frunció el cejo furioso.

- ¡Dijiste que tu Pokémon acababa de evolucionar! ¡No puede ser tan fuerte!

- Entonces tal vez es que el tuyo es muy debilucho. – dijo el entrenador encogiéndose de hombros, volviendo rápidamente al Centro Pokémon. – Diviértete con tu frágil lagartija, supongo.

Con la puerta cerrándose detrás de él y Electabuzz, Damian y Charmander volvieron a quedarse solos. Damian rápidamente dirigió su mirada asesina hacia el Pokémon de fuego, haciendo que le bajara de nuevo un escalofrío por toda la espina. Y tras varios segundos agonizantes, Damian finalmente estalló.

- ¡Esto es tu culpa! ¡Se suponía que fueras fuerte! ¿Qué diablos fue esa pelea? – le gritó, apretando los puños. Incapaz de responder, Charmander simplemente se quedó quieto, mientras sentía que la cabeza le pesaba y los pies se le tambaleaban. – ¡Apuesto a que pasaste toda la noche dormido y perdiendo el tiempo en vez de entrenar! ¡Confiaba en ti!

Charmander se quedó pálido, y toda la piel se le enchinó. El sudor comenzó a chorrearle mientras las palabras de Damian se hundían en su cabeza. ¡No había estado perdiendo el tiempo! ¡Él era un buen Pokémon! ¡Hizo todo lo que le había pedido y más!

Su tren de pensamiento se interrumpió mientras el rayo retractor volvía a meterlo a su Pokébola.

(--0--)

Al pasar el tiempo...

Perdió, otra vez. A pesar de todo el entrenamiento. Y entonces volvió a perder, otra vez, y otra vez, y Damian se ponía cada vez más furioso, para luego regresarlo a la Pokébola.

Charmander se agarró la cabeza, mirando al vacío total que había a su alrededor. ¿Por qué seguía fallando? ¿Por qué nada de lo que hacía era lo bastante fuerte? ¿Por qué seguía decepcionando a sus entrenadores? Él quería creer que ese no era el caso, que todo estaba en su cabeza, pero había visto la expresión de Damian. El desprecio, la rabia, todo estaba claro. Lo había hecho enfurecer y ahora esperaba que ganara.

Su entrenadora anterior seguramente se sintió igual cuando fue masacrada por los Spearows, preguntándose por qué no eligió a un mejor inicial. Ese pensamiento hizo que Charmander se quedara rígido. ¿Qué tal si Damian se topaba con un Pokémon peligroso? Él no tenía idea de qué tan fuertes eran los demás Pokémon que llevaba consigo. Podría estar en peligro de muerte en cualquier momento, y él no tendría la fuerza para hacer nada. De nuevo.

Charmander recuperó el sentido y trató de salirse de su Pokébola. ¡Tenía que salvar a Damian! ¡No podía dejar que le pasara nada malo! Trató y trató, golpeando las paredes internas de la bola con toda su fuerza, hasta que se quedó sin fuerzas y volvió a perder el conocimiento, llorando y gritando todo el tiempo.

(--0--)

Más tiempo después...

Lo primero que sintió fue la fuerte luz del sol y el calor del verano. Cegado, Charmander mantuvo los ojos entrecerrados, abriéndolos con cautela, y lluvias de color empezaron a tomar forma hasta que pudo ver un pequeño bosque, y luego se enfocó en una figura humana muy familiar a su lado. No sabía cuánto tiempo había estado adentro, pero el ver a su entrenador lo llenó de alegría. Gracias al cielo Damian seguía sano y salvo. Se quedó viéndolo con expectación, moviendo la cola y con la mirada enfocada. Damian parpadeó y lo miró por unos segundos, rascándose la nuca.

- Ah, claro, tú. Bueno, supongo que puedo darte otra oportunidad. – Encogiéndose de hombros, le indicó a Charmander que lo siguiera hacia el bosque. – Ven conmigo, vamos a pelear con algunos Pokémon salvajes.

Charmander sintió una chispa de atención y caminó junto a él. Su cuerpo se sentía pesado y la fatiga remanente todavía le afectaba, pero eso no importaba. ¡Tenía una oportunidad de probarse ante Damian, después de todo! Después podría dormir y estirarse.

El par continuó avanzando por el bosque en silencio, manteniendo un ojo sobre sus alrededores. Se podían oír Caterpies, Weedles y Pidgeys en la distancia, ofreciendo un ruido suave pero persistente durante su caminata. Damian no dijo ni una sola palabra ni tampoco dejó de caminar, pero definitivamente eso no era un problema. Charmander tomaba profundos respiros mientras trotaba adelante, entrecerrando los ojos contra el duro sol. Memorias felices y no deseadas venían hacia su mente, y tuvo que sacarlas rápidamente. Tenía que enfocarse en Damian ahora. No podía distraerse.

El viaje llegó a su final cuando Damian puso la mano frente a él y señaló hacia adelante. A pocos pasos de ellos un Rattata se comía una baya, sin haberse dado cuenta de su presencia. Charmander estudió brevemente al Pokémon, y luego se dio la vuelta para encarar a Damian, viendo su gran sonrisa.

- Aquí vamos. – señaló Damian al Pokémon salvaje. – Derrótalo.

Charmander miró de nuevo al Rattata. Afilando sus garras y sonriendo, se le aproximó lentamente. Había derrotado a muchos como él antes, esto sería pan comido. Empezando a moverse más rápido, el Rattata se volteó a verlo mientras preparaba su ataque de Arañazo.

Y entonces, sus piernas se quedaron rígidas y se tropezó con la hierba. Apenas pudo mantener su cola levantada para evitar prender en llamas la hierba mientras trataba de ponerse de pie otra vez, pero se encontró sin energía. Charmander contuvo una expresión sombría y trató de forzarse a ponerse de pie, pero el Rattata tenía otras ideas, y comenzó a golpearlo contra el suelo.

Pudo ver los colmillos de Rattata brillando contra la luz, y el terror se apoderó de Charmander. Empezó a agitarse y a empujarlo, apenas logrando quitárselo de encima. Rattata rodó hasta chocar contra una roca, y Charmander se puso de pie y corrió hacia Rattata, listo para soltarle un ataque de Brasas. Asumió su postura, apuntó y disparó... o más bien tosió, soltando una pequeña nube de humo negro. Volvió a intentarlo de nuevo, con el mismo resultado. Charmander se quedó sin habla, y Rattata se tomó su momento para contraatacar, lanzándose contra él.

Los dos siguieron rodando hasta que Charmander se encontró con la espalda contra la hierba, y los colmillos se hundieron en su hombro. Charmander gritó, y aunque trató de arañarlo o dispararle Brasas, el dolor y la fatiga le ganaron fácilmente. El dolor empeoraba con cada segundo, y sus gritos se volvían más fuertes. La llama de su cola empezaba a apagarse y su vista se ponía borrosa.

Una piedra voló hacia la cabeza de Rattata, haciéndolo gritar y salir corriendo. Charmander se sostuvo el hombro, sintiendo como la sangre le salía de la herida, y volteó a ver a Damian. Su expresión se tornó sombría al ver su rostro fruncido y lleno de decepción. Volteó la mirada avergonzado.

- No me digas que eres tan débil que tengo que vencer al oponente por ti. – Damian se rascó la frente y su mirada se tornó más fiera. – Por lo visto habría sido mejor dejarte dentro de tu Pokébola.

Charmander se puso pálido y dio un salto, horrorizado. Antes de poder pedirle perdón a Damian, ya había sido regresado al dispositivo.

(--0--)

La próxima vez...

Cuando volvió a ver el mundo exterior, el calor no estaba tan mal, y hojas de color café llenaban el suelo alrededor de los árboles desnudos por todos lados. Todavía se sostenía su hombro lastimado, mientras veía sus alrededores. Avanzó con cuidado y se puso en fila con los otros al ver a Damian. El entrenador lo miró fijamente con los brazos cruzados.

- Escúchame bien. – dijo poniendo los brazos en jarras. – Geodude va a atacarte. Necesita mejorar su ataque de Lanzarrocas y no hay suficientes Pokémon salvajes por aquí.

Charmander le dio una mirada inquisitiva, hasta que miró hacia un lado y vio a Geodude, ocupado levantando un par de rocas más grandes que su cuerpo y sonriéndole malignamente. Charmander se puso pálido y retrocedió, con sudor chorreándole por la cara sintiendo que sus heridas volvían a arderle todas a la vez. Damian frunció el cejo de manera burlona.

- ¿Qué, te da miedo? – dijo echándole ojos asesinos. – ¿Vas a desobedecer a tu amo?

Charmander lloriqueó, pero volvió a mirar a Geodude otra vez. Tembló y se colocó entre él y Damian, con la boca abierta y los ojos abiertos por el shock. La mirada de Damian se tornó más furiosa.

- ¿Es que acaso hay algo que puedas hacer bien?

Charmander se quedó rígido, y miró con los ojos como platos a Damian. Su mirada se fue hacia el suelo, contemplando el camino accidentado. Desde el primer día, no había sido más que un fracaso. Falló en salvar a su primera entrenadora, en derrotar a Electabuzz, a Rattata, y a todo lo demás. Apretó los puños y frunció el cejo. Ya no más. Ya había tenido suficiente de decepcionar a la gente que contaba con él.

Charmander nunca más volvería a decepcionar a su entrenador... no a su amo. Haciendo acopio de fuerzas, avanzó hacia Geodude, y asumió una postura de batalla, esperando los ataques del Pokémon tipo Roca. Ignorando el dolor de todo su cuerpo, trató de no temblar como una hoja. Geodude balanceó sus rocas y le apuntó a su objetivo.

El corazón de. Charmander se aceleró, y la garganta de pronto se le obstruyó. Sintió que el mundo a su alrededor comenzaba a girar y con un golpe seco, todo se puso negro.

...

Cuando volvió a abrir los ojos, Charmander se encontró de nuevo con un techo blanco muy familiar. Empezó a sentir preocupación y trató de salir corriendo, solo para darse cuenta de que no podía ni levantarse. Unas pocas miradas más le hicieron darse cuenta de que estaba atado a una capa, con varios vendajes por todo el cuerpo, y una máscara bombeándole oxígeno en sus fosas nasales, y varias otras máquinas muy familiares y aterradoras, unas que conocía demasiado bien. Estaba en la sala de emergencia de un Centro Pokémon, seguramente, y estaba totalmente solo.

Parpadeando, repasó sus memorias. ¿Cuándo llegó aquí? Lo último que recordaba era que Geodude se preparaba para usar Lanzarrocas, y entonces... Se quedó pálido, con la boca abierta, y una vieja preocupación lo invadió. Su amo, no podría haber...

Trató de saltar fuera de la cama, con el mismo resultado que su intento anterior. Con un gruñido, aceptó a regañadientes que no podía más que esperar. Por suerte, sus intentos de escape alertaron a la Enfermera Joy, que entró a la habitación. Dejando salir un suspiro de alivio, se acercó a Charmander para examinarlo.

- Hey, tómalo con calma. – le dijo dándole una brillante sonrisa. – ¿Te sientes bien?

Charmander apenas pudo asentir, y la enfermera se sintió más tranquila.

- Gracias al cielo. – Se volvió hacia las lecturas de Charmander, y su expresión se tornó más seria. – No te muevas, todavía estás demasiado débil y tengo que hacerte más chequeos.

Charmander volvió a asentir, y dejó que la enfermera hiciera su trabajo. No dijo nada, pero Charmander podía ver que su mirada se volvía más y más fría a medida que pasaban los exámenes. Pero esa estaba muy lejos de ser su preocupación principal. Lo único que quería era salir de la cama y verificar que...

- ¿Ya despertó?

Charmander reconoció esa voz y se alegró. Se dio la vuelta tanto como pudo para ver a su amo ingresar a la habitación, y su sonrisa se volvió aún más amplia al ver que no tenía heridas o ningún problema aparente. La Enfermera Joy, sin embargo, no compartía su entusiasmo.

- Sí, así es. – dijo mirando los datos de Charmander. - ¿Cuándo fue la última vez que lo alimentaste?

- Uhm, ¿hará como seis meses? Siempre ha estado en su Pokébola excepto por un par de ocasiones. – dijo levantando una ceja. Las manos de la Enfermera Joy apretaron la tabla de expediente que llevaba, y le dio una mirada muy severa Damian.

- ¿Es una broma? ¿No lo dejaste salir en medio año?

- Bueno, no estaba en mi rotación principal.

- ¡Eso no significa que no deberías cuidarlo! – La enfermera estampó la tabla contra el escritorio, asustando tanto a Damian como a Charmander. – ¿Acaso crees que los Pokémon son solo herramientas para batallas que puedes usar cuando te dé la gana? ¡Entre más permanezcan en sus Pokébolas más débiles se volverán! Podrías haber matado a tu Charmander si hubiese peleado una batalla seria en esas condiciones.

Charmander se quedó sin habla, con la cabeza gacha mientras reflexionaba en las palabras de la enfermera. ¿De verdad había transcurrido medio año? Eso explicaría por qué se sentía tan fatigado y desorientado, ¿pero por qué su amo lo dejaría en su Pokébola por tanto tiempo? Damian, por otro lado, simplemente miró enfurruñado a Charmander.

- Bueno, eso explica por qué era tan débil.

Esas palabras le dieron como una punzada, pero eran ciertas. ¿Por qué perder el tiempo con un debilucho inútil después de todo? Charmander miró hacia abajo, contemplando sus garras. Si hubiera encontrado una manera de entrenar estando dentro de su Pokébola, nada de esto habría pasado. Al final, siempre había sido su culpa. Entretanto, la Enfermera Joy mantuvo su mirada fría.

- Necesitas tomar la salud de tu Pokémon con más seriedad.

- Ya entendí, deja de sermonearme. – dijo Damian, moviendo los brazos. – Esto no volverá a pasar, ¿de acuerdo?

- Más te vale. Los entrenadores que hacen esto terminan con sus licencias revocadas rápidamente. – le dijo la enfermera antes de abandonar la habitación. Ahora a solas, Damian dirigió su mirada asesina a Charmander, y el Pokémon de Fuego se quedó tieso en su lugar.

- ¿Por qué no me dijiste que estabas débil por la inactividad? ¿Cómo se suponía que yo supiera eso? – le dijo acercándosele amenazadoramente.

Charmander permaneció en silencio, con el sudor bajándole por la cara Si tan solo hubiera sido más fuerte, nada de esto habría pasado. Siempre había sido así. Damian se mantuvo mirando fijamente, hasta que sacudió la cabeza y se frotó la frente, antes de voltear a verlo de nuevo.

- En cuanto salgas de aquí, vas a entrenar, muy duro.

Charmander jadeó, pero una sonrisa dividió su cara. ¡No podía creer que su amo todavía decidiera conservarlo a pesar de lo inútil que había sido! Asintió y apretó sus puños. No perdería esta oportunidad de redimirse.

(--0--)

Al recuperarse...

Dicho y hecho, en cuanto Charmander estuvo sano y descansó lo suficiente, su amo comenzó a entrenarlo de nuevo. Peleó contra todo lo que había, Pokémon salvajes, entrenadores y líderes de gimnasio, pero los resultados nunca cambiaban. Sus oponentes siempre aguantaban sus ataques y lo dejaban fuera de combate en un instante.

Entre los oponentes que le dejaron una impresión, hubo una chica pelirroja con un Wingull que pudo vencerlo sin mucha dificultad. Después de esta batalla, su amo había estado más callado de lo usual y su mente parecía estar en otra parte. Sabiendo que probablemente habría sido culpa suya, Charmander resolvió hacerse más fuerte contra el Tentacruel de su amo.

Falló espectacularmente, y Damian dejó de emparejarlo con los demás para entrenar. El corazón de Charmander se hundió hasta el fondo, pero simplemente designó rocas y árboles para utilizar como muñecos de entrenamiento, como siempre lo hacía. Sabía que podía ponerse a la altura de los otros Pokémon de su amo. Tenía que hacerlo.

Y entonces, apareció aquel entrenador de pelo naranja. La batalla fue tan corta que apenas sí la recordaba. Lo único que supo fue que un Pokémon felino gigante, de color gris y rojo le disparó un solo Lanzallamas, y después de eso, solo dolor y oscuridad. Al despertar, vio al entrenador darle una mirada burlona, y luego se volteó a ver a Damian, diciéndole estas palabras:

- ¿Es todo lo que tienes? Por lo visto los inútiles solo tienen Pokémon igual de inútiles que ellos.

Charmander se quedó congelado, con los ojos fijos en el entrenador mientras se marchaba. El corazón se le aceleró, pero sacudió la cabeza. Damian lo había aceptado cuando nadie más lo quería, no había manera de que él...

Se quedó pálido al encontrarse con la mirada de su amo. Estaba enfurruñado y lo miraba fijamente, rascándose el mentón. Charmander tomó una expresión sombría, pero de inmediato la reemplazó con una sonrisa forzada. Su amo se encogió de hombros y se marchó. Un escalofrío recorrió la espina de Charmander, y su expresión volvió a tornarse sombría. Se abofeteó la cara y respiró agitadamente, corriendo hacia su amo. No podía estar pensando en deshacerse de él, ¿verdad?

(--0--)

En los días siguientes...

Charmander cada vez ponía más atención a las acciones y expresiones de su amo. Siempre le servía su comida al último, le ponía tan poca atención a su entrenamiento como fuera posible, y siempre lo miraba con desprecio, soltando un "tch" cada vez que cometía un error y rara vez halagándolo por sus logros, todo el tiempo dejándolo dentro de su Pokébola por largos períodos de tiempo. Él lo soportó, nunca dejó salir ni una lágrima ni mostró preocupación. Todo era por su culpa, después de todo: si fuera tan bueno como los demás, su amo no tendría que verse obligado a ignorarlo.

Todo era por su culpa, solo suya. Todo porque era un debilucho en vez de llenar las expectativas de su amo. Se sentía patético por llorar por eso, encerrado dentro de su Pokébola. Perdía tanto tiempo llorando y sintiendo lástima de sí mismo que no lograba mejorar por el bien de su amo. Era una pobre excusa de Pokémon inicial.

Sus reflexiones terminaron cuando los confines de la Pokébola se abrieron, y un aire frío hizo temblar su piel. Una mirada de reojo le dijo que estaba en una especie de caverna nevada, probablemente de invierno. Damian se encontraba apoyado contra una pared, tiritando y tratando de calentarse. Con el cejo fruncido, le dijo:

- Está helando aquí. Usa Brasas.

Charmander parpadeó, y entonces entendió. Sus ojos se ensancharon y la quijada por poco se le cae. ¡Era su oportunidad! Sin perder no un instante, Charmander lanzó una lengua de fuego, manteniéndola a todo poder. Su amo sonrió brevemente, complacido con el calor. Charmander no pudo evitar sonreír, se sentía más feliz de lo que había estado en mucho tiempo.

Canalizó algo más de fuego en las Brasas, y la llama de su cola disminuyó a niveles minúsculos. Le dolía un poco hacerlo, pero mantener las Brasas era más importante. Su amo necesitaba que él se comportara, y como tal iba a obedecerlo.

...

Charmander tuvo que gastar casi toda su energía manteniendo a Damian caliente, pero verlo el día siguiente completamente sano fue la mejor recompensa que podría haber pedido. Su energía podría reponerse con algo de descanso, pero su amo era irremplazable.

Tras un breve período de descanso, él y su amo siguieron caminando por los campos nevados, atravesando el camino blanco con ayuda de la flama de su cola y las Brasas. Todo el tiempo, Damian permaneció en silencio mientras avanzaban. Charmander sabía que no podía sentirse ofendido. Tenía que recuperar la confianza de su amo un paso a la vez después de sus fallos, y tenía que tener paciencia. Apretando los puños, enfocó toda su energía para derretir la nieve y hacerles un camino sin tardanza.

Mientras seguían adelante, miró lo que había a su alrededor: blanco, blanco y más blanco hasta donde alcanzaban a ver sus ojos, con solo unos pocos árboles secos, rocas y ocasionalmente alguno que otro parche de hierba para romper la monotonía. Todo estaba en silencio, excepto el sonido de los pasos que ellos daban. O al menos hasta que escuchó con más atención y oyó otro par de pisadas detrás de ellos.

- Disculpa, ¿este es el camino correcto al próximo Centro Pokémon?

Aunque Damian se giró casi al instante, Charmander se quedó estático. Tragó en seco y todo su cuerpo se tensó. Él conocía esa voz. Y al darse la vuelta, su sorpresa se incrementó diez veces más. Tenía un par de gafas oscuras, ropas diferentes y llegaba un Growlithe con una correa, pero su sonrisa y cabello castaño era inconfundibles.

Era ella. Su primera entrenadora. Y estaba viva. Las palabras se le perdieron al Pokémon de tipo fuego al quedarse estático, balbuceando ruidos incoherentes. Damian solo se encogió de hombros.

- Eh... ¿supongo?

- Vaya, pues qué ayuda. – dijo la chica secamente, para luego sonreír e inclinarse. – Gracias de todas maneras.

- Nunca deberías viajar sin un mapa, ¿sabes? – dijo Damian, cada una de sus palabras cargadas con un tono de condescendencia.

- Oh, sí lo sé. Qué lástima que no tengo "buen ojo" para eso. – dijo tocándose el marco de sus gafas.

- ¿Qué, acaso eres ciega o algo? – preguntó Damian. La chica asintió y una sonrisa sombría cruzó su rostro mientras se ajustaba las gafas.

- Iba a empezar mi viaje hace como un año, pero una parvada de Spearows tenía otras ideas.

- ¿Ahora hay entrenadores ciegos? – preguntó Damian, arqueando una ceja.

- Oh, eso no es nada comparado con lo que pasó después. – La chica se rio, aunque había un deje de tristeza en su voz. – Luego de lo que le pasó a mis ojos, terminé en un hospital sin identificación por varias semanas. Hasta creyeron que estaba muerta. Me tomó algo de tiempo aclarar las cosas. Y después de mucha terapia y entrenamiento, me permitieron retomar mi viaje Pokémon.

- Eso suena duro.

- Más de lo que crees. – Ella suspiró, pero luego recuperó su sonrisa. – Aunque solo necesito llamar una o dos veces al día para que sepan que estoy bien. Y Growlithe es una gran ayuda.

Ella acarició a su Growlithe en la cabeza, y este ladró felizmente. Damian cruzó los brazos.

- Pues qué bien. ¿Y por qué me sueltas toda tu trágica historia ahora?

- Bueno, tú fuiste el que me preguntó si estaba ciega, así que... – La chica se rio y se inclinó respetuosamente. – Por cierto, me llamo Kaia.

- Damian. – dijo él sin perturbarse. Kaia se arrodilló y se puso frente a Charmander; moviendo las manos por el aire hasta que encontró el hocico del Pokémon de Fuego, frotándolo suavemente, y sonrió.

- ¿Este Charmander es tuyo?

- ¿Cómo sabes que...?

- Puedo reconocer su sonido y su calor. Yo solía tener uno también.

- "Yo." – pensó Charmander. – "Está hablando de mí."

La emoción rápidamente se tornó en tristeza, mientras Kaia continuaba tocándolo. Ella no lo reconocía. ¿Sería solo porque estaba ciega, o...? Sacudió la cabeza, tratando de mantenerse de pie. No tenía idea de qué pensar, todo era tan repentino y confuso...

- Sí, es mío. – replicó Damian con desdén. – Un poco debilucho, eso sí.

- Oh, ¿en serio? – Kaia levantó la cabeza y su sonrisa se volvió más amplia. – Creo que puedo ayudar con eso.

- ¿Cómo?

- ¡Con una batalla, por supuesto! – dijo ella dándole una V de la victoria.

Charmander se puso pálido y su quijada cayó, manteniendo la mirada fija en Kaia. No podía pensar con claridad. Damian entrecerró los ojos, y frotándose el mentón por un momento, le dijo burlonamente a Kaia.

- Tch, ¿de verdad crees que puedes vencernos?

- Quién sabe. – Ella puso sus brazos en jarras, y se inclinó al frente. – ¿O es que tienes miedo de que una niña ciega pueda patearte el trasero?

- ¡Retira eso! – Damian cerró la quijada y enseñó los dientes. – ¡Charmander, vamos a enseñarle!

Todavía asustado, Charmander se las arregló para asentir. Tanto Damian como Kaia se alejaron unos pasos, mientras Growlithe tomaba su postura de combate. Charmander trató de hacer lo mismo, pero estaba menos rígido o enfocado. Nada de esto tenía sentido. Estaba luchando contra su antigua entrenadora, que no estaba muerta, solo había quedado ciega, y por su culpa. Ahora estaba peleando contra ella cuando debería estar disculpándose por todo lo que había pasado...

- ¡Brasas!

Charmander cargó la lengua de fuego, y entonces se dio cuenta de que no fue Damian quien dio la orden. Y a pesar de la efectividad de tipos, esas Brasas lo lastimaron en más de una forma. Cayó al suelo y al irse levantando miró a Kaia. Ella lo estaba atacando. Era una batalla, claro, pero él pensaba, él creía que...

Ya no sabía qué pensar. Ya no sabía nada. Solo se preguntaba, mientras Growlithe se lanzaba hacia él, con los dientes listos. El ataque de Mordida le dio duro, haciendo que Charmander retrocediera y aullara, y el dolor nubló por completo sus caóticos pensamientos. Empezó a agitar sus garras tratando de soltarse, y Growlithe esquivó el ataque con un salto rápido.

- ¡Patada Doble!

E igual de rápido, las patadas gemelas le llegaron encima. Fatigas de todo tipo invadieron a Charmander por completo, y reaccionó demasiado tarde. Dos golpes limpios fue todo lo que necesitó Growlithe para acabarlo, y sellar el "encuentro". Le tomó toda la fuerza que le quedaba para mirar hacia arriba, y al hacerlo, deseó no haberlo hecho. Kaia sonreía tan radiantemente como siempre, mientras abrazaba a Growlithe con fuerza.

- ¡Sí! ¡Eres el mejor!

Charmander miró hacia el otro lado, sacudiendo la cabeza. Era exactamente como ella solía hacerlo en ese breve tiempo que estuvieron juntos. Tragó en seco. Como ella SOLÍA hacerlo. Ese tiempo se veía muy lejano ahora. Damian parpadeó varias veces, pasando la mirada de Charmander y Kaia, y luego le echó una mirada asesina.

- ¿QUÉ, FUE, ESO?

- Prueba de que tu Charmander necesita más entrenamiento, supongo. – Kaia se encogió de hombros. Después de arrodillarse y volver a agarrar la correa de Growlithe, caminó hacia Damian y le dio una amigable palmada en el hombro. – Pero no te preocupes; con algo de práctica, hasta el más débil puede volverse fuerte. Solo tienes que pulir tus habilidades, y tú y tu Charmander dejarán de ser debiluchos y se volverán asombrosos. Solo ten paciencia e inténtalo. – Siguió su camino dejando atrás a entrenador y Pokémon, despidiéndose de ellos. – Ahora necesito irme. ¡Buena suerte en tu viaje!

Kaia se fue tan rápido como vino, dejando detrás un rastro de confusión para ellos dos. Charmander observó su espalda por un largo rastro antes de volverse hacia su amo. Tragó en seco al ver su gesto de rabia. Trató de disculparse, pero su amo lo regresó a su Pokébola antes de tener oportunidad de hacerlo.

...

- Quédate aquí hasta que regrese, ¿de acuerdo? – Las órdenes de Damian fueron simples, aunque muy extrañas. ¿Pero quién era él para cuestionarlas, de todos modos?

Sentado sobre una roca, Charmander esperó. Ocasionalmente se permitió mirar a su alrededor, observando los árboles que lo rodeaban, las nubes sobre su cabeza y el camino escarpado detrás de él, pero su mirada siempre volvía hacia el frente, esperando que el cabello azul de Damian apareciera en el horizonte. Los minutos se volvieron horas, pero Charmander no se rendiría. Ocasionalmente, entrenadores pasaban por ahí e intentaban capturarlo, pero su cola bastaba para que cambiaran de parecer.

Sin nada más que hacer, Charmander dejó volar su mente a sus experiencias pasadas, y tragó en seco. Su primera entrenadora, Kaia. Kaia, ese era su nombre. No estaba muerta. Él estaba feliz de saber que había sobrevivido, pero...

- "Quedó ciega por mi culpa." – pensó Charmander.

Bajó la cabeza, mirando la roca blanca que tenía debajo. Ahora, su sueño sería mucho más difícil de alcanzar. Todo por culpa suya. Con razón ni siquiera se dio cuenta de que era él quien estaba ahí.

- No, no, no. No me reconoció porque no podía ver. Eso debe de ser...

¿A quién quería engañar? Era obvio por qué Kaia no lo reconocía: ¿acaso querrías hablar con el Pokémon que te hizo perder la vista? Era eso o gritarle, y Charmander sabía que se merecía ambas cosas. Su mirada se tornó borrosa, y tuvo que contener las lágrimas. No tenía derecho de sentirse molesto. Él se merecía todo esto, y todavía no había mejorado nada. Solo había sido una carga para su amo. No era de extrañarse que hubiera decidido no llevárselo para lo que fuera que estuviera haciendo.

El sonido de un trueno interrumpió los pensamientos de Charmander. Mirando hacia arriba, se puso pálido al ver las nubes de tormenta aproximándose en el horizonte. Justo encima del camino por el cual su amo se había marchado. No sabía dónde podría haber ido, pero usualmente se iba directo al Centro Pokémon cuando el clima se ponía feo. Allá estaría a salvo.

Entonces sonó otro trueno. La piel se le enchinó mientras veía las nubes negras aproximándose. Una pregunta terrible se metió en su cabeza.

- ¿Y si el amo no puede llegar al Centro Pokémon a tiempo? – Casi salió corriendo a rescatarlo antes de recordar cuáles fueron sus órdenes. – Quédate aquí hasta que regrese.

Suspiró y se quedó en ese lugar, con los puños cerrados. Los truenos seguían resonando en la distancia, sonando cada vez más frecuentemente a medida que pasaba el tiempo. Al ver las nubes, se puso a pensar. Tenía que ser un Pokémon bueno y obediente, tenía que serlo...

Y una última explosión de truenos selló su decisión.

Saltó sobre sus pies, tomó un profundo respiro, y salió corriendo hacia la tormenta. Su amo no estaría nada feliz, pero eso no importaba. Tenía que estar seguro de que estaba bien primero. ¿A quién le importaba lo que le pasara a él de todos modos?

...

A Charmander nunca le había gustado la lluvia. Incluso dejando de lado los problemas de su tipo, siempre era deprimente y oscuro cuando llovía, y todo se sentía frío y solitario. Era todo lo que él no quería ver, y odiaba el sonido del agua al caer contra el suelo y golpeando contra las ventanas. No podía detenerse ahora y gruñirles a los charcos. Tenía una misión que cumplir.

La lluvia seguía cayendo cada vez con más fuerza, y cada gota se sentía como si fuera una daga perforándole la piel y abriéndole viejas heridas. Charmander apretó sus dientes y siguió forzándose a continuar por todo el camino. La llama de su cola se debilitaba más y más cada minuto, haciendo que Charmander quisiera simplemente correr a un lugar seguro a refugiarse. Ignorando sus egoístas instintos, vio un muy familiar techo rojo con una señal de Pokébola.

Se detuvo y empezó a jadear, y una sonrisa apareció en su rostro a pesar del dolor. Corrió hacia el Centro Pokémon, enfocándose en su meta: asegurarse que su amo estaba ahí, y si no lo estaba, solo tenía que buscarlo y...

Su pie tropezó con una roca, y cayó salpicando en un enorme charco. Se mordió el labio para evitar sisear de dolor mientras se volvía a poner de pie, y continuaba enfrentándose a la tormenta. Después de lo que pareció una eternidad de arrastrarse por el agua, la entrada del Centro Pokémon por fin estaba a su alcance. Con alegría, entró tan rápido como pudo... y se cayó en el piso de madera.

Gruñendo, volvió a ponerse de pie, respirando profundo y disfrutando del calor del lugar. Y al mirar hacia el frente, pudo ver que los ojos de todos estaban fijos en él, desde el momento en que entró, y todos llenos de preocupación.

- ¿Pero qué...?

- Dios mío...

- ¡Miren su llama! ¡Casi se apaga!

- ¿Quién puede tratar a su Pokémon así?

- Hey, ¿está aquí el dueño de ese Charmander?

Las voces rápidamente abrumaron a Charmander. Él solo trató de ignorarlas mientras buscaba por todos lados, encontrándose con cientos de miradas excepto por la única que estaba buscando. Siguió adelante, pasando de una mirada a otra entre todos los que había en el cuarto. Su respiración se volvió más rápida y descontrolada, y su mente se sentía pesada, pero tenía que seguir adelante.

Y entonces, un copete de pelo azul y gafas de sol aparecieron en su radio de visión. Charmander nunca había sonreído tanto. Y entonces su amo se volteó a verlo. ¿Por qué se vería confundido, y por qué lo miraba con ojos asesinos? Cierto que frecuentemente lo miraba de esa forma, pero nunca era tan malo... como si no quisiera verlo.

Y antes que pudiera conseguir respuestas, todo el mundo se volvió negro.

(--0--)

Días después...

Había pasado tanto tiempo adentro de su Pokébola que ahora el vacío total se había vuelto casi confortable de ver. Al menos ahí dentro no decepcionaría a nadie. Se agarró la cabeza, mirando hacia "el suelo". Se lo merecía: su amo le dio que lo esperara, y él desobedeció. Debió haber respetado sus órdenes.

Sus manos fueron hacia sus ojos, tratando de contener las lágrimas. Tenía que tener más cuidado y ser más obediente. No más errores. Tal vez con eso lo pondría feliz para variar. Sintió como agarraban su Pokébola y eso atrajo su atención. Preparó su mejor imitación de una sonrisa y se alistó para saltar. Salió fuera de la Pokébola apenas se abrió, listo para abrazar a su amo... y se cayó de cara en un suelo lleno de hierba.

Al ponerse de pie miró a su alrededor. Todo lo que vio fue hierba, una cerca alta, y un edificio no muy lejos de donde estaba. Y se sentía de algún modo familiar. Al voltear de nuevo, se encontró con dos pares de ojos mirándolo. Un Bulbasaur y una mujer con cabello azul. Su amo no se veía por ningún lado.

- [¿Estás bien?] – se le acercó el Bulbasaur, extendiendo uno de sus látigos hacia é se alejó, sintiendo un tronco de árbol contra su espalda.

- [¿Q-quiénes son ustedes?]

- [Yo soy Bulbasaur.] – El Pokémon tipo Hierba mantuvo su posición. – [Mantengo a los intrusos alejados junto con Melanie, y me aseguro que nadie trate de robarse a los Pokémon de aquí.]

Charmander miró el campo que había a su alrededor, y vio un montón de huevos esparcidos por todos lados. Entonces entendió por qué el lugar se sentía tan familiar. Era un Centro de Crianza Pokémon. Se habría preguntado qué hacía allí, pero había otras preguntas mucho más urgentes primero. Tragó en seco y se volvió hacia Bulbasaur.

- [¿Dónde está mi amo?]

- [¿Quién?] – Bulbasaur dobló la cabeza.

- [Mi entrenador. Tiene pelo azul, gafas de sol, lleva muchos piercings y...]

Se detuvo, mirando fijamente la expresión confusa de Bulbasaur. Tragó en seco mientras de pronto le surgía una duda. Bulbasaur miró a "Melanie", los dos asintieron y se aclararon la garganta. Un escalofrío recorrió la espina de Charmander.

- [Uhm...] – Pareció estar tratando de decidir sus palabras antes de volver a ver a Charmander. – [Lo siento. Melanie y yo encontramos tu Pokébola abandonada cerca de aquí. No había nadie a la vista.]

Y con eso, todo el mundo de Charmander se hizo pedazos a su alrededor.

(--0--)

Semanas después...

El sol brillaba sobre el Centro de Crianza de Melanie. Varios Bulbasaurs recién nacidos y otros Pokémon, salvajes o abandonados, jugaban juntos en un lago cercano. Charmander se quedó viéndolos, sentado en el duro tronco de un árbol cortado, con la cola todavía enrollada alrededor de su Pokébola. Melanie había tratado de llevársela, pero después de demasiados intentos fallidos, decidió dejar que se quedara con ella. Esos Pokémon se veían tan felices, riendo y jugando de ese modo. Deseaba poder recordar cómo hacerlo.

- [Hola.] – se le aproximó Bulbasaur, tocándolo suavemente con la punta de su látigo. Charmander ni siquiera volteó. – [Melanie está a punto de servir el almuerzo. Te trajimos una buena porción a ti también.]

Charmander siguió sin voltear, todavía mirando a los Pokémon que tenía enfrente. Bulbasaur suspiró y retrajo su látigo, caminando frente a él.

- [¿Necesitas algo? Puedo traerte lo que quieras. Comida, agua, incluso algunos juguetes. Solo tienes que decirlo.]

Charmander pareció ponerse en un concurso de miradas con Bulbasaur. Tras un momento que se hizo eterno, se dio por vencido y miró hacia abajo.

- [No necesito nada...]

- [Llevas semanas aquí y todavía no interactúas con nadie. No sé exactamente lo que hayas pasado, pero esta no es la manera de lidiar con ello.] – dijo Bulbasaur. Charmander puso los ojos en rendijas y le dio la espalda.

- [No me hables, por favor.]

- [Solo estoy tratando de ayudar...]

- [¡No puedes!]

Bulbasaur se asustó por un momento, más todavía cuando Charmander se paró de un salto y lo miró con rabia, manteniéndose así por un largo rato. Gruñendo, alzó sus puños y su cola se prendió.

- [¡Todo esto fue por mi culpa! ¡Yo provoqué todo esto! ¡Por mi culpa Kaia perdió la vista! ¡Por mi culpa soy demasiado débil! ¡Por mi culpa mi amo tuvo que aguantar un Pokémon débil e inútil como yo! ¡No soy más que un error! ¡No puedo hacer nada bien! ¡Estás perdiendo tu tiempo! ¡Solo vete, no necesito nada! ¡Solo arruino todo lo que toco! ¡TODO!] – Se golpeó en el pecho una y otra vez, con su mirada tornándose más intensa. – [¡Nunca debí haber nacido! ¡Deja de actuar como si mi vida importara! ¡Porque no es así! ¡No lo es!]

Al terminar, Charmander empezó a respirar con dificultad y se agarró del pecho. Todo a su alrededor se quedó en silencio. Entonces vio las miradas. Bulbasaur estaba pálido y confuso. Los otros Pokémon también se voltearon a verlo, sus expresiones iban desde confusión, a molestia, e incluso rabia, demasiadas emociones para leerlas todas. Él les devolvió la mirada, con la boca abierta, y fue entonces que se dio cuenta.

- [No...] – El corazón de Charmander se aceleró, y el sudor le chorreó por la cara. Otra vez lo había hecho. Lo arruinó todo. Podía verlo en la cara de Bulbasaur. En las caras de todos. Bulbasaur dio unos pasos con algo de duda hacia él.

- [Lo siento...] – Charmander tragó en seco, mirando otra vez a Bulbasaur. Todavía tenía esos mismos ojos.

- [¡Lo siento, lo siento, lo siento, de verdad lo siento!] – Se dio la vuelta, cerrando los ojos de vergüenza. Trató de buscar una salida, lo que fuera, donde fuera, pero solo se encontraba con más miradas. Demasiadas.

Y entonces vio su Pokébola, y presionó el botón para abrirla. La oscuridad llenó su vista y otra vez vio el vacío aparecer frente a él. Todo estaría bien. Aquí era donde pertenecía. Donde no decepcionaría a nadie, donde nadie saldría lastimado por culpa suya. Nadia jamás tendría que sufrir. Nadie.

...

Bulbasaur siempre había tenido mucha confianza en su habilidad para leer a los demás. No lo llamaban "Bulbasaur el Embajador" por nada. Como tal, entre sus propias experiencias de vida y todos los Pokémon a los que había conocido, podía fácilmente descifrar por lo que habría pasado Charmander. Sus ojos, su comportamiento, incluso ese arranque que le dio, todo apuntaba a la misma cosa: lo que los humanos llamaban "Síndrome de Atrice".

No recordaba todos los detalles específicos, pero conocía bien la historia: un joven entrenador que estaba muriéndose lentamente por el veneno de los Beedrills del Bosque Viridian, y su Pokémon inicial, un Bulbasaur como él, que no era capaz de funcionar sin un entrenador. Arrastró al entrenador consigo, probablemente por tratar de mantenerlo en su sueño, y terminaron... bueno, algunos dirían que en un viaje, pero en realidad era más un Pokémon que arrastraba a un cadáver viviente que apenas sí recordaba algo. Las autoridades solo se percataron del problema cuando encontraron al chico muerto junto con un Ivysaur que no quería alejarse de su lado y tuvieron que sedar para poder llevárselo.

Estudios probaron que ese Ivysaur tenía una necesidad patológica de estar con un entrenador, de ayudar a alguien, y de ser su amigo. Había perdido todo sentido de la independencia. La condición fue llamada "Síndrome de Atrice", por el apellido del muchacho. Esto provocó un tremendo escándalo en el circuito de entrenadores, lo que llevó a la creación de métodos alternativos para ayudar a estos Pokémon, como refugios, adopciones y otras cosas, mientras que los centros de crianza se empezaron a volver más estrictos en el entrenamiento de los iniciales, para asegurarse que mantuvieran un cierto nivel de pensamiento independiente. Pero incluso así, ocasionalmente surgían Pokémon afectados, y había muy poco o nada que se pudiera hacer por ellos: los que tenían suerte encontrarían a un nuevo entrenador y se convertían en confiables y valientes luchadores. Los menos afortunados terminaban muriéndose solos y sin amor la mayor parte del tiempo.

Bulbasaur se quedó viendo la Pokébola de Charmander por varios minutos antes de exhalar un suspiro. Era obvio cuál sería el destino que caería sobre Charmander eventualmente. Después de darle a Melanie la Pokébola del Pokémon de fuego para que la guardara, Bulbasaur salió del edificio y reanudó su patrullaje habitual. Gruñó con fastidio; incluso si había algunos buenos como Melanie, realmente no se podía confiar en los humanos.

Para poder sanar, Charmander necesitaría el cuidado de un verdadero amigo, y esos eran difíciles de encontrar. También tenían que convencerlo de alguna manera de que no era débil y que podría volverse realmente fuerte, pero eso sería mucho más difícil todavía de hacer. Quería creer que tal vez encontraría un buen entrenador, pero no estaba seguro de que existiera alguien así.

Y entonces, unos gritos en la distancia y ruidos de una pelea sacaron a Bulbasaur de sus pensamientos. Rápidamente revisó los terrenos del centro de crianza, y encontró a los causantes. Dos entrenadores, una chica de pelo rojo naranja y un chico de pelo negro con un Pikachu sobre su hombro estaban combatiendo entre ellos, usando un Wingull y un Aipom respectivamente.

Bulbasaur rodó sus ojos, y se preparó para intervenir y detenerlos. En este momento, lo que menos necesitaban era tener más problemas.

FIN.

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