Ⅵ. "El Ave y el Gusano"
—Aquí se quedarán —dijo un Swellow desinteresado, observando en el interior de su ala una lista de tareas por completar—. Acomoden sus cosas y mantengan todo limpio. Los horarios para cenar caen a las siete de la tarde justo afuera de los dormitorios, en frente de la entrada hay una carpa: la cocina y cafetería de esta zona.
La habitación era una pesadilla para aquel con claustrofobia o un sentido impulsivo por ser ordenado. Las literas estaban amontonadas en una esquina, recolectando polvo y con mantas de lana que daban picazón de solo verlas por su descuidada apariencia. Pilas y pilas de cajas que tocaban el techo se alzaban entre los roperos y baúles de la habitación. Para Baust en particular, era extraño sentirse pequeño y apachurrado en ese abarrotado sitio.
Antes de que se dieran cuenta, el Swellow que los acompañaba para indicarles su lugar ya había partido sin una simple despedida, dejando la puerta entreabierta con vista a un pasillo desierto. La madera a los pies de los niños rechinaba con cada ligero paso que se diera, vibrando hasta en los pilares que componían las literas. Gwynn dio unos pocos pasos hasta dar con una cama inferior, reposando su cabeza en las almohadas descosidas cuyo relleno de algodón parecía chorrear tal cual líquido.
—Creo que tenemos el mismo dilema de siempre, Baust —sonrió el Gligar maliciosamente, mirando de reojo a su amigo—. ¿Qué quieres que hagamos esta vez por reclamar la cama de arriba?
Rahl hacía alusión a una breve batalla que tuvieron los chicos apenas llegaron al gremio Suke'vi, pelea en la cual tuvieron que hacer carreras por la biblioteca para determinar quién se quedaría con la cama superior en la litera de su cuarto. Baust, un tanto fastidiado al ver que el Gligar buscaba provocar otro duelo, dijo:
—Puedes quedarte con la cama de arriba otra vez, igual parece que esa es la más fea.
—¡SÍ! —Rahl dio un salto y se posicionó, expeliendo una ráfaga de aire que lo dejó arriba en la cama que tanto deseaba—. Van dos a cero.
La engreída sonrisa del murcielago-escorpión causó molestia en el Joltik, mas su celebración se vio interrumpida al originarse del Gligar un escandaloso rugido de su estómago, tanto que hasta Gwynn se dio la vuelta para observarle.
—Eh, oyes —Rahl asomó su cabeza por sobre el marco de la cama, observando a Baust—. A ti te pusieron a estudiar cómo medir el tiempo en las ciudades, ¿no? ... ¿Sabes cuánto falta para las siete?
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Con sus cuencos al tope de caldo, el vapor se extendió y desprendió el aromático hedor a hiervas y verduras que lo componía. Rahl cargó con el pequeño cuenco de Baust consigo, y ojeó los alrededores para encontrar un sitio en el que comer con tranquilidad. El panorama era uno de reposo, con una multitud de Pokémon degustando de su comida en varios grupos, sentados alrededor de una hoguera y sobre troncos derrumbados para pasar el rato en compañía. Las tiendas de campaña con su tela blanca se elevaban por todo el lugar, dotando al sitio de una enorme extensión que hasta ahora lograron notar los aprendices a explorador. El cielo teñido con un suave naranja y su color diluido en la inmensidad de las nubes causó un sentimiento a todos, un pesar de todo el largo recorrido que habían dado en ese día, por tren y tierra viajaron desde la primera hora del día y ahora el descanso era lo que más se hacía a desear.
Los tres niños caminaron por entre la multitud de exploradores ocupados con sus cosas. Deambularon por el lugar perdidos en diferentes charlas ajenas que capturaban de vez en cuando su atención. El sitio estaba cubierto por una alegría que consumía el fuego de las fogatas, transformando en humo todo el pesar de un día entero bajo las ocupaciones de un explorador. Algunos enormes Pokémon merodeaban los lugares, y si bien su aspecto no era tan llamativo para Rahl pues se había acostumbrado a la diversidad de Mariven, ahora ese raudo y macizo semblante adornaba la construcción de todos. Sean exploradores, rescatistas u otros encargados, su oficio pulía su constitución, cosa que dejaba a los niños resaltar mucho entre el lugar mientras caminaban en busca de un sitio vacío para comer. Gwynn por su parte, permaneció cerca del dúo, ojeando de vez en cuando su caldo con un voraz apetito.
—¡Oigan, ustedes! —chilló una voz a espalda de los pequeños aprendices, haciendo que todos frenaran en seco su trayecto por una cuantiosa multitud.
De entre el avanzar de varios Pokémon salió una pequeña figura, un emplumado Pokémon que Baust identificó como un Rufflet. Daba pequeños saltos y aleteos para esquivar el andar y pisotones de los desinteresados adultos.
—¿Quieren venir a comer con nosotros? Somos aprendices también, ¡los vi por ahí sin pista a dónde ir y quise invitarlos!
—¿¡Aprendices!? —exclamó Rahl, emocionado de por fin encontrar alguien que aparentaba ser de su edad entre tantos adultos—. ¡Claro que sí!
Sin dar tiempo para expresar su afirmación, Baust y Gwynn siguieron de cerca a los otros dos Pokémon que atravesaban el centro del campo sin mucha dificultad.
Caminaron por un poco más hasta llegar a una enorme carpa verde, tenía su tela desgastada por el tiempo y su verde saturado en antaño ahora se mostraba apagado. Atrás de la carpa de enfermería había una pequeña fogata rodeada por un grupo de jóvenes charlando y degustando de su cena. Eso tranquilizó la inquietud en la mente de Rahl y Baust, quienes comenzaban a pensar que eran los únicos aprendices que fueron llamados a este lugar.
Dentro de ese círculo pudieron visualizar cerca de dos docenas de Pokémon, por su apariencia juvenil se delataba su limitada experiencia como exploradores. Las extrañas conversaciones adultas que antes plagaban los oídos de los niños ahora fueron substituidas por risotadas y cuentos pintorescos. A sus espaldas, lejos del claro y en la colina verde por el césped, se visualizaba el gigantesco bosque de bambú que protagonizaba el lugar. Se ubicaban a una gran distancia de allá, con ese extenso campamento situado justo a las orillas de una empalizada sobre el claro rodeado de bosques y un río.
Los cuatro niños tomaron asiento dentro del círculo, al instante llamando la atención de los demás jóvenes, quienes cesaron su charla para ojear a los nuevos integrantes. Baust se sintió un poco incómodo por toda la atención, Rahl no dejó de sonreír entusiasmado de poder charlar con otros aprendices, y Gwynn por su parte comenzó a sorber con fuerza de su caldo en cuanto se cruzó de piernas en el suelo.
—Kela, ¿trajiste tu ración? —cuestionó a secas una Gothorita al Rufflet que acompañó a los muchachos.
—¡Oh! ¡Demonios, se me olvidó! —contestó el mencionado, sacudiendo su enorme y emplumada cabezota—. Me topé con estos chicos de camino al comedor, ahorita regreso por mi comida. ¡Ya vuelvo!
Se apresuró en marcharse del lugar, dando aleteos para avanzar su paso de regreso por donde vino. Con su anfitrión marchándose, la sonrisa de Rahl comenzó a esfumarse y contemplar la incomodidad de ser el centro de atención entre varios desconocidos. Las charlas cesaron y solo hubo silencio por un corto tiempo, eso sin contar el ruidoso sorber de Gwynn quien parecía desinteresada en todo a su alrededor, como ya era costumbre de ella. El Gligar dejó a un lado el cuenco de Baust y el suyo, rascando su mentón con una de sus pinzas y sonriendo con nervios a los demás. Se aclaró un poco la garganta y pronunció como mejor pudo:
—Hola, un gusto conocerlos. Somos nuevos en el campamento, acabamos de llegar justo en la mañana. ¡Un gusto gran conocerlos! ¡U-Un gusto! ¡Sí!
El Joltik derrumbó su cuerpo en el césped al escuchar todo eso, mirando de reojo a su nervioso amigo.
—¿De qué gremio son? —alcanzó a preguntar una Cherrim, quien miraba con una radiante sonrisa a los nuevos integrantes de su pequeña cena.
—¡Oh! Somos del gremio Suke'vi, el que está en Mariven —confesó Rahl sin más, feliz de poder conversar.
Se creó un sonoro cuchicheo en el cual la sorpresa y confusión eran protagonistas vino de entre todos los jóvenes, haciendo que Baust se encogiera un poco al ver que ahora más miradas eran dirigidas a él en específico.
—¿¡En serio!? Nunca antes había conocido a aprendices del gremio de Mariven. ¡Escuché que tiene un porcentaje de aceptación extremadamente bajo! —dijo un Quilladin, sujetando sus patas con sus manos aún sentado y aventando su cuerpo para en frente, quizás un poco muy interesado en todo este tema—. ¿Cómo le hicieron para ingresar ahí? ¿Fue un examen? ¿Un torneo quizás? ¿Una prueba física dificilísima? ¡Es más! ¿¡Cómo se pudo meter ese Joltik de ahí!?
—¡Ya cállate! —gritó un Hitmontop dando un porrazo en la espalda del tipo planta que lo mandó a rodar al frente sin control. El calor de la hoguera le rozó e hizo que se levantara al instante, corriendo despavorido de regreso a su sitio, avivando de paso las burlas de los niños que observaban entretenidos el espectáculo.
Si bien la burla fue primero, lo cierto es que las preguntas del Quilladin resonaban mucho con los interesados chicos que se acercaron más al trío de Suke'vi para aplacar su curiosidad. Baust se mostró fastidiado por la incredulidad que sentían muchos al hecho de que él formara parte de ese gremio, aunque supo al instante que no era algo extraño. Rahl y él, mucho antes de siquiera poner pie fuera de pueblo Jabal, conocían la reputación exigente y exclusiva del gremio de Mariven. Para el Joltik, le resultaba un milagro ser parte del gremio en primer lugar, suscitando el que se sintiera fuera de lugar en varias ocaciones.
—La líder del gremio solo nos hizo una entrevista antes de enlistarnos al lugar, ¡eso fue todo! —sonrió Rahl, asintiendo y comentando su experiencia—. Eso sí, fue algo aterrador, la verdad. Es una Doublade muy extraña y me ha dado bastantes pesadillas el recordar ese momento.
Hubo silencio de nuevo. Incredulidad. Una mirada perpleja en todos los presentes.
—¿Qué...? ¿Te dio miedo una entrevista? —preguntó la Gothorita, ladeando su cabeza—. ¿Solo eso? ¿No hubo una prueba más?
—Estamos en constante prueba —se apresuró a corregir el Joltik, viendo la desilusión de los aprendices—. Ya estamos en el gremio, pero en cualquier momento podemos ser regresados a patadas. Tenemos tres meses de prueba.
—¡Pero eso es igual en todos los gremios! ¿No hicieron nada y solo los metieron ahí?
—¡Yo creo que son unos mentirosos!
—¡No hay forma de que ese bicho esté en el gremio de Mariven!
Quejas y comentarios dándole la razón a las voces que ahí dominaban prosiguieron, sumiendo la junta en un relajo de reclamos y risas diversas. Rahl husmeó presuroso por su bolsa de explorador, hurgando entre las tantas cosas que trajo consigo incluso ante la insistencia de Baust por dejarlas en la habitación, hasta que finalmente sacó una brillante insignia plateada que elevó con orgullo, parándose de su lugar y exclamando:
—¡No somos mentirosos! ¡Aquí está nuestra insignia como aprendices del gremio Suke'vi! ¡Veanla, es completamente real y nada falsa!
Muchos rodearon a Rahl, quien no se inmutó y continuó con su afirmación delante de una escéptica mayoría.
—Yo les creo, conocí a un grupo de aprendices de ese gremio el año pasado —habló desde su lugar el Hitmontop de hace rato, llamando la atención de todos los curiosos—. Eran dos hermanos fantasmas, un Dreepy y un Drakloak.
—¡Oh, los conocemos! Se llaman Anrroy y Devon —afirmó Rahl, ahora sentado en su lugar—. Aunque son unos fastidiosos bravucones. Tsk, ¡cómo me caen mal!
—Entonces sí hablamos de los mismos Pokémon —sonrió el tipo lucha, prosiguiendo—. Fue en una visita a Mariven, escuché que esos dos provienen de una familia de nobles dentro de la ciudad. Su padre es muy reconocido en las fuerzas de la nación, por eso son tan altaneros. Con lo que dicen, he de suponer que entonces el gremio solo deja entrar a nobles o aquellos con mucha influencia. ¿Es eso cierto?
—¿¡Qué!? ¿¡Son de una familia de nobles!? —chilló el Quilladin, viendo de arriba abajo al Gligar—. Porque la verdad no lo parecen...
—¡No! ¡Nada de eso! —negó Rahl, bastante molesto por sentir que desprestigiaban sus habilidades. Baust por su parte, estaba sorprendido de aprender el origen detrás de Anrroy y Devon. Aunque viendo que se comportan como unos niños mimados, no se le fue difícil creer la historia del Hitmontop.
—Venimos de un pueblito al oeste de aquí, pueblo Jabal. No somos ricos ni nobles —dijo Baust, aplacando las preguntas que comenzaron a formarse tras la historia anterior.
—Aunque, quizás nuestro origen si haya influenciado —pensó Rahl en voz alta, confundiendo a Baust—. Digo, ¡yo soy hijo de un muy famoso explorador!
La sorpresa e ilusión de los niños no se hizo esperar, asombrados por la confesión de Rahl y cuán orgulloso se mostraba por sus palabras. Quizás no es un noble o alguien de ese estilo, pero el orgullo del legado de su padre le hizo sonreír con aires de grandeza que vendieron muy bien su exclamación.
—¿Qué explorador es?
—¿¡Es de la capital!? ¡Ahí salen muchos Pokémon increíbles!
—Me llamo en su nombre, ¡Rahl! —afirmó el Gligar—. Rahl el legendario Scizor, el héroe de pueblo Jabal y protector de las invasiones de enemigos a nuestra nación. ¡Exploró las islas en la costa oeste y trajo a muchos expedicionarios consigo! ¡Él era...! Uhmmm...
Rahl se detuvo, frenando su relato de golpe. Sus ojos divagaron entre los demás Pokémon y en ellos solo encontró una mirada de confusión, como si no les llegase a la mente a quién se refería en su historia. El joven Gligar continuó su recolección, viendo si era capaz de aclarar la cabeza de todos:
—Bueno, vivió sus aventuras muy lejos de la ciudad capital, entiendo que no les llegue a la mente. Pero créanme, ¡hizo cosas grandiosas! Exploró con muchos compañeros la península al oeste del continente, donde antes no había nadie. Era un sitio misterioso y con ruinas del antiguo reino, todas sin visitarse en siglos. ¡Había tantos salvajes que buscaban destruirlas! Lucharon contra los expedicionarios, pero el gran Rahl continuó adelante, los venció e hizo que esa parte del continente le perteneciera a Akdreth por fin. ¿Quieren que les cuente un cuento de sus hazañas?
—Claro que no. ¡De seguro ni es famoso! No me suena de nada —se cruzó de brazos un Teddiursa, extrañado por lo que mencionaba Rahl.
—¿Cómo dices? —preguntó el Gligar, viendo las caras de confusión que perduraban en todos los Pokémon a su alrededor, similar a la del Teddiursa—. Es solo que tú no sabes de exploradores, ¡no conoces a mi buen padre! ¡Menso!
—Hmph, ¡claro que sé! —refutó el tipo normal, retando al muchacho—. Estoy seguro que sé mucho más que tú sobre exploradores legendarios, tu papá seguro es un don nadie y solo los de tu pueblo lo conocen.
Viendo que muchos comenzaron a asentir pensando lo mismo que el otro chico, Rahl se enfureció de sobremanera por la situación. Se paró de su lugar y lo miró fijo apuntando su pinza a él.
—¡Mira tú! ¡No sabes nada de lo que hablas, oso baboso! No le digas de esa forma a mi padre.
—¿¡A quién le dices oso baboso!? Niño idiota, ¿quieres pelear acaso? —el Teddiursa se puso de pie también, caminando hasta Rahl con disgusto—. Deja de andar de llorón y acepta que tu papá no es famoso como crees.
—¡Te dije que dejes de hablar de él así! ¡No me tientes! ¡Ya le he partido el hocico a otro oso por andar diciendo babosadas igual que tú! —gruñó Rahl, fastidiado y sintiendo las porras de los niños que buscaban ver una pelea.
—Espera, Rahl, ¡detente! —brincó el Joltik a su espalda, asustado por ver a su amigo querer montar una escena así—. No era para que te pusieras así, apenas acabamos de llegar.
—Oh, ¿¡entonces está bien cuando tú andas de buscapleitos, pero yo no!? —negó el Gligar, fastidiado con Baust por su comentario—. ¡No te hagas el inocente!
—¡No es lo mismo! ¡Este tipo ni lo conoces!
—¡Lo conozco lo suficiente!
—Se ve que es mayor que nosotros, te va a dar una paliza.
El aprendiz, envuelto en una repentina cólera, se hizo de oídos sordos y continúo caminando hasta su oponente cuando un presuroso revoloteo se interpuso entre los dos Pokémon. El Rufflet había regresado, agitando sus alas y negando con la cabeza, efusivo por no dejar que esto pasara a peor.
—¡Esperen, esperen! —se interpuso el tipo volador, jadeando entre cada palabra—. ¡No arruinen la cena con un pleito así! Estoy seguro de que podemos llegar a un acuerdo sin necesidad de la violencia. Vamos, no se pongan así.
Muchos de los muchachos lo abuchearon, incitando a que la pelea se diera, aunque entre toda la bulla y risas, la tensión se había esfumado un poco, haciendo que el Teddiursa se resignara a dedicarle un pujido a Rahl al considerarlo no más que un niñito torpe.
—Kela, ¿ahora sí trajiste tu ración? —pregunto de nuevo la Gothorita al Rufflet.
—Sí, esta vez no se me olvidó. Lo dejé por... —el ave revisó el sitio en el que dejó su cuenco, para ver que se encontraba completamente vacío. Solo quedaba una calmada Gwynn, quien se relamía el exterior de su boca mientras perdía su vista en el fuego de la hoguera.
Con más charlas en alta presencia, el jolgorio que los niños montaron continuó gradualmente dejando a Rahl y Baust disfrutar su cena con compañía que, a pesar de abrumar un poco, traían consigo interesantes historias por contar. Tanto fue el gozo que el incesante sonido del exterior por los adultos comenzó a mermar, acompañado de solo el crujir de las ramas en la fogata y el vivaz viento nocturno que comenzaba a imperar por el lugar. El cielo, ahora pintado en un oscuro tono con sus estrellas tintineantes que se alzaban interminables por montones, regresó a los dos muchachos de nuevo a su pueblo natal en el que cielos similares se alzaban. Pasar esa breve semana en Mariven les privó de deleitarse con ese espectáculo en el firmamento nocturno que no habían apreciado hasta haberlo perdido.
El silencio y las charlas discretas que habían tomado protagonismo mermaron, acompañadas así por algunos jóvenes que se disponían a marcharse luego de terminar con su junta social. Sin embargo, no fueron pocos los que se mantuvieron quietos rodeando el fuego y respirando el fresco aire de una noche entrante. La Gothorita se dirigió a los dos chicos peculiares de hace rato quienes permanecían serenos, sonriendo ante la tranquilidad del ambiente.
—Disculpen, chicos, no les preguntamos sus nombres —afirmó la tipo psíquico, sonriendo ligeramente.
—Oh, bueno. Mi nombre es Rahl —abrió conversación el Gligar—. Este de aquí es mi buen amigo Baust.
—Un gusto —saludó el Joltik, soltando unas breves chispas.
—Y... ¿la Sneasel? —preguntó el Hitmontop, quien mascaba unas cuantas bayas—. No la he visto hablar en todo este rato.
—Ella se llama Gwynn —apuntó Rahl a la chica quien no le hizo el menor caso—. La verdad es que solo la metieron en nuestro equipo explorador sin más, no conocemos mucho de ella. Ni siquiera sabemos si puede hablar, jamás lo ha hecho.
—Se siente un poco maleducado hablar de ella como si no estuviera aquí —frenó el Joltik, observando a la tipo siniestro. Buscaba en sus ojos una expresión, algo que le indicase estar presente en la conversación que entre los Pokémon se compartía. Pero no encontró lo que quería—. Bueno... Sí es algo extraño. He hasta pensado que quizás no habla el mismo idioma que nosotros.
—Hmm —reflexionó sobre aquello su compañero de equipo, hasta que se le vino una idea a la mente—. ¡Oh! Entonces tiene sentido que Nariel esté a cargo de ella, le ha de poder hablar por telepatía o algo. Oyes, tú, niña, ¡eres tipo psíquico! ¿puedes intentar hablarle por nosotros?
—¡Me llamo Silvaria! Y no seas bobo, ella es tipo siniestro, ni aunque quisiera podría hacer lo que me estás pidiendo —frunció el ceño la Gothorita, agitando su mano por los aires. El Hitmontop soltó una risotada.
—¡-Oh! Eso me recuerda, ¿Cuánto tiempo llevan ustedes en el gremio de Mariven? —inquirió ahora el tipo lucha, asintiendo su cabeza múltiples veces sin cesar.
—¡Una semana! —contestó Rahl con todo el orgullo posible, esparciendo la sorpresa por todo el grupo una vez más.
—¿D-De verdad? —preguntó el Quilladin, asombrado por lo que dijo Rahl—. ¿Cómo es posible que lleven tan poco tiempo y los hayan mandado a hacer una misión como esta?
—La verdad lo mismo nos preguntamos —suspiró el Joltik—. Ni siquiera tuvimos tiempo para aprender más a fondo sobre toda esta misión, ayer en la tarde nos informaron que iríamos y para esta mañana ya estábamos en tren saliendo de Mariven.
—Sí, ¿ustedes saben a qué se debe todo esto? —siguió Rahl, haciendo que su curiosidad saliera a flote—. Es un gigantesco campamento, ¿por qué están tantos exploradores aquí?
Gothorita y Hitmontop se observaron de reojo, todavía sorprendidos por la noción de que un grupo de novicios hayan logrado colarse a una misión como esta; a ellos les tomó rendir como el mejor grupo de exploradores de su gremio. La tipo psíquico dejó pasar unos segundos y formuló su respuesta:
—La misión consta en entregar soporte a los exploradores en el campamento. Somos aprendices, así que puedes tomarlo como una pasantía.
—¿Qué es una pasantía?
—Esperen —interrumpió el tipo lucha la incógnita de Rahl—, ¿cuántos años tienen?
—Los dos tenemos trece.
Las cosas se ponían peor para el equipo explorador mayor, suspirando tanto por la sorpresa como la indignación de que aquel gremio oriundo de Mariven haya arriesgado a estos niños recién llegados.
—...Como sea —continuó Silvaria—, piensa en una pasantía como un trabajo en el que los aprendices trabajan con los exploradores de verdad para aprender de ellos.
El escorpión dejó salir una brillante sonrisa llena de emoción, tanta que se le fue contagiada a Baust.
—Los exploradores de aquí están tratando de resolver una disputa que ha durado años en esta tierra —agregó Hitmontop—. En los archivos descubrí que hay una aldea minera en este bosque que ha estado peleando con un grupo de salvajes en este lugar. Las cosas se han puesto muy malas últimamente, todo culpa de algunos criminales que han estado organizando a la gran población de salvajes tipo fantasma en este bosque para atacar a los mineros y aldeanos del área. Los exploradores están aquí para detener el caos originado por estos ataques de guerrilla.
—Es una guerra contra los salvajes —dijo el Quilladin.
—Ohhh, ¡entiendo! —dijo Rahl, sin entender nada.
—Cuando veníamos para el campamento, nuestro tren se detuvo porque había una pelea más adelante, entrando al bosque —relató la arañita—. Logramos ver lo que parecía el final de un altercado. Fue algo bastante feroz, un Scizor sometió por completo a un Marowak extraño. ¿Saben algo de ese explorador?
Rahl guardó silencio, recordando ese suceso tan impactante. Lo cierto es que jamás había visto a un Scizor de cerca, tan solo en ilustraciones que le enseñaba Baust para que comprendiera sobre la especie a la que pertenecía su padre. El Gligar estuvo pensando a profundidad en la extraña sensación que le originó ver tal batalla, un sentimiento de incomodidad. Al contrario, Baust fue el más afectado por presenciar todo aquello. Estaba asombrado por el despliegue de fuerza que dio aquel explorador escarlata, algo que lo regresó a esa lucha que cambió su vida, librada por un valiente explorador Haxorus. Pero este Pokémon era diferente, era tipo bicho, era su propio tipo. Compartían eso y aquel dato le daba algo de esperanza a Baust, una esperanza que tenía destruida hace tiempo cuando ingresó en su gremio. Se mantuvo escondiendo su naturaleza de tipo bicho a causa de los comentarios externos. La luz verde que desprendió esa Tijera X que efectuó aquel Scizor se quedó con él, vagando por su mente con una particular emoción.
—... ¡Oyes! —exclamó Silvaria, ahora más cerca de lo que el Joltik esperaba—. Acabas de preguntar algo y te nos fuiste a las nubes, ¿qué te pasa?
—¡Perdón! —presuroso, pidió disculpas—. T-Tengo algo de sueño...
—Como decía —llamó aquel Hitmontop—. Tengo entendido que se llama Mefisaír, es un explorador de la capital por lo que dijeron algunos aprendices que lo tienen en su división. Justo hoy resaltó por haber atrapado a uno de los criminales que te dije, se dice que ese Marowak les lavó el cerebro a los salvajes y creó un culto para que lo obedecieran, es uno de los pocos forajidos que han logrado atrapar.
—O-Oigan —tembloroso, se acercó del Rufflet de hace rato—. Se está haciendo tarde, ya nos llamaron al dormitorio, deberíamos irnos —informó a los tres aprendices mayores—. N-No quiero que se enoje la superior...
—Ugh, deja de andar de miedoso, apenas se puso el sol —dijo el tipo lucha, fastidiado por la interrupción del ave.
—En realidad no, eso fue hace unas dos horas —señaló la Gothorita.
—¡AY! Ya es tarde, ¿qué tal si atacan los salvajes y estamos afuera? ¡NOS VAN A EMBOSCAR! —Kela salió disparado de ahí, agitando sus alas y seguido por un Quilladin igual de aterrado.
—Bueno, supongo que debemos irnos —Hitmontop chasqueó los dientes, asintiendo a su compañera—. Se me olvidó presentarme: me llamo Rhodae. Nosotros cuatro venimos del gremio Laritsmo, ¡somos el equipo Psico-Golpe! Viendo que son muy nuevos en esto de ser aprendices: podemos ayudarles si tienen algún problema, solo búsquenos.
—¡Asombroso! —se emocionó Rahl—. Nosotros solo tenemos números como nombre de equipo, ¿cómo es que ustedes...?
—Oh, nosotros también tenemos números de nombre, pero el que les dijimos no es oficial —se paró de su lugar y comenzó a alejarse del lugar con Silvaria—. Aunque como primer consejo de aprendices, ¡háganse un nombre de equipo propio, puede ser divertido!
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Rahl y Baust platicaron poco esa noche, concluyendo que lo mejor era aprovechar el descanso que tenían apenas haber llegado al campamento. Este pequeño día de descanso hizo que toda la fatiga acumulada la semana anterior los dejase rendidos en cuanto pusieron pie en el aún polvoriento dormitorio.
No obstante, aquella deuda de sueño tendría que esperar en cumplirse luego, ya que esa misma mañana fueron despertados antes de que el sol arribara en el cielo. Fuertes golpes de quien quería tumbar la desgastada puerta de madera hicieron el trabajo, causando un letargo en los niños, más precisamente en Rahl quien cayó de la litera de cabeza causando un estruendo más poderoso que el de la puerta.
Liderando el paso, los muchachos salieron detrás de Gwynn quien no dudo en seguir a un grupo de jovenes que apenas doblaban el pasillo hacia las escaleras. Unas muy pocas velas yacían prendidas, haciendo que todo el camino estuviera casi en su totalidad cubierto por las penumbras.
En el corto trayecto una idea apareció en la mente de Rahl: quizás era buen momento para poner a prueba lo que estudió en la biblioteca hace poco, esa habilidad presente en los de su especie.
—Clack, cr-lack- click, shreek, shriip, clacka, clack, shriiiiiick —chilló Rahl, muy para la confusión de todos, hasta de Gwynn quien lo volteó a ver con extrañesa.
—Rahl... —dijo el Joltik—. ¿Estás bien? ¿Se te salió el cerebro con el golpe de hace rato?
—Ah, no, ¡no! Solo quería intentar algo que vi, jaja... Sí... La ecolocalización, ¿sabes lo que es?
—No —contestó secamente Baust, no estaba listo para lidiar con estas cosas tan temprano.
Las afueras del antiguo edificio les recibió, con un sol ausente y una luz azulada tenue pintando todo el escenario. El cielo era opaco, junto al resto de cosas a su alrededor, iluminados de forma muy pobre por los más tempranos atisbos del astro rey, cuya iluminación se prestaba más como un inconveniente que algo bueno. Era agobiante tener que forzar la vista entre ese azul poco saturado para observar todo el entorno.
De entre todas las enormes carpas que componían el campamento, solo una se prestaba como abierta y con la luz de su interior dando esperanza a los aprendices de seguir a sus iguales dentro. Se trataba de la enfermería, lugar al que el trío de Mariven supuso su destino se encontraba.
Una Audino emergió de la carpa diciendo unas palabras inaudibles para los aprendices de Mariven. Se abrieron paso por la muchedumbre ahí hubicada hasta poder escuchar mejor:
—No, no. Díganle al coordinador que no podemos hacerles el examen físico ahora mismo. Estamos atendiendo a muchos exploradores heridos en la misión de ayer, eso tendrá que esperar. Tengo entendido que su líder de grupo deberá de esperarlos en el claro norte... ... ¿Qué esperan? ¡Vayan ya, mocosos!
Cerrando la entrada a la carpa detrás de sí, esa ojerosa Audino dejó confundidos a los que todavía no se quitaban el sueño de encima. El resto emprendió camino directo al claro designado, pasando entre las carpas y tiendas hasta salir del campamento y sus enormes muros de piedra. Sus lozas eran irregulares, con un acabado muy rústico. Esas paredes que resguardaban el perímetro parecían haber sido levantados por ataques de tipo roca antes de ser construidos con cuidado. La puerta se abrió para el grupo y los numerosos aprendices marcharon como rebaño hasta ubicarse en la pradera. Gwynn fue la primera en llegar, o eso parecía al cruzarse de brazos y mostrarse expectante a la nada misma. No había nadie, pero todos prefirieron aguardar a la llegada de su líder.
Una densa neblina se esparcía por el claro, humedeciendo el césped y cargando esa cansina luz azulada y triste del temprano amanecer. La visión del grupo de aprendices se veía acaparada, tensando sus nervios aunados al frío viento matutino que rondaba la desolada área entre todos los jovenes Pokémon. Sagaz fue la entrada de una maciza figura, cuyo aterrizaje en medio de un desordenado semicírculo compuesto por el grupo causó que mucha de la neblina se alejara, descubriendo ante todos la identidad de la gran figura. Se trataba de un Skarmory, quien agitó sus alas metálicas con desgano, alzando su cabeza y ojeando con premura a cada uno de aquellas "jovenes promesas" se le informó debía liderar desde ayer. Con un graznido, se propuso hablar:
—Antes que todo, necesito que sepan que ya no están en su gremio —su voz era rasposa, denotaba su pésimo humor incluso entre el estoicismo tupido que expresaba—. Estamos en una guerra en nombre de Akdreth, acompañan a exploradores que ponen sus vidas en peligro cada día, muchos han muerto en esta labor.
Todos guardaron silencio luego de una pronunciada pausa. La verdad era que pocos eran capaces de prestar toda la atención necesaria con el sueño todavía invitándoles a descansar, e incluso los que no se mostraban tan fatigados eran presas del hambre. En conjunto, cada aprendiz ahí rogaba porque aquel sermón que apenas iniciaba se diera por finalizado.
—Soy el explorador Lasher, rango dorado, y se me fue encargado su grupo. Por si no se han dado cuenta, todos ustedes comparten algo en común además de ser aprendices: son nuevos en este campamento. Como la última carga de aprendices que llegaran a esta misión, debo ponerlos al corriente de lo que se les exigirá de aquí en adelante. Por lo tanto, estas dos semanas me ocuparé de refinar sus habilidades en este campo de entrenamiento destinado en que representen de debida forma a nuestra nación. Desde el segundo que salieron de ese tren ayer dejaron de ser la cara de su gremio, ya que ahora son la de Akdreth. Nuestro campo de entrenamiento puede abarcar ejercicios míos o poner en práctica sus habilidades en algunas misiones oficiales dentro del campamento.
Lasher se mostró muy en contra de liderar a ese grupo de aprendices en sus entrenamientos iniciales. No obstante, no tuvo mucha más opción que la de seguir las indicaciones de sus superiores. Había otra cosa que llamaba su atención dentro de esta pequeña guerra, algo en lo que quería enfocarse, pero este contratiempo lo mantuvo frustrado. Baust observaba sus ojos con cada palabra, amarillos y opacos, fríos y despegados de la realidad, tan volátiles como para alcanzar los de una bestia. Este Skarmory quería desquitar todos sus disgustos, por lo que, al finalizar su introducción, se relamió el pico metálico listo para soltar algo:
—Ninguno de ustedes es importante —inició—. Podrán esforzarse con años de entrenamiento, pero en la batalla hay muchos factores en juego. Factores que no son misericordiosos y pueden arrebatarles la vida en un segundo. Deben comprender que este mundo se divide entre los Pokémon útiles y los que son un estorbo. Se divide entre la presa y el depredador; encontrar un espacio para ti entre la categoría ganadora no es algo fácil, por lo que la realidad es que alguien que es una presa siempre terminará doblegándose ante los deseos del más fuerte. Todo lo que les hace sentirse importantes no es de interés aquí, así que como primer ejercicio de este entrenamiento, quiero que se enfrenten entre ustedes delante de todos. Saquen a relucir lo que les hace ser un depredador, demuestren que hay al menos un poco de valor en sus vidas. Pasaran uno por uno.
—E-Explorador Lasher... ¿Vamos a luchar antes del desayuno?
—El desayuno se gana —contestó a secas la interrogante de un aprendiz en el grupo—. Deben de darse cuenta de ello. Es una muestra más de que siguen vivos. Así que no quiero que solo luchen, voy a evaluarlos, ya que quiero que peleen como si sus vidas dependieran de ello —una macabra sonrisa se formó en el ave, mostrando por fin el primer indicio de emoción en sus gélidas expresiones—. Lucharan hasta la muerte; los detendré antes de que llegué a eso, claro; empero de no entregar todo su corazón a esta batalla, sus nervios los controlaran cuando tengan que pelear de verdad por sus vidas. Utilicen este entrenamiento ahora que cometer errores no significa una muerte asegurada.
La tensión en el ambiente se hizo casi palpable, demostrada por gestos de incomodidad o miradas de nervios entre los aprendices. Este ejercicio inicial no era algo nuevo para Lasher, por lo que supo al instante que el impacto dependía enteramente de encontrar a dos Pokémon para luchar con la urgencia y salvajismo que buscaba. Necesitaba a un depredador y una presa.
—Baust —susurró Rahl a su amigo, con una muy notable emoción en su rostro—. ¿Crees que pueda pelear contra el oso menso de ayer?
Su compañero de equipo no contestó. Su mente estaba centrada en aquellos amarillentos ojos del ave, profundos e insidiosos, en busca de una víctima sin lugar a dudas. No le pudo responder a Rahl que aquel Teddiursa no se encontraba en este grupo al no ser un recién llegado como ellos.
—Son un muy peculiar grupo de aprendices, eso he de decirles —comentó meditativo el Skarmory, escaneando el área de lado a lado—. Aunque ya hice mi elección. Para iniciar, quiero que se enfrenten tú, el Fletchinder, y tú, el Joltik. Pasen al frente.
Una angustia absoluta dominó al pequeño tipo bicho, quien, en un vano intento de encontrar confort, miró a su amigo el cual lo observaba con una gran alegría. El Gligar le dedicó unas palabras de aliento, exaltado porque en poco su compañero tendría el gusto de rendir en combate para dar inicio al entrenamiento. Baust se hizo paso entre los demás aprendices delante de él, quienes expresaban su incredulidad al verlo: un diminuto Pokémon llamado a la batalla. Era ese sentimiento o una marcada pena por lo que sabían le tocaría enfrentar.
El Joltik con cada paso que daba sentía un vahído tenaz producto de sus nervios, todo aquello con dudas nublando cada pensamiento de terror que vagaba su mente. ¿Cómo pudo verlo aquel explorador? Es tan pequeño y estaba hasta atrás, escondido entre las piernas de dos filas de aprendices. ¿Fue acaso su visión de cazador? Aquella vista perfecta en busca de una presa. ¿O fue acaso el bocón de su amigo que llamó la atención del tipo acero lo suficiente como para centrarlo entre la muchedumbre?
El semicírculo de Pokémon se expandió y les otorgó espacio suficiente a los dos contrincantes. Baust centró su mirada en aquel tipo fuego/volador, vislumbrando una agresividad que le hizo estremecer. Una violenta marea de pensamientos lúgubres taladraba sin descanso su cabeza, cada uno más desesperante que el anterior. Sentimientos de miedo, ideas de escape, dudas de su habilidad y una parte muy primitiva de sí que rogaba por huir con todas sus fuerzas del lugar. El Joltik supuso su miedo era distinguible para su oponente, quien parecía deleitarse con cada chispazo involuntario de pánico que el tipo bicho fallaba en acallar. Era de esperarse, dentro de ese lado primitivo, este encuentro no era nada más que un cazador con sus ojos clavados en su presa.
—Antes de iniciar el combate necesito que tengan presentes mis instrucciones—llamó Lasher—. Este será un encuentro en el que pelearan como si sus vidas dependieran de ello. Si quieren ser el cazador, recuerden que el camino está pavimentado con sus adversarios. En esta guerra nos enfrentamos contra salvajes, contra bestias que siguen sus instintos. Si hemos de vencerlos en su propio terreno, debemos aceptar esa naturaleza primitiva que perdura en cada ámbito de nuestra vida y que compartimos con los salvajes. Luchen por cavar un espacio en el orgulloso mural de exploradores, por ser el cazador que vence a las bestias, que destruye a tal escoria. Entréguense a lo que es ser el cazador y la presa; el lobo y la oveja; el ave y el gusano... ¡COMIENCEN!
Un veloz picotazo dio inicio al altercado, lo propició el ave a un atento bicho, su reacción fue justa para dar un gran salto en el aire dejando una estela de chispas detrás. Los sentidos del Joltik eran acentuados gracias al arduo entrenamiento que ponía Nariel, no obstante, esta realidad se reflejaba igualmente en el Fletchinder quien presuroso se volteó para atrapar al bicho en caída libre. En el aire Baust tejió una Electrotela que lanzó a su contrincante presto en continuar su asalto. Esta respuesta le dio unos pocos segundos que se fueron como agua entre las manos. La telaraña fue tejida de forma torpe y descuidada, causando más un inconveniente al Fletchinder que un verdadero ataque. Ahora a más distancia que antes, la arañita observaba con desespero al ave: su aterrizaje fue descuidado y ahora era incapaz de dejar de temblar. Todo iba tan rápido y no podía pensar. Jadeos de pánico y terror. Un desquiciante abucheo de los espectadores. Baust se enfocó en rememorar unas palabras que hacían eco por su mente, dichas por Nariel:
—El miedo nos ha ayudado a mantenernos con vida —su monótono tono perduraba en las memorias del bicho—. Pero para nosotros los exploradores, fácilmente puede ser el miedo el que nos trae la muerte. En una batalla debes luchar contra ti mismo también, debes crear un balance en tu mente: un balance entre la adrenalina y mantener una mente aguda. El siguiente movimiento que te voy a enseñar debe ser utilizado con una mente en calma, no te puedes permitir sentir temor ya que...
—...El miedo te mata —murmuró Baust, chocando miradas con su cazador, unos ojos fijos en él, tan pegados en lo que sería su presa que eran inamovibles—. El miedo te mata. El miedo te mata. El miedo te mata.
Fletchinder supo que tenía el cielo a su favor, otro salto de esos y el Joltik perdería, caería presa por entrar al dominio de él. Una furia comenzaba a arder en su interior, ¿cómo era posible que ese tipo bicho se creyera capaz de domar los aires? Le iba a mostrar. Se preparó, y alzo Vuelo hacia las alturas, presto en continuar su ataque.
Baust no se movió de su lugar, clavando sus patas en el césped del claro. La neblina azulada a su alrededor le ayudó a calmarse, a enfocar su mente en lo que buscaba lograr. El ave desapareció en las alturas mientras que el insecto permaneció sereno. Los Pokémon expectantes miraban con intriga el actuar del Joltik, preparados para verlo sufrir un poderoso ataque tipo volador.
De las alturas descendió Fletchinder, acelerando y con las alas pegadas a su cuerpo. Tal cual proyectil, se volvió uno con las corrientes de aire y buscó la mejor abertura para acabar con su oponente. A pocos metros de llegar su cuerpo se cubrió de un halo azulado envuelto en su movimiento. Pero Baust se desvaneció, se desplazó a una velocidad absurda lejos del ave, quien poco tiempo tuvo para detener su arremetida.
El movimiento Agilidad funcionó, agudizando la mente del Joltik tanto como para presenciar su alrededor como si todo estuviera yendo más lento. Baust sabía que este movimiento lo agotaría mentalmente pronto, por lo que su ventana para ganar la batalla era breve pero plausible. Fletchinder era tipo fuego/volador, con una Electrotela poderosa como las que estaba practicando podría detenerlo. No obstante, esta combinación era mortal para el tipo bicho, un solo ataque y estaría fuera de combate. El Joltik maldijo como nunca antes a ese lado de sí, el mismo que lo domó hace rato provocando que sintiera un cegador temor.
Fletchinder se lanzó al Joltik con un Derribo, iracundo al ser burlado una segunda vez. Baust despegó del piso en un segundo, y sacando impulso de su electricidad, cayó repentinamente en el lomo del ave, clavando sus colmillos en él con una fuerte picadura. La velocidad ya no estaba del lado del volador, quien se sacudió violentamente por el ataque, mandando a Baust disparado por los aires y lejos del lugar. En lo que cayó, se reincorporó, y partió de regreso haciendo círculos alrededor del asombrado Fletchinder. Todo en segundos, para la mirada atónita de los aprendices. El ave buscaba una entrada, pero las fintas del tipo bicho/eléctrico lo tenían con los talones hundidos en la tierra por la frustración. Cada paso dado, el bicho se perdía de la visión de todos dejando solo una estela de chispazos. Baust cargaba más energía en su interior, maniobrando breves saltos en los que tejía a una velocidad vertiginosa. Y cuando el cansancio comenzó a amedrentar sus extremidades y entorpecer su andar, una expansiva onda de electricidad se disparó donde se paraba el Joltik. Fletchinder se hizo para atrás, preparado para recibir un ataque de su dirección, pero la enorme carga galvánica que Baust portaba en sí la liberó de otra manera: justo encima de su contrincante quien estaba enfocado en el lugar equivocado, liberó su Electrotela desde el cielo, aprisionando al ave cuyas alas tocaron el suelo junto a una potente descarga eléctrica.
Cayendo lejos de su oponente, el pequeño aprendiz divisó los gritos de dolor que liberó Fletchinder al sentir esa poderosa corriente surcar todo su cuerpo y encontrar destino en el suelo al que estaba anclado. Su ataque fue efectivo contra el volador que experimentó un entumecimiento de todo su cuerpo. Baust modulaba su respiración, sufriendo leves espasmos similares a los de su contrincante, mas estos eran producto de la Agilidad que empujó su cuerpo al límite.
El viento fue sacudido por la potencia de la descarga al recibir el suelo, pero este mismo comenzó a erguirse, emocionado por una elevada temperatura. El volador, apresado por la telaraña, entregó su espasmódico cuerpo a las llamas, cubriéndose por completo hasta desintegrar su prisión. El arácnido dio todo de sí en ese breve pero explosivo ataque, pero parecía que eso no sería suficiente contra un aprendiz con más experiencia. Con un radio de las hiervas a su alrededor reducidas a cenizas, Fletchinder se elevó envuelto en cólera listo para desquitar su odio contra el Joltik.
Aleteando, Fletchinder salió disparado hacia Baust, quien reunió fuerzas de su adrenalina para empujar más su cuerpo. Esta arremetida fue considerablemente más lenta que la inicial, por lo que el Joltik centró sus ojos en las alas del ave, divisando leves atisbos de pequeñas chispas despedidas. La Electrotela le bajó su velocidad lo suficiente como para aún tener una oportunidad de victoria. Era imperativo que se abstuviera de realizar otro ataque eléctrico tan fuerte, por lo que Baust se vió en la necesidad de encontrar una entrada entre la perpetua llamarada que perseguía a su contrincante.
El Fletchinder supo que su velocidad se vio afectada, por lo que se dispuso a atacar con varios Nitrocarga hasta recuperar el control de su dañado cuerpo. Cada ataque hacia el Joltik soltaba una llamarada que se extendía a los alrededores, disipando la poca neblina y despertando a los aprendices por completo. El fuego provocaba que el temor en Baust volviera a resurgir paulatinamente, errando su andar y haciendo que cada embestida se encontrara más peligrosamente cerca de asestarle. Una vez más, aquellos instintos de su tipo bicho que otrora le advertían de su desventaja ahora se interponían en su juicio.
Cuando el ave pasó más alto de lo usual, Baust aprovechó para salir disparado justo a su parte baja, usando Picadura en el talón del ave. El dolor lo envolvió y mandó disparado otra vez al bicho. Esto se había convertido en una pelea de resistencia, y Baust estaba dudando de poder salir victorioso. Debía desgastar a su oponente cuanto antes.
Sangre escurría por el talón del Fletchinder, provocando otra llamarada que le otorgó la ventaja de velocidad inicial. Baust se las veía peor para esquivar. Cada salto era interceptado. Rodaba fuera del peligro por poco. El horror del fuego le acariciaba. Exigía su cuerpo. La visión del Joltik se hacía borrosa. Su visión atrapaba las flamas que consumían todo. El miedo a morir lo ahogaba.
Sujetándose del cuello de su oponente, Baust clavó sus colmillos en otra Picadura furiosa. Llegó más profundo que antes, sintiendo pronto la tibia sangre recorrer sus mandíbulas. El tipo volador sostuvo al Joltik entre su pico por su proximidad, aplastando su cuerpo y disparándolo contra el piso.
Baust era incapaz de hacer algo para frenar su caída, y recibió el piso con total potencia. Un lacerante ardor inundó todo su ser desde la boca; una quemadura que le hacía arder en llamas lentamente. Fue víctima del cuerpo fuego de Fletchinder, quien se elevó orgulloso de por fin haber arrinconado al Joltik. Su velocidad era varias medidas más alta que antes gracias al movimiento Nitrocarga, por lo que se dispuso a terminar con el combate utilizando Vuelo un vez más.
El pequeño Joltik vio todo su alrededor oscurecerse, pero con el miedo consumiendo todo su ser, se negó a entregarse a la inconsciencia. Tejió desde el suelo una última Electrotela, con toda su energía remanente. Era tan inestable que varios choques eléctricos se disparaban por todo el lugar, creando una brillante luz de Baust. Cuando vio al Fletchinder acercarse a toda velocidad, se puso de pie y calculó en dónde disparar su ataque. Cada segundo era eterno. Cada respiro fugaz. Y en un momento que vio ideal, Baust disparó la Electrotela directo a su contrincante, quien no se dignó a esquivar. Todo su cuerpo se envolvió de fuego, provocando una explosión de humo y chispas que nubló el cielo ante la vista de todos.
Lo que estaba cayendo no era el cuerpo enredado del ave, sino aquel cuerpo incandescente en fulgor azul perdurando con su arremetida inicial. Baust cayó rendido, temblando violentamente entre toda la fatiga acumulada por la batalla. Con un rápido vistazo, se percató que el Skarmory no tenía intenciones de intervenir. Esto era todo lo que logró hacer, esta breve y penosa batalla. Dio todo de sí, pero una vez más el destino le hizo saber que no era capaz. Era pequeño y débil. Maldijo como nunca ser tipo bicho, ser llamado un salvaje, ser tan débil e inútil. Nada había cambiado. Solo cerró sus ojos, listo para recibir el golpe que le pondría fin al combate.
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