Llegando al Pokégremio del Gran Bluff, con el sol en su máximo resplandor, Grovyle decidió contarle la verdad a Tsareena, sobre ese pasado que con anterioridad no quiso hablar. Una voz dentro de él le decía que era necesario hacerlo para encontrar esa paz que pondría en orden su vida y sus recuerdos; ya no habría sombras acechando, ni memorias que lo martirizaran cuando perdiese el norte, así, sacó la valentía para hablar antes de que llegaran sus amigas.
—Cuando era un pequeño Treecko perdí a mis padres —confesó Grovyle—, nunca supe qué les pasó, solo supe que me habían abandonado. Estaba solo en el mundo y terminé en una guardería, hasta que finalmente evolucioné y hui de aquel lugar; durante mi travesía, me encontré con un Pikachu, el cual resultó siendo un explorador, decidimos seguir amigos y trabajamos juntos en el mismo equipo de exploración hasta que un día, en medio de una misión, entramos a una cueva y nunca salió, al parecer...
—Lo siento —le interrumpió Tsareena—, no he perdido a nadie en mi vida, pero alcanzo a imaginar lo difícil que fue pasar por todo eso.
—Duramos varios días visitando esa cueva, pero no había señales de él, fue como si la tierra se lo hubiese tragado.
Tsareena dio un paso al frente y lo abrazó, sentir su cuerpo en medio de sus manos se sentía mágico, una parte de ella se derretía por tenerlo tan cerca, sin embargo, su parte más racional le decía que, en casos como ese, lo mejor que puedes hacer es cerrar la boca y regalar un abrazo, y ahí estaba ella, apretándolo contra sí, haciendo que el instante durara mucho tiempo.
—Gracias —expresó Grovyle—, eres la única que lo sabe y se siente bien hablar de eso, me siento... liberado.
Estaba a punto de responderle, pero en ese instante llegó Scrafty. Tanto él como Grovyle llevaban unos pequeños morrales con todo lo necesario para explorar las distintas zonas de la región hasta dar con el paradero del causante del desastre que, poco a poco, se extendía. Cada uno de ellos llevaba consigo bayas y demás elementos que los ayudaran para salir de cualquier aprieto y, sobre todo, para no aguantar hambre mientras investigaban, pues sabían claramente que dicha tarea llevaría su tiempo.
Unos minutos más tarde salió del gremio Gothorita y Kirlia acompañadas del anciano Torkoal.
Lo que el grupo de exploradoras y los demás Pokémon de la zona habían temido, poco a poco se fue convirtiendo en una realidad. El poder de Yveltal se extendía cada vez a más territorios y ahora no solo absorbía la naturaleza de las distintas zonas, sino que también absorbía la energía de los seres que las habitaban.
—El sabio anciano nos ha proporcionado una información valiosa —indicó Gothorita.
—Si esto continúa de esta forma —comenzó a decir el sabio anciano—, me temo que la vida de todos nosotros estará en peligro, solo es cuestión de horas para que su poder llegue a la aldea y al Pokégremio.
—Debemos hacer algo —intervino Kirlia.
—Pero no sabemos por dónde comenzar —agregó Tsareena—, puede estar en cualquier lugar.
—Como les decía a ellas, pueden comenzar por territorios inexplorados —sugirió Torkoal—. ¿Han ido más allá de la Cumbre Silenciosa? Seguramente por esa zona pueden encontrar respuestas, pero deben darse prisa, el tiempo no está a nuestro favor.
—¿Todos están listos? —preguntó Gothorita.
—Sí —contestaron Grovyle y Scrafty al unísono.
—Entonces no hay más tiempo que perder, debemos irnos —dijo Kirlia.
—Les deseo mucha suerte —se despidió el sabio anciano y regresó al interior del gremio.
La incertidumbre estaba presente en el grupo, iban a un territorio inexplorado y no sabían con qué peligros o situaciones se encontraban. Sobre todo Tsareena se remordía por dentro al recordar por todo lo que pasó Grovyle, pensó que, si a alguno de sus amigos les llegaba a pasar algo, no sabría cómo actuar ni qué decir, una situación como esa la tomaría desprevenida.
Gothorita, Grovyle y Tsareena se mantenían en silencio, cada uno en alerta por si llegaba a ocurrir algo en medio del trayecto; por otro lado, Kirlia y Scrafty iban hablando de un tema bastante personal, él le comentaba que su hermana pronto se iría de la región y le daba mucha pena desprenderse de ella, sobre todo, porque eran muy unidos y él era el mayor de los dos, pero esos eran sus deseos y los respetaba, pues buscaba convertirse en un Pokémon fuerte y que, con suerte, encontraría a un humano que quisiese crecer con ella. Sin embargo, durante los primeros minutos no hubo ningún contratiempo.
—¿Tuviste hermanos? —preguntó Tsareena.
—No —contestó Grovyle—, siempre fui hijo único, aunque anhelaba tener un hermano menor para guiarlo, ya sabes como terminó todo.
Al ver que el silencio se había roto, Gothorita decidió intervenir en la conversación y le contó a los demás que su madre estaba cuidando un huevo y pronto tendría un hermano o hermana, aunque esto ya lo sabían Kirlia y Tsareena, pero de alguna forma se sentía parte del grupo.
—A mí también me gustaría tener un hermano —indicó Kirlia—, pero no creo que mis padres tengan deseos de tener más hijos.
Los minutos fueron pasando entre diferentes temas, incluso en aquellos que hacían soltar una sonrisa, hasta que, finalmente, comenzaron a internarse en la Cumbre Silenciosa, un terreno en el que la arena se extendía por varios kilómetros; nunca habían tenido una misión en ese lugar, pero sabían que algunos Pokémon se escondían en el suelo y solían sorprender a quien se adentrase en el territorio.
—Hemos llegado —dijo Gothorita.
—Detrás del desierto hallaremos respuestas —agregó Kirlia—, al menos eso dijo el sabio anciano.
—¿Pero hacia dónde vamos? —preguntó Scrafty—. El desierto es enorme.
—¿Qué tal si seguimos todo recto? —cuestionó Grovyle.
—Pueden ser —sugirió Tsareena.
—Yo traje un mapa —indicó Scrafty y lo extendió para que todos pudieran verlo—. Estamos aquí, si tomamos a la derecha, llegaremos al Gran Cañón y, hacia la izquierda, llegaremos a la Mina Electrón; pero, si seguimos recto llegaremos a unas ruinas, al parecer es zona inexplorada porque no tiene nombre.
—Por eso dije que podemos comenzar a investigar siguiendo todo recto —enfatizó Grovyle—. Conozco la región como la palma de mi mano, solamente que no he cruzado desierto, hacerlo solo es muy peligroso.
—Pero vamos acompañados, todo saldrá bien —dijo Kirlia con una sonrisa.
—De acuerdo —habló Scrafty—. Vamos allá.
Ante ellos se extendía un desierto tan grande y silencioso, del que no se sabía qué podría resultar, pero de eso se trataba la gran misión que tenían e investigar un lugar inexplorado era la parada ideal para poder comenzar. Sobre todo, porque al final del desierto se podía divisar una multitud de nubes grises, no obstante, no sabían con certeza si se trataba de una tormenta que se aproximaba o un peligro desconocido al que le harían frente, pero ello suponía un buen comienzo.
Aquí vamos una vez más, con un nuevo capítulo, en esta ocasión vamos aterrizando a las exploradoras a terrenos desconocidos, pero donde hay respuesta a sus interrogantes.
Espero les haya gustado y nos vemos la próxima semana.
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