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23. Toda la ayuda servirá.

Con timidez, Tsareena se acercó a la tienda de los hermanos Kecleon, en esta ocasión, fue atendida por el Pokémon de color rosa, a quien nunca antes había visto, pero que se mostraba un poco más rudo que el otro.

—Buenas tardes, ¿en qué puedo ayudarle?

—Hola —respondió Tsareena, con timidez—, esperaba encontrar a su hermano el día de hoy.

—Por el momento no la puede atender —contestó Kecleon—. Se encuentra en una cita médica y vendrá más tarde, pero dígame, tal vez yo pueda ayudarla.

—Yo... Es que... —Tal vez él podía ayudarla, pero decirlo en voz alta sonaba horrible, aunque no lo exteriorizaba, su mente le decía que, si llegaba a hablar, quedaría demasiado expuesta y luciría como una acosadora o algo peor—. Quisiera saber... Tal vez sepa dónde vive el Grovyle que suele estar por aquí.

—Ah —contestó—, su vida es todo un misterio, pero estoy seguro que Chatot del Pokégremio, debe saberlo, sabe muchas cosas. 

—¿Chatot? —preguntó en voz alta—. Digo... Muchas gracias.

Y se retiró.

Eso no podía ser posible. Entre todos los Pokémon de la región, nunca se imaginó que aquella ave parlanchina supiese algo como eso y tener que irle a preguntar, dentro de su cabeza, sonaba como una completa locura, mas no tenía más opciones. Moría de ganas por hablar con Grovyle y hacía muchos días que no sabía nada de él y, si Chatot era su única salida, debía atender ese asunto.

Así, caminó de vuelta al Pokégremio para interrogar al mejor amigo del Gran Bluff, pero, ¿cómo lo haría? No podía simplemente acercarse y decirle: oye, amigo, ¿de casualidad me podrías decir dónde vive el Grovyle que merodea en la plaza? No, de ninguna forma, sonaba a una completa locura; sin embargo, su enamoramiento era más fuerte y asumiría las consecuencias de averiguar esa cuestión.

—Hola, Chatot —saludó Tsareena al ver al ave volando en dirección a su habitación.

—Hola, ¿necesitas algo? —cuestionó Chatot, quien aterrizó sobre una mesa para atender el llamado, una de sus funciones era atender todas las dudas de los exploradores y exploradoras, por lo que no tenía otra opción que hablar con ella.

—Uno de los hermanos de la tienda Kecleon me dijo que, tal vez, tú conozcas a un Grovyle bastante misterioso que visita la plaza de vez en cuando.

Chatot se tomó su tiempo para contestar la pregunta, como si estuviese divagando entre todos sus pensamientos. Se mantenía mirando fijamente a Tsareena, y ella no podía sentirse incómoda e intimidada.

—Creo saber de quién se trata —contestó finalmente—, fue miembro de un Gremio de Exploradores, pero decidió renunciar. —Guardó silencio un segundo, mientras ordenaba sus ideas—. Si se trata del mismo personaje, lo puedes encontrar a unos metros de la Selva Umbría hacia el oriente. Acaso...

—Somos amigos —le interrumpió—, y quiero darle una sorpresa. Gracias por tu ayuda.

—Buena suerte con eso —concluyó Chatot—. Ahora si me lo permites, quiero descansar un poco, mientras está la cena.

Tsareena asintió y desapareció de su vista antes de que su rostro se ruborizara y quedara al descubierto.

Decidió seguir las instrucciones dadas por Chatot y, tras superar las fauces de la Selva Umbría, descubrió unas cuantas plantas organizadas que, por como estaban distribuidas, tenía toda la apariencia de una casa; no obstante, antes de acercarse a la puerta para interrogar, cayó en una trampa bajo tierra, la cual imaginó se trataba de un dispositivo en contra de merodeadores.

—¡Ouch! —gritó Tsareena.

—¿Quién anda ahí? —preguntó Grovyle, sí, era él, su tono de voz lo delataba.

—Soy yo —contestó, desde el orificio del suelo—. Lo siento.

—Tú... —habló y miró hacia abajo—. ¿Qué haces aquí? Ah, déjame ayudarte.

Soltó unas lianas de su espalda y ayudó a Tsareena a salir de aquella trampa, aun cuando era claro que podía hacerlo por cuenta propia, pero hacerse la chica en apuros, aseguró en su mente, que era una treta para captar la atención de Grovyle.

—Gracias —contestó Tsareena—, quería darte una sorpresa, pero creo que el sorprendido has sido tú.

Grovyle sonrió y ella recayó en que se veía muy guapo sonriendo, además, era una gran novedad, teniendo en cuenta que a la primera vez que lo veía dibujar una sonrisa en su rostro.

—¿Te gustaría cenar conmigo? —preguntó, con sus mejillas encendidas. Si se negaba, sería la primera vez que lidiaría con el rechazo y no sabría cómo actuar frente a ese escenario.

—Conozco el lugar perfecto —contestó Grovyle—, sígueme.

Caminaron en medio del bosque con la luna encima de sus cabezas, se disponía frente a ellos un panorama tranquilo y una noche plácida, el silencio se hacia presente en medio de ambos, pero no era incómodo, pues una calidez les rodeaba.

—Alguien me dijo que antes eras un explorador —dijo Tsareena para romper el silencio.

—Lo era —contestó—, pero pasé por una situación complicada y decidí trabajar por mi cuenta y en el anonimato, ahora soy un investigador privado y, como pudiste darte cuenta, aquella cosa de mi casa es una trampa para mantener a raya a los merodeadores y visitantes indeseables.

—De haber sabido sobre tu sistema de seguridad, habría avisado, pero...

—Sí —le interrumpió—. La sorpresa, ha sido lindo, nadie lo había hecho nunca y algunas son bien recibidas, me gustas. —Ante aquellas palabras, se corrigió automáticamente para no convertir ese lindo momento en algo incómodo—, me agradas, ¿sabes? Eres una chica ruda y que se puede defender sola, me di cuenta de ello hace mucho tiempo, haces bien siendo exploradora.

—Gracias —manifestó Tsareena, había notado cómo actúo Grovyle ante su breve intervención, no sabía cómo sentirse al respecto, él si le gustaba, pero no estaba dispuesta a confesarlo, al menos, no por el momento, aun cuando él ya había dado el primer paso y su espíritu rebelde se negaba a mostrarse vulnerable ante ella.

Pronto, llegaron a la Laguna Plácida, pero la rodearon para llegar a un campo de árboles repletos de bayas, nunca había estado ahí y el panorama era precioso, luego hablaría de ello, pero debía entablar una conversación, solamente que no sabía de qué hablar.

—Estoy investigando los sucesos extraños que han sucedido en la región —confesó Grovyle con las mejillas encendidas, temía que Tsareena hubiese notado su error y tener que mostrarse ante ella con otra faceta, sin embargo, ante su silencio, continuó—: todo me lleva a pensar que se trata de un Pokémon legendario, pero más allá de los cambios recientes en la naturaleza, no llego a algo más sólido y no sé por dónde comenzar. 

—Mis amigas y yo también estamos investigando esos sucesos —se unió y estaban manteniendo una conversación, una que no involucraba sentimientos y que era importante—. Nuestra investigación también ha dado como resultado que se trata de un Pokémon legendario, se trata de Yveltal quien está absorbiendo la energía de la naturaleza, solamente que no sabemos su paradero, pero pretendemos investigar en zonas que no conocemos.

—Me gustaría ir con ustedes, ¿podría? —preguntó y sostuvo su mirada por un breve instante—. Toda la ayuda servirá, sobre todo si se trata de un Pokémon legendario. 

—Sí, le diré a mis amigas —contestó.

No tenía la audacia para rechazar una invitación o decirle una respuesta negativa a alguien como él, de cualquier forma, buscaría las palabras adecuadas para confesar la decisión a su grupo de exploradoras.

Decidieron cenar en medio de aquel prado, la soledad y la compañía de la luna sobre ellos, era un escenario perfecto, sin contar que había bayas de toda variedad. Mientras comían, Grovyle se sinceró con ella, confesó que había perdido a un gran amigo en medio de una peligrosa expedición y esa fue la razón por la que decidió dejar el Gremio en el que trabajaba, cada vez que volvía, recordaba ese triste incidente, por lo que optó por alejarse de todo ello y lidiar con la pérdida por su propia cuenta. Así, pudo conocer ese lado sensible que no había conocido y que se le antojaba como alguien mucho más interesante, no lo había visto pelear, pero le daba la impresión de que seguramente sería un fuerte contrincante. Así, con todo lo vivido en la noche, prometieron volverse a encontrar y trabajar juntos aquel incidente en la región. 

Unos minutos más tarde, llegó al Pokégremio del Gran Bluff, sus amigas estaban por ir a dormir. Tsareena no perdió ni un segundo para confesar la decisión que había tomado y no temió por recibir una reprimenda por no haber podido negarse a la propuesta de Grovyle. 

—Definitivamente estás muy enamorada —confesó Gothorita.

—Ha sufrido mucho y busca redimir su pasado con sus acciones del presente —se defendió la aludida—. Además, es muy fuerte e inteligente, será de mucha ayuda, también es muy caballeroso.

—¿Tú qué opinas? —preguntó Gothorita, mirando a Kirlia.

—No puedo opinar lo contrario porque... —Suspiró—. Scrafty se unirá a nosotros en la misión, le conté sobre nuestra misión y se ofreció a ayudarnos.

—Esto es increíble —se quejó, señalando a sus dos amigas y luego se dirigió a su cama—. Buenas noches.

—¿Crees que hicimos mal? —preguntó Tsareena, casi en un susurro.

—Nah —contestó Kirlia—, ya se le pasará.

Holis.

Si alguien sigue leyendo esta historia, primero dar las gracias por toda la paciencia, segundo, sepan que a partir de la fecha vendrán nuevamente las actualizaciones semanales, estamos muy cerca del final, así que abróchense los cinturones porque vienen capítulos potentes.

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