11. Cuenta la leyenda...
Caminando por la plaza y se dieron cuenta que muchos Pokémon lucían alterados. Lo que al principio fue una caminata para desestresarse y pasar un momento relajante, se convirtió en una situación que generó alerta; muchas preguntas pasaban por la cabeza de cada uno.
Veían a Pokémon que caminaban de un lado a otro con suma rapidez y no podían entender por qué tanto alboroto. Así, decidieron acercarse a Kecleon y preguntar la razón de todo ello:
—Se están reportando cambios en la naturaleza —indicó el vendedor—. Poco a poco, algunos territorios lucen diferentes, me refiero a..., las plantas luces marchitas, los ríos se están secando, es como si..., como si les absorbieran la vida a los territorios de la región, ¡es una locura!
—Vaya, parece que lo sucedido en el Bosque de los Ecos se sigue esparciendo por otros lugares —indicó Kirlia.
—Tal vez el sabio anciano sepa que ocurra —añadió Tsareena.
—O cualquiera, a este punto, el gremio y el Gran Bluff ya lo deben saber —le corrigió Gothorita.
—Pues debemos averiguarlo —espetó Tsareena.
Tras estas palabras, acudieron al Pokégremio y, tal como se esperaba, en la guarida era un alboroto similar al de la plaza.
—¡No habíamos tenido tanto trabajo desde que ocurrió ese desastre del tiempo y el espacio! —chilló Chatot, quien movía sus plumas de un lado a otro con desesperación.
Aparte de él, veía como exploradoras y exploradores entraban y salían del gremio. El Gran Bluff no se veía por ninguna parte, pero no había duda de que, seguramente, estaba ocupado con alguna situación o, posiblemente, haciendo su propia investigación para llegar al fondo del asunto.
Vieron al viejo Torkoal cerca de la entrada al risco, un lugar que daba vista al lejano mar, muchos Pokémon amaban acercarse ahí para ver el sol ocultarse y darle la bienvenida a la luna, o, por el contrario, ver un nuevo día comenzar; precisamente, el sabio anciano se disponía a ver el ocaso.
—Es una locura que poco a poco cobra nuevas dimensiones —dijo el anciano al ver a las exploradoras acercarse, sonaba casi como un susurro.
—Sabio anciano, ¿usted sabe qué ocurre? —preguntó Gothorita.
—Es el fin de un milenio y el comienzo de otro, no hay duda de ello —contestó.
«Un milenio son mil años» pensó Kirlia, pero su amiga de tipo planta se adelantó a la pregunta que iba a realizar.
—¿A qué se refiere? —quiso saber Tsareena.
—Sin duda se trata de un Pokémon legendario y tras él existe una leyenda —contestó Torkoal, con calma en su voz, como si fuese ajeno a lo que sucedía en la región.
—¿De quién se trata? —preguntó Kirlia, antes de que alguna de sus amigas se adelantara.
—Cuenta una leyenda que hace unos ochocientos años, el Pokémon llamado Yveltal extendió sus ominosas alas para sumir en tinieblas a la región —comenzó a decir el sabio anciano—. Todo humano y Pokémon al que cubrió la sombra cayó fulminado en agónico estertor; después, Yveltal profirió un punzante grito y alzó el vuelo hacia un paradero desconocido, un lugar lejano donde pudiera reponer su energía tomando la forma de un capullo. Cuentan que Yveltal es un Pokémon terrible que, al sentir próximo el fin de su milenio de vida, succiona la esencia vital de todo cuanto lo rodea con el fin de acumular energía para sí mismo y reponer la que ha liberado. Hay otro relato donde se señala que hace tres mil años, una cruenta guerra asoló la región y un Pokémon apareció de la nada para arrebatar la esencia vital de incontables víctimas; algunos afirman que ese Pokémon no era sino el propio Yveltal, aunque no hay modo de saberlo con exactitud. Se dice que, cuando Yveltal terminó de acumular esa energía, se transformó en una especie de crisálida que permanece oculta en lo profundo de las montañas.
—¡Impresionante! —exclamó Tsareena.
—Lo es —agregó Torkoal—, muchos afirman que las plantas han perdido su color, las aguas se han evaporado y, aunque se trate de leyendas, no hay que descartar la idea de que se trate de Yveltal. Por otro lado, tenemos a su contraparte —continuó el anciano, miró con ternura a las exploradoras que escuchaban atentamente y prosiguió—: Hace unos ochocientos años, el Pokémon conocido como Xerneas iluminó con sus cuernos a la región. En ese preciso instante, la gente y los Pokémon de cada rincón sintieron como que un torrente de energía y vitalidad recorría todo su cuerpo. Simultáneamente, surgió un vasto bosque con Xerneas en su centro. Cuenta la leyenda que, al sentir próximo el final de sus mil años de vida, liberará toda la energía que le queda y la compartirá con todos los seres vivos cercanos y que han sufrido las consecuencias del robo de Yveltal. Una vez que este Pokémon legendario libere su energía, se transformará en un árbol marchito perdido en un bosque recién nacido.
—Vaya —pronunció Kirlia—. Entonces supongo que hay que encontrar a Xerneas para que arregle todo este desastre.
—Eso nos lleva a otra leyenda —le interrumpió Torkoal—. Tenemos a un tercer Pokémon legendario y es conocido como Zygarde, quien junto a los otros dos componen el trío del equilibrio. Se dice que las Células Zygarde siempre están monitorizando el equilibrio que debe existir entre Xerneas e Yveltal, están dispersas por todo el mundo y, cuando es interrumpido o destruido, este viene a desatar su ira y ayudar a Xerneas para que el ciclo de la vida siga su curso y, por supuesto, cerciorarse que el Pokémon destrucción regrese a su forma de crisálida, hasta los siguientes mil años, o, al menos eso dicen. Estos tres Pokémon, según un famoso profesor, son las encarnaciones de la naturaleza que cuidan de la tierra. Son leyendas que han pasado de voz a voz y de generación en generación.
—Entonces, no queda duda de que debemos hacer algo —señaló Gothorita.
—Lo pueden hacer, claro —indicó el sabio anciano—, pero no deben descuidar sus labores como exploradoras, recuerden que el mundo sigue su curso: hay ladrones de tesoros, Pokémon malhechores que se aprovechan de otros débiles, hay otros que deseen tener algo, pero no poseen la fuerza para conseguirlo, es ahí donde ustedes entran.
—Lo mejor sería seguir haciendo misiones —señaló Kirlia conforme a las palabras de Torkoal—, y mientras lo hacemos, podemos verificar si en los territorios que visitemos está ocurriendo lo mismo.
—Es lo más sensato que pueden hacer —habló Torkoal y regresó su vista al panorama—. El desastre no nos ha alcanzado, pero eventualmente lo hará, es el ciclo de vida.
—Pero lo podemos evitar —dijo Tsareena rápidamente—, o, al menos buscar la ayuda para que los desastres en la región se detengan.
—Recuerden que no pueden con todo —señaló el viejo—. Es una gran tarea la que ustedes realizan, son fuertes y ambiciosas, pero deben saber que el destino existe y que con las fuerzas de la naturaleza debemos actuar en consecuencia, es decir, con calma y sabiduría.
—¡Es usted muy sabio y maravilloso! —chilló Kirlia y envolvió en un abrazo al anciano Torkoal.
El viejo sonrió, sus amigas al ver tan bello acto, se unieron a un abrazo grupal. Tenían un indicio, pero no sabían por dónde comenzar, por lo que debían hacerle caso a la sugerencia de Torkoal: seguir haciendo misiones e ir recolectando pruebas del paradero de Yveltal para verificar que él sea el culpable.
Hola, ¿cómo están?
Aquí tenemos la razón del desmadre que se está armando xD
Aunque a las exploradoras les tomará un poco de tiempo (capítulos) enfrentar al causante de los desastres, en los próximos capítulos cubriendo otras subtramas como los romances que se están desenvolviendo y más misiones, ya conocimos a la familia de Tsareena, pronto conoceremos a la familia de Kirlia y Gothorita.
La información de las leyendas fue extraída de WikiDex.net, pero fue modificada para ajustarse a la historia.
Gracias por leer y nos vemos en el próximo capítulo.
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