Capítulo 06
"Buscaré a los leales del país para que vivan conmigo; al que sigue el camino perfecto lo pondré a mi servicio."
Salmos 101:6
Con las manos esposadas, al igual que los pies, estaba siendo trasladado, con la mirada azulada puesta en la manera en la cuál iban a una velocidad moderada, por esos caminos tan largos y casi no concurridos, se dirigían a la Penitenciaría Federal de Catanduvas, en el estado de Paraná, Brasil, por el cual el principal acceso de transporte al sitio era la carretera también conocida como Carretera Osório Alves de Oliveira.
Ese día extrañamente no había tráfico, y la camioneta dónde estaban siendo llevados no era una que llamase mucho la atención, tampoco lo deseaban, debían mantener todo al menor rango de conocimiento posible, debido a que los reclusos, en especial uno, había desestabilizado completamente al país con sus acciones, lo suficientemente como para volver a necesitar de más refuerzos policiales en el trayecto.
Por esa razón y las armas eran apuntadas hacia éste, el hombre solo se quedaba viendo todo lo que sucedía, porque la verdad no necesitaba pensarlo mucho, su mente estaba siendo un revoltijo de fatales posibilidades, las suficientes que se podían crear en este. Sus oídos captaron luego de unos minutos, como el sonido de un automóvil se cernía por la carretera y era audible a pesar de la distancia debido a que estaba todo tan sereno, con el calor sofocante y el aire del propio país pintando las paletas de todo, levanto el rostro al ver como uno de aquellos uniformados que alguna vez pudo u hubiese, en todo caso, decirles colegas, recibió una llamada, el silencio reinó nuevamente por unos segundos y para gran sorpresa suya extendió el móvil a su dirección.
—Tienes una llamada — le dijo sin rescatar a más palabras, solo esa pequeña oración, y él lo miró confuso, su ceño se frunció
¿Por qué alguien lo llamaría cuándo estaba siendo enviado a una de las prisiones de máxima seguridad del país? Algo como eso no estaba permitido bajo ninguna circunstancia entre un oficial y un presidiario, dándole una muy mala espina, pero acabó por tomar el celular, de manera muy difícil porque sus manos estaban esposadas dificultando en gran parte su movilidad, pero se las arregló y se las llevó a la oreja, en cuánto iba a hablar la voz del otro lado se hizo presente.
—Prepárate, sostente de lo que puedas que te sacaremos de allí, Gguk.
Miró a su costado, dónde vio un automóvil deportivo, que pocas o nulas veces se veían por ahí, para luego antes de siquiera reclamar la siguiente acción, mientras el conductor de aquel deportivo estaba preparado y que se repetía mentalmente las mismas directrices que semanas atrás, cuando la misión se le fue pedida.
El conductor sobrevoló recuerdos, los cuáles eran de una voz tan conocida, al citarlo en un sitio concurrido. Con su café en mano debido a que nulamente dormía en esos tiempos, y sus ojos grises iban rápidamente buscando cada silueta que llegaba, hasta que la de ese elegante hombre cruzó su visión.
—¿Puedo? — es todo lo que dijo para ver al contrario asentir y correrse en el asiento para darle espacio, le regaló una leve sonrisa como saludo para lo que seguidamente el elegante hombre le extendió una carpeta, de las mismas que siempre tenía, llenas de información — Aquí está —agregó al ver al chico un poco más crecido a diferencia de los pasados años en lo que lo conoció, con facciones un poco más marcadas y la mirada aún más filosa, pero con el toque no tan indiferente como el de alguna vez.
El joven tomó la carpeta y le dió una rápida mirada, notando algo extraño, para luego asentir, paseando por las hojas, detallando todo, tampoco era un experto en aquello y si aceptó, era sólo porque el hombre había insistido.
—¿Por qué yo? y lo más importante, ¿por qué no tengo la foto de a quién debo rescatar? — sus palabras eran suaves, pero sin denotar expresiones.
El mayor observó cómo dejaban la taza de café que al llegar pidió, para luego sonreírle.
— Eres el mejor conductor que conozco, además se que no fallarás a la lealtad, de modo que tú fuiste el primero en quién pensé, y lo de la foto, es porque lo sabrás ese día, es para mantenerte seguro.
—Creí que no lo harías por obvias razones, y ¿seguro? Namjoon ¿estás mandándome a una misión que implica que muera o al menos termine en prisión? — su cabeza se movió un poco ante su última palabra pero asintió entre risas — Hecho Namjoon, te ayudaré en esto, ya sabes lo que debes de hacer luego, te veo para ese día— finalizó para levantarse.
—Hecho, gracias y espero no mueras, aún tienes muchas cosas pendientes, Jeon —levantó su mirada divertida y sigilosa por sobre la taza.
Ante aquel recuerdo de conversación que se dio por acabada, volvió a su realidad, en la que Jungkook estaba en el volante como el conductor, sabía que no faltaba demasiado para la colisión y el plan estaba puesto para prever cualquier tipo de fallo, ya sea técnico como obviamente por parte de los contrarios, miró su reloj, 60 segundos y contando... Aceleró, con toda la electricidad de adrenalina recorriendo su ser, sus ojos observan cómo las personas que debían de ayudarlo van primero y el va por detrás, los demás automóviles se adelantaron y cuando escuchó el primer disparo, supo la situación, la visión periférica ayudaba en este caso por haber ensayado tantas veces lo mismo, los dos estarían por frente del primer automóvil de esos oficiales, la primera parte consistía en que el móvil se fuese para tomar al albo principal.
Todo era sacarlos de circulación y distraer al segundo, por lo que unos disparos antes de en vez de ir directamente a las personas, van a las ruedas haciendo que sólo fueran a patinar por las aceras desviándose. Jungkook aceleró y los embistió por detrás, los de frente disparaban al capo buscando que devuelvan el mismo tipo de fuego y el segundo automóvil que hasta ahí no había hecho más que quedarse al costado se acercó, lo saca del carril, con el que quedaba libre desaparecen, pero entre el tumulto de tiros, lo primero y más importante era que distrajeran aquella conmoción y pudiesen liberar al hombre que debía ser rescatado, todo era neblinas a causa de la pólvora y fricciones de las ruedas.
Esa era la mejor opción y Jungkook, tomó a aquel hombre tan rápido como había dejado su deportivo, al verse sólo por tener que completar lo demás del plan, vio a los otros liberarle el sitio, tosió al haber ingerido tanto polvo, todo había ido muy rápido y cuándo los demás volvieron para tomar al hombre que estaba siendo rescatado de su condena, Jeon tomó el celular para llamar a Namjoon y dar por hecha la misión, pero antes de hablar, giró y vio a Gguk, su objetivo, y el rostro de Jungkook cambió por completo dejando caer el celular de su mano.
— Listo — vociferó al descubrir que aquel hombre que rescató y no le habían mostrado fotografía estaba en buenas condiciones.
Por otra parte, Gguk estaba inconsciente, más por el golpe que le propinó uno de los guardias a todo lo que acababa de suceder. Ante su escasa conciencia, sólo podía notar como su cuerpo iba siendo manejado, sonidos y aromas iban lentamente desvaneciéndose ante él, haciendo que su mente se apagará por lo sucedido. No entendía, no lo haría quizá en un tiempo. Más aún él no siendo consciente de ello lo importante era que estaba ya siendo cuidado y trasladado hasta su destino, de dónde partiría quizá el inicio a algo que nunca podría tener un final.
Y en el otro lado, sin siquiera saber bien lo que sucedía, para Taehyung los minutos parecían alargarse después de haber dejado el hospital una vez más, sus entrañas comenzaban nuevamente a sentir dentro suyo las ansias e incertidumbre, tenía la garganta seca, los ojos rojizos, dilatados por falta de sueño, y el semblante serio.
Los árboles se veían como simples borrones desde la ventanilla por la velocidad, faltaban pocos kilómetros para llegar a su destino, un aeropuerto clandestino que normalmente era utilizado por aquellos que transportaban drogas o armas, era un lugar bastante seguro, irónica antítesis. Aunque Tier no tuviera problemas de viajar legalmente, era consciente que a su vuelta, sí estaría infringiendo algunas normas y no quería problemas, o salir en los registros de alguna aerolínea.
Varios, estresantes y silenciosos minutos habían pasado para cuando llegaron al sitio, apenas salió del vehículo, se llevó un cigarrillo a la boca mientras terminaban por tener todo listo. Subió en el avión, que pronto despegaba, más de tres mil novecientos kilómetros debían de ser recorridos, su cuerpo ya se sentía débil a causa de la falta de descanso y descuido de alimentos.
Frustrado, agotado y hambriento, aún no queriendo sabía que terminaría durmiendo, y es lo que ocurre, sus ojos se cierran y con ello el terror volvía a asomarse, el mismo terror de la maña de la vida del no comprender la magnitud del peso de las vueltas que da, haciendo que su propio ser fuese fundiéndose en una melodía llevada por el capricho de un destino que poco a poco iba tachando.
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