Capítulo 02
''El fuego y el granizo, la nieve y el vapor,el viento de tempestad que ejecuta su palabra.''
Salmos 142: 7,8
Soñar despierto es como sumergirse en un estanque cristalino, donde las imágenes danzan ante tus ojos. Aunque las aguas sean profundas, y eventualmente tocarás fondo, tendrás que emerger para tomar un nuevo aliento de realidad.
Por lo que cuando el cielo se ve levemente más claro, a Taehyung no le queda más remedio que despertar. Con lentitud se abre paso hasta la ducha, buscando desprenderse del cúmulo de malestar ante lo que le deparaba el día.
Pronto se encontraba ya terminando de acomodar su traje. No se molestó en ordenar su cabello, en ese punto prefería llevarlo al natural.
— Tier — se escucha y la voz profunda y pausada de Namjoon, lo expulsa fuera de la burbuja. Este sacude la cabeza, levemente, tratando de aclarar su mente de forma rápida, saliendo del todo del ensoñamiento en el cuál se metió.
—¿Es hora? —las pesadas y gélidas palabras llegan a los oídos del mayor, que baja el rostro y suspira asintiendo con levedad.
Namjoon había tratado por todos los medios que él rubio no se viera forzado a hacer esto, pero no hubo forma de evitarlo.
Sabía que lo último que Taehyung deseaba era ir a despedirse de todos aquellos que atribuyeron a quebrantar su paz e inocencia, pero había mucho en juego, todos los ojos estaban puestos sobre el joven muchacho, que había pasado a heredar una cantidad exorbitante de billetes verdes, propiedades y acciones. Las grandes familias deseaban tener una primera aparición del hijo del gran Señor Tier, de tal magnitud en presencia y en belleza que se rumoraba era inigualable.
Puesto que nunca se le había visto antes de la terrible situación y aunque algunos lo conocían sólo por las vagas fotos en las cuáles él raras veces solía salir, nunca dio una presentación pública real, él se la pasaba en su enorme y solitario castillo, escondido de cualquier tipo de prensa, solo ofreciendo el poder de su ser ante los eventos formales y confidenciales a los cuáles asistía y como si fuese algo mágico dejaba a todos atónitos ante su sola presencia, más aún así, todo era reservado.
—Nos están esperando— escucha. Sabe que es todo lo que logra decir Kim, mientras repasa con lentitud su figura.
Namjoon observaba al chico, el traje hecho a medida hacía que parezca aún más resplandeciente, incluso en una situación como esa no podía evitar pensar en lo bello que se veía, lo sublime de su sola existencia.
Taehyung gira sobre sus talones, de una forma única, armoniosa, tan característico de él, ya que parecería que en vez de caminar flotase, puesto a que, Namjoon aún conociéndolo por años y haber compartido la mayor parte del tiempo con él, aún no podía percibir el sonido de sus pisadas contra el piso. Una suave sonrisa aparece en los labios de Taehyung cuando se encuentra a pocos pasos de él, y cuándo llega hasta estar justo frente a su cuerpo se inclina, depositando sobre sus labios un casto beso, para luego enderezarse y de forma ágil acomodar la corbata del contrario, quién desbordaba preocupación, muy a lo contrario del rubio, que parecía llevarlo todo con suma calma.
—Vayamos entonces—dice y da un paso al costado, permitiéndole pasar y caminar hasta la puerta.
Fuera del castillo los esperaban tres camionetas negras y por lo que pudo ver iban en ellos más guardias de lo que alcanzó a contar, a diferencia del que lo iba a transportar, que solo tenía a Jackson parado junto a la puerta trasera abierta.
El era su chófer, por decirlo de alguna forma, ya que solo él lo había sacado fuera de la casa las veces que lo llegó a hacer, mantenía una mirada que buscaba detectar el posible humor del rubio y le dedica una sonrisa la cual sutilmente Tier corresponde, mientras que parado junto a él, uno de sus compañeros dobla su cuerpo y le da una mirada penosa, que Taehyung toma como su forma de darle las condolencias.
— ¨Cuán equivocados pueden estar los hombres en ocasiones¨ —piensa Tier, mientras termina por subir— ¨Los hombres siempre guiándose por las apariencias¨.
Por lo que se pinta fuera de las paredes que se supone es el hogar. Esas paredes que lo enaltece, los secretos que no solo se leen entre periódicos y chismes que se logran filtrar, sino que se pueden manipular al antojo de quiénes manejan a los títeres de las conciencias, las miradas, el todo de quién nos ve y juzga la partida de quién juega mejor sus cartas y quién debe de ser aceptado, odiado, temido y amado entre los grupos de personas que se guiaban sólo por lo verdoso asesino carmín; dinero y estatus.
Namjoon ingresa también y salen de forma del lugar. El tramo del castillo hasta dónde se llevaría a cabo el funeral tomaba bastante tiempo y el silencio era todo lo que se podía oír.
Taehyung frota su rostro y repasa en su mente por enésima vez todo aquello que se suponía debía decir en cuánto la prensa lo bombardease de preguntas, debía de ser conciso y no dar ningún detalle fuera de lugar, fallar no estaba ni remotamente dentro de sus planes, planes que tenía en mente desde ya demasiado tiempo.
Poco le importaba lo que las justas y honorables familias dijesen o la impresión que podrían recibir de él, mientras en contraparte, tenía una sola oportunidad de dejar en claro su postura a aquellas familias que se ocultaban, aquellas que vivían quebrantando la ley.
Tenía una oportunidad única para dejar en claro que ahora era él quien los encabezaba y que de ninguna forma permitiría que otro trate de sobrepasarlo nuevamente.
No cómo lo solían hacer, no más, ahora él era quién llevaba la cabeza de todo el imperio, por qué sí, sus lares no se limitaban sólo en su país sino en el mundo entero, decir que él operaba y lo haría bajo las narices de todos los que se creían intocables, era decir nada ya que ninguno podía siquiera rozarlo.
Todos envidiaban ese poder que ahora quedó ante el que decían era un inexperto niño, pero nada era lo que pintaban los murmullos y malas lenguas puesto que Taehyung haría al mundo permanecer en sus perfectamente organizados hilos.
Ve las gotas de lluvia golpear los cristales, y deslizándose con suma rapidez por la velocidad en la que iban. Sabía que no quedaba mucho, así que observa su ropa y presiona sus manos entre las mismas con fuerza.
No podía negar que estaba nervioso, sabía que sería solo esa vez y que todo acabaría, que todo sería un nada comparado a los años de infierno, pero no quitaba de su estómago ese hormigueo molesto y profundo que hacía que sus yemas no pudiesen mantenerse en calmas y por ende fueran a parar a su piel tocándola, rasgándose nuevamente por la ansiedad haciéndolo hacer el doble del esfuerzo en tratar de controlarse.
Siente el automóvil detenerse e inhala con fuerza, era el momento y no había cómo echarse hacia atrás.
Cuando los hombres que se habían encontrado en los asientos delanteros descienden y la puerta que le correspondía terminaba por abrirse siente una avalancha rebasarlo.
Estaba completamente aterrado, pero ese sentimiento, ese sofoco era tan común en su ser, tanto que ya no lo inmutaba, podía disfrazarlo, hacer como si no lo sintiese.
Así que, con un inaudible jadeo baja.
Una parte de su ser tenía la esperanza de que quizás por el temporal sea menos la cantidad de periodistas en la entrada del centro fúnebre, pero no era así.
Sus hombres cubrieron su paso, a cada lado, con aquellos paraguas negros resguardándole de las frías y rebeldes gotas que iban mojando a todos, sus hombres evitaban que cualquiera de ellos se acerque a él más de lo debido, dejando sólo un espacio considerado para que puedan las cámaras conseguir una toma suya y todos puedan oírlo.
Le impresionaba que la lluvia no los molestase ni mínimamente, podía observar sus expectantes rostros, esa brillante mirada, hambrienta, en cada uno de ellos, tanto hombres como mujeres, lo calaban como si esperasen obtener algo descomunalmente jugoso.
Suprime sus inmensas ganas de mirarlos con la severidad que acostumbraba en ocasiones como estas.
Podía oír lo que le decían con suma precisión y eso lo desesperaba, demasiadas voces, demasiadas preguntas.
Pasa la mirada por sobre ellos y de forma delicada las mismas disminuyen, volviéndose apenas ecos lejanos, y el latido de su corazón era lo único que podía tener en cuenta, como si se tratase de un gatito asustado, pero él ya no era eso, había decidido dejar eso atrás, eso había quedado en el pasado. Había quedado enterrado en aquel fatídico día en que todo en su ser acabó por congelarse.
Busca a Namjoon mientras sus pasos lo guían hasta aquella puerta donde lo aguardaban, lo ve observándolo con una mirada que trataba de disimular su desesperación al ver a su menor en esa situación.
Cierra los ojos de la forma que sabía que entendería que estaba bien. Se acomoda en tal sitio y carga sus pulmones de aire en la imposible percepción de la incomodidad.
—El día de hoy — habla, observa a las personas centrarse en sí, su profunda voz casi no hacía juego con tal anatomía lo cuál lo hacía incluso más interesante ante los ojos curiosos —, sufrimos la dura despedida de muchas personas, que con el pasar del tiempo marcaron la vida de muchos. Mis condolencias para todos los que, al igual que yo, perdieron a un ser cercano en tan trágico accidente. Lo único que me resta por decir es que veré por todos aquellos que guardaban algún tipo de relación con mi padre, muchas gracias por estar aquí acompañando nuestro dolor — es todo lo que necesitaba decir y es todo lo que diría.
Todos se pusieron en marcha cuando él asintió hacia Nam, confirmándose el fin de todo ese maquiavélico circo.
Fingir que sentía sus muertes, incluso sentía el cosquilleo en la boca del estómago y esas ganas de reír que hacía ya demasiado no sentía. Lo único que le quedó titilando en el fondo de su mente era él como lo habían llamado ''Señor Tier'' lo llamaron de esa forma, y por un momento dudo de cuán real podía ser ese momento, ahora él era el señor Tier.
El gran Wit Tier.
Más en cuánto entró en el gran salón todo pareció disiparse, incluso ese sentimiento enérgico que revoloteaba en su ser, todo, porque se encontraba nuevamente frente a las imágenes de aquellos que conocía, a tal medida que podía asegurar que podía decir más de ellos que sus hijos, sus esposas o incluso sus madres, eran justamente las personas que se encontraban de rodillas llorándolos, jadeando por su pérdida.
Tragando con dificultad el nudo que se hallaba dificultando su respiración, se impulsa hacia adelante, decidido a terminar por acribillar su corazón, dobla sus rodillas delante de cada una de las fotografías puestas en el lugar en memoria de todos los fallecidos, observándolos por última vez, repitiéndose eso, sería la última vez, nunca más volvería a verlos, nunca más los volvería a oír, ni sentir sus pieles o sus cálidas respiraciones en su cuello.
Sentía náuseas y el ácido líquido tratar de subir por su garganta, pero los contuvo cómo todo por lo que había pasado hasta ese momento, porque en el fondo de su ser sabía que pasaría, todo malestar en algún momento se acabaría, no podía ser eterno, nada podría llegar a serlo.
Recordó a todos, con suma amplitud y detalles, desde la primera vez que los vio hasta la última, desde sus primeras palabras hasta sus últimas miradas y cuándo terminó sentía su alma completamente mutilada.
Aún no podía creer que su amado padre se encontraba entre ellos, ya nunca volvería a verlo, ni sus manos peinarían sus cabellos, y le resultaba duro de procesarlo, pero aun así, aun amándolo como lo hacía no cambiaría nada de lo que había ocurrido, que él esté muerto era lo mejor que le llegó a pasar, debía convencerse de ello, puesto que no podría cambiar aquella realidad.
Se puso de pie y sin mirar a sus espaldas acabó por salir de allí, sintiendo que detrás suyo había más difuntos de los que ellos podían contar, él también se encontraba entre ellos, una parte suya se encontraba tan muerto como ellos y sería enterrado junto con sus homicidas.
El que salía por la puerta era alguien totalmente distinto, un ser renovado, sediento de todo aquello de lo que se le había privado, alguien totalmente decidido a tomar aquello que deseaba. Quién se bañaba en algo imposible de notar, lo dorado del negruzco dolor que reencarna en fuerza, en la templanza del saber que ahora haría las cosas mejores, impulsaría al máximo todo lo que pueda ser propuesto, limpiaría y reivindicaría lo que creía que debía de ser alterado.
Con Namjoon, quién por su parte se encontraba a dos pasos de distancia y se había encargado de que todo el lugar estuviese completamente despejado.
La lluvia había cesado y el característico aroma a tierra mojada podía ser percibido por todo el lugar, la tierra sacrosanta había sido regada y parecía que deseaba hacerse notar aún más.
— ¿Qué deseas hacer ahora, Señor Tier? — pregunta su mano derecha y amante, a sus espaldas, mientras el auto se aparcaba frente suyo, observando la espalda del mismo y como parecía rígido e inmutable ante la situación.
— Ahora iremos a buscar a mis hombres, Namjoon, a cada uno de ellos —dice, ladeando el rostro hacía él, con sus claros ojos delineando un contraste más profundo, observando su rostro una vez más, para luego ir hacia delante, hasta encontrarse dentro del móvil.
Namjoon ingresó a en el asiento delantero y con su máxima pulcritud comenzó a hacer llamadas una y otra, comenzando a buscar a esos hombres de los cuales Tier le había seleccionado con la mayor cantidad de detalles posibles, hombres que sin importar qué debían de cumplir un requisito en específico, único y diferente para cada uno, porque todo debía mantenerse en un margen de armonía.
Tier observa las luces de los automóviles destellando ante lo oscuro de la ventanilla y las secas gotas. Mucho no deseaba analizar ahora, sólo debía dejar todo a manos del contrario, sabía que no lo decepcionaría.
Para Tier, Kim Namjoon, había demostrado ser el más apto en consentir todos sus deseos, desde el momento en el que se atrevió a pedir algo, luego de no haber tenido el derecho hacía años, él se había encargado de cumplir cada uno de ellos.
Desde los más pequeños a los más terribles, todos fueron hechos ante sus palabras, demostrando el porque Namjoon era el indicado para cada tarea de máxima confianza, ya que él fue criado para escoltar su antojos y protegerlo en la máxima expresión de la palabra.
Kim Namjoon era mucho más que un simple hombre de su círculo, era su mejor amigo, amante, mano derecha y fiel confidente.
Podía verlo, colgando y volviendo a llamar, sabía que estaba moviendo a muchas personas alrededor de todo el mundo. Bien sabía que en especial este caso era difícil, mucha información, muchas palabras, muchas cosas que debían de ser analizadas para poder juntar a esos hombres que estaban marcados para un fin en específico.
Viéndolo en esa manera no podía negar jamás la atracción que sentía hacia él, en todas sus facetas, cada acción o reacción que llevaba a cabo, cada palabra parecía atraerlo, lo había inclinado a su ser desde ya un tiempo atrás, cuando su vida era un tanto más trágica. Demasiado podría decirse.
Pero eso solo incrementó el cariño que sentía por ese hombre, ya que estando entre las espinas de la tormentosa vida, él no sucumbió al miedo o cualquier adjetivo similar, de desagrado incluso, más bien le pasó el pañuelo dónde volvía a sacarse lo malo y se limpiaba dejando su coraza enfriarse aún más, creando así un hombre más fuerte, como lo era ahora.
Tier comenzó a recordar cómo si sólo hubiese ocurrido unas horas atrás, siendo ya bastante tiempo.
Aquel recuerdo comenzó a reproducirse como si de una película se tratase.
Aquella ocasión en la que lo había encontrado, en el templo que tenían en las afueras del castillo, orando.
Para él siempre había sido un lugar reconfortante, y aunque tuviese todo para realizarse las celebraciones no había sido utilizado por nadie más que él y anteriormente por su madre.
Y sabía que Namjoon casi no ingresaba ahí a no ser en casos raros o sumamente especiales.
Al aproximarse más, pudo oír no con exactitud lo que decía, sólo podía escuchar su voz ronca, así que entró más en aquel lugar siguiendo el sonido como si se arrastrase por el desolado lugar, llamándolo.
El hombre quién su vista ubico tenía las manos puestas sobre su rostro, y podía verlo temblar conforme se acercaba a él, en silencio absoluto dónde ni sus pisadas eran perceptibles.
—¿El escéptico Kim Namjoon pidiendo la intercesión de Dios? — cuestiona, tratando de calmar con su voz el silencio sumido entre notables lamentos con una pizca de ironía en sus palabras, en cuando el mayor lo oye, gira hacia su encuentro. Tenía los ojos hinchados, rojos y aún repletos de lágrimas.
Taehyung siente su corazón oprimirse, siente que sus palabras no fueron ubicadas de manera precisa, también siendo inundado rápidamente por el deseo de ayudarlo, de cualquier forma, necesitaba consolarlo, odiaba ver a quién tanto apreciaba ante tal situación de escozor.
—¿Que ocurre Nam?—su voz se viste de realidad apenas saliendo de sus rojizos labios, apaciguado, sonando mucho más suave, como si se tratase del terciopelo mismo, mientras toma asiento a su lado, tratando de romper la brecha de distancia y conseguir más proximidad para brindarle esa sensación que sabía debía de estar necesitando en esos instantes.
—Mi corazón duele, Taehyung—sonaba realmente adolorido, agotado e incluso podría decir que sin una pizca de esperanza en él, mientras las lágrimas volvían a rodar sobre sus mejillas, lo cuál para el menor era sumamente extraño, preocupante.
Tier pasa a tomar sus manos temblorosas entre las suyas, cubriendólas, con sus yemas las acaricia, y luego las suelta, para llevarlas hasta sus mejillas, tomando sus lágrimas con sus pulgares, limpiándolas de sus ardientes mofletes, tratando de respirar calmado para traspasar esa templanza ante sus próximas palabras.
—¿Quieres que te ayude?—murmura, acercándose a él, mirándolo de tal forma que cualquiera diría que deseaba llegar a tocar su alma, y eso era exactamente lo quería, quería poder hacer sentir a alguien y que esa persona también pueda sentirlo, de verdad, nuevamente después de tanto.
Quizás para Namjoon fue la voz de Tae el que logró hacer que corazón se volviera loco, o también esa paz que lo inundó ante su simple roce, el dolor iba disminuyendo, como si se tratase de morfina en su máximo esplendor de uso, o tal vez, fue esa mirada, tan atrayente.
—Para que deje de doler—ofrece Tier, pero con un doble sentido palpable en sus palabras e incluso el mismísimo Kim Namjoon no podría nunca llegar a asegurar qué fue con exactitud lo que lo había llevado a asentir, tal vez fue el sentir aquellos fríos dedos sobre su piel, absolutamente cautivado por el menor, cuyos labios solo lograban distraerlo más, o quizá haya sido que deseaba sentir algo más que el tedioso dolor causado por tal decepción.
Suplirlo, suplir el dolor con el placer que se sentía el simple toque y conjunto que era Tier.
En cuánto Taehuyng lo ve asentir se acerca aún más a él, rozando sus labios, con el corazón de ambos agitados, temblando ante lo nuevo, ilusos humanos tratando de suplir la aflicción con algo más, con el cuerpo, con lo qué sea con tal de que el escozor disminuya.
—Me llevaré tu dolor Namjoon—sentencia, antes de unir sus labios, saboreando la textura, su sabor, lo carnoso sobre los suyos, con su piel contrastando con la suya, las sensaciones, respiraciones, choques de mundos ante la simple puerta de un beso que debía de ser la inocencia de la calma convirtiéndose en la tormenta de lo que se vendría luego.
Tomó su rostro con seguridad, con una experiencia magistral y no deseada, siendo correspondido por completo.
Hasta que obtiene un jadeo que lo impulsa a tomar más de él. El joven y frío hombre había asegurado llevarse el dolor del mayor y era lo que haría, de la única forma que sabía.
Se impulsa, quedando sobre él, a horcajadas, profundizando el beso, acariciando su nuca, y bajando sobre su camisa, desabrochandolos con agilidad, antes de que sus besos lleguen a tocar la piel que quedaba expuesta.
Podía notar su piel erizada, y las contracciones que tenía cada vez que suspiraba sobre esta y sus bajos quejidos, conforme empezaba a contonearse sobre él, excitandolo lentamente. Con la gracilidad que había adoptado de esa manera tan única y provocativa, sutil y placentera, la tentación dada por el cazador antes de atrapar a la presa que en ese caso yacía hundido bajo sus encantos.
—T-Tae..— jadea, cuando las manos del menor bajan lo suficiente para encontrarse con su centro — no es correcto—dice, acompañado de un gemido involuntario. Con su mente contradiciendo aquellos pensamientos primitivos.
—Shh—sisea, enderezandose lo suficiente como para ver su rostro, mientras pasa a liberar su erección, sus labios siendo relamidos por sí y observando con hambre al mayor—, ahora te mostraré lo que es correcto—murmura sobre sus labios, mientras su mano en forma de vaivén hacia lo suyo, delineando con sutileza las venas del miembro del contrario, con el deleite de su voz ronca, un hilo de saliva cae hasta su glande y lo esparce para lubricarlo mas — Haré que te sientas mejor, mucho mejor— y su mirada ya transmitiendo algo diferente, se dirige a su pene para descender y succionarlo.
Tier sonríe al volver a la realidad, dejando de lado ese recuerdo que era el primero de muchos encuentros con su amante de cabecera, lo observa colgar la décima cuarta llamada, quizás, se aclara la garganta mientras se quita el chaleco.
—Kim—llama, atrayendo su atención al instante, su mirada llega hasta las suyas y Tier le regala una sonrisa, cansada, pero de todas formas era inevitable dárselo cuando podía ver en sus ojos que le demostraba lo maravillado que se encontraba por su persona—. Ven aquí —pide de forma amable, palmeando el asiento de cuero a su lado, había algo que no cuadraba y sabía que no mentiría. Lo ve tragar con nerviosismo, para luego dar la orden de que paren el vehículo, Namjoon obedientemente baja y en breve segundos estaba sentado junto a él, cuánto lo toma de las manos puede confirmar que algo no iba como debía.
—¿Qué ocurre, cariño?—dice con voz baja, acercándose a él, llevando una de sus manos hasta su nuca, haciendo que despegue la mirada del celular a él.
—Bien— suspira de manera pesada —, Perxes Jimin y Milá Yoongi...—se aclara la garganta, negando levemente, como si desease despejar su mente—Bueno, acaban de dar la orden de llevar a cabo la redada para atraparlos, los han encontrado, posiblemente estén yendo a por ellos en este momento —termina por soltar.
Tier inhala y exhala con lentitud, con su mente empezando a procesar las miles de posibilidades, con certeza sabía que no permitiría que nadie toque a esos hombres.
Él los había encontrado primero.
Cierra los ojos, planeando todo de forma fugaz, y sonríe cuando los abre, se inclina hacia el mayor y deposita sobre sus labios un beso, tratando de tranquilizarlo.
—Llegaremos a ellos antes que cualquiera —presiona sus manos—. Solo dame el teléfono y haré una llamada, mientras encárgate de que en el aeropuerto lo tengan todo listo.
Namjoon asiente sin comprender pero hace lo que el menor le pide. Tier toma el móvil y disca, luego de unos tonos la llamada es tomada, sin dar muchas vueltas y con el automóvil de nuevo en marcha habla.
—Buenas noches Coronel... Tier, si, sabes lo que necesito, solo dame algunas horas, detenlos solo ese tiempo por mí. Sabes que mis favores son saldados de todas maneras, no me vengas con alguna excusa—su voz se oía firme, mientras la voz del otro lado dictaba su pensar haciendo que Taehyung formulase miles de salidas más —. Sí, mi vuelo es de 5 horas y lo acortaré, mira, será un favor pendiente para ti, nadie se dará cuenta, nunca fallamos y no creo qué te desagrade obtener una ayuda en lo que requieras más adelante.
— Eso es muy tentador, no lo voy a negar... — dice de nuevo la voz, cómo analizando todo a su conveniencia, sabía que tendría muchísimos beneficios con ese simple favor — Hecho, tienes seis horas, ni más ni menos, si no haces lo que debes, no detendré a los hombres. Hasta luego Tier Taehyung.
—Bien gracias— finaliza y gira el rostro hacía Namjoon cuando termina la llamada— espero que el jet esté listo, ordena a los guardias que están ahí que los vigilen de cerca por si deban acercarse, si no llegamos ellos entraran primero. Son míos Namjoon, nadie los va a tocar más que yo.
Había muchas cosas que recién comenzaban, era cómo un camino que se iba formando, la liviandad de cerrar una puerta y la pesadez de ver como las piedras van encimando aquel tramo de dónde el poder y el ganar están en la punta, se pierde el pasado y se mantiene el presente con la vista al futuro, diciendo, con la simpleza de los actos, esto era el inicio ante cada página de un libro donde Tier sería el que mantiene la tinta de esas vidas que incluso antes de la existencia estuvieron unidos a sí, ahora irían ante cielos y tierras por las primeras dos almas, por esos dos hombres que darían el primer paso ante su jugada de ajedrez. Comprendía a la perfección que no sería fácil, al igual que necesario.
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