XI
Las semanas pasaron. Y se cumplió medio año ya de la muerte de Kim Seokjin. Jeon Jungkook había salido del país y esta información llegó a Taehyung por medio de su contacto Min Yoongi, quien, en un inesperado gesto amistoso, le invitó a tomar unos tragos —o se invitó a beber en el departamentucho sobre la botica— para brindar por las penas del desamor y los abandonados.
—¿Y tú a quién le dedicas este brindis?
—Métete en tus asuntos, Kim —respondió Yoongi antes de apurar el trago y servirse otro, levantando el vaso en su dirección—. Por el amor, esa enfermedad incurable.
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Y llegó otro año y tuvo que soportar el peso de la realidad: estaba solo. Y no era de esta soledad cotidiana, la que lo abriga cuando se sienta en el sofá a ver televisión —hábito muggle que adora—, o de la que le permite perderse en el laboratorio por insanas cantidades de horas sin tener que ser sociable cuando solo quiere estar con sus pociones. Esta soledad que fue presentada a él como obsequio tras la partida de Jeon Jungkook es un síntoma, un efecto adverso, de haber ingerido una dosis alta de venenoso amor.
Por una parte, agradecía la fortaleza con la que se mentía día a día con que no estaba otra vez sufriendo por la misma persona que años atrás lo abandonó. Que mierda de vida sería si las dos veces que creyó encontrar el amor este resultó ser un espejismo, o un oasis temporal. Fue como ser despojado del paraíso cuando apenas estaba instalándose.
Para Kim Taehyung el amor no era, como expresó con palabras borrachas Min Yoongi, una enfermedad. Era, más bien, la cura de un mal que no nadie sabe que tiene hasta que está necesitando otra dosis. Es de esta soledad que le provoca insomnio, que lo lleva a sentirse miserable tras tener sexo con algún extraño, a querer que los domingos no sigan visitándolo cada semana, que el amor te salva.
Pero, y aquí se lamenta ser tan contradictorio, aunque agradece por lo mismo, porque es humano, ¡maldita sea!, el amor no es solo un remedio. No es la solución a los problemas, es el problema, es la solución y es la innecesaria droga que te inyectas porque no tienes otra razón más que querer vivirlo y morir por él.
Así que sí, ha pasado un año y sigue enamorado, ¿qué? ¿Cómo es posible esto? ¿No que el amor requiere ser alimentado, nutrido para no perecer por la ausencia y la distancia? Pues aquí el fallo a tal teoría. Y aquí él esperando a Jeon Jungkook. No ha salido a buscarlo, aunque ganas no le faltan, porque sabe que depende del otro volver.
La primera vez que se fue lo persiguió sin darle tregua a Jungkook a acomodar sus sentimientos, porque temió que si este se alejaba tan solo un poco se daría cuenta de que había un mundo inmenso de mejores candidatos que un simple chico que adora hacer pociones.
Ahora, pudo perdonar a Jungkook por plantarlo. Y se perdonó por ser tan idiota de odiarlo por haber tomado una buena decisión. Él sabía, como buen artista de las pociones, que ciertos elementos no debían ser forzados a cooperar en unión, sino hasta que se adaptaran uno al otro. Pero claro, de joven había sido ambicioso y quería tenerlo todo antes de ser capaz de entenderlo y valorarlo como es debido. Lo que lo llevó a fatales resultados.
Como amar a Jeon Jungkook como suyo, sin saber que la posesión del amor no existe. En el amor la libertad es el único ingrediente.
Nota:
¡Por el amor, esa enfermeda' incurable! ¡Amén!
El siguiente es el fin, y adiós Poison of love.
Quejas:
:)
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