III
Kim Taehyung era un erudito de las pociones. Cuando llegó su carta vía lechuza y le anunciaron que era mago, había creído que no hallaría nada que lo retenga por más del tiempo estipulado en Seúl mágico. Pero entró a su primera clase de pociones y tuvo claro que era allí, en un entorno antiséptico y sombrío, donde pertenecía.
Su profesora de pociones lo había premiado con puntos cada que él optaba por experimentar con las recetas y, aciertos o fracasos, encontraba material de estudio para sus clases avanzadas. Fue animado por su profesora, su jefe de casa y por la directora de la escuela. Aunque sus padres no habían estado del todo agradecidos por el apoyo y la beca que obtuvo tras acabar la educación media.
Concluida la pasantía, obtenido su licencia de pocionista, había pasado más de dos años experimentando en el sótano de su nueva botica —que costeó por ahorros de empleos muggles y un préstamo bancario mágico— hasta que un cliente al que se negó a venderle una poción que destinaría a un atentado chivateó su "hobby" al ministerio.
Basta decir que los pocionistas no eran bien mirados en la sociedad mágica por la sutil ciencia y el arte exacto de hacer pociones sin estúpidos movimientos de varita. Muchos dudaban que fuese cosa de magia, incluso. Pero Taehyung no pretendía que lleguen a entender la belleza de un caldero hirviendo suavemente, con sus vapores relucientes, el delicado poder de los líquidos que se deslizan a través de las venas humanas, hechizando la mente, engañando los sentidos.
Había tantas posibilidades al tratar con pociones, como embotellar la fama, preparar la gloria, y detener la muerte... O acelerarla. Por desgracia, encontraron un proyecto de esta última naturaleza reposando en su laboratorio. El filtro de ácido explosivo de erumpent, con que podrían elaborarse proyectiles efectivos contra plagas o —como quiso su cliente chivato— causar turbación en algún evento político.
Fue detenido e interrogado sobre las motivaciones a tratar con este elemento y no bastaron sus afanes científicos ya que amenazaron con revocar su licencia de pocionista... A menos, claro, que acuerde ayudar al hospital y al ministerio con las pociones que estos le pidieran, en el momento que sea y de lo que sea, a costo mínimo. Sin olvidar la multa por infracciones al comercializar con elementos de circulación estricta y regulada.
Debió dejar su apartamento. Pedir otro préstamo al banco y mudarse al edificio de la botica. Escarmentó. Y para tener control de quién o qué se veía de su mundo de pociones y brebajes instaló una oficina. Misma donde ahora compartía té con Jeon Jungkook, quien volvió a los tres días.
—Pronunciamos el juramento, ¿qué esperas para decirme sobre la poción?
Lo atractivo que lucía Jungkook carcomió la consciencia de Taehyung. Traía el cabello más largo que en sus tiempos de relación, aunque mantenía ese estilo underground que parecía resistirse a la adultez. Aun así, el delineado de la mandíbula, la rigidez de los hombros y la mirada menos encandilada que tenía le confirmaron a Taehyung que no se hallaba ante quien fue su amor. Este hombre joven, guapo, era un extraño.
Y para confirmarlo bastaba recordarse que esa sesión de té se debía a una transacción ilícita. Nunca asociaría un pedido de muerte al muchacho que salía a la calle los días de lluvia a ver si podía asistir a alguien, o a resguardar algún animalejo callejero. Mas nada se conserva como en las memorias, perfecto y feliz.
—Las prisas que traes no van a funcionarte, si haremos esto, será a mi modo.
—Lo sé, yo pago, tú haces, yo callo, tú, hablas.
Sonrió.
—No supongas sobre lo que no sabes con tanta seguridad.
Con la varita, Taehyung atrajo un papel que flotó como envuelto en una brisa de primavera hasta asentarse delante de Jungkook. Este leyó y frunció el ceño a medida que descendía por la corta lista.
—No reconozco esta poción.
—Me sorprendería que sí cuando acabo de inventarla —admitió.
El aspecto desaliñado que traía el boticario, pese a que se aplicó un hechizo de limpieza y afeitado rápido, no pasó desapercibido para Jungkook. Sus ojos rodeados de ojeras, las mejillas hundidas y pálidas y los dedos manchados con vaya a saber qué delataron que había estado enfrascado en su laboratorio por horas.
Tragando saliva, Jungkook preguntó:
—¿Cuál es su efecto?
—Depende de qué solicites —tamborileó los dedos antes de chasquearlos y que las velas se alboroten, chisporroteando hasta que su llama creció e iluminó mejor la oficina—. La receta no está acabada porque tendremos que pactar cuales resultados prefieres. Si me pides que enfrasque para tu amante una muerte rápida, pero dolorosa, así tal cuál la escribí bastará. Pero si decides que no ese el final merecido de tu amante, será mi divertimento ahondar en inventivas y torturantes consecuencias tras aplicarle una dosis. Y, en este último caso, precisaré un par de ingredientes más.
—Cada que dices amante lo haces sonar como si fuera un insulto —escupió Jungkook, molesto—. Kim Seokjin no es uno del montón, es mi pareja desde hace tres años y yo... lo amo.
—Viniste a comprarle la muerte en frasco, ¿por qué importa cómo me refiera a él? —Respondió con acidez Taehyung—. Si es que hay que ser justos, podría llamarlo cadáver en espera.
—No es gracioso.
—Claro que no, como tampoco lo es que pretendas que respete al muerto que nos unirá en pecado.
—¿Pecado? ¿Desde cuándo te importan los términos muggles?
—Desde que la mitad de mi sangre lo es, tal vez.
—Como sea, quiero que sea lento y sin que sufra. Tampoco que deje rastros.
—¿Por qué extender su muerte en vano?
—¿Estoy obligado a decirte?
—No, pero...
—Entonces, solo hazlo —poniéndose de pie, Jungkook extrajo la exorbitante cantidad de dinero que Taehyung había detallado junto a los ingredientes de la lista—. Vendré cada día a ver avances, si necesitas más elementos —depositó más dinero en efectivo—, supongo que cubrirá los extras.
—No necesito supervisión, trabajo mejor solo —recogió el pago, acomodando los billetes en la misma dirección antes de golpearlos sobre la mesa y alinearlos.
Meneando la cabeza, Jungkook dijo:
—Estaré allí en lo que te ocupas de mi pedido, por el precio que diste, lo creo hasta un derecho.
Al marcharse, Taehyung se volteó hacia el retrato y murmuró:
—No sé por qué me meto en este embrollo.
El pocionista dentro del cuarto rodó los ojos.
Nota:
Ah, hacía bastante que no publicaba, creo, y casi me olvido lo jodido que es don güatpad. Casi.
Por cierto, sí, he usado la presentación de Snape en clases. Es que, ya lo dije, pero soy fan del personaje. Sorry not sorry jajaja
Mañana sigo con tres actus más, para no ser densa, ¿vio?
Quejas:
:)
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