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II


(Temprano, ese mismo día)


La jornada había sido de las más agotadoras. El hospital se había saturado de enfermos de Mal Evanescente y él, como convenio con el ministerio para retener la licencia de boticario, debió proveer las pociones requeridas sin cobrar más del coste mínimo. Por supuesto, esto no solo implicaba una pérdida de ganancias preocupante para un comerciante de pociones minoritario, sino también el desgaste físico.

Aun así, la madrugada se esfumó y llegado el amanecer notó que no había descansado. Los ojos tras cada parpadeo le escocían y el estómago resentía hasta el agua. Sus hábitos alimenticios empeoraban por temporada, de acuerdo a la demanda de pociones.

Salió del laboratorio directo a la tienda a ordenar los pedidos de ingredientes. Sabía que subir a su piso sería resignarse a dormir a pierna suelta y perder un día de ventas. Con las festividades cerca y el Mal Evanescente asustando a todos eran números importantes los que restaría de sus ganancias.

Por eso se encontró enlistando los ingredientes necesarios para pociones pimentónicas, bálsamos de asclepias tuberosas, elixir de paz neutra (ideal para negociaciones o reuniónes familiares), solución chispeante, skele-gro... Y, en una lista aparte, donde contaba con conseguir ingredientes para pociones de lujuria, de multijugos, amortentia, solución verrugosa, brebaje de floripondio, entre otras, que no las pediría en el mismo proveedor, sino a un contacto que era capaz de conseguirle saliva de Lethifold si es que así lo quisiera.

No fue extraño que en el inventariado se le fuera también volando la mañana, donde atendió a cuatro clientes y recibió una carta de su contacto confirmando que lo vería en la tarde. Kim Taehyung no confiaría en una lechuza esa lista de pedido y su proveedor le agradecería tal cortesía.

La campañilla de la entrada sonó a la vez que la varita le vibró en el bolsillo. Alguien entraba ocultando su identidad. Se mantuvo visiblemente calmado, aunque su cuerpo estaba listo para defenderse, de ser necesario. El vender pociones fuera del catálogo aprobado por el ministerio le acarreaba no solo una clientela fiel, sino que varios "compradores difíciles".

Al instante en que captó la presencia, alzó la vista y rezó porque los hechizos de protección no lo desamparen. La última vez, acabó en el hospital. Aun así, el impacto que lo dejó sin aire y le secó la boca no se debió a una maldición. El mareo y la aceleración cardíaca repentina tuvieron más que ver con tener nuevamente ante sus ojos a quien años atrás creyó perdido para siempre, que con un maleficio.

El muchacho avanzó con pasos firmes, pero si Taehyung no lo conociera a la perfección se habría perdido el titubeo inicial y la fachada confiada que encubría su inseguridad. Cuando llegó al mostrador y lo saludó, bromeando sobre sus protecciones, entendió que este no lo recordaba.

Algo se apagó en su interior, como quien sopla una vela que ya no tiene fuerzas para alumbrar. Sin embargo, se obligó a ser profesional. Haría de cuenta que él no tenía un martilleo tras las costillas o que no había tenido que plantar mejor los pies para no caer. Este era apenas un comprador más. Y, casi como un inferí sin voluntad, mostró su catálogo de pociones. Cuando su presentación fue interrumpida por el cliente, quien delató que su presencia no era de las listas de proveedor regulado, sino de las otras, las que oculta a la ley mágica, se abstuvo de fruncir el ceño en reproche.

No le incumbía y procedió como amerita la situación.

Tenía técnica en distraer a los compradores que venían con pedidos extravagantes y horripilantes, así que buscó en su bolsilla el alfiler que reposa todas las noches en veritaserum mejorada —receta propia que celosamente esconde para usos específicos— y sometió a su cliente al interrogatorio habitual. Disimular su asombro ante la admisión de que era algo ilegal lo que lo condujo a su botica, lo hizo merecedor de un reconocimiento por la impecable actuación.

—Pues, será un placer ayudarte —quiso imprimir más soltura en sus palabras y fracasó.

No obstante, Jeon Jungkook parecía perdido en su cabeza y lo dejó estar, rogando porque, ahora que sabía que la negociación iba en insospechados derroteros, no trajera a colación la relación que los unió en el pasado.

Pero ese día había comenzado mal y acabaría peor, supo Taehyung, cuando el otro dijo al fin:

—Kim Taehyung.

—Ha pasado un tiempo, Jungkookie.

Se midieron en el pesado silencio de los que no esperaron nunca cruzar caminos otra vez. Y es que todo había acabado tan abruptamente que lo que pudieron sentir no se parecía en sus recuerdos a lo que ahora creen entender como amor. Aquello había sido mágico, más aún que el poder que les confiere la cualidad de magos. Y, a su vez, había sido bruto, inexperto, dotado de ingenuidad y plagado de ilusiones que prosperaron en un futuro incierto y murieron ante la realidad.

El presente, el estar cara a cara, era incómodo; angustiante para uno, increíble para el otro.

—Supongo que Seúl mágico no es tan grande como lo cuentan —bromeó Jungkook, tratando de aligerar el momento.

Taehyung no cooperó en su gracia, pero asintió y convocó papel y bolígrafo muggle para registrar el pedido de Jungkook.

—Para que esto funcione paga a tiempo, lo que hagas con la poción no será mi responsabilidad y si te atrapan por ello no vengas a mí porque negaré cualquier asociación, ¿está claro?

Jungkook se asustó ante lo dicho por el boticario. Sobre todo, porque se notaba que era discurso aprendido y repetido, como si fuera del día a día. Y, por segunda vez, dudó de su objetivo. Solo que estaba desesperado —pensó, distraídamente, ¿no lo están todos en el amor?— y habiendo agotado las demás opciones no quedaba más donde buscar.

—De acuerdo, prometo no decirle a nadie...

—No me alcanzan las promesas, menos las tuyas —agregó Taehyung sin denotar emociones en su voz—, requiero un juramento inquebrantable antes de aceptar hacer la poción. Es por tu seguridad, pero sobre todo por la mía.

Profundamente avergonzado por la poca sutileza con la que Taehyung le recordó cuan torpe había sido mientras salían, sintió la cara caliente. Claro que sería de esta forma. Estaba ante un boticario de moral cuestionable y ante el chico al que dejó herido porque se había acobardado cuando lo apabullaron sus sentimientos y desapareció sin despedirse siquiera.

Rebuscando en su interior, Jungkook no halló intención alguna por excusarse.

Se sostuvieron del brazo mientras Taehyung con presteza sellaba el hechizo de confidencialidad y procedió a añadir cláusulas de castigo en caso de que Jungkook rompiese el acuerdo. La magia obró como cordel sobre sus pieles, perdiéndose bajo ella y filtrándose en su sangre y núcleo mágico hasta desaparecer. Las restricciones fueron registradas en algún lugar de su cabeza, pero Jungkook las ignoró, atrapado por la manera elocuente con que su ex pareja pronunció el encantamiento.

Acabado el juramento, Kim Taehyung lo invitó a pasar a su oficina. Jungkook lo siguió, tratando de aplacar la curiosidad, pero el cuarto, aunque pequeño y sin ventanas, lucía colorido ante los frascos de pociones, ingredientes, y las velas flotantes. El orden seguía siendo un incordio para él, pero ya no lo desquició. Un retrato de un mago de cabello grasoso y nariz ganchuda les vio entrar y bufó antes de seguir enfrascado en la lectura.

—¿Quieres beber algo?

—Té, por favor —no sentía el estómago listo para el café. O para la conversación pendiente entre los dos que cruzó los dedos para no enfrentar.

—Dame un momento.

Si el aroma en la tienda era fuerte, aquí se diluía y era el perfume de Kim Taehyung, amaderado con persistente fragancia a nuez moscada el que embriagó a Jungkook y lo hizo removerse en su asiento. ¿Cómo es que ese perfume, mezclado con el aroma corporal del boticario, podía hacerlo sentir ansioso y excitado? Contradictoria reacción; cual conejo que es perseguido, había presente en su sangre la adrenalina del terror, del querer huir despavorido, y, en simultáneo, esta misma sensación frenética lo tenía anhelando ser perseguido, cazado.

Cuando el pocillo fue depositado sobre el escritorio, Jungkook regresó al presente, dejando ir vestigios de fantasías que conjuró en el poco rato que Taehyung tardó en hacerle el té. Kim Taehyung no había ido tras él cuando se marchó años atrás, ¿por qué lo haría ahora? Se regañó. Y se repitió que estaba bien, que así debía de ser.

—Entiendo que sabes que esta conversación quedará entre los dos, así que, sé sincero en tu pedido y tus razones.

—¿Por qué te interesan mis razones?

Taehyung sonrió ante la voz chillona con la que Jungkook preguntó. Se apiadó y explicó:

—Porque este trabajo requiere de mí mucha energía y puede parecerte un absurdo, pero no acepto pedidos apenas por razones superfluas. Si quieres dejar caer un filtro de gangrena en el café de tu vecino molesto no estaré a la labor de desperdiciar mi arte.

—¿Arte? —bufó, y el retrato detrás de Taehyung enarcó una ceja despectivamente—, pues como sea, mi razón no es ninguna tontería —y habiéndose enfadado por el modo displicente con que Taehyung le habló, decidió soltarlo sin más—. Estoy enamorado.

El ligero espasmo en un costado de la boca del boticario le indicó a Jungkook que lo había tomado desprevenido. Se jactó por eso, sabiendo que era infantil, mas sin poder evitarlo. El boticario se ajustó las gafas con el índice, bebió de su té y apoyó la taza tan despacio que parecía adrede el querer impacientar. Jungkook apoyó los codos en el escritorio para restar formalidad teatral a la conversación; Taehyung conservó una postura recta.

Taehyung se relamió los labios antes de contestar:

—¿Amortentia potenciada? —la cual, había sido investigada recientemente por los mejores pocionistas, llevaba a alguien a morir de amor, literal.

—No. Él me ama sin trampas ni pociones.

Echándose hacia atrás en su asiento, Taehyung lo estudió. Su cabello brilló con las velas, y la piel broncínea se oscureció. A Jungkook le pareció ver un gesto de dolor en aquel rostro hermoso, pero lo descartó. No tenía sentido tratar de pillarlo.

—Específicamente, ¿qué te propones?

—Quiero matar a mi pareja.

—¿No basta para ti un sencillo y efectivo avadakedabra?

Le causó gracia la incredulidad leve del boticario.

—Si quisiera una muerte simple, le haría bailar conmigo y bastaría —sonrió—, además, no quiero ser encarcelado.

El cariño con que pronunció lo primero hizo que Taehyung volviera a enderezarse en la silla, presionando las manos en torno a la taza mientras observaba fascinado a Jungkook. Reconocía el amor cuando lo veía y sabía que Jungkook era sincero en lo que decía. Estaba enamorado, y este pobre sujeto, por la misma razón, era un condenado a muerte.

Sopesó brevemente cuán poético sería que él, el primer amor de Jeon Jungkook, funja el rol de verdugo en esta relación. Si fuese adepto a códigos de ética y moral, rechazaría involucrarse en algo que lo interpela demasiado cerca, pero estaba más allá de eso cuando dijo:

—Vuelve a mí en tres días —la mirada de Jungkook revoloteó en su rostro, como si buscase pistas de que estaba de acuerdo en continuar, por lo que agregó—; si para entonces todavía quieres deshacerte de tu amante tendré para ti el presupuesto. Pagarás los ingredientes y el aporte de mi labor será entregado tras ser entregada la poción.

Tras esto, Jungkook se marchó.



Nota:

El mago del retrato, que no se por qué no nombre, pero se entiende la referencia (creo), es de mis favs de HP, así que, no acepto críticas.

Quejas:

:)

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